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Crítica filosófica: Abelardo Villegas ante la obra de Leopoldo Zea
Alberto Saladino García
Alberto Saladino García
Crítica filosófica: Abelardo Villegas ante la obra de Leopoldo Zea
Wirapuru Revista Latinoamericana de Estudios de las Ideas, núm. 1, pp. 54-63, 2020
Ariadna Ediciones
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Resumen: Los pilares de la filosofía latinoamericana en México durante el siglo XX fueron Leopoldo Zea y Abelardo Villegas, el primero como fundador de esa corriente filosófica y maestro del segundo, éste el discípulo de mayor trascendencia intelectual y destacado estudioso del pensamiento latinoamericano. Las contribuciones intelectuales de ambos pensadores trascendieron los planteamientos y tópicos tradicionales relativos a las cuestiones filosóficas del ser, del conocer y del actuar, al desarrollar interpretaciones novedosas y originales. En particular, Abelardo Villegas se aplicó a ejercitar una revisión crítica de la obra de Leopoldo Zea; al análisis de esta labor de autognosis del quehacer filosófico latinoamericano está dedicado el presente artículo, que trata la valoración intelectual de Zea por Villegas, abordándose cuestiones relacionados con la filosofía de lo mexicano; la concepción de la filosofía como compromiso; los fundamentos de la normalización de la filosofía latinoamericana; las contradicciones lógicas detectadas en la dicotomía universalismo-circunstancialismo; la ausencia de gradaciones axiológicas; la concepción de la Revolución Mexicana. Como epílogo se hace referencia a la posición adoptada por Zea frente al racimo de críticas dirigidas a su quehacer filosófico.

Palabras clave:autognosisautognosis,críticacrítica,debatedebate,filosofía latinoamericanafilosofía latinoamericana,Abelardo VillegasAbelardo Villegas,Leopoldo ZeaLeopoldo Zea.

Abstract: The pillars of Latin American philosophy in Mexico during the 20th century were Leopoldo Zea and Abelardo Villegas. The former as the founder of that philosophical trend and teacher of Abelardo Villegas. The latter as the greatest intellectual pupil and an outstanding scholar of the Latin American thought. The intellectual contributions of both thinkers transcended the traditional approaches and topics related to the philosophical questions of being, knowing, and acting since they developed novel and original interpretations. For example, Abelardo Villegas exercised criticism to the work of Leopoldo Zea. This task of self-knowledge of the Latin American philosophical work carried out by Abelardo Villegas through the revision of some of the approaches of Leopoldo Zea is the main topic of this article, where the intellectual assessment of his teacher is discussed and issues related to the philosophy of Mexican topics are analysed, as well as the conception of philosophy as commitment, the foundations of the normalisation of Latin American philosophy, the logical contradictions detected in the universalism-circumstantialism dichotomy, the absence of axiological gradations, and the conception of the Mexican Revolution. Finally, as an epilogue, the position taken by Leopoldo Zea regarding the cluster of criticisms of his philosophical work is explained.

Keywords: self-knowledge, criticism, debate, Latin American philosophy, Abelardo Villegas, Leopoldo Zea.

Carátula del artículo

Artículos

Crítica filosófica: Abelardo Villegas ante la obra de Leopoldo Zea

Alberto Saladino García*
Universidad Autónoma del Estado de México, México
Wirapuru Revista Latinoamericana de Estudios de las Ideas, núm. 1, pp. 54-63, 2020
Ariadna Ediciones

Recepción: 27 Julio 2020

Aprobación: 26 Agosto 2020

Presentación

La filosofía es la actividad intelectual crítica por antonomasia. Sus protagonistas la conceptualizan como el ejercicio de la razón orientada a analizar argumentos, juicios y planteamientos sobre las causas de los fenómenos, ideas o hechos, con base en el conocimiento, destacando sus procesos y consecuencias negativos y positivos para establecer valoraciones ponderadas.

