Artículos
Recepción: 08 Septiembre 2021
Aprobación: 26 Noviembre 2021
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.5781598
Resumen: Desde la posguerra del Chaco, el nacionalismo fue la ideología dominante del Paraguay. Con la instauración del régimen stronista, devino en una identidad política anticomunista. Un lugar destacado para la circulación de los intelectuales y de este pensamiento fue Cuadernos Republicanos (1967), revista dirigida por Leandro Prieto Yegros. Pietro Yegros fue además corrector de la revista Guarania —otro emblemático espacio de circulación de los intelectuales de la época— y, hasta el 1° de agosto de 1989, fue miembro de la Junta de Gobierno de la Asociación Nacional Republicana (Partido Colorado).El artículo ubica a Cuadernos Republicanos en el marco de un proceso de modernización cultural, global y local y presenta una primera caracterización a partir de la trayectoria de su director,la organización de las producciones, los autores participantes y los problemas y los temas que se eligieron tratar o bien ocultar/silenciar. Asumimos que focalizar la atención en una revista de estas características, entendiéndola como práctica de producción y circulación, permite comprender cómo un grupo social construye explicaciones sobre su realidad y, de esta manera, cuenta con un marco de interpretación simbólica.
Palabras clave: Paraguay, nacionalismo, anticomunismo, Partido Colorado.
Abstract: Since the post-Chaco war, nationalism has been the dominant ideology in Paraguay. With the establishment of the Stronista regime, it became an anti-communist political identity. The publication Cuadernos Republicanos (1967) was a prominent venue for the circulation of nationalist and anti-communist thought. The journal was directed by Leandro Prieto Yegros, also editor of the Revista Guarania, —another relevant space for the circulation of intellectuals—, and member of the governing board of the Asociación Nacional Republicana (Partido Colorado) until August 1st, 1989. The article places Cuadernos Republicanos within the framework of a process of cultural, global and local modernization and presents a first characterization based on the trajectory of its director, the organization of the productions, the participating authors and the problems and themes that were chosen. We assume that focusing on a magazine of these characteristics, understanding it as a practice of production and circulation, allows us to understand how a social group constructs explanations about its reality and, in this way, has a framework of symbolic interpretation.
Keywords: Paraguay, nationalism, anticommunism, Partido Colorado.
Introducción
El nacionalismo fue la ideología dominante del Paraguay desde la posguerra del Chaco y, con la instauración del régimen stronista, devino en una identidad política anticomunista. Un lugar destacado para la circulación de los intelectuales y de este pensamiento fue la revista Cuadernos Republicanos(1967), dirigida por Leandro Prieto Yegros. Prieto Yegros fue además corrector de la revista Guarania —otro emblemático espacio de circulación de los intelectuales de la época— y, hasta el 1° de agosto de 1989, miembro de la Junta de Gobierno de la Asociación Nacional Republicana (ANR-Partido Colorado). Aun cuando la revista fue un órgano central del Partido y supo reunir a un grupo destacado de productores de ideas, no ha sido todavía abordada como objeto de estudio. Las razones pueden deberse tanto a la ausencia de un archivo completo y a las dificultades crecientes para acceder a los ejemplares como al bajo estatus académico que suelen adoptar estos productos culturales para los especialistas del campo.1 No obstante, como ha advertido Juan Marichal en Cuatro fases de la historia intelectual latinoamericana:
[En] la atención prestada a textos aparentemente secundarios, de hecho, marginales, de una época […] —a veces marcadamente modestos—, halla el investigador de la historia intelectual los matices más reveladores de la época, las tonalidades que me atrevería a llamar azorinescas… (Marichal, 1978: 9)
En rigor, y como indica Horacio Tarcus (2015), si en décadas pasadas la historia de las ideas había puesto el foco en grandes textos —en los “intelectuales faro”—, los nuevos desarrollos de la historia intelectual tienden a repensarlos dentro de tramas político-culturales más vastas:
El foco se fue abriendo, pues, desde el lugar central ocupado por los grandes creadores intelectuales a lugares menos iluminados o espectaculares, acaso secundarios, emergentes o residuales, ocupados por figuras que desempeñan funciones intelectuales no menos significativas que las del gran productor en el campo intelectual, sea como creadores “menores”, divulgadores, publicistas, difusores, docentes, redactores de una revista o asesores de una colección editorial. (Tarcus, 2015: 15)
El presente texto es, así, un trabajo sobre una temática inédita, en tanto representa el primer acercamiento a la revista Cuadernos Republicanos, un documento histórico aún no abordado. Parte, entonces, de una vacancia heurística y documental —que no intenta saldar en términos analíticos— para presentar una caracterización introductoria de la revista y dejar planteados los problemas que invoca un estudio de este tipo. Siguiendo la perspectiva de Beatriz Sarlo (1992), propone pensar las revistas como práctica de producción y circulación con geografías culturales dobles: el espacio cultural concreto donde circulan y el espacio bricolaje imaginario donde se ubican idealmente (p. 14).
