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Menezes Renata, Toniol Rodrigo. Religião e materialidades: Novos horizontes empíricos e desafios teóricos. 2021. Rio de Janeiro. Papéis Selvagens Edições |
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Recepción: 28 Diciembre 2022
Aprobación: 28 Diciembre 2022
El libro organizado por Renata Menezes y Rodrigo Toniol lleva adelante una operación de retorno —pensando a la manera de Emilio de Ípola (2007)— sobre un tópico clásico, casi formativo, de las ciencias sociales como es la pregunta aparentemente sencilla por el lugar que ocupan “las cosas” en los dominios infra-ordinarios de la vida social. Esta pregunta del pasado vuelve pero renovada, trae consigo, por lo menos, dos innovaciones importantes: la primera es la focalización analítica en la variedad y extensión de los mundos religiosos, acentuando su carácter lábil, cambiante, decididamente imperfecto. Y la segunda consiste en la recuperación —a tono con los movimientos intelectuales anglosajones y europeos en antropología— de un enfoque de impronta fenomenológica que prioriza la ontología nativa y la experiencia primaria en el estudio de las materialidades sagradas.
Ahora bien, si de retornos hablamos es preciso reconocer que la cultura material es un concepto con historia. Un ordenamiento arbitrario (ya que deja de lado las aplicaciones arqueológicas e historiográficas), pero eficaz de esta categoría consiste en reconocer tres reducciones, tres enfoques, que recorren con intensidad variable las comprensiones contemporáneas de las ciencias sociales de la religión.
El primero corresponde a un énfasis cultural y simbólico respecto a los objetos, cuya principal virtud consiste en romper tempranamente con las teorías del utilitarismo y relativizar los diagnósticos normativos de una parte de la teoría crítica sobre la producción y el consumo de mercancías. La cultura material emerge —en los trabajos pioneros de Mary Douglas y Baron Isherwoods, luego de Daniel Miller o en las interpretaciones estructuralistas de Jean Baudrillard— como un sistema de signos que tornan inteligible a la realidad, emiten mensajes, permiten clasificar, ordenar, establecer prioridades y cursos posibles de acción en correspondencia con las formas de vida y los ciclos económicos de la sociedad. El consumo “profano” de objetos encuentra poderosas analogías con la lógica del sacrificio, la devoción, el mito, los sentimientos amorosos, también la alienación.
Una segunda reducción, que se desarrolla correlativamente a la primera en términos temporales, es decir, en la segunda mitad del siglo XX, es de orden sociológico y tiende a priorizar una perspectiva de carácter más genética desde el momento en que se pregunta por las condiciones de posibilidad de los bienes culturales, también de las disposiciones (escolares, económicas, sociales etc.) que evidencian los sistemas de preferencias y por el modo en que ambas dimensiones —lo social objetivado y lo social incorporado— producen articulaciones inestables. Este enfoque encuentra antecedentes variados y de larga duración en los trabajos de Thorstein Veblen o Marcel Mauss y más próximos en el tiempo en los estudios socio-antropológicos de Pierre Bourdieu, Arjun Appadurai o incluso en Bruno Latour y el giro pragmatista. El denominador común es la prioridad analítica otorgada a las relaciones, estructuras y procesos que para ser eficaces tienen que ser negados y experimentados de manera espontánea, natural, bajo el círculo mágico del encuentro entre el gusto y el objeto deseado.
La tercera y última perspectiva es más reciente, podemos situarla a fines del siglo XX y principios del XXI. Ella tiene la virtud de pensar a la cultura material no en términos generales, sino específicos; acotados a las vivencias religiosas, a través de una suerte de diálogo y relanzamiento de una fenomenología informada por distintas tradiciones (como el materialismo dialéctico, la microfísica del poder de Foucault o el feminismo). Este movimiento, que tiene como principal referente a los trabajos de Religión Material de Brigit Meyer y su equipo, se inscribe, a nuestro entender, en un giro más amplio sobre la experiencia cotidiana de lo sagrado, como evidencian los estudios relativos a los procesos de Embodiment de Thomas Csordas, la propuesta de la Religión Vivida de Nancy Ammerman y el enfoque de la Cultura Visual de David Morgan. El giro fenomenológico tiende a influir notablemente en la antropología de la religión de América Latina.
