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DES-BORDANDO FEMINISMOS ACTIVISMO TEXTIL PARA LA CONSTRUCCIÓN DE PROCESOS DE PAZ EN LA PANDEMIA
Itzel Cisneros Mondragón
Itzel Cisneros Mondragón
DES-BORDANDO FEMINISMOS ACTIVISMO TEXTIL PARA LA CONSTRUCCIÓN DE PROCESOS DE PAZ EN LA PANDEMIA
Revista CoPaLa. Construyendo Paz Latinoamericana, vol. 7, núm. 15, 2022
Red Construyendo Paz Latinoamericana
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Resumen: Este artículo analiza el caso de la red de bordadoras latinoamericanas Des-bordandofeminismos que nace en medio del confinamiento de la pandemia, a partir de cómo el activismo textil ha sido una herramienta para la construcción de los procesos de paz en contextos de violencia.

Palabras clave: Bordado, feminismos, pandemia, paz, violencia.

Abstract: This article analyzes the case of the network of Latin American embroiderers Des-bordandofeminismos that began in the midst of the confinement of the pandemic, based on how textile activism has been a tool for the construction of peace processes in contexts of violence.

Keywords: Embroidery, feminisms, pandemic, peace, violence.

Carátula del artículo

Artículos científicos

DES-BORDANDO FEMINISMOS ACTIVISMO TEXTIL PARA LA CONSTRUCCIÓN DE PROCESOS DE PAZ EN LA PANDEMIA

Itzel Cisneros Mondragón
Escuela Normal 3 de Nezahualcóyotl, México
Revista CoPaLa. Construyendo Paz Latinoamericana, vol. 7, núm. 15, 2022
Red Construyendo Paz Latinoamericana

Recepción: 20 Marzo 2022

Aprobación: 03 Junio 2022

Introducción

El trabajo textil tiene una tradición de varios siglos que se puede rastrear hasta los pueblos originarios de muchas partes del mundo; sin embargo, como afirma Andrä, “a causa de su materialidad suave y flexible, y de la asociación del oficio de aguja (needlework) con el trabajo de mujeres, los textiles son habitualmente considerados inherentemente pacíficos, pero políticamente intrascendentes.” (Andrä, 2)

Este artículo pretende rescatar el concepto de activismo textil y preguntarnos ¿cuál es la relación entre trabajo textil y los procesos de paz? Para ello, revisaremos algunos casos donde el hilo y la aguja son la herramienta de resistencia dentro de conflictos violentos, ya sea como denuncia, recuperación de la memoria, elemento para la reconstrucción del tejido social o herramienta de cuidado comunitario.

Ello nos llevará al análisis de un caso particular nacido del confinamiento de la pandemia, el proyecto Des-bordando feminismos, que reúne a bordadoras de distintos puntos de Latinoamérica y al que fui invitada de forma personal, por lo cual pude seguir y participar de cerca en su construcción. Nos enfocaremos en especial en la convocatoria hecha para el 8M del 2020 para bordar cubrebocas y los resultados obtenidos de esta convocatoria, desde el estudio de los procesos de paz.

Los procesos textiles como formas de paz visual

Roberta Bacic (2014), en su estudio sobre las arpilleras y los derechos humanos resalta cómo el trabajo textil, aunque ha sido demeritado como un trabajo artesanal o femenino, se vuelve un acto político y de resistencia. Esto debido a que las “visualizaciones son más amplias, menos directas y menos controvertidas que el texto, estas pueden ayudar a recuperar y procesar memorias traumáticas más fácilmente que el arte escrito u oral y proveer significados alternativos del compromiso con la sociedad”. (Andrä, 5)

Estos procesos se han estudiado sobre todo desde el campo de la paz visual o visual peace, “Given that language is inevitably a part of the visual experience, the question then is: does language supplement or diminish images? It is suggested that there is something elusive in images that cannot be grasped by means of language. Images carry with them many intended and unintended sites of connotation which can be marginalized by means of language but not erased altogether” (Miller, part 1). La paz visual, de este modo, recurre a otros lenguajes cuando el lenguaje oral o escrito ha sido tomado por el discurso hegemónico, resiste de su propio tiempo y corporalidad.