Para cumplir con dicho objetivo, el trabajo se organiza en tres etapas. Primero, presenta el stronismo (1954-1989) y las singularidades del orden autoritario colorado, ubicando la revista Cuadernos Republicanosen el marco de un proceso de modernización cultural, global y local; luego, se adentra en la trayectoria de su director, Leandro Prieto Yegros, en el marco de la vida política y familiar del Paraguay; finalmente, analiza el objeto “revista”, su organización, los autores participantes y los problemas y los temas que se eligieron tratar o bien ocultar/silenciar. La investigación asume que la revista partidaria permite comprender “cómo un grupo social construye explicaciones sobre su realidad y, de esta manera, cuenta con un marco de interpretación simbólica en el que se incluye” (Valinoti, 2012: 519), e identifica “el poder simbólico que tienen, en tanto actúan sobre las estructuras mentales y a partir de allí, sobre las estructuras sociales” (Saferstein, 2013: 145-158).
Stronismo, Partido Colorado e ideología
Según hemos estudiado en otro aporte, la construcción del régimen político stronista resuelve una crisis de dominación abierta tras la Guerra del Chaco (1932-1936) y sella el ciclo final de la hegemonía del Partido Liberal y de la matriz ideológica del liberalismo (Soler, 2014). Esta construcción, a partir de un proceso de modernización conservadora, comprendió una modalidad de cambio social mediante el empleo de formas autoritarias de regulación del sistema político y de la cooptación de clases sociales o élites políticas, que se asentó sobre los siguientes pilares: la reorganización del sistema político (modificaciones legales y constitucionales), la mutación del Partido Colorado en partido-Estado (que además brindó el andamiaje institucional para los sucesivos triunfos electorales), un inédito crecimiento económico favorecido por el endeudamiento externo, la partidización de las Fuerzas Armadas y la militarización del partido gobernante (con el nombramiento de los generales como presidentes de su Junta de Gobierno), y un sistema de represión, que funcionaba en el marco de la Guerra Fría y el Plan Cóndor.
Tanto el formato democrático de apertura y cierre del Parlamento como el juego electoral controlado aseguraron la inclusión de los sectores sociales y las organizaciones políticas a la lógica de la dominación, al tiempo que desarticularon los espacios para la construcción de éstos como sujetos políticos con capacidad de impugnar el régimen político que se estaba formando.2 El Partido Colorado fue además un sostén institucional fundamental que permitió un orden inscripto en los principios rectores de un sistema autoritario que pregonaba y ejercía la “democracia sin comunismo”.3 El régimen stronista nació el mismo año en que el mundo se anoticiaba de la creación, por parte de los gobiernos de Seúl, Taipei y Manila, de la Asian Peoples’Anti-Communist Conference (APAC),4 que buscaba protegerse contra posibles agresiones militares de la China maoísta; años más tarde, Asunción fue la sede elegida como sede para la realización, primero, del Tercer Congreso de la Confederación Anticomunista Latinoamericana (CAL, del 28 al 30 de marzo de 1977)5 y, luego, de la XII Conferencia Internacional de la Liga Anticomunista Mundial (LAM, del 23 al 27 de abril de 1979).
