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Fotografía e historia. El pasado capturado por la lente
Valeria Sánchez Michel
Valeria Sánchez Michel
Fotografía e historia. El pasado capturado por la lente
NIERIKA. Revista de Arte Ibero, núm. 19, pp. 06-13, 2021
Departamento de Arte de la Universidad Iberoamericana
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Presentación

Fotografía e historia. El pasado capturado por la lente

Valeria Sánchez Michel
Universidad Iberoamericana Ciudad de México, Mexico
NIERIKA. Revista de Arte Ibero, núm. 19, pp. 06-13, 2021
Departamento de Arte de la Universidad Iberoamericana

Las fotografías son omnipresentes en nuestra realidad. Las imágenes capturadas por la lente son susceptibles de ser leídas, interpretadas y analizadas. La cámara ha permitido crear la sensación de que se puede congelar una mirada, pero ciertamente los ojos que seleccionaron la imagen y aquellos otros que la aprecian después pueden no compartir códigos y ver cosas distintas. A pesar de que parece que se ha superado la idea de considerar la imagen fotográfica como una reproducción fiel de la realidad y que mucho se ha discutido sobre la intención que guarda el acto fotográfico, en nuestro presente pervive el valorar la foto como si fuera un testigo fidedigno al que se le suele dar mayor peso y adjudicar un sentido de veracidad. Aunado a lo anterior está la realidad de que gran parte de la población ve las imágenes sin realmente observarlas, escudriñarlas. Se cree que por el simple hecho de ver se está comprendiendo la imagen y eso sólo nos conduce a un analfabetismo visual, a la incapacidad de ser críticos ante las imágenes.

Afortunadamente, desde los estudios de arte y desde quienes están interesados en la cultura visual, hay desde hace muchos años propuestas teóricas y metodológicas para el análisis de las imágenes. Es importante reconocer y diferenciar que hay momentos que se deben considerar en el análisis: no es lo mismo el contexto de producción que el contexto de recepción. En cada momento la imagen puede recibir lecturas distintas o tener usos diferentes. La reproductibilidad de la imagen que permite la fotografía hace que sea un soporte capaz de tener gran circulación. Cada nueva circulación genera nuevas recepciones y, posiblemente, diversos usos. Como investigadores debemos tener esto en cuenta y ubicar qué nos interesa o en qué momento se encuentra la foto que estamos analizando.

La cámara ha permitido que apreciemos imágenes del pasado, que se resguarden acontecimientos, personajes y objetos a los que podemos aproximarnos de manera distinta a que si sólo leyéramos sobre ellos (o que no hay ni siquiera otro tipo de evidencia más que la visual). La fotografía produce imágenes que son fuentes. Los historiadores nos hemos visto beneficiados con ello, pero, al mismo tiempo, nos hemos visto con la necesidad de adquirir y generar nuevas herramientas de análisis que nos permitan extraer información de las imágenes.

Por todo lo anterior es que este número de Nierika lo hemos dedicado al tema de “Fotografía e historia” y hemos reunido en la sección de artículos los trabajos de investigadores que han hecho de la fotografía su principal fuente de estudio. Lo que nos interesa es brindar a lectoras y lectores trabajos de investigación en que se aprecien distintas formas de interrogar las imágenes.

La fotografía apareció en 1839 y contribuyó a producir visualidades que coexistieron con técnicas y soportes que ya se utilizaban. “Fotografía y grabado en el siglo XIX: el caso de dos imágenes de Désiré Charnay”, escrito por Julieta Izcarulli Martínez, nos permite reflexionar sobre la producción de grabados hechos a partir de fotografías. La autora identifica qué fotos se tomaron como modelo y analiza la composición de los grabados para poder reflexionar sobre cómo se producen las imágenes y qué nos dicen éstas sobre la cultura visual en que se producen. Las travesías, valoradas como una forma de conocer, encontraron en los libros de viajes la forma de compartir los saberes y hallazgos con aquellos que no podían desplazarse; la imagen era una parte central de esa transmisión. Grabados y fotografías coexistieron. La técnica de los grabados permitía que fueran parte de las publicaciones; la foto tardaría un poco en poder circular como parte del impreso, pero las imágenes capturadas por la lente circulaban en los grabados. Martínez nos permite reflexionar sobre lo que implica la coexistencia de diferentes formas de producir imágenes.

