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FRANCO, Mercedes
FRANCO, Mercedes
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Boletin Atropologico, vol. 33, núm. 90, pp. 131-137, , 2016
Universidad de Los Andes
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Recensión

FRANCO, Mercedes
Criaturas Fantásticas de América. Ilustraciones: Carmen Salvador. Playco Editores. Maracay. 2007.
Boletin Atropologico, vol. 33, núm. 90, pp. 131-137, 2016
Universidad de Los Andes

CAMILO MORÓN Aula Laboratorio de Conservación y Restauración de Bienes Arqueológicos y Paleontológicos (ALab-CRBAP) Universidad Nacional Experimental "Francisco de Miranda", Falcón, Venezuela




Estamos plenamente convencidos con Cesare Pavese de que el mito es un lenguaje, un medio expresivo -esto es, no algo arbitrario, sino una matriz de símbolos que posee, como todo lenguaje, una particular sustancia de significados que ningún otro medio podría proporcionar: "Cuando repetimos un nombre propio, un gesto, un prodigio mítico, expresamos en media línea, en pocas sílabas, un hecho sintético y abarcador, un meollo de realidad que vivifica y nutre todo un organismo de pasión, de estado humano, todo un complejo conceptual". Robert Graves define el mito "auténtico" como: "...la reducción a taquigrafía narrativa de una pantomima ritual representada en festivales públicos y recogida pictóricamente en muchos casos en las paredes de templos, vasijas, sellos, tazones, espejos, cofres, escudos, tapices, etc.". Jacqueline Clarac ha señalado que un mito es a menudo un relato que conserva a través del tiempo unos hechos históricos, los cuales van modificándose en el devenir del tiempo, llegando a "mitificarse" plenamente.

El mito es también una estructura lingüística que esconde otra estructura más profunda, la cual procura constituir, según Claude Lévi-Strauss, respuestas claves a preguntas esenciales que se hacen los hombres universalmente. En una entrevista concedida el 4 de mayo de 1984 a Bernard Pivot, Lévi-Strauss define el mito en estos términos: "Un mito es una historia que busca rendir cuenta a la vez del origen de las cosas, los seres y el mundo, del presente y del futuro. El mito busca, además, abarcar simultáneamente -como si fueran un solo problema que admite una sola respuesta- varios problemas que hoy, a la luz de nuestro pensamiento científico, podrían parecernos totalmente heterogéneos, muy distintos los unos de los otros".

Ya lo apuntó Octavio Paz en un comentario a la obra de Lévi-Strauss: cada mito originario despliega su sentido en otro que, a su vez, alude a otro y así sucesivamente hasta que todas esas alusiones y significados tejen un texto: una familia de mitos. Ese texto alude a otro texto; los textos componen un conjunto, no tanto un discurso como un sistema en movimiento, en perpetua metamorfosis: un lenguaje. La mitología de los indios americanos es un sistema y ese sistema es un idioma. Y más adelante, declara: "Ninguno sabe que el relato es parte de un inmenso poema. Los mitos se comunican entre ellos por medio de los hombres y sin que estos lo sepan".

En el caso nuestro, el americano, el venezolano, el falconiano (para ir cayendo en círculos concéntricos de lo general a lo particular, desde afuera hacia adentro), algunos de los mitos fundacionales quedaron grabados en esos signos enigmáticos que los científicos llaman petroglifos, litoglifos, petrosímbolos, mitosímbolos, pictografías, pintura parietal. A estos mismos símbolos los campesinos y pescadores los llaman letreros, calendarios, muñecos y santos; estas expresiones simbólicas quedan conjuntadas en la definición universal de Arte Rupestre.

"Desde el Sasquatch, pacífico hombre-simio de Canadá o el Pájaro de Fuego de Estados Unidos, hasta el Sací, travieso duende de las regiones selváticas de Brasil, y el Millalobo, dueño y protector de los mares helados del sur de Chile, este libro te ofrece un fascinante encuentro con criaturas fantásticas del continente americano y con la diversidad y riqueza de sus culturas y tradiciones", leemos en la precisa nota que Playco Editores preparó para la contraportada de Criaturas Fantásticas de América. Los escritos que Mercedes Franco nos ofrece en este catálogo de seres fantásticos son evocadores, tienen un aire surrealista y como de cuento de hadas, que le sienta muy bien a la narración de los mitos amerindios. Las ilustraciones de Carmen Salvador son a una vez precisas (hasta dónde pueden ser precisas del estampas de los mitos) y seductoras, como que están pensadas, dibujadas y pintadas para atraer a los pequeñines; pero aunque su destinatario puedan ser los niños, los lectores desencantados (ya no niños) encuentran deleite en el descubrimiento de mitos que nos hablan de edades pretéritas, de formas de vida acorraladas ante la arremetida de las tecnologías y el racionalismo económico (de derecha o izquierda), pero que resisten exitosamente en los campos, en las selvas, en las playas y en los sueños.

Los mitos (sueños colectivos) y los sueños (mitos personales) dan sentido a la vida. En su clásico Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas, Bruno Bettelheim declaró:

Si deseamos vivir, no momento a momento, sino siendo realmente conscientes de nuestra existencia, nuestra necesidad más urgente y difícil es la de encontrar un significado a nuestras vidas. Como ya se sabe, mucha gente ha perdido el deseo de vivir y ha dejado de esforzarse, porque este sentido ha huido de ellos. La comprensión del sentido de la vida no se adquiere repentinamente a una edad determinada ni cuando uno ha llegado a la madurez cronológica, sino que, por el contrario, obtener una comprensión cierta de lo que es o de lo que debe ser el sentido de la vida, significa haber alcanzado la madurez psicológica. Este logro es el resultado final de un largo desarrollo: en cada etapa buscamos, y hemos de ser capaces de encontrar, un poco de significado congruente con el que ya se han desarrollado nuestras mentes.

Y advierte:

Desgraciadamente, hay demasiados padres que exigen que las mentes de sus hijos funcionen como las suyas, como si la comprensión madura de nosotros mismos y del mundo, así como nuestras ideas sobre el sentido de a vida, no se desarrollaran tan lentamente como nuestro cuerpo y nuestra mente. Actualmente, como en otros tiempos, la tarea más importante y, al mismo tiempo, la más difícil en la educación de un niño es la de ayudarle a encontrar sentido en la vida. Se necesitan numerosas experiencias durante el crecimiento para alcanzar este sentido. El niño, mientras se desarrolla, debe aprender, paso a paso, a comprenderse mejor; así se hace más capaz de comprender a los otros y de relacionarse con ellos de un modo mutuamente satisfactorio y lleno de significado.

Estudiar el mito (para niños y para viejos) es remontar un río adivinado, empero desconocido, ignoto, remoto, desde su arribo al mar en un delta de múltiples brazos, hasta sus remotas fuentes en una invisible cabeza ciclópea: una invitación a la sorpresa.

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