Resumen: El artículo se propone dar cuenta de tres vías para el análisis de procesos históricos y sociales relacionados con la caracterización y reconstrucción de trayectorias que permitan comprender la relación entre el campo científico y los agentes políticos y económicos, particularmente en Argentina y Brasil durante la década de 1990. Las transformaciones sociales, políticas y culturales que impuso el neoliberalismo plantean la necesidad de explorar y ampliar el corpus teórico para poder llegar con mayor precisión al entramado de instituciones y agentes que conforman los campos en estudio. A tal fin, se analizan los aportes de la sociología reflexiva, la sociología histórica de América latina y los estudios sociales de la ciencia, tecnología y sociedad a la caracterización de dicho problema.
Palabras clave:campo científicocampo científico,estudios sociales de la cienciaestudios sociales de la ciencia,tecnología y sociedadtecnología y sociedad,sociología histórica de América Latinasociología histórica de América Latina,neoliberalismoneoliberalismo.
Abstract: This article aims to provide an account of three ways of analysing historical and social processes related to the characterisation and reconstruction of trajectories that allow us to understand the relationship between the scientific field and political and economic agents, particularly in Argentina and Brazil during the 1990s. The social, political and cultural transformations imposed by neoliberalism make it necessary to explore and expand the theoretical corpus in order to reach with greater precision the network of institutions and agents that make up the fields under study. For this purpose, the contributions of reflexive sociology, the historical sociology of Latin America and the social studies of science, technology and society to the characterisation of this problem are analysed.
Keywords: scientific field, social studies of science, technology and society, historical sociology of Latin America, neoliberalism.
Artículos
Campo científico y agentes políticos y económicos en Brasil y Argentina durante el neoliberalismo. Aproximaciones teóricas
Scientific field and political and economic agents in Brazil and Argentina during neoliberalism. Theoretical approaches
Recepción: 01 Septiembre 2021
Aprobación: 26 Noviembre 2021
El artículo se propone dar cuenta de tres vías para el análisis de procesos históricos y sociales relacionados con la caracterización y reconstrucción de trayectorias que permitan comprender la relación entre el campo científico y los agentes políticos y económicos en Argentina y Brasil. Las transformaciones sociales, políticas y culturales que impuso el neoliberalismo hacia principios de la década de 1990 plantean la necesidad de explorar y ampliar el corpus teórico para poder llegar con mayor precisión al entramado de instituciones y agentes que conforman los campos en estudio. En este sentido, el artículo se propone realizar un recorrido por la articulación critica de tres corrientes teóricas que permitan estudiar las características comunes y las inherentes a cada caso de estudio.
La investigación que da marco al desarrollo del artículo estudia desde la sociología histórica comparativa de América Latina la composición y los tipos de organización del campo científico y la relación con el campo político durante los gobiernos de Fernando Collor de Mello en Brasil (1990-1992) y Carlos Menem en Argentina (1996-1999). Los casos seleccionados permiten evidenciar dos formas distintas de vinculación entre el campo científico y los agentes políticos y económicos teniendo en cuenta las siguientes consideraciones que cobran relevancia en los casos nacionales seleccionados: mientras que en Brasil se produjo una vinculación estrecha de los agentes políticos y económicos con el campo político durante la presidencia de Fernando Collor de Mello (1990-1992), en Argentina se expresaron relaciones conflictivas con los agentes políticos y económicos, lo que condujo a los agentes del campo científico a posiciones contrarias a las políticas del gobierno de Carlos Menem (1996-1999).
La consideración de las amplias diferencias que presentan ambos casos permite reconstruir de forma acabada las condiciones sociohistóricas de creación y funcionamiento de los campos científicos. Tilly (1991) señala que indagar de forma comparativa identificando las diferencias entre los casos permite establecer el carácter e intensidad de un fenómeno mediante el examen de sus particularidades. La investigación se inscribe, así, en la perspectiva de la sociología histórica comparativa de América Latina y recoge los aportes de los estudios sociales de la ciencia, la tecnología y sociedad (estudios CTS) y de la sociología reflexiva con el objetivo de problematizar las relaciones entre el campo científico con los agentes políticos y económicos durante el neoliberalismo.
Entre los años 1989 y 2001, en Argentina, y 1990 y 2003, en Brasil, el proceso de reestructuración económica neoliberal viabilizado a partir de la internacionalización financiera y la extranjerización del capital local condicionó los grados de autonomía de las políticas públicas, al tiempo que las crisis fiscales y el peso de la deuda externa condujeron a la reconfiguración institucional del Estado. El ámbito de la ciencia y la tecnología, que durante décadas anteriores había sido parte del esfuerzo público por la construcción de capacidades en las universidades, institutos de investigación y la industria, sufrieron el embate del cambio de orientación y filosofía (Vessuri, 2007). Este contexto fue acompañado por la incorporación de agentes del poder económico en estructuras clave del Estado que se constituyeron en actores clave para el diseño y ejecución de políticas de Estado a partir de sus relaciones con el campo político (de Souza Lima, 2011; Nercesian y Cassaglia, 2019).
