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Agroecología como respuesta territorial en clave decolonial: aproximaciones desde el cinturón hortícola platense
Martin Nicolas Sotiru
Martin Nicolas Sotiru
Agroecología como respuesta territorial en clave decolonial: aproximaciones desde el cinturón hortícola platense
Agroecology as a territorial response in a decolonial key: approaches from the horticultural belt of la plata
Antrópica revista de ciencias sociales y humanidades, vol. 9, núm. 18, pp. 263-283, 2023
Universidad Autónoma de Yucatán
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Resumen: El cinturón hortícola platense (CHP) es un territorio caracterizado por la presencia de la horti- cultura como actividad productiva intensiva. En este trabajo, nos centraremos en cómo ciertxs agricultorxs pertenecientes a la Federación Rural para la Producción y el Arraigo (FRPA), ela- boran, a partir de la agroecología, una resistencia territorial que cuestiona y busca transformar al modelo de producción-comercialización hortícola dominante del CHP. Si entendemos a la configuración territorial de este modelo dominante como una expresión de la colonialidad del poder aplicado a la actividad hortícola, la agroecología puede entenderse como una resistencia en clave decolonial. La metodología utilizada combinó una lectura y revisión bibliográfica y los resultados de observaciones participantes y entrevistas semiestructuras a tres agricultoras del área de agroecología de la FRPA. Como resultado encontramos que las agricultoras, gracias a la agroecología, recuperan una forma de hacer agricultura donde se cuida a la naturaleza, se valo- riza la salud de las familias productoras y se afirma su capacidad de transformar su realidad. Por ello, reflexionamos que, a partir de la agroecología y la organización, lxs agricultorxs podrían transformar las formas coloniales de dominación del modelo hortícola dominante del CHP, des- colonizando sus prácticas y revalorizando su rol como productorxs de alimentos.

Palabras clave: horticultura, organizaciones, colonialidad, agricultura industrial, territorio.

Abstract: The horticultural belt of La Plata (CHP) is a territory characterised by the presence of horti- culture as an intensive productive activity. In this paper, we will focus on how certain farmers belonging to the Federación Rural para la Producción y el Arraigo (FRPA), elaborate, based on agroecology, a territorial resistance that questions and seeks to transform the dominant horti- cultural production-commercialisation model of the CHP. If we understand the territorial con- figuration of this dominant model as an expression of the coloniality of power applied to hor- ticultural activity, agroecology can be understood as a decolonial resistance. The methodology used combined a reading and literature review and the results of participant observations and semi-structured interviews with three women peasants from the agroecology area of the FRPA. As a result, we found that women farmers, thanks to agroecology, have recovered a way of farming that takes care of nature, values the health of farming families and affirms their capa- city to transform their reality. Therefore, we reflect that, through agroecology and organisation, farmers could transform the colonial forms of domination of the dominant horticultural model of the CHP, decolonising their practices and revaluing their role as food producers.

Keywords: horticulture, organizations, coloniality, industrial agriculture, territory.

Carátula del artículo

Dossier

Agroecología como respuesta territorial en clave decolonial: aproximaciones desde el cinturón hortícola platense

Agroecology as a territorial response in a decolonial key: approaches from the horticultural belt of la plata

Martin Nicolas Sotiru
CIG-IdIHCS, Argentina
Antrópica revista de ciencias sociales y humanidades, vol. 9, núm. 18, pp. 263-283, 2023
Universidad Autónoma de Yucatán

Recepción: 13 Mayo 2023

Aprobación: 18 Mayo 2023

Introducción

El cinturón hortícola platense (CHP) es un territorio caracterizado por la pre- sencia de la horticultura como actividad productiva intensiva. El modelo de pro- ducción-comercialización hortícola dominante del CHP se asienta en un paquete tecnológico con alta dependencia de insumos externos, siendo la extensión e in- tensificación del uso del invernáculo una de sus características distintivas, a lo que se suma una comercialización basada en circuitos largos, que redunda en una articulación desigual de lxs agricultorxs con los mercados concentradores de frutihortícolas a través de lxs intermediarixs.