Esta concepción filosófica de la crítica la promovió Abelardo Villegas Maldonado1 sobre la obra de Leopoldo Zea Aguilar2, con quien mantuvo una relación muy cercana de discípulo-maestro. Desde sus primeros contactos surgió en Villegas el interés de efectuar una lectura crítica de la obra de Zea, tarea que inició con el análisis de sus argumentos sobre la filosofía de lo mexicano, a mediados del siglo XX.

Considero que la revisión de esa relación crítica resulta apropiada para insistir en el fomento de una praxis de la filosofía latinoamericana que favorezca el necesario debate, la discusión, el enjuiciamiento, la polémica, el rechazo o la valoración, con el propósito de respaldar el intercambio de perspectivas interpretativas en el quehacer filosófico y de consolidar así nuestra tradición intelectual. Pues, como ha indicado Carlos Pereda,

…sólo hay una vida filosófica cuando sus participantes no se sienten cohibidos por los Grandes Nombres, tanto de la tradición como de la actualidad, y piensan los problemas… sin cerrarse a ningún interlocutor… hay que aprender a ejercer esa forma de la solidaridad epistémica que es discutir con quienes están más cerca… si nosotros mismos no comenzamos por oírnos, ¿quiénes nos van a oír? (Pereda, 2013: 46-47).

Esta disposición a estudiar, analizar y debatir los planteamientos filosóficos de nuestros intelectuales ha sido persistente entre los impulsores de nuestra tradición intelectual, al grado de que su impacto ha resultado fructífero al generar formas heterodoxas de concebir, cultivar y practicar la filosofía, Un ejemplo de ello es la llamada filosofía latinoamericana, entre cuyos máximos representantes en México figuran justamente Leopoldo Zea y Abelardo Villegas.

Enmarcado en ese tipo de excitativa, la praxis teórica de Abelardo Villegas lo orilló a ocuparse de las reflexiones filosóficas de su tutor académico sobre la filosofía de lo mexicano, tarea que inició a mediados del siglo XX, prosiguiéndola en años posteriores. De modo que, aunque a veces nos parezcan elementales y por ende insuficientes, la crítica, el debate, la discusión y la polémica han acompañado el derrotero de nuestra producción filosófica, contribuyendo al fortalecimiento de la tradición filosófica tanto mexicana como latinoamericana.

El interés principal de esta contribución tiene como foco destacar las posiciones críticas de Abelardo Villegas con respecto a la obra de Leopoldo Zea. Dicho sea de paso, dichas críticas no necesariamente provocaron respuestas de Zea que dieran lugar a intercambios polémicos. En este caso, la actitud de Zea fue más bien de prudencia y de sumo respeto. Esto muestra otra faceta posible de los intercambios críticos: la aceptación y el reconocimiento de la crítica como actitud inherente al ejercicio mismo del quehacer filosófico.

Valoración de la obra de Leopoldo Zea por parte de Abelardo Villegas

En múltiples ocasiones Abelardo Villegas dejó constancia de su reconocimiento a la obra de Leopoldo Zea. Por primera vez lo hizo en el “Prólogo” a su tesis de maestría que sustentó en el año de 1957, con la consideración inicial de todo alumno:

Quiero agradecer especialmente a mi maestro, el Dr. Leopoldo Zea, la tolerancia y paciencia que tuvo al dirigir este trabajo, dándose cuenta que no es un afán de crítica el que me anima, sino un renovado y sincero deseo de alcanzar la verdad. Por otra parte, el que lea con atención podrá advertir que muchas de sus ideas han pasado a ser mías y forman la parte más importante de mi exiguo acervo filosófico (Villegas, 1979: 8).

Así Villegas, en primer lugar, reconoce la madurez intelectual de su maestro y asesor de tesis, quien respetó sus planteamientos, a los que enmarca como parte de su interpretación filosófica y, en segundo lugar, procede con total honestidad intelectual al anticipar que la obra del maestro es fuente primordial de sus aprendizajes. De esta manera comenzó a forjarse una relación de lectura crítica del discípulo sobre los planteamientos filosóficos del maestro, relación que duró varias décadas. Da testimonio de ello la relectura hecha por Villegas al participar del importante homenaje a Leopoldo Zea organizado por la Universidad Nacional Autónoma de México con motivo de sus 80 años de vida en 1992.