El stronismo, en tanto proyecto fundacional —aunque creado en su andar—, no fue solo un régimen coercitivo. Proyecto de pretensiones hegemónicas, construyó rituales, festejos y conmemoraciones (Soler, 2017: 303-316), espacios de socialización política y productores de ideas que recrearon y pusieron en disponibilidad representaciones sociales que, mediante una relectura del pasado bélico —específicamente de la Guerra de la Triple Alianza—, forjaron una matriz ideológica reivindicatoria de la Edad de oro de Francia y de los López, transformando ese pasado a partir de enaltecer la guerra (Brezzo, 2010). El rescate del pasado nacional, en un clima antiliberal, nacional y militar propicio, puso en disponibilidad un conjunto de representaciones e imágenes políticas que, Guerra del Chaco mediante, resultaron de suma eficacia para la dictadura stronista.
El revisionismo histórico terminó por convertirse en una doctrina de Estado y dio lugar a lo que Luc Capdevila (2008) llamó el régimen de historicidad heroico, y el ejercicio de la pedagogía nacionalista llegó incluso al extremo de mantener hasta hoy el busto del político e historiador O’Leary junto al Panteón Nacional. Con la exaltación de la figura de Francisco Solano López, el “nacionalismo dominó el mundo político y cultural paraguayo, distinguiéndose a menudo por la apología del autoritarismo militarista y estatista y por la xenofobia” (Doratioto, 2002: 2). Ese nacionalismo se fue constituyendo en una relación de sinonimia con el coloradismo y la lucha anticomunista.
El clima cultural y la revista partidaria
La revista Cuadernos Republicanos fue creada en 1967 como parte de un proceso de modernización política y social global que tuvo su correlato en el campo cultural. Si bien, desde las primeras décadas del siglo XX, las revistas promovieron un nuevo modo de organización de la cultura ligado a la explosión del editorialismo y el periodismo vanguardista, Cuadernos Republicanos formó parte de un nuevo clima cultural —el de principios de la década de 1960— en que pueden hallarse algunas de las claves del proceso de renovación que se vivía en el Paraguay. El stronismo, como sabemos, fue impulsor de un proceso de transformación profunda de la sociedad, cuyos cambios afectarían a todas las estructuras sociales y a lo que aquí interesa especialmente: los grupos medios urbanos y sus instituciones de socialización y encuentro de clase, quienes serían en definitiva los agentes que protagonizarían la producción de bienes y consumos culturales.
La presencia de nuevos sectores urbanos, surgidos como consecuencia de la transformación de la estructura social en función del proyecto de modernización conservadora —la inconclusa reforma agraria y el “milagro económico” de Itaipú—, se expresó, entre otras formas, en la modificación de la pauta de urbanización de Asunción; algunos signos de este proceso, especialmente novedoso, pueden hallarse también en expresiones artísticas, cinematográficas, literarias y educativas (Soler y Quevedo, 2015). Así, nuevas prácticas irradiadas a partir de pequeños círculos —animados por sentidos modernizadores y vinculados estratégicamente con el mundo exterior— permitirían la emergencia y la consolidación de un campo artístico y de un campo intelectual; estos nuevos entramados institucionales del saber habilitarían la creación y la recreación de espacios de sociabilidad que impactarían directamente en los hábitos de estas clases.