Pensamos a este modelo dominante como una expresión de la colonia- lidad del poder (Maldonado-Torres, 2021), aplicado a la actividad hortícola en el contexto especifico del CHP, en cuanto subalterniza a lxs agricultorxs y lxs convierte en mero ejecutantes de un paquete tecnológico, de una forma de hacer agricultura, que lxs lleva a articularse de forma desigual con las agronomías (pro- veedoras de insumos que necesita dicho paquete tecnológico), con lxs ingenierxs agrónomxs (que asesoran a lxs agricultorxs) y con los mercados concentradores frutihortícolas (a través de intermediarixs). Siguiendo esta línea, decimos que este modelo expresa una forma colonial de dominación, que desvaloriza los co- nocimientos locales y/o ancestrales de lxs agricultorxs, y posiciona como única alternativa a la utilización de determinadas tecnologías en detrimento de otras formas de hacer agricultura y de ser agricultorxs.

Frente a este modelo dominante, ciertos agricultorxs organizadxs en el área de agroecología de la Federación Rural para la Producción y el Arraigo (FRPA) han optado por la agroecología como una forma de resistencia territorial. La agroecología es un enfoque que busca producir alimentos priorizando la sus- tentabilidad del agroecosistema a partir privilegiar cuestiones como la diversi- dad, la sinergia, el reciclaje y la integración de componentes biológicos y sociales (Altieri y Toledo, 2011).

Creemos que la puesta en práctica de la agroecología por parte de lxs agricultorxs podría pensarse como una forma de resistencia territorial en clave decolonial, dado que a partir de ella se cuestiona la forma colonial de dominación a la que el modelo dominante lxs expone y postula su transformación al recu- perar otra forma de hacer agricultura, una donde no se utilizan agrotóxicos, se cuida a la naturaleza, se valoriza la salud de las familias productoras y se afirma su rol como productoras de alimentos sanos. En el presente artículo, realizamos una aproximación a esta problemática al abordar estas cuestiones, y buscaremos indagar sobre si la agroecología realiza un aporte hacia la descolonización de las prácticas de lxs agricultorxs.

Para arribar a estos resultados, utilizamos una metodología que combinó una lectura y revisión bibliografía y los resultados de entrevistas semiestructuras realizadas a tres agricultoras del área de agroecología de la FRPA, más algunas apreciaciones obtenidas a partir de observaciones participantes en talleres reali- zados por el área de agroecología de la FRPA. Sobre las tres agricultoras entre- vistadas, podemos contar que dos de ellas forman parte del área desde que esta empezó a funcionar y la restante se sumó al área entre los años 2017 y 2018. Las tres producen, junto a sus familias (principalmente, sus parejas) de forma agro- ecológica en la totalidad de sus quintas.

Con vistas a describir porqué decimos que lxs agricultorxs construirían a partir de la agroecología una resistencia territorial en clave decolonial a partir de la agroecología, decidimos organizar la estructura del artículo de la siguiente manera. Primeramente, describiremos las características del modelo dominante del CHP y buscaremos explicar por qué creemos que su configuración territorial es una expresión de la colonialidad del poder, aplicado a la actividad hortícola, ahondando en el concepto de agricultura industrial. Luego, señalaremos, en tér- minos teóricos, cómo conectamos a la práctica de la agroecología con algunos conceptos que provienen de autores enmarcados en el pensamiento o giro deco- lonial. Posteriormente, nos detendremos en los resultados obtenidos, indicando los aportes que realiza la práctica de la agroecología por parte de agricultorxs organizados en la construcción de una resistencia territorial en clave decolonial frente al modelo hortícola dominante, lo que redunda en una mayor autonomía para ellxs.

Colonialidad y territorio: aproximaciones en el cinturón hortícola platense

El CHP se ubica en el partido de La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires (Argentina). Según el último censo nacional agropecuario del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC)1, el CHP posee el 48,2% de las explotaciones hortícolas de la Provincia de Buenos Aires y el 6,9% a nivel país. En cuanto a la superficie implantada, este censo señala que la horticultura representa el 31,6% del total de la superficie de la ciudad, el 7,2% a nivel provincial y el 1,5% a nivel nacional. García (2012) asegura que el CHP es uno de los cinturones más impor- tantes “de la provincia y presumiblemente del país” (p. 363). Este, a la vez, forma parte de un área productiva más grande llamada “Cinturón Verde Bonaerense”, que produce el 45% de la producción de hortalizas de la Provincia de Buenos Aires (Blandi, 2016).