La persistencia del vínculo entre Villegas y Zea ampara la posición de muchos de los discípulos y estudiosos que, al valorar la producción filosófica del primero, lo consideraron como protagonista relevante de la comunidad de filósofos latinoamericanistas formada por éste. Enlisto algunas de esas valoraciones: Ambrosio Velasco Gómez escribió: “… el doctor Villegas, a su vez, también aludía a Leopoldo Zea como su maestro; y en esta relación sucesiva de maestro-alumno se va decantando y consolidando una tradición de pensamiento latinoamericano…” (2003: 7). Margarita Vera Cuspinera compartió: “También evocamos sus primeros pasos por la Facultad de Filosofía y Letras, bajo el definitivo y prolongado magisterio de Leopoldo Zea… Abrevó de los libros de Zea, conoció a fondo sus ideas…” (2003: 14). Recordando la tradición en la filosofía de alumnos agradecidos con sus mentores, Ignacio Sosa Álvarez señaló que Abelardo Villegas reconoció como maestro a Leopoldo Zea (2003: 79). Ernesto de la Torre Villar (1917-2009) legó el siguiente testimonio: “Leopoldo Zea había formado ya varios discípulos… entre ellos sobresalía Abelardo Villegas. Como apoyo certero y seguro para encauzar el Comité de Historia de las Ideas –del Instituto Panamericano de Geografía e Historia–, establecer las relaciones con pensadores de dentro y de fuera del país, formular programas editoriales…, Zea escogió a uno de sus leales, el más comprensivo, prudente y eficaz que era Abelardo Villegas”. (2003: 118)

Como se puede apreciar, la cercanía y colaboración académica e institucional entre Abelardo Villegas y Leopoldo Zea fue reconocida como permanente y la relación académica y filosófica entre ellos fue apreciada como fructífera. Así lo valoró también el propio Abelardo Villegas en el homenaje de 1992 al suscribir: “… reconozco lo mucho que le debo y no pierdo la esperanza de que su pensamiento me sirva como peldaño necesario para acceder a otros temas y a otras ideas, pues menguado discípulo es aquel que se limita a reiterar una y otra vez lo que ha dicho el maestro”. (1992: 394)

La actitud crítica de Abelardo Villegas persistió en las lecturas que hizo de las propuestas interpretativas de su maestro, iniciando con su tesis de maestría y prolongándose a lo largo de los años, para beneficio de la consolidación de la tradición filosófica mexicana y latinoamericana.

Análisis de los planteamientos filosóficos de Leopoldo Zea
Representante de la filosofía de lo mexicano

La lectura de la obra de Zea por parte de Villegas inicia con la revisión de la filosófica en México en el segundo tercio del siglo XX. Dibujando un contexto teórico constituido por la filosofía fenomenológica de Edmund Husserl y Max Scheler, el neotomismo, el neokantismo, el historicismo, el existencialismo y el materialismo dialéctico, y con base en la exposición de sus fuentes y representantes, identifica la labor filosófica de su maestro:

Dentro de estas corrientes, la filosofía de lo mexicano de Zea se ha movido con singular habilidad; arraigada fundamentalmente en el historicismo español y alemán, en el existencialismo y en los filósofos que hemos examinado… no ha dejado de aprovechar las aportaciones de otras doctrinas, tomando esas aportaciones y aún sus propias raíces como “instrumentos” (Villegas, 1979: 134).

La vocación filosófica de Leopoldo Zea estuvo marcada por la exigencia de atender la problemática impuesta por unas circunstancias políticas precisas, expresadas en la debacle de la cultura europea a causa de la Segunda Guerra Mundial y en las improntas de la Revolución Mexicana. Así, Zea desarrolló interpretaciones y reflexiones originales, que fueron base de una trayectoria heterodoxa, al amparo de la asimilación de las ideas filosóficas predominantes.

