Reseña
| Modigliani Amadeo. El París de Modigliani y sus contemporáneos. Secretaría de CulturaInstituto Nacional de Bellas Artes y Literatura |
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Volver a los museos, luego de la pausa impuesta por el coronavirus, se ha convertido en una experiencia sin precedentes no sólo por el protocolo sanitario, casi ritual, necesario para ingresar y recorrer las salas, sino también por las nuevas formas de exposición y mediación que han debido desplegarse desde las instituciones para hacer posible una exhibición en las condiciones en que nos encontramos.


El París de Modigliani y sus contemporáneos constituía una promesa al tratarse de la primera ocasión en que una amplia selección de obras de Amadeo Modigliani (1884-1920), la mayoría de ellas provenientes de la Colección Jonas Netter, sería traída a México. Organizada por la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, la muestra estaba prevista para ser inaugurada durante marzo de este año, a propósito del centenario luctuoso del artista italiano. Sin embargo, la pandemia obligó a un cambio de planes que trascendería el mero aplazamiento de la exhibición y que plantearía, en cambio, la posibilidad de hacer uso del espacio digital como plataforma expositiva. Así, en agosto, el museo abrió sus puertas -ahora virtuales- desde su sitio de internet (http://museopalaciodebellasartes.gob.mx/modigliani/ ). En él se visualizan los mismos ocho núcleos temáticos que conforman la muestra presencial, que puede visitarse desde el pasado 8 de septiembre: “Introducción”, “Después de Cézanne”, “De la pintura al aire libre al paisaje urbano”, “Amadeo Modigliani”, “Algunos compañeros de viaje mexicanos”, “El desnudo y la máscara”, “Chaim Soutine” y “La escuela de París”.
Los ejes virtuales contienen menos obras que las expuestas en las salas; no obstante, la riqueza de la exposición virtual recae en que se tienen a la mano otros recursos que permiten generar diálogos y relaciones alternas entre ciertas obras, artistas y acontecimientos. Como ejemplo de ello se observa una lista de reproducción con piezas musicales populares en el entorno bohemio y urbano del París de principios del siglo XX; una línea de tiempo con eventos históricos y artísticos relevantes de la época; un video que muestra los estudios en que trabajaron los personajes abordados en la exhibición y una sección de microhistorias en la que se trazan vínculos entre Amadeo Modigliani y algunos pintores importantes de la escena artística mexicana, como Diego Rivera, Ángel Zárraga, Benjamín Coria y Carlos Mérida, entre otros elementos que amplían la temática inicial de la exposición.
En realidad, buena parte de esta información se encuentra igualmente distribuida a lo largo de la muestra presencial; sin embargo, es interesante que una de las potencialidades del formato virtual sea la libre elección, por parte del espectador, en el orden y privilegio de la visualización de los contenidos. Es cierto que el sitio no termina por articular una propuesta más allá del ajuste de lo que se erige en las propias salas del museo (lo cual también parece responder al sorpresivo vuelco de la dinámica expositiva); sin embargo, constituye una promesa de lo que posteriormente podría ser un replanteamiento de los espacios de exhibición.

Por su parte, en la muestra dentro del Palacio algunos materiales también fueron adaptados a las condiciones sanitarias, evitando el contacto con lo expuesto sin perder del todo su carácter interactivo y didáctico. Así, al inicio de la exhibición, encontramos un mapa de París en el que es posible localizar los cafés, las galerías, las casas y los edificios en los que convivieron y se desenvolvieron Modigliani y sus contemporáneos. Para activar el dispositivo sólo es necesario colocar la mano a unos cuantos centímetros de los botones que despliegan la información, con lo que se logra la manipulación sin necesidad del tacto. Ahora más que nunca se vuelven particularmente imprescindibles medios tecnológicos como éste o el celular, con el que es posible descargar los textos de sala y las cédulas comentadas de algunas piezas, de tal forma que se evitan las concentraciones en torno a las paredes explicativas.

En cuanto al guion curatorial planteado, a cargo de Marc Restellini, resultan particularmente interesantes los diálogos estéticos y de amistad entre Modigliani y algunos personajes mexicanos, entre los que se encuentran vínculos anteriormente poco explorados, como el del italiano con el veracruzano Benjamín Coria, o bien la hipótesis de que Modigliani fungió como modelo de Ángel Zárraga para su famosa obra Exvoto. Martirio de San Sebastián (1911). En esa misma línea, es importante el rescate que dentro de la curaduría se realiza de Jeanne Hébuterne (1898-1920), quien se reconoce como “artista con méritos propios”, y la inclusión de múltiples obras de la artista francesa Suzanne Valadon (1867-1938).
Por otro lado, la sala dedicada a Chaim Soutine (1893-1943) constituye un acercamiento íntimo y especial a la obra del pintor bielorruso, cuyos trazos abosquejados y frenéticos abonarían al panorama artístico de vanguardia. Destacan sus retratos expresionistas y las escenas de cadáveres de bueyes colgantes en que otorgaría un nuevo tratamiento a los motivos ya antes plasmados por Rembrandt. La admiración de Modigliani por Soutine le llevaría a recomendarle a su marchante, Léopold Zborowski, que se convirtiera en su mecenas cuando él falleciese, a manera de relevo.


El intervalo de cambios al que se ha visto obligada la agenda cultural durante los últimos meses ha dado paso a planteamientos novedosos que, como en el caso de la exposición El París de Modigliani y sus contemporáneos, obligan a cuestionar la pertinencia del espacio museístico físico, las potencialidades de la apertura informativa desde lo virtual, el valor de la tecnología como recurso pedagógico y la importancia de los museos como parte de la vida cultural de las sociedades. Pienso que, desde lo digital, podría hacerse frente al centralismo cultural que caracteriza a nuestro país. Tal vez sea éste un momento histórico que permita la transformación de las plataformas expositivas desde una mirada más abierta y plural, que abone a la construcción de una verdadera democracia cultural.