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¿De qué hablamos cuando hablamos de populismo? El espectáculo del poder y análisis sociosemiótico de lo político
Maria Cristina Addis
Maria Cristina Addis
¿De qué hablamos cuando hablamos de populismo? El espectáculo del poder y análisis sociosemiótico de lo político
What do we talk about when we talk about populism? The spectacle of Power and socio-semiotic analysis of politics
deSignis, vol. 33, pp. 127-142, 2020
Federación Latinoamericana de Semiótica
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Resumen: Nuestra contribución se centra en un corpus de apariciones televisivas celebradas cerca de la fecha de las elecciones europeas de mayo de 2019 por los líderes de las cuatro principales fuerzas políticas italianas, una de las cuales fue Forza Italia y dos son Lega y M5S, consideradas por los opositores, por los medios de comunicación, por los politólogos u, orgullosamente, por sus propios líderes, como casos ejemplares de populismo. Mientras que los fenómenos bajo investigación parecen escapar de una definición única y uniforme, una investigación inmanente como la promovida por el enfoque semiótico puede, en nuestra opinión, contribuir activamente al estudio de las relaciones políticas y, más en general, socio-culturales dentro de las cuales surge la “nebulosa populista”, así como al desarrollo de prácticas de investigación multidisciplinarias, o al menos de estrategias para la traducción mutua de las preguntas, los objetivos y los métodos por los cuales cada una de las “ciencias humanas” describe y explica el comportamiento de los seres culturales.

Palabras clave:comunicación políticacomunicación política,sociosemióticasociosemiótica,populismopopulismo,política italianapolítica italiana,LandowskiLandowski.

Abstract: This paper analyzes a corpus of television appearances held close to the date of the European elections of May 2019 by the leaders of the four main Italian political forces. Three of those (Forza Italia, Lega, and M5S) have been or are considered by opponents, by media, by political scientists or, proudly, by their own leaders, as exemplary cases of populism. Whereas the phenomena under investigation –the populism and new forms of politics– seem to escape a single and uniform definition, an immanent investigation such as that promoted by the semiotic approach can in our opinion actively contribute to the study of political and more generally socio-cultural relations within which the “populist nebula” emerges, as well as to the development of multi-disciplinary research practices, or at least of strategies for mutual translation of the questions, objectives and methods by which each of social sciences describe and explain the behavior of cultural beings.

Keywords: political communication, sociosemiotics, populism, italian politics, Landowski.

Carátula del artículo

I. ESCENARIOS

¿De qué hablamos cuando hablamos de populismo? El espectáculo del poder y análisis sociosemiótico de lo político

What do we talk about when we talk about populism? The spectacle of Power and socio-semiotic analysis of politics

Maria Cristina Addis
Universidad de Siena, Italia
deSignis, vol. 33, pp. 127-142, 2020
Federación Latinoamericana de Semiótica

Recepción: 25 Septiembre 2020

Aprobación: 30 Septiembre 2020

1. INTRODUCCIÓN

Una de las principales adquisiciones de la investigación semiótica sobre el discurso populista es su tendencia a la ambivalencia y la resistencia a una definición unívoca. El efecto de “nebulosa de contenido” subrayado por Sedda-Demuru (1918) o de “significante vacío” (Laclau 2008; Linden 2019) requiere elevar el término de los preconceptos y juicios de valor para reconocer “una manera particular de constitución y de funcionamiento de lo político” (Manero 2019: 39-40)[1], es decir de “relaciones de poder (...) entre cualquier tipo de actores en cualquier tipo de espacio social” que se establecen y se transforman por sus interacciones (Landowski 2009: 13-14)[2].

El objeto de nuestra contribución son precisamente estas relaciones, a las que nos acercaremos a partir del talk-show político. El objetivo final de la investigación es desarrollar una batería de “buenas preguntas” que puedan servir de base para lecturas comunes o cruzadas del impresionante conjunto de datos que vinculan los medios de comunicación, la política y la ciudadanía dentro de la esfera pública, en su doble significado de “lo que es visible para todos” y de “el mundo común, (...) lo [que] relaciona y separa a las personas al mismo tiempo” (Arendt 1958).