Por otra parte, contradiciendo los “sentidos comunes instalados” acerca del aislamiento que habría regido durante toda la historia paraguaya y, especialmente, durante “la larga dictadura stronista”, existieron intensos flujos de intercambio que confluyeron en los momentos fundantes de los campos culturales más vanguardistas. Asimismo, en los partidos políticos y en la Universidad, los artefactos culturales se presentaron como espacios, aunque más acotados, del hacer socializante; actores locales —jóvenes provenientes de élites ilustradas—, en un clima de fuerte ebullición cultural y bajo un orden político autoritario y modernizador, buscaron nuevos sentidos en esos espacios.
Aunque pueda resultar exagerado, no es desacertada la apreciación de Eric Hobsbawm cuando indica que, en América Latina, el siglo XX transformó todas las estructuras agrarias y alfabetizó a las poblaciones: a la muerte del campesinado le corresponde también la muerte del analfabetismo (Delich, 2004: 35). Claro que ni una ni otra son verdades taxativas, pero sí afirmaciones de un proceso de transformación que, en el Paraguay, se inició a partir de los años cincuenta y se consolidó en las dos décadas posteriores. La educación tuvo un valor civilizatorio y fue un elemento distintivo de la modernización que llevó a la transformación de las zonas rurales, urbanizando el campo y ruralizando la periferia de las ciudades.6
La sociedad se modernizaba y la burguesía comenzaba a portar valores asentados en una nueva racionalidad y una nueva temporalidad. Asunción parecía abandonar la siesta, y los modernos, el uso del doble apellido; las mujeres votaban, estudiaban y viajaban a las playas de Brasil. Como parte de ello, esos años definieron un nuevo paradigma que ser reflejó no solamente en la ampliación de la currícula universitaria, sino también en la dedicación de un conjunto de productores culturales que empezaron a hacer investigaciones, impartir cursos y publicar libros y revistas sobre ciencias sociales. Ellos mantenían una actitud de “modernidad” tanto con relación a lo que producían como por los resultados que esperaban obtener. Edelberto Torres Rivas lo describe así: “Es una referencia a un momento germinal que coincidió con la percepción de las posibilidades de desarrollo, asumidas como el momento esperado de la modernización capitalista tantas veces pretendida” (2008: 250).
Era visible en toda la región, como parte de la revolución cultural en marcha, la rápida expansión del mercado editorial y la creación de empresas culturales destinadas a la lectura, lo que daba cuenta, entre otras cosas, de la emergencia de sectores medios urbanos con interés por los nuevos productos culturales y las posibilidades de acceder a ellos. Tal como lo indica el cuadro siguiente, puede observarse el abrupto crecimiento de las revistas nacionales.7
Lo nuevo que ensayaba el mercado editorial no se reducía solo a la literatura y el conocimiento, sino que también fue invadido por las revistas de interés general, en las que podía leerse un poema, los datos para ver cine en un club, aprender una receta de comida y saber qué y cómo comprar para la casa, la mujer y los niños. Así es y Ñandé, cuyo slogan era “Una revista moderna para gente inteligente”, son buenos ejemplos nacionales de ello. Ambas de tinte filooficialista, dedicaban varias páginas a la publicidad oficial y mostraban la cara modernizadora del régimen: obras, edificios, hoteles y carreteras, aunque no faltaban las mujeres coronadas “reinas nacionales de la belleza”. Asimismo, se sumaban al intento de creación, finalmente fallido, de Paraguay como destino turístico, especialmente para aquellos que acostumbraban a ir a las playas de Brasil. Las imágenes y las notas eran elocuentes: un país que crece y se moderniza, un país normal.
Estos emprendimientos nacionales se agregaban a la invasión de revistas que procedían del mercado exterior. En ese boom del consumo masivo del mercado editorial surgió, en 1971, la librería El Lector, que funcionaría también como editorial a partir de 1982. Esta librería, que como su nombre lo indica es creadora —o expresión— de un nuevo sujeto, el ahora lector/cliente, fue emblemática respecto de los cambios acaecidos en el mundo de la masificación de las letras, en el que un libro y una revista comenzaban a ser pensados también como un negocio muy rentable de venta de productos.
