Artículos
Recepción: 04 Septiembre 2020
Aprobación: 22 Noviembre 2020
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.4289231
Resumen: El artículo aborda un episodio importante de la historia de la colectividad afrouruguaya y de sus redes intelectuales y políticas internacionales: la relación personal con el escritor cubano Nicolás Guillén a partir de la visita del poeta al Uruguay en 1947. Las personas que de diferentes formas participaron del mundo de las publicaciones de la prensa afrouruguaya tuvieron vínculos con intelectuales y activistas, afrodescendientes, o no, fuera del Uruguay. En gran parte, la relación que la comunidad afrouruguaya tuvo con estos contactos se debe a la configuración de una comunidad internacional de personas y movimientos activistas africanos y afrodescendientes –y de gente que, sin serlo, apoyó–, que, a partir de los años veinte del siglo pasado, comenzó a operar artística y políticamente. Las revistas de dicha colectividad Nuestra raza y Revista Uruguay revelan la importancia de la relación con Guillén surgida desde su visita.
Palabras clave: colectividad afrouruguaya, redes intelectuales, Nicolás Guillén, prensa periódica.
Abstract:
The article deals with an important episode in the history of the Afro-Uruguayan community and its international intellectual and political networks: the personal relationship with the Cuban writer Nicolás Guillén since the poet’s visit to Uruguay in 1947. The people who in different ways participated in the world of Afro-Uruguayan press publications had links with intellectuals and activists, of African descent or not, outside Uruguay. To a large extent, the relationship that the Afro-Uruguayan community had with these contacts is due to the configuration of an international community of African and Afro-descendant people and activist movements –and of people who, without being so, supported them– which, from the 1920s onwards, began to operate artistically and politically. The cultural magazines of this collective Nuestra raza and Revista Uruguay reveal the importance of the relationship with Guillén that emerged around his visit.
Afro-Uruguayan community, intellectual networks, Nicolás Guillén, periodical publications
Keywords: Afro-Uruguayan community, intellectual networks, Nicolás Guillén, periodical publications.
La población afrouruguaya –que oscila entre un 8 y un 13 por ciento de la población nacional del país– ha jugado un papel fundamental en la formación de la nación. Desde los tiempos coloniales, con sus aportes culturales y su trabajo –esclavizado y explotado–, pasando por el papel desempeñado en las guerras de independencia, tanto en las regionales como en las nacionales, hasta nuestros días con su participación en las diferentes áreas que hacen el país.
Para el último cuarto del siglo XIX, un grupo de personas de esta población se organizó para tener una prensa con la cual formar una opinión pública propia. Dicha prensa se inició en 1872 con el periódico La Conservación, bajo la dirección de Andrés Seco y Marcos Padin y continuó con varias otras publicaciones hasta llegar a nuestros días con los diferentes soportes de comunicación existentes (Rodríguez Romero, 2006; Andrews, 2010; Lewis, 2011; García, 2019 y 2020). Sus numerosas publicaciones contienen un corpus abundante, sobre todo hasta la primera mitad del siglo XX con más de 25 publicaciones que sobrepasan los 700 ejemplares (García, 2020: 14). Según investigaciones realizadas hasta el momento ellas conforman, junto a las publicaciones de afrodescendientes de Brasil, Cuba y Argentina, la prensa afrolatinoamericana de la primera mitad del siglo XX (Andrews, 2010: 20). El trabajo editorial afrouruguayo operó siempre de forma colectiva y subalterna, con producción propia, fuera de los espacios y recursos hegemónicos, de forma similar a como lo hicieron otro tipo de prensa: gremial, feminista, de inmigrantes, etcétera, y con intelectuales de formación autodidacta, que subvencionaban las publicaciones con su propio dinero proveniente de trabajos mal pagos (Lobato, 2009: 16-20). En realidad, el movimiento de resignificación afrodescendiente en la región tiene más de un siglo; como ha señalado Elena Oliva (2017), produjo un tipo particular de intelectual que la investigadora propone considerar como una categoría específica: el intelectual negro/afrodescendiente (al respecto, ver también Lao Montes, 2009).
La lectura de dichas publicaciones es una tarea impostergable para quienes quieran conocer la historia y el pensamiento afrouruguayo. A partir de ella, es posible extraer datos sobre distintos tópicos: la conformación y actividades de los diversos colectivos de la comunidad, la literatura y artes afrouruguayas, la producción de todo tipo de ideas y opiniones, sus luchas contra el racismo y el despotismo a nivel nacional e internacional, su conexión con intelectuales de otras partes del mundo.
