Resumen: El presente artículo aborda la relevancia histórica de dos publicaciones literarias chihuahuenses, de la cuales se desprendieron autorías dominantes dentro del campo literario que cimentarían un canon en Chihuahua capital durante la década de los ochenta del siglo XX. El domingo 13 de noviembre de 1977 se edita el suplemento cultural “Cosecha”, a iniciativa del profesor Francisco Flores Aguirre, entonces director de la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH), en la recién nacida sección “C” de El Heraldo de Chihuahua. En octubre del siguiente año, Lourdes Carrillo y Federico Urtaza editan de manera independiente el primer número de la revista Palabras sin arrugas. Durante el periodo de publicación de ambos espacios culturales, emergieron posiciones dominantes por parte de sus autores, situación que se vio reflejada en el campo literario durante las siguientes décadas. “Cosecha” y Palabras sin arrugas fueron importantes para las autorías que recién comenzaban a publicar sus textos literarios en tanto que determinaron sus respectivas posiciones. Para el siguiente análisis, se tomarán los conceptos de campo literario y habitus de Pierre Bourdieu (2002), así como “canon” de Wendell V. Harris e Itamar Even-Zohar, que se desprende de su teoría de los polisistemas culturales. De esta manera, se explicará mejor el papel que ambas publicaciones representaron dentro del campo literario de Chihuahua capital.
Palabras clave: Campo literario, habitus, revistas literarias, Palabras sin arrugas, “Cosecha”..
Abstract: This paper examines the historical relevance of two literary publications from Chihuahua that shaped dominant authorships within the local literary field, establishing a literary canon in Chihuahua’s capital during the 1980s. On Sunday, November 13, 1977, the cultural supplement Cosecha was published at the initiative of Professor Francisco Flores Aguirre, then director of the Escuela de Filosofía y Letras at the Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH), in the newly created Section "C" of El Heraldo de Chihuahua. In October of the following year, Lourdes Carrillo and Federico Urtaza independently published the first issue of the magazine Palabras sin arrugas. During the publication period of these two cultural spaces, dominant positions emerged among their contributors, influencing the literary field in the following decades. Cosecha and Palabras sin arrugas played a crucial role for emerging authors, as these platforms helped define their literary positions. This analysis draws on Pierre Bourdieu’s (2002) concepts of the literary field and habitus, as well as Wendell V. Harris and Itamar Even-Zohar’s notion of the canon, derived from the theory of cultural polysystems. These theoretical frameworks will provide a deeper understanding of the role these publications played in shaping the literary field of the city of Chihuahua.
Keywords: Literary field, habitus, literary magazines, Palabras sin arrugas, Cosecha..
Résumé: Cet article examine l'importance historique de deux publications littéraires chihuahuenses, à partir desquelles ont émergé des figures dominantes du champ littéraire qui ont contribué à établir un canon à Chihuahua capitale durant les années 1980. Le dimanche 13 novembre 1977, le supplément culturel Cosecha est publié à l’initiative du professeur Francisco Flores Aguirre, alors directeur de l’École de Philosophie et Lettres de l’Université Autonome de Chihuahua (UACH), au sein de la toute nouvelle section « C » du journal El Heraldo de Chihuahua. En octobre de l’année suivante, Lourdes Carrillo et Federico Urtaza publient de manière indépendante le premier numéro de la revue Palabras sin arrugas. Pendant la période de publication de ces deux espaces culturels, des positions dominantes se sont affirmées parmi leurs auteurs, influençant ainsi le champ littéraire des décennies suivantes. Cosecha et Palabras sin arrugas ont joué un rôle essentiel pour les écrivains débutants, car ces publications ont contribué à définir leurs trajectoires littéraires respectives. Pour cette analyse, nous nous appuierons sur les concepts de champ littéraire et d’habitus développés par Pierre Bourdieu (2002), ainsi que sur la notion de « canon » selon Wendell V. Harris et Itamar Even-Zohar, issue de la théorie des polysystèmes culturels. Ces perspectives permettront d’expliquer plus précisément le rôle joué par ces deux publications au sein du champ littéraire de Chihuahua capitale.
Mots clés: champ littéraire, habitus, revues littéraires, Palabras sin arrugas, Cosecha.
