Recensiones
Rodrigo Esparza López y Francisco Manuel Rodríguez Mota. El santuario rupestre de los Altos de Jalisco. Participación comunitaria para la conservación del patrimonio cultural y natural en Jesús María, Jalisco. 2016. Editado por El Colegio de Michoacán, Zamora, Michoacán, México. p. 152.

| Esparza López Rodrigo, Rodríguez Mota Francisco Manuel. El santuario rupestre de los Altos de Jalisco. Participación comunitaria para la conservación del patrimonio cultural y natural en Jesús María, Jalisco. 2016. Zamora, Michoacán, México. El Colegio de Michoacán. 152pp. |
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Este libro recoge los resultados del Proyecto Arqueológico la Presa de la Luz, desarrollado por los autores Juan Rodrigo Esparza y Francisco Manuel Rodríguez, en el municipio Jesús María, región de Los Altos, ubicada al noreste del estado de Jalisco, México. Auspiciado por El Colegio de Michoacán y con apoyo de la municipalidad y la SEMARNAT, este proyecto logró la incorporación de la comunidad en la labor de conservación y protección del patrimonio cultural y natural de la región mediante un Programa de Empleo Temporal (PET).
El proyecto constó de tres temporadas de campo (2012, 2014 y 2015), a través de las cuales se realizó el registro de los petrograbados localizados en las inmediaciones de la Presa de la Luz, lo que fue de la mano con el trabajo de sensibilización patrimonial que generó una respuesta comunitaria en cuanto a la conservación de los sitios arqueológicos presentes en esta interesante región de estudio enclavada en el occidente de México.
La obra presentada por los autores Dr. Juan Rodrigo Esparza López -investigador del Centro de Estudios Arqueológicos de El Colegio de Michoacán, México- y el Mtro. Francisco Manuel Rodríguez Mota -antropólogo físico egresado de la ENAH y con Maestría en Arqueología en El Colegio de Michoacán-; se encuentra dividida en cuatro capítulos y un apartado de conclusiones descritos seguidamente.
En el primer capítulo, titulado Los Altos de Jalisco y su contexto cultural y geográfico, los autores presentan una caracterización ambiental y cultural de la región los Altos de Jalisco, denominación que viene dada por su origen fisiográfico, que la define como una meseta muy extensa elevada de manera relativamente uniforme con una superficie de 17.6689 km², representando aproximadamente la cuarta parte del territorio del estado de Jalisco. El área abordada en el marco del proyecto corresponde a una fracción de Los Altos localizada en el municipio Jesús María, específicamente en la zona de afectación de la Presa de la Luz.
Siguiendo a los autores, este espacio geográfico se caracteriza por extensas llanuras y pequeñas elevaciones sinuosas, marcadas hoy día por la deforestación antrópica. La ausencia de ríos caudalosos y el déficit de agua en la región han llevado a la construcción de represas desde hace al menos 100 años, incluida entre ellas la de la Luz. La distribución de las manifestaciones rupestres sobre afloramientos rocosos ubicados en las márgenes y adyacencias de los cuerpos de agua que conforman esta represa permite a los autores inferir que los mismos jugaron un papel determinante en la conformación del paisaje ritual en tiempos prehispánicos.
En el capítulo II denominado Los primeros estudios arqueológicos de los Altos de Jalisco, Esparza y Rodríguez hacen referencia a los antecedentes de investigaciones arqueológicas desarrolladas en los Altos, por lo que en primer lugar advierten sobre la compleja configuración multicultural prehispánica de la región occidental de México. Para algunos investigadores, esta amplia diversidad cultural estuvo determinada por los accidentes geográficos resultantes de la conjunción de tres sistemas montañosos en el occidente mexicano, que posiblemente configuraron las fronteras culturales.
