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Hacia la recuperación de la memoria histórica de la Guerra Social Maya en Yucatán: Creación de un portal digital al pasado
Towards Recovery Historical Memory of the Mayan Social War in Yucatan: Creation of a digital portal to the past
Antrópica revista de ciencias sociales y humanidades, vol. 9, núm. 17, pp. 117-144, 2023
Universidad Autónoma de Yucatán

Artículos Académicos



Recepción: 11 Octubre 2021

Aprobación: 16 Diciembre 2022

Resumen: La Guerra Social Maya dejó huella en la población yucateca y en toda la Península. Actualmente, en distintas partes de este territorio, aún se escuchan relatos de la vida cotidiana de aquel tiempo, narraciones contadas por familiares de descendientes de la guerra, además de muchos otros vestigios materiales que evidencian las acciones bélicas de ese largo conflicto armado. Con el fin de visibilizar los hechos desde distintas pers- pectivas y dar voz a otras historias de esta guerra, el presente trabajo reflexiona acerca de la recuperación de la memoria histórica de ese evento desafortunado que no ha tenido el reconocimiento y difusión en muchos sectores de la población actual. Basado en la reflexión anterior -y aprovechando las ventajas tecnológicas actuales-, se propone la creación de un espacio digital con el fin de conmemorar a las personas que sufrieron los efectos de la guerra y con ello ayudar a rescatar del olvido aquellas memorias que permi- tan comprender el proceso histórico de esta guerra y sus repercusiones e implicaciones en el presente.

Palabras clave: Guerra de Castas, Memoria Histórica, Memorial digital, testimonios.

Abstract: The Mayan Social War left its mark on the Yucatecan population and on the peninsular territory. Where nowadays stories of the daily life of that time are heard, narrations told by relatives of descendants of the war; in addition to that, stone testimonies are observed that evidence the warlike actions of that long armed conflict. In order to make visible the events from different perspectives and point of views to give voice to other stories of this war, this work reflects on the recovery of the historical memory of that unfortunate event that has not been given full recognition. This reflection leads us to propose the creation of a digital space to commemorate all the people who suffered the effects of the war and to rescue from oblivion those memories that can make comprenhensived the war process and its repercussions in the present.

Keywords: Caste War, Historical Memory, Digital Memorial, material and inmaterial.

Introducción

“La vida ha sucumbido ante la muerte, pero la memoria sale victoriosa en su combate contra la nada”

Los abusos de la memoria

Tzvetan Todorov

En el 2020, en el marco de la pandemia de SARS-Cov-2, el aislamiento físico y el largo confinamiento trastocó la vida cotidiana, social, afectiva y económica de toda la humanidad. No obstante, además de la crisis de salud que provocó y que aún continúa a la fecha, la pandemia consiguió el fortalecimiento de lazos de familiares y amigos, grupos y comunidades a través de redes sociales, con lo cual se abrió un amplio abanico de posibilidades de comunicación a través de los medios digitales generando vínculos virtuales y acortando distancias.

Inevitablemente, la muerte quebrantó muchos hogares en todo el mun- do. Hasta la fecha, han fallecido millones de personas por la enfermedad de COVID-19 y esta nueva realidad sanitaria no permitió, en muchos casos, realizar ceremonias ni funerales como se acostumbra en muchas sociedades. Lo anterior derivó en que el ciclo social de vida y muerte no pudiera concretarse en muchos casos, por lo que los difuntos se fueron sin rituales presenciales de despedida y los deudos se quedaron sin abrazos de pésame, sin palabras de aliento al oído. Sin embargo, al igual que muchos aspectos de la vida, las exequias se trasladaron a las plataformas digitales.

Dicha situación ocasionó que en toda la Internet surgieran memoriales virtuales, sitios digitales en los que las personas podían recordar a los seres que- ridos fallecidos por el COVID-19, lugares en la red en donde se publicaban imá- genes, frases, anécdotas, condolencias, nombres, recuerdos, entre otras manifes- taciones de tributo a la memoria de los que se habían ido.1

En suma, a pesar de la limitaciones físicas, muchas personas encontraron la manera, a través de medios digitales, de poder recordar, conmemorar y no olvidar a sus seres queridos. Esta necesidad de conmemorar también ocurre con las sociedades y sus hechos del pasado. Han pasado 120 años desde que terminó la llamada Guerra de Castas y poco a poco ha perecido la segunda generación de descendientes, con lo cual se han perdido sus saberes, su conocimiento y sus relatos de la vida en el tiempo de la guerra. Como fue el caso de Aniceto May Tun de Tixcacal Guardia y Don Crecencio Pat Cahuich oriundo de Señor Quintana Roo quienes fallecieron en el año de la pandemia.

1 En la Internet se pueden explorar memoriales de países como España, Estados Unidos,

Guatemala y México (véase enlaces en sección de referencias).

El paso del tiempo y el ritmo de vida contemporáneo ha contribuido a que nuevas generaciones no conozcan los relatos de ese periodo ni la historia de la resistencia maya. No obstante, la memoria de este conflicto se aferra a no quedar en el olvido, mediante una variedad de evidencias materiales y de tradición oral que actualmente se encuentran dispersas por toda la península de Yucatán, en medio de la selva o bajo la tierra.

Sin embargo, cada testimonio, cada vestigio, cada documento es un esla- bón muy importante en la cadena del conocimiento de las distintas realidades de la llamada Guerra de Castas. Por esta razón, el estudio, conservación, resguardo y registro de dichos testimonios, tanto inmateriales como materiales resulta vital para evitar que la memoria de ese pasado derive en el olvido.

Recuperar la memoria histórica de la guerra, a través de toda esa variedad de evidencias, contribuye a reconstruir parte de la historia desde un enfoque so- cial y nos aproxima a conocer cómo era la vida cotidiana durante ese evento que impactó enormemente a la sociedad yucateca del siglo XIX.

Si bien existe el registro de una serie de narraciones, aún faltan historias por escuchar, así como también muchos vestigios por documentar y analizar para conocer nuevas interpretaciones, que conduzcan a la reivindicación de los ideales y valores de quienes lucharon (Escudero, 2013:13).

Con el fin de visibilizar, difundir y preservar la memoria histórica de la Guerra Social Maya, así como sacar de la amnesia pasajes de ese pasado re- ciente2, y derivado de mi investigación sobre los últimos años de este conflicto armado, se creó un portal digital al pasado bajo la premisa de quien pierde o des- truye la memoria fabrica el olvido. Esta plataforma busca ser un granito de arena para aportar al conocimiento y el esclarecimiento de los hechos históricos de la guerra, así como ser un espacio que intenta dar voz a la gente cuyos antepasados sufrieron los efectos de la guerra y, con ello, coadyuvar a conservar su memoria.

¿Guerra Social Maya o Guerra de Castas?

Antes de adentrarnos en la reflexión sobre la memoria histórica de la Guerra So- cial Maya, es necesario hacer una reflexión sobre el nombre de Guerra de Castas, que es como tradicionalmente se designa a este conflicto, ya que el origen y con- notación del término “casta” puede propiciar un error de interpretación.

El término “casta”, heredado de la colonia, perduró hasta la sociedad del siglo XIX y, de acuerdo con Barjau (1975:57-76), su significado denota, desde un

2 Se considera pasado reciente a los hechos ocurridos en el siglo XX. En este caso el des- enlace de la guerra ocurrió en la primera década del siglo mencionado.

punto de vista racial, una división de la sociedad entre “indios” y “blancos”. Si se usa el término de “Guerra de Castas” para designar el conflicto armado referido, se podría caer en una interpretación simplista de las características y objetivos de los bandos combatientes.

Si bien el término fue acuñado durante los primeros años de la conflagra- ción para designar la supuesta pugna racial que había entre los mayas y la “raza blanca”, más adelante se evidenció que ninguna de las agrupaciones comba- tientes fue homogénea y que el conflicto se debió a otros intereses y disputas. En otras palabras, esta guerra distó mucho de haber sido un enfrentamiento entre grupos raciales, ya que había una diversidad étnica y cultural entre los integrantes de los bandos en disputa.