A este respecto, el “estructuralismo topológico” inaugurado por Algirdas J. Greimas, despojado de las imponentes proliferaciones teóricas que ha conocido y reducido a sus supuestos fundamentales, sirve aquí como instrumento para la construcción de similares “buenas preguntas”. El “mínimo epistemológico” que guía la investigación consiste en una concepción estrictamente diferencial y relativa de la significación, en la que las relaciones preceden a los términos y el significado de las “palabras” como el de las “cosas” depende de un orden posicional, que en sí mismo es indiferente a unas y otras. Ya sea que se practique en la política o en el arte, en el diseño o en las prácticas cotidianas, el objeto de una teoría de la significación es siempre el discurso, no en su función de referirse a las instancias externas –la subjetividad de la que se origina o la verdad que atestigua de manera más o menos transparente– sino en la que le otorgó Michel Foucault (1966, 1969) de orden inmanente, condición de posibilidad de posiciones subjetivas y objetivaciones epistémicas de las que dependen los valores de sujeto y/o objeto de saber, poder o querer que el mismo individuo puede asumir[3].

De acuerdo con la lógica diferencial que inspira el análisis, los conceptos de actor social y espacio social, tanto en el discurso de Landowski como en el nuestro, no identifican ni entidades/fenómenos empíricos ni categorías explicativas, sino instrumentos de razonamiento “por diferencia”, funcionales para definir las relaciones entre el uno y el todo (el miembro de la familia y la familia, el trabajador o el empresario y la empresa, el miembro del partido y la corriente política de pertenencia, el ciudadano y el Estado) y entre uno y otro, entre sujetos vinculados por relaciones simétricas o asimétricas, dominantes o participativas, a niveles semánticamente pertinentes, coherentes y homogéneos.

Siguiendo a Arendt, el análisis intenta cuestionar el grado de negociación de tales relaciones, partiendo de la tensión primordial que la filósofa reconoce en las democracias liberales entre “ocasión de libertad” e “inercia de poder”, es decir, entre los principios que fundan sus instituciones y la tendencia de éstas a reificar las relaciones de fuerza y reprimir la diferencia.

2. OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN Y CRITERIOS DE CONSTRUCCIÓN DEL CORPUS

El análisis que proponemos se centra en un corpus de intervenciones realizadas en el período previo a las elecciones europeas de mayo de 2019 por los dirigentes de las cuatro principales fuerzas políticas italianas (Matteo Salvini por la Lega, Luigi DiMaio por el Movimiento de las 5 estrellas, Nicola Zingaretti por el Partido Demócrata, Silvio Berlusconi por Forza Italia). Una de ellas fue Forza Italia y dos son Lega y M5S, consideradas por los opositores, los medios de comunicación, los politólogos o, con orgullo, por sus propios dirigentes, como casos ejemplares de populismo[4].

En general, es ampliamente compartido no sólo en el campo semiótico que la comunicación no es simplemente una facultad extrínseca de los líderes que poseen o aspiran a poseer posiciones institucionales, sino el lugar de su construcción como sujetos de poder, el terreno y el instrumento de construcción de su imagen pública y de conquista, preservación o pérdida de la confianza de los “gobernados”. Como cualquier toma de palabra pública, la actuación televisiva es lo que difunde y exhibe el conocimiento accesible al público sobre el líder y produce la creencia (o no creencia) en su fuerza[v]. En los términos de Louis Marin, la representación del poder es un sismo que convierte la fuerza en poder –es decir, transforma la fuerza física en una fuerza “que basta con ver para creer” (Marin 2005)– y una imagen de sujeto con valor jurídico, es decir la imagen en el derecho a representar y figurar su sujeto. Cualquier forma de poder político, dice Marin, tiende a lo absoluto, es decir, a establecer y controlar su imagen pública en su totalidad.

A este respecto, es innegable el impacto de la web y los medios de comunicación social en las nuevas formas de liderazgo político, y se ha destacado ampliamente tanto en el ámbito sociopolítico como en el específicamente semiótico[vi]. Sin embargo, a los efectos de una investigación sobre las relaciones de poder que tejen “lo político”, el talk-show constituye un observatorio privilegiado.

La aparición en televisión consiste en primer lugar en la producción de imágenes –de sí mismo, de los demás actores políticos, del electorado, del país, del escenario internacional– que comparten con el “retrato del Rey” la ambición al absoluto: el líder no se limita a “expresar su opinión” o a responder sobre determinados hechos, sino que tiende a establecer los valores semánticos y axiológicos a través de los cuales leer tales imágenes.

