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González Marcelo y Luciano Maddonni (2020). La explosión liberacionista en la filosofía latinoamericana. Aportes iniciales de Enrique Dussel y Juan Carlos Scannone (1964-1972). Buenos Aires: TeseoPress.
Wirapuru Revista Latinoamericana de Estudios de las Ideas, núm. 4, pp. 1-4, 2021
Ariadna Ediciones

Reseñas

González Marcelo, Maddonni Luciano. La explosión liberacionista en la filosofía latinoamericana. Aportes iniciales de Enrique Dussel y Juan Carlos Scannone (1964-1972). 2020. Buenos Aires. TeseoPress. .pp.

Una indagación sobre el trabajo intelectual efectivo

El libro que ahora presentamos se cuenta entre los frutos de las labores de una línea de investigación que desarrollamos en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de San Martín a la vez que forma parte de una colección inscripta en la plataforma Teseopress. Línea y colección funcionan bajo el mismo nombre: Pensamiento latinoamericano.1

El nombre elegido ―Pensamiento latinoamericano― dice bastante sobre las posiciones de quienes estamos implicados. Sobre todo, dice algo sobre lo que podríamos genéricamente designar como compromiso latinoamericanista, aludiendo con ello, si no a una militancia, sí, como mínimo, a unas simpatías y a unas pasiones. Simpatías y pasiones por la afirmación de nuestra identidad, por los procesos genuinos de integración, por el cultivo de nuestras mejores tradiciones intelectuales y culturales. También, por la denuncia y la crítica de nuestras duras realidades económicas y sociales, las cuales siguen presentando rasgos ominosos. América Latina sigue siendo la región más desigual del mundo, y sigue mostrando indicadores negativos en relación con muchas otras variables clave, como los niveles de discriminación y de violencia. América Latina ha sido, y por momentos es, actualmente, sede de utopías admirables, pero también lo es de algunas de las más macabras distopías. Todos sabemos esas cosas, o deberíamos saberlas; también deberíamos saber que muchas personas, desde hace un par de siglos por lo menos, por lo menos, fueron tratando de pensarlas.

Más de una vez se ha formulado la pregunta sobre si existe o no un pensamiento latinoamericano. Pensamos que sí existe, desde luego en los numerosos y distintos intentos de respuesta a esa pregunta, pero también en muchos otros cauces. También pensamos que se trata de un conjunto de producciones con espesores de gran riqueza, aunque no debidamente justipreciados. Hay una biblioteca latinoamericanista, expresiva de un espesor cultural y, me animo a decir, civilizacional ―en el sentido braudeliano de esta expresión. Historicistamente, podríamos decir, siguiendo a José Gaos, que, cuanto más estudiemos ese pensamiento y su historia, más va a existir. Por razones múltiples, que tienen ver con cuestiones que todos más o menos conocemos, nos ha costado mucho sedimentar y acumular conocimientos y saberes: temas, problemáticas, modos y procedimientos para encararlos. El modo de funcionamiento de nuestra cultura intelectual, muy escasamente auto centrado, combina propensiones a la autodesvalorización de lo propio, al xenocentrismo alienante y al derivado seguimiento compulsivo de novedades teóricas, que “pasan”, como pasan las modas del vestir o de la música comercial.

Colección y línea buscan trabajar rigurosamente el conjunto de problemas implicados en lo antedicho. En particular, la colección combina varios criterios, que me animaría a decir que son ventajas. Uno es el amplio espectro, que intenta dar cuenta de lo multifacético del pensamiento latinoamericano: ciencias sociales, crítica de textos literarios y ensayísticos, historia e historiografía, filosofía. Otro es su clara orientación de apoyatura del trabajo de docencia, tanto en el grado como en el posgrado. Otro más es el acceso abierto, sostenido por el buen funcionamiento de la plataforma: los libros están disponibles en la modalidad acceso abierto, se leen con comodidad, pueden descargarse. En un contexto donde publicar y dar efectivamente a conocer no son asuntos sencillos, pensamos que contar con este espacio es, de por sí, un logro.

El libro que presentamos trata, como lo indica con claridad su título, sobre los orígenes de la filosofía de la liberación, en particular sobre su “polo argentino” y, más en particular todavía, sobre las peripecias iniciales de dos figuras clave: Enrique Dussel y Juan Carlos Scannone. El volumen es enorme; su versión impresa tiene más de 600 páginas. Fruto de una labor sostenida, es un trabajo ambicioso y exhaustivo. Por su extensión y por una serie de características formales, presentó grandes desafíos desde el punto de vista de la edición. De los doce o trece libros que llevamos publicados en la colección, es el más largo y el que más “pérdida de vista” supuso para quienes lo editamos y revisamos. Desde el punto de vista formal, tiene dos grandes partes, integradas, cada una, por cuatro capítulos: firmada por Marcelo González, la primera parte trata sobre Dussel; la segunda, a cargo de Luciano Maddonni, versa sobre Scannone. La Introducción general y las Consideraciones conclusivas llevan la firma de los dos autores.