Désiré Charnay fue uno entre otros viajeros y exploradores que llegaron a América y nos legaron imágenes. Eadweard Muybridge, fotógrafo inglés, también nos heredó fotografías que hoy podemos apreciar y analizar, como lo hace Kenny Deyanira Molina Mateo en su artículo “La recepción del artista Muybridge en la Plaza de la Catedral, Panamá (1875)”. Teniendo como base las propuestas metodológicas de los historiadores Rebeca Monroy y Boris Kossoy, Molina contextualiza al autor y el momento en que se produjo la imagen, y analiza la información que podemos obtener de ella. Un fragmento visual es una ventana que la autora utiliza para comprender por qué se produce la imagen y qué circulación se le dio en su tiempo. La escena capturada por Muybridge nos lega una imagen y nos permite aprender sobre la forma en que se produjo, sobre el proceso fotográfico utilizado. No sólo eso; en este artículo el lector encontrará también el ojo experto de alguien que, como Molina, ha trabajado en archivos fotográficos y que ha reflexionado sobre la importancia de cómo resguardar este tipo de fuentes, cómo describirlas para su uso y cómo dar acceso a sus acervos, más aún en la era digital. En tiempos de confinamiento, este artículo, además, nos hace valorar los archivos digitales existentes y cómo esto posibilita la investigación. Esperamos que leer este texto motive a más investigadores a atreverse a tomar fuentes de otros espacios geográficos e impulsar el análisis del patrimonio fotográfico de otros países.

¿Cómo analizar la fotografía?, ¿cómo comprender lo que se intentó transmitir con ella al momento de su realización? Si bien no hay una respuesta única, algo que comparten nuestros autores es que hay que adentrarse en la imagen capturada y diseccionar sus componentes para interpretarla. Las imágenes se leen y se pueden interpretar. Alejandro Dayan Saldívar Chávez, por ejemplo, selecciona unas fotos de la Colección Archivo Casasola de la Fototeca Nacional y analiza cómo se representa a la policía en ellas e interpreta la relación que guardan en la imagen el cadáver y la presencia de la autoridad. En “La policía y el cadáver, experiencias escópicas desde el fotoperiodismo a principios del siglo XX”, Saldívar retoma las fotos que sirvieron como registro de escenas criminales. ¿Qué exhibe y qué oculta la imagen? A partir del análisis iconográfico, el autor analiza la representación de la policía en la que se puede asociar el identificar a la autoridad con el espíritu de orden y modernidad de la época. Saldívar, además, nos invita a reflexionar sobre los archivos fotográficos como espacios que resguardan visualidades, donde el investigador tiene que escudriñar y lograr comprender los significados que se le atribuyeron y, al mismo tiempo, conferir nuevos significados. Las imágenes sobrevivientes resguardan regímenes escópicos del pasado y conviven con los regímenes del presente, de quien las ve.

Las fotografías son un soporte que permite que las imágenes circulen y adquieran diferentes usos, algo que podemos reflexionar con la lectura de “Radiografía de una imagen icónica. Usos, lecturas y apropiaciones del retrato de Florencio López Osuna, dirigente del movimiento estudiantil de 1968”, que nos entregó para este número de la revista la historiadora Oralia García Cárdenas. El retrato del dirigente estudiantil, que fue el único orador que alcanzó a terminar su discurso en el mitin el 2 de octubre de 1968, fue hecho por un fotoperiodista que trabajaba para Gobernación y tuvo una intención de registro y control social. El mismo retrato en 2001 fue portada de la revista Proceso y adquirió entonces una intención de denuncia. La circulación y difusión del retrato fue acompañada del reconocimiento del retratado: Florencio López. La denuncia sobre represión y violencia del 68 conllevó la muerte (presunto asesinato) de Florencio a tan sólo unos días de que fuera publicado su retrato por la revista, evidenciando que la violencia no es cosa del pasado. La autora teje meticulosamente la historia detrás y alrededor de la imagen.

Fotógrafos y fotógrafas nos permiten apreciar imágenes que atraviesan el tiempo y los espacios. En los primeros años de la fotografía el fotógrafo era también un inventor y un especialista en cuestiones de óptica. Las cámaras y los procesos de revelado han ido cambiando al paso del tiempo, la práctica del fotógrafo también. Sin embargo, analizar y conocer quién realiza la toma, quién decide dar el disparo y capturar la imagen sigue teniendo vigencia. En otras palabras, y siguiendo la frase “la cámara no hace al fotógrafo”, son necesarios también los estudios que nos permitan conocer y comprender a quienes realizan el trabajo fotográfico y analizar qué de ellos queda plasmado también en sus imágenes. En este sentido le recomendamos a los lectores el texto en el que José Raúl Pérez Alvarado nos acerca a la trayectoria de Angeles Torrejón.

¿Qué responsabilidad conlleva la labor del fotoperiodismo como testigo del acontecer diario que produce un legado para la posteridad?, ¿qué diferencia hay entre el trabajo fotoperiodístico y el fotodocumental?, ¿se puede hablar de que existe una mirada femenina? Éstas son preguntas que uno se hace al leer “Las mujeres en la lente de Angeles Torrejón”. Pérez Alvarado nos lleva a reconocer la importancia del tiempo, de la luz, del espacio en el momento en que Torrejón realiza su trabajo. El análisis de las hojas de contacto nos ayuda a ver cómo la fotógrafa busca la imagen.