Desde aquel primer acercamiento, la ubicación por Villegas de la labor intelectual de Zea, consignándolo como exponente de una corriente filosófica que atiende a –y que parte del análisis de– las circunstancias (la filosofía mexicana), le permite mostrar una apreciación crítica al caracterizarlo como promotor de una perspectiva específica del filosofar, a la que por cierto él mismo se adscribe, al apuntar:

… Zea no cree en la gratuidad del pensamiento filosófico. La filosofía se da porque se necesita… La necesidad de un pensamiento organizado y congruente sobre nuestra realidad es tan imperiosa que ha motivado la filosofía de Zea y el presente trabajo (1979: 136).

De manera que Villegas ubica el quehacer filosófico de Leopoldo Zea como expresión de la realidad nacional; por ende, lo juzga como digno representante de la filosofía de lo mexicano.

Praxis de la filosofía como compromiso

Abelardo Villegas identifica el quehacer filosófico de Leopoldo Zea como una labor que parte de –y atiende a– la problemática de la realidad mexicana y americana. Su crítica al respecto la sustenta en el hecho de que en la obra de Zea escasea la precisión conceptual en el empleo de algunos términos, por cierto, recurrentes; Villegas se refiere, específicamente, a la falta de diferenciación entre compromiso y responsabilidad. Lo puntualiza de este modo:

… para entender mejor hay que hacer una distinción que, en verdad, a Zea no le ha quedado muy clara; el distingo entre compromiso y responsabilidad. El compromiso es la situación problemática que el hombre crea para sus semejantes y para sí mismo… El concepto nebuloso es el de responsabilidad… puede ser entendida como un responder de nuestras actitudes y de los actos de los otros… La aguda conciencia histórica de Zea se convierte… en aguda conciencia moral… los conceptos de compromiso y responsabilidad tienen un sentido moral… El compromiso y la responsabilidad parecen estar en relación con valores no trascendentes a la existencia humana, sino insertos en ella misma; el compromiso está planteado por todos los hombres, y la responsabilidad es de unos hombres ante otros… (Villegas, 1979: 142-143).

Si bien Abelardo Villegas exhibe la falta de rigor conceptual de Leopoldo Zea, concuerda con él en la identificación del quehacer filosófico como una actividad comprometida con la problemática de su tiempo, como saber situado. Entonces resulta factible señalar su praxis filosófica como una noble labor donde se evidencia el compromiso con la realidad que la hace posible. En este punto transcribe las palabras de su maestro: …el filósofo es el hombre más consciente de esta su situación comprometida… en nombre de todo lo humano el filósofo asume la responsabilidad del pasado, el presente y todo posible porvenir. (citado por Villegas, 1979: 143)

El énfasis de Abelardo Villegas en el carácter comprometido de la filosofía propugnada por Leopoldo Zea será persistente, como lo prueba otro de sus textos –“La filosofía como compromiso”–, escrito con motivo del homenaje a Zea en sus 80 años, antes citado. En realidad, según lo ha destacado Tzvi Medin (1992: 140), ambos pensadores coinciden en sus concepciones sobre el compromiso y la responsabilidad filosóficos.

Filosofía latinoamericana como filosofía sin más

Leopoldo Zea erigió en máxima de su praxis filosófica la invocación de la frase “filosofía latinoamericana como filosofía sin más”, al convocar a pensar sin cortapisas, para hacer pura y simplemente filosofía, pues lo mexicano, lo latinoamericano, lo americano, se darían por añadidura. Al respecto Abelardo Villegas sustenta que el quehacer filosófico se distingue por la universalidad de sus intentos de solución de la problemática abordada.

Si bien acepta la existencia de la filosofía americana y de lo mexicano, sugiere que no pueden reducirse a un mero narcisismo reflexivo, por lo cual plantea:

Las dificultades para establecer una filosofía de lo americano son, pues, de orden teórico… no basta, dice Zea, querer alcanzar una verdad americana, es menester alcanzar una verdad válida para todos los hombres, pero… no puede ser alcanzada; por ello, sino podemos obtener una verdad totalmente válida, esta nuestra verdad será forzosamente americana, pero entonces lo americano no será punto de partida para ninguna parte y menos para lo universal como quiere Zea (Villegas, 1979: 146).