Se otorga un estatus ontológico privilegiado al análisis de las materialidades que participan de los procesos de sacralización. El acento recae sobre la experiencia primaria que suscitan “las cosas”, incorporando también la pregunta por la tecnología. Ambas son abordadas tanto en sus aspectos somáticos, sensibles, sensoriales como en su capacidad para generar atmosferas trascendentes. Esta visión toma distancia, en principio, de la pregunta por los significados y las representaciones (también por el conflicto y el poder) en el marco de una crítica a lo que entiende es el “sesgo mentalista” infundido por el pensamiento weberiano. Difícil obviar que este argumento o diagnóstico de autoridad de Meyer y Houtman parte de una esquematización por lo menos forzada de la obra de Weber a partir de un conjunto de axiomas, separados de los fundamentos epistemológicos y metodológicos de la sociología de la acción, pero esto nos llevaría a una discusión más amplia. Resumiendo, se trata de un enfoque especialmente atento a las vivencias nativas, las formas sensoriales y al modo en que la cultura material y sus regímenes estéticos modelan el sentimiento de verdad que acompaña a lo sagrado.
Las tres reducciones señaladas no son o no deberían ser puntos ciegos (lo que se suele entender por reduccionismo), sino operaciones analíticas reflexivas y alertas dirigidas a realzar ciertos aspectos, en desmedro de otros, a la hora de construir objetos de estudio, producir datos empíricos y ensayar interpretaciones posibles. Asimismo, cada reducción es fuerte en un sentido y débil en otro y no es imposible combinarlas como distintos momentos del mismo proceso de investigación.
Esta breve caracterización de los distintos puntos de vista sobre la cultura material nos permite redimensionar la propuesta del libro. El texto sintetiza en un grado muy alto, riguroso y coordinado el proyecto de comprensión de las materialidades religiosas mayoritariamente brasileras a partir del marco lógico formulado por Brigit Meyer, pero enriquecido, también complejizado, por la perspectiva local. En este sentido, el libro en tanto obra integrada se inscribe mayoritariamente dentro de la tercera y más reciente reducción de la cultura material, es decir, aquella que pone el acento en una captación fenomenológica de la experiencia, trascendiendo las antinomias habituales del pensamiento occidental (sobre todo la oposiciones sujeto-objeto y cuerpo-mente). El trabajo de Rodrigo Toniol ofrece una introducción precisa a las coordenadas generales de esta manera de mirar que cruza transversalmente a las distintas investigaciones. En su argumento interno, algunos de los capítulos incorporan hábilmente elementos de las otras dos reducciones —la simbólica y la sociológica—, pero su impronta general está dada por los énfasis teóricos del giro material europeo. Esto tiene ventajas y desventajas. Entre sus puntos fuertes, figura la unidad orgánica de un texto que incluye numerosos autores, múltiples campos de investigación, todos ellos integrados dentro de un mismo enfoque y un conjunto de conceptos comunes. Entre sus puntos débiles, aparece la prioridad intelectual que se le otorga a un diálogo casi exclusivo, difícilmente simétrico, con la academia europea y anglosajona, desatendiendo los aportes de los estudios latinoamericanos sobre la problemática en cuestión.
La sistematicidad del libro es el resultado de intercambios académicos entre el Laboratorio de Antropología da Religião (LAR) de la UNICAMP y el Grupo de Pesquisas em Antropología de la Devoção (GPAD) del MN/UFRJ, el cual contempla también al Laboratorio de Antropología do Lúdico e do Sagrado (LUDENS). Cada equipo tiene su propia tradición de estudios, su perspectiva particular y sus redes internacionales. Ambos convergen desde el 2016 en un una conversación colectiva —en el marco de simposios, encuentros, reuniones— en torno a las materialidades sagradas a través de un abordaje más cercano al enfoque de Meyer en el caso del LAR y otro más clásico que recupera la teoría del ritual, la performance y el cuerpo en el caso del LUDENS. La obra comprende veinte capítulos —distribuidos sin una estructura explícita— en donde emergen una cantidad fascinante de objetos de estudio que muestran la potencia y el alcance de una parte de la antropología de la religión brasilera. Lejos de una colección inarticulada de casos, los trabajos presentan una unidad conceptual notable que recorre la diversidad de estudios etnográficos. Cabe ensayar una caracterización general de cada uno de ellos.
