Reseña de libro
La investigación que se hace en las Universidades debe responder a las necesidades más urgentes de la sociedad, en todos sus campos del conocimiento. Tal es el caso de Desafíos de la Inclusión y Procesos de Comunicación, obra colectiva coordinada por Andrea Aguilar Edwards (Universidad Autónoma de Coahuila), que reúne a autores de muy variadas instituciones como la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, la Universidad Autónoma Metropolitana, el Instituto Politécnico Nacional, el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, la Universidad Nacional Autónoma de México, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y la Universidad de Guadalajara.
En regiones caracterizadas por profundas desigualdades -como América Latina-, referirse a la inclusión social no solo es abordar un asunto que atañe a la generación de conocimiento que pudiera correr el riesgo de restringirse a los espacios académicos, sino que en verdad lleva a un compromiso ineludible con los grupos más desprotegidos desde muy diversas perspectivas. De forma muy pragmática, cuando se habla de políticas públicas, la inclusión suele asociarse a indicadores de temas como pobreza, educación, empleo y salud. Sin embargo, como se plantea en este libro, el asunto es mucho más profundo. La propuesta general es reflexionar sobre tres dimensiones en las que se manifiestan las desigualdades sociales y que interesan profundamente a la Comunicación: la cultura, los medios y las tecnologías de la información y la comunicación.
En su acepción más amplia, la cultura tiene que ver con todas las estructuras, artefactos y dispositivos (tangibles e intangibles) que el ser humano genera en su relación con los demás, y que dan lugar a un acervo que, al menos en principio, debería estar al alcance de todos los integrantes de la sociedad. No obstante, como se plantea desde esta dimensión, el poder incide de manera muy importante como un factor de exclusión, sobre todo cuando las diferencias interculturales operan como factor de distinción. En principio, todo acto comunicativo ocurre desde distintos lugares de enunciación: experiencias, marcos interpretativos, valoraciones y sentidos únicos a cada persona. Así, la relación con el otro, implica siempre una dimensión de interculturalidad, en la que las diferencias y diferenciaciones pueden dar lugar tanto a la puesta en común como al conflicto, ya sea en las interacciones cara a cara, como en las tecnológicamente mediadas.
En la segunda parte de la obra, tres capítulos se refieren precisamente a estas mediaciones en las que la inclusión se erige como demanda: radio, televisión y prensa. Respectivamente, se habla del derecho a la recepción de señales digitales abiertas, de la regulación de contenidos en horarios infantiles y de la libertad de expresión como condición fundamental para el quehacer periodístico. En términos generales, las consideraciones en esta sección se refieren al papel que los medios masivos siguen jugando en la construcción de una ciudadanía no solo mejor informada, sino que también puede ser mucho más participativa; a pesar de la emergencia de otros medios en línea con los que comparte y se redefine el ecosistema mediático.
El cierre de la obra alude a fenómenos de los medios digitales, en los que se plantea cómo los espacios virtuales se constituyen en campos de interacción, donde jóvenes mexicanos no solo consumen nuevas narrativas transmediales, sino que también participan y contribuyen a la discusión de asuntos públicos de mayor trascendencia. En resumen, el hilo conductor de la obra plantea pertinentes reflexiones sobre cómo los procesos comunicativos juegan un papel fundamental en el establecimiento de formas de relación que briden posibilidades de participación mucho más justas e incluyentes.
Notas de autor
*Autor para correspondencia: Gabriel Pérez Salazar, email: gabrielperezsalazar@gmail.com