En referencia al estudio del campo científico en Argentina y Brasil, son abundantes los aportes provenientes de las investigaciones en el campo de los estudios CTS que permiten reconstruir los espacios institucionales y las políticas desarrolladas en el sector. Su origen remonta a las investigaciones pioneras de los equipos dirigidos por Kreimer (Universidad Nacional de Quilmes, Argentina) y Albornoz (Organización de Estados Iberoamericanos) y a diversos estudios acerca de la problemática en Brasil (Dias, 2009; Balbachevsky, 2010; Dagnino, 2007; Guimarães, 1993; Schwartzman, 1989; Schwartzman, Krieger, Galembeck, Guimarães, y Bertero, 1995), y en Argentina (Albornoz y Gordon, 2011; Emiliozzi, 2011; Gordon, 2013; Kreimer, 2015; Roca y Versino, 2009) y a nivel regional (Vessuri, 2007). Este conjunto de trabajos se centra en analizar la problemática de las políticas en ciencia y tecnología desde el punto de vista de las transformaciones institucionales y su impacto en la sociedad (Salomon, 2008; Vessuri, 2007) y permiten reconstruir la dinámica propia del diseño y ejecución de las políticas del área.
Por otro lado, se han retomado las contribuciones de Feld (2015), Gordon (2013, 2018), Unzué y Emiliozzi (2013) quienes desde la perspectiva comparada analizan la historia institucional de las políticas en ciencia, tecnología y universidad con el propósito de caracterizar el proceso de conformación de las universidades y las instituciones científicas en ambos países y el análisis de las políticas en ciencia y tecnología. A ellos se suman los estudios que componen el dossier “La emergencia de los instrumentos sectoriales en Argentina y Brasil” coordinado por Emiliozzi y Forcinito (2020) donde, desde la teoría de la dependencia, se indaga en la historia reciente y actualidad del sistema científico tecnológico en ambos países.
Si bien las contribuciones indicadas son imprescindibles para el campo de estudios CTS, es posible afirmar que no han centrado la atención en las relaciones y conflictos entre los actores sociales del campo científico con el campo político, a excepción de las investigaciones acerca de las comunidades científicas de Brasil y Argentina llevadas adelante por Lovisolo (2000). Teniendo en cuenta esto, la investigación toma como referencia la perspectiva de la sociología reflexiva de los estudios de Bourdieu (1988; 2003). Los aportes de este autor permiten indagar en la composición y las relaciones de fuerza en la construcción del capital simbólico específico del campo científico, en tanto es producto de actos de conocimiento y reconocimiento por parte de los agentes que le dan forma de acuerdo con el principio de “pertinencia” (Beigel, 2010). Bourdieu identifica al campo científico a partir de los valores compartidos y las luchas de poder que lo tensan y permiten su dinamismo (Gordon, 2018).
La noción de campo científico es central para la comprensión y explicación del modo en que se organiza la actividad científica. En tal dirección, los largos aportes de Beigel (2010) y Soler (2018), acerca de los límites de la politización, autonomía y dependencia del campo académico permiten abordar conceptualmente la composición del campo científico en Brasil y Argentina en forma comparativa y extender el análisis hacia la década de 1990. Particularmente, Beigel (2010) ha estudio el desarrollo del campo académico en el cono sur, poniendo en relación los efectos de la intervención estatal y la politización en el ámbito académico.
Teniendo en cuenta las consideraciones esbozadas en la sección, la investigación se inscribe en la perspectiva de la sociología histórica comparativa de América Latina, atravesada por los estudios CTS y la sociología reflexiva. A partir de ello, se ha buscado dar cuenta de las condiciones sociohistóricas comunes del campo científico en Argentina y Brasil tanto como los elementos inherentes de los casos que permiten caracterizar las originalidades de cada sociedad (Bloch, 1998) y las condiciones que habilitan el relacionamiento entre el campo científico y político durante la implementación de las políticas neoliberales en Brasil (1990-1992) y Argentina (1996-1999).
La década de 1980 remite, en escala global, a un proceso de recomposición del modelo de acumulación capitalista que se expresa en la reestructuración de los procesos de producción. Durante estos años, Argentina atravesó un proceso hiperinflacionario que acabó colocando al liberalismo como la única salida posible a la crisis económica, política y social. En este marco, el 8 de julio de 1989, asumió Carlos Menem la presidencia de la República Argentina. En Brasil, el proceso de redemocratización tras la última dictadura militar también se produjo en el marco de una profunda crisis hiperinflacionaria, particularmente, durante la presidencia de Fernando Collor de Mello, a partir de 1990.
Collor de Mello desembarcó con el proyecto neoliberal a partir de la aplicación del “Plan Collor I”. El programa era marcadamente ortodoxo y se basaba en la reducción de la estructura del Estado, la liberación del tipo de cambio y la apertura de las importaciones. Rápidamente, la élite ligada a los sectores financieros, importadores y del capital externo, mostraron su apoyo al plan económico. También sumó apoyos de un segmento empresarial con base en las telecomunicaciones y la tecnología de punta, a partir de la implementación de las medidas de apertura económica (Marini, 1992). Sin embargo, sectores de la élite económica, sobre todo aquellos que eran dueños del capital industrial y que detentaban la hegemonía en el bloque dominante, habían marcado sus diferencias con las propuestas del presidente, y no habían apoyado su candidatura presidencial.