Streszczenie: Niniejszy artykuł analizuje historyczne znaczenie dwóch publikacji literackich z Chihuahua, z których wyłoniły się dominujące autorstwa, kształtujące kanon literacki w stolicy stanu w latach 80. XX wieku. W niedzielę 13 listopada 1977 roku, z inicjatywy profesora Francisco Flores Aguirre, ówczesnego dyrektora Szkoły Filozofii i Literatury na Autonomicznym Uniwersytecie Chihuahua (UACH), ukazał się dodatek kulturalny Cosecha w nowo utworzonej sekcji „C” gazety El Heraldo de Chihuahua. W październiku następnego roku Lourdes Carrillo i Federico Urtaza niezależnie opublikowali pierwszy numer czasopisma Palabras sin arrugas. W okresie funkcjonowania obu tych inicjatyw kulturalnych, ich autorzy wypracowali pozycje dominujące, co znalazło odzwierciedlenie w polu literackim Chihuahua w kolejnych dekadach. Zarówno Cosecha, jak i Palabras sin arrugas odegrały kluczową rolę dla debiutujących twórców, gdyż pomogły określić ich miejsce w literackiej hierarchii. Analiza niniejsza opiera się na koncepcjach Pierre’a Bourdieu (2002) dotyczących pola literackiego i habitusu, a także na pojęciu „kanonu” według Wendella V. Harrisa i Itamara Even-Zohara, wynikającym z teorii polisystemów kulturowych. Dzięki temu możliwe będzie lepsze zrozumienie roli, jaką obie publikacje odegrały w chihuahuenskim polu literackim.
Słowa kluczowe: pole literackie, habitus, czasopisma literackie, Palabras sin arrugas, Cosecha.
Artículos de investigación
Una revisión al campo literario chihuahuense de la década de los 80’s: Revista Palabras sin arrugas y suplemento “Cosecha”
A review of the literary field of Chihuahua in the 1980s: Palabras sin arrugas magazine and the Cosecha supplement
Un regard sur le champ littéraire chihuahuense des années 80 : la revue Palabras sin arrugas et le supplément « Cosecha »
Przegląd chihuahuenskiego pola literackiego lat 80.: Czasopismo Palabras sin arrugas i dodatek „Cosecha”

Recepción: 12 Agosto 2024
Aprobación: 16 Diciembre 2024
Publicación: 31 Enero 2025
Las revistas literarias y los suplementos culturales, como espacios de divulgación fueron muy importantes, sobre todo durante los años setenta y ochenta del siglo XX, debido a que las y los autores locales no tenían acceso a la edición de sus propios proyectos literarios. Desde la inauguración de la imprenta en Chihuahua, en 1825, por parte del duranguense Rafael Núñez, la producción literaria en la ciudad de Chihuahua comenzó a circular principalmente en periódicos como “El centinela” (Campbell y Rivera, 2002, p. 14).
La consolidación de la literatura decimonónica en Chihuahua coincidió con la llegada de León Guerra, originario de Durango, quien se hizo editor del “Diario Oficial de Chihuahua”, donde se publicaban constantemente poemas y, además, se publicó una de las primeras novelas chihuahuenses: Resignación, que apareció semanalmente a lo largo de 1877, en formato de folletín. Sin embargo, tras el estallido de la Revolución mexicana, la circulación de obras literarias cesó. De la época, se tiene registro de un periódico que intentó continuar apoyando al campo literario: “Vida Nueva” (1914-1915), fundado por Silvestre Terrazas y dirigido por Manuel Bauche Alcalde (Rodríguez, 2003). Dentro de sus propuestas estaba la fundación de la Compañía Editorial Constitucionalista, S. A., por parte de Martín Luis Guzmán, ante el secretario de Gobernación del Estado, Gral. Manuel Chao y la repartición de cupones con los cuales los lectores de “Vida Nueva” podían comprar a mitad de precio una de las 94 que los editores ofertaban.
La circulación de textos literarios durante la primera mitad del siglo XX fue dispersa. En el Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Chihuahua existen un par de ejemplares de la revista literaria Cultura de Chihuahua que datan de septiembre y octubre de 1945. En los periódicos de ese lapso no existían suplementos culturales.
Se tomarán para el siguiente análisis la revista Palabras sin arrugas y el suplemento “Cosecha” debido al alcance de circulación que tuvieron durante los años de actividad de ambas publicaciones. Debido a la falta de editoriales, las autorías que fueron relevantes para el campo literario chihuahuense durante la década de los ochenta se abocaron en dichos medios literarios, para la promoción de sus primeras obras literarias. Cabe destacar la participación de Francisco Flores Aguirre en la conformación de “Cosecha” como un espacio donde, tanto autorías nóveles como académicos de la Escuela de Filosofía y Letras tuvieron la oportunidad no solo de hacer circular sus obras literarias y filosóficas, sino también el acercamiento del público general a eventos culturales que se gestaron durante los ochenta.