Desde esta perspectiva podemos examinar cómo las imágenes textiles creadas a partir del conflicto, la violencia o incluso la guerra nos ayudan a procesar lo que se ha vivido con el fin de una reconstrucción pacífica, es decir, “una forma de pensar la relación entre textiles y paz es concebirlos como figurativos” (Andrä, 6). Los y las creadoras textiles resignifican su labor al mismo tiempo que resignifican la experiencia vivida; de esta forma, los textiles pasan de meros elementos de adornos a formas de comunicación que representan experiencias de violencia y esperanzas de paz [...] y están “cargados de múltiples significados disponibles para un rango de lecturas e interpretaciones.” (Andrä, 6)

Casos en Latinoamérica

Algunos de los nombres que se les ha dado a los procesos textiles vinculados con los conflictos y procesos violentos son: “tejidos de guerra” (Zeltin Cooke and MacDowell, 2005), las “puntadas de guerra” (Deacon and Calvin, 2014) y los “textiles de conflicto” (Andrä, 2019). Aun cuando se pueden rastrear hasta el proceso de conquista de Latinoamérica, África y Asia, en este artículo nos centraremos en algunos casos contemporáneos que ejemplifican los procesos de resistencia.

Arpilleras

El primer caso y quizá uno de los más rescatados en los últimos años es el de las arpilleras chilenas creadas en la dictadura de Pinochet, las arpilleras son una tradición de tapices rurales –“canciones que se pintan”, diría Violeta Parra – que fueron usadas para denunciar la violencia vivida en la dictadura:

Así, en medio del caos, nacen los talleres de arpilleras, instancias en las que las mujeres hacían uso de sus habilidades domésticas para elaborar tejidos en los que expresaban sus frustraciones y planteaban respuestas conjuntas a sus vivencias. Además, compartían sus traumas, buscaban soluciones de manera colectiva y confeccionaban textiles para luego venderlos y generar ingresos para el sustento básico. (Artishock)

En este ejemplo resalta, por un lado, la organización internacional que tuvieron en su momento los talleres y a través de los cuales esta “labor doméstica” se volvió un sustento de muchas mujeres para aquellos tiempos, pero también podemos observar la resignificación de la tradición como documento de denuncia y comunicación con el panorama internacional.

De esta misma tradición de arpilleras nace la Asociación Kuyanakuy, la cual a finales del siglo pasado en Perú se organiza en los suburbios pobres de Lima con el objetivo de “realizar distintas actividades para mantener el sentido de identidad, para solventarse, distraerse, y entre éstas, la confección de arpilleras fue una de las actividades significativas y centrales”, (Boric: 1) todo esto dentro del contexto de la guerra del Estado peruano con el movimiento Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (1980-2000) (Franger, 1988).

Sobre este caso es interesante el análisis de Roberta Boric sobre la relación de la arpillera con el lenguaje y el dolor: “[La arpillera] permite a las personas expresar experiencias que son difíciles o imposibles de comunicar en palabras. También les permite cruzar las barreras del idioma y la cultura comunicándose con personas de otras culturas y lenguas”. (Boric, 5)

En este sentido, Boric describe un proceso emocional que pasa por el cuerpo y ayuda de forma comunitaria o individual, podríamos agregar incluso la palabra “anónima”, a entender y resignificar el dolor:

Voy asumiendo el dolor, siendo capaz de vivir ese dolor. La confección de los cuadros les da a las personas un tiempo para ellas. Es muy pausado. Voy clavando y sacando el dolor hacia fuera con cada puntada. No solamente pido responsabilidad a los culpables, yo materializo esta experiencia. Es una parte bastante fuerte y rica, vas tejiendo a tu propio ritmo, o al ritmo de tu grupo. Es importante la cosa de tocar, lo táctil, por el hecho de poder expresar el sentimiento, sobretodo en culturas donde el dolor no se habla mucho. Muchas culturas no lo expresan, el dolor es un acto privado (…) En Perú es relativamente privado, lo personal no lo dices a todo el mundo. Con la arpillera tiene la dimensión de ser un medio donde no eres tú quien lo está diciendo, sino que es la imagen. (Boric, 6)

Bordando por la Paz y la Memoria

Este proyecto tiene especial interés para este artículo puesto que algunas de las participantes fungieron de conexión mexicana con la red de lo que luego sería Des-bordando feminismos y otras bordadoras radicadas en México, como fue mi caso. Este proyecto nace, a su vez, de Fuentes Rojas, colectivo de artistas que en el sexenio de Felipe Calderón pintaron las fuentes de varias ciudades de rojo como metáfora de la sangre del pueblo que ha sido derramada por la Guerra contra el narcotráfico que se desató desde ese sexenio.

