Editorial
Algranti Joaquín, Setton Damián. Clasificaciones imperfectas. Sociología de los mundos religiosos.. 2021. Buenos Aires. Editorial Biblos. 447pp. |
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Recepción: 26 Junio 2023
Aprobación: 26 Junio 2023
El libro de Joaquín Algranti y Damián Setton constituye una apuesta compleja para conocer el modo en que se habitan y se componen diversos mundos religiosos de la Argentina contemporánea, interpelados por el problema de la clasificación-inclasificación. Este punto de partida contiene dos premisas. La primera es que la estructura de los mundos religiosos comprende "la producción activa de identificaciones imperfectas" que pueden ser captadas en diferentes zonas de encuentro entre distintos agentes sociales. En este sentido, para los autores, el "carácter imperfecto de las identificaciones no remite a una norma, un ideal de la acción correcta, sino al intento de explorar las apropiaciones reales, priorizando las circunstancias fácticas en las que la interpelación religiosa falla en algún sentido" (: 20), demandando a los creyentes ajustes y compromisos inesperados. Por ello, analiticamente son estimadas las situaciones de tensión y conflicto en las que se "imponen estrategias de negociación que transforman las definiciones de la realidad". En dichas situaciones, los actos y las expresiones imperfectas refuerzan la capacidad de la religión para construir mundos. Clasificar es un proceso estructurante, un acto cognitivo por el cual semantizamos y asignamos significados a los fenómenos que nos topamos a diario. De este modo, la segunda clave interpretativa retoma y operacionaliza fructíferamente la premisa epistemológica de que los sistemas de clasificación no son estáticos, más bien contraen momentos de diversificación, descategorización y reclasificación. Los mundos religiosos no son un contenido estático, son un proceso dinámico e histórico en donde los agentes practican y definen, en forma variada, su modo de pertenencia.
En este marco general, la presente obra muestra cómo el “impulso des-categorizante” de la modernidad tardía se manifiesta en diversas tradiciones religiosas y cómo la inclasificación representa una “pauta de prestigio”. Para eso, valiéndose del análisis a macro escala numérica, toman los resultados arrojados por la Segunda encuesta nacional de actitudes y creencias religiosas, para mostrar los cambios y continuidades por los cuales la sociedad argentina del siglo XXI tiende tanto a la clasificación como a la inclasificación de las creencias. Pero la fecundidad hermenéutica del análisis se da a micro escala. Aquí, entre otras cosas, importa conocer cómo la “individuación del creer” se constituye en un aspecto destacado de nuestra época, junto con los procesos paralelos de reformulación de los lazos sociales ocurridos en el marco de las estructuras eclesiásticas. Siguiendo propuestas de autores clásicos y contemporáneos, se esfuerzan por captar las estructuras subyacentes que gobiernan el funcionamiento de las creencias.
Formalmente, el robusto libro se compone de ocho capítulos divididos en dos partes. La primera es una doble reflexión teórico-conceptual que introduce las categorías básicas para el posterior análisis. Se expone la noción de “inclasificación” y se plantea la importancia de la “espiritualidad” Nueva Era. Con la segunda parte, nos adentramos al refinado estudio empírico del hecho religioso para acceder y explorar sus procesos internos. La variedad de fuentes que nutren los capítulos se organizan en función de los problemas sociológicos surgidos inductivamente desde el campo. Este arduo trabajo pretende “realizar una comparación analítica entre lubavitchers (tal como se denomina a los adeptos a Jabad Lubavitch) y pentecostales, reforzada por contrastes con experiencias católicas y alternativas” (: 34). Estos casos variopintos se unen mediante los siguientes tópicos: el esfuerzo puesto en la identificación, la generación y el consumo de objetos, las declinaciones del carisma y la producción de zonas de fronteras. Los casos etnográficos están situados en contextos urbanos del área metropolitana de Buenos Aires, convergiendo temática y analíticamente luego de un proceso de investigación de quince años.
Grosso modo, las problematizaciones desarrolladas en cada capítulo convierten a lo religioso en un campo privilegiado desde donde pensar la teoría social y lo social, siendo “la sociedad la que puede distinguirse entre las metáforas, los eufemismos y las alegorías de los delirios bien fundados, pero imperfectos, de la religión” (: 33). La complejidad de lo social fuerza a refinar las herramientas teórico-metodológicas, para vincular y distinguir, no desunir. Así, en el primer capítulo los autores ofrecen una definición pragmática y constructivista de la espiritualidad desde el “enfoque de la inclasificación”, el cual tiene el potencial heurístico de explorar la densidad e inadecuación de las identificaciones religiosas en las experiencias descriptas. Desde esta base, se lanzan al abordaje del carisma desde una perspectiva “semirrígida” y “minimalista”, poniendo énfasis en sus expresiones atípicas: el uso terapéutico del deporte, la fiesta en un santuario católico popular, la “sobreespiritualización”, el carisma de sustancia, los milagros, la meditación masiva y la presencia de agentes no humanos, son hechos extraordinarios y emergentes que revalidan el sentido de pertenencia de los individuos. La marca distintiva de estos es que, por salirse de la regularidad, iluminan dimensiones y lógicas del funcionamiento institucional.