Explosión de objetos: variaciones sagradas de la vida material
Dada la coherencia analítica del libro, podemos organizar los capítulos y sus especificidades de acuerdo a las tradiciones religiosas que los acercan o distancian, incorporando excepcionalmente un segundo criterio que priorice la similitud de otros tópicos (como las flores o el arte). El comentario sucinto de cada trabajo no tiene otro fin más que ofrecer a los potenciales lectores un primer acercamiento a las múltiples definiciones de lo real que nos entrega el texto.
Este criterio clasificatorio nos lleva en principio a las estructuras no obvias que modelan las materialidades evangélicas. El capítulo de Lívia Reis Santos analiza el rito de prosperidad que recrea el “pozo de fuego santo de Israel” en la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD) en Mozambique (África). Ella estudia al detalle el proceso de transformación del dinero y el tiempo donado en una forma singular de sacrificio. Este ofrece la oportunidad de escenificar públicamente la virtud de aquellos que ofrendan, la capacidad de realizar —y en consecuencia merecer— lo extraordinario. Siguiendo este registro trasnacional, la investigación de Claudia Wolff Swatowiski reconstruye el origen, los ritos, las memorias e imaginarios que envuelven la inauguración en 2014 del Templo de Salomón de la IURD en San Pablo. La materialidad imponente del templo reinventa “un pedazo de Israel en Brasil”, movilizando un sentimiento de pertenencia y apropiación selectiva del judaísmo. Al mismo tiempo, la IURD promueve la circulación de una réplica del Arca de la alianza en Angola, reforzando así una red pentecostal globalmente integrada a partir del circuito Brasil-África.
Por su parte, la vida material de las devociones católicas también es trabajada intensamente a lo largo del libro. El capítulo de Adriano Santos Godoy explora con ingenio las características físicas, históricas y estéticas de un objeto tan crucial como invisible: los ladrillos de construcción que componen la Basílica de Nuestra Señora Aparecida en San Pablo. Estos materiales vivos son poderosos símbolos, incluso reliquias, que informan las prácticas religiosas materializando la relación entre el devoto y la santa. En un sentido análogo, los procesos de interacción, simbolización y metaforización que resumen las flores son estudiados de manera original por Raquel dos Santos Sousa Lima. La autora explora el modo en que la circulación ritual de rosas participa del culto a Santa Rita (“La abogada de las causas imposibles”) en Rio de Janeiro. El contagio del aura sagrada de la santa y su mística se encuentra mediado por el intercambio de flores. Es este mismo tópico el que organiza el estudio etnográfico de Hellen Fonseca centrado no en el mundo católico, sino en la práctica espiritual de raigambre japonesa del Ikebana que propone una Iglesia Mesiánica de la ciudad de Campinas. Retomando el enfoque de Ingold, la técnica de “vivificación floral” es reconstruida en sus aspectos históricos y cosmológicos así como en sus ideales estéticos y prácticos. El cuidado de las flores representa un arte, una técnica de elevación espiritual, incluso de salvación, que libera del sufrimiento.
El capítulo de Débora Simões de Souza Mendel introduce la pregunta —tantas veces obviada— por la relación entre las devociones y el comercio en el mercado que se construye cíclicamente en torno a la fiesta de Santa Bárbara en Salvador. La organización del espacio, los cuerpos, las cosas, refuerzan la experiencia estética, pero sobre todo festiva y sacra de un evento en el que la vida económica y religiosa se retroalimentan constantemente. Las devociones católicas también son comprendidas en sus orígenes y procesos de canonización. Este es el caso de la biografía cultural que emprende Hugo Soares sobre el santo Rodolfo Komorek, atendiendo a la ceremonia de exhumación de sus restos mortales y el movimiento que suscita la relocalización posterior de las reliquias. Como señala el autor, la santidad es indisociable de un “cuerpo extraordinario”, el cual se encuentra en disputa entre la administración eclesiástica y las prácticas populares. La complejidad del milagro recorre, a su vez, el estudio sugerente de Lucas Baccetto sobre el juego de exposiciones y ocultamientos que acompaña a la vida material del Santuario de Nuestra Señora Aparecida. A partir del efecto catequizador de los ex-votos que saturan la Sala de Promesas del Santuario y el análisis de las pruebas oficiales, la comprobación médica, que se aplican durante la verificación de un milagro atribuido a la madre Teresa de Calcuta, el autor reflexiona sobre la persuasión y la autentificación de la santidad que suscitan los objetos religiosos.