Después de esto, el colectivo toma la forma de Bordando por la Paz y la Memoria. Una víctima, un pañuelo, iniciativa desde donde el colectivo “invita a reclamar el espacio público, denunciar las injusticias y reconstruir la memoria colectiva nombrando a las víctimas de la violencia a través del bordado” (entrevista para Infoactivismo), de esta forma, se han bordado colectivamente una serie de pañuelos en los que se escribe el nombre de la víctima y los detalles de la desaparición o el asesinato en el contexto de la Guerra del narcotráfico desde el 2011.

Este proyecto, a diferencia de las arpilleras, no resignifica a través de la imagen sino a través del tiempo, es decir, la resistencia de llevar un registro bordado de cada una de las personas asesinadas en México desde el 2011, cada semana en una plaza de Coyoacán, además de otros eventos y manifestaciones donde se lleva el proyecto, resalta la cantidad de personas que han sido víctimas de la violencia en México. Se llevan más de 10 años bordando y todavía no se acaba con el registro del 2011, más los miles y miles que se agregan cada día al registro.

Todas estas prácticas expresan con distintos símbolos del proceso textil el dolor del que nos habla Boric en un ejercicio comunitario. La muerte, la violencia, la desaparición si bien tienen una causa estructural en estos casos, no necesariamente tiene un lugar para dolerse y sanarse de forma colectiva, por ello son importantes los espacios que permite el arte textil para restablecer la dignidad arrebatada como acto de enunciación.

Cada uno de estos ejemplos sería suficiente para un trabajo de análisis en sí mismo, desde sus temáticas, la organización comunitaria que conllevan, las necesidades de las que parten y el contexto con el que se relacionan y resignifican. Asimismo faltaría hablar de los casos de Argentina, Colombia, Uruguay y tantos otros, donde también existen muchas organizaciones de mujeres bordadoras como Bordamos por la paz Córdoba o Mostramos la hilacha, sin embargo, el proyecto de Des-bordando feminismos nos permitió acercarnos a colaborar con estos proyectos de los que hablaremos más adelante.

El rescate de la producción textil en los movimientos feministas

Un apartado específico sobre el trabajo textil, específicamente del bordado, es la perspectiva de género, aunque no es único de las mujeres esta labor, sí ha sido feminizado e incluso tomado como una actividad opresiva desde la narrativa hegemónica. Alcázar explica cómo “las mujeres han cosido anónimamente bajo el precepto de ‘coser para el otro’, es decir, coser para el marido y los hijos con un fin estrictamente utilitario a la vez que se mantenía intacta la idea de feminidad y sumisión”. (Alcázar, 22)

Sin embargo, es importante cómo este carácter doméstico y decorativo, menospreciado como lenguaje, ha sido un punto clave para la resistencia política, puesto que estos espacios “femeninos” no son vistos como peligrosos ni dignos de intervención. Esta resignificación también es importante como acto político. En mi propia experiencia como educadora rural, a muchas mujeres no se les dejaba ir a las clases de alfabetización o salud, pero sí a las de bordado, de esta forma era mucho más sencillo invitar a las mujeres de las comunidades a una actividad que podía parecer “inocua” para los discursos patriarcales y después subvertir las narraciones que allí se creaban.

Este mecanismo de subversión fue algo de lo que las feministas desde la primera ola estuvieron conscientes:

El uso del bordado en las pancartas sufragistas abrió el camino a un nuevo lenguaje plástico y narrativo que reflejaba no sólo la reivindicación por los derechos de las mujeres, sino también un nuevo método de trabajo colectivo que heredaron las feministas de la Segunda Ola en los llamados grupos de autoconciencia y que más tarde se reflejaría en el trabajo colaborativo de la Womanhouse. (Alcázar, 37)

Estos círculos de autoconciencia –de donde salió el eslogan “lo personal es político”– estaban formados con la intención de construir un espacios para enunciar y denunciar situaciones conflictivas y de violencia que se sufrían en silencio y de forma de individual, mientras que el bordado siempre ha estado relacionado con “lo que no se puede decir”, rescantándolo como otra forma de lenguaje, por ejemplo en el mito de Filomena.

