Resumen: Adriana Petra es historiadora, docente e investigadora. Se dedica a la historia intelectual, la historia de las izquierdas y de las culturas políticas. En sus trabajos aborda cuestiones como los intelectuales, las revistas, la historia del libro y la edición, las circulaciones transnacionales y la historia del comunismo. Su libro Intelectuales y cultura comunista. Itinerarios, problemas y debates en la Argentina de posguerra fue publicado en 2017 por Fondo de Cultura Económica y este año será traducido al inglés por Palgrave Macmillan. En 2018 participó en el III Coloquio Argentino de Estudios sobre el Libro y la Edición (CAELE) que se realizó en Buenos Aires. En la conferencia de cierre disertó sobre la cuestión del libro político y el lugar de la edición política y militante en ese campo de estudios. En aquella oportunidad charló por primera vez en su casa de Buenos Aires con el bibliotecario brasileño José Renato Galvão. Entre los asuntos tratados en la entrevista están el trabajo de Petra en los archivos, su trayectoria académica y sus investigaciones en el campo de la historia editorial e intelectual, y también su nuevo desafío como directora del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).
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Abstract: Adriana Petra is a historian, teacher and researcher. She’s dedicated to intellectual history, the history of the left and political cultures. In her work she addresses issues such as intellectuals, magazines, the history of books and publishing, transnational circulations and the history of communism. Her book Intelectuales y cultura comunista. Itinerarios, problemas y debates en la Argentina de posguerra was published in 2017 by Fondo de Cultura Económica and this year it will be translated into English by Palgrave Macmillan. In 2018 she participated in the III Coloquio Argentino de Estudios sobre el Libro y la Edición (CAELE) that was held in Buenos Aires. At the closing conference she spoke on the issue of the political book and the place of political and militant publishing in that field of studies. On that occasion she chatted for the first time at her home in Buenos Aires with the Brazilian librarian José Renato Galvão. Among the issues discussed in the interview are Petra’s work in the archives, her academic career and her research in the field of editorial and intellectual history, and also her new challenge as director of the Center for Latin American Studies of the National University of San Martin (UNSAM).
Keywords: history of the book, intellectual history, archives, libraries, Latin American studies.
Entrevistas
Intelectuales, libros y cultura. Entrevista a Adriana Petra
Intellectuals, books and culture. Interview with Adriana Petra
Recepción: 02 Mayo 2020
Aprobación: 02 Mayo 2020
Para iniciar nuestra conversación, Adriana, me gustaría que usted se presentara, contándonos un poco sobre su trayectoria intelectual y académica.
Empiezo por contarte que soy doctora en historia por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Mis líneas de investigación son la historia intelectual y la historia de las izquierdas y de las culturas políticas. Me especializo desde hace algunos años en el mundo comunista. Soy docente en la Universidad Nacional de San Martín desde hace algunos años y también docente de grado y de posgrado en otras universidades argentinas y del exterior. Dicto clases en las carreras de Historia y Comunicación e integro como investigadora el Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas, que forma parte del CONICET. En 2019 fui nombrada directora del Centro de Estudios Latinoamericanos (CEL) de la Universidad, un desafío enorme que me tiene trabajando duro. Durante doce años, casi desde que llegué a Buenos Aires desde la provincia de Mendoza, trabajé en el CeDInCI (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas), donde aprendí todo lo que sé sobre archivos y bibliotecas, pero también sobre formas de hacer historia. Mi paso por allí fue decisivo en muchos aspectos, sobre todo en la enorme ventaja que supone acercarse a los documentos antes como “archivista” que como historiadora o investigadora. Estar, como decimos acá, “del otro lado del mostrador” me dio una capacidad, una visión y una maleabilidad sobre los documentos que solo es posible luego de adquirir ese saber práctico que suele permanecer oculto u ajeno para la mayoría de los que consultan o solo “usan” el archivo. ¿Por qué te digo esto? Porque en mi libro en particular y en mis investigaciones en general, trabajo con una múltiple cantidad de documentos, muy variados; toda esa variedad me permitió construir un tipo de historia, un tipo de enfoque y de narración sobre los problemas que trato que hubiera sido imposible si me hubiera conformado con un único tipo de fuente, por ejemplo, sólo con documentos oficiales. Entonces para mí esa experiencia de trabajo fue muy enriquecedora porque me permitió tener un conocimiento de primera mano de los archivos, pero también pensar los problemas de investigación de otra forma.
Me gustaría contar que mi proyecto de investigación doctoral fue posible gracias a una beca de estudios que otorga acá un organismo público que se llama CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas). Si no hubiera tenido esa beca, no hubiera hecho lo que hice, simplemente porque mi capital económico y familiar no me lo hubiera permitido. Es un organismo que ha pasado por momentos duros, como en el gobierno de Mauricio Macri, donde la investigación científica sufrió un enorme deterioro. Mi primer lugar de trabajo como investigadora fue el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) y luego el CeDInCI. En 2015 ingresé por concurso como investigadora adjunta de CONICET.
Recientemente, en 2017, se publicó su primer libro. ¿Qué temas aborda en este estudio?
Mi primer libro publicado, Intelectuales y Cultura Comunista, es el fruto de una investigación doctoral de muchos años sobre, como lo indica su título, las relaciones y conflictos entre los intelectuales y el mundo comunista en la Argentina entre 1945 y los primeros años de la década de 1960. Conviene decir que 1945 es un año decisivo para los argentinos porque fue el inicio de la experiencia peronista, pero también lo fue globalmente, dado que el nazismo es derrotado y la Segunda Guerra Mundial termina dejando un mundo reconfigurado, donde el comunismo y la URSS tendrán un enorme peso. Comenzar el libro en ese momento es una forma de advertir que es casi imposible hacer una historia del comunismo argentino, o de cualquier otra parte, sino es integrando el problema del carácter trasnacional del fenómeno comunista en el siglo XX. La investigación termina a mediados de la década del 1960 cuando en la Argentina (aunque no únicamente, también en Brasil y en Europa) comienza a surgir lo que se llamó “nueva izquierda”. Es decir, grupos políticos y político-intelectuales que surgen en ruptura con las izquierdas que a partir de entonces comenzarán a ser denominadas “tradicionales”, como el Partido Comunista y el Partido Socialista. En mis investigaciones me preocupo siempre por mantener la atención en las escalas de análisis, en las relaciones entre lo local y lo global, además de considerar el fenómeno comunista, fundamental en la historia del siglo, en su complejidad y sus múltiples facetas. Actualmente estoy trabajando sobre las redes de intelectuales comunistas en la década de 1950, durante la primera Guerra Fría y preparo un libro sobre edición y política.
¿Además del CeDInCI, cuáles son las otras instituciones argentinas de apoyo al investigador en el área de las izquierdas?
Bueno, una institución como el CeDInCI no hay. Es una institución que tiene un acervo muy grande, más grande de lo que a veces los investigadores suponen y con un grado muy profesional de tratamiento de los materiales, un circuito muy aceitado de ingreso de materiales, de catalogación, de visibilización y puesta a la consulta pública. A esto se suma la investigación y los desarrollos técnicos, como la implementación del sistema Ica-Atom de catalogación de archivos, que se implementó en Argentina por primera vez, creo, en el CeDInCI. Después hay otras instituciones más pequeñas donde también hay material, además de lo que sobre estos temas tienen los acervos estatales, como el Archivo General de la Nación o la Biblioteca Nacional. En la mayor parte de los casos los archivos argentinos enfrentan muchos inconvenientes y padecen la ausencia de políticas públicas y un desinterés generalizado, que se agudiza cuando se trata de materiales dedicados a los trabajadores, las izquierdas, las clases subalternas o las disidencias.
Recuerdo que mi investigación comenzó por consultar la Biblioteca [José María] Aricó de Córdoba. No logré tener acceso a los materiales y tuve que cambiar el proyecto, pues precisaba de los papeles personales que no podía ver, porque el archivo de la Biblioteca Aricó es básicamente el archivo personal de José María Aricó, un lugar parecido a la biblioteca [Edgard] Carone, donde vos trabajás, pero más pequeño, una biblioteca construida en base a una biblioteca personal que también contiene material de archivo. Bueno, ese material no estaba a disposición porque tenía una mala gestión, que afortunadamente cambió y ahora funciona muy bien. Con el tiempo me di cuenta que son esas cosas que a uno le pasan y después dice “Bueno, menos mal que me pasó”, porque terminé haciendo algo más original y novedoso. Pero en realidad es una fatalidad, porque el estado de los archivos en Argentina sigue siendo muy malo. En Buenos Aires, como gran capital, cuando pasan esas cosas se pueden llegar a encontrar alternativas, pero en el resto de país es muy difícil, es calamitosa la situación.
Pero volviendo a los acervos sobre izquierdas. En las últimas décadas se dio el caso que grupos políticos comenzaron a darle importancia a sus archivos. Algunos grupos anarquistas organizaron la biblioteca y archivo de la Federación Libertaria Argentina (FLA) y también está la Biblioteca José Ingenieros, además de otros espacios más pequeños e informales.
Los comunistas tienen el archivo del Partido, que en general está disponible a la consulta, un centro de estudios donde está el archivo personal de Héctor Agosti y un espacio cultural y biblioteca muy importante que se llama Centro Cultural de la Cooperación, muy ligado al mundo comunista. Los socialistas están un poco rezagados, curiosamente, dado que el socialismo fue una experiencia que se constituyó muy cercana al mundo de los libros y la experiencia letrada. Eso hace extraño que sea la fuerza política que menos ha conservado su pasado impreso.
¿Qué sabes acerca de trabajos sobre bibliotecas personales?
Son todavía escasas las investigaciones que han tomado como objeto las bibliotecas personales. En el campo de los estudios sobre el libro y la edición esto lo pudimos comprobar en el III CAELE, del que participamos en noviembre de 2018. Se me viene a la mente el libro de Alejandro Dujovne sobre el libro judío, pero no mucho más. Me parece que esto se debe a algunas dificultades de origen, la más obvia es que son muy pocas las bibliotecas personales que se conservan o se pueden conservar íntegras. Se requiere de mucha infraestructura y también de una conciencia de la biblioteca como objeto, de la procedencia como valor que existe hace relativamente poco para el caso de militantes, intelectuales o escritores, más allá de los consagrados. Una historia social del mundo impreso de las izquierdas no se puede hacer sin saber lo que leían (o no, la función de los libros no siempre es ser leídos) actores muy diversos de un mundo político atravesado por los impresos. Afortunadamente eso también está empezando a cambiar en la Argentina, donde pueden consultarse bibliotecas personales completas en la Biblioteca Nacional, el CeDInCI y varias instituciones más que comienzan a repensar la tendencia al desmembramiento que primaba en la guarda y clasificación de los libros que llegan a sus acervos. Pero es obvio que no se puede hacer en todos los casos, sería imposible.
En general, los archivos ligados a mundo de libro son curiosamente escasos. Son muy pocas las editoriales que conservan o conservaron sus archivos, otras tantas los perdieron a mano de la represión, la policía, la inquisición sobre los libros que en Argentina comenzó ya en las primeras décadas del siglo XX. Esto hace muy difícil hacer una historia de los emprendimientos editoriales ligados a las izquierdas. En mi caso, fue en los archivos policiales y judiciales donde encontré las fuentes. La historia del mundo impreso de las izquierdas argentinas es un asunto policial. Aunque no creo que sea una situación solamente argentina: la dificultad para emprender una historia del libro y la edición referida a empresas políticas es general.
En su opinión, ¿cuál es la importancia de la actividad de los bibliófilos?
Eso es muy importante, grandes porciones de la historia impresa se han conservado gracias a los bibliófilos y coleccionistas. Pero a veces lo que ocurre con la bibliofilia es que, al ser algo que pertenece al mundo personal y el ámbito privado, puede ocurrir que el bibliófilo, en su afán de obtener ejemplares, ediciones raras y demás, termine sustrayendo al espacio de lo público algo para el espacio privado y, a veces, para el mercado transnacional de bienes culturales. El rol del coleccionista privado cuando el Estado es débil a veces se vuelve complejo. Horacio Tarcus ha escrito mucho y bien sobre eso.
Entonces lo que dices es que generalmente los bibliófilos no tienen la costumbre de hacer donaciones a instituciones públicas...
No siempre existe esa costumbre, no. Al menos en la Argentina, donde la cultura de la donación a instituciones públicas ha estado plagada de dificultades, en buena medida porque por largo tiempo esas instituciones no podían –algunas todavía no pueden– responder por el legado que reciben, asegurar que será conservado y, lo más importante, que el público podrá consultarlo. Reconstituir la cultura de la donación es un trabajo arduo.
En Brasil tenemos el caso del bibliófilo José Mindlin, que lo hizo en vida, donando parte de su acervo, la Biblioteca Brasiliana, para la Universidade de São Paulo (USP). Hay además las colecciones de Antonio Candido, [Antonio] Delfim Netto y Edgard Carone. El caso de Carone fue más emblemático por haber sido una donación de un banco privado que compró el acervo de los herederos, tras la muerte del padre.
Yo creo que las bibliotecas y archivos tienen que asumir un rol de concientización. Es decir, primero ser lo suficientemente transparentes como para que la donación sea algo más o menos rápido y que le asegure a quien dona que esas cosas van a estar disponibles. Sucede a veces que hay donaciones que se hacen y después quedan arrumbadas, en cajas por años y años o directamente se pierden. Me parece importante promover una política de restitución de la confianza del donante, pero también de restitución de memoria. O sea, no es evidente que alguien que tiene una gran biblioteca hecha por su mamá, su papá, su tío o su abuelo tenga claro que la puede donar. Y si lo tiene claro, que sepa dónde y cómo hacerlo. A menudo lo que pasa es que la biblioteca termina siendo un problema de lo que hay que deshacerse rápidamente y entonces los deudos, si es el caso, no tienen ganas ni ánimo de hacer grandes trámites y movimientos engorrosos. Entonces, la vocación del bibliófilo o el coleccionista es fundamental, pero no podemos descansar en ella. El Estado y las instituciones públicas deben cumplir un rol activo. Es fundamental evitar que, en países como los nuestros, las bibliotecas o archivos personales importantes sean vendidos a universidades del exterior (que la mayoría de las veces los conservan mejor) o desmembrados para ser ofertados como piezas valiosas en el mercado. Si el Estado está presente nadie debería ocupar esa vacancia desde el ámbito privado. Es ahí cuando se producen las distorsiones y equívocos. Este ejemplo que vos me das del banco… son formas menos habituales en nuestros países. Por eso nos sorprende tanto el caso, virtuoso, de la Biblioteca Carone.
Me gustaría que usted nos hablara sobre dos asuntos que usted ha investigado: las Ediciones Pasado y Presente y el Fondo José Ingenieros.
Bueno, en el caso del Fondo José Ingenieros fue una donación que llegó en CeDInCI gestionada por Horacio Tarcus durante largos años. Es un fondo realmente fantástico, vastísimo, con material muy variado. Ingenieros y luego su familia fueron donando tramos de su biblioteca a lo largo de los años, por eso no llegó una biblioteca completa pero sí una interesante cantidad de libros. El fuerte de la donación fue el archivo personal. El archivo de alguien con una enorme conciencia de posteridad. No deja de ser fascinante toparse con personas que archivan “su vida” y con ello buscan la forma de contribuir al modo en que serán recordados. Organizan su vida organizando su archivo. Ingenieros tenía esa conciencia. El archivo llegó al CeDInCI ya intervenido por la hija de Ingenieros, Delia, pero de igual modo pudo dársele una buena organización. Es un acervo que conserva material diverso, con un fuerte en la correspondencia, de una riqueza historiográfica inmensa. También hay materiales sobre la faceta editora de Ingenieros, como los papeles relacionados a la colección La Cultura Argentina, la Revista de Filosofía y el Boletín Renovación. Materiales sobre sus funciones profesionales como médico psiquiatra, su trabajo en hospitales y sus artículos científicos y ensayos sociológicos positivistas. Ya desde fines de la década del 1910, con la inflexión que produce el movimiento de la Reforma Universitaria, nos encontramos con el Ingenieros maestro de la juventud, latinoamericanista, antiimperialista y admirador de la Revolución Rusa. En todos los casos el archivo traza una vasta geografía de contactos profesionales, intelectuales, políticos e incluso afectivos. Como su productor, es un archivo de proyección continental, que excede la cultura argentina. A su través podemos conocer un mundo de redes, de contactos que eran entre personas, pero también entre revistas, editoriales, organizaciones, ideas y símbolos.
En cuanto a los Cuadernos de Pasado y Presente tengo que decir que trabajé más sobre la revista que sobre la editorial. De todos modos, puedo decir que así como La Cultura Argentina fue un hito en el mundo de la edición Argentina y en la conformación de una idea de la cultura nacional a través de una apuesta editorial, los Cuadernos de Pasado y Presente fueron un momento fundamental en la reflexión sobre los problemas de la izquierda latinoamericana en los años 60 y 70. Es decir que [José María] Aricó, su hacedor principal, concibió un conjunto de libros que, por un lado, renovaran una cultura marxista que hasta ese momento estaba acotada a los límites del comunismo soviético y, por el otro, ofreciera una guía de lectura capaz de afrontar el momento político que en América Latina y el mundo estaba marcado por la radicalización. Los Cuadernos proponen autores y temas que hasta ese momento eran poco transitados, poco conocidos. Aricó “compone” libros, edita como una forma específica de intervención intelectual específica.
Porque existe toda una política, un trabajo de selección, de lo que será editado...
¡Exactamente! Una selección de obras, de traducciones, de prólogos que conforman una intervención político-intelectual muy propia. Por ejemplo, tenemos acá este libro, Materiales para la historia de América Latina. Sabemos que uno de los grandes cuestionamientos a la cultura marxista en nuestros países, sobre todo a partir de los años 60, fue su desinterés, dificultad, falta de profundidad acerca de las cuestiones nacionales y las problemáticas latinoamericanas. Una crítica hecha sobre todo a la llamada “vieja izquierda”, socialistas y comunistas. Y aunque existieron figuras fundamentales que pusieron en el centro de su reflexión estas cuestiones, como Mariátegui, quedaron eclipsadas en la tradición dominante de los comunistas. Entonces, concebir un libro como este es asumir un problema, el de los desencuentros del marxismo con América Latina, y un horizonte, el que indica que el marxismo debe ser capaz de entender la especificidad del mundo latinoamericano y de sus países, recuperando una tradición liberada de la ortodoxia, como es el pensamiento de Mariátegui. El caso de Aricó es apasionante porque él construye su intervención intelectual, su modo de pensar el marxismo, tanto a través de la escritura propia como mediante la disposición de escrituras ajenas hasta entonces dispersas, perdidas o nunca traducidas. Por eso la colección de los Cuadernos de Pasado y Presente no solamente organiza un modo de leer el marxismo y su cultura, sus tradiciones, sus legados, sus puntos ciegos, sino que nos permite observar la práctica de un grupo de intelectuales latinoamericanos a través de la edición y la traducción.
¿Las Ediciones de Pasado y Presente surgieron con los Cuadernos?
No. Los Cuadernos de Pasado y Presente no fue la primera experiencia editorial del grupo ligado a la revista. En primer lugar, está la revista, cuyo primer número sale en abril de 1963. Tiene una primera etapa que se cierra en 1965 y una segunda, de solo dos números, en 1973. Aricó muy tempranamente se dedicó a la edición y al mundo de los libros como un modo de ganarse la vida, porque, a diferencia de sus compañeros de empresa, no había completado sus estudios universitarios y carecía por eso de la posibilidad de una carrera académica o universitaria. Junto a Oscar del Barco, Héctor Schmucler y el resto del grupo armaron pequeños sellos como Signos y Garfio. Aricó también estuvo ligado a la Eudecor (Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba). Los Cuadernos fue un punto de llegada de una experiencia acumulada, breve pero intensa. En un momento donde la especialización profesional y las carreras académicas no eran el destino habitual de los que cumplen socialmente funciones intelectuales, la edición era una etapa de la vida, un aprendizaje, una fuente de ingresos y un modo de intervención político-intelectual.
Una de las cosas que marca esta editorial es que se trata de una iniciativa que viene de fuera del eje de la capital.
No quiero que suene nada exótico, pero digamos que una de las características del grupo ligado a Pasado y Presente, y que a veces ha sido marcada con insistencia para explicar su significación histórica, es que se trata de una experiencia intelectual que surge en la periferia y logra colocarse en el centro de la vida cultural nacional. No estoy de acuerdo en que Pasado y Presente puede explicarse sobre todo por su condición cordobesa, he escrito sobre eso en artículo que titulé un poco sarcásticamente “Provincianos”, pero es una condición que no puede soslayarse. La Argentina, a diferencia de Brasil, no tiene varios centros, tiene uno solo que es Buenos Aires. Dentro de este panorama, Córdoba es, sin embargo, una ciudad importante, con un rol histórico singular y una larga tradición que en el siglo XX está marcada por los acontecimientos ligados a la Reforma Universitaria de 1918. La reforma fue un episodio con epicentro cordobés que terminó teniendo un alcance continental. En este sentido, Córdoba es una ciudad ligada a hitos importantes de la vida político-cultural argentina, pero, aun así, es un espacio descentrado, periférico. Lo que a mí me resulta interesante es que este grupo de “provincianos” que editan Pasado y Presente en el contexto del Partido Comunista Argentino (PCA) para inmediatamente ser expulsados, no tiene en ningún momento una actitud “provinciana”, en el sentido de defender algún valor o autenticidad local. Por el contrario, encuentro allí una vocación de “no provincianía”. Una estricta voluntad de diálogo con la cultura del mundo, empezando por el marxismo, una lengua común que entonces se consideraba llena de posibilidades.
No es difícil pensar que el campo de intereses de Pasado y Presente era muy similar al que tenían, en el mismo momento, los marxistas británicos reunidos en torno a la New Left Review, los jóvenes marxistas italianos del primer operaismo… Se trataba de cómo hacer cuentas con el comunismo, cómo pensar la relación entre teoría, política y movimiento social en una coyuntura novedosa, cómo promover que el marxismo podía y debía medirse con las ciencias sociales y la teoría no marxista. Creo que era una agenda cosmopolita de la que Pasado y Presente formó parte. Me parece que parte de la importancia que alcanzaron la revista y los Cuadernos reside en que forman parte de una empresa intelectual que nunca se pensó como subalterna, localista o pueblerina.
Un año después de su nombramiento como directora del Centro de Estudios Latinoamericanos (CEL), ¿cómo está siendo su experiencia con el puesto?
Ha sido una experiencia muy enriquecedora y también ardua. Mi formación inicial no es como latinoamericanista, por lo que el primer deber que me impuse es rodearme de gente formada en el área de los estudios latinoamericanos, que los hay y muy buenos. En el CEL hay grandes latinoamericanistas, tanto en el área de historia y ciencias sociales como en literatura. El CEL es un centro con enormes posibilidades que ha tenido vaivenes como muchas otras instituciones. Sin embargo, ocupa un lugar y tiene un nombre asociado a una tradición que en la Argentina no es tan fuerte como en otros espacios académicos, como México o Perú. La colocación de la Argentina en y con América Latina sigue siendo tensionada, aunque ya suene inverosímil.
A lo largo de este año me enfoqué en promover una agenda de actividades bastante intensa, con invitados y con una temática muy amplia y diversa. Mi objetivo a mediano plazo es fortalecer el espacio de la formación de posgrado en Estudios Latinoamericanos y Literaturas de América Latina, asociándolo con mayor énfasis a la investigación y la intervención político-intelectual sobre la siempre convulsa coyuntura. En el 2019 América Latina fue el escenario de enormes movilizaciones, de protestas en muchos sentidos novedosas y disruptivas y, al mismo, de la instalación de gobiernos con una agenda regresiva y autoritaria, algunos mediante golpes como el caso de Bolivia. Pero América Latina no es un concepto transparente, ni una realidad que se pueda designar de antemano. Existe una enorme complejidad, muchos sentidos diversos asociados al nombre. Las ideas sobre América Latina han sido siempre muy diversas, así como los usos de lo que designamos como “latinoamericano”. Mi proyecto es que el CEL sea capaz de trabajar en esa complejidad, evitando los esencialismos.
http://www.wirapuru.cl/images/pdf/2020/2/entrevista10_93-100.pdf (pdf)