Las experiencias católicas carismáticas de la corporalidad son exploradas especialmente en dos trabajos. El capítulo de Renan B. Dantas investiga las compatibilizaciones culturales que suponen la creación de un yoga cristiano y el entrenamiento, así como las formas de percepción, que implica aprender a identificar a Dios en la propia respiración. La trayectoria heterodoxas de dos padres jesuitas (Padre Haroldo Rahm y Anthony de Mello) y su defensa del “pneumatismo” así como el dialogo entre las espiritualidades de occidente y oriente, se combina con un estudio del imaginario y las formas sensoriales que incluyen a la divinidad en el acto de respirar. Las vivencias sagradas, pero sobre todo la educación corporal de las mismas a través de los sentidos constituye el tema principal de las indagaciones de Ana Carolina Capellini Rigoni, Letícia Rodrigues Teixeira e Silva y Dulce Maria Filgueira de Almeida. Las autoras abordan las prácticas corporales de jóvenes participantes del Projeto Juventude Fiel (PJF) de la comunidade Pantokrator perteneciente a la Renovación Carismática Católica en Campinas. La música, la danza, la aventura refuerzan el sentimiento de trascendencia y la sensación de verdad que lo acompaña.
Finalmente, las materialidades católicas incluyen una dimensión artística y patrimonial que complejiza el análisis. El capítulo de Edilson Pereira se ubica en este cruce entre la devoción y el arte sacro. A partir de un trabajo etnográfico sobre la Semana santa en Minas Gerais (Brasil) y en el sur de España, el autor reconstruye hábilmente los procesos de singularización, podríamos decir también de humanización y cuidado, de las imágenes devocionales en un diálogo con la teoría general de la idolatría de Alfred Gell. La combinación de las reducciones fenomenológicas y sociológicas se emplea también en la objetivación de las técnicas y tratamientos que reciben las imágenes en los museos de arte sacra.
En un campo temático afín, la investigación de Lucas Bártolo reconstruye los procesos técnicos y culturales involucrados en la producción de una estética carnavalesca. El reciclaje es la clave que le permite explorar la circulación e intercambio de piezas que se combinan, mezclan, resignifican, en la creación de esculturas en homenaje a los santos Cosme y Damião, pero también a los Orixás Ibejís durante el carnaval de Rio de Janeiro. La astucia del trabajo radica en entender cómo el sistema técnico del reciclaje se articula con el carácter híbrido, alegórico, de los procesos culturales que sintetiza el carnaval en toda su potencia simbólica. El capítulo de Giovanna Paccillo dos Santos amplía las líneas de indagación al conectar a la religión, no sólo con el arte sino también con el género, la sexualidad y la controversia que suscitan estos cruces. Ella explora la multiplicación de imágenes de mujeres crucificadas, atendiendo a la dimensión pragmática de los símbolos a partir de cuatro artistas a lo largo del siglo XX. Aplicada a las mujeres, la estética del sufrimiento demuestra la fuerza transformadora de las imágenes y su capacidad de explicitar regímenes de poder invisibilizados. Un último trabajo que incorpora explícitamente la pregunta por el arte, articulada en este caso con la ciencia y la religión, corresponde a las investigaciones de Julia Vilaça Goyatá sobre la expropiación y resignificación de las materialidades vudú en Haití. La autora reconstruye el proyecto museológico del Bureau d´Ethnologie, una institución científica fundada en la década de 1940 en Puerto Príncipe con el objetivo de preservar el patrimonio cultural en función de una narrativa modernista del país. Las materialidades vudú son objeto de una disputa clasificatoria —no del todo resuelta— entre categorías artísticas, científicas y religiosas.
