Resumen: El presente texto se pregunta sobre el por qué y para qué volver a estudiar desde la disciplina histórica las ideas de izquierda, principalmente las latinoamericanas. Se propone que el estudio de estas se hace pertinente y posible debido, por un lado, a la actualización de las reivindicaciones que históricamente ha instalado la izquierda y, por otro, a las posibilidades abiertas por el desarrollo de la disciplina, el cual ha ampliado el campo y la definición del estudio de las ideas, incorporando así cuerpos de pensamiento sistemáticos que no eran abordados en esta línea.
Palabras clave:ideas de izquierdaideas de izquierda,intelectualesintelectuales,nueva izquierdanueva izquierda,pensamiento latinoamericanopensamiento latinoamericano.
Abstract: This text asks why and for what purpose the discipline of history should return to the study of left-wing ideas, especially those of Latin America. It is proposed that the study of these ideas is relevant and possible due, on the one hand, to the updating of the claims that the left has historically installed and, on the other, to the possibilities opened up by the development of the discipline, which has broadened the field and the definition of the study of ideas, thus incorporating systematic bodies of thought that were not addressed in this line.
Keywords: left-wing ideas, intellectuals, new left, Latin American thought.
Dossier / Ensayos
Volver sobre las ideas de izquierda
Back to left-wing ideas
Recepción: 09 Julio 2020
Aprobación: 01 Octubre 2020
El estudio de las ideas implica la intersección de una serie de disciplinas, perspectivas e inquietudes distintas; cuando ese estudio se aloja en una de las disciplinas que oficia como enfoque principal, la complejidad se orienta, pero no desaparece. Es por eso que estudiar las ideas desde la disciplina histórica implica pensar también desde la filosofía, las artes, el pensamiento político y otras áreas con la particularidad de darle perspectiva temporal a ese acercamiento.
Si bien para algunos autores como Di Pasquale (2011), la historia de las ideas ha sido superada por la llamada historia intelectual y por la historia del pensamiento político en la medida que estas incorporan esas aproximaciones disciplinarias de las que hablábamos, podemos afirmar que la historia de las ideas y el estudio de las ideas, al igual que otras temáticas y disciplinas, se han actualizado y complementado con otras áreas del saber y otras perspectivas que se han hecho más evidentes o valoradas a la luz de las necesidades de los contextos: más que una superación creemos que hay una ampliación y actualización del estudio de ese objeto de interés en específico. En su libro La marcha de las ideas, Dosse (2007) señala:
Desde hace ya mucho tiempo, la historia lineal de las ideas, que no ocupa más que una esfera del pensamiento, está puesta en cuestión. La tradicional historia de las ideas, que practicaba una simple exposición cronológica de los juegos de influencia de un autor a otro, ha sido reemplazada por una emergente historia intelectual. (2007: 14)
A juicio de Dosse, esta historia intelectual también se distancia de la historia de los intelectuales porque lo esencial en ella no estaría tanto en la categoría social de “intelectual” como en lo propuesto por Foucault en su Arqueología del saber (1969), es decir, en las inscripciones concretas al interior de las prácticas vinculadas al dominio discursivo.
Asumiendo estos aportes nos aproximamos al estudio de las ideas de izquierda reconociéndolas situadas, evidenciando el contexto y el sujeto de enunciación y la validación histórica que estas tuvieron y no tanto su certeza o posibilidad de aplicación.
Sin duda, y pese a la universalidad de lo que hemos denominado como izquierda, el análisis propuesto es sobre las ideas de izquierda en el contexto latinoamericano. Aquí parece primar una especie de máxima: las ideas propiamente latinoamericanas han sido definidas y difundidas por la izquierda. Siguiendo a Devés (2003), existe entre nuestros pensadores una postura identitarista y otra centralitaria; el identitarismo sería mayoritariamente de izquierda, aunque eso no excluye, obviamente, la existencia de pensamiento centralitario en la izquierda –es más, el marxismo lo es– y la creación de pensamiento identitario desde la derecha.
Arturo Roig plantea que la filosofía de América Latina es “independentista”, es una prolongación de la primera independencia y esta, a la vez es una necesidad, una gesta que se actualiza en función de los nuevos agravios y de las nuevas formas que adquiere la dominación (Roig, 2003) :
La problemática de “dependencia-independencia”, que llevó a hablar de la necesidad de una “segunda independencia” inmediatamente después de lograda la primera, ha sido uno de los motores constantes del pensamiento social latinoamericano. (Roig, 1981: 168)
Asimismo, Roig plantea que hay una relación entre la historia de las ideas y la pretensión de unidad en América Latina. No obstante, de lo que habla Roig no es de una unidad abstracta o solo identitaria sino de una historia compartida, es decir, de ideas que emergen de lo concreto y sobre lo concreto. Esta idea es reforzada por Dussel; para él, estudiar el pensamiento, las ideas latinoamericanas, es estudiar lo humano, por lo que evidentemente se aleja de cualquier concepción abstracta de las ideas. En esta propuesta, las ideas tienen concreción.
Desde estos aportes, posicionamientos epistemológicos, identitarios y políticos es que reivindico la necesidad de volver sobre las ideas de la izquierda en perspectiva histórica y reconociendo a los sujetos y los momentos de enunciación. Esto implica abordar la historia de los pensamientos sistemáticos, aspirando a construir una historia social de las ideas de izquierda.
Pero ¿por qué es necesario volver sobre las ideas de izquierda? Para algunos la respuesta no será obvia, sobre todo porque estas ideas y proyectos ya no gozan del prestigio social e intelectual con el contaron durante la mayor parte del siglo XX. El panorama cambió sensiblemente después de la caída del muro, de la crítica, bastante extendida (incluso al interior de la izquierda) a las experiencias del llamado socialismo real, de la derrota feroz propinada a los proyectos de izquierda en América Latina y de la aparente instalación hegemónica del neoliberalismo.
Las razones residen, por una parte, en la urgencia social y, por otra, en las posibilidades disciplinares. Con respecto a la primera ‒la urgencia social‒, cabe señalar que, pese al marketing hecho al capitalismo liberal, las urgencias históricas latinoamericanas no han desparecido; la ilusión del triunfo capitalista y la democracia liberal con sus beneficios asociados no ha ocurrido. Lo vivimos de muy cerca desde octubre de 2019 en Chile, pero las evidencias se pueden rastrear desde antes. En el texto “Necesidad de una segunda independencia”, escrito por Roig un par de años después de la profunda crisis vivida por Argentina en el 2001, el autor plantea una profunda crítica a la realidad económica y social de América Latina, así como una propuesta que implica desestimar las posturas posmodernas que llaman a la acción individual abandonando la utopía de la independencia cultural, política y económica respecto a los imperios capitalistas en su definición clásica. Para Roig, estas posturas no solo renuncian a los principios históricos latinoamericanos, sino que también implican la renuncia a los ideales del liberalismo: en su opinión, dichas posturas no plantean una propuesta de superación histórica de la modernidad, sino la derrota de los anhelos de la modernidad no capitalista. Lo que queda es solo capitalismo.
Las demandas en la Argentina de entonces y en el Chile y el Perú de hoy evidencian que la necesidad de humanización es imperante y que las explicaciones estructurales, de crisis pandémica o de contracción de los mercados no son suficientes para aplacar las demandas de los pueblos. Existe una crisis política profunda, una pérdida de legitimidad del poder y la implementación de lo que Pierre Rosanvallon ha denominado como contrademocracia. Este mismo ejercicio de contrademocracia hace evidente que la función ciudadana vigilante de la que habla también Rosanvallon haya perdido valor, no hay un ideal institucional que actúe como parámetro para el ajuste y la crítica; hay, en cambio, una acción de protesta, movilización y denuncia que evidencia su rechazo, aunque sin poder presentar una afirmación (Rosanvallon, 2007).
Retomando las ideas de que el pensamiento propiamente latinoamericano es en sí mismo un pensamiento que busca la independencia y la emancipación y reafirmando la idea de Devés (2003) según la cual el momento más brillante en la producción intelectual latinoamericana es el momento de máxima izquierdización del pensamiento continental, propongo volver sobre las ideas de izquierda en busca de elementos para la construcción de un proyecto afirmativo.
En cuanto a las segundas ‒las posibilidades disciplinares‒, el contexto es también propicio para volver sobre estas ideas. En la disciplina histórica se han abierto otras miradas, pudiendo hoy analizar las ideas no solo como un cuerpo de conceptos y afirmaciones abstractas, sino como parte de una experiencia; de esta manera, es posible profundizar en el estudio de los sujetos que las elaboraron y de los contextos en los que fueron concebidas; también, de los espacios en los que fueron recepcionadas y apropiadas. Haciendo uso de las herramientas y propuestas de la historia intelectual, tal como la desarrollan historiadores como Horacio Tarcus (2018), así como de la nueva historia política (Moyano, 2020), por ejemplo, se abre la posibilidad de ampliar el concepto clásico de intelectual, incorporando a la consideración a aquellos que, no teniendo la función social específica de intelectual, también elaboraron pensamiento, difundieron conceptos y fueron creadores de cuerpos teóricos reconocidos. Esta consideración es especialmente importante en el estudio de las ideas de izquierda, ya que muchos de los sujetos centrales en la creación de pensamiento de este sector, fueron militantes o pensadores comprometidos, pero no necesariamente académicos, investigadores o escritores de profesión. Asumiendo las definiciones de Gramsci, esta propuesta de análisis tiene sentido. No obstante, abordar el estudio de los intelectuales de izquierda desde la perspectiva gramsciana para llegar a las ideas de una época, implica tensionar la perspectiva liberal del intelectual, aquella surgida con el caso Dreyfus y en el que se presenta a estos actores alejado de los intereses particulares e instrumentales de los partidos políticos (Lozoya, 2020).
Respecto a lo que consideramos “las ideas”, la propuesta es ampliar la definición de estas y abocarnos al estudio de los pensamientos sistemáticos elaborados por las izquierdas durante el siglo XX. Esto implica que no solo serán objeto de interés aquellas ideas que se han traducido en publicación de libros o tratados, sino también las propuestas políticas. Así, documentos internos de los partidos, manifiestos públicos, propaganda y autobiografías serán parte de los registros a analizar para reconocer categorías, argumentos, lógicas discursivas y contenidos filosóficos originales o reinventados en el proceso de recepción.
La ampliación del objeto de estudio de lo que fue la clásica historia de las ideas y de los registros para llegar a ellas nos permite ampliar la mirada hacia las organizaciones políticas de izquierda y analizarlas como espacios de creación, recepción y circulación de ideas, reconociéndolas no solo por su eficacia para la acción política, sino también en el sentido que tuvieron en el contexto específico en el que fueron enunciadas. Así, y en esta perspectiva, la relevancia que adquiere el contexto de enunciación y la valoración de la recepción nos permite evitar quedarnos en los juicios tradicionales sobre la lectura correcta o incorrecta de las doctrinas que se han hecho sobre el pensamiento elaborado por los partidos políticos en esta labor, los importantes estudios realizados por Horacio Tarcus sobre la recepción del marxismo en Argentina (Tarcus, 2013) y de Massardo sobre Gramsci en Chile (Massardo, 2012) indican el camino, evidenciando que la recepción es activa y creadora; desde esta perspectiva, es inadecuado hablar de lecturas correctas, fieles o de traición a la letra original.
En el caso de las organizaciones de izquierda, la vinculación a la doctrina y directrices políticas internacionales ha generado simplificaciones respecto a su pensamiento y acción. Desde esta propuesta, se llama a ver al Partido Comunista de Chile, por ejemplo, más allá de su papel como mero reproductor del marxismo soviético y de los mandatos del comunismo internacional: siguiendo la línea de lo escrito por Rolando Álvarez (2020), pese a la adscripción leal de los PC latinoamericanos a las directrices internacionalistas, podemos reconocer grados de autonomía y creación local.
En la misma línea, cabe analizar la nueva izquierda más allá de la relación con Cuba y sobrepasando la definición de foquista o guevarista y evidenciando, a la vez, que las diferencias con la izquierda tradicional no pasaron solamente por el uso o no de las armas. En definitiva, se trata de superar la consideración de los partidos de la vieja y nueva izquierda como filiales locales del marxismo leninismo para dar paso a un análisis de las discusiones y propuestas como creación a partir de la recepción de principios que tuvieron eco universal, pero que fueron leídos en cada contexto, en cada sociedad, siendo resignificados por cada organización política.
Finalmente, atendiendo al principio según el cual las ideas no están separadas de la realidad concreta sino que son parte de ella, es importante indagar en cuáles fueron los contextos, los sujetos y las experiencias que las tensionaron; ello conduce a observar de qué formas esas ideas políticas sofisticadas y complejas, provenientes de aquellos que cumplen la función social de intelectual, se leen y resignifican para la acción. En definitiva, cuál es la relación entre intelectuales de izquierda y partidos y organizaciones de izquierda.
Al evidenciar que hay un contexto que lo reclama y un desarrollo disciplinario que lo posibilita, hemos argumentado por qué es posible volver sobre las ideas de izquierda. Así, hemos respondido al primero de los interrogantes planteados. Nos queda resolver el para qué. En relación con ello, aparecen algunas ideas emanadas de nuestra más reciente experiencia de protesta social en Chile donde, a pesar del discurso de rechazo a las organizaciones partidarias y de reiteración de la consigna que indica que las demandas “no son de izquierda ni de derecha”, se hizo evidente el arraigo que han tenido algunas reivindicaciones históricas y elementos identitarios de la izquierda, las que, pese a la derrota política asestada por el golpe militar de Pinochet en 1973, siguen estando presentes. Existe una memoria de la protesta y una memoria de la cultura que se ha transmitido y que adquirió sentido y forma en este último episodio de revuelta social. De este modo, indagar sobre esas ideas nos permite, a la vez que mirar el pasado, buscar horizontes de transformación.
Esta aproximación a las ideas de izquierda puede parecer no del todo novedosa, ya que la experiencia chilena ‒tanto la de la Unidad Popular como la de la dictadura militar‒ ha generado gran interés, no solo entre historiadores locales, sino además entre especialistas de muchas partes del mundo. No obstante, y pese a “lo fuera de moda” que parezcan los estudios desde posiciones políticas declaradas, es relevante disciplinar y políticamente analizar y evaluar la trayectoria del pensamiento de las izquierdas desde las concepciones generales de la propia izquierda y actualizar la propuesta.
La actualización de una propuesta latinoamericana de humanización, como señalábamos en un inicio, se hace evidente y necesaria, lo que implica ‒retomando a Roig‒ no desechar simplemente las propuestas que emergieron en el siglo XX local, como la teoría de la dependencia o la línea del liberacionismo (Devés, 2003). Significa discutir y actualizar las categorías y las dinámicas de la dialéctica de la lucha de clases, las pertinentes y siempre actuales concepciones gramscianas, especialmente la de hegemonía, el principio de totalidad desarrollado por Lúkacs y revisar los componentes de la cultura residual, emergente y la contracultura de la que hablaba Raymond Williams.
Volver sobre las ideas de izquierda nos puede permitir discutir con profundidad la existencia o no de una Nueva Izquierda (Acha, 2014) y, reconociendo las diferencias entre campo político y campo intelectual, pero también sus vinculaciones, abordar dos problemas fundamentales como son la distancia entre la formulación de análisis y propuestas y la práctica política y, a la luz de la crisis actual, la cuestión de la existencia (o no) de intelectuales de izquierda hoy en América Latina.
http://www.wirapuru.cl/images/pdf/2020/2/art08_81-86.pdf (pdf)