Sobre este último asunto trata fundamentalmente este artículo. Las personas que de diferentes formas participaron del mundo de publicaciones tuvieron vínculos con intelectuales y activistas, afrodescendientes, o no, fuera del Uruguay. En gran parte, la relación que la comunidad afrouruguaya tuvo con estos contactos se debió a la configuración de una comunidad internacional de personas y movimientos de activistas africanos y afrodescendientes –y de gente que, sin serlo, participó–, que, a partir de los años veinte del siglo pasado, comenzó a operar artística y políticamente. Entre los movimientos más conocidos existieron: el Renacimiento de Harlem, la Negritud de Aimé Césaire, Léopold Sédar Senghor y Léon-Gontran Damas, el nacionalismo negro trasnacional de Marcus Garvey, el Frente Negra Brasileira, el marxismo negro de Harry Haywood, C. L. R. James, W. E. B. Du Bois, entre otros. La forma de conexión puede ser entendida como una red intelectual en el sentido que lo proponen estudios como los de Eduardo Devés y Alexandra Pita: en una red participan intelectuales que, a partir de diferentes canales, hacen circular el pensamiento y entablan lazos amistosos (Devés, 2007 y 2018; Pita, 2009 y 2017).
En este artículo se propone un acercamiento a un episodio particular de estas conexiones: el del poeta afrocubano Nicolás Guillén en su largo viaje por América del Sur. Se tomarán como fuentes principales las publicaciones afrouruguayas Nuestra raza1 y Revista Uruguay2, que no solamente cubrieron la noticia de la llegada de Guillén y de las actividades realizadas con antecedencia para la organización del evento, sino que sus cuerpos de redacción participaron activamente, tanto antes –en la preparación para la esperada visita– como durante, de los actos llevados a cabo mientras el poeta estuvo en Uruguay. A su vez se recurre a las memorias del propio Guillén, quien dejó constancia de su encuentro con la colectividad afrouruguaya en su libro Páginas Vueltas.
Por supuesto, si bien fue marcante, la figura de Guillén en la red de conexiones de la colectividad afrouruguaya no fue la única. Como puede verse en las mismas publicaciones, el colectivo sostenía relaciones directas o indirectas con figuras de distinto nivel de reconocimiento fuera del Uruguay como Langston Hughes, Nancy Cunard, Jorge Amado, Óscar Toro Durán, José Villegas Recinos, Pierre Moraviah Morpeau, Jean Price-Mars, etcétera. Si bien la correspondencia epistolar fue el vehículo principal para sostener conexiones directas, no faltaron los encuentros físicos como sucedió en el caso del episodio protagonizado por el poeta y militante afrocubano que aquí se trata.
En este sentido, su papel de intelectual se vincula al de conector con el movimiento afrodescendiente que se desarrollaba en América Latina. Si bien no es el objeto de este artículo analizar integralmente la figura individual de Guillén y su activismo, cabe pensar en las distintas funciones que cumplió como intelectual comprometido y preguntarse qué clase de intelectual fue: ¿a qué grupo o grupos representaba?, ¿a la clase obrera?, ¿al movimiento negro?, ¿al antifascismo? ¿a todos a la vez?, ¿podría considerárselo un intelectual orgánico o no? Sin proponer respuestas definitivas a estas preguntas, este artículo invita a ensayar reflexiones al respecto a partir del análisis de la perspectiva de la prensa afrouruguaya3.
El viaje de Guillén
Cuando Nicolás Guillén arribó por primera vez a Montevideo el 12 de febrero de 1947, nadie se esperaba que recorrería medio Uruguay, ni que ganaría a la quiniela con el número 120 (el número de la casa de su amigo en Uruguay, Toño Salazar) con lo que pudo comprarse un sobretodo y sustituir al viejo con el que venía viajando, ni que participaría de diversas actividades con la colectividad afrouruguaya.
Llegó exactamente en el cambio de mando presidencial, que tuvo lugar en la época del carnaval. En ese momento, Guillén ya era Guillén. Verdadero embajador de la cultura cubana, notable poeta que, asumido como “mulato” y “negro”, había definido su posición política y cultural en sus letras. Era el autor de cientos de poemas y había publicado varios libros, artículos para diarios y revistas, dictado conferencias y tomado el fusil cuando voluntariamente participó de la Guerra Civil en España.