Contra el mecanicismo y el sentido común, el creer “no introduce de manera mecánica al agente en un espacio de certezas y fórmulas rituales automatizadas” (: 439). Inmersos en procesos institucionales discontinuos y abiertos, los creyentes se esfuerzan por ser parte del colectivo aceptando la autoridad y las reglas. Pero en ocasiones, ellos también pueden criticar ciertas interpretaciones de las reglas, sin que implique, necesariamente, impugnar sus fundamentos metafísicos ni las estructuras de autoridad. “Habitar” los espacios sagrados no es una tarea fácil ni armónica, siempre habrá discrepancias entre lo normativo y lo fáctico. Justamente, en el capítulo ocho, son puestos de relieve múltiples escenarios liminales de interacción en donde los agentes producen negociaciones y definiciones sustancializadoras de lo real, de lo útil, de lo verdadero. Los autores enseñan con maestría que en esas fronteras, configuradas “entre” lo instituido e instituyente, hay prácticas que — paradojalmente— realizan y des-realizan a los mundos religiosos. Así, las estrategias que los grupos establecidos movilizan para perennizarse en sus posiciones implican actos de creación, de recreación y negociación. Con distinto énfasis, en los casos expuestos se muestra cómo dichos actos ocurren bajo condiciones históricas y contingentes que los creyentes no eligen y no pueden controlar completamente.
Otro aporte insoslayable que profundiza esta interpretación pluridimensional, se vincula con la importancia del gusto por la cultura material propia del catolicismo, del judaísmo ortodoxo, de los evangélicos y de la espiritualidad alternativa, ya que “el sentido del gusto constituye una fuerza determinante e invisible de las pertenencias religiosas” (: 446). En el capítulo seis podemos apreciar cómo los usos rituales de algunos objetos promueven principios espirituales de clasificación, de división frente a lo secular y otras religiones. Pero, además, los autores advierten que determinados artefactos instituyen nuevas y poderosas hibridaciones de significados, preferencias y sensibilidades colectivas que pueden ser percibidas como amenazantes por el núcleo instituido. En otras palabras, las mediaciones numinosas, junto con la industria del entretenimiento, la música, las tecnologías y las estrategias de marketing (analizadas en el quinto capítulo), son fuerzas dinamizadoras que instituyen, a la vez que desinstitucionalizan, juicios y jerarquías sobre cuestiones sagradas. Mediante el sutil análisis, los autores también prueban cómo los juicios estéticos vehiculizan el impulso descategorizador, exaltando formas de espiritualidad —pretendidamente— universales.
En síntesis, con la lectura de los capítulos podemos ver distintas facetas del hecho religioso, comprendiéndolo como un proceso cargado de matices, ambivalencias y “paradojas”, donde la problemática de la clasificación-inclasificación se expone recursivamente.
Al finalizar el derrotero, con suspicacia, los sociólogos hacen dos señalamientos sobre el “giro contemporáneo hacia la indeterminación”. Primero, se resalta que la inclasificación no es incompatible con “habitar” regularmente un espacio sagrado y sentirse parte del mismo. Segundo, se avisa sobre la posibilidad de que el “impulso descategorizador” constituye una circunstancia dentro de un proceso más amplio de producción de nuevas, y tal vez más rígidas, taxonomías. En más de un sentido, la inclasificación simbolizaría otro tipo de lucha por imponer una visión legítima del mundo. De modo complementario, cabe preguntarse en qué medida la inclasificación religiosa puede ser pensada como el producto no buscado, resultado de las interacciones e interdependencias entre agentes individuales y colectivos, situados en distintas y desiguales posiciones de enunciación; y cómo estas formas de espiritualidad son contestadas, valoradas e interpeladas en los espacios sagrados.
Levantando vuelo con la prosa de los autores seguiremos estudiando, en diálogo con otras disciplinas y con relación a otros procesos más amplios, los repertorios morales y las estrategias desplegadas por los mundos religiosos para promover procesos de integración colectiva, en donde lo imperfecto y liminoide gravitan con fuerza.
Notas de autor