Un ejemplo de eso fue lo que ocurrió a principios de la segunda mitad del siglo XIX, cuando en la agrupación militar se integraron indígenas como producto de la leva.3Por otra parte, hacia finales del mismo siglo, a algunos indígenas se les otorgó un grado militar en el ejercito federal, como fue el caso de Ladislao May, indígena maya nombrado como subteniente de infantería auxiliar del ejército, comisionado en el Estado Mayor de la 10º zona militar, el cual, hacia 1899, desempeñó el cargo de intérprete a lado del general Lorenzo García, como parte de las acciones de la última campaña militar que se orquestó en contra de los mayas a principios del siglo XX.4

De igual manera, entre los mayas de la península, hubo distintos grupos con diversos orígenes y tradiciones que se pueden designar genéricamente como los del norte, los del centro-oriente y los del sur. Éstos últimos, conocidos como pacíficos, pactaron con las autoridades en 1853 y, a partir de entonces, apoyaron al gobierno yucateco para que los mayas del oriente o mayas rebeldes no avan- zaran hacia la zona de Campeche, además de lanzar ataques en los distritos del norte de Honduras Británica (hoy Belice) para desanimar a los colonos ingleses que mantenían relaciones con los mayas de Santa Cruz, a cambio de continuar explotando los recursos maderables en tierras de los mayas rebeldes (Sweeney, 2006:76). En otras palabras, eran mayas combatiendo contra otros grupos mayas.

De igual forma, la coalición de los mayas “rebeldes” o macehuales (como ellos se nombraban), había “blancos”, mestizos y militares que desertaban del servicio de las campañas, además de beliceños, yaquis y chinos, cuyas malas condiciones de vida los llevó a unirse a la lucha en contra de las autoridades lo- cales y federales.5

3 Reclutamiento forzoso para el servicio militar, con el fin de nutrir las filas del ejército durante periodos de guerra. Véase (Rodríguez, 2005).

4 Expediente Cancelado de Ladislao May (AH-SEDENA, 582/17).

5 Tratado celebrado en 1853 entre comisionados del Gobierno de Yucatán D. Romulo de

En síntesis, la realidad de esta guerra fue más compleja de lo que se pien- sa y al reducirla al término de Guerra de Castas, el cual simplifica el conflicto a una mera lucha étnica o cultural entre blancos y mayas, no obstante, como se mencionó, la lucha estuvo compuesta por una heterogeneidad de grupos e indi- viduos indígenas, no indígenas, blancos y mestizos (Badillo, 2019:72) quienes tuvieron distintos intereses y motivos para unirse a la conflagración.

Por lo anterior, considero que tiene mayor precisión referirse a este con- flicto bélico como Guerra Social Maya, en vez de continuar el uso de Guerra de Castas por la razones antes expuestas. De hecho, este nombre es como se refieren varias fuentes oficiales del siglo XIX (ibid.:62). Además de esto, desde el punto de vista de algunos extranjeros de finales del siglo XIX, este conflicto fue visto como una guerra civil, como se evidencia en una fotografía tomada por Alice Dixon y Augustus Le Plongeon, durante su visita a Yucatán entre 1873 y 1885 (Careaga, 2010:370-380). En dicha fotografía se observa un soldado tendido en el suelo flanqueado por sus compañeros, la cual lleva el título de Civil War in Yucatan after de Battle.6

Reflexión sobre la guerra y su desenlace

Para entender la necesidad de recuperar la memoria histórica de la Guerra Social Maya y la creación de un portal digital al pasado, es primordial adentrarnos a conocer los hechos que ocurrieron en este conflicto bélico. Sin embargo, se dará un poco más énfasis en el periodo del final del siglo XIX y principios del siglo XX, ya que la investigación que he venido realizando se ha enfocado en ese lapso cuando las acciones del gobierno federal se intensificaron en contra de la coali- ción de los mayas.

La Guerra Social Maya transitó por una serie de etapas que son de gran interés, pero cuyo detalle sobrepasa los límites y propósitos de este texto, por lo que a continuación realizaré una breve síntesis de los principales acontecimien- tos, dejando al lector interesado las referencias pertinentes para profundizar las complejidades de cada periodo.

A grandes rasgos, esta guerra inició en el verano de 1847 dentro de un tenso ambiente político en Yucatán, en el que las disputas por el poder se concen- traban en dos grupos, unos a favor de Santiago Méndez, en tanto que otros apo- yaban a Miguel Barbachano (Dumond, 2005:134-137). Al principio del conflicto los involucrados en la guerra fueron la población, en su mayoría de origen maya,

la Vega por una parte y algunos capitancillos de los indios sublevados, por otra (AHGE-SRE,

L-1961).

6 Fotografía de Augustus y Alice Le Plongeon, The Getty Research Institute, Los Angeles, California (#2004-M-18).

y el gobierno de Yucatán. Sin embargo, conforme fue avanzando la conflagración, se inmiscuyeron otros gobiernos y autoridades, como el gobierno federal de Mé- xico, las autoridades de Honduras Británica, la misma Corona inglesa, las autori- dades de la República de Guatemala y las de la isla de Cuba. Entre los dirigentes mayas que planearon el levantamiento están Cecilio Chi, Jacinto Pat y Manuel An- tonio Ay, aunque este último fue fusilado por autoridades locales, al ser descubierta la conspiración unos días antes del levantamiento (Baqueiro, 1991:371).

Posterior a ello, las hostilidades comenzaron en Tepich y, a gran velocidad, los ataques y las batallas se extendieron por todo Yucatán. Los mayas sublevados se establecieron en el oriente de la Península en Noh Cah Santa Cruz Balam Nah Kampocolche, en 1850, alentados por el culto a la Cruz Parlante. Esta población fue el cantón general de los mayas, en donde se creó una sociedad teocrático-mili- tar regida por el culto a la Santísima (la Cruz Parlante), como hasta hoy se conoce. Noh Cah Santa Cruz, también conocido como Chan Santa Cruz, actual ciudad de Felipe Carrillo Puerto en Quintana Roo, fue el principal centro político-religioso de los sublevados donde se estableció el estado maya independiente y desde donde los mayas controlaron gran parte de la región centro-oriental de la Península por más de cincuenta años. El culto a la Cruz Parlante logró cohesionar a los mayas sublevados o macehuales7 de este territorio y fue un símbolo fundamental para continuar con la lucha armada. Incluso hoy día éste mantiene su importancia sien- do un elemento esencial dentro de la identidad del Pueblo Macehual.

Durante los primeros años de la guerra, el bando de los mayas tomó gran ventaja en las hostilidades, debido a que tenían una sólida organización social, además de, gran conocimiento del terreno, lo cual les permitió utilizar estrategias de combate, como guerra de guerrillas.8 Los líderes mayas fueron cambiando a lo largo del levantamiento, relevados por traiciones o por disputas entre las distintas facciones mayas. Además de los dirigentes mencionados, otros líderes mayas fueron Venancio Pec, Zacarías May, Bonifacio Novelo, Bernardino Cen y Felipe Yama, por mencionar algunos.

De ese modo, cada agrupación en conflicto se fue reconfigurando con el tiempo y de acuerdo a sus circunstancias e intereses se oficiaban acuerdos con las autoridades; o bien se formalizaban alianzas con extranjeros, tal y como ocurrió en la frontera con Honduras Británica, donde los mayas de Chan Santa Cruz es- tablecieron relaciones comerciales que les permitieron vivir de manera autónoma durante poco más de medio siglo.

7 Como hasta el día de hoy se reconocen muchos mayas de la península de Yucatán. Ma- cehual significa gente del común es un término en idioma nahuatl que se introdujo en Yucatán hacia el siglo XVI y que adoptaron los mayas para referirse a ellos mismos.

8 Lanzaban ataques a escondidas (emboscadas y sabotajes) contra los militares con el objetivo de irlos desgastando. Véase Secretaría de la Defensa Nacional (1982:239).

Los mayas combatientes se posicionaron en la parte sur del partido de Tekax, cubriendo la zona central de la península y expandiéndose con gran fuerza a las áreas aledañas de Valladolid y de los poblados de Peto, Tihosuco, Muna y Tekax, con la intención de dirigirse hacía Mérida, la capital del estado (Badillo, 2019:82, 83).