Según Agosin, el coser, tejer, bordar, son y representan escrituras femeninas que cuentan lo que la palabra o el habla no pueden decir. Estas artes representan escrituras que utilizan el cuerpo mismo como medio de moldear esta expresión: dedos, uñas, brazos. Así, las mujeres que bordan o cosen abandonan el rol tradicional de consumidoras de arte para convertirse en productoras que trascienden ese orden que las relegó a la marginalidad para incorporarse activamente al proceso de producción de la cultura. (Arias, 54)

Al ser un lenguaje para decir lo que no se puede decir, “los textiles tienen el potencial de reproducir pero, de manera importante, también de deshacer órdenes estáticos, binarios y jerárquicos de género” (Arias, 54).

La pandemia y los problemas del aislamiento

Los textiles no sólo son ornamentales, en nuestra vida cotidiana contienen un carácter íntimo, nuestros cuerpos conviven constantemente con ellos, lo cual nos da un gran potencial para resignificar los discursos con los que convivimos diariamente, son “prácticas y saberes cotidianos invisibles y subvalorados, [que guardan] potenciales estrategias para resignificar y reconstruir la mirada sobre la propia vida, y a la vez, sobre la vida social, en tanto lo aparentemente intrascendente adquiere relevancia como forma de expresión pública y testimonio de vida”. (Arias, 54)

Arias en su artículo sobre los recursos estratégicos del cuidado de la vida en contextos de sufrimiento social, nos habla de cómo las experiencias del trabajo textil comunitario en contextos de violencia pueden ayudar de forma colectiva a restablecer “el cuidado de la salud mental” al acompañar los procesos de denuncia y duelo de las experiencias vividas: “es aquí donde cobra sentido el cuidado comunitario –que rompe con la mirada hegemónica biomédica, en la que se fragmenta, se simplifica e invisibiliza al sujeto– y pone énfasis en las capacidades y potencialidades de las comunidades y las personas para resistir con dignidad ante las diversas formas de dominación y sufrimiento”. (Arias, 59)

Este acompañamiento se hace al incorporar los relatos de cada una de las personas que han sufrido violencia a un relato colectivo con el fin de entretejer una nueva narrativa de estos contextos “que encuentran en el tejido una ruta para resignificarse y ser apreciados en el ámbito de lo público –vistos, tocados, escuchados– buscando transformaciones no sólo individuales sino además colectivas y sociales.” (Arias, 61)

Esta experiencia de tejer lazos sociales a partir de los hilos y nuestras manos fue particularmente importante en el contexto de la pandemia donde además de la emergencia sanitaria nos enfrentamos a un aislamiento social, la pandemia nos enfrentó a “una coyuntura disruptiva que fija, encierra y desacredita la experiencia subjetiva y comunitaria”. (Levin, 43)

Es complejo abarcar lo que ha significado socialmente el fenómeno de la pandemia y el aislamiento pero dentro del contexto de los proyectos sociales implicó para muchos y muchas una pausa que se tornó en un abandono de los proyectos, puesto que no había las condiciones materiales, económicas ni sanitarias para continuar dichos procesos de la manera en la que habían llevado hasta ese entonces. “La epidemia dejó al desnudo la vulnerabilidad en la que se encuentra nuestra población, con un sistema de protección social casi nulo y un sistema de salud más que precario y deficiente, principalmente en las áreas de prevención y contención en salud; el cual tuvo que ser equipado a medias, en un tiempo récord, para paliar la crisis, en medio de escándalos de corrupción”. (Cristaldo, 88)

Aunado a esto, la crisis también provocó una invisibilización de las violencias que se sufrían socialmente y que en muchos casos aumentaron, como la violencia contra las mujeres o el abuso infantil, puesto que los hogares no son lugares seguros para muchas personas vulnerables: “Desde el estallido del COVID-19, la violencia contra las mujeres y las niñas se ha intensificado en países de todo el mundo. Si bien las medidas de bloqueo ayudan a limitar la propagación del virus, las mujeres y las niñas que sufren violencia en el hogar se encuentran cada vez más aisladas de las personas y los recursos que pueden ayudarlas” (ONU Mujeres).