A diferencia del retrato de Luis XIV y el relato de sus actos analizados por Marin, en los regímenes democráticos el valor “legal” de la imagen como representación correcta del poder no depende del punto de vista único de su sujeto. Por el contrario, la ideología democrática gira en torno al pluralismo, a la división de poder entre diferentes sujetos (separación de poderes), a la diversidad de opiniones en la elaboración de decisiones (debate parlamentario), a la diferencia de puntos de vista desde los que el poder es visible y conocible (información pública).

El “cuarto poder” es tal porque tiene la función de frenar y limitar otros poderes haciéndolos visibles al ciudadano desde un punto de vista idealmente autónomo, independiente y objetivo. El talk-show compara al periodista en el derecho a saber y en el deber de imparcialidad y al político en el derecho a hablar y en el deber de decir la verdad: su interacción dialógica expresa y representa en abismo la relación entre el poder de verdad y el poder de gobierno. Tanto la narración producida como la interacción que la produce constituyen finalmente un espectáculo para el público: los protagonistas del diálogo se dirigen unos a otros y al mismo tiempo a todos; tanto sus respectivas posiciones como su interacción son objeto de la visión y el juicio del público.

El “ciudadano”, independientemente de su posible presencia en la audiencia o de los espectadores empíricos, se inscribe en varios niveles de la “imagen publica” del líder: como sujeto implicado por la representación, en el derecho de comparar y juzgar como crea y “sin contradicciones” lo que se le propone, pero sin ningún poder de intervención sobre la representación misma y sobre las pertinencias y perspectivas que la construyen; como posición de poder, a su vez, libre de asignar su confianza (y su voto) a quienes desee y de determinar el éxito o el fracaso de los candidatos, pero en sí mismo desprovisto de poder de acción directa de gobierno.

Al mismo tiempo, el ciudadano está continuamente representado en las “imágenes del mundo” que la narración produce, en sus descripciones de la “población”, en sus diagnósticos de las necesidades o deseos del país o de los “italianos”, de los “jóvenes”, de las “familias”, del “empresario” o del “trabajador”. A través de los contenidos y estilos de narración e interacción se construye un simulacro de identidad que el observador puede aceptar o rechazar, por el cual puede excitarse o disgustarse, pero que no puede negociar.

La elección de un análisis comparativo sincrónico tiene en primer lugar la función de desplazar la atención de los sujetos únicos al campo único en el que ellos se enfrentan: si hay líderes o discursos populistas hay necesariamente otros que no lo son, y sólo comparándolos con sus propios “opuestos” (los que surgen de la comparación y los que ellos mismos, en forma de adversarios o antagonistas, inscriben en su propio discurso) podemos aislar sus rasgos constitutivos.

La restricción del corpus a un mismo plazo –29 de abril a 29 de junio de 2019– y en este caso en el período previo a las elecciones europeas aumenta el valor de “campo de juego único” asumido por los medios de comunicación y, en particular, aquí, por el debate televisivo, independientemente del programa y de la red de radiodifusión específicos. Un momento “explosivo” –en los términos acordados por Juri Lotman a los acontecimientos que amenazan los principios de regularidad de la semiosfera[vii]– la cita electoral somete las afirmaciones de todos a la arena única de la competición electoral, intensificando y llevando al extremo el valor meta-reflexivo, la vocación persuasiva y el carácter conflictivo de cualquier discurso público de los representantes de cualquier “partido”, es decir, de una parte que pretende gobernar el todo.

Independientemente del canal que elija, de los tonos que utilice, del contenido y de los temas que elija, y por mucho que un proyecto político pueda girar en torno a la protesta y la impugnación e intente definirse exclusivamente en negativo, esta misma “comedia”, como todas las demás, para tener sentido debe seleccionar ciertas cualidades positivas para cada uno de sus actores y figuras y presentarlas desde algún punto de vista, tanto escénico como semántico, que traduce modelos de polis profundamente diferentes.

Por lo tanto, el talk-show es un objeto privilegiado no porque refleje fielmente lo que los protagonistas de la política piensan o planean hacer, ni porque produzca automáticamente creencias o actitudes en su público, ni siquiera porque la pluralidad de posiciones que contempla garantiza la objetividad de sus narraciones, sino porque es un dispositivo altamente reflexivo, un “drama de segundo grado” cuyo objeto es la propia democracia representativa, reducida a sus relaciones elementales de poder.