Ante estos embates, el gobierno local asentó cantones militares en el nor- te del territorio y orquestó varios ataques para contener la expansión de los mayas y evitar que tomaran el control de los principales poblados y cabeceras de Yuca- tán. Una de estas empresas estuvo dirigida por el comandante general del estado y jefe de división Rómulo Díaz de la Vega en 1851 y 18529 en la que, mediante el posicionamiento de las fuerzas militares en antiguos puestos fortificados y canto- nes, protegieron puntos estratégicos, logrando neutralizar momentáneamente la resistencia rebelde y contener su desplazamiento hacia el norte y occidente.

No obstante, la ofensiva de los mayas siguió adelante, sus posiciones demarcaron una frontera imaginaria en la parte del centro del estado impidiendo que las tropas de militares penetraran el territorio rebelde (ibid.:70). El conflicto continuó y, con ello, el gobierno implementó nuevas campañas militares cuyo objetivo principal se centró en tomar el poblado de Chan Santa Cruz. Sin embar- go, a pesar de sus esfuerzos invertidos, no tuvieron éxito pues no consiguieron reprimir la resistencia maya.

Considerando la tenacidad del bando de los mayas y la táctica de guerra que emplearon, así como su persistencia en la lucha, hacia las últimas décadas del siglo XIX, el gobierno de México, a cargo del general Porfirio Diaz, unió fuerzas con el gobierno de Yucatán, en ese tiempo dirigido por Carlos Peón Machado, para retomar el control del territorio en disputa.

Por ello, a partir de 1895, comenzó la planeación de una larga campaña militar dirigida por el general Lorenzo García. Como parte de esa estrategia se edificó la infraestructura y la arquitectura militar, con la mano de obra de solda- dos y el trabajo forzado de jornaleros locales, la cual incluyó una serie de obras fortificadas en cuatro frentes que abarcaron el territorio peninsular de norte a sur y de este a oeste (ibid.:172). Por otro lado, para octubre de 1899, ya con el general Francisco Cantón Rosado en el poder del estado de Yucatán, la dirigencia de la ofensiva militar de esta campaña quedó en manos del general Ignacio A. Bravo.

Es de resaltar que, a diferencia de lo que había ocurrido anteriormente, en esta ofensiva participaron todas las fuerzas armadas porfirianas, tanto el Ejército Federal, como la Armada Nacional y la Guardia Nacional (ibid.:105-107) mismas que asedia-

9 Rómulo Díaz de la Vega, Croquis del teatro de la guerra que actualmente se sostiene en el Estado de Yucatán contra los indígenas sublevados [1852-54] (MMOyB-SAGARPA, 1351-OYB-7264-A).

ron a los mayas en el norte, centro, sur y oriente de Yucatán, siguiendo una ofensiva de asecho de modo lineal, en la cual se realizaban exploraciones en busca de mayas com- batientes siguiendo el trazo de los frentes de operación, con el objetivo de penetrar el territorio maya para sitiar el cantón maya de Chan Santa Cruz desde distintos flancos.10

Este tipo de avance militar fue aprovechado tanto por mayas ajenos a la gue- rra que vivían en la zona en conflicto, como por los mayas en pie de lucha y sus simpa- tizantes. Cuando los militares se aproximaban a los poblados, los habitantes, para pa- sar desapercibidos y quedar fuera de la acción de las columnas militares, optaban por internarse uno o dos kilómetros en la selva, lejos del trazo de las líneas de operación (ibid). La campaña terminó en mayo de 1901, después de tres años de haber iniciado, cuando las tropas del general Bravo tomaron Chan Santa Cruz, en mayo de 1901.

Si bien se declaró terminada la guerra de manera oficial, el conflicto ar- mado continuó, al igual que la ofensiva militar. Los mayas de Santa Cruz, tras la toma de su bastión principal, se replegaron hacia el oriente en donde permane- cieron ocultos en el monte y en otros poblados, con la intención de regresar para contraatacar y retomar el control de Chan Santa Cruz. Sin embargo, a pesar de que los mayas siguieron lanzando ofensivas a los militares, ya no les fue posible regresar a su cantón principal, pues las acciones militares se intensificaron y die- ron un vuelco (ibid.:372, 327).

La península de Yucatán fue ocupada militarmente con un mayor número de efectivos militares con al menos dos batallones de 500 hombres cada uno. Estos batallones fueron dirigidos a los puestos militares previamente tomados durante los primeros años de la campaña y “avanzaron en ocho columnas, destru- yendo casas, quemando cultivos y tomando prisioneros en la mayor parte de los pueblos en los que se albergaron los indios”.11 Estos elementos además reforza- ron las posiciones gubernamentales y exploraron la zona que ocuparon los mayas combatientes con la misión de batir12 “al enemigo” para retomar el control del territorio y sus recursos naturales.

El vuelco en la estrategia militar fue propuesto por el general Victoriano Huerta,quien fuera el jefe de la campaña, a partir del 4 de mayo de 1902, tras la salida del encargado de la línea de operación del sur, el general José María de la Vega. Si bien se mantuvo el objetivo de reducir a los mayas y obligarlos a someter-

10 Huerta Victoriano al Ministro de la Guerra General de División Bernardo Reyes, Chan Santa Cruz a México, 20 de mayo de 1902 (CEHM-CARSO/FS, Documento 6750).

11 Huerta Victoriano al Ministro de la Guerra General de División Bernardo Reyes, Confidencial, Campamento “General Vega”, Bahía de la Ascensión marzo 4 de 1902 (CEHM- CARSO/FS, Documento 6733, ff. 1 y 2).

12 Término militar que refiere a destruir y derrotar al enemigo. Véase Secretaría de la Defensa Nacional (1982: 41).

se, el método de aproximación o la manera de hacer las exploraciones en campo, se modificó. Éstas, comenzaron a irradiarse a partir de las líneas de operación, pro- piciando que las fuerzas militares se internaran en el monte para cubrir porciones más extensas de terreno y así poder localizar a los mayas escondidos que huían del peligro. En esta búsqueda capturaron a todas las personas que encontraron, además de que ocuparon ciertas zonas para evitar el retorno de los mayas.

El cambio de estrategia de la campaña militar, en palabras de Victoriano

Huerta, pretendió que:

Los indios se sometan incondicionalmente a causa de la falta de elementos de vida, [ya que los militares tomarían los pozos de agua para negarles el acceso al vital líquido]; y a hacer una cosa semejante o igual a lo que hacen los indios Yaquis cuando se ven tensamente perseguidos por las tropas; es decir á (sic) buscar el último refugio que les queda, que es irse á trabajar á las haciendas; y esto que es un asunto serio tratándose de los Yaquis que son valientes y guerreros, aqui no seria sino un medio indirecto de sumisión, siempre que el gobierno tuviera cuidado de que los dueños de las fincas no proporcionaran armas á los indios refugiados; cosa que creo no harían [...] porque los yucatecos les tienen mucho mie- do, y por otra parte, ellos los necesitan mucho como trabajadores solamente.13

Ante estas acciones, los mayas se mantuvieron replegados en el oriente del estado de Yucatán, área que, para 1902, el gobierno federal fragmentó y conformó como el Territorio Federal de Quintana Roo. En un inicio, este territorio estuvo habitado por militares quienes mantuvieron bajo extrema vigilancia a los mayas sobrevivien- tes, mismos que fueron reagrupados en reservas para poder controlarlos y con ello contener el avance de aquellos mayas que continuaban en la lucha. Cada uno de los puestos militares estuvieron bien vigilados y conformaron una suerte de sistema pa- nóptico de fortificaciones que poco a poco fue recuperando el territorio otrora rebelde (ibid.:202-210).

La cruenta campaña militar continuó e incluso no interrumpió su activi- dad ni en el periodo de lluvias, justo porque en ese periodo, menciona Victoriano Huerta, era cuando los mayas “rebeldes” debían ser “más tenazmente hostiliza- dos, para no dejarlos sembrar, ni permanecer en sus guaridas”.14

El éxito de esta ocupación militar consistió en la obstrucción del acceso a cuerpos de agua y pozos, además del bloqueo de las rutas comerciales con Honduras Británica que debilitaron al bando de los mayas, pues les afectó pro- fundamente en la obtención de víveres, suministros y armamento para continuar en guerra. Fue así que la empresa militar se extendió hasta junio de 1904 fecha en la que se declaró, de manera oficial, el fin de la campaña.