La revista Palabras sin Arrugas fue fundada por Lourdes Carrillo y Federico Urtaza. El primer número fue de la editorial La Plancha, en octubre de 1978. La duración de la revista fue de cinco años, siendo el número 13 el último en publicarse. Del material recabado se encuentran los números 8 (enero-marzo de 1982), 9 (octubre de 1982), 11 (febrero de 1983), 12 (mayo de 1983) y 13 (septiembre de 1983). Como se puede observar, las fechas varían debido a que Palabras sin arrugas fue una revista de periodicidad irregular. En las portadillas de las revistas, el equipo editorial dota de información respecto a la cantidad de ejemplares editados, oscilando en cada número entre las 500 y 600 copias. Además, los editores anexaban la dirección a dónde enviar colaboraciones: Museo de Arte Popular, avenida Reforma, núm. 5 de la colonia San Felipe Viejo. A partir del número 11, se dejó como dirección tan solo el código postal: 31000. Cada ejemplar, por lo menos desde el número 9, era diseñado e ilustrado por distintos artistas locales, así como autorías que no se dedicaban enteramente a las artes visuales. De aquel primer ejemplar ilustrado, el encargado visual fue Javier Fuentes; el número 11 por Francisco (Chato) Reyes, el 12 fue ilustrado por Enrique Servín y Héctor Jaramillo y la portada fue una colaboración de Antonio Ochoa. En el último número, la portada fue una fotografía por parte de Elías Holguín y las ilustraciones estuvieron a cargo de Mario Arnal.
El crecimiento de Palabras sin arrugas como una publicación prestigiosa se puede notar a través de la participación de autorías cuya posición dentro del campo literario, o estaba bien posicionada o se posicionó en los años siguientes como dominantes dentro del campo literario chihuahuense. Asimismo, se puede notar el aumento de secciones, en comparación con los primeros números de la revista. La estructura del número 8 de Palabras sin arrugas, el ejemplar más antiguo del cual se dispone, estaba compuesto de la siguiente manera: editorial y la participación literaria de poetas, narradores y ensayistas (Ver Figura 1).
El contenido del número 9 de Palabras sin arrugas sigue teniendo la misma estructura, aunque con una distribución distinta. A partir de este número, comienzan a aparecer textos complementarios que no son incluidos en el índice, tal es el caso de los epigramas de Enrique Servín, Rubén Nevárez y un refrán japonés en el interior de la contraportada.
En el número 11, el espacio de epigramas pasa a una sección incluida en la contraportada llamada “Cabuz” (la cual no aparece en el índice), y además se diversifican los géneros poéticos a otros cercanos (en cuanto a la brevedad), tales como los poemínimos o el haiku. En el interior de la contraportada, sigue habiendo material literario extra.
En el número 12, la revista comienza a jugar con las disposiciones de los textos. La caja de texto del índice está dispuesta de manera vertical a doble columna, habiendo entre ambas la leyenda “Índice”. Aparte de las secciones fijas, se incluyen páginas dedicadas a la traducción de textos extranjeros, tal es el caso del poeta Enrique Heine, cuyo poema “Intermezzo lírico” fue traducido y presentado por Federico Ferro Gay. Se incluye la sección “Nos-Otros” donde se publican textos rarámuris en su idioma original, así como su traducción al español. Al respecto, el equipo editorial da, a modo de presentación, una explicación de la importancia de la sección: “Con este poemita tarahumar [sic] iniciamos una sección que tiene como objetivo rescatar del olvido textos populares, marginales o inéditos que la ‘cultura oficial’ ha desdeñado” (Palabras sin arrugas, 1983a). Respecto a esta sección, las autorías de las creaciones literarias son anónimas. La última vez que apareció “Nos-Otros” fue en el número 13 de Palabras sin arrugas, el último ejemplar en publicarse:
Respecto a la siguiente aparición de dicha sección, se anexa una presentación por parte de los editores: Ahora que en Juchitán, Oaxaca, el PRI ha hecho gala […] de su autoritarismo, golpeando implacablemente a la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo, COECI […] haciendo evidente que el temor y la deagogia son los reales signos del sistema político mexicano cuando se enfrenta […] contra los intereses y la conciencia de un pueblo, NOS-OTROS ofreceos una brevísima muestra de canciones zapotecas del Istmo, Oaxaca, de gran frescura y riqueza poética (Palabras sin arrugas, 1983b, p. 24).
En dicha sección se incluyen —en su idioma original, el zapoteco del Istmo— las canciones: “El zapoteco”, “Muchachita consentida” y “El rapto”, así como su traducción al español.