¿Qué clase de libro es? ¿Cuál es su aporte? ¿Cuál su probable utilidad? Pienso que una valoración de un ejercicio de esta naturaleza puede dar inicio con una reflexión sobre la hermenéutica y la crítica. Quiero decir, sobre el sentido y el valor del trabajo hermenéutico-crítico. Me gustaría proponer una imagen del crítico. El crítico es como un detective que propone pistas a los lectores para que hagan luego su propio camino, en las obras y fuera de ellas. La labor del crítico es necesaria, imprescindible, cuando, por una o más razones, la comprensión de una obra por medios directos se torna dificultosa, no transparente. Y esto es más frecuente de lo que podría parecer. Los lectores, oyentes, espectadores, pueden, entonces, necesitar de una guía. Pero hay más. La labor del crítico no es solamente una “introducción”, un “abecé”. Es, o al menos puede ser, cuando se despliega bien, como la han desplegado Marcelo González y Luciano Maddonni en este caso que ahora nos ocupa, mucho más que una propedéutica a algún itinerario/obra. Dicha labor se coloca a la par de los itinerarios/obras analizadas, y le propone al lector un ensanchamiento de sus horizontes de comprensión en múltiples direcciones.

Muchas veces pienso en la Vida de Don Quijote y Sancho, de Miguel de Unamuno. Leerla vis a vis con el Quijote sigue siendo una experiencia intelectual fascinante, ensanchadora de horizontes. Pero no hay que ir tan lejos. En defensa de la crítica, pensemos cuánto es lo que debe nuestra comprensión de alguna cosa a los buenos estudios preliminares, a las bien construidas biografías intelectuales, a los estudios críticos sobre distintas obras de arte, incluso, a un buen programa de mano para una exposición o un concierto sinfónico. No se ven “igual” los murales de Diego Rivera tras revisar una contribución como la de Xavier Moyssén sobre el modo en que son tratadas allí las figuras del héroe y el antihéroe a lo largo de los años. No se ve “igual” el Guernica de Picasso después de leer el Guernica de Gijs van Hensbergen, imponente asedio de 400 páginas. No se recorren “igual” las ciudades barrocas latinoamericanas después de haber leído los estudios de Pedro Henríquez Ureña, de Manuel Toussaint, de Elisa Vargaslugo y un largo etcétera. El crítico nos da ojos, podría decirse. Nos da sentidos; más precisamente, mejora los sentidos que ya tenemos.

Tampoco se recorren “igual” las páginas de Henríquez Ureña tras haber leído los estudios críticos que sobre su obra se han producido: los reunidos, por ejemplo, en el volumen correspondiente de la colección Archivos de la UNESCO, coordinado por José Luis Abellán y Ana María Barrenechea. En este caso, al igual que en el caso que nos ocupa aquí, el crítico nos da oídos. El crítico nos ayuda a volvernos mejores lectores; ser mejores lectores tiene que ver con escuchar mejor, con saber identificar y distinguir las voces y rumores que habitan los textos. Mi relación personal con la obra de Juan Rulfo no es la misma tras escuchar los seminarios de Françoise Perus. Mi aptitud para comprender las composiciones de Heitor Villa-Lobos no es la misma después de conocer las investigaciones de la nueva generación de musicólogos brasileños ―deudores a su vez de una renovación previa que permitió, entre otras cosas, tomar distancia de los testimonios tan estentóreos como arbitrarios del coloso y poder, así, comenzar a interrogar mejor los documentos y el material sonoro. Muchas veces olvidamos nuestras deudas intelectuales; queremos convencernos de que lo que ahora borrosamente comprendemos lo habíamos comprendido desde siempre. Eso no es cierto ni es justo.

Trabajo intelectual efectivo es una noción que le atrae mucho a Marcelo González. Hasta donde sé, él la “inventó”; Luciano Maddonni se la ha apropiado y hace uso de ella con eficacia. Se acerca a proceso compositivo. En ese trabajo intelectual efectivo se ponen en juego operaciones. En esas operaciones las categorías y las tramas se elaboran, se reelaboran, se descartan, se retoman. Son procesos muy complejos, y fascinantes de ser estudiados en su complejidad, tal como se puede apreciar en este libro en relación con su tema principal: la modulación en sede filosófica de la dupla categorial dependencia-liberación y de la constelación de categorías conexas en los itinerarios/obras de dos de los “fundadores” de la Filosofía de la liberación.

Quisiera decir que es muy interesante pensar ese trabajo intelectual efectivo como una dinámica signada por voces. Como sabemos desde los estudios de Bajtín, un texto complejo está hecho de procesos dialógicos. Un autor dialoga con otros autores. Se aproxima, toma distancia, se apropia, recrea, deja de lado, olvida. Nombra, o no, a sus interlocutores. Y también dialoga consigo mismo. La voz autoral puede desdoblarse. Puesto que todos alojamos voces en nuestro interior; a veces, esas voces son contradictorias: ¿cuál se impone en cada momento respectivo? ¿a cuál “decidimos” darle prioridad al escribir? ¿cómo coexisten? Es precisamente a esto a lo que buscamos referirnos con la imagen de la sinuosa forja.