13 Huerta Victoriano al Ministro de la Guerra General de División Bernardo Reyes, Chan Santa Cruz a México, 20 de mayo de 1902 (CEHM-CARSO/FS, Documento 6750, ff. 4 y 5).

14 Huerta Victoriano al Ministro de la Guerra General de División Bernardo Reyes, Confidencial, Campamento “General Vega”, Bahía de la Ascensión marzo 4 de 1902 (CEHM- CARSO/FS, Documento 6733, ff. 6 y 7).

Los efectos de la guerra

“Cuando los acontecimientos vividos por el individuo o por el grupo son de

naturaleza trágica la recuperación de la memoria histórica se vuelve un

deber de acordarse, de testimoniar”

Los abusos de la memoria

Tzvetan Todorov

La guerra duró poco más de medio siglo, aunque este ambiente bélico continuó hasta la primera década del siglo XX con la ocupación militar. Ante ese escena- rio, basado en un sistema político que respaldó el uso de la fuerza y la violencia como legitima15, es ineludible constatar que gran parte de la población peninsular yucateca, indígena y no indígena, implicados o no al conflicto, foráneos o locales que habitaron la región, vivieron acontecimientos trágicos que atentaron contra la integridad física y mental de las personas, haya sido de forma directa o indirecta.

La violencia de la guerra fue una reacción en cadena que dejó una serie de secuelas en la población yucateca, como el tráfico de mayas, el desplazamiento forzado y la migración derivada de la violencia del conflicto, así como el trabajo forzoso al servicio de las campañas militares, la explotación de mano de obra maya para el trabajo en ranchos o en la producción del henequén o el bloqueo de caminos en gran parte del territorio. Todas estas consecuencias afectaron activi- dades como el comercio y el flujo de transporte, lo que ocasionó que el acceso a recursos y bienes, indispensables para la supervivencia, se volviera más comple- jo (Badillo, 2019:272).

Además de esto, y por encima de todo, se perdieron miles de vidas, mu- chas personas fueron capturadas y otras más ejecutadas, mutiladas, o marcadas con alguna cicatriz del conflicto. Los prisioneros de guerra, en su mayoría de origen maya, durante los primeros años de la guerra, fueron asesinados antes de pisar una cárcel y los que no corrieron con esa mala suerte fueron insertados en haciendas para realizar trabajo forzado en el campo. Fue a partir de 1849 cuando las autoridades tomaron ventaja de la situación y establecieron el comercio de prisioneros para trabajar en la isla de Cuba. La venta fue justificada por las au- toridades al considerar a todos los cautivos como “sublevados”16, aunque en los hechos comenzaron a traficar con mayas que eran ajenos al conflicto y que fueron sustraídos de sus poblaciones y cultivos bajo engaños para trabajar en aquella Isla, generalmente con contratos que les eran adversos y desventajosos.

15 En el contexto de violencia se integra el exilio, la persecución, el desplazamiento forza- do, y la desaparición. Véase Barudy et al. (2005:21).

16 Martínez de Arredondo, Francisco Ministro de relaciones interiores y exteriores de la República al Gobernador de Yucatán y al Cónsul, Lista de prisioneros sublevados entregados, 5 de marzo de 1849 (AHGE-SRE 41/43/29, f. 3-5).

Hacia las últimas décadas del siglo XIX, a los cautivos se les encarceló en la ciudad de Mérida en Yucatán o en el Presidio Militar de Ulua, en Veracruz. Por otro lado, muchos otros mayas fueron trasladados obligadamente a la zona norte del país, como parte de una estrategia de guerra para “herir la moral” de los sublevados y sus familias.17

Ese conflicto armado, como toda guerra, requirió de una infraestructura es- pecial, la cual fue construida por mano de obra de los habitantes del lugar, explota- dos por las autoridades locales y federales. Se formaron extensos grupos de cientos de civiles y también de militares, que se fueron relevando cada determinado tiempo, que estaban dedicados a la construcción de fuertes, campamentos y puestos de con- trol, así como al acondicionamiento, apertura y mantenimiento de caminos en el monte, esenciales en el avance de las tropas en la campaña de asedio de los mayas.18

Además de lo anterior, algunos jornaleros fueron introducidos en fincas rústicas para realizar labores en los plantíos de henequén, donde tuvieron jorna- das de trabajo extenuantes, lo que los hacía propensos a padecer enfermedades y al deterioro de su estado de salud. Dichos campesinos no recibían pago, tan sólo se les proporcionaba el alimento diario aunque en cantidades insuficientes que no les permitían restaurar sus fuerzas.19 Por esta razón, muchos optaron por darse a la fuga para escapar de la ardua labor a las que se les sometía, ya que los que se negaban a realizar el servicio impuesto eran castigados.

Aunado a lo anterior, un sin número de personas que terminaron despla- zadas a la fuerza, tanto al interior del estado como fuera del mismo. La vida en el oriente y sur de la Península no fue la misma, las personas ajenas a la guerra vivieron con miedo. Miles de yucatecos indígenas y no indígenas dejaron todo

–sus casas, familias y cultivos- para huir de las transgresiones del conflicto y la posguerra derivada de varias décadas de lucha armada (Badillo, 2019:291-300).

Dentro de estas migraciones algunos lograron huir de la violencia de la guerra, fuera del estado de Yucatán o bien del país, de manera individual o en fa- milia en tanto persistieran las hostilidades del conflicto. Gran parte de los despla- zados se dirigieron a la parte norte de Belice y a la zona del Petén en Guatemala, aunque otros se embarcaron rumbo a la isla de Cuba e incluso algunos, se tiene registro, llegaron hasta la Argentina (Navarrete, 2017).

17 Región en la que el gobierno de Porfirio Díaz mantenía otra guerra en contra del pueblo Yaqui. Ver p. ej. “Las familias de los rebeldes mayas”, 7 de mayo de 1902, 2. Véase Wilhelm (1997:331-332).

18 Reyes Bernardo al Gobernador del Estado, 30 de septiembre de 1901 (AGEY, fondo

Poder Ejecutivo, serie No clasificados, sección Guerra II, 1901-1902 caja 359).

19 “Estudio interesante” en Boletín de Estadística, Tomo IV, Año V, Octubre 15 de 1898,

núm. 10, p.1.

En su odisea, los exiliados pasaron por acontecimientos inquietantes, algunos traumáticos, como renunciar a sus lugares de memoria, despojarse del sentido de identidad y pertenencia a un lugar o a un grupo social, abandonar sus casas, a sus seres queridos, perder varios miembros de una familia en el camino, o enfrentarse a un conjunto de sucesos exógenos estresantes y dolorosos (tanto físicos como psicológicos).

Las personas y familias enteras que permanecieron en las zonas de con- flicto y que no pudieron huir, les tocó vivir acosos, ofensas, despojos, daños a sus cultivos y la destrucción de sus hogares. De igual forma, sobrevivieron al desa- basto de productos de primera necesidad, al incremento en los precios, al bloqueo de caminos y al libre acceso al agua. Bajo esas condiciones, al permanecer en un ambiente de tensión, muchos optaron por resguardarse en el monte para salvar a los suyos del peligro que representó la invasión militar (Badillo, 2019:210, 290 y 409).

Sin embargo, las acciones de la Guerra Social Maya afectaron a ambos bandos en conflicto. Con esta reflexión sobre los daños no pretendo justificar las acciones de ninguno de éstos, ni tampoco etiquetar buenos y malos. Contrario a esto, intento mostrar esta guerra como un fenómeno que, de igual forma, afectó a todas las coaliciones y a la sociedad de ese entonces.

Los lazos familiares fueron vulnerados, fueron quebrantados por la se- paración de sus miembros, por los fallecidos, los prisioneros, los desplazados. Lo que dejó como saldo la desintegración de muchas familias quedando viudas, huérfanos y padres sin hijos.