En el número 12 de Palabras sin arrugas se incluye una nueva sección llamada “Nota Roja”, cuya temática giraba en torno a cuestiones políticas que sucedían en la ciudad. En la primera “Nota Roja” se incluye una sobre el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), donde dan noticia las acciones legales en contra de Jorge Díaz Serrano, exdirector de PEMEX, por el derrame de petróleo en el mar por el incendio en el pozo Ixtoc-I. Por otra parte, se incluye una sección abocada a la reseña y comentarios de libros llamada “La lámpara de Diógenes (en busca de un libro)” donde Rubén Mejía reseña La lámpara de piedra (1983) de Rogelio Treviño; Rubén Nevárez reseña El asesinato del alma (la persecución del niño en la familia autoritaria) (1981) del psiquiatra Schatzman Morton; Jorge Benavides Lee reseña el libro Tratado de la lengua vulgar, traducido en 1982 por Federico Ferro Gay. Por último, se añadió por primera y única vez una sección musical llamada de manera llana “Música”, a cargo de Laura Herrera, donde hace una reseña musical del grupo Esquirla. También se incluye una sección que se mantendrá hasta el siguiente número, la cual aparece en el interior de la contraportada “Trabajitos y diítas”, donde algún integrante del equipo editorial escribía cualquier tipo de texto literario breve de temática libre. En el número 12 se escribe un par de poemas de Rubén Mejía y Rubén Nevárez respecto al caso Irán-Contra, mientras que en el 13 se incluyen una serie de aforismos existenciales de un autor ficticio llamado el señor K. Más allá del autor ficticio, dichos aforismos no son acreditados a ninguna autoría.
Palabras sin arrugas fue una revista autogestionada e independiente. Sabemos, debido a la editorial del número 8, que la irregularidad en las publicaciones se debía a: “[…] obstáculos del tipo económico, por una parte, y ausencia de coordinación por la otra, han retrasado la regular publicación de la revista” (Palabras sin arrugas, 1982, p. 1). El costo de la revista, por lo menos durante el año de 1982, era de 25 pesos, puesto que el precio venía incluido en la portada. El precio pudo variar en los últimos números, aunque no existe fuente que lo corrobore. A pesar del status independiente de Palabras sin arrugas, con el paso del tiempo, se convirtió en una revista con prestigio dentro del campo literario, debido a la participación de los agentes literarios cuya posición dentro del campo era favorable. Dentro de los primeros números que se encuentran disponibles, las colaboraciones eran más que nada entre amistades de los fundadores. Encontramos con frecuencia la presencia de Héctor Jaramillo, Rogelio Treviño, Rubén Mejía, Rubén Nevárez, Enrique Servín y Jorge Benavides Lee. Sin embargo, a partir del número 11 encontramos autorías dentro de la academia, tales como Arturo Rico Bovio y Federico Ferro Gay, quienes contribuyeron a la anexión de la Escuela de Filosofía y Letras a la UACH, además de ser docentes de la misma. Aparte, se incluyen jóvenes autorías que habían comenzado a publicar en editoriales universitarias, como es el caso de Sergio Loya[1], Alfredo Espinosa[2]y José Vicente Anaya[3]. En el caso de José Vicente Anaya, quien publicaría en el número 13 de la revista el ensayo “César Vallejo, corazón tiesto regado de amargura (la poesía del sufrimiento humano)” (ver Figura 2), su colaboración sería luego incluida en la antología César Vallejo. La perspectiva ausente en 1988, publicada por la UAM.
Los fundadores de Palabras sin arrugas eran conocidos y las primeras colaboraciones que recibía por amistades, tuvieron relevancia dentro del campo literario chihuahuense. Quizás uno de los más reconocidos, debido a su trayectoria literaria, sea Rogelio Treviño.[4] Por otra parte, tanto Lourdes Carrillo como Federico Urtaza, junto con otras tres autorías, habían sido seleccionados por Gabriel Zaid en la antología Asamblea de poetas jóvenes de México (1980), como representantes de la poesía chihuahuense (García-García, 2004). Sin embargo, algunos de los colaboradores que aún no se encontraban en posiciones dominantes dentro del campo literario chihuahuense, a principios de la década de los ochenta, se volverían fundamentales en los años siguientes. Algunos ejemplos se encuentran en las múltiples colaboraciones de Alfredo Espinosa, Rogelio Treviño, Rubén Mejía y Héctor Jaramillo. Estos últimos dos, a pesar de no haber recibido premios por su obra, fueron agentes que conformaron un campo literario durante los ochenta y parte de los noventa, siendo talleristas, antologadores y editores. Rafael Ávila, editor de la revista Poetazos, escribió, respecto al campo literario que se compuso durante los ochenta, lo siguiente:
Cuando […] apareció una especie de Antología poética chihuahuense, que incluía desde “consagrados” hasta “promesas”, me extrañó un chingo no ver trabajos de compañeros que, aunque andaban en el rollo literario su trabajo logra cada día mejores niveles de calidad, tenían en su recontra dos cositas: no haber publicado jamás y, obviamente, no ser cuates de los dos antologadores, Salas y Jaramillo (Ávila, 1995, p. 5).