La revista Cuadernos Republicanos y la perspectiva de estudio
Las publicaciones periódicas, en tanto constituyen textos colectivos, nos conectan de modo ejemplar con los modos de legitimación de las nuevas prácticas políticas y culturales. En este sentido, Beigel afirma:
Las trayectorias de los editorialistas y directores de revista asumieron siempre un carácter significativo, por cuanto cristalizaron —desde el ensayo teórico y en el nivel de la praxis periodística— de las principales categorías histórico-sociales que organizaban el universo discursivo de su época. (Beigel, 2003: 110)
Como indica Beatriz Sarlo (1992), las revistas abren una fuente privilegiada para la investigación; en tanto instituciones dirigidas por colectivos, informan sobre las costumbres intelectuales de un período, sobre las relaciones de fuerza, poder y prestigio:
Son también un objeto más adecuado a la lectura socio-histórica: son un lugar y una organización de discursos diferentes, un mapa de relaciones intelectuales, con sus clivajes de edad e ideología, una red de comunicación entre la dimensión cultural y política […] son, en el sentido más amplio, instrumentos de agitación y propaganda. (Sarlo, 1992: 15)
Como decíamos, Cuadernos Republicanos fue creada por el diputado colorado Leandro Prieto Yegros (1940-2020), quien cursó sus primeros años de derecho en México. Durante esa etapa de estudiante vivió en la casa de Natalicio González, un destacado intelectual colorado —protagonista del revisionismo histórico y por entonces embajador en ese país—, y llegó a colaborar como corrector de la mítica revista Guarania.8 Gracias a una entrevista que realizamos en marzo del 2011, sabemos que desde ese país trabajó también para algunas editoriales de Estados Unidos. Luego se recibiría de abogado en la Universidad Nacional de Asunción y estudiaría algunos años Ciencias Políticas, disciplina que luego continuaría con un magíster en dicha universidad.
Nacido en el seno de una familia de la élite política colorada, su padre —Leandro P. Prieto— fue un ferviente nacionalista durante la Guerra del Chaco y llegó a presidir la Junta de Gobierno (1948), además de haber sido intendente de la ciudad de Asunción y haber ocupado el cargo de ministro de Hacienda durante la presidencia de Juan Natalicio González (1948-1949). Dirigente importante del Partido Colorado y participante directo en la guerra civil de 1947, que principalmente involucraba a dos facciones de dicho partido —los Guiones Rojos, al mando de Natalicio González, y los “democráticos”, liderados por el Dr. Federico Chávez—, vivió parte de su destierro en Formosa, Argentina. A su turno, su hijo Leandro Prieto Yegros también tuvo una destacada actuación política y se le atribuyen varios proyectos de ley durante el stronismo. Él mismo se refirió a ello en la entrevista mencionada: “Presenté el Código del Trabajo y la Ley de los Derechos Civiles de la Mujer y de los Derechos Políticos de la Mujer, con nuestras señoras del partido”.
Su madre, Concepción Yegros, también provenía de una familia icónica en la biografía histórica paraguaya, fundadora de la independencia del país. Según su relato, Stroessner le reconoció desde el inicio de su Gobierno su pasado de prosapia y lo valoró en la carrera política. Según la misma fuente, el expresidente le habría dicho: “Sabe don Prieto Yegros que yo lo conocí a su padre; su padre fue un hombre decente, valiente, fue un hombre honesto. Y, sabe, quiero ser su amigo, le ofrezco mi amistad”.