En general, los efectos de la guerra impactaron a nivel social, económico y psicológico. La violencia de la guerra dejó huella en la gente y los más vulne- rables fueron mujeres, niñas y niños (Badillo, 2022). A pesar del tiempo que ha transcurrido desde que terminó la guerra, los rastros de ese conflicto se manifies- tan en la tradición oral de la región y aún más allá de sus fronteras.

Hoy en día se tiene registro de narraciones que los descendientes de la guerra contaron a sus familiares y que forman parte de la tradición oral de pobla- ciones de Quintana Roo, Campeche y Yucatán, aunque estos relatos también se pueden encontrar en localidades ubicadas al otro lado del río Hondo, principal- mente en los distritos norte de Belice (Orange Walk y Corozal).

Las historias que se escuchan en la frontera emanan los sentimientos de sus allegados. Entre expresiones de angustia, miedo e incertidumbre, se revela el impacto de esta guerra en la memoria de sus descendientes, cuyas familias sufrieron el éxodo inhóspito y duros procesos de adaptación a otros entornos.

En algunas aldeas del distrito de Corozal, al norte de Belice, se cuenta que, las personas indígenas y mestizas que conocían los sucesos de la guerra, evitaban hablar en voz alta de los mayas cruzo'ob por temor de ser escuchados e incluso por miedo de perder la vida (Badillo, 2019:305).

Por otra parte, la tradición cultural de los descendientes yucatecos flore- ce, año con año, con el festejo “Maya Heroes Day”, el cual se celebra a finales de agosto y principios de septiembre. Este festival se lleva a cabo en el distrito de Orange Walk para recordar a los héroes olvidados de la guerra, entre ellos el maya Icaiche Marcos Canul quien, en septiembre de 1872, protagonizó una bata- lla en la villa de Orange Walk. Este festival también reconoce el esfuerzo de los mayas del pasado y del presente por mantener viva la cultura maya y la identidad yucateca en el norte de Belice.20

Las tradiciones yucatecas también cruzaron el mar caribe rumbo a la isla de Cuba a donde arribaron varias oleadas de mayas. La primera de éstas desde la década de los cuarenta del siglo XIX, con el auge del comercio de mayas -como mencionamos líneas arriba-, en tanto que una segunda ola ocurrió hacia finales del siglo XIX, cuando mucha gente llegó después de salir huyendo de Yucatán (1895), periodo en el que se llevó a cabo la última y más grande campaña militar en contra de los mayas y la posterior ocupación militar, misma que se extendió hasta principios del siglo XX.

Tanto los mayas prisioneros que fueron desplazados a la fuerza, como gran parte de la población que se vio obligada a salir de Yucatán perdieron su localidad, su patrimonio, su familia, su tierra, su casa, en otras palabras, todo aquello en lo que anclaban su identidad y su memoria (Sobral, 2004:148,150). Sin embargo, estos desplazados llegaron a lugares lejanos y extraños en donde tuvieron que comenzar de nuevo, en donde sólo les acompañaban sus recuerdos y tradiciones. No obstante, ese bagaje sirvió de base para construir su nuevo en- torno, construyendo una memoria en el exilio arraigada en sus saberes, soportada en sus tradiciones que les permitió continuar resistiendo y sorteando el trauma vivido. Por ejemplo, hoy día, en Loma del Grillo, municipio de Madruga, Pro- vincia de Mayabeque, en la ceremonias a la madre tierra se observan las raíces yucatecas que evocan a los antepasados peninsulares (Rubio, 2019).

Lo que dejó la guerra

“La memoria intenta preservar el pasado sólo para que sea útil al presente y a los tiempos venideros. Procuremos que la memoria colectiva sirva para la liberación

de los hombres y no para su sometimiento”

El orden de la memoria

Jacques Le Goff

Los cincuenta y cuatro años que duró el conflicto armado dejaron cicatrices y huellas en el paisaje peninsular. En varias partes del territorio yacen restos de edificaciones: fuertes, trincheras, campamentos, puestos de militares y caminos que sirvieron para retomar el control del territorio (Badillo, 2019:158-161). De igual forma, también se encuentran poblados enteros y haciendas abandonadas en medio del monte como resultado del ambiente bélico de la época.21

Además de los restos materiales también hay una gran cantidad de docu- mentos, fotografías, mapas y pinturas. Adicionalmente, el recuerdo de la guerra toma fuerza con las narraciones que hoy en día se escuchan en la antigua zona de conflicto y sus áreas fronterizas, relatos de la historia de los descendientes de la gue- rra, la cual se fue transmitiendo de manera oral de generación en generación. Estas narraciones son de gran importancia, ya que permiten, desde otras miradas, avanzar en el conocimiento de distintas realidades de este conflicto armado. El valor de los testimonios orales recae en que son historias que no se encuentran en los documen- tos escritos y que manifiestan las experiencias vividas por los sectores más vulnera- bles, relatos de “la gente común” ajena a la guerra (Mariezkurrena, 2008:229).

El conjunto de dichos testimonios, materiales e inmateriales, abren el ho- rizonte para analizar el pasado desde diversos enfoques y dar cuenta no solo de la historia oficial, sino también de la historia no contada. Desde hace unos años me adentré en una investigación en la que se pretende entretejer y contrastar las evidencias materiales, documentos escritos y testimonios orales que han ayudado a reconstruir la vida cotidiana y sus adversidades en el tiempo que se desplegó el mayor número de efectivos militares en la Península para poner fin a la guerra (Badillo, 2019:269).

Evidencias como una colección de telegramas -algunos cifrados-, envia- dos por los generales y jefes de la campaña militar de 1899 al presidente Porfirio Díaz, cartas remitidas por el secretario de Guerra y Marina Bernardo Reyes a los jefes de la misma, así como cartas de políticos y autoridades locales dirigidos al gobernador de Yucatán Francisco Cantón Rosado. Todos estos documentos permitieron documentar el desarrollo de la campaña, el avance de las tropas y la posición de los mayas sublevados hacia los últimos años de la guerra.

21 En los alrededores de Tihosuco, Quintana Roo, entre otros poblados.

Fotografías y pinturas también contribuyen a conocer los escenarios en los que se libraron batallas y sitios que fueron guarecidos por los militares a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Mapas y croquis de la época revelaron proyecciones de la arquitectura militar de dicha campaña, de la ubica- ción de más de cincuenta sitios militares, diseminados en varios poblados de la Península. De estos emplazamientos castrenses, se verificaron en campo cerca de una decena y sus restos materiales sirvieron para llenar vacíos de las fuentes antes mencionadas (ibid.:180).

La evidencia material contribuyó a complementar la información docu- mental, dando cuenta de la arquitectura militar empleada por el ejército federal y la guardia nacional que participaron en campaña. Además de esto, una serie de objetos localizados en excavaciones (casquillos, balas,guías de peines Mau- ser, latas, botellas, comales, tazas, cucharas, llaves, objetos de higiene, tijeras, navajas de afeitar, elementos de telégrafo, fierros para la construcción, clavos y alambres) revelaron una parte de la vida cotidiana y un rostro más humano del conflicto armado (Badillo, 2012:24-59).

Aunado a lo anterior, la tradición oral ayudó a descifrar y comprender el grado de asedio que sufrieron los mayas en un territorio ocupado militarmente, así como las acciones de supervivencia empleadas por la población para escapar de la violencia de la guerra.

La memoria recuperada de los testimonios materiales e inmateriales dio cuenta de las estrategias de ofensiva y defensiva empleadas durante la campaña, además de mostrar que el objetivo inminente de las acciones castrenses y la logís- tica de la empresa militar fue ocupar el territorio que habitaban los mayas, para lo cual se empleó el imponente sistema de arquitectura militar que funcionó como un panóptico, con el que se mantuvo bajo vigilancia a la población maya con el fin de contenerla y controlarla (Badillo, 2019:206).

Todo ello me llevó a reflexionar sobre múltiples implicaciones (militares, políticas, sociales migratorias, económicas, administrativas y cotidianas) que se presentaron durante la guerra, en un territorio en donde los mayas habían vivido de forma autónoma bajo una organización social, teocrática militar por más de cincuenta años, en la que aprovecharon los recursos naturales, rutas de comercio y vías de comunicación que conectaban el sur del territorio con la parte centro de la Península, un territorio que fue convertido en un teatro de la guerra y que finalmente les fue arrebatado.