En este sentido, se volvió cada vez más necesario encontrar nuevas formas de establecer comunidad y tejer redes de apoyo, preocupación sobre todo de personas que perdieron sus espacios de socialización en los que habían encontrado espacios de resistencia, tal es el caso de los colectivos de bordado.

El caso de Des-bordando feminismos
Origen

El inicio de esta red se dio a partir del trabajo de campo de la psicóloga feminista chilena Belén Tapia de la Fuente, candidata a magíster en Psicología Comunitaria de la Universidad de Chile, para su tesis Entre bordar y ser mujeres: habitar el cuerpo a través de los hilos. Esta investigadora realizó círculos de bordado para “comprender los modos en los cuales el bordado colectivo se constituye en una práctica feminista y una forma de habitar el cuerpo en bordadoras de la zona sur oeste de Abya Yala.” (entrevista con Tapia)

Estos primeros encuentros virtuales con nueve bordadoras de distintas partes de Latinoamérica trajeron el deseo de convocar a la construcción de una red de bordadores, aprovechando la virtualidad como forma de comunicación de territorios que de otra forma no se podrían articular.

Así, se convoca a personas de distintos territorios, luchas e historias que tengan en común la politización del bordado como una práctica feminista de transformación social a un primer encuentro de donde surge la Red de Bordadorxs Feministas de Abya Yala, que después de algunas asambleas donde se discutieron los conceptos que nos unían se llamó Des-bordando feminismos.

Las personas que llegaron a este primer encuentro fueron convocadas por las redes que ya existían previamente de estos colectivos, muchas de las personas que asistieron han tenido una trayectoria política y de creación comunitaria que se activó con la motivación que muchas de nosotras teníamos en ese momento sobre: ¿cómo hacer comunidad en medio del aislamiento obligatorio?

El primer encuentro se realizó el 1 de noviembre de 2020, con un correo electrónico donde Belén Tapia invitaba a confiar en que “el Buen Vivir se hace cuerpo en la articulación del tejido social y por medio de los múltiples entramados que se puedan zurcir, coser y descoser” (comunicación personal de la red, 2020), a su vez las personas que recibieron este correo invitaron a otras personas de sus propios países con el fin de articular una Red de Bordadoras feministas de Abya Yala.

Luego, se desglosó en una docena de horarios de acuerdo a los tiempos de cada país, lista que tenuemente anunciaba uno de los tantos desafíos: encontrarse en un momento común, sobrepasar las patrias patriarcales, sus calendarios, ritmos y geopolíticas para continuar tramando redes, pero ahora a escala continental. En esa primera instancia se hizo evidente el placer que les generaba encontrarse, alucinar con cada historia textil, sus memorias, proyectos y con los modos en como el bordado dialogaba con la lucha territorial de cada iniciativa. La dinámica fue fluida, íntima, contundente, colaborativa y rizomática, características que se incrustaron con fuego, instalando un modo de funcionamiento que se replica una y otra, en cada nuevo encuentro, de la misma manera en cómo la aguja atraviesa la tela hasta terminar el bordado. (comunicación personal de la red, 2020)

Características

Tras las muchas discusiones sobre los alcances y objetivos de la red, se creó un manifiesto que se copia a continuación:

Manifiesto de Des-bordando feminismos

  1. 1. Trabajar y producir con horizontalidad, autogestión y solidaridad.
  2. 2. Relacionarnos con creatividad y desde la inclusividad.
  3. 3. Trabajar desde nuestra intuición y potencia.
  4. 4. Resignificar los espacios privados y públicos para generar espacios colectivos entre mujeres.
  5. 5. Crear un entramado vincular, caminar en la orilla de lo íntimo y lo colectivo.
  6. 6. Crear procesos de diálogo en distintos lenguajes, desde el bordado, como forma de resistencia.
  7. 7. Considerar lo repetitivo de la acción de bordar para deconstruir el tiempo productivo y resignificarla como un modo de concentración y reflexión.
  8. 8. Recuperar nuestras cuerpas cuestionando la violencia que nos atraviesa, poniendo en primera línea el autocuidado y cuidado colectivo.
  9. 9. Visibilizar las violencias, lo silenciado, a-bordando los relatos ausentes.
  10. 10. Bordar lo que nos duele, hacerlo colectivo y comunitario y sacarlo del espacio privado.
  11. 11. Dialogar con la memoria.
  12. 12. Ser una voz política, de denuncia, de mujeres gritando.
  13. 13. Recomponer, a través de nuestros hilos, lo quebrado.
  14. 14. Partir de feminismos interseccionales para subvertir el modo de vida heteropatriarcal, capitalista y racista.
  15. 15. Deconstruir las ideas impuestas de lo femenino.
  16. 16. Descolonizar nuestros saberes, sentires y deseos.
  17. 17. Transformar los modos en los que vivimos.
  18. 18. Descolonizarnos del norte global.
  19. 19. Hacer redes desde el sur y destruir los límites impuestos de las fronteras.
  20. 20. Convocar a muchas otras mujeres a organizarse y manifestarse desde sus propios lenguajes y medios.