A partir de esta crítica, Abelardo Villegas se embarca en la ruta de explicar por qué no es factible alcanzar una verdad válida para todos los hombres. Claro, comparte la máxima de Zea de hacer filosofía sin más, pero no deja de advertir la necesidad de contar con criterios más rigurosos para otorgarle una mayor congruencia a la fundamentación del quehacer filosófico mexicano y latinoamericano.

Consecuentemente sus críticas no terminan con estas observaciones, sino que añade otros argumentos donde se visualiza su interpretación dialéctica relativa a los planteamientos de la obra de Leopoldo Zea.

Contradicciones lógicas de Leopoldo Zea: universalismo-circunstancialismo

Puntualmente, Villegas advierte que la solución propuesta por Zea respecto a que “… las verdades de la filosofía no son verdades absolutas en el sentido de eternas, sino absolutas en un sentido circunstancial…” (1979: 148), es problemática, dado que esa distinción:

…no resuelve, ni con mucho, el problema, puesto que cada uno de los extremos pertenece a distintos terrenos. El alcanzar o no la universalidad de la verdad pertenece al terreno de la lógica. Y es evidente que el problema es un problema de lógica (1979: 148-149).

Claro, al final, Villegas coincide con Zea en que la filosofía de lo mexicano es relativamente circunstancial y resuelve el asunto diciendo, con Zea, que “todos los hombres para ser hombres participan de una circunstancia humana que les es propia; Humanidad” (1979: 151). Pero Villegas insiste en su crítica a las inconsecuencias argumentativas de su maestro al calificar que tal planteamiento es contradictorio e incorrecto porque los extremos que busca conciliar son excluyentes entre sí. Empero se propone escudriñar los elementos explicativos que permitan superar tal situación y lo hace cuando afirma:

… muchas veces sucede que las contradicciones en los fundamentos de una doctrina no alteran la validez de muchos postulados de ésta. Así sucede en la filosofía de Zea, las dificultades al parecer insolubles para encontrar ese universal concreto que se busca están superadas por el propio Zea en el análisis histórico que hace de la situación mexicana (1979: 169).

Esta cuestión, dilucidada de este modo por Villegas, exhibe el meollo de su crítica. Consta en el libro que estoy tomando como base de sus argumentos y la solución a las contradicciones de la propuesta de su maestro al revisar el concepto mismo de filosofía, entendiéndola como una interpretación racional sobre cualquier manifestación de la realidad, que en consecuencia resulta válida de ser aplicada a la problemática mexicana.

Ausencia de gradación axiológica en los planteamientos de Zea

Otro punto destacable del análisis crítico de Abelardo Villegas respecto de la obra de Leopoldo Zea lo constituye su señalamiento acerca de la ausencia de gradación en su tratamiento de los valores humanos. Para probarlo transcribo sus palabras:

Decíamos en capítulo anterior que una de las fallas del pensamiento de Zea consiste en que no ha elaborado una escala de valores para la existencia humana… >sólo esta concepción axiológica puede justificar el imperativo que exige la elaboración de una filosofía de lo mexicano. Si conciencia e inconsciencia son igualmente preferibles, no tenemos por qué apresurarnos para formular semejante especulación (1979: 169).

Villegas trae a cuento esta apreciación porque practicar la filosofía como discurso interpelado por la realidad implica, según se dijo antes, promover el compromiso y la responsabilidad con las circunstancias, asumiendo la praxis filosófica como saber situado y en consecuencia imbuido de carga moral. En efecto, en la obra de Leopoldo Zea no existen prescripciones éticas ni morales explícitas; los aspectos axiológicos no atrajeron su atención; el análisis crítico de Abelardo Villegas al respecto resulta exacto.