En el caso argentino, Carlos Menem “realizó una interpelación hacia los sectores neoliberales (grandes agroexportadores, sector financiero local y acreedores externos), destinada a convencerlos que iba a implementar, mantener y perpetuar en el tiempo las reformas […] y efectuó una serie de interpelaciones diferenciales frente a los grandes empresarios ligados directamente a la intervención pública del Estado” (Fair, 2016:81), entre los que se encontraban los medianos y grandes industriales, contratistas y proveedores del Estado. El plan económico se centraba en dos objetivos principales: por un lado, el establecimiento de un régimen monetario y cambiario y por otro, la construcción de los fundamentos económicos de una coalición social de orden político y electoral que lograra amalgamar los intereses de diferentes sectores sociales que incluyeran a parte de la clase trabajadora, tradicionalmente identificada con el peronismo y el voto de confianza de las clases altas (Pucciarelli, 2011).
El periodo que se abrió con las presidencias de Collor de Mello y Menem trajo aparejados cambios en las políticas de ciencia y tecnología para ambos países, principalmente, por encontrarse atravesadas por las políticas de reforma del Estado y apertura comercial. Gordon (2018) periodiza las políticas de ciencia y tecnología en América latina en relación con los cambios en los enfoques técnicos sobre las formas de producción de conocimiento a escala global y las políticas de innovación que condujeron a la implementación de reformas institucionales y en políticas e instrumentos. Elzinga y Jamison (1995) coinciden en afirmas que estas transformaciones eran parte de un nuevo contrato social para la ciencia que venía a sustituir a la “autonomía relativa” proclamada por Vannebar Bush. Por un lado, surgieron nuevas formas de producción del conocimiento científico articuladas al mercado y orientada por criterios extra-academia que modifican sus reglas de funcionamiento institucionales. En este sentido, la actividad científica comienza a regirse por el modelo de la Nueva Gerencia Pública1 (Elzinga, 2012). Por otro lado, se adoptaron mecanismos competitivos de mercado para la coordinación y asignación de recursos entre las instituciones científicas: indicadores bibliométricos, registro de patentes y otros instrumentos para la medición de los resultados en investigación y desarrollo (I+D) (Gordon, 2018).
En Argentina, si bien el proceso de reforma del Estado comenzó durante el primer gobierno de Carlos Menem, entre 1989-1995, las reformas en ciencia y tecnología y la aplicación de las políticas de innovación se dieron en el segundo mandato, entre 1995 y 1999, periodo conocido como de “modernización burocrática” (Albornoz y Gordon, 2011). Durante este lapso, de introducción de reformas institucionales en los organismos de ciencia y técnica y con el apoyo de organismos internacionales de crédito como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial (BM), fue creada la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCYT).2 Sus dos instrumentos principales de financiamiento son el Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (FONCYT) y el Fondo Tecnológico Argentino (FONTAR), este último destinado exclusivamente a proyectos de innovación y modernización tecnológica del sector privado, financiado por el BID. En julio de 1996, con la asunción de Juan Carlos Del Bello3 como secretario de Ciencia y Tecnología e interventor de CONICET, se profundizó el programa de reformas. Del Bello afirmaba en su discurso de asunción de las tareas de la SECyT: “Ciencia y tecnología no se incorporó a proceso de reforma del Estado y de reforma estructural de la sociedad. Se ha avanzado en la democracia, la privatización y la estabilidad, pero ésta es una cuenta pendiente” («Ciencia: hora de cuentas», 1996).
Gordon (2018) destaca que durante estos años se redefinió la relación entre Estado, universidades nacionales y el sistema científico a partir de la agenda de políticas impuesta por los organismos multilaterales de crédito. Sus efectos se visualizan en la Ley de Educación Superior (LES) y el Programa de Reforma de la Educación Superior (PRES) sancionadas en 1995. El mismo equipo técnico dirigido por Juan Carlos Del Bello, luego se insertaría en la SECyT para avanzar en la reforma de las instituciones de ciencia y tecnología.
En Brasil, la introducción del SNI se produjo años antes que en Argentina. En 1985, en el marco del proceso de redemocratización durante la presidencia de Sarney, fue creado el Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCT), que fue conducido por sectores del PMDB (centro-izquierda) ligado a la comunidad científica y tecnológica del país. La institucionalización del área y la introducción de la NGP permitió la rápida introducción de créditos financiados por el BM para el “Programa de apoyo al desarrollo científico y tecnológico (PADCT)” entre 1985 y 1991. A la vez, el MCT reunió la gestión de los tres grandes eslabones en la gestión de la ciencia brasileña, el CNPq, FINEP y CAPES.
Durante la presidencia de Collor de Mello, se ensayó una privatización de ciertos sectores del sistema científico ―en el marco de una mayor prestación de servicios del sector industrial―, justificada por la expectativa de un aumento de la competitividad del entramado productivo (Gordon, 2018). Entre las normativas destacadas, se menciona la Resolución N° 365 del 26/06/1990 sobre Política Industrial y de Comercio Exterior del Ministerio de Economía, Finanzas y Planeamiento, donde se establecieron las bases para la reestructuración del aparato industrial. Como subraya Gordon (2018: 197), “la política consistía en reducir las barreras arancelarias y para-arancelarias, a fin de aumentar la exposición a la competencia internacional”.
A nivel institucional, los cambios fueron aún más profundos. Por un lado, se rebajó el rango del Ministerio de Ciencia y Tecnología a Secretaría y la transformación de la Financiadora de Estudos e Projetos (FINEP), agencia de financiamiento de la investigación científica académica, a partir de su especialización en investigación industrial (Gordon, 2018: 198). Como ha considerado Dias (2009), durante la primera parte de la década de 1990 los esfuerzos de desarrollo del área se redujeron al fomento de las telecomunicaciones y la energía nuclear.