Su amplitud intelectual correspondía en gran medida a su variado perfil identitario: poeta, cubano, “negro” y comunista. Todo lo cual lo acercaba a diferentes y grandes grupos humanos con los cuales entabló innúmeras relaciones con admirable capacidad para la socialización y la organización colectiva. Por causa de su visita, en el Uruguay se organizaron diferentes encuentros. Entre ellos, en el Ateneo de Montevideo, en la Universidad de la República, en bibliotecas, en centros sociales, etcétera. Personalidades uruguayas como la poeta Juana de Ibarbourou, el escritor y educacionista Jesualdo, el escritor Enrique Amorín participaron de eventos organizados en su honor. Además, fue invitado por el vicepresidente de la república, Alberto Guani, a una tertulia en su casa, justamente el día que dejaba el cargo.
Su visita a Uruguay formó parte de una gira por América del Sur iniciada en 1946, en la cual conoció varios países invitado por personalidades del medio artístico. Fue hospedado en Venezuela por Mario Otero, en Chile por Pablo Neruda, en Brasil por el pintor Cândido Portinari, en Uruguay por Enrique Amorín, entre otros.
Luego de vivir seis meses en Venezuela, donde pensaba pasar solamente un mes, siguió a Perú y, luego, a Chile, donde también se quedó más tiempo del pensado debido a que tuvo que someterse a una operación de apendicitis. De Chile se trasladó a Buenos Aires; hospedado en Avenida de Mayo, terminó de preparar El son entero, el cual reunía poemas escritos durante su largo viaje. Mientras esperaba su edición, viajó a Montevideo en el Vapor de la Carrera y allí se hospedó en un hotel de la calle Paysandú.
Desde hacía más de un año atrás se esperaba la visita del que ya se consideraba el embajador cultural de Cuba por excelencia. Como en los demás países, fue esperado en el ambiente intelectual uruguayo en sus diferentes tendencias, desde mucho tiempo atrás. En varias oportunidades los medios de prensa le dedicaron páginas a su poesía, se escribieron artículos de crítica sobre sus obras y se publicaron noticias sobre sus conferencias.
Su estadía en Uruguay coincidió con la de Buenos Aires, dado que se movió entre ambas capitales mientras se preparaba la edición de El son entero. Los medios registraban su agenda diariamente. Sin embargo, y quien sabe cuál sea la razón, ha quedado muy poco de su relación y trabajo con la colectividad afrouruguaya en su paso por Uruguay, referencia que se buscará mostrar en este trabajo.
El interés del famoso poeta por conocer a la colectividad da lugar a imaginar que sus móviles rebasaban la mera curiosidad. Los testimonios permiten apreciar, al menos, dos facetas de su actividad. Por un lado, su trabajo de intelectual y militante y, por el otro, su papel de conector entre intelectuales. Con relación a lo primero, el poeta tuvo varios encuentros con asociaciones y personas del colectivo afrouruguayo con las cuales llevó a cabo charlas y conferencias, asistiendo también a reuniones más informales, tocando siempre temas estéticos, sociales y políticos. Así como aportó, Guillén también recibió. Básicamente, accedió a las opiniones e información que el colectivo tenía interés que fueran conocidas. Para ello fue invitado a participar de las actividades que el colectivo había organizado para recibirlo. Como se verá, de sus diferentes encuentros con la comunidad afrouruguaya se reactivó, por ejemplo, la idea de una confederación Negra en el continente que abogase por la defensa de derechos y la valorización de la población afrodescendiente, lo que muestra al Guillén de la militancia Negra. De algún modo, esta cara de Guillén recuerda la función del intelectual orgánico gramsciano, en su trabajo de activación de la conciencia histórica y política de un grupo. A ello, no debería descartarse su papel orgánico dentro de la clase trabajadora: la inmensa mayoría de la colectividad afrouruguaya –por no decir toda ella– era de extracción proletaria y tenía en sus filas un número no despreciable de activistas; como puede verse en torno al grupo editorial de la publicación Nuestra raza, de Montevideo y, en menor medida, de Rumbos! y Democracia de Rocha. Por otra parte, el racismo dentro de la clase trabajadora no era un tema desconocido dentro del movimiento obrero latinoamericano. Justamente en Montevideo, en el Congreso fundacional de la Confederación Latinoamericana realizado en 1929, el líder sindical afrocubano Sandalio Junco había expuesto por primera en la agenda obrera “el problema del negro”, así como José Carlos Mariátegui lo venía haciendo con “el problema del indio” (Melgar, 2013; García, 2020: 287; Junco, 1929).