Socializado en los núcleos más activos de la vida política y la cultura de la época, Leandro Prieto Yegros, a los 14 años, dirigió la revista Cincel y, a mediados de los años setenta, la Comisión de Asuntos Estudiantiles y Universitarios, creada por el entonces presidente del Partido Colorado, Juan Chaves. Esta desarrollaba actividades en estrecha relación con los Centros Colorados de Estudiantes “Dr. Ignacio Pane” y de estudiantes del colegio secundario “Blas de Garay”, tanto como de los Comités Juveniles de Seccionales Coloradas. Su gestión tenía como principal mérito el haber creado la librería universitaria y podría decirse que su relación con la juventud del partido era su principal capital político (Cuadernos Republicanos, 1975: 203-204).
Organizó también el Instituto Paraguayo de Estudios Sociales (“así tratamos de levantar intelectualmente al sector político”, nos manifestó) y, junto con otras destacadas figuras intelectuales, el 3 de mayo de 2016, llegaría a ser galardonado con la Medalla Cabildo a la Creatividad, Innovación e Investigación Científica, que otorga el Congreso Nacional paraguayo (Marina, 2016).
Luego de la renovación partidaria ocurrida a partir de 1989, fue poco a poco marginado de los lugares partidarios de decisión y, según un estudio de Junior Ivan Bourscheid (2018) sobre las diversas ideologías del partido colorado, permaneció en las corrientes tradicionalistas y nacionalistas a la hora de posicionarse en el nuevo escenario político inaugurado con la democratización, y mantuvo una visión “agrario-rural” a la hora de pensar las relaciones sociales de producción en el coloradismo.
Tras su muerte fue recordado en los medios y actos políticos como un dirigente “histórico” colorado y stronista, mote que lucía con orgullo, y como “uno de los intelectuales más grandes del Partido Colorado”, el “fundador de la piedra fundamental del pensamiento colorado” y “el último stronista”, identidad que revindicó incluso contra Horacio Cartes: tras la llegada de éste al Partido y la modificación de la carta orgánica para que pudiera presentarse en las elecciones, amenazó con desafiliarse y declaró que no iría a votar por el candidato out sider.
Participó activamente en el movimiento interno Movimiento Compañeros Colorados (MCC), comandado por Juan Carlos Galaverna, que tenía como principal objetivo competir por las listas parlamentarias en las siguientes internas partidarias contra los sectores cartistas. En ese sentido, declaró: “Mi partido se corrompió de cuajo. Exijo a mi corazón enfrentar a los aventureros, vamos a enfrentar a Cartes” (Última Hora, 2011). Convencido de que encarnaba la esencia final de la ideología colorada, tras su muerte, el semanario del Partido Colorado escribía en su editorial que “los miembros de la junta son sacados de la galera de un mago. La ANR ha sido vaciada de coloradismo, coloradismo vivido por Leandro Prieto Yegros con fervor hasta sus últimos días” (El Colorado, 2020).
Todavía en 2013, el semanario El Colorado, dirigido por Osvaldo Bergonzui, que seguía con detenimiento la vida política del partido, realizó algunas crónicas del lanzamiento de los últimos números de Cuadernos Republicanos, en tanto “lectura que debe ser obligada de todo buen colorado”.
La revista, como decíamos, apareció por primera vez en 1967 y tuvo una publicación regular hasta fines de la década de 1990, si bien nuestro recorte se limita a 1980. En los primeros años tuvo una vida intensa, con un número anual que aumentó a dos en 1971 y 1975; en 1984, en plena crisis del Partido Colorado —en los albores de la caída de Stroessner—, llegó a editar tres ejemplares. Entre 1967 y 1981 salieron diecisiete números con unos trescientos sesenta artículos. Los datos editoriales disponibles indican que en 1969 y 1970 la tirada fue de diez mil ejemplares cada año, la más grande de toda su historia, en coincidencia con el centenario de la Guerra de la Triple Alianza. Luego, la cantidad de impresiones anuales se mantuvo en un promedio de cinco mil, para disminuir a mil en 1975 y 1976 y retomar el promedio anterior inmediatamente después. Cada ejemplar indicaba: “200 fueron impresos para colaboradores y adherentes”.
La revista pivoteaba entre la reproducción de los discursos y las intervenciones públicas y partidarias de la élite colorada y las pretensiones científicas de una revista cultural; de esa forma buscaba jerarquizar a los cuadros del partido: reproducía sus alocuciones y entablaba con ellos un diálogo que proveía de contenido nacionalista al discurso partidario.
Como advierte Patricia Artundo (2010), si bien las revistas actúan en un contexto histórico-cultural específico, tienen una identidad propia que hay que indagar y sobre la que cabría preguntarse cómo es adquirida o cómo esta se configura. De allí que es válido considerar el formato elegido; ello informa no solo sobre el lector presupuesto, sino también sobre los distintos tiempos de lectura previstos. Cuadernos Republicanos era una “revista libro, lo cual presupone su permanencia en el tiempo y tiene previsto otro trato del lector con el objeto” (p. 9). Asimismo, era una revista del Partido Colorado y actuaba, al menos, sobre la élite del partido o, en todo caso, sobre una corriente de opinión de este; de ahí que mantuviera una relación más o menos directa, más o menos comprometida con aquello que entendemos por “institución” (su nombre apela directamente al nombre institucional del partido: Asociación Nacional Republicana). Su director afirmaba en el editorial de la revista:
Cuadernos Republicanos no es una publicación dedicada exclusivamente a quehaceres históricos […] Ciertamente que aquí no hacemos otra cosa que publicar el fruto de científicas investigaciones; pero sus resultados hacen carne en las motivaciones del hombre paraguayo […] desde nuestro primer número no hemos tenido otra inspiración que la verdad. (1970: 8)
Cada ejemplar se organiza con un editorial de Leandro Prieto Yegros, índices temáticos (que más adelante mostraremos) y un relativo staff de autores, que escribían o bien reproducían textos publicados en otros medios. En los números que van de 1971 a 1975 aparecen siempre unas “Cartas a la juventud colorada”, escritas por Waldemar Acosta. Son textos cortos y frescos que trataban de interpelar a los jóvenes del partido en los temas político de la época: la posición de EE. UU. frente a Paraguay y los militares de la región, los problemas de las fronteras y el aislamiento paraguayo. Con un fuerte contenido nacionalista y anticomunista, tomaba posición sobre la coyuntura nacional e internacional.
A partir del número ocho (1973) se incorporaría Raúl Noguera como secretario de redacción y, en 1980, se sumaría la figura del jefe de redacción, puesto que ocuparía Raúl González Fleitas.9 Su fundador manifestaba en un editorial:
Con muy pocos recursos al principio, en base al sacrificio y con la activa colaboración de un grupo de amigos, entre los cuales descuellan el Dr. Oscar Paciello y Lic. Víctor Chamorro Noceda […] fue creando un medio de comunicación que expresara fielmente las inquietudes culturales de quienes se sienten comprometidos con la militancia ideológica del nacionalismo paraguayo. (1982: 7)
Oscar Paciello y Victor Chamorro Noceda fueron dirigentes colorados de peso. Este último fue un prolífero historiador, animador de la vindicación de la figura de José Gaspar Rodríguez de Francia en el marco nacionalista y revisionista del stronismo. Oscar Paciello, abogado y profesor de la Universidad Nacional de Asunción, fue propietario y director del diario La Tribuna en su segunda época —a partir del 19 de noviembre de 1978—,10 uno de los periódicos más prestigiosos del Paraguay, específicamente, de la zona metropolitana. Como ha estudiado largamente Paulo Alves Pereira Júnior (2016), si bien la administración de Paciello reflejó ciertos elementos de la ideología colorada, como “la defensa del republicanismo y la democracia, la valorización de los paraguayos como acreedores de la paz y libertad, intervención en la vida socioeconómica del país para evitar el abuso de intereses privados” (pp. 4-5), durante su gestión el diario presentó una mirada más crítica hacia el régimen stronista y se solidarizó públicamente con los perseguidos y los exiliados colorados.