En tal sentido, se presenta un breve recorrido por el proceso de poblamiento de la esta extensa meseta, cuya ocupación por grupos sedentarios ocurrió entre el final del período Clásico (400-600 d.C.) y durante todo el período Epiclásico (600-900 d.C.), siendo probablemente éstos los autores de las manifestaciones rupestres encontradas en la Presa de la Luz. No obstante, señalan que para el siglo XI d.C. la región sufre un repentino abandono evidenciado en la destrucción de infraestructuras de sus asentamientos principales, probablemente causado por cambios medioambientales y la subsecuente falta de agua que dificultaron la permanencia de estas sociedades en la zona. Aunado a ello, las evidencias indican una ocupación posterior por parte de grupos Chichimecas, quienes habitaron la región –aunque con una densidad poblacional mucho más baja que la de sus predecesores- hasta la llegada de los colonizadores europeos.
Respecto al estudio de las manifestaciones rupestres en la región de los Altos de Jalisco, destacan los autores la particularidad de encontrar las mismas tipologías entre los petrograbados y las pinturas rupestres. En otras palabras, se han registrado las mismas representaciones/figuraciones plasmadas en la roca con diferente técnica, como es el caso de posibles representaciones de la planta de peyote, lo que, además, tiene para los autores posibles connotaciones rituales.
De igual manera, resulta importante para Esparza y Rodríguez que muchos de los petrograbados de la tradición Lerma, localizados en la cuenca Lerma-Santiago, Michoacán, guardan estrecha similitud con los registrados hasta el momento en la Presa de la Luz, lo que les permite suponer que ésta tradición michoacana abarcó el área de Jesús María en tiempos prehispánicos.
Para cerrar el capítulo, los autores reseñan los aportes de las investigaciones sobre arte rupestre en la zona de la Presa de la Luz, dirigidas en algunos casos al registro de las manifestaciones y su comparación interregional, y en otros casos se trata de interesantes análisis desde diversas perspectivas de interpretación arqueológicas, entre las que se destacan el análisis de petrograbados desde el enfoque de la Arqueología del Paisaje, la connotación de petrograbados en el juego de pelota, complejos de petrograbados como parte de sistemas de comunicación, entre otros.
En el tercer capítulo titulado Los petrograbados de la Presa de la Luz, Esparza y Rodríguez muestran los resultados del proyecto en términos del registro y análisis de petroglifos logrado en tres temporadas de campo. En ese sentido, indican que se registró un total de 671 diseños elaborados con la técnica del petrograbado que pudieron ser clasificados según ocho categorías:
Antropomorfos, identificados solo una representación humana femenina y de un pie; fitomorfos, figuración del peyote, planta alucinógena utilizada desde la antigüedad para entrar en un estado de conciencia alterada con fines rituales; maquetas, representaciones a escala reducida de elementos de la realidad, en este caso se identificó un posible altar; implementos esculpidos en la roca, representaciones de artefactos de uso cotidiano, tales como punta de flecha y una significativa cantidad de metates; espirales, que comprenden las figuraciones más abundantes en el sitio y varían en su forma y complejidad, generalmente asociadas al agua y al viento; pocitos, horadaciones circulares de pequeñas dimensiones con amplia distribución en la zona, directamente asociadas a las corrientes de agua; mitogramas, representaciones geométricas complejas de abstracción mayor; y, finalmente, pecked cross o cruces de puntos, que constituyen uno de los diseños más emblemáticos del sitio Presa de la Luz, y cuentan con amplia distribución en el occidente, centro y norte de México.
Esparza y Rodríguez hacen énfasis en los pecked cross por las múltiples hipótesis sobre su significado -calendarios rituales, brújulas prehispánicas, entre otros- y debido a la importancia que revisten en términos de la reconstrucción histórica de la región de Los Altos, pues han sido consideradas por algunos investigadores como representaciones ideológicas y de poder de la cultura teotihuacana en su expansión hacia el norte y occidente de México.
De igual forma, llama la atención de los autores que las representaciones antropomorfas en Presa de la Luz son significativamente escasas, a diferencia de los otros sitios con manifestaciones rupestres ubicados en Jalisco. Así mismo, destacan que la representación del peyote les permite plantear la connotación ceremonial en la elaboración de los petrograbados.