La segunda posible función de Guillén, observada en su encuentro con la colectividad afrouruguaya, es la de conector de una red intelectual que unía a la colectividad con el movimiento afrodescendiente internacional. Si se presta atención a otros vínculos en común de la red intelectual en la que participaba Nuestra raza, como los de Langston Hughes y Nancy Cunard con el intermediario uruguayo no afrodescendiente Ildefonso Pereda Valdés, se constata que existían no solamente intercambios culturales, sino también políticos, como la militancia antifascista, por ejemplo (ver Viqueira, 2019).
El interés cultural por la población afrodescendiente del país no era exclusividad de Guillén. Por esos días, la investigadora afroestadunidense Irene Diggs, ayudante de W. E. B. Du Bois, se presentó ante el colectivo para investigarlo como objeto de estudio. Diggs había llegado al Uruguay –decía Nuestra raza– para estudiar “entre nosotros el problema negro”4.
El vínculo del autor de Sóngoro Cosongo con la colectividad afrouruguaya puede ser visto desde la perspectiva de las revistas culturales Nuestra raza y la Revista Uruguay, referencias obligadas. Ambas publicaciones cubrieron su llegada, estadía y actividades. Habían anunciado desde un año y medio atrás (cuando Guillén recién comenzaba su viaje por el sur) el posible arribo del escritor al Uruguay y comenzaron a publicar su obra de forma periódica. Desde agosto de 1945 –mientras el poeta cubano recién iniciaba su viaje y se encontraba en Venezuela Revista Uruguay, venía dedicando varias páginas al poeta y hecho referencia a la posible visita de Guillén. Un artículo de la misma revista menciona la conferencia de un miembro de la colectividad, Antonio Díaz: “Dos retratos cubanos” que trataba sobre la poesía de Regino Pedroso y de Nicolás Guillén. La conferencia dada el 10 de agosto de 1945 en el Ateneo fue parte de un evento realizado por la asociación afrouruguaya A. C. S. U. (Asociación Cultural y Social Uruguay). En octubre de 1945, al publicar una crónica de un evento realizado por la Biblioteca Nacional en el paraninfo de la Universidad, hacían referencia a la llegada de Guillen: “Como acto preparatorio a la próxima venida al Río de la Plata del gran poeta cubano Nicolás Guillén, la Biblioteca Nacional organizó el día 17 de octubre p.p. una conferencia en el Paraninfo de la Universidad, titulada “Lo social en la poesía de Nicolás Guillén”, la cual estuvo a cargo del Sr. Ubaldo Rodríguez Varela […]”.5
Un año después, en agosto de 1946, Revista Uruguay anunciaba la llegada del poeta al país:
Se anuncia que próximamente llegará al Uruguay el gran poeta cubano Nicolás Guillén, el que se encuentra en gira por Sud América, hallándose actualmente en Chile. La noticia ha provocado enorme espectativa [sic] en los ambientes artísticos de esta capital, en donde los admiradores de este gran poeta y sociólogo conrazáneo forman legión.6
La colectividad afrouruguaya había participado de las reuniones organizativas con la intelectualidad local para organizar una agenda con su participación. Para el momento en que Guillén llegó a Buenos Aires, el colectivo afrouruguayo, a partir de sus representantes, ya había conseguido ser parte de la organización que formó el comité provisorio para traer al poeta. Así que, al lado de figuras conocidas del medio como Jesualdo, Athualpa del Ciopo y Néstor Ortiz Oderigo, de Buenos Aires, aparecen también la de representantes del colectivo afrodescendiente uruguayo, como Elemo Cabral, Sandalio del Puerto, Julio Guadalupe, Pilar y Ventura Barrios, así como la del colaborador no afrodescendiente de Nuestra raza, Alberto Britos7. Además, para esa data, el colectivo ya tenía preparada una agenda, que se la propondrían a Guillén para que conociese el movimiento afrodescendiente local. Dicha agenda le fue presentada personalmente en Buenos Aires:
Por resolución unánime del grupo “Nuestra raza” se vienen preparando activamente los actos que se realizarán con motivo de la llegada de Nicolás Guillén, el gran poeta cubano, que se encuentra ya desde el día 20 de enero en Buenos Aires corrigiendo las pruebas de su libro que aparecerá en breve. Nuestra raza, junto con el gran intelectual compatriota Jesualdo, se ha preocupado de llevar adelante los trabajos para los cual después de varias conversaciones se resolvió citar para una reunión previa en “Las Palmas”, Pocitos, a la cual se citó por la prensa a todos los intelectuales, artistas, instituciones y personas que quisieran colaborar en la tarea del Comité […]8
El colectivo afrouruguayo comenzó a difundir la llegada de Guillén y a prepararle una recepción a su altura. No iba a ser fácil, teniendo a toda la prensa mayor y a las instituciones oficiales que intentarían con sus mejores capacidades de recursos acaparar su atención y su agenda. Un año y medio antes de la llegada, Nuestra raza, así como se vio con la Revista Uruguay, ya estaba enterada de la posibilidad de su visita. Así se deja ver en una entrevista a la poeta uruguaya no afro, Elia Gil Salgueiro –admiradora de Guillén– y que, según la revista, había cautivado al cónsul cubano. Por sus cualidades, el redactor veía como muy probable que, si Guillén llegaba a Uruguay, la poetisa probablemente sería invitada a alguna recepción para que tuviera ocasión de recitar sus poemas:
“Ella ha sido felicitada por el representante diplomático de Cuba en nuestra República, que hasta le ha pedido que si viene Guillén, como se espera, interprete sus producciones, porque está seguro de que mucho le va a gustar al propio Guillén”.9
Un año después, la visita de Guillén era un hecho. En agosto de 1946, mientras el poeta se encontraba en Chile, se formó un núcleo intelectual de gente cercana a Nuestra raza y se comenzó a organizar un ciclo de actividades para tratar los temas de la colectividad con miras a un congreso continental, y prepararse, a la vez, para la llegada del poeta. Para el momento de este inicio organizativo, Guillén, estando en Chile, tuvo que ser operado de improviso de apendicitis y el núcleo de Nuestra raza le envió un telegrama:
“al poeta de América, el congénere cubano Nicolás Guillén que muy pronto ha de ser ilustre huésped de Montevideo, en viaje desde Chile donde actualmente pasa el período de convalescencia [sic] de un repentino mal y, a quien el núcleo ya se ha digido [sic] telegráficamente”.10
Guillén llegó en el Vapor de la Carrera, que era el buque más grande que atravesaba el Río de la Plata. El primer saludo lo hizo por medio de la radio Carve para todo el Uruguay. Llegó en Carnaval y en el cambio de mando presidencial. Una troupe de carnaval dirigida por el afrouruguayo y colaborador de la revista Nuestra raza, Julio Guadalupe, de seudónimo Alegría, lo esperaba para declamar Sóngoro Cosongo. Y a pesar de que era carnaval –con todo lo que ello implica en términos de captación de la atención del público–, Guillén consiguió llenar los tres pisos de la sala de actos de la universidad, el 25 de febrero y, al terminar, recibió, según el cronista del seminario Justicia, cinco minutos de ovación por parte del público presente. La colectividad afrouruguaya tuvo que esperar para alcanzarlo. Ceferino Nieres lamentaba que a la llegada del poeta a Montevideo ningún representante afrouruguayo estuviese ahí para acompañarlo: “Los blancos fueron los primeros que acompañaron a Guillén a visitar los barrios montevideanos, donde él, aunque huérfano de la compañía de uno de su raza, nos defiende donde quiera con su estirpe de intelectual y su prestancia de hombre de bien”.11
