Reseñas
![]() | Biagini Hugo E.. Fragmentaria. Entrevistas, prólogos y reseñas (1969-2019). 2019. Buenos Aires. CECIES. 279pp. |
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Biagini, Hugo E., Fragmentaria. Entrevistas, prólogos y reseñas (1969-2019), (Prefacio de Hugo Chumbita). Buenos Aires: CECIES, 2019 [Libro Digital], 279 págs.
Hugo Edgardo Biagini, filósofo, investigador, profesor y editor argentino, emérito del CONICET y de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, reúne en Fragmentaria un conjunto de escritos que permiten jalonar su extenso itinerario intelectual, resumiendo medio siglo de “trabajo corpuscular”. El libro fue editado por el autor desde el Centro de Pensamiento Alternativo Latinoamericano junto al repertorio digital del Centro de Educación, Ciencia y Sociedad (CECIES), contando con el aval de la Asociación Iberoamericana de Filosofía Práctica, el Corredor de las Ideas del Cono Sur, el Proyecto Ensayo Hispánico, y las revistas Le Monde Diplomatique (Chile), SOLAR (Perú) y Utopía & Praxis Latinoamericana (Venezuela), entre otras entidades y publicaciones culturales y académicas.
Biagini organizó su libro en tres secciones ya anunciadas en el subtítulo: entrevistas concedidas, prólogos a terceros y recensiones. La primera cubre un período que va de 1986 a 2018; la segunda, de 1985 a 2019. La más extensa, cronológicamente, es la tercera sección, que arranca en 1969 y culmina en 2017. Estas tres partes vienen precedidas de un Prefacio de Hugo Chumbita y de un “Deslinde” o nota introductoria del propio autor. Cierra el texto un Índice de Autores. La obra supone un trabajo de selección y reorganización de un copioso material primario, puesto que la producción original de Biagini comprende una prolífica labor como prologuista, ponente, conferencista y formador de opinión política. Semejante producción escrita y oral excede largamente el corpus textual presentado. No obstante este presumible límite editorial, la muestra es suficientemente representativa de sus esfuerzos filosóficos e historiográficos.
Cabe destacar, en la parte dedicada a las entrevistas, el rol difusor que supiera asumir el autor en el espacio público argentino y del Cono Sur, correlato político-ideológico, a su vez, de un bien asentado afán pedagógico. En la andadura de este siglo, nuestro autor va ahondando un vuelco cada vez más pronunciado hacia la intervención crítica en la esfera pública. Prueba de ello son las respuestas brindadas en suplementos culturales de la prensa periódica: Página 12, Clarín, La nación y Puntal (Córdoba) en la Argentina, Correo Semanal y Última Hora en Asunción del Paraguay, Le Monde Diplomatique en Chile, O Diario y Correio do Povo en Brasil. Desde un punto de vista programático, pues, la sección dedicada a los reportajes es la que mejor transmite el ideario filosófico-político del propio autor.
En síntesis, la publicación de Fragmentaria es una empresa que merece una valoración especial por un doble motivo. De un lado, debido a que revela las grandes obsesiones temáticas y axiológicas del autor: el problema identitario, la historia de las ideas y la filosofía latinoamericana, democracia y derechos y humanos, utopía y distopía, congresos educativos, juvenilismo y movimientos estudiantiles y desde luego, la Reforma universitaria, una de sus líneas de trabajo más prominentes. Del otro lado, porque da cuenta de dos invenciones categoriales acuñadas en coautoría con Arturo Roig y Diego Fernández Peychaux, respectivamente: pensamiento alternativo y neuroliberalismo. Esta sagaz invención terminológica –“neuroliberalismo”– denota una ideología posesiva y ultraindividualista desde la cual se arriba por un misterio casi divino al bienestar universal, mientras se enmascara la distancia entre menesterosos y potentados, entre ecología y desastre ambiental. Esta noción denuncia un perverso enemigo del ser humano y la naturaleza: el neoliberalismo.
Por razones de espacio, sólo nos detendremos brevemente en el primer concepto –“pensamiento alternativo”– pues comporta un proyecto teórico-práctico colectivo, en general, y una de las contribuciones medulares de nuestro autor, en particular. La idea de pensamiento alternativo, que preconiza modelos de autodeterminación democrática para la etapa posneoliberal, constituye un planteamiento que impugna el postulado de la neutralidad axiológica y la prescindencia afectiva del investigador, así como las fuertes dicotomías elitistas –cristianos o infieles, civilizados o bárbaros, racionalidad nordatlántica o impulsividad meridional–, encubiertas bajo el principio weberiano del juicio libre de valor. Como vocero filosófico de los sectores sumergidos, el Pensamiento Alternativo –corporizando laicamente la esperanza redentora y aguijoneando como tábano la función utópica–, disuelve analíticamente esas cristalizadas antinomias opresivas, comprometiéndose con las afirmaciones identitarias y las prácticas de contrapoder. Enfrenta así el adoctrinamiento capitalista, la modernización excluyente y lo políticamente correcto, en vistas de una profundización y radicalización del ideal democrático participativo. Con este propósito, el Diccionario del Pensamiento Alternativo y su Adenda hospedan un amplio repertorio lexicográfico-conceptual ad hoc: alteridad, asambleísmo, espacio público, multiculturalismo, negritud, neoindigenismo, pedagogía crítica, presupuesto participativo, resistencia, sinergia social, transfronterización y otros términos disruptivos. En su condición de programa de investigación en curso, el Pensamiento Alternativo se ha desarrollado vertiginosamente al ritmo irruptor de distintas organizaciones y actores, conforme a su prédica y fomento de otras formas de mundialización. Por lo que respecta a la estructura argumentativa de su “rearme categorial” interdisciplinar –científica, terapéutica, humanística y social– exhibe una disposición epistémica tridimensional: a) designa las actitudes contestatarias, b) resemantiza las postulaciones reformistas propiciadoras de cambios evolutivos, y c) recupera las experiencias transformadoras impulsadas por la idea de un nuevo mundo, hombre o sociedad.
Mientras tanto, parece apropiado recordar que, en este libro, el plexo de entrevistas permite apreciar la originalidad del aporte filosófico-historiográfico del autor. Uno de los ejes centrales de su enfoque hermenéutico lo representa la noción de “juvenilismo”. Se trata de una reconstrucción categorial a posteriori de sus señeros estudios sobre el reformismo universitario, expandida en las múltiples direcciones de resistencia al poder y su moralidad de la protesta. La tesis básica surge de constatar que el movimiento reformista y su innovadora concepción sobre la universidad y la juventud confluyeron en una “epistemología originaria”, capaz de revertir la primacía doctrinaria del Norte sobre el Sur. El proyecto de los jóvenes reformistas es remitido por el autor a las transformaciones literarias del modernismo y las posteriores manifestaciones disruptivas del realismo mágico, las teorías liberacionistas, el propio pensamiento alternativo, la desglobalización y las políticas posneoliberales que ha seguido el bloque progresista del Cono Sur. Con ello Biagini recupera, a nivel filosófico-antropológico, lo que denomina una “épica etaria”. Por encima de toda tentación esencialista, esta postulación antropológica procura visibilizar las capas de la humanidad postergadas bajo el imperio de la globalización neoliberal: mujeres, indios y afro-descendientes, junto a todo otro sector identitariamente excluido, como el mismo proletariado, en pos de un activismo policlasista, deliberativo, frentista y popular.
No debe perderse de vista, al respecto, que para Biagini lo político define una de las dimensiones más fundantes de la vida humana. Considera que en el auroral siglo XXI y su “hora americana”, es nuevamente el mismo pueblo o el cuerpo social en su conjunto el que está recobrando, dentro de un largo interregno primaveral, un poder de convocatoria decisivo, propio de las verdaderas democracias de masas. Las incipientes –y amenazadas– experiencias de socialismo democrático latinoamericano (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil, Uruguay, Argentina, cuyas modalidades no se reducirían a un mero neopopulismo desarrollista) con sus consiguientes avances y retrocesos, exteriorizan la viabilidad de una de nuestras mayores utopías: la de la unidad continental. Perseverante anhelo nuestroamericano que irrumpe con las guerras independentistas y que recién hoy llega a institucionalizarse, a través de grandes alianzas regionales autónomas y más allá de contrapropuestas disolventes como la del Pacífico. Lo que agita la comprensión de Hugo Biagini es un cambio de época que es más que una época de cambios. En la persecución de esta aspiración no académica confía que sea el pueblo en las calles (las movilizaciones juveniles de 2019 en Chile no hicieron más que confirmar sus hipótesis sociopolíticas más caras) el acontecer epocal que indique el rumbo del quehacer filosófico latinoamericanista. Metodológicamente, este historiador militante entabla la pretensión de indagar archivísticamente el subsuelo de la pesquisa testimonial y de las fuentes primarias donde se trasunta la ideología juvenilista, para deducir su correspondiente cosmovisión del devenir histórico y social. Nuestro autor afirma que la perspectiva de la juventud como un factor protagónico de quiebre y de cambio aparece tanto empíricamente, en su propio accionar discursivo, como a través de una dilatada serie de expositores de varias latitudes, que empiezan a converger hacia el Novecientos y fluyen o refluyen durante el siglo XX hasta nuestros días.
La sección consagrada a los prólogos cubre un amplio espectro de autores, tanto de obras individuales como colectivas, concentrándose mayoritariamente en el presente siglo, tras algunos precedentes de los años ochenta y noventa. Esta parte del libro ocupa poco más de una veintena de páginas, y se destaca por la concisión y claridad que define el estilo prologuista de Hugo Biagini. Uno de los hilos conductores temáticos que descifra el autor en sus proemios es el problema de la función y el lugar de las generaciones de intelectuales de nuestra región en el horizonte práctico de formación de la praxis cívica, rastreando esta incidencia tanto en el sujeto como en el objeto de conocimiento.
No está de más advertir que la sección que contiene las reseñas es la más extensa del libro. En esta tercera parte asistimos, si se pudiera decir así, a un índice hemerográfico de la generosidad exegética en que se ha prodigado nuestro autor con colegas locales y del exterior, no sólo en publicaciones académicas sino –como indicáramos– también culturales y educativas, especialmente en el último tramo de su carrera. Desde una perspectiva académica, es destacable la asiduidad con la que fue solicitado en dos connotadas publicaciones: Cuadernos de Filosofía (fundada por Carlos Astrada) de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (1969, 1972, 1975-1977, 1994), y Revista de Estudios Políticos, del Centro de Estudios Constitucionales de Madrid (1972-1973, 1975, 1977).
Precisión, mesura, erudición y ecuanimidad son las virtudes que cultiva Biagini como comentarista bibliográfico, sin subordinar la originalidad o singularidad de una obra a un criterio o parámetro dado de antemano. Un motivo adicional, no menos importante, reside justamente en que así se nos preserva de ciertas imposturas del pólemos academicista (antes que de la cultura académica en sí), tales como el afectado rigor de la evaluación despiadada o el airado talante de superioridad teórica que asolan muchas publicaciones periódicas actuales. Las reseñas de Biagini, sin privarse de distanciamientos ni objeciones, rehúsan desautorizar agresivamente posturas rivales tanto como legitimar complacientemente grupos endogámicos, tácticas orientadas a sentar jerarquías y promover o invalidar nombres antes que reglas de un ethos de honestidad intelectual y seriedad científica. Las sosegadas recensiones de Biagini son calibrados ensayos de tolerancia en la disidencia. Rostros prosódicos de un humanismo concreto, proyectado ético-políticamente hacia una confraternidad hermenéutica regional, o siquiera, a la coexistencia respetuosa entre posiciones metodológicas, conceptuales y disciplinares discrepantes. De ahí que sus interpretaciones sobre terceros, jamás concesivas, prescindan de todo elitismo del saber y renieguen de las supremacías propias de los “giros” del momento. Con sus bien temperadas ponderaciones, nuestro autor va colocando, cual paciente ingeniero de caminos, hitos y mojones en las trazas abiertas de una diversidad intelectual no del todo hegemonizada ni homogeneizada (a expensas de ciertas voluntades de poder epistémico) que escorzan el espacio compartimentado, pero al cabo poroso, del ámbito filosófico e historiográfico latinoamericano. Se trata de un temple moral –cultor, no demasiado secretamente, de una jovial jocosidad nietzscheana– que en un plano pragmático-textual y geopolítico pretende activar y desplegar las implicancias performativas de la constitución de una comunidad de pensamiento iberoamericano utópicamente regulada y emancipatoriamente intencionada.
Autor escasamente visualizado por ciertos paradigmas historiográficos rivales, este libro de Biagini es una buena oportunidad para que nuevas generaciones de investigadores accedan al legado vivo de uno de nuestros mayores investigadores filosóficos, a través de un conjunto de escritos contextuales que oscilan sincrónicamente como las agujas de un sismógrafo semántico de las temporalidades ideológicas y lingüístico-políticas que va surcando diacrónicamente. Sus mejores momentos son aquellos en los que el autor logra transmitir su ética intelectual junto a los grandes desafíos del presente que impulsan y desvelan su dilatada y eminente obra. Si bien el libro deja al lector a la espera de una ampliación posterior, cumple cabalmente con el objetivo de exponer la ingente tarea reflexiva y crítica de toda una vida.
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