El dossier sobre “Fotografía e historia” se ve enriquecido con otras dos secciones de la revista que también se dedican a la foto: “Documento” y “Entrevista”. El historiador Ariel Arnal nos entrega un ensayo en el que se condensan reflexión, experiencia y emoción ante la imagen que resguarda pasados perdidos, vestigios destruidos y personas que existieron. “La mirada del fantasma. El velado valor de un archivo gráfico” trasladará al lector a un momento específico: Barcelona en 1992, poco antes de que se celebraran las Olimpiadas, ante una realidad imperante: remodelar y llevar a cabo una reforma urbanística. La construcción y modernización siempre tiene otra cara, que es la necesidad de selección y destrucción de espacios, en este caso: los Talleres Nuevo Vulcano, astilleros que por años desempeñaron un papel preponderante en la industrialización del puerto. ¿Qué es digno de preservarse?, ¿a qué objetos le adjudicamos un valor especial como para resguardarlos en un museo, en un archivo? Del pasado sólo conservamos fragmentos, a veces estos son fragmentos visuales y requieren que un historiador visual las sepa inquirir. Arnal nos regala imágenes cuyo destino cambió, las salvó del olvidó, del basurero, y nos permite apreciarlas y poder posar nuestra mirada en ellas.

Por otro lado, Dayma Crespo Zaporta realizó una entrevista en la que nos invita a descubrir la propuesta visual de la fotógrafa Judith Romero. En la sección “Entrevista” nuestros lectores encontrarán un diálogo en el que podrán conocer a la fotógrafa y adentrase en su trabajo. Romero nos permite valorar que uno como espectador disfruta y analiza una fotografía, pero, en su caso, es el resultado de investigar, de conocer y de dedicarle tiempo a entender un tema de forma profunda. Particularmente, el proyecto “Otras mujeres. La decisión de no ser madre”, hace que reflexionemos en torno a la importancia de crear visualidades sobre aquellos temas que se evaden o de los que se prefiere no hablar. Como lectores tenemos la oportunidad de leer las reflexiones de la fotógrafa, ¿será que después de leer su voz volvamos la mirada a sus fotos de otra manera?

La preparación y el cuidado de este dossier han sido marcados por el encierro, por las reuniones virtuales y por el distanciamiento en el que nos encontramos. Parece mentira, pero aquello de “cuarentena” se ha quedado como un referente que no hace alusión al tiempo sino simplemente al aislamiento. Quienes hacemos la revista no quisimos hacer caso omiso, menos cuando las artes, sus artistas e instituciones resienten lo que vivimos de forma demoledora. ¿Cómo afecta el cierre de museos, de teatros y la imposibilidad de dar conciertos?, ¿qué consecuencias se viven en las artes?, ¿hay algo positivo que podamos sacar de la pandemia?, ¿cómo enfrentan creadores y gestores de cultura esta circunstancia? Estas preguntas son respondidas en “Comunidad” y agradecemos a quienes aceptaron participar en esta convocatoria; sus textos nos permiten dialogar y nos dejan testimonio sobre lo que hoy vivimos.

Los invitamos a leer: “Lo que aprendemos en la introspección” con la música de Joni Mitchell de fondo, para así comprender de mejor manera lo que la jazzista mexicana Ingrid Elizabeth Beaujean Peralta nos comparte. Después, “La vida a través de una pantalla” en donde uno cobra dimensión de que la virtualidad ha llegado hasta las artes escénicas. La actriz María Inés Pintado trata de hacer un balance y nos deja ver aspectos positivos, como poder asistir a obras del National Theatre de Londres de forma gratuita y desde nuestra casa, el compromiso de los artistas que no dejan que muera la creatividad y que han hecho de sus casas un escenario; pero, al mismo tiempo, nos transmite el desasosiego que implica para su gremio el sobrevivir sin percibir un salario fijo y ver mermados sus ingresos.

También puede leerse un balance de contras y pros de lo que ha implicado esta situación en el texto que Fabiola Hernández Olvera nos envió sobre “Pandemia y museos, ¿llegó el momento de la transformación?”. Un texto crítico y reflexivo sobre cómo sorprendió el confinamiento a los museos, pero con un cierre optimista sobre cómo la covid-19 puede impulsar una transformación profunda en los museos e incidir en que sean centros abiertos a las necesidades de las comunidades, espacios de diálogo y de creatividad.

Finalmente, cierra esta sección el texto de Julio César Holm Lozano, quien dirige un espacio cultural y de formación continua especializado en fotografía que se ubica en la ciudad de Querétaro. En “El sentido del plural. En medio del encierro individual” Holm nos recuerda que en estos tiempos de aislamiento es cuando más sentido le debemos dar a lo social, a la acción social, para enfrentar de mejor forma la pandemia. La clave, señala Holm, es estar atentos a la manera que nuestro tiempo impone: sentido de colaboración, autogestión e independencia.

El sentido de colaboración que menciona Holm es lo que hace posible nuestra revista. El conocimiento es una construcción social. Nierika es posible gracias a los autores que han colaborado con nosotros y al equipo que cuida que llegue a los ojos de los lectores. Ahora toca a ustedes la labor de dialogar, de crear o discrepar a partir de la lectura.

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