En tres charlas en cadena de radio nacional, Guillén hablo de Martí y el Uruguay, ante una gran audiencia, lo cual hizo pensar en hacer más programas para cuando regresara nuevamente de Buenos Aires. De Montevideo viajó a la ciudad litoraleña de Salto, donde, invitado por el novelista uruguayo Enrique Amorín y auspiciado por la intendencia salteña pasó una semana. Amorín, en su discurso, comparó la visita de Guillén a la ciudad de Salto con otra anterior de gran magnitud como fue la de Rubén Darío (gran conector en la red intelectual latinoamericana de principios del siglo XX) algunas décadas atrás. En dicha ciudad, Guillén dictó una conferencia que volvería a dar en la vecina Paysandú: “Autogeografía poética”. El 8 de marzo regresó a Buenos Aires y, luego de algunas semanas, retornó a Montevideo el 10 de abril. El 12 del mismo mes dio una conferencia en el liceo de San José; a seguir, viajó a Minas, donde brindó una charla en el teatro Escudero el sábado 19 y, al día siguiente viajó a la ciudad de Treinta y Tres. Participó de la manifestación del 1° de mayo en Montevideo, evento importante en la ciudad. De ahí, volvió a viajar, esta vez al centro del país, a Durazno, y regresó a la capital del país pasando por las ciudades de Fray Bentos y Mercedes. En el camino antes de llegar a Montevideo fue invitado por una organización afrouruguaya, el centro Eloy Santos en la ciudad de San José12, el 28 de febrero, donde dictó la conferencia ya dada en Chile. “Un poeta esclavo: Juan Francisco Manzano”.13
En Montevideo la institución afrouruguaya C. I. A. P. E. N. (Centro de Intelectuales, Periodistas y Escritores Negros) lo brindó un homenaje, en marzo de 1947, que contó con la participación de varios artistas afrouruguayos como los músicos Pedro Ferreira, la recitadora Renée Lys, actores del Teatro Negro, Juan Dermas y Tifón Macedo y los poetas Virginia Brindis de Salas, Cledia N. de Zevallos, Pilar Barrios y José Roberto Suárez.
El 13 de mayo fue convidado a la exposición del pintor afrouruguayo Ramón Pereira quien le regaló un cuadro suyo que retrataba al músico cubano Claudio Brindis de Salas: “El día 13 de mayo concurrió a la Exposición del pintor conrazáneo Ramón Pereira, que se exhibe en el local del Club de Empleados Bancarios, el gran Poeta Cubano Nicolás Guillén, quien a través de sus magníficas interpretaciones poéticas, puso de manifiesto cuán grande es su extraordinario valor intelectual”.14
El 5 de junio C. I. A. P. E. N. volvió a convocarlo para otro homenaje, esta vez despidiéndolo y celebrando la aparición de El son entero, finalmente editado en Buenos Aires. Asimismo, internamente aprovecharon a conmemorar el décimo quinto año que salía a la luz la revista Nuestra raza: “Se llevó a cabo en el local social de CIAPEN, un extraordinario homenaje y despedida, al poeta Cubano Nicolás Guillén, que se ausenta de nuestra tierra, y a la revista “Nuestra raza” como exaltación a sus quince años de vida periodística dentro de nuestra colectividad”.15
Nuestra raza le dedicó un número prácticamente completo –el 162, de febrero de 1947– con fotografías, una poesía de Pilar Barrios y varios artículos, incluidos uno del musicólogo argentino Néstor Ortiz Oderigo, otro de Ildefonso Pereda Valdés y una vieja carta de Miguel de Unamuno, la cual serviría de prólogo a la edición de El son entero.
Otra recepción del colectivo a Guillén, que el poeta recordaría en su libro Páginas Vueltas, vino por parte de la poeta afrouruguaya Virginia Brindis de Salas (quien ya había editado su libro Pregón de Marimorena) que abrió su casa para recibirlo: “El día 20 de febrero fue obsequiado con un lunch el poeta cubano Nicolás Guillén, por parte de la poetisa Virginia Brindis de Salas, lo cual dio lugar a que se reunieran un grupo de destacadas figuras intelectuales sociales”.16
Además de las recepciones de los colectivos afrouruguayos, deben agregarse en la agenda movida de Guillén las despedidas de otros círculos de la sociedad uruguaya y la invitación a la casa del vicepresidente el día en que, como dijimos, dejaba el cargo. O la celebración del plantel de la publicación humorística Peloduro que le regaló un premio de jocoso nombre: “Galleta académica”.