El proyecto de Lourdes Carrillo y Federico Urtaza no solo se centró en la publicación de la revista Palabras sin arrugas, sino que también incursionó en la edición de libros. Ediciones “La Plancha” fue el espacio donde crearon una de las primeras editoriales en Chihuahua. Su catálogo se reduce a tres libros editados en 1983: Caracol y Mare Nostrum del poeta nicaragüense José María Lugo, y Lámpara de la piedra de Rogelio Treviño (Espinosa y Mejía, 2022).
Dentro de las páginas de los últimos dos números de Palabras sin arrugas encontramos críticas a publicaciones del momento, en la sección “La lámpara de Diógenes (en busca de un libro)”. De los libros criticados, solo dos son de escritores chihuahuenses: el poemario Lámpara de la piedra y la traducción y estudio del Tratado de la lengua vulgar de Dante Alighieri por parte de Federico Ferro Gay (ambos libros bien recibidos por parte de Rubén Mejía y Jorge Benavides Lee, respectivamente). Las otras dos críticas pertenecen a los libros El asesinato del alma: la persecución del niño en la familia autoritaria del psiquiatra Morton Schatzman (una reseña favorable por parte de Rubén Nevárez), y la obra de teatro Orquídeas a la luz de la luna (1982) de Carlos Fuentes, donde Jesús Chávez Marín arremete contra la obra tachándola de artificiosa. Otro aspecto dentro de la noción de “redes”[5] de Annick Louis es la promoción de librerías. En el número 12, al final de la reseña de Tratado de la lengua vulgar hay una nota al pie de página que dice: “Los libros aquí reseñados los puede adquirir con El Fusquitas en su Librería ‘Humanitas’”.
El número 13 de Palabras sin arrugas, en el “Índice general”, hay otra nota que invita a las autorías a publicar en la revista zacatecana Dosfilos. Revista de literatura y política, anexando la dirección a dónde enviar las colaboraciones. Asimismo, en el interior de la portada se encuentra una invitación (ver Figura 3).
Palabras sin arrugas finalizó en septiembre de 1983 debido al escaso apoyo a la creación literaria, de parte del Estado. Siendo una revista independiente, en la última editorial de la revista figuran los problemas por los cuales atravesaba el grupo editorial “mantener independiente un espacio en medio de este inmenso ‘desierto cultural’, como lo es la capital del estado más grande [sic] le la república” (Palabras sin arrugas, 1983c, p. 2). Pero, aparte de identificar un problema que aquejaba el campo literario durante los ochenta, la editorial aprovecha también para definir sus objetivos como proyecto cultural:
Palabras Sin Arrugas ha representado y va a seguir significando una alternativa al manejo de la cultura por las autoridades que nos gobiernan, porque afirmamos que no hay peor mal para el desarrollo real de la cultura cuando ésta cae en manos para ser “administrada” por burócratas y/o políticos analfabetas, cuando se “institucionaliza”. Queremos ser portavoces de las diferentes inquietudes artísticas que se dan en nuestro medio […] y que no disponen de un canal adecuado para manifestarse (Palabras sin arrugas, 1983c, p. 2).

Ante el evidente escaso panorama editorial en Chihuahua capital, Palabras sin arrugas fungió como un espacio para la manifestación de la pluralidad literaria que estaba gestándose a principios de la década de los ochenta. Las autorías que colaboraron en la revista terminarían tomando posiciones dominantes dentro del campo literario chihuahuense en los años siguientes.
Palabras sin arrugas fue el espacio donde las autorías configurarían un campo literario local, estableciendo sus posiciones dentro de él. En el caso de las autorías mencionadas, su legitimidad se ve reflejada sobre todo a través de los premios obtenidos, que les otorga el poder de consagración (Bourdieu, 1990). En cuanto a la labor de Rubén Mejía, en tanto que editor, fungió de manera importante como agente dentro del campo literario, debido a que dio a conocer y reconocer las obras literarias locales ante el público en general.
El archivo donado por Francisco Flores Aguirre, director de la Escuela de Filosofía y Letras de la UACH entre 1968 y 1972 (Arana, 2013), consta de seis carpetas fechadas desde 1977 a 1982. Respecto al material correspondido a la década de los ochenta, el archivo está incompleto. No está disponible el último año, es decir, 1984 (Espinosa y Mejía, 2022).
El archivo de “Cosecha” del año de 1980 es discontinuo. En ocasiones se trata de colaboraciones recortadas y grapadas en una hoja de máquina. Visualmente, en el año de 1980, el suplemento fue ilustrado -mayoritariamente- por José Antonio García Pérez, quien firmaba con las iniciales de su nombre (A.G.P., seguidas del año en que fue hecha la ilustración). En ocasiones, las ilustraciones eran anónimas o firmadas por “Luis”. Respecto al diseño, el nombre de la sección, así como el logotipo de la UACH y la leyenda “Escuela de Filosofía y Letras” se encuentra como ilustra la Figura 4, aunque para el suplemento del 5 de octubre de 1980 desaparecen, apareciendo solamente la frase “Social y Cultura”.