Es inevitable pensar que el conjunto de acciones de los gobiernos federal y estatal en la región centro-oriental de la península de Yucatán desató un cam- bio drástico en la vida cotidiana y desencadenó una serie de efectos destructivos

en la población (además de las pérdidas humanas), ocasionando la consecuente movilidad poblacional forzada ante el avance de las acciones militares y la reor- ganización del territorio que incluyó la reubicación estratégica de los mayas en zonas seleccionadas para mantenerlos bajo vigilancia (ibid.:425).

Al reconocer los sucesos trágicos que mucha gente padeció en ese pasa- do, así como los relatos que aún se encuentran en el presente, aunado a todo lo investigado mediante documentos y evidencia material, lleva a la necesidad de recuperar la memoria histórica de la Guerra Social Maya o, como sostiene Ri- coeur (2013:121), más que necesidad se vuelve un deber.

Entre la memoria y el olvido

“La construcción de la realidad corresponde a una recuperación de un tiempo que ya no está y, en el mejor de los casos, la única forma que tienen de existir es re- cordando lo que fue. En este recordar la memoria juega el papel más importante, pues al convertirse en un acto de recuperación del pasado, éste prevalece en el

inconsciente colectivo”

Entre la tradición y la modernidad

Rafael Pérez Taylor

A pesar de los agravios cometidos durante la guerra (1847-1901), así como du- rante la ocupación militar (1901-1904), no se han reparado los daños causados en la población. Cuando terminó la guerra, en 1901, se hizo lo posible para controlar a los mayas y su historia, destruyendo y borrando cualquier recuerdo o narra- ción de la resistencia maya. La política federal en el gobierno de Porfirio Díaz se interesó más en adoptar medidas de reubicación demográfica de la población maya en reservaciones,22 así como en el repoblamiento del territorio ocupado con personas del interior de la República, además de fomentar el establecimiento de escuelas con educación centralista, basado en libros de geografía del Distrito Federal e historia patria, entre otros títulos.23

El desplazamiento de la enseñanza de la historia del pueblo maya en las escuelas y la introducción de la historia del centro del país, derivó en la ne- gación de la historia del sureste, así como a desestimar los recuerdos y rela- tos de los mayas. Esta política propició el rechazó de una importante fuente de

22 Sierra Méndez Manuel al Sr. General Don Porfirio Díaz, México, 14 de diciembre de 1901, Informe que el que suscribe rinde al Sr. Secretario de Guerra y Marina sobre puntos referentes á la elección del Territorio Federal en Yucatán (AH-SEDENA operaciones Militares Quintana Roo 1901-1909, f.103).

23 Angulo Raul al Secretario Teodoro Alvarado “Anexo Número 33”, Campamento Gral. Vega 28 de diciembre de 1903 del Informe administrativo rendido a la Secretaría de Gobernación por el Jefe Político Gral. José de la Vega (AGN, México Independiente/ Gobernación y Relaciones Exteriores/ Gobernación: Sin sección/ Caja 2300 (76752625/1/ Expediente 1).

conocimiento de los hechos acaecidos en la guerra en un intento de “callar al mensajero” (Escudero, 2013:11) y, con ello, se pretendió silenciar una parte de la historia de Yucatán.

Nunca se emprendió ningún proceso institucional capaz de procurar y lo- grar formas eficaces de bienestar para la población maya (Badillo, 2019:426) con lo que se indujo al olvido, al negar los hechos ocasionando una amnesia forzosa.

Hoy en día muchas personas de la Península no saben que en Yucatán sucedió una guerra. Si bien muchos de sus descendientes optaron por su derecho a olvidar, es decir, olvidaron de manera voluntaria episodios traumáticos de la guerra para no recordar continuamente los sucesos crueles y dolorosos (Todorov, 2000 y Rieff, 2012), otros, optaron por guardar silencio u omitir su pasado. Esto sucedió con los mayas refugiados en Belice quienes no hablaban del conflicto, ni hacían mención de los mayas de Santa Cruz, ni de los, icaiches por temor a represalias, ya fuera por no participar en la guerra o por haber desertado de la conflagración (Cal, 2015).

Sin embargo, muchos otros, no tuvieron opción de elegir, su olvido fue involuntario. La política federal se encargó de sembrar otras mentalidades, mol- deando a través de la educación a los niños que sobrevivieron la guerra y que- daron en el territorio federal de Quintana Roo, además de favorecer el estableci- miento de colonos procedentes de otros estados de la República, ajenos al área, a la identidad y a la historia de los mayas. Con estas estrategias, el gobierno cosechó una conveniente amnesia, ya que, siguiendo a Escudero (2013:11), “bo- rrando el pasado, no hay delitos ni culpables”.

No obstante, la memoria oral de la guerra logró resistir el embate del tiempo y el olvido. Actualmente, en la antigua zona en conflicto, conocida como la Zona Maya, así como en otros lugares fuera de la Península, como en el distri- to de Orange Walk, Belice, o en el municipio de Madruga en Cuba, se escuchan narraciones de esta Guerra Social Maya, historia viva que da cuenta de los relatos que los descendientes contaron a sus familiares sobre la contienda armada en Yu- catán. De acuerdo con Sobral (2004:154), esta tradición oral es una “contra-me- moria” que se opone a las pretensiones hegemónicas de una élite y a los intereses de la historia oficial. Son relatos cuyo campo memorable se cimienta en un pasa- do común, en recuerdos de injusticias que se prolongan hasta el presente, pues, a pesar del tiempo que ha transcurrido desde que terminó la ocupación militar, aún afloran en algunos pobladores sentimientos de tristeza, melancolía, impotencia y coraje, ya que esta guerra dejó una herida profunda que aún no ha sanado.

Sin embargo, para sanar la herida es importante hablar de lo que sucedió, no olvidar lo que pasó y recuperar esa memoria en tiempos de amnesia. El 3 de mayo de 2021, ocurrió un acto sin precedentes, cuando el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dirigió la ceremonia de Petición de Perdón por los agravios al Pueblo Maya. Fin de la Guerra de Castas. En este evento, en nombre del Estado Mexicano, se pidió perdón por los agravios que se cometieron siglos atrás “particularmente por los vividos durante la Guerra de Castas y [tam- bién] por la discriminación de la que aún son víctimas en el presente”, tal y como lo expuso la entonces Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero (Lopez Obrador, 2021). El presidente Lopez Obrador clamó respeto y pidió que “no ol- videmos que [en la Península] viven los descendientes de quienes padecieron la más inhumana de las injusticias, la guerra de exterminio [en manos del gobierno de Porfirio Díaz]” (ibid). Con estas palabras, el mandatario no sólo recordó lo acaecido en la Guerra Social Maya, sino que también exhibió una realidad pre- sente que aún está en búsqueda de justicia, realidad presente que fue consolidada sobre un pasado doliente (Todorov, 2000:32).

Si bien nunca antes un gobierno de México había pedido perdón a los pueblos originarios por sucesos cometidos en el pasado y a pesar de la buena fe con la que se llevó a cabo dicha petición, aún no hay acciones tangibles enfoca- das en la reparación de los daños causados. Ejemplo de esto es lo mencionado en dicha ceremonia por Ana Karen Dzib Poot quien, como representante del Pueblo Maya, planteó la creación de una Comisión de Memoria, Reconocimiento y Jus- ticia del Pueblo Maya para honrar la memoria y hacer justicia pues, en efecto, solo con pedir perdón no se solucionan los agravios cometidos (Lopez Obrador, 2021).

Entre la memoria y el olvido, cada cultura y cada grupo, en cada época y en cada tiempo, se ve en la necesidad de revisar los hechos de su pasado, con el fin de reescribir su propio relato y no seguir las historias oficiales o hegemóni- cas. Hablar de memoria es de suma importancia, ya que la memoria, además de recordar lo acontecido, es un recurso necesario para que no vuelva a ocurrir nada semejante, “para hacer frente a los daños causados por la injusticia y para evitar la repetición de barbaries” (Reyes, 2011:18-20).