La cultura material de las religiones afro-brasileras también ocupa un lugar destacado. El estudio de Leonardo Oliveira de Almeida explora una suerte de renovación de la Quimbanda en Rio Grande do Sul a partir de empresas de medios que ofrecen servicios de marketing, publicidad, divulgación en redes y cobertura de todo tipo de eventos. El texto se enfoca en la manera en que se construye una “sensación de presencia”, respetando la dinámica ritual de entidades complejas como los Exus y las Pomba Giras. Asimismo, el capítulo de Morena B. M. de Freitas analiza en profundidad las formas materiales que rodean a una entidad específica del panteón Umbanda: las “ibejadas”, es decir, la manifestación ritual de espíritus de niños y niñas. Los usos ceremoniales de la ropa y el cuerpo que emprenden los médiums, se trasforman en dimensiones claves de análisis para entender las prácticas performáticas que acompañan al acto trasformador de vestirse. Este se expresa minuciosamente en el comportamiento, en el repertorio gestual, en las emociones y fórmulas moralmente aceptadas. La acción simbólica de cambiar de vestimenta para un rito es un aspecto fundamental y relativamente poco discutido en los estudios de religión.
Nos encontramos finalmente con tres trabajos que amplían y complejizan la variedad de tradiciones religiosas que abarca el libro. El capítulo de Rodrigo Iamarino Caravita estudia las materialidades rituales del Temazcal en una aldea Guaraní en el sur de Brasil. Esta ceremonia de purificación y renacimiento vinculada en principio a la cultura azteca y a los pueblos de América del Norte ha logrado expandirse en todo el continente Americano gracias al movimiento de espiritualidad indígena “Camino rojo”. A partir de un trabajo de campo etnográfico realizado en México y Brasil, el autor reflexiona sobre la circulación y el significado polisémico de los actores no humanos que participan del ritual. El foco de análisis se centra en la importancia y alcance de un objeto diseñado para fumar tabaco, el cachimbo sagrado de los Guaraní (petynguá) y de los Lakota (chanupa). El capítulo de Mariana de Carvalho Ilheo investiga un tópico original y de primera importancia como es el régimen de visibilidad y circulación de todo tipo de anuncios (de curanderos, videntes, adivinos y tarotistas) en el espacio público en Minas Gerais. Para ello reconstruye tanto las lógicas de producción, la estética, el formato y el lenguaje de los materiales impresos que habitan el paisaje urbano como las controversias legales que suscita su presencia. Justamente por su condición cuasi natural, la propaganda se transforma en un objeto destacado para entender las mediaciones e imaginarios religiosos de las grandes ciudades.
El libro concluye con una reflexión sentida —sin dejar de ser crítica, analítica— de Renata Menezes sobre el incendio sucedido en el 2018 del Museo Nacional de Brasil, la primera institución científica del país y el espacio de trabajo de una parte importante de los investigadores que colaboran en esta producción. La pérdida de colecciones enteras, catálogos de exposición, documentos y piezas únicas, pero también de recuerdos y emociones colectivas muestran hasta qué punto las personas y las cosas se entremezclan, vale decir, participan de una cronología y un universo de símbolos más amplios, ciertamente más antiguos, en donde sujeto y objeto se confunden en una misma definición de la realidad y el sentimiento que la sostiene. El fuego —argumenta con maestría la autora— parece ser un idioma nacional que explicita la fragilidad de un país tan imponente como delicado.
Este final inquietante deja entrever la oposición entre la fuerza irreductible de los objetos y la condición pasajera, contingente, infundada que expresan —en el último capítulo— las cenizas. Invierte de un sólo golpe la clave de interpretación del libro y nos lleva a pensar que una reflexión sobre las materialidades no debería ser exclusivamente una reflexión sobre la reinvención o la feliz continuidad de “las cosas” en la acepción más amplia posible, sino también sobre su pérdida irreparable. Cada pequeño artefacto de la vida religiosa porta en alguna medida la certeza respecto a la posibilidad, ineludible y fatal, del olvido de las tradiciones que las justifican.
Referencias bibliográficas
DE ÍPOLA, Emilio. Althusser, el infinito adiós. Buenos Aires: Siglo XXI, 2007.
MENEZES, Renata; TONIOL, Rodrigo. Religião e materialidades: Novos horizontes empíricos e desafios teóricos. Rio de Janeiro: Papéis Selvagens Edições, 2021.
Notas de autor