Para el 12 de octubre de 1980 el diseño vuelve a cambiar, llamándose la sección “Mosaico de El Heraldo en la cultura”. Debajo del nombre del autor de la colaboración principal, agregan entre paréntesis “Cosecha – Escuela de Filosofía y Letras” (Santiesteban-Baca, 1980, p. 8). Luego, el 2 de noviembre, vuelve a cambiar el título de la sección, quedando simplemente como “Mosaico Cultural”. Se mantiene entre paréntesis “Cosecha – Escuela de Filosofía y Letras” debajo del nombre de la autoría de la colaboración principal. Desde el 5 de octubre hasta el 28 de diciembre de 1980, la sección fue publicada sin ilustraciones.

En su mayoría, las colaboraciones publicadas eran hechas por docentes de la Escuela de Filosofía y Letras. Por citar algunos ejemplos, Federico Ferro Gay[6] publicó, el 20 de abril de 1980, un reportaje cultural titulado Presencia de Chihuahua en Albuquerque, Nuevo México, donde narra la participación del alumnado de la carrera de Filosofía de la Escuela de Filosofía y Letras en un congreso y la buena recepción que tuvieron por parte de sus pares norteamericanos; Arturo Rico Bovio[7]participó, el 29 de junio de 1980, con su poema “Árido Andar” y Luis Nava Moreno,[8] el 5 de agosto de 1980, publicó el poema “Y nada que llueve, pero…” y “Porque no estoy a solas”, el 12 de octubre del mismo año. Por otra parte, Francisco Flores Aguirre[9] tenía una sección fija llamada “Yo puedo decir”, seguido del título del relato, obra de teatro, ensayo o artículo de divulgación con el cual participara; José Antonio García Pérez[10] colaboraba en ocasiones con relatos (el 11 de mayo de 1980 publicó “Sopa de letras” y el 6 de julio de ese mismo año “No hay nada nuevo bajo el sol”), poemas (el 21 de septiembre de 1980 publica “Un poema cada día” y “El verbo diario” el 3 de octubre del mismo año) o simplemente con ilustraciones; Enrique Pallares Ronquillo[11]colaboró por lo menos en dos ocasiones con ensayos. También colaboraban periodistas culturales, entre quienes se destacan Jorge Benavides Lee, debido a su constancia, y Víctor Bartoli, quien en 1985 ganaría el Premio Chihuahua con su novela Mujer alabastrina. El alumnado de la Escuela de Filosofía y Letras colaboraba en menor medida. Destaca el licenciado en filosofía Sergio Armendáriz Díaz, quien colaboró con ensayos de manera constante a lo largo de 1980, o “Llovizna”, el seudónimo de una autoría que publicó entre el 24 y el 31 de agosto.
En el año de 1981, las colaboraciones por parte de Francisco Flores Aguirre, con su sección “Yo puedo decir”, y la serie de artículos de divulgación filosófica de Rafael Soto Baylón, fueron casi permanentes. En cuanto a creación literaria, las autorías que colaboraron de manera continua fueron: Abril, José María Piñón y Martín Hernández Ponce en poesía; mientras que, en cuento, prevalecieron José Jáuregui, Héctor Elías Vélez Realivázquez y Humberto Payán Fierro.[12] Sin embargo, cabe destacar un par de colaboraciones especiales. La primera del 1 de febrero, a cargo de Celio Arellano Ortiz, con su cuento “La yunta encantada”, con la que ganó -ese año- el segundo lugar del Premio Rosario Castellanos de cuento indígena, según es presentado en el periódico. La segunda del 13 de diciembre, con un cuento de Mario Lugo titulado “Imágenes”, quien en 1995 ganaría el Premio Bellas Artes de Crónica Literaria Carlos Montemayor, con su antología de crónicas Detén mis trémulas manos (Secretaría de Cultura, 2024) y sería publicado en 1998 en la colección Solar de la editorial del Instituto Chihuahuense de la Cultura, en su serie “Premios Chihuahua”.
El diseño del suplemento volvió a su formato original el 12 de julio de 1981. Entre el 17 y 21 de mayo volvieron a publicarse ilustraciones, aunque en esta ocasión serían de manera anónima ambas participaciones. El domingo 6 de diciembre se publica por primera vez “Cosechagrama”, una sección hecha por Rafael Soto Baylón, en colaboración de Norma Jiménez Carlos. El apartado vertical fue hecho por Soto Baylón y está compuesto por una serie de pistas que competen a la filosofía; mientras que Jiménez Carlos se encargó de las pistas en horizontal, relacionadas con temas de lingüística y literatura.