No todo fue festejo en las relaciones entre el poeta y la colectividad afrouruguaya. En el intercambio hubo propuestas de ida y vuelta y el colectivo le mostró cómo veían su situación de discriminación dentro de la sociedad uruguaya. Otro tema que trataron fue el de una organización afrodescendiente a nivel continental de forma similar a cómo se había organizado en Cuba, una idea que años antes había sido propuesta de forma parecida por integrantes de la colectividad. Así lo enunciaba en Nuestra raza, el redactor Alberto Britos, un “blanco progresista” simpatizante del régimen soviético:
Nicolás Guillén durante su estada en esta segunda etapa de actividades en nuestra patria, ha de dar forma y realidad, junto a todos los elementos progresistas, a una idea suya tendiente a agrupar a todas las instituciones de la raza negra en un solo haz de fuerzas, para que junto con los blancos progresistas puedan iniciar una nueva etapa más efectiva de liberación y de eliminación de las barreras que reinan en nuestro país como en todos menos en uno, la U.R.S.S.17
Dentro de la colectividad no todo fue armonía. Las diferencias internas afloraron ante la llegada del poeta cubano. Un articulista de Nuestra raza criticó que fuesen los propios intelectuales afrouruguayos “enemigos de su propia superación” que pecaban de excluyentes al seleccionar aquellas personas que debían acercársele al poeta del pueblo:
El poeta llega, y lamentablemente para nosotros, a su primer presentación en la Universidad, asisten 14 negros. Pero lo más peregrino, es que nuestros intelectuales sostienen que para ver a Guillén, para rodearle como integrantes de un pueblo que quiere vivir, que tiene esperanzas, que cree en una vida mejor, es necesario seleccionar el elemento que ha de visitarlo. Lamentablemente es que los mismos que creyéndose capaces, luchan contra ese complejo, sean en su acción en sus expresiones escritas o habladas, quienes crean el clima propicio para incubar ese bacilo que podíamos llamar “del mal nuestro”.18
Por su parte, Guillén, algunos años después, viviendo en la Cuba de los ochenta, en sus relatos del libro Páginas Vueltas, eligió algunos pasajes de sus innúmeras experiencias de vida para hacerlos memoria. Entre ellos, incluyó algunas de las vividas en Uruguay. A cuarenta años de aquellos hechos, el poeta dio su versión sobre la colectividad afroruguaya. En la forma que Guillén se refiere a ellas y ellos, da a entender que le impresionó la situación de marginalidad en la cual vivían con relación a la sociedad uruguaya que, como hoy, se sorprende cada vez que alguien llama la atención hacia la discriminación vivida por esta población. Guillén había recorrido medio Uruguay por tierra, lo cual le había permitido conocer el Uruguay adentro, y, allí seguramente observó que la población afrouruguaya del interior estaba en condiciones aún peores, lamentables, a nivel social y educativo. Así se refiere Guillén, en Páginas Vueltas a la población afrouruguaya que había conocido:
Algunas personas me han preguntado cuál es la situación de los negros en Uruguay. Yo les he respondido siempre que esa importante población, de notoria influencia en la psicología del país, vive discriminada de manera dramática y como si nada tuviera que ver con el ser nacional. Cuando dije esto la primera vez, allí mismo en Uruguay, causó asombro y más de una persona me lo recriminó. Pues bien, lo cierto, lo verdadero, es que el negro no es linchado, por supuesto, no es golpeado en Uruguay; pero es maltratado, tratado mal. Carece de figuración total en los empleos públicos de alguna importancia, desde policía –es un ejemplo– en lo adelante. Sería absolutamente absurdo pensar que un negro puede ser senador, verbigracia, jefe de negociado, en un ministro, alto jefe en el ejército, funcionario de un municipio, embajador, en fin. Durante mis días uruguayos se me habló con insistencia por parte de los mismos negros. (Guillén, 1982: 169)
Más adelante, hace referencia al pintor de la colectividad, Ramón Pereira, a quien había conocido en algunas de sus exposiciones y detalla de qué forma operaba el racismo local a la hora de ocupar un puesto laboral. La dificultad al acceder a puestos mejor pagos en una sociedad que niega su racismo era una constante que la colectividad afrouruguaya se preocupó de hacérselo conocer al poeta:
Conocí a un joven negro de indudable talento plástico (era pintor), pero no pudo pasar jamás de mandadero en una institución bancaria. Se llamaba Ramón Pereira, era modesto y puro, y murió muy joven, poco después de una exposición en que yo hablé. (Guillén, 1982: 169)