Se justifica así el abordaje centrado en las trayectorias o itinerarios, antes que en las tipologías esquemáticas o en los etiquetamientos apresurados. Centrarse en los itinerarios solicita, a su vez, que el crítico acuda a una serie de términos, imágenes y procedimientos específicos. Por ejemplo, los autores del libro que estamos comentando acuden a múltiples metáforas: eclosión, año anfibio, texto proteico, explosión, año evento, ondas expansivas, relámpago. De ahí se desprenden también algunos “experimentos” que, aun lindando con lo contrafáctico, son intelectualmente estimulantes: el reseñista imaginario enfrentado a una obra determinada; el oyente ficticio de una conferencia. Ambas figuras aparecen en la obra.

Puedo ofrecer algunos ejemplos de la presencia de voces en estas forjas, de la productividad de leer escuchando; los ejemplos tal vez les sugieran cosas a quienes ya leyeron u hojearon el libro, quizá estimulen a hacerlo a quienes todavía no lo hicieron.

Son cinco.

Primer ejemplo, allí está Dussel, en 1966, reelaborando la noción núcleo ético-mítico, acuñada por Paul Ricœur. Para convertirla en una noción nueva, con otros alcances: núcleo mítico-ontológico. Dussel desagrega, rebautiza. Está buscando dar cuenta de los “resortes últimos” de las culturas y civilizaciones; la propuesta de Ricœur lo estimuló, pero sin satisfacerlo por completo, por eso la recrea.

Segundo ejemplo, ahora tenemos a Dussel, en la segunda mitad del año 1970, realizando adiciones estratégicas al texto desgrabado de su segunda conferencia en las Jornadas Académicas de San Miguel. La versión publicada de la conferencia es, de acuerdo al trabajo detectivesco de Marcelo González, un texto intervenido. Esas intervenciones son mucho más que retoques; son cruciales para una adecuada comprensión de todo lo que hubo en juego en el giro liberacionista, del año evento 1971. Es el autor que dialoga consigo mismo, yendo incluso más allá de sí mismo.

Tercer ejemplo, escuchamos a Dussel y Scannone conferenciando sobre la liberación latinoamericana en las Segundas Jornadas Académicas de San Miguel, ya en 1971. Sus conferencias son precedidas por la de Hugo Borrat y sucedidas por la de Hugo Assman. Son “otras” voces. La consideración de estas otras voces sirve para dimensionar que la dupla dependencia-liberación contaba ya con un amplio recorrido en las redes cristianas latinoamericanas a lo largo de la década del sesenta, con anterioridad a la emergencia de la Teología de la liberación y de la Filosofía de la liberación. Era el cristianismo liberacionista amplio, del que habló Michael Löwy. Había algo de paradójico, puesto que esas “Segundas Jornadas” estaban presentando a la “liberación latinoamericana” como una novedad.

Cuarto ejemplo, escuchamos a Scannone, en 2017, rememorando ante Luciano Maddonni su toma de contacto con la obra de Levinas. Tuvo lugar a través de un artículo del jesuita belga Simon Decloux. Y le dice: ―Encuentro la filosofía de la intersubjetividad que estaba buscando. Y Luciano Maddonni prosigue su búsqueda detectivesca y revisa el texto de Decloux, y coteja con la producción de Scannone de esos años, y nos muestra hasta qué punto la recepción crítica de Levinas por Scannone es deudora de la propuesta de Decloux y hasta qué punto Scannone agrega observaciones más personales en relación a la propuesta de Levinas, tan importante para comprender el sentido y los alcances del giro liberacionista.

Quinto ejemplo, vemos a Scannone, en 1971, escribiendo, en una nota al pie, la palabra analéctica. Tiempo después, la noción se volvería un aporte distintivo. Comenzó en nota al pie, sin definición precisa, con cierta anfiobiología: aparición relámpago, no exenta de dudas en esos primeros pasos. Incluso, el propio Scannone reconocería que la tomó de un filósofo tomista alemán (Bernhard Lakebrink), pero dándole un sentido completamente diferente al que le había dado dicho autor.

Voces, voces, voces.

La consideración atenta de la labor crítica sobre la sinuosa forja, sobre el trabajo intelectual efectivo ensancha nuestros horizontes de comprensión, nos vuelve mejores lectores, mejores escuchas (quien sabe leer, sabe escuchar), nos revela espesores, texturas, profundidades, en suma, dimensiones que, de otro modo, quizá, nos costaría mucho más percibir. Es una manera muy prometedora, pensamos, de hacer estudios sobre el pensamiento latinoamericano. Deslumbrarnos y agradecer: eso es lo que cabe hacer ante este libro, que enseña a escuchar mejor los incontables rumores y voces que habitan las obras de dos de nuestros pensadores indiscutiblemente clásicos.

Notas

Información adicional

Disponible en: https://www.teseopress.com/liberacionista/

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