Este manifiesto creado por todas las participantes, como algunos otros documentos entre los que se encuentra el registro de todas las participantes de las sesiones, algunas entrevistas que se pidieron de la red, la escritura de algunos otros textos académicos producto del análisis que la red tenía consigo misma, fueron todos escritos de forma comunitaria, después de algunas encuestas, asambleas y comunicaciones internas entre nosotras.

Las participantes constantes de la red eran alrededor de entre 25 y 30 bordadoras de Chile, Argentina, El Salvador, Uruguay, Costa Rica, México, Perú, Colombia, Ecuador y Brasil (registro que hizo Agujas Combativas para la red de bordadoras). En la red se estableció que tendríamos reuniones mensuales que alguna de las participantes asumiría a su cargo, en las que se planteó en un primer momento conocer la trayectoria de las colectivas o participantes dentro de sus propios territorios a la par que construímos una convocatoria para bordar en toda Latinoamérica para el 8 de marzo del 2021.

Además de estas sesiones y de los correos internos, se propuso usar Discord como medio de comunicación pues esta aplicación nos permitía tener distintos canales con los diferentes objetivos de comunicación que teníamos como red: la presentación de cada miembro desde su trabajo de bordado, las dudas de la plataforma porque había bordadoras de muchas generaciones distintas y no todas estaban familiarizadas con las herramientas tecnológicas que usábamos, la invitación de las actividades de cada miembro, las acciones de la red, la escritura colectiva de distintos textos, las redes sociales y comunicación con otras organizaciones y la compartición de material relacionado con el activismo textil (lecturas, música y películas).

por decir-bordar en tiempos de confinamiento covidiano– Bordando mascarillas, barbijos o tapabocas

La primer convocatoria abierta que se propuso como parte de los objetivos de la red fue para el 8 de marzo del 2021, a casi un año de haber empezado en confinamiento obligatorio y con un proceso de vacunación todavía muy disímil entre países de América Latina que volvían muy difuso si habría condiciones para salir a manifestarse como cada año.

Frente a este contexto, la red convocó de forma virtual por Instagram (@desbordandofeminismos) a bordar cubrebocas/mascarillas/barbijos con la idea de que “la casa no es refugio para todxs”, haciendo visibles todas las violencias que se habían dejado de lado desde que había iniciado la crisis sanitaria y que planteaban no salir de casa puesto que la casa era el lugar más seguro en el que podíamos estar.

Como parte de la libertad y creatividad que pretendíamos proponer, no se dirigió una frase o palabra específica sino que se convocó a responder la pregunta: ¿Qué necesitamos decir-bordar en tiempos de covidianidad?

La convocatoria pedía tomarse una foto con la mascarilla bordada y mandarla por Instagram o correo electrónico durante todo el mes de marzo. Se recibieron casi 100 bordados de Chile, Colombia, Uruguay, México, Argentina, Nicaragua, Ecuador, Costa Rica, Brasil, Honduras, Perú y El Salvador. Todo este registro de cubrebocas están en la cuenta de Instagram de la red, pero aquí ponemos algunos ejemplos:




Bordados de la cuenta de Instagram Des-bordando feminismos




Bordados de la cuenta de Instagram Des-bordando feminismos




Bordados de la cuenta de Instagram Des-bordando feminismos

De esta convocatoria surgió el deseo de muchas participantes de reunirse a conocerse, no era suficiente el bordado individual que se tejió de forma virtual como un enorme bordado, era necesario pasar a la siguiente fase: la comunicación de experiencias vividas. Así, surgió el encuentro: Resonancias del 8M, organizado por nuestra red pero abierto a todas las participantes de la convocatoria.