1 Para ver los resultados del Censo: https://www.indec.gob.ar/ftp/cuadros/economia/cna2018_resultados_definitivos.pdf

Cieza et al. (2015) explican que el 2/3 de las unidades productivas se en- cuentran en manos de productorxs de la agricultura familiar campesina, que viven y producen mayoritariamente en quintas de entre media y dos hectáreas (García y Quaranta, 2021). Estxs agricultorxs acceden a la tierra a través de arrendamientos informales, cuyos alquileres presionan a lxs agricultorxs a la obtención de cierto nivel de ingresos mensuales para continuar en la quinta. Esta forma de acceso a la tierra repercute negativamente en las condiciones de vida de las familias agri- cultoras (Mosca, 2021), dado que en general no se les permite la construcción de viviendas de material, o en su defecto, de construirla no se les reconoce la mejo- ra, por lo que terminan construyendo viviendas con maderas y chapas, con altos niveles de precariedad (Aramayo y Nieto, 2022).

El modelo de producción-comercialización del CHP presenta una con- figuración territorial que es construida e impulsada por actores locales (dueños de la tierra, agronomías, técnicxs-asesores agrónomxs) y extralocales (fábricas y comercializadoras de insumos para la actividad agrícola, mercados concentrado- res frutihortícolas). Al momento de describir a este modelo, podemos señalar que por el lado productivo, este modelo se asienta sobre un paquete tecnológico que incluye la utilización de grandes cantidades de agrotóxicos (Blandi, 2016) y otros insumos externos (Andrada, 2021) y cuya característica distintiva es la extensión e intensificación de la tecnología del invernáculo2, cuyo uso estimativamente al- canza a 9 de cada 10 productorxs (García y Quaranta, 2021).

Por el lado comercial, García y Quaranta (2021) explican que lxs produc- torxs de la agricultura familiar campesina destacan la venta a consignación como la principal vía de comercialización de su producción. Lxs consignatarixs/inter- mediarixs recorren las quintas y transportan la producción hacia los mercados concentradores frutihortícolas, para luego regresar tras una o dos semanas para informarles a los agricultorxs cuánto han podido vender, a qué precio, y efecti- vizar el pago. Mediante esta vía de comercialización, lxs agricultorxs pierden el control sobre los precios de su producción (Fernández, 2018), dada la dificultad para negociar dicha cuestión con lxs intermediarixs (si no aceptas sus condicio- nes, no se llevan la producción), a lo que suma la presión que ejerce el que sean alimentos perecederos y la necesidad de obtener ingresos periódicamente.

Este modelo es inviable económica, ambiental y socialmente (Blandi, 2016; García, 2011, 2015) y sostenemos que su configuración territorial podría interpretar- se como una expresión de la colonialidad del poder, aplicado a la actividad hortícola. Entre los perjuicios económicos, ambientales y sociales que este modelo genera podemos señalar la degradación de suelos provocada por la utilización de agrotó-

2 El invernáculo es una estructura de madera o metal recubiertas con nylon con la que se busca alterar el ambiente para lograr un mayor control y seguridad de los ciclos productivos.

xicos y por su uso intensivo, la pérdida de biodiversidad, el uso de abundante agua subterránea, la utilización de miles de toneladas de plásticos anuales que luego no se reciclan, la exposición de las familias agrícolas a los agrotóxicos y a largas e intensivas jornadas de trabajo, todo un conjunto de consecuencias negativas, entre otras, que redundan en alimentos con presencia de agrotóxicos (Alonso et al., 2016).

Cuando nos referimos a la colonialidad del poder, creemos convenien- te empezar explicando que la colonialidad es la que nos permite pensar en “la continuidad de las formas coloniales de dominación después del final de las ad- ministraciones coloniales, producidas por culturas y estructuras coloniales en el sistema mundo capitalista moderno/colonial” (Grosfoguel, 2006, p. 28). Estas formas coloniales de dominación se enmascaran detrás de determinadