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Bustelo, Natalia y Lucas Domínguez Rubio (comps.) (2021). Carlos Astrada. Textos de juventud: de la revolución universitaria a la vanguardia filosófica 1916-1927. Buenos Aires: CeDInCI, 2021 (449 pp.). Con un Estudio preliminar a cargo de lxs compiladores.
Hugo E. Biagini
Hugo E. Biagini
Bustelo, Natalia y Lucas Domínguez Rubio (comps.) (2021). Carlos Astrada. Textos de juventud: de la revolución universitaria a la vanguardia filosófica 1916-1927. Buenos Aires: CeDInCI, 2021 (449 pp.). Con un Estudio preliminar a cargo de lxs compiladores.
Wirapuru Revista Latinoamericana de Estudios de las Ideas, núm. 3, pp. 1-4, 2021
Ariadna Ediciones
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Reseñas

Bustelo, Natalia y Lucas Domínguez Rubio (comps.) (2021). Carlos Astrada. Textos de juventud: de la revolución universitaria a la vanguardia filosófica 1916-1927. Buenos Aires: CeDInCI, 2021 (449 pp.). Con un Estudio preliminar a cargo de lxs compiladores.

Hugo E. Biagini*
Wirapuru Revista Latinoamericana de Estudios de las Ideas, núm. 3, pp. 1-4, 2021
Ariadna Ediciones
Bustelo Natalia, Domínguez Rubio Lucas. Carlos Astrada. Textos de juventud: de la revolución universitaria a la vanguardia filosófica 1916-1927.. 2021. Buenos Aires. CeDInCI. Bustelo, Natalia y Lucas Domínguez Rubio (comps.) (2021). Carlos Astrada. Textos de juventud: de la revolución universitaria a la vanguardia filosófica 1916-1927. Buenos Aires: CeDInCI, 2021 (449 pp.). Con un Estudio preliminar a cargo de lxs compiladores.pp.

Merced a los buenos oficios de los plasmadores de esta nueva obra, Natalia Bustelo y Lucas Domínguez Rubio, hemos querido reunirnos en el ciberespacio durante otro 15 de junio para conmemorar a un reformista de la primera hora como fue Carlos Astrada y de paso evocar, también, al mismo Grito de Córdoba, cuyo célebre estallido, en 1918, iba a adquirir un alcance continental, siendo oficialmente reconocido, casi de inmediato, como el Día de la Nueva Universidad durante la clausura del Primer Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios.1

En las actas impresas de ese encuentro puede leerse el texto de la consiguiente resolución: “Celébrase en todas las federaciones locales, el día 15 de junio, fecha del advenimiento de la nueva universidad”. Dicha resolución, aclamada por los miembros del magno encuentro, estuvo a cargo de los catorce representantes estudiantiles que la impulsaron, según consta en una fotografía disponible del acta correspondiente.2

El histórico 15 de junio de 1918 iba a culminar hacia medianoche, con el telegrama que Enrique Barros, presidente de la FUC (Federación Universitaria de Córdoba) enviara a su homólogo de la Federación Universitaria Argentina (Osvaldo Loudet), para oponerse al forzado desconocimiento de las reivindicaciones estudiantiles y a la necesidad de sostener frente a ello varias cuestiones primordiales: declarar “la revolución universitaria”, decretar una huelga general y proclamar aquello que denominaban “una cosa estupenda” para Córdoba, esa “ciudad del medievo: el advenimiento del año 1918 como un tránsito esperanzador.3

El enjundioso estudio preliminar que abre el libro reseñado representa una gran vuelta de tuerca en la exégesis académica sobre el Astrada juvenil,4 cuya magnitud podríamos asociarla con la siguiente anécdota personal: una vez que fui a reunirme en los años 70 con el gran Silvio Frondizi –porque estaba elaborando mi tesis doctoral y él había trabajado en un tema afín para su graduación unos treinta años antes– nos ocupamos de aludir a la enorme desproporción de medios técnicos que existían entre su época y la mía. ¿Cuántas cosas más estaríamos en condición de añadir en tal sentido si –frente a aquellos panoramas operativos– sopesáramos la multitud de recursos indagatorios hoy existentes y la magistral implementación que han podido hacer de ellos esos dos entusiastas colegas para dar cuenta de su cometido hermenéutico?

Si nos metiéramos de lleno en la atmósfera intelectual que enmarcó los textos recopilados, nos encontraríamos con que uno de los mayores cargos levantados por la reacción contra la causa reformista partió del supuesto hecho de que aquélla estuvo compuesta por un movimiento comandado y protagonizado por sujetos imberbes, agitadores belicosos y contradictorios que dieron lugar a magras resultantes propositivas, carentes de sentido y desgajadas de la realidad. Tales presuposiciones no solo sirvieron para descartar la participación de la juventud en la política universitaria sino también para someter a los estudiantes y a sus organizaciones a toda clase de reprimendas: desde amonestaciones, suspensiones expulsiones y clausuras a deportaciones y ajusticiamientos, como fue inicialmente el caso de Chile, Perú o Bolivia, mientras que países como Argentina y Uruguay vivieron situaciones represivas y persecutorias a posteriori, durante sus primeros gobiernos de facto y después.

Sin embargo, lejos de estar constituido por seres desatados y despreciables, por una “banda de extraviados y agitadores anárquicos”,5 el movimiento universitario nuestroamericano hizo gala de una fecunda producción: con la implementación de piezas de circunstancias y un arsenal de lecturas, proclamas, llamamientos, discursos, grafitti y manifiestos, pero también con mucho de poesía, disertaciones, piezas teatrales y una sucesión de convenios internacionales. Tampoco se halla ausente de ese escenario ilustrado la polémica de alto nivel, como la que llegó a sostener tempranamente nuestro protagonista filósofo cordobés, Carlos Astrada, casi un imberbe, con una figura encumbrada como fue la del filólogo Matías Calandrelli, polémica en la cual no dejó de intervenir con su propia pluma el mismísimo Ingenieros. Se trata de una controversia felizmente incorporada al libro organizado por Bustelo y Domínguez que estamos comentando.6

Hemos de detenernos ahora en el trabajo inicial de Astrada en torno a la Reforma, titulado “La conmemoración de la revolución universitaria: la fiesta del Rivera Indarte”.7 Esa pieza, prácticamente inédita, dado lo soterrado de su publicación original, fue expuesta al principio en un entorno teatral y ha sido precursora de los discursos reformistas públicos de factura erudita, antes de que salieran a la palestra con sus análisis las mismas figuras consulares de la Reforma, como Saúl Taborda o el propio Deodoro Roca.

Intercalando una docena de fuentes o referencias autorales ad hoc en un acotado texto combativo, nuestro expositor (Astrada) marcó un parteaguas temático con el estallido de la Reforma. Antes de ese acontecimiento celebratorio había que aludir, para la óptica temprana de Astrada, a una época monacal y dependiente, exenta de inquietudes y heroísmos, con dioses aletargados y leyes moribundas. Por otra parte, en relativa consonancia con lo estipulado por el manifiesto inaugural, se hacía hincapié allí a la emergencia de una “hora histórica” y una “nueva humanidad, con “insospechadas realidades”, alentadas por los ideales y el sustrato de la rebeldía y el amor. Los pueblos y las fuerzas juveniles, en pos de acceder a un auténtico patriotismo, irrumpen en ese cuadro munidos de una inquebrantable voluntad de liberación para combatir el peso aplastante de la organización económico-industrial propia de la sociedad capitalista.

Varios años después de haber pronunciado ese discurso, Astrada acompaña la azarosa gestión de su amigo Saúl Taborda al frente del renovado Colegio Nacional de La Plata, tras el empeñoso triunfo del movimiento estudiantil reformista platense.8 En ese momento, Astrada ocupa la cátedra de Psicología, cuyo dictado y contenido programático sería un buen motivo para investigar ocasionalmente, por más que la tenencia de esa asignatura haya durado apenas unos meses debido a la expulsión que sufrió todo el elenco tabordiano del citado establecimiento. Recalcamos que esa experiencia –frustrada por razones de política universitaria– no dejaría de resultar atractiva para su profundización, como las que habría de protagonizar ulteriormente el propio Astrada en su ejercicio ulterior de la docencia.

El segundo texto orgánico en torno a la Reforma Universitaria escrito por Carlos Astrada y recuperado por Bustelo y Domínguez lleva un título complejo: “Nuestro Kulturkampf. Perspectivas de la Reforma Universitaria –Una ortodoxia sin fe– La Arcadia prehistórica”.9 Se trata de una conferencia brindada por el mismo Astrada en la Facultad de Derecho de su provincia y que aparecerá en varias fuentes iniciales.10