Concepción de la Revolución Mexicana

Varios estudiosos de la obra de Leopoldo Zea participamos de su identificación como filósofo de la Revolución Mexicana porque su concepción y praxis de la filosofía así lo prueban. Uno de los primeros estudiosos, si no el primero, que efectuó el análisis crítico de la Revolución Mexicana como tema filosófico en la obra de Leopoldo Zea fue, precisamente, Abelardo Villegas. Villegas efectuó una interpretación pionera y crítica, aunque valorando positivamente tan importante hecho político: “Para Zea, la Revolución sigue vigente y cada vez más aumenta su incremento. Esta concepción… es muy importante dentro de la doctrina porque resuelve la grave antonimia de sus fundamentos por nosotros señalada”. (Villegas, 1979: 169)

Concluye Villegas que Zea, al analizar filosóficamente este acontecimiento histórico, probó su aserto de sustentar el tránsito de lo circunstancial a lo universal (1979: 191): su propuesta societaria propugna el equilibro de las clases sociales y la independencia del dominio de la burguesía transnacional; en virtud de ello, la Revolución Mexicana queda elevada a la condición de propuesta paradigmática para el resto de la humanidad.

Filosofía de la concreción

Me parece que la lectura crítica de Zea por parte de Villegas concluyó con el reconocimiento de la importancia de la obra de su maestro al esbozar una apreciación positiva, como consecuencia de su perspectiva dialéctica. En efecto, a manera de autocrítica sobre el contenido de su libro Filosofía de lo mexicana (1960), escribió en 1992:

… comprendí que la verdadera crítica no consiste sólo en encontrar las contradicciones lógico-formales de un texto sino en oponer, por así decirlo, una idea positiva a otra idea positiva, una tesis a otra tesis. Pero ni en ese momento ni en ningún otro posterior me empeñé en criticar la filosofía de Zea sino más bien en asimilarla y aprovecharla hasta donde me fuera posible (Villegas, 1992: 390).

Esta aparente retractación de Villegas con respecto a su inicial declaración de revisar críticamente los planteamientos de la filosofía de lo mexicano en la obra de Zea concluye con la caracterización de su propia perspectiva interpretativa y con una referencia a su incansable motivación por aprehender los aportes y propuestas de su maestro. Por eso pienso que otro de los saldos de su lectura crítica consistió en clarificar(se) su quehacer intelectual como filosofía de la concreción. Al respecto escribió:

En el año de 1952 ingresé a la Facultad de Filosofía y Letras como alumno de la carrera de Filosofía. El curso de Introducción a la Filosofía lo impartió el doctor Leopoldo Zea, a quien yo había escuchado ya en los cursos de invierno que impartía el grupo Hiperión sobre lo mexicano. En ese año, pues, se inició con él un largo discipulado y una todavía más larga amistad. Lo primero que advertí fue que Leopoldo Zea tenía una concepción muy poco escolar de la filosofía… Se trataba de una filosofía problemática, o aporética… fundamentalmente sobre el hombre y su historia… Pero quizá lo que más me había llamado la atención desde que escuché los cursos del Hiperión fue que se trataba de una filosofía de la concreción, que identificaba en este caso lo concreto con lo mexicano y lo americano (Villegas, 1992: 389).

Haber destacado como ideas centrales de las reflexiones de Leopoldo Zea el hombre y su historia como temas de la filosofía en general y vincularlos con los problemas de nacionales, le permitió a Abelardo Villegas concluir que la praxis de la filosofía de su maestro constituyó otra forma de hacer filosofía, de la que él también participó, coadyuvando así a la consolidación de la filosofía de la concreción, que simplemente llamamos filosofía latinoamericana, que debe practicarse como filosofía sin más.

En defensa de la crítica

Como es sabido, al quehacer filosófico le es consustancial el ejercicio de la crítica. Villegas la desplegó en todo momento, incluso en momentos en los que se propuso atenuarla. Cabe evocar, a manera de corolario, el modo en que Villegas recordó los inicios de su lectura crítica a los planteamientos de su maestro en su tesis de maestría, luego publicada:

Naturalmente un capítulo importante de ese trabajo estaba dedicado a la filosofía de Zea. Hice una exposición de ella lo más rigurosamente que pude, pero también le formulé una crítica como lo hice con el pensamiento de Samuel Ramos, de Edmundo O’Gorman, de Francisco Larroyo, de Octavio Paz y de José Gaos. Discutí la crítica con el maestro Zea; él no me convenció ni yo lo convencí a él, pero consintió que quedara en la tesis y más tarde en el libro cuando se publicó, lo cual todavía me admira porque los intelectuales mexicanos suelen no separar la crítica de las ideas de la crítica de las personas. Como maestro nato que es Zea admitió la publicación de la crítica y seguimos siendo tan amigos como antes (Villegas, 1992: 390).