Los textos con los cuales fue elaborado el suplemento durante el año de 1982 fueron pertenecientes a autorías —salvo en las ocasiones donde el suplemento señalaba que el texto a leer se trataba de una “colaboración especial”— que estaban ligadas a la Escuela de Filosofía y Letras (alumnado principalmente y docentes en menor medida). Las autorías que fueron constantes en “Cosecha” -en el año 1982- fueron: Rafael Soto Baylon, colaborando principalmente en la elaboración del “cosechagrama”, artículos de divulgación y un par de sátiras; Mario Lugo, con cuentos; José Pedro Gaytán, autor; Lourdes Magnolia Uribe con poemas; Manuel Osvaldo Salvador Ang, con cuento; María del Carmen Muñoz Sias con poesía; y Humberto Payán Fierro con cuentos. En ocasiones, Federico Ferro Gay participó con reportajes culturales y Carlos Montemayor[13]con un poema que pertenece a su poemario Abril y otros poemas (1979). El “Cosechagrama” dura desde el primer domingo de 1982 hasta el 12 de diciembre de 1982. En ocasiones estuvo firmado solo por Rafael Soto Baylón y en otras acreditado a la Escuela de Filosofía y Letras.
El suplemento “Cosecha” fue un espacio dentro de El Heraldo de Chihuahua destinado a la circulación de autorías ligadas de manera exclusiva a la Escuela de Filosofía y Letras de la UACH. Si bien hubo colaboraciones que no pertenecían a la academia, la pluralidad no fue una característica de “Cosecha”. En ocasiones, las autorías publicadas y que no estaban ligadas a la Escuela de Filosofía y Letras, se trataban de textos reconocidos por la crítica literaria. El 22 de febrero de 1981, por ejemplo, aparece un cuento de Gustave Flaubert, titulado “Una lección de historia natural” y el 22 de marzo del mismo año aparece un poema de Juan Ramón Jiménez, llamado “Primavera amarilla”, mientras que el 9 de mayo d 1982 aparece el poema “Anochece” de Carlos Montemayor, publicado apenas unos años atrás en su antología Abril y otros poemas en 1979. Tampoco podríamos descartar las colaboraciones de gente ajena a la Escuela de Filosofía y Letras, pero de igual manera que con los textos de autorías canónicas, fueron mínimas. Tan solo entre 1980 y 1982 se encuentran las siguientes colaboraciones ajenas a la Escuela de Filosofía y Letras y que no figuraban dentro del campo literario por sus posiciones dominantes. Tal es el caso del cuento “¿Compartir?” del ingeniero Nieves Adolfo Rivera quien, además de aparecer en “Cosecha” el 1 de noviembre de 1981 y el reportaje cultural de una conferencia de musicología llevada a cabo en el Centro Cultural Chihuahua, titulada “Inolvidable lección”, no se encuentran más datos respecto a ambas autorías.
“Cosecha” fungió como una institución en tanto que existía una figura, el director de dicha sección[14], quien se encargaba de compilar los textos a publicar. Teniendo un catálogo de colaboraciones, el responsable de enviar las colaboraciones al El Heraldo de Chihuahua tenía que aceptar y descartar textos según sus propios criterios. El concepto de “institución”, tal y como Even-Zohar lo concibe, no solo se trata de la academia o una secretaría de cultura, sino también medios de comunicación de masas. Debido a que la institución se encarga de seleccionar qué productos culturales serán perpetuados y cuáles no, genera un canon[15] y un repertorio[16]. Las autorías que colaboraron de manera constante constituyeron una comunidad alrededor de un repertorio. Sin embargo, para que un repertorio esté disponible no solo basta con su existencia, sino que, además, tiene que ser legitimado por una institución en correlación con el mercado (Even-Zohar, 1999b). Estos aspectos tienen claros vínculos con el concepto de habitus de Pierre Bourdieu, puesto que el repertorio es un sistema que regula la producción cultural, un almacén de herramientas, hábitos, técnicas y estilos con las cuales conciben el mundo. De la misma manera, el habitus se entiende como:
un sistema de disposiciones durables y transferibles estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes que integran todas las experiencias pasadas y funciona en cada momento como matriz estructurante de las percepciones, las apreciaciones y las acciones de los agentes cara a una coyuntura o acontecimiento y que él contribuye a producir (Bourdieu, 1979, p. 54).