El estudio propone un análisis separado de las tres “valencias” consustanciales de la actuación televisiva, que podríamos meta-definir como “escena” (narraciones y auto-narraciones), “diálogo” (interacciones dialógicas ejercidas durante la entrevista) y “espectáculo” (auto-exhibición en el acto de narrar y/o dialogar), cuestionando cada vez el juego multiprospectivo a través del cual cada uno modela distintamente las mismas “entidades”, produciendo diferentes simulacros de uno mismo, del otro y del mundo. Por razones de espacio, hemos omitido los pasajes técnicos del análisis y reducido las citas al mínimo, esperando que la lectura de los resultados no se vea afectada.

3. LA ESCENA: LA NARRACIÓN DEL PODER
3.1. Imágenes de liderazgo

Ante la diversidad de contenidos y estilos con los que cada uno prepara su propia “puesta en escena”, la función misma de líder presupone una cierta concepción de la acción de gobierno y una doble posición de poder: hacia fuera (aliados o adversarios, Europa, sociedad civil) y hacia dentro (la fuerza política de la que es, precisamente, la cumbre).

Estas relaciones pueden investigarse a partir del modelo ideado por Jean-Marie Floch (1983) en un campo completamente diferente, el del diseño, para hacer explícitas las formas de construcción de la “escenografía del poder” inscrita en los mobiliarios de los gerentes de empresas. El famoso análisis coordina las relaciones topológicas y escénicas descritas por el mobiliario con otras tantas concepciones del poder de dirigir. A partir de dos preguntas muy sencillas, el tipo de competencia que el líder se atribuye a sí mismo (pragmática o cognitiva) y la posición que muestra que ocupa con respecto a la fuerza política de pertenencia (vertical u horizontal, es decir relaciones de dominación y de participación), se comienza a dibujar un retrato aproximado, que opone la ideación a la acción, un poder centralizado a un poder compartido.


Figura 1.
Estilos de liderazgo

3.2. Escenarios y sistemas de valores

La interrogación sobre los escenarios y sistemas de valores promovidos por el discurso del líder se puede articular también en cuestiones diferentes y relativamente autónomas:

–el tipo de valores perseguidos: valores ideológicos (circunscribiendo el término a los valores que se persiguen como tales, como el objetivo último de la acción política) o bien valores pragmáticos (que se persiguen para lograr un objetivo ulterior de carácter práctico);

–el tipo de sujeto que persigue estos valores (la subjetividad abstracta expresada por el cargo institucional o el individuo empírico y singular que la ocupa) y el tipo de espacio en el que se ubican consecuentemente sus acciones e interacciones (ideal o real, físico o virtual). Distinguimos así sujetos institucionales, es decir, aquellos que suspenden la voluntad y las motivaciones del individuo a favor de las del cargo y encuentran su campo de juego en el Parlamento (italiano y europeo) y en general en los lugares, tiempos y ritos de las instituciones, o los sujetos antagónicos, que modelan su identidad desde el exterior y en contra de las instituciones, magnificando al “individuo” a expensas del cargo e identificando “su propio lugar” de líder –físico e identitario– en la sociedad civil.


Figura 2.
Escenarios y sistemas de valores


Figura 2.
Escenarios y sistemas de valores

4. DIÁLOGO: EJERCICIO DEL PODER

La relación entre el líder y el periodista puede leerse con la ayuda del modelo desarrollado por Eric Landowski sobre las interacciones: la programación identifica un tipo de interacción que niega la relación con el otro y su condición de sujeto, y prevé un programa de acción o comunicación previo que no va a ser modificado por la interacción misma; la manipulación identifica un tipo de interacción que se centra en la racionalidad del otro para llevarlo a adoptar sus propias opiniones o posiciones o a aceptar la necesidad o la racionalidad de soluciones que no le son del todo favorables o no lo son en absoluto; el ajuste define una interacción basada en la sensibilidad y la capacidad de reaccionar y re-configurar su mismas posiciones a partir de las acciones y “movimientos” del otro; el accidente identifica un tipo de interacción que igualmente niega la alteridad, prefigurando o ejerciendo una asimilación pasiva al otro en virtud de una ineluctabilidad no negociable (Landowski 2005, 2018, 2019, 2020).