Para Villegas, la crítica resultaba motivante en toda labor filosófica. Pero también le sirvió de ancla o plataforma con base en la cual pudo cuestionar interpretaciones incorrectas o insuficientes sobre la obra de Zea. Por eso pudo atreverse a defender a su maestro ante las críticas de algunos autores estadounidenses, en especial William D. Raat, que al referirse a la interpretación de Zea sobre el positivismo mexicano soslayó la categoría de conciencia, tan importante en la obra de Zea, reduciendo además la obra de Zea a una mera “historia de las ideas” o “historia a secas”, cuando lo que hizo Zea fue, de acuerdo con Villegas, filosofía de la historia, es decir, crear conciencia del pasado para superarlo. (Villegas, 1992: 390)

Así resulta natural destacar la importancia otorgada por Villegas a la crítica para comprender los planteamientos de su maestro, dialogar con ellos y tomarlos como base para cuestionar lecturas insuficientes.

Epílogo: Leopoldo Zea ante la crítica de Abelardo Villegas

Desde mi perspectiva, Leopoldo Zea fue un polemista consumado (Saladino García, 2012: 11-18) porque prácticamente no dejó pasar ningún señalamiento a sus interpretaciones. Sin embargo, al revisar la relación de sus textos para localizar argumentos en respuesta a las críticas de Abelardo Villegas, ellos brillan por su ausencia. Pienso que, aunque no les dedicó respuestas específicas, Zea tuvo en cuenta las observaciones de su discípulo; incluso, que ellas fecundaron algunas de sus reflexiones.

En todo caso observamos en Leopoldo Zea una actitud de gran receptividad, de condescendencia y de reconocimiento a la praxis filosófica de Abelardo Villegas, quien, en sus argumentaciones, luego de establecer sus críticas, advierte errores, señala contradicciones, enumera ausencias y busca soluciones en la misma obra de su maestro y se asume partícipe de varias de esas interpretaciones, presentándose en general como un discípulo agradecido.

Ante los análisis y críticas de su discípulo, Zea se asume entonces como verdadero maestro, esto es, como promotor de su desarrollo intelectual y profesional. Téngase en cuenta que Zea designó a Villegas como adjunto en uno de sus cursos; lo invitó a trabajar en el Partido Revolucionario Institucional y en la Secretaría de Relaciones Exteriores; lo convocó como colaborador en la Comisión de Historia del Instituto Panamericano de Geografía e Historia. Asimismo, le ofreció participar en las publicaciones que dirigió: el anuario Latinoamérica y las revistas Nuestra América y Cuadernos Americanos e incluso incluyó el texto “La filosofía como compromiso” en el capítulo “IV. Crítica” de su importantísimo libro-testamento intelectual, Filosofar a la altura del hombre. Discrepar para comprender, aparecido bajo el sello editorial de Cuadernos Americanos y de la UNAM, en 1993, porque abrigó el propósito de sintetizar en él sus ideas filosóficas bajo la forma de diálogo, a través del contrapunto. (Zea, 1993: 13)

Pienso que, de alguna manera, Filosofar a la altura del hombre constituyó una respuesta indirecta a la crítica de Villegas, sobre todo si consideramos su integración heterodoxa. Zea se cuestionó entonces:

Pero ¿cómo hacer mi propio balance? Pienso que combinando algo de lo que he reflexionado con las reacciones que estas reflexiones han despertado, estimulando a su vez este pensamiento. Esto es lo que intento en el presente libro, que recoge parte de lo uno y de lo otro… Varias de las críticas de algunos amigos y colegas, así como de algunos alumnos míos (1993: 18-19).