El autor de Sóngoro Cosongo comenta su simpatía con el cuerpo editorial de la Revista Uruguay19 y describe también la recepción en la casa de la escritora afrouruguaya Virginia Brindis de Salas, dando a entender la candidez con la que fue recibido, así como la “gentileza no exenta de ingenuidad y ternura”, que seguramente debía estar relacionada con las estrechas condiciones económicas con las que la anfitriona preparó tal acontecimiento:
Me hice muy amigo de una revista llamada Uruguay, que me recordó, por cierto, las que por tanto tiempo se publicaron en Cuba, siempre de vida por demás efímera, Por último, conocí y traté a una señora que me dijo ser hija de nuestro Brindis de Salas. Con una gentileza no exenta de ingenuidad y ternura me ofreció una pequeña recepción en su casa, que en realidad me emocionó. (Guillén, 1982: 169)
Finalmente, explica social e históricamente las condiciones endémicamente paupérrimas de la población afrouruguaya y apuesta en la revolución social, la salida para alcanzar mejores condiciones económicas, culturales y sociales:
Al menos durante el tiempo que yo estuve en el país, los negros carecían de una sede adecuada a sus expansiones para las cuales valíanse de galpones donde tenían lugar siempre sus bailes, sus veladas, sus conciertos, etc. “como los blancos”. Por supuesto que no voy a caerme yo de un nido y fingir desconocimiento de las verdaderas raíces de este problema. Yo estoy seguro de que el movimiento revolucionario que crece por día en el mundo, alcanzará sin duda, no solo en el Uruguay, sino también a los países que se encuentran en la misma situación. (Guillén, 1982: 169)
La posición política y el compromiso con la Revolución Cubana parecen asomar subrepticiamente en su último comentario: “Soy incapaz de aconsejar a la población negra uruguaya acerca de cuál debe ser el carácter de su lucha, cómo debe comportarse ante su destino, cómo debe luchar contra sus enemigos solapados, que hoy lo explotan, lo desprecian y lo marginan. Sin embargo, me pareció en extremo interesante esta exposición y por eso, simplemente la incluyo en mi relato”. (Guillén, 1982: 170)
Reflexiones finales
El contacto con Guillén y los intercambios que mantuvieron vinieron a consolidar los lazos que la comunidad afrodescendiente venía produciendo en el continente en un contexto mundial –justo después de la Segunda Guerra– que definió nuevas estrategias políticas de los movimientos sociales en general y afrodescendiente en particular como la propuesta de organizar una confederación Negra en América Latina.
El pensamiento que trasmitió en sus letras, varias veces transcriptas en las páginas de las publicaciones afrouruguayas, así como en las charlas dadas personalmente pusieron de manifiesto, potenciándolas, muchas de las ideas que las publicaciones afrouruguayas habían estado promoviendo: el encuentro entre colectivos Negros, la igualdad, el antiimperialismo, el antifascismo, el latinoamericanismo. El vínculo con Guillén le permitió también al colectivo afrouruguayo acercarse al movimiento intelectual cubano, hecho que cabe apreciar en el incremento de noticias relacionadas con el país caribeño en Nuestra raza.
El interés de Guillén por acercarse a conocer la realidad del colectivo afrouruguayo y su estímulo para que se adhiriese a una confederación Negra a nivel continental permite ver una faceta significativa de la función conectora del intelectual en las redes intelectuales. Todo esto conllevó a que las demandas y posiciones de los equipos asociados las revistas culturales Nuestra raza y Revista Uruguay fuesen escuchadas en espacios más amplios que el de la indiferente sociedad uruguaya.
Esta revisión de la visita de Nicolás Guillén al Uruguay ha permitido advertir su importante papel como conector, promotor y activador de redes intelectuales y políticas afrolatinoamericanas. Prácticamente la sola presencia del poeta activaba unas relaciones y un “panteón” de referencias venerables, llamando la atención sobre la problemática de la población de origen afro, incluyendo en esto una cuerda emotiva, movilizadora de entusiasmos y compromisos. La revisión también ha permitido formular algunas preguntas acerca de qué clase de intelectual fue, al fin y al cabo, Guillén. Se hizo referencia al concepto de intelectual orgánico. Quizá sea una buena pista. Sin duda, será preciso realizar más estudios y promover más debates para avanzar en caracterizaciones cada vez más precisas, no sólo de Guillén, sino de la intelectualidad afrolatinoamericana en general.
Bibliografía
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Notas
Notas de autor
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