En cuanto a la frecuencia, los autores que acumulan mayor cantidad de colaboraciones son los siguientes:
Los textos de la revista están ordenados por índices temáticos. Es posible identificar desde producciones propias de la intelectualidad paraguaya hasta la reproducción de discursos de los políticos destacados del partido. Dado los límites que persigue este trabajo —una primera caracterización de la Cuadernos Republicanos—, procesamos la información de acuerdo con los temas abordados y los autores publicados.
Si hacemos una apertura temática por año, podemos encontrar la frecuencia de temas y los contextos de publicación:
Como es posible observar, la revista participaba de la cruzada por imponer un revisionismo histórico nacionalista y luego anticomunista, a la vez que tenía una preocupación central por los temas que atravesaban la época: el desarrollo, el progreso y la modernización del Paraguay. Estos ejes eran al mismo tiempo políticas centrales del régimen stronista.
Conclusiones
Este primer acercamiento a la revista Cuadernos Republicanos nos permite desmitificar las percepciones más comunes acerca de que el Partido Colorado, en el poder desde 1954, no habría contado con escritores ni intelectuales capaces de dotarlo de ideología y adaptabilidad durante un período histórico tan largo. También nos permite analizar el nacimiento de esta publicación, en una época en la cual los productos culturales gozaban de una valoración especial en el campo político y social. Recordemos que Cuadernos Republicanos nació no solo como parte de la modernización impulsada por el stronismo, sino también como parte de una ampliación del campo cultural y de las ciencias sociales, en el momento mismo en que se institucionalizaba la sociología, pero también se originaban y masificaban las instituciones de educación superior y el mercado editorial. La lectura se valoraba como elemento de diferenciación social de las élites urbanas de Asunción, en un proceso alentado por el crecimiento económico nacional, que impactaba directamente en estos sectores. En dicho marco, es posible afirmar que la ANR creó una revista con pretensiones de intervención en el debate intelectual.
Cuadernos Republicanos fue un artefacto partidario que permitió reunir a un conjunto de escribas, no siempre linealmente stronistas ni colorados, y así ampliar los márgenes de legitimidad del orden social en formación. Las temáticas asumidas y los autores de los textos muestran una apuesta por traspasar los márgenes estrictos del partido y de sus potenciales lectores. En efecto, el acento colocado en la necesidad de dotar de “cientificidad” a una revista partidaria de cara a un público predispuesto a leerla, junto a la idea según la cual era de lectura “obligada” para los cuadros partidarios, dan cuenta de esa necesidad por ampliar los márgenes de intervención y representación.
Al mismo tiempo que se intentaba cosificar el Partido Colorado como una “eterna institución en el poder”, la revista se configuraba como el centro de reunión de una élite política que supo adaptarse a las diversas transformaciones que el partido atravesó durante más de cincuenta años de historia política. Como ha indicado Junior Ivan Bourscheid (2018),
los intelectuales orgánicos desempeñan un papel esencial para mantener exitosamente al Partido Colorado en Paraguay, proponiéndose como elemento de cohesión y estabilidad por lograr la consustanciación de la adaptabilidad coyuntural con la tradición estructural, para conformar una estructura histórica altamente capaz de adaptarse y redefinirse, que permite mitigar los conflictos disgregadores que podrían llevar a su supresión […] el Partido Colorado se adaptó mucho, alterando su ideología para enfrentar los cambios de contexto y las presiones de los demás grupos políticos, lo que hizo posible su éxito ejerciendo el control del poder público. (Bourscheid, 2018: 215)
Queda entonces abierta la posibilidad de dar continuidad a esta línea de investigación para trabajar sobre los discursos y las representaciones que se activaron en la revista al compás de las diversas coyunturas históricas del Paraguay.
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Otras fuentes
Entrevista realizada por la autora a Leandro Prieto Yegros en Asunción (2010).
Notas
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