Después de la petición del perdón al Pueblo Maya, el punto de partida debe ser entender lo que aconteció para reflexionar al respecto y repensar en la violencia que hubo en esta guerra. A fin de que la recuperación de testimonios de los descendientes, aunado al análisis de la evidencia documental y material del conflicto, coadyuven a generar nuevas interpretaciones y a reconstruir los hechos de la Guerra Social Maya para comprenderlos desde otras perspectivas.

De este modo, la recuperación de la memoria histórica de la Guerra So- cial Maya tiene que ir orientada hacia la búsqueda de la verdad, siendo esta una vía que conduzca a la justicia y a la reparación de los daños. Por lo anterior, es necesario tomar conciencia de varios aspectos básicos de ese pasado como del tiempo que duró la guerra, la cantidad de víctimas que dejó el conflicto armado, dónde viven en la actualidad los descendientes de la resistencia maya, cuál es su condición y si ésta se construyó sobre un pasado quebrantado y, por último, cómo ese pasado olvidado se manifiesta en el presente. En este sentido, “tomar conciencia expresa dignidad” (Reyes, 2019:20), dignidad que Ana Karen Dzib Poot pide se reconozca “para que nunca más se vuelvan a repetir las injusticias, la exclusión y la discriminación que [el Pueblo Maya ha] vivido hasta hoy en día” (Lopez Obrador, 2021).

Sin embargo, a un año y medio de la “Petición de perdón” por parte del gobierno federal, aún no se ha creado ninguna “Comisión de Memoria”. A pesar de esto, entre varios grupos mayas existe el ánimo de manifestar acciones para reivindicar su papel en la historia y para hacerse visibles como nación, aunque no propiamente se han generando procesos de recuperación de las otras memorias de la guerra. De este modo, desde redes sociales como Facebook se destaca la identidad macehual en el interior de la península de Yucatán, como es el caso de Mayas Cruzo’ob, Narrativas desde la mayanidad, New Mision Macehualia, por mencionar algunas cuentas. En internet, también se encuentran sitios que fomen- tan la identidad maya yucateco en el norte de Belice, como la Northern Maya Association of Belize ONG.

Todas estas plataformas de divulgación de la cultura, de las tradiciones del Pueblo Maya y su historia, de manera indirecta, intentan reforzar la identidad social maya que fue oprimida y constreñida en el pasado hasta aceptar una des- igualdad flagrante frente al otro, en términos de poder (Sobral, 2004: 155,156).

En suma, hoy en día la resistencia maya continúa tratando de preservar su cultura, conservar sus tradiciones y mantener vivo el idioma maya que fue menospreciado por la cultura dominante. Sin embargo, dicha resistencia ahora se traslada a otros escenarios, como el mundo digital y las redes sociales, como es la iniciativa del portal digital al pasado de la Guerra Social Maya (GueSoMa) que a continuación se expone.

Un portal digital al pasado

“El pasado es el elemento que crea una identidad del grupo humano, unión que fortifica en la escena política la conceptualización de lo anterior para el uso pre- sente. Esta recuperación del pasado permite que el presente se vuelva una pro-

ducción de sentido que signifique a la sociedad”

Entre la tradición y la modernidad

Rafael Pérez Taylor

Al recuperar la memoria histórica de la Guerra Social Maya se aspira a reivindi- car el valor de la lucha y de los ideales de los mayas sublevados, como un acto de justicia para los que sufrieron graves violaciones a los derechos humanos durante la guerra, como una forma de “sacar al presente de la amnesia en que se hallaba sumido en relación a su pasado reciente” (Escudero, 2013:7-13).

La búsqueda de la memoria no pretende abrir nuevamente esas heridas, sino que su intención es mostrarlas para evidenciarlas, para incorporarlas a la historia que se ha contado de la guerra, para escribir una memoria que muestre la fortaleza del Pueblo Maya y ponga de manifiesto su trascendencia en la historia y en el presente.

Actualmente existe un monumento, erigido en 1883, que está dedicado a los miles de muertos que había cobrado el conflicto hasta ese momento. El monu- mento, se ubica en la plaza Eulogio Rosado, en la ciudad de Mérida y representa a la diosa Atenea, diosa de la guerra. En su pedestal tiene una placa en la que se lee “A los héroes de la Guerra de Castas 1883”, haciendo referencia sólo a los militares y civiles que apoyaron la causa del gobierno, sin hacer mención alguna del Pueblo Maya.

Dicho monumento es un memorial en piedra que en su momento funcio- nó para “tranquilizar ansiedades de la memoria”, a los deudos de los fallecidos, a las viudas de militares y a sus hijos; no obstante, con el tiempo los monumentos van perdiendo su significado, derivan en el olvido público y se vuelven objetos indiferentes (Young, 2000:93).

Por mis investigaciones en la Península, sea en reconocimientos arqueo- lógicos o en archivos históricos, aunado a lo aprendido de las personas que ha- bitan muchos poblados, considero que es necesario recordar lo sucedido en la Guerra Social Maya para hacernos reflexionar sobre la valentía y el arrojo que tuvieron los grupos mayas para organizar un movimiento armado en defensa de sus ideales, territorio y autonomía, como respuesta de resistencia al proceso de colonización del siglo XIX.

A la fecha no existía monumento alguno ni memorial que conmemorara, de manera general, a las víctimas de dicha guerra, ni mucho menos a las distintas coaliciones en combate, a la población civil o a todos aquellos que sufrieron la violencia del ambiente bélico. Por lo anterior, consideré la necesidad de generar un espacio inclusivo de rememoración, en el que se evidenciaran los sucesos de la guerra sin representar historias sesgadas de buenos y malos, ni justificar los actos violentos de la guerra. Debido a la dificultad de obtener un espacio físico, una alternativa es establecer un portal digital que considerara a todas las voces.

Hoy día hay una vasta tradición oral que conserva reminiscencias de to- das las adversidades que padeció la población durante la guerra. Estas narracio- nes han resistido al tiempo y deben ser escuchadas para evidenciar lo que vivie- ron sus familiares, para conocer lo sucedido y con ello adentrarnos a la historia de la Guerra Social Maya desde otras miradas distintas a la oficial o la académica con el fin de generar un proceso de reconocimiento de esta historia olvidada.

El portal digital se planeó como un Memorial virtual, cuya intensión no fue caer en una obsesión conmemorativa como la que refiere Ricoeur en su libro La memoria, la historia, el olvido (2013:123), la cual contribuye a tener abusos de la memoria, sino, por el contrario, este memorial se conduce con la idea del deber de la memoria, de revelar y registrar los acontecimientos a través de nuevas investigaciones e interpretaciones, respetando el derecho al olvido.

Dicho memorial se construyó como un sitio web que no obedece ni a gru- pos políticos, ni intereses partidistas, ni institucionales o sectarios. Se hospeda en la Internet en la dirección memorialguerrasocialmaya.org. Este sitio se pensó como un espacio sin fines de lucro que escapa a las limitaciones de un lugar físico, con el fin de abordar la realidad tempo-espacial del acontecimiento histórico y sus re- percusiones, considerando la relevancia que tuvo la guerra que afectó y transformó toda la Península. Este sitio web aprovecha las ventajas de las nuevas tecnologías para tener una mayor difusión y tener un mayor alcance a la población, sobre todo a las familias descendientes de refugiados de esta guerra que viven fuera de Yucatán.

Dicho espacio virtual fue nombrado como Memorial de la Guerra Social Maya (GueSoMa) y nació en septiembre del 2020 in memoriam de los sucesos ocurridos a partir de 1847 en la Península, bajo la premisa “quien pierde o des- truye la memoria fabrica el olvido”. Dentro del Proyecto GueSoMa el cual:

Invita a la reflexión sobre los eventos acaecidos durante la Guerra Social Maya. [… y] a la búsqueda de nuevos indicios, lecturas e interpretaciones de los vestigios, documentos escritos y narraciones sobre este conflicto armado, que nos lleve a visibilizar lo sucedido y a gestar un proceso de recuperación de la memoria

de ese pasado que marcó profundamente la historia de la península de Yucatán.24

El Memorial GueSoMa tiene como fin difundir a la sociedad lo que se ha investigado desde la academia así como los resultados de las investigaciones generadas por el Proyecto GueSoMa que han aportado al conocimiento de la vida durante este conflicto.Se aleja de cualquier intento extractivista, es un espacio de libre acceso a la información, enfocado a todo público interesado y no solo dedi- cado al sector académico. Fue construido por y para la sociedad y sirve como un recurso educativo para trasmitir a las generaciones más jóvenes el conocimiento en torno a esta memoria y para hacer conciencia de la lucha que mantuvieron los mayas por sus ideales. De manera indirecta sirve como un detonador de la me- moria y para forjar las identidades locales.