La caracterización y reconstrucción de trayectorias que permitan comprender la relación entre el campo científico y los agentes políticos y económicos en Argentina y Brasil se ancla en la articulación del análisis de procesos históricos y sociales. Con tal fin, se analizan los aportes de la sociología reflexiva, la sociología histórica comparativa de América latina y los estudios CTS al problema de investigación.
En primer lugar, se hace referencia a los aportes de la sociología reflexiva de Pierre Bourdieu con el objetivo de adquirir las herramientas teóricas, epistemológicas y metodológicas que permitan el acercamiento al objeto de estudio en su contexto histórico, político y económico.
Las nociones de “campo” y “capital” son centrales para la investigación, no solo como instrumentos “teóricos” en sí mismos, sino como un modo de construcción del objeto que comanda y orienta las elecciones prácticas de la investigación, permitiendo saltear las dificultades que impone el sentido común a la construcción de un objeto científico: lugares comunes, representaciones oficiales objetivadas en instituciones, pre-construcciones de los participantes (Wacquant y Bourdieu, 2005: 318; 327). A continuación, se desarrollan los principales conceptos que abonan a esta investigación. Bourdieu concibe a la sociedad como una estructura de clases y las luchas que se producen entre ellas. En su teoría, la sociedad no se divide, como en el marxismo, en estructura y superestructura, sino que se ordena a partir de la teoría de los campos (García Canclini, 1990: 17). Los campos son definidos por Bourdieu como “espacios de juego históricamente constituidos con sus instituciones específicas y sus leyes de funcionamiento propias” (Bourdieu y Passeron, 2018: 108) y se encuentran delimitados por un sistema de posiciones en el espacio social y de relaciones entre posiciones (Gutiérrez, 2012). En este sentido, el campo se estructura a partir de los intereses que se ponen en juego en un momento dado y están orientadas por las estrategias de los agentes y capitales que están comprometidos en el campo. Cada una de las relaciones de fuerza entre los agentes y las instituciones se encuentra conformada por una serie de intereses en juego, diversos capitales. La noción de capital permite dar especificidad y comprender la lógica de funcionamiento del campo.
Los campos se presentan como sistema de posiciones y de relaciones entre posiciones y se caracterizan por una distribución desigual del capital en juego. La posición es definida como el lugar ocupado en cada campo en relación con el capital específico que está allí en juego. Las posiciones son relativas: no pueden definirse a sí misma sino en relación a otras posiciones (Gutiérrez, 2012: 49).
El pensamiento relacional es desarrollado por Bourdieu y Passeron en La reproducción, elementos para una teoría del sistema educativo (2018),4 para dar cuenta de las relaciones dominación que se establecen entre el sistema educativo y el sistema de relaciones de clase, puesto que el segundo no es suficiente para dar cuenta de las desigualdades en el ámbito escolar y por tanto es relevante “reconstituir el sistema de coerciones que se ejercen en distintas etapas de la trayectoria y que retraducen, por medio de aprendizajes secundarios o dispositivos institucionales, los determinismos primarios del origen de clase” (Pasquali y Poupeau, 2018). En particular, en la investigación se aborda la cuestión propia de los dispositivos institucionales, centrales para la delimitación del campo científico. Su comprensión a través de una mirada relacional es de relevancia porque apunta a captar la lógica del sistema y de las transformaciones que se produjeron en el ámbito de ciencia y tecnología, haciendo hincapié en trayectorias individuales o a nivel del conjunto (p. 19).
Un campo también es un campo de fuerzas históricamente determinado. Fuerzas que se miden para conservar o subvertir la estructura de la distribución de los capitales específicos. Como enfatiza Soler (2018):
La construcción de un campo es un proceso histórico y, como tal, asume diversos grados de autonomía de acuerdo con sus contextos de producción y la relación que sus integrantes entablan con el medio. La formación de un campo de conocimiento y de un campo intelectual no es un acto mágico ni ahistórico; es, ante todo, un proceso fluctuante indeterminado en el cual se crea, desarrolla y evoluciona. Puede, además, como toda creación social, desaparecer. (p. 156)
El campo social es histórico y las luchas que se dan en su interior forman parte de un entramado de relaciones sociales que se oponen y que le dan forma. En La nobleza del Estado, Bourdieu (2013) indaga en la estructura del campo de los establecimientos de educación superior y su transformación. A partir de 1988 identifica transformaciones ligadas a las exigencias del campo económico y la burguesía: el crecimiento de las trayectorias educativas ligadas a la alta dirección y administración (ciencia política, management) y nuevas instituciones de enseñanza por fuera del modelo de las grandes écoles, de tradición intelectual y científica, que dieron lugar a espacios de formación en gestión, marketing, publicidad, periodismo, entre otras carreras. Pasquali y Poupeau (2018) consideran que aquí se ubica uno de los principales aportes de Bourdieu a la comprensión de las transformaciones del campo de poder al analizar de forma relacional el capital económico y el capital cultural.
Todo campo, afirman Bourdieu y Passeron (2018), se orienta hacia su propia reproducción, por el hecho que son los propios agentes quienes la dominan; pero también se encuentra sometido a fuerzas externas: “Para comprender los efectos de los cambios morfológicos, hay que tomar en cuenta toda la lógica del campo, las luchas internas del cuerpo, las luchas entre las facultades, […] las luchas en el seno de cada facultad, entre los rangos, los diferentes niveles de jerarquía profesoral, las luchas entre las disciplinas” (p. 25).