En el cuarto y último capítulo del libro, Esparza y Rodríguez narran el proceso de integración al proyecto de la población que hace vida en esta zona patrimonial mediante la implementación de un Programa de Empleo Temporal (PET). Estos programas son impulsados por parte de distintas instituciones gubernamentales y constituyen un mecanismo para la protección del patrimonio natural y cultural de México, pues se garantizan los recursos económicos para el desarrollo de labores de protección, de investigación o de desarrollo económico regional en las zonas rurales y marginadas de ese país.
La implementación del PET en la Presa de la Luz fue lograda en dos fases (años 2012 y 2015) con los recursos asignados por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales SEMARNAT, y la colaboración del Centro de Estudios Arqueológicos de El Colegio de Michoacán y el Municipio de Jesús María. Las actividades sustentadas mediante el PET, desarrolladas en el marco del proyecto arqueológico, estuvieron dirigidas a tres aspectos fundamentales: el rescate y limpieza de los espacios de la presa, la sensibilización patrimonial y la reforestación; con la finalidad de “alcanzar una valoración óptima del lugar así como su protección y manejo adecuado de los recursos tanto naturales como arqueológicos de la zona.” (Rodríguez y Esparza, 2016: 91).
En atención a ello, los autores describen cómo fueron llevadas a cabo un conjunto de labores que en suma contribuyen con la valorización y puesta en uso de estos espacios que se configuran desde tiempos remotos como paisaje cultural. Entre ellas se encuentran la limpieza y rescate de espacios naturales y arqueológicos, mediante la remoción de residuos y desechos, colocación de contenedores y señalética, desmalezamiento y reforestación; la realización de una encuesta diagnóstico entre los beneficiarios del PET para obtener un panorama de sus percepciones sobre el proyecto y, por ende, sobre la relación entre patrimonio natural y cultural y, finalmente, el desarrollo de talleres de sensibilización con el objetivo de dar a conocer el patrimonio cultural y concientizar sobre su necesaria protección y valorización.
En el último apartado, Esparza y Rodríguez plantean algunas conclusiones preliminares respecto al análisis de las evidencias arqueológicas recabadas en el marco del proyecto, poniendo sobre la mesa de debate las limitaciones que la interpretación de manifestaciones rupestres conlleva. Entre ellas se destaca que el carácter eminentemente geométrico de la gran mayoría de las figuraciones petrograbadas, como espirales, pocitos, pecked cross y líneas sinuosas, denota que la intención de sus creadores, sustentada ideológicamente, fue la de resaltar determinados rasgos del paisaje como fuentes de agua, accidentes geográficos y cotos de caza, probablemente para transmitir esta significativa información a otros miembros de sus comunidades e inclusive, otros grupos.
De igual manera, los autores señalan la importancia del territorio que integra la Presa de la Luz como espacio ceremonial, de carácter simbólico, argumentada no solo en la distribución de petrograbados referida en los capítulos precedentes, sino también en las relaciones espaciales entre esta zona y tres sitios arqueológicos de carácter monumental ubicados a su alrededor, que aparentemente determinan como eje central territorial el área de la actual presa.
La obra presentada por Juan Rodrigo Esparza y Francisco Manuel Rodríguez resulta sin duda interesante no sólo en términos de la interpretación arqueológica, sino por su alcance como herramienta para la sociabilización de ese conocimiento arqueológico. Por ello, se destaca el carácter divulgativo del libro, pues sin menoscabar la presentación sistemática de los resultados del proyecto y su relevancia como aporte a la reconstrucción de los procesos históricos acaecidos en Los Altos de Jalisco, logra transmitir a los lectores la trascendencia de los vestigios arqueológicos en tanto referentes del patrimonio cultural de esta región y llama su atención hacia la imperativa necesidad de conservarlos y protegerlos. Por lo tanto, el libro refleja en cierto sentido, el carácter integrador del proyecto.
En consecuencia, El santuario rupestre de los Altos de Jalisco invita a la reflexión en torno a la necesidad de transformar la práctica arqueológica en nuestros respectivos contextos latinoamericanos, en el sentido de trascender la obtención de resultados en términos estrictamente arqueológicos y avanzar en la implementación de mecanismos para la apropiación, conservación y protección integral de los sitios arqueológicos como referentes patrimoniales de nuestra historia.