En este encuentro nos reunimos alrededor de 60 bordadoras, muchas de ellas externas a la red, algunas ni siquiera habían participado en el bordado pues no se sentían “con el derecho de bordar”, sin embargo, querían estar presentes puesto que algo sobre la temática las convocaba. El encuentro fue muy sencillo, una breve presentación de la red y que cada una de las participantes presentara su bordado; como Andrä explica: “se ha mostrado que el hacer textil colectivo entre las víctimas de conflictos violentos incentiva a formas encarnadas y afectivas de compartir, escuchar, y en ocasiones incluso a recuperarse de emociones dolorosas y debilitadoras.” (Andrä, 6)

En todos los bordados resonó la violencia y la necesidad de hacer la denuncia, desde los casos de aborto clandestino, violencia de pareja o intrafamiliar, hasta los casos de desapariciones forzadas o feminicidios cercanos. Cada mujer habló de experiencias muy cercanas a ellas por las cuales querían gritar. Sin embargo, esta rabia también llevó al acompañamiento y contención, se sintió un lugar seguro para hablar del dolor, las dudas, el agotamiento y también para enterarnos de cómo se vive la violencia en los distintos contextos de Latinoamérica o incluso del mismo país. Como explica Arias:

El tejido y otras prácticas asociadas forman parte de una experiencia ancestral, convertida en oficio, en la cual se funden la observación, el tacto y la manipulación de distintos materiales, con el fin de simbolizar lo vivido, mientras se consolida un espacio de comprensión y reinterpretación de los eventos, las emociones, las ideas y por lo tanto, de las subjetividades mismas . (Arias, 55)

Este encuentro ayudó en varios niveles: desde el personal como forma de denuncia, el colectivo como forma de contención, el social como forma de difusión y documentación histórica de lo que pasa en cada uno de nuestros países y, finalmente, como una forma de resignificación del dolor y la violencia para transformarlos en una motivación para la organización social.

Conclusión: la construcción de paz

Como explica Andrä, “el hacer textil puede ser una forma creativa y activa de hacer-paz” (Andrä, 7), como una forma de reconstrucción de comunidades e identidades individuales y colectivas. Esto puede suceder en el caso del activismo textil feminsta a partir de “traspasar [con el bordado] las fronteras del hogar para contarnos lo que allí sucede y convertirse en instrumento de análisis político”, (Alcàzar, 24) como vimos en el ejemplo analizado.

Desde la naturaleza y distintos simbolismos con los que se ha cargado al bordado como praxis artística, artesanal, económica, etcétera, podemos aprovechar “ la plurivocidad del trabajo de aguja y su aparente linaje humilde, las representaciones textiles pueden sorprender a quienes las observan de maneras que no se dan con medios visuales más convencionales y, por consiguiente, tienen una capacidad especial de inducir cambios pacíficos en la acción y en el pensamiento”, (Andrä, 5) desde su función mnemotécnica y terapéutica se puede volver una forma de pensar y comunicarnos desde un lugar seguro el dolor y la violencia que se ha vivido sin reproducirla sino transformándola.

Además, podemos agregar que en este caso, al ser participante de la red de bordadoras, puesto que el hacer textil necesita ser hecho, no se estudió a las víctimas sino se compartió con las sobrevivientes lo también vivido, sin reproducir relatos dominantes sino en diálogo con los relatos de todas las mujeres. Arias “sostiene que los relatos ‘nos abrazan', en el sentido de que las formas de expresar nuestras experiencias tienen efectos sobre nuestra vida y al mismo tiempo, proporcionan marcos de interpretación que suponen un papel activo del sujeto”. (Arias, 59)

De esta forma podemos ver que los activismos textiles desde su forma de organización comunitaria, cuidado comunitario y resignificación del lenguaje a partir de los relatos marginales y como alternativa de denuncia, es una herramienta más para la construcción de la paz en contextos de violencia social y que incluso este soporte material, como se estudia desde la paz visual, puede alcanzar una comunicación virtual en medio del aislamiento extremo como el que nos presentó la pandemia.

Material suplementario
Bibliografía
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Zeltin, A. y MacDowell, M. (2005). Weavings of War: Fabrics of Memory. East Lansing: Michigan State University Press.
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