El análisis se centra en la forma en que cada dirigente se relaciona con las “riendas” que le imponen o le proponen los medios periodísticos (pertenencias, temas, puntos de vista) y televisivos (tiempos de conversación, respeto de los turnos de conversación, estilo de lenguaje), tratando de identificar las formas de interacción adoptadas por cada uno hacia el interlocutor.

En términos de estilos dialógicos, la programación (que hemos meta-definido “comicio”) identifica una interacción dialógica que niega el marco discursivo propuesto o contrapropuesto por el periodista. El entrevistado niega al interlocutor, sigue un programa de comunicación previo que no se modifica por la interacción y niega la autoridad del entrevistador en el establecimiento de la agenda. Este estilo dialógico es adoptado ante todo por DiMaio –que ignora las preguntas o respuestas incómodas con otras preguntas que modifican los temas, los roles y las pertinencias establecidas por la pregunta inicial, y llega a repetir mecánicamente una frase idéntica como si el interlocutor no existiera o no se dirigiera a él– y en un tono y grado menor por Berlusconi.

La manipulación (“debate”) identifica una interacción como una negociación del marco discursivo; el entrevistado interactúa cognitivamente con el interlocutor, discute y contrae los temas y puntos de vista impuestos por el entrevistador e intenta a través del argumento convencerlo de sus posiciones. Este estilo es característico de Zingaretti, y ampliamente aceptado por Berlusconi, que afirma vigorosamente la bondad de su propio punto de vista, pero casi siempre se mantiene dentro de los límites del debate particularmente conflictivo, en el que, sin embargo, se reconoce al interlocutor.

El ajuste (“show”) identifica una interacción basada en la reactividad al marco discursivo: el entrevistado interactúa ampliamente con el interlocutor, se conforma a sí mismo a partir de los temas y puntos de vista propuestos por el otro, modificando tonos, argumentos, estilos de lenguaje según los adoptados por el periodista y la orientación política del programa. Este estilo es característico, sorprendentemente, de Matteo Salvini, para quien el “comicio” es el último recurso en contextos particularmente hostiles, ante cuestiones demasiado directas y frontales para ser eludidas, pero que tienden a ser constantemente remodeladas a partir de las posiciones tomadas por el interlocutor.

El accidente (“examen”) identifica una interacción basada en la asimilación al marco discursivo: el entrevistado se ajusta pasivamente a los temas y puntos de vista impuestos por el entrevistador y los sigue fielmente. Aunque raramente, Zingaretti es el único de los cuatro que a veces sufre la inercia de las pertinencias y perspectivas impuestas por el interlocutor sin hacer ningún intento de negociar o modificar el “orden del discurso”.


Figura 3.
Estilos dialógicos

5. EL ESPECTÁCULO: MODELOS DE PODER

El líder que pinta su propia versión de los escenarios políticos y socioculturales, y el líder que responde o reprende al periodista se muestra en el acto de narrar o dialogar, exhibe a propósito o a pesar de sí mismo una cierta forma de concebir el ejercicio, la función y los límites de su poder.

Por “modelos de gobierno” nos referimos al conjunto de relaciones de poder descritas por la “escena” y el “diálogo”, que hemos tratado de aislar a partire de la modelización de los regímenes políticos propuesta por E. Landowski (2019, 2020):


Figura 4.
Modelos de gobierno

La “comparación cruzada” de los sujetos y las relaciones conformadas por cada uno pone de relieve un movimiento progresivo de adelgazamiento o disolución del “espacio de la política” como “gestión del estar juntos entre personas diferentes”, del margen de juego entre la identidad y las relaciones de poder heterodeterminadas (basadas en la familia, la capacidad económica, la creencia religiosa, la costumbre social) y la oportunidad de libertad y realización personal en común.

Zingaretti es el único de los cuatro líderes que ha puesto la “diferencia entre iguales” en el centro de su proyecto y ha elegido el diálogo como instrumento de planificación política, pero este ejercicio de libertad está subordinado a un statu quo económico dado como inevitable. La libertad misma se reduce en su discurso a la liberación de la deuda como condición previa y necesaria para cualquier proyecto posterior.

En cuanto al “cuarto poder”, Zingaretti se muestra amante del debate y del “libre ejercicio del intelecto” por parte de todos, pero nunca aprovecha la oportunidad del discurso público para renovar el valor en sí mismo de los derechos civiles o para reclamar una diferencia de principio respecto de sus adversarios.