En este sentido, el repertorio y el habitus son conceptos que operan de manera similar, en tanto que ambas imponen a los agentes de un campo la interiorización de las estructuras sociales. El repertorio que representó “Cosecha” estuvo legitimado tanto por ser un medio de comunicación de masas —cuestión que conforma un “mercado”— y por pertenecer a la academia, la Escuela de Filosofía y Letras. Autorías como Mario Lugo, Luis Nava Moreno[17], Carlos Montemayor, José Antonio García Pérez[18], entre otros, configuraron a través de “Cosecha” un repertorio y un campo literario. Además, debido a su contribución a la gestión cultural, su docencia en la Escuela de Filosofía y los premios obtenidos a través de su creación literaria, tomaron posiciones dominantes dentro del campo; legitimando los suplementos culturales y rechazaron las revistas literarias. Mario Lugo, en la Tercera Jornadas Culturales José Fuentes Mares en 1992, pronunció en una conferencia al respecto:
Hemos ido, a contrapelo con la realidad. Esto es fácil diagnosticarlo si seguimos más o menos de cerca los textos que se publican en las revistas que menudean en Chihuahua [...] la indolencia y el importamadrismo, común denominador de la mayoría de las revistas que se publican en el estado, y en algunos números de Azar, revista que solaza en la decadencia y en supuestos desplantes de liberalismo de tinte homosexual [...] O revistas hechas al fregadazo donde se revuelven textos como tamales [...] Por otro lado, considero que los mejores momentos, las mejores páginas, se han escrito en los suplementos culturales de los periódicos, sobre todo juarenses y chihuahuenses (Lugo, 1993, p. 140).
Sin embargo, “Cosecha” en tanto que institución, tendió a adherirse a un repertorio existente y no a la creación de nuevas opciones (Even-Zohar, 1999b, pp. 42). Este factor es decisivo a la hora de que cierto repertorio se pueda colocar en el centro de un polisistema literario. Por su parte, durante la época en que se publicó “Cosecha” estaba, a su vez, editándose Palabras sin arrugas. Para que un polisistema literario no se fosilice, es necesario ofrecer un nuevo repertorio. De hecho, para que un repertorio se perpetúe, el sistema tiene que ser estimulado por repertorios periféricos —es decir, repertorios que no se encuentran en el centro del polisistema literario—. De lo contrario, el sistema puede fosilizarse y, por lo tanto, olvidarse. Esto es evidente cuando el repertorio se: “manifiestan en un alto grado de cerrazón y una creciente estereotipación de los diversos repertorios” (Even-Zohar, 1999a, p. 9).
Para que el repertorio de “Cosecha” haya podido perpetuarse como canónico, hubiese sido necesario realizar cambios debido a que tienen que hacer frente a las necesidades de la sociedad. Si bien, el suplemento fungió como una institución y ciertas autorías terminaron tomando posiciones dominantes, el repertorio de “Cosecha” no pudo perpetuarse ya que la misma Escuela de Filosofía y Letras, vista como una institución, no tuvo la iniciativa de preservar dicho repertorio, ya que el estudio de la literatura chihuahuense durante la década de los ochenta no formó parte de su plan de estudios. En palabras de Héctor Jaramillo, durante la Terceras Jornadas Culturales José Fuentes Mares, en 1992:
Yo antes no había leído ni una sola línea de Don José. Soy egresado de la escuela de Letras Españolas y en esa escuela, posiblemente por su mero nombre, tiene el mandato tácito de no estudiar a la literatura latinoamericana, mucho menos particularizar en la mexicana y menos aún en la chihuahuense (Jaramillo, 1993, p. 163).
Palabras sin arrugas fungió también como una institución clave para el campo literario chihuahuense. A diferencia de Cosecha, donde publicaban de manera casi exclusiva agentes literarios que convergían alrededor de la Escuela de Filosofía y Letras, Palabras sin arrugas fue un espacio en el que los editores buscaban “ser portavoces de las diferentes inquietudes artísticas que se dan en nuestro medio, y puente entre las generaciones pasadas y las que apenas despuntan, y que no disponen de un canal adecuado para manifestarse” (Palabras sin arrugas, 1983c, p. 2). Palabras sin arrugas, más allá de ser un espacio para la circulación de textos literarios y obras artísticas, fue un proyecto cultural que estableció un repertorio alternativo al de las instituciones dominantes (Even-Zohar, 1999b). De esta manera, Palabras sin arrugas aceptaba textos literarios sin tomar en cuenta la posición de las autorías. La revista, aunque no de manera directa, cimentó en posiciones dominantes algunas de las autorías que colaboraron. Muestra de ello es que muchas de las autorías que colaboraron en Palabras sin arrugas, en comparación con las colaboraciones en “Cosecha”, no solo fueron legitimadas a través de certámenes literarios, sino que además el repertorio fue transmitido a nuevas generaciones de escritores que asistieron a los talleres de Héctor Jaramillo, José Vicente Anaya o Enrique Servín.
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