Allí Astrada vuelve a contraponer los dos modelos universitarios en pugna. Al primero, que tilda de prehistórico, lo hace remontar a la casa por entonces trisecular de Trejo y lo asocia con diferentes expresiones de la Córdoba católica, el pseudo-misticismo y, paradójicamente, a una teología antireligiosa, manejada por ampulosos oradores y doctores puntillosos. Destacando los avances en materia de justicia social que se había entonces emprendido con el advenimiento de la Unión Soviética, Astrada reconoce el combate por la libertad espiritual y el desarrollo científico que trajo consigo el movimiento del año 18, calificado por el propio Astrada como “nuestro Kulturkampf”, sin dejar igualmente de defender al mismo “sentimiento religioso en su pureza”.11

Entre la nómina de autores que Astrada trae a colación figuran San Agustín, Nicolás de Cusa, Condorcet, John Stuart Mill, Michelet, Rodolfo Virchow, Edgar Quinet, Edward von Hartmann, Eloy André y Émile Boutroux e, incluso, dos colegas suyos de extramuros que convergieron en el ejercicio de la cátedra y hacia los cuales Astrada guardaba una especial devoción: Georg Nicolai y Werner Goldschmidt.

Dejamos muy atrás esa peculiar atmósfera astradiana de vitalismo libertario, apenas barruntada por Guillermo David en su ya clásico libro de cabecera y desplegada a ultranza por nuestros jóvenes estudiosos: Natalia y Lucas.

Quiero cerrar mi presentación evocando, una vez más, una vivencia alusiva que me tocó experimentar. Una noche, en casa de Oscar Masotta, siendo estudiantes de Filo en Buenos Aires, nos encontramos con un pensador que en un santiamén había pasado del entronizamiento a la proscripción. Se trataba nada menos que del mismísimo Carlos Astrada, a quien oímos exponer como si nos hallásemos en las catacumbas o en una sesión de espiritismo frente al mismo oráculo de Delfos redivivo…

Material suplementario
Notas
Notas
1 Gabriel Del Mazo (comp.) (1927). La Reforma Universitaria, Buenos Aires: Facultad de Medicina, tomo III, pp. 207-208.
2 Entre las firmas suscritas que acompañan al documento puede localizarse la del significativo dirigente litoraleño Pablo Vrillaud, aunque su nombre fue omitido del listado de participantes, según la última edición de La Reforma Universitaria publicada por Del Mazo (Lima, Universidad de San Marcos, 1967, Tomo I, foto previa a la p. 65.
3 Gabriel Del Mazo (compilación y notas) (1967). La Reforma Universitaria. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Tomo I, “El movimiento argentino”, p. 40.
4 En la obra comentada, pp. 11-126.
5 Según sentenciaba la prensa conservadora de aquel entonces, como el diario La Nación, y lo recogía Gabriel Del Mazo en la primera de sus compilaciones a La Reforma Universitaria. Documentos relativos al movimiento estudiantil en La Plata (1919-1920), Federación Universitaria de Buenos Aires, tomo IV, p. 226).
6 Tuvimos ocasión de aludir por primera vez a esta experiencia intelectual de Astrada en: Hugo Biagini (1985), Panorama filosófico argentino, Buenos Aires: EUdeBA, p. 63; y, más tarde, en un video sobre Astrada (“El filósofo Carlos Astrada”), producido junto a la Secretaría de Cultura de la Nación (que integró una serie de videos sobre pensadores argentinos, como José Ingenieros, Alejandro Korn y Francisco Romero). Véase https://www.youtube.com/watch?v=IRnu02PA0m4
7 Fue publicado primero en La Voz de Interior, 19/06/1919, y se reprodujo como “En esta hora que vivimos” por la Revista del Centro de Estudiantes de Derecho, núm. 1, Córdoba, agosto 1919. Integra el libro editado por Bustelo y Domínguez Rubio: pp. 205-211.
8 Sobre la atmósfera que imperó durante la huelga platense y el recambio reformista, pueden consultarse dos obras también citadas por Bustelo y Domínguez: H. E. Biagini (2012), La contracultura juvenil. De la emancipación a los indignados, Buenos Aires: Capital Intelectual, así como la compilación La Universidad de La Plata y el movimiento estudiantil desde sus orígenes a 1930, La Plata: UNLP (2da. ed. de 2001).
9 En la obra comentada, pp. 212-223.
10 En las siguientes publicaciones periódicas: La Voz del Interior, 8 y 9 de junio de 1922 y en este mismo año en la Revista de Derecho y Ciencias Sociales de la UNC, núm. 11, del mismo año.
11 En la obra comentada, pp. 216 y 218.
Notas de autor
* Versión revisada de las palabras pronunciadas por Hugo E. Biagini el 15 de junio de 2021 durante la presentación de la obra.
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