Como dirían los abogados, a confesión de parte, relevo de pruebas. Concluyo entonces afirmando que la interpelación del alumno al maestro resultó fructífera para ambos y, sobre todo, beneficiosa para la tradición filosófica mexicana, latinoamericana y mundial.

Material suplementario
Referencias bibliográficas
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De la Torre Villar, Ernesto (2003), “Vivencias itinerantes”. En Eugenia Revueltas y Emigdio Aquino (Eds.). Abelardo Villegas, pensamiento y acción. México: Universidad Nacional Autónoma de México.
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Notas
Notas
1. Abelardo Villegas Maldonado nació en la Ciudad de México en el año de 1934 y murió el 6 de julio de 2001 en Helsinki, Finlandia, en un viaje al congreso de la Federación Internacional de Estudios sobre América Latina y el Caribe, con sede en Moscú, Rusia. Sus grados académicos de maestría (1958) y doctorado (1971) en filosofía los obtuvo en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Se desempeñó como profesor en esa institución tanto en la Facultad de Filosofía y Letras como en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, asimismo fungió como secretario (1966-1969), Jefe del Departamento de Humanidades de la Dirección General de Difusión Cultural (1970-1973), Director de Radio Universidad (1977), director de la Facultad de Filosofía y Letras (1978-1981), secretario ejecutivo de la Coordinación General de Estudios de Posgrado (1985-1987) y secretario general de la Unión de Universidades de América Latina y el Caribe (UDUAL, 1988-1998). Escribió los siguientes libros: La filosofía de lo mexicano (1960); Panorama de la filosofía iberoamericana actual (Buenos Aires, Eudeba, 1963); La filosofía en la historia política de México (1966); Reformismo y revolución en el pensamiento latinoamericano (1972); Cultura y política en América Latina (1978); Autognosis. El pensamiento mexicano en el siglo XIX (1985); Violencia y racionalidad (1985); Democracia y dictadura: el destino de una idea bolivariana (1987); El pensamiento mexicano en el siglo XX (1993), y Arar en el mar: la democracia en América Latina (1995) (Beuchot, 2003: 26).
2. Leopoldo Zea Aguilar nació el 30 de junio de 1912 y falleció el 12 de junio de 2014, en la Ciudad de México. Con el trabajo El positivismo en México, obtuvo el grado de maestro en filosofía (1943), y obtuvo el grado de doctor en filosofía con la tesis Apogeo y decadencia del positivismo en México (1944). Su formación intelectual la completó mediante una beca de año y medio, entre 1945 y 1946, otorgada por la Fundación Rockefeller para continuar sus trabajos sobre pensamiento en América Latina, al investigar en diversas instituciones de varios países latinoamericanos, primero, y de los Estados Unidos, después. Fungió como catedrático, investigador, difusor, funcionario e inspirador de múltiples proyectos culturales y educativos. En el ámbito de la administración académica y pública, desempeñó diversas funciones: Director del Instituto de Investigaciones Políticas, Económicas y Sociales del Partido Revolucionario Institucional (1959-1961); Director General de Relaciones Culturales de la Secretaría Relaciones Exteriores (1960-1966); Director de la Facultad de Filosofía y Letras de la (1966-1970); Director General de Difusión Cultural de la UNAM (1970-1972); Coordinador del Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos (1979-1994); Director del Programa Universitario de Estudios Latinoamericanos de la UNAM (1994-2004). Sus funciones editoriales fueron pródigas: dirigió: Tierra Nueva (1940-1942); Historia de las Ideas en América (1959-1961); Anuario Latinoamérica (1968-1994); Deslinde (1968-1970); Revista de la Universidad de México (1970-1976); Nuestra América (1980-1986), y Cuadernos Americanos (1987-2004). Sus libros publicados superaron los sesenta títulos, muchos de ellos traducidos a varios idiomas. (Saladino García, 2017).
Notas de autor
* Mexicano. Doctor en Estudios Latinoamericanos. Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de México (Toluca, México).
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