El sitio web del Memorial GueSoMA se compone de varias páginas o secciones que se enfocan en aspectos específicos que ocurrieron en el conflicto. La parte introductoria hace énfasis en la importancia de rememorar los hechos a través de este medio digital y se acompaña de secciones como: La sociedad en tiempos de guerra y los agravios sufridos, Mujeres niñas, niños y jóvenes en la guerra, Testimonios orales en la historia y en los libros, Mapas de la memoria (material e inmaterial), Contra el olvido todas las voces, Lugares de memoria y monumentos, Galería de objetos y de la arquitectura en la que se ancla la memo- ria de la guerra y Recintos que resguardan los documentos de la historia.25

Ademas de esto hay un par de secciones más, la primera referente a las investigaciones que se llevaban a cabo sobre el tema de la guerra desde la histo- ria, la arqueología y la antropología; y otra que se nutre de noticias, eventos, así como expresiones culturales y artísticas asociadas que tienen como eje el proceso histórico de esta guerra.

Este Memorial es un esfuerzo por reivindicar un pasado que fue invi- sibilizado, es “un intento colaborativo por recuperar la memoria histórica y la memoria viva, con el fin de recordar las acciones de resistencia del pueblo maya en contra de las acciones que las autoridades tomaron para controlar la situación(ibid). Como lo mencionara Walter Benjamin (2008), el objetivo es dar nombre a los sin nombre, para dar voz a las personas que sufrieron los agravios de esta guerra, “a manera de repositorio de la memoria viva [para] preservar la historia e integrar [esas] nuevas voces con el fin de que no sean silenciadas ni por el tiem- po, ni por el olvido”.26

24 Memorial GueSoMa. 2020. recuperado de https://memorialguerrasocialmaya.org/

25 Véase https://memorialguerrasocialmaya.org/mapa-del-sitio-memorial-guesoma/

26 Véase https://memorialguerrasocialmaya.org/acerca-del-memorial/

Es por ello que la parte medular del Memorial GueSoMa se centra en secciones que se enriquecen con entrevistas realizadas en las localidades de Yu- catán, Quintana Roo, e incluso de los distritos del norte de Belice, dando énfasis en la tradición oral, en las narraciones que se escuchan hoy día sobre la guerra, en conjunto con las historias que se encuentran en documentos históricos y en la historiografía de este conflicto y que, de manera directa o indirecta, revelan las adversidades de la vida cotidiana de la población.27

El memorial se basa en el respeto, empatía y sensibilidad con las familias de los descendientes de la guerra. Se proyecta a largo plazo y se basa en una vi- sión colaborativa con la que continuamente se estará enriqueciendo gracias a los vínculos que se generen con la sociedad.

Este recinto digital tiene el compromiso social de coadyuvar a recordar y dar voz a los descendientes y a los afectados por este conflicto. Muestra lo sucedido y honra el pasado de las personas que perdieron la vida por causa de la violencia de la Guerra y a todas aquellas que sufrieron sus consecuencias.

En este sentido, tal y como ocurre con el arte del kintsugi, la intención del memorial no es la de ocultar las heridas, sino que, metafóricamente, se subrayan las fisuras provocadas por la guerra para fortalecerlas, a través del conocimiento y la comprensión del pasado.

De igual forma, este espacio pretende también generar nuevas interrogan- tes en la comunidad científica nacional e internacional, con el fin de contribuir al debate, desde su campo de especialización académico, sea histórico, arqueológi- co u antropológico, para sumar al conocimiento sobre la Guerra Social Maya en Yucatán.

Consideraciones finales

“Un memorial recupera, nombres, fechas, eventos, con ello se restablece a los desaparecidos, a los muertos, a los agraviados, en su dignidad humana”

Los abusos de la memoria

Tzvetan Todorov

Para los que ostentan el poder, la reconstrucción del pasado ha sido un instrumento de dominación (Florescano, 2012), mientras que para los oprimidos ha sido la base de su identidad, siendo la fuerza emotiva que mantiene viva su aspiración de liberación.

27 Secciones como “Contra el olvido todas las voces”, “Comparte memoria. Cuenta tu historia”, “Recuperando la memoria” y “Testimonios orales en la historia y en los libros”.”Véase https://memorialguerrasocialmaya.org/la-historia-la-contamos-todos/y https:// memorialguerrasocialmaya.org/testimonios-orales/

Hasta ahora, y desde los primeros años del siglo XX, los gobiernos federal y los estatales, puntualmente el, de Quintana Roo intentaron borrar la historia de la resistencia maya. Este sometimiento soportado por los mayas debilitó su memoria y sobre ese pasado fracturado se cimentó el presente de las siguientes generaciones.

Por ello, recuperar la memoria de la Guerra Social Maya juega un papel esencial en los mayas actuales ya que los liga con su pasado. Al recuperar dicho pasado, se mantiene viva la memoria, se genera conciencia de los sucesos y las acciones bélicas que conducen a revelar las responsabilidades de los actores que participaron en ellas. En este sentido, recordar el pasado fortalece, autodetermina y ayuda a enfrentar nuevos desafíos en el presente (ibid).

Si bien habrán personas que no quieran recordar los hechos trágicos vi- vidos durante la época de la guerra y prefiera omitirlos o guardar silencio, para muchos otros el pasado no se puede negar, el pasado ahí está y es mejor compren- derlo y aprender de él, para entender el presente.

Con la creación del Memorial GueSoMa, apoyado en las ventajas de las nuevas tecnologías, se abre -metafóricamente- un portal al pasado. Recupera y vuelve accesible ese pasado y con ello intenta “restablecer a los agraviados en su dignidad humana” (Todorov, 2000:18), pues mediante el recuerdo, también se hace justicia (Ricoeur, 2013:120).

El Memorial de la Guerra Social Maya apenas comienza y trata de ser una alternativa para que la gente pueda reconocer lo que pasó durante el conflicto a través de distintos testimonios de los descendientes de la guerra, de los allegados a la gente que sufrió agravios durante este conflicto armado, sean mestizos o ma- yas macehuales, mayas icaiche, Beliceños y Cubanos descendientes de Yucate- cos, e incluso pertenecientes a otras etnias como yaquis y chinos cuyos familiares o conocidos sufrieron la violencia de ese tiempo, y también de los descendientes de militares que desertaron y se unieron a las filas de los mayas o bien, huyeron de la guerra. Lo importante es que la historia se cuente desde los distintos puntos de vista de los involucrados, para conocer esa memoria olvidada por la historia oficial y con ello comprender cómo la Guerra Social Maya perturbó la vida en toda la región. ֍

“Debemos a los que nos precedieron una parte de los que somos”

La memoria, la historia y el olvido

Paul Ricoeur

Agradecimientos

Mención especial para el Programa de Estancias Posdoctorales por México 2020- 2021 del CONACyT y a la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Univer- sidad Autónoma de Yucatán, a través de la Unidad de Posgrado e Investigación y del Taller de Antropología visual, éste último a cargo del Dr. Francisco Javier Fernández Repetto, por acoger el proyecto del Memorial de la Guerra Social Maya (Memorial GueSoMA).

Siglas

AGEY Archivo General del Estado de Yucatán

AHGE-SRE Archivo Histórico Diplomático Genaro Estrada de la Secretaría de Relaciones Exteriores

AH-SEDENA Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional

CEHM-CARSO/FS Centro de Estudios en Historia de México-CARSO/ Fundación Slim

MMOyB-SAGARPA Mapoteca Manuel Orozco y Berra de la Secretaría de Agricultura, Ganadería Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación

Referencias

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BAQUEIRO, SERAPIO. 1991. Ensayo histórico sobre las revoluciones de Yu- catán desde el año de 1840 hasta 1864, Salvador Rodríguez Losa (ed.). Tomo 1,Mérida, Yucatán: uady

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