Berlusconi reduce aún más el concepto de libertad a la libre iniciativa económica: el ciudadano berlusconiano es un ciudadano particular libre de perseguir su propio interés y competir con otros, y siempre ha encontrado su figura-emblema en el empresario. Con respecto a Zingaretti, el grado de mediación y negociación de las opciones dentro del partido se adelgaza, la atención se centra en los resultados más que en el proceso que conduce a ellos.

Berlusconi pide al interlocutor –público o periodista– que compare y evalúe los datos, las fuentes y los acontecimientos que él mismo ha comunicado de forma unívoca, pero se muestra reacio a negociar la imagen de sí mismo y del mundo que ofrece. La democracia representativa de la que se considera el máximo intérprete se centra en el absolutismo, imaginando una relación entre gobernador y gobernado basada en la confianza ciega en las virtudes innatas e idiosincrásicas del líder, en las que de hecho la persona natural y la persona jurídica acaban coincidiendo.

Las dos identidades “institucionales” se presentan desde el interior y en la capacidad de las posiciones de poder previstas por el sistema representativo, pero los modelos de gobierno que las expresan tienden a dos formas opuestas de absolutismo, ya sea por asimilación pasiva a la aleatoriedad del entorno económico (“absolutismo” del mercado) o por dependencia del individuo único con cualidades “sobrenaturales”.

Las dos identidades “antagónicas”, por otra parte, se definen a sí mismas en oposición al mismo sistema representativo, a los lugares, tiempos y temas específicos de las instituciones. La aversión a la abstracción y a la mediación simula una interacción renovada entre “gobernadores” y “gobernados”, pero su discurso, por el contrario, muestra una mayor normalización del entorno y la reificación de las relaciones de poder.

En primer lugar, ambos, Salvini y DiMaio, consideran que el poder gubernamental consiste en la ejecución de evaluaciones y decisiones tomadas en otros lugares que no sean los parlamentos y las secciones de los partidos, pero el proceso de toma de decisiones en la sociedad civil no dependería en absoluto del diálogo entre “seres diferentes”.

Salvini muestra que se identifica con una identidad común homogénea e indivisa. El concepto de “sentido común”, leitmotiv del líder de la Lega, implica precisamente la comunión irreflexiva de un sentido que se supone que es el único justo, razonable o plausible. El líder de las 5S sostiene, por el contrario, que dentro de su movimiento “uno equivale a uno”, que él no goza de otro poder que el de cualquier ciudadano: la separación de poderes y el debate parlamentario se disuelven idealmente en la subdivisión cuantitativa de la facultad de decidir y en la deliberación perenne.

En segundo lugar, el Estado pierde su condición de sujeto para degenerar en un instrumento de autodefensa física o autogestión numérica. Salvini lo concibe como un instrumento de policía al servicio de un derecho “feudal”, es decir, doméstico y militar: a nivel micro o macro, nacional o internacional, su objetivo es la defensa de los confines que une un área territorial (casa particular o suelo nacional) y una comunidad autárquica, sujeta a la voluntad de una sola “cabeza de familia” (jefe de familia o población autóctona). En cambio, DiMaio lo imagina como un procedimiento de conversión automática de las decisiones de los individuos en un proyecto común, y describe continuamente su acción como el desmantelamiento de los filtros y planes de mediación entre “los ciudadanos comunes” y “los que ejercen el poder”.

Finalmente, y en consecuencia, los sujetos de poder constituidos desaparecen de la escena y por lo tanto de la esfera de control intersubjetivo prevista por la política, así como por los medios de comunicación liberales. El cargo institucional y el tipo de fuerza que desciende del simple hecho de ser diputado o senador, ministro o diputado europeo, pasa desapercibido, oculto por debajo o por encima del umbral de la libertad de elección de los seres culturales, detrás de un sentimiento que no requiere explicaciones o un procedimiento de cálculo que no prevé errores.

En el primer caso, se considera que la sociedad es un cuerpo y un conjunto de cuerpos, que necesitan recursos y protección pero que no llevan consigo una subjetividad distintiva; la alteridad se reduce a un delito y el conflicto a una violación de la norma. En el segundo caso, la sociedad se concibe como la suma de cualquier unidad; la alteridad se reduce a la inferioridad numérica y el conflicto a la obstrucción, un obstáculo entre cualquier ciudadano y la “sala de mandos”.

Si la utopía democrática se basa en el ser y el devenir junto con los demás, Salvini y DiMaio expresan dos modelos opuestos de totalitarismo, en los que tanto el gobernante como el gobernado dejan de ser sujetos reales, los dos objetivados como cuerpo o como número. El quiasma descrito por sus respectivas posiciones sobre la política y los medios de comunicación revela de hecho la misma tensión al poder absoluto, al control total de la verdad y a la expulsión de la alteridad no sólo del ejercicio del poder sino más generalmente del horizonte de lo posible.

El primero se describe a sí mismo como comprometido en la consecución de algo cuya necesidad es evidente y no necesita discusión, mientras que la interacción con los delegados de la “cuarta potencia” muestra un maestro indiscutible de la improvisación, dotado de una reactividad sensible que le permite diferir, sortear, reorientar el debate a su favor. La plasticidad dialógica de Salvini no traduce en realidad ninguna flexibilidad, sino una técnica de evitar la confrontación frontal. La constante remodelación según el marco que se le propone es también una “tecnología militar”: como Sun Tzu, según Landowski (2010: 58), utiliza su propia sensibilidad reactiva para neutralizar el “poder de verdad” del otro y evitar ser observado y evaluado a “distancia”, en términos racionales y comparativos.

DiMaio, por el contrario, cree expresar el emblema de la democracia directa, un gobierno como una constante remodelación según la voluntad de los miembros del Movimiento e idealmente de todos los ciudadanos, que se reduce a un procedimiento automatizado que excluye el espacio y el tiempo de la interacción transformadora entre sujetos diferentes. A este respecto, el estilo de “comicio” adoptado hacia los periodistas críticos confirma la vocación totalitaria de un mecanismo político que no prevé el ejercicio positivo de una personalidad autónoma, en la que cada uno es un número entre los demás.

6. CONCLUSIONES

Como sugiere Cristina Peñamarín (2008) en la estela de Hannah Arendt, cuando una escena pública contempla un único punto de vista deja de ser política, y la primera pregunta que la semiótica tiene que dirigir al espectáculo no es si es verdadero o falso, sino qué tipo de “escena pública” construye.

El totalitarismo descrito por Arendt y Peñamarín comparte con el totalitarismo de la representación descrito por Louis Marin la univocidad del punto de vista. La oportunidad de libertad que Arendt reconoce a la política depende de la posibilidad de diferenciación y transformación de los valores y la emancipación de las relaciones de poder “dadas”, de carácter familiar, económico, físico, sociocultural. El rol de “ciudadano”, en principio, no tiene nada que ver con el de padre (o hijo) de familia, con el de empresario o trabajador, sea o no nativo del territorio, sino que es, por el contrario, el que los limita, donde el poder establecido y distribuido según vínculos de sangre, de fuerza económica, de costumbre deja de ser válido, donde todos estos valores están, a su vez, subordinados a la realización de sí mismo en relación con los demás, a la construcción de un in-fra que no precede a su ser y en el que se transforman juntos.

Nuestro trabajo ha tratado de deconstruir la cuestión del populismo y las razones de su éxito, partiendo del papel que asume la alteridad y la diferencia en las formas de construir lo “visible (y conocible) para todos” y el grado de negociación y transformación previsto por las imágenes del “mundo en común” que ofrecen los aspirantes a gobernantes.

El análisis piloto realizado en el ámbito de los talk-show ha permitido poner de relieve órdenes de relaciones de poder que en otras formas o en otros sectores de la comunicación son menos evidentes pero igualmente constitutivos: el grado de simplificación de los escenarios, las formas de concebir y distribuir el poder de acción y de verdad, los tipos de simulacros indentitarios que cada uno construye para sí mismo y propone al “ciudadano” pueden constituir otros tantos criterios generales de investigación en torno al grado de diferencia contemplado a todos los niveles por la escena pública. En este sentido, el aporte consiste en una propuesta de interdisciplinariedad basada en el desarrollo de preguntas y referencias cruzadas comunes de los fenómenos políticos y, más en general, de las formaciones histórico-sociales del mundo contemporáneo, en las que es la resistencia y la opacidad del presente –sus efectos nebulosos– lo que moviliza un esfuerzo conjunto de explicación crítica.

Material suplementario
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SEDDA F., DEMURU, P. (2018) “Da cosa si riconosce il populismo. Ipotesi semiopolitiche”, Actes Sémiotiques, 123, https://www.unilim.fr/actes-semiotiques/6399
. (2020) “Social-ismo. Forme dell’espressione politica nell’era del populismo digitale”. En Alonso, J. y D. Bertrand (eds.) Forme semiotiche dell’espressione politica. Carte Semiotiche Annali, 6, 130-144.
Schmitt, C. (1942 [2002]) Terra e mare. Una riflessione sulla storia del mondo. Milán: Adelphi.
. (1950 [1991]) Il nomos della Terra nel diritto internazionale dello «Jus Publicum Europaeum». Milán: Adelphi.
Notas
Notas
[1] “[…] no como una ideología o doctrina política determinada, sino como una forma de hacer política, más específicamente, una manera particular de constitución y de funcionamiento de lo político” (Manero 2019: 39-40).
[2] “[...] se donner pour objet d’étude l’une des dimensions inhérentes à toute vie en société, celle concernant les rapports de pouvoir [...] qui, entre des acteurs quelconques, s’établissent et par chance aussi se transforment à la faveur de leurs interactions, quel que soit le type d’espace, micro ou macro-social, qu’on envisage (de la cellule familiale à la scène internationale en passant par exemple par l’école, l’entreprise ou, évidemment, l’Etat)” (Landowski 2009: 13-14). [“[...] tomar por objeto de estudio una de las dimensiones inherentes a toda vida en sociedad, aquella que concierne a las relaciones de poder [...] que se establecen entre actores cualesquiera y que por azar se transforman también aprovechando sus interacciones, cualquiera sea el tipo de espacio, micro o macro-social, que uno considere (de la célula familiar a la escena internacional pasando, por ejemplo, por la escuela, la empresa o, evidentemente, el Estado)”]
[3] Con respecto a las convergencias entre la arqueología del discurso propuesta por Michel Foucault y la teoría de la significación inaugurada por Algirdas J. Greimas, véase, en particular, Marsciani (2012: 83-95).
[4] El corpus analizado está constituido por las intervenciones de los mencionados dirigentes durante las transmisiones DiMartedì (La7), L'aria che tira (La7), MATRIX (Canale 5), Povera Patria (Rai2), en el período 22 de abril – 22 de junio de 2019, seleccionadas según criterios cronológicos (un mes antes y un mes después de las elecciones europeas) y de equilibrio (sus orientaciones políticas). El análisis de los estilos de liderazgo se elaboró junto con Tiziano Bonini y Tarcisio Lancioni en el marco del taller interdisciplinario sobre el populismo establecido por DISPOC (Departamento de Ciencias Sociales, Políticas y Cognitivas de la Universidad de Siena) durante 2019. Un análisis sociopolítico más amplio de la cobertura mediática del discurso político italiano relativo a las elecciones europeas ha sido elaborado por P. Isernia, T. Bonini et al. (2019).
[v] La reflexión sobre la relación entre el poder y la representación atraviesa todo el trabajo de los Marin. Véase en particular Marin (2016).
[vi] Ver, entre otros, Dal Lago (2017), Revelli (2017). En el campo de la semiótica, véase en particular la idea de socialismo elaborada por Sedda-Demuru (2020). En el contexto italiano, véase en particular el análisis de las estrategias de persuasión del Movimiento de las 5 estrellas desarrollado por Bianchi (2020) y Gallo (2020). Con respecto al área de América del Sur, véase la densa contribución colectiva recogida en Dagatti-Sargentini (eds.) (2018).
[vii] En la teoría de la cultura propuesta por Jurij Lotman, la semiosfera indica un modelo recursivo dentro del cual cualquier identidad semiótica es tal –es decir, se reconoce como homogénea y circunscrita con respecto a su “exterior”– en virtud de un isomorfismo estructural que sobredetermina la heterogeneidad constitutiva y la densidad de la cultura según unos valores (gramaticales) dados que sirven de “programa para el futuro” y de “memoria del pasado”. Véase, en particular, Lotman (1985).

Figura 1.
Estilos de liderazgo

Figura 2.
Escenarios y sistemas de valores

Figura 2.
Escenarios y sistemas de valores

Figura 3.
Estilos dialógicos

Figura 4.
Modelos de gobierno
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