Por ser históricos, sus elementos constitutivos son dinámicos: se producen definiciones y redefiniciones de las relaciones de fuerza (y sus posiciones) entre los agentes y las instituciones en juego. La noción de campo funciona como un concepto límite, que remite a problemas de investigación, anclados en una determinada historicidad (Beigel, 2010). Al mismo tiempo, Gutiérrez (2012: 60) que su carácter histórico conduce a la definición y redefinición de los límites de cada campo y sus relaciones con los demás campos, lo que conduce redefinir la autonomía relativa de cada uno de ellos: “Supone también la presencia de los demás campos que coexisten en el espacio social global, cada uno de ellos ejerciendo su propia fuerza, con relación a su peso específico” (Gutiérrez, 2012: 62-63).
Cuanto mayor sea el desarrollo de las posiciones y relaciones al interior del campo, mayor es su autonomía respecto de otros campos del espacio social; en otras palabras, la influencia de otros campos varía según el desarrollo o complejidad del campo específico, con sus leyes de funcionamiento propias que mediatizan la incidencia de otros campos. La vía para aprehender sus fronteras solo puede darse a través de la investigación empírica (Gutiérrez, 2012:61).
El periodo abarcado por la investigación, cuando se impuso el modelo neoliberal en Argentina y Brasil, supuso una nueva barrera a la investigación científica. Diversas voces intelectuales y técnicas, consideraron que el mercado, como organizador social, tendría cada vez mayor incidencia en la forma que se desarrollaba la investigación científica. De este modo lo advertía Bourdieu en el prólogo a El oficio del científico:
La autonomía que la ciencia había conquistado poco a poco frente a los poderes religiosos, políticos o incluso económicos y, parcialmente por lo menos, a las burocracias estatales que garantizaban las condiciones mínimas de su independencia, se ha debilitado considerablemente. Los mecanismos sociales que iban apareciendo a medida que dicha autonomía se afirmaba, como la lógica de la competitividad entre los iguales, corren el riesgo de ser utilizados en provecho de objetivos impuestos desde fuera; la sumisión a los intereses económicos y a las seducciones mediáticas amenaza con unirse a las críticas externas y a los vituperios internos, cuya última manifestación son algunos delirios posmodernos, para deteriorar la confianza en la ciencia, y, muy especialmente, en la ciencia social. En suma, la ciencia está en peligro, y, en consecuencia, se vuelve peligrosa. (Bourdieu, 2003: 7)
En particular, para el caso latinoamericano, Beigel (2010) ha destacado que el campo académico se caracteriza por sus fronteras elásticas y que históricamente ha pivoteado entre la autonomización y la institucionalización, pero también la politización y la gestión de recursos escasos, el financiamiento externo, las dictaduras militares y las políticas de Estado en educación superior y ciencia.
Bourdieu (2003) destaca además que existen áreas de la investigación científica que son más presionadas por la economía. Especialmente en aquellos ámbitos donde los resultados del trabajo científico adquieren alta rentabilidad: la medicina, la biotecnología, la genética y la investigación militar. Bourdieu además ha destacado que el campo científico reúne una característica que lo diferencia de otros campos: es el producto de actos de conocimiento y reconocimiento por parte de los agentes. Gordon (2018: 37) amplía afirmando que “la acumulación de capital científico en la forma de conocimiento y reconocimiento ―necesaria para lograr una mejor posición relativa en la estructura―, debe lograrse a partir de la validación de la excelencia del trabajo científico por parte de los propios miembros del campo”.
La sociología histórica es una disciplina que rescata de forma híbrida las teorías del cambio social, propias de la sociología, y la investigación apoyada en archivos, de la historia. En palabras de Ansaldi (2008), principal referente de la disciplina en América Latina, “se trata de una perspectiva que reacciona contra una historiografía sin teoría y sin conceptos, tanto como una perspectiva que reacciona contra cierta sociología sin historia”. Los estudios de esta disciplina se caracterizan por plantear preguntas sobre transformaciones sociales, políticas y económicas en gran escala y de forma comparativa (Giordano, 2014). Encuentra su institucionalización durante la década de 1970 en Reino Unido y Estados Unidos. En América Latina, su institucionalización se dio a la par de la consolidación de las ciencias sociales.
Desde su origen, la Sociología Histórica es una disciplina híbrida. En 1993, Dogan y Pahre en Las nuevas ciencias sociales, la marginalidad creadora, abonaron a su descripción a partir de un sucinto análisis de la constitución, especialización y fragmentación de la sociología y la historia. Denominan “hibridación” a la “combinación de dos especialidades contiguas”. Los autores consideran a la hibridación disciplinaria como “clave de bóveda para la innovación científica”:
No se trata solamente de que los científicos salgan de sus claustros disciplinarios, de que colaboren entre sí y de que asuman entre sí la tolerancia como un valor intelectual irrenunciable, se trata también de entrenarse y entrenar a los estudiantes en la traductibilidad de las categorías. Para que sean posibles los intercambios a) es necesario estar adiestrado en la práctica de pasar de una categoría a otra y para ello, a su vez, b) es necesario que las categorías sean, en efecto, traducciones en lenguaje teórico de los elementos de la vida histórica y no viceversa. (Ansaldi et al., 2008: 5)
Giordano (2011) enfatiza que la hibridación ocurre en la intersección de dos o más disciplinas donde cada una mantiene su matriz disciplinar: es decir, no pierden su especificidad.
Respecto de la concepción de la temporalidad, la sociología histórica se asienta en la idea de que el pasado no solo proporciona una base general al presente sino que indaga en lo que la gente hace en el presente como una lucha para crear futuro a partir del pasado, de entender que el pasado no es sólo la matriz del presente sino la única materia prima a partir del cual puede construirse el presente (Abrams, 1982).
La segunda particularidad de la sociología histórica radica en la comparación como el método por excelencia de esta disciplina. En palabras de Ansaldi, Giordano y Soler (2008), la comparación busca analizar hechos únicos e irrepetibles dentro de modelos que van más allá de la singularidad. Además, la comparación conduce a un doble trabajo de conocimiento del hecho histórico concreto (historia) y de conceptualización a partir del material histórico (sociología):
Plantear problemas a partir de la hibridación de disciplinas y la macro-comparación permite asimilar nuevos aportes, dislocar conceptos, establecer nuevas periodizaciones y, en definitiva, contribuir al futuro del conocimiento científico a partir de un acercamiento más profundo entre los hallazgos de la sociología histórica y los discursos disciplinarios consolidados e incluso anquilosados. (Ansaldi, Giordano y Soler, 2008: 6)
El método comparativo propio de la sociología histórica encuentra una de sus principales referencias en el trabajo Grandes estructuras, procesos amplios, comparaciones enormes, de Charles Tilly (1991). Según el autor, los análisis de estructuras y procesos amplios son la base en que se apoyan los enunciados históricos contingentes. Tilly describe cuatro niveles de análisis. El primero de ellos, el histórico mundial, busca establecer las propiedades especiales de una época en el marco de los procesos históricos, entre ellos menciona el estudio de los diversos modos de producción. En particular, apunta a captar las transformaciones, contacto y sucesión de sistemas mundiales y las generalizaciones que afectan a la urbanización, industrialización, acumulación de capital, creación de Estados, entre otros.
El nivel sistémico mundial, busca dar cuenta de variaciones al interior de grupos amplios de estructuras sociales interdependientes: las grandes redes definidas por redes de coerción y/o intercambio. Tilly refiere particularmente a las redes de coerción estatal: organizaciones centralizadas de control de los medios de coerción y modos de producción regionales. Estos dos niveles constituyen el marco de las investigaciones a niveles macrohistórico y microhistórico.
En el nivel macrohistórico se analizan grandes estructuras y procesos amplios que permitan dar cuenta de la dimensión de los procesos mencionados al nivel del sistema mundial: los modos regionales de producción, las asociaciones, ejércitos y otras categorías. A este nivel, el método comparativo permite dar cuenta de las uniformidades y diferencias entre unidades y procesos y las combinaciones posibles.
Por último, el nivel microhistórico, indaga en los modos de relacionarse de individuos y grupos con estructuras y procesos con el objeto de vincular experiencias individuales y grupales con los procesos de transformación de las interacciones humanas.
En segundo lugar, Tilly (1991) indaga en cómo abordar los diferentes modos de comparar las grandes estructuras y procesos amplios. Para ello, diseña una tipología en la que ubica la contribución de casos (cantidad de casos de un fenómeno) y multiplicidad de formas (multiplicidad de fenómenos). Valiéndose de esta herramienta, analiza la comparación individualizadora (busca contrastar casos específicos de un fenómeno dado como medio para captar las peculiaridades del caso), universalizadora (aspira a explicar el hecho de que cada uno de los casos de un fenómeno sigue la misma regla), aquellas que identifican diferencias (trata de establecer un principio de variación en el carácter o la intensidad de un fenómeno mediante el examen de las diferencias sistémicas entre los casos) y las globalizadoras (coloca diferentes casos en distintos puntos del mismo sistema con el objetivo de explicar sus características como una función de relaciones variables con el sistema como un todo).
Cada una de las estrategias de comparación propuestas por Tilly (1991) adquieren sentido en el marco del diseño de investigación de experiencias históricas concretas. En particular, la investigación se vale de la comparación individualizadora, con el objeto de indagar en las características de los casos particulares de Argentina y Brasil en el marco del neoliberalismo.
Por último, resta aproximar en las particularidades de la sociología histórica de América Latina. La sociología latinoamericana, desde su institucionalización hacia mediados de la década de 1950, ha cultivado un carácter histórico. Desde su origen, sociología e historia han tenido intercambios estrechos. No es menor el dato que el Instituto de Sociología de la Universidad de Buenos Aires fuera presidido por un historiador, Ricardo Levene (Ansaldi, 1992).
En palabras de Giordano (2011), la especificidad reside en la capacidad de esta disciplina para reponer los elementos constitutivos de la sociología histórica: “las construcciones teóricas sobre el cambio y la práctica de investigación histórica concreta, en particular las elaboradas en y para América Latina” y continua: “Se trata de una identidad que es más genealógica que epistemológica, esto es, concebida sociológico-históricamente” (Pp. 8). Graciarena, hacia mediados de la década de 1960 consideraba que “el desarrollo de la sociología como ciencia exige que se tomen en cuenta las peculiaridades históricas de América Latina y de sus diferentes sociedades nacionales” (Graciarena, 1967: 272) en el marco de una sociología que ya no recurría al método comparativo para la comprobación de hipótesis propia del análisis multivariado en la investigación estadística.
Al mismo tiempo, Enzo Faletto y Fernando Henrique Cardoso publicaban Dependencia y Desarrollo en América Latina, referente de la sociología histórica comparada de América Latina: “el devenir histórico sólo se explica por categorías que atribuyan significación a los hechos y que, en consecuencia, se hallen históricamente referidas” (Faletto y Cardoso, 2001: 18). Según Giordano (2014), la novedad que trajo aparejada la crítica desarrollada por Faletto y Cardoso a las teorías funcionalistas y estructuralistas reside en el uso de la comparación histórica sincrónica integrada,5 tomando como unidad de análisis los Estados-nación.
El campo de estudios de la Sociología Histórica Comparativa de América Latina ha encontrado valiosos aportes a partir de su institucionalización en el marco de la Unidad de Docencia e Investigación Sociohistóricas (UDISHAL) fundada por Waldo Ansaldi en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires en el año el 1985. Actualmente, continúa su experiencia el Grupo de Estudios de Sociología Histórica de América Latina (GESHAL), con sede en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC) de la Universidad de Buenos Aires (UBA). El GESHAL está conformado por diferentes grupos de investigación que reúnen a docentes, estudiantes e investigadores de diferentes trayectorias y especializaciones temáticas.
El campo de los estudios en ciencia, tecnología y sociedad (CTS) permite reconstruir los espacios institucionales y las políticas desarrolladas en el sector. En América Latina, su origen remonta a las investigaciones pioneras de los equipos dirigidos por Kreimer (Universidad Nacional de Quilmes) y Albornoz (Organización de Estados Iberoamericanos). Sus trabajos se centran en analizar la problemática de las políticas en ciencia y tecnología desde el punto de vista de las transformaciones institucionales y el impacto en la sociedad (Salomon, 2008; Vessuri, 2007) y permiten reconstruir la dinámica propia del diseño y ejecución de las políticas del área.
El campo de los estudios CTS encuentra su origen en Francia en los trabajos Jean-Jacques Salomon.6 El autor parte de la idea que los científicos conforman un grupo social particular y, por lo tanto, las actividades que llevan adelante comparten características particulares y únicas:
Desde luego, los científicos como grupo social comparten un conjunto de valores, de intereses, de deseos y de restricciones con muchos otros actores sociales. Intervienen en, son modificados por y modifican instituciones que forman parte de la trama compleja de las sociedades modernas. Pero no se confunden en una trama espesa e indiferenciada, oscura y de difícil inteligibilidad, como tampoco ocurre, ciertamente con las otras esferas que componen lo social: se trata de un espacio social, pero de un espacio que se fue articulando con sus propias reglas, con sus inflexiones, representaciones e intereses, y con una especificidad propia de aquellos que han tomado al conocimiento ―del mundo físico, natural o social― como objeto de estudio. (Kreimer, 2008: 17)
El campo de estudios CTS comienza a tomar impulso hacia mediados de la década de 1970 en contraposición a las teorías que consideraban a la ciencia y a los científicos como una esfera autónoma de relaciones. En este marco, se destacan las investigaciones ligadas a la teoría constructivista, entre ellas, puede mencionarse el programa fuerte de David Bloor (1999) y las pequeñas lecciones de sociología de la ciencia de Bruno Latour (1993).
En este contexto, Salomon edita su libro Ciencia y Política, publicado en 1970, donde analiza las relaciones entre el Estado y el ámbito científico y las políticas tendientes al desarrollo científico. El autor hace hincapié en las transformaciones para el campo científico durante la década de 1960, momento de expansión de la big science de la mano del informe Bush:7 la eliminación de los límites entre gobierno y negocios, intereses políticos y económicos, y entre política y ciencia:
La intervención sobre el campo de la producción de conocimientos científicos fue, desde entonces, una realidad en los países más avanzados: prácticamente todos esos países crearon instituciones encargadas de planificar las políticas de ciencia y tecnología, de administrar los recursos, de estimular diversas áreas, de promover la investigación, la formación de investigadores, etc. Los dispositivos institucionales fueron muy variados, según las tradiciones y la idiosincrasia de cada país: mientras en los Estados Unidos crearon, a iniciativa de Vannevar Bush la National Science Foundation, que se dedicaba básicamente a la distribución de fondos, varios países europeos ―como Francia y España― se sustentaron en Consejos Nacionales de Investigación Científica (que originalmente concentraban las funciones de coordinación, promoción y ejecución de investigaciones). Algunos años más tarde todos los países crearon ministerios de Ciencia y Tecnología, institucionalizado a dicha función como una de las áreas de política legitimadas en el conjunto de las estrategias de intervención de los gobiernos. (Kreimer, 2008: 22)
El informe Bush dio origen al modelo lineal ofertista en el que el conocimiento es considerado como un proceso acumulativo: comienza en un extremo de mayor abstracción en la investigación básica que luego transita hacia la investigación aplicada para culminar en el desarrollo experimental. Este modelo se basa en el rol del Estado en la promoción de la investigación de la ciencia básica. El Estado se convierte en un proveedor de los insumos necesarios para la industria y otros agentes lleven adelante la investigación aplicada y el consecuente desarrollo tecnológico con los beneficios sociales y económicos (Gordon, 2018).
La separación entre ciencia básica y aplicada tuvo consecuencias en el diseño de políticas públicas en ciencia y tecnología. Una de las principales gira en torno a la cuestión de la autonomía que poseen los científicos para la evaluación de su producción y el diseño de las agendas de investigación. Ya lo mencionaba Bush8 en el informe:
[…] el progreso científico en un amplio frente resulta del libre juego de intelectos libres, que trabajen sobre temas de su propia elección, y según la manera que les dicte su curiosidad por la exploración de lo desconocido. En cualquier plan de apoyo gubernamental a la ciencia debe preservarse la libertad de investigación. (Bush, 1945: 105)
La cuestión relativa a la autonomía científica fue objeto de investigación de Salomon. El conflicto opera a partir de la alianza que se genera entre ciencia y política: “el ideal de los científicos se orienta hacia la verdad, y no a la utilidad, y los poderes públicos no se interesan en la verdad más que en función de su utilidad” (Salomon, 2008: 22). En este punto, el autor identifica una serie de supuestos que se enfrentan a la autonomía de la actividad científica. Entre ellos, menciona los siguientes: la limitación de recursos sociales que conduce a establecer prioridades; el condicionamiento social respecto de la utilidad de los conocimientos; el lugar de las empresas en la objetivación de los conocimientos e innovación; y por último, y quizá más relevante a nuestros objetivos, la no-neutralidad de los científicos respecto de los conocimientos que generan y de su uso social en el marco de diversos procesos sociales que atraviesan la producción de conocimientos (Kreimer, 2008: 24).
En el campo de Estudios Latinoamericanos, se destacan los vastos trabajos de Hebe Vessuri. En 2007, el equipo dirigido por Kreimer en la Universidad Nacional de Quilmes (Argentina), editó un libro que recoge las principales publicaciones realizadas por la autora a lo largo de su carrera. Vessuri (2007) ha prestado particular atención al proceso de apropiación del saber científico y su institucionalidad por parte de científicos y la sociedad latinoamericana en general. Para ello, ha caracterizado a la institucionalización científica como el proceso que permitió el surgimiento de las tradiciones científicas nacionales en la región latinoamericana y ha postulado que ellas representan patrones específicos de respuesta cultural y económica a los sucesos e ideas que se identifican con el desarrollo científico. A partir de sus investigaciones se ha conformado un corpus amplio de trabajos de los estudios CTS, que han indagado de forma sistemática en las relaciones de la ciencia y el poder, la cultura, la gobernabilidad, las controversias públicas, los movimientos sociales y las transformaciones de la historia humana (Vessuri, 2007).
Indagar en las transformaciones del campo científico y su relación con los agentes políticos y económicos, particularmente en el ámbito latinoamericano, se presenta como un desafío. Las transformaciones sociales, políticas y culturales que impone en neoliberalismo hacia principios de la década de 1990 plantean la necesidad de explorar y ampliar el corpus teórico para poder llegar con mayor precisión al entramado de instituciones y agentes que conforman los campos en estudio. En efecto, se ha presentado un diseño teórico y conceptual que permita alcanzar dicho objetivo. La sociología reflexiva de Pierre Bourdieu, y la teoría de los campos, junto a los aportes realizados por Beigel (2010) y Soler (2018) para allanar sus particularidades aplicadas a los estudios del Cono sur, constituyen una herramienta clave para comprender los límites y el formato de las relaciones entre agentes, instituciones y otros campos de circulación.
El entramado de nuevas relaciones sociales que implica la imposición de los SNI incluye el surgimiento de nuevos agentes políticos y económicos que forman parte del campo científico. En este marco, cobran vigencia los organismos internacionales (BID, BM) a partir de los préstamos que garantizan el funcionamiento del sistema ante los programas de reforma del Estado. Por otro lado, la imposición de la lógica managerial en las instituciones estatales supuso la participación de expertos provenientes de think tanks y empresas en la gestión de las políticas en ciencia y tecnología. En este punto es que ingresan los aportes de los estudios CTS, permitiendo un mejor acercamiento a las políticas y transformaciones institucionales que se vieron reflejados en la sanción de nuevas leyes y políticas estatales en ciencia, tecnología y educación superior.
Los estudios CTS centran su mirada en las transformaciones que el orden neoliberal produce en las instituciones estatales, las universidades; pero también lo que sucede al interior de los laboratorios, bibliotecas y archivos. Es tarea de este tipo de estudios captar cómo las políticas implementadas impactaron a nivel micro: las dificultades para acceder a las tareas diarias, la forma en que la modernización burocrática y las reglas de los organismos internacionales se inmiscuye en el día a día de la investigación.
Por último, la sociología histórica comparativa de América Latina, tiene la potencialidad de analizar estos procesos sociohistóricos con el prisma de la larga, mediana y corta duración, posibilitando un entendimiento procesual y de largo aliento. Además, el método comparativo, propio de la disciplina, es una estrategia de análisis que permite capturar lo estructural y separarlo de lo coyuntural, en momentos donde la cantidad de datos a caracterizar y analizar requieren de diferentes dimensiones de análisis que permitan su comprensión que se nutre de la capacidad relacional de la teoría de los campos de Bourdieu. Si bien Argentina y Brasil atravesaron grandes transformaciones durante el neoliberalismo y particularmente en las políticas de ciencia, tecnología y educación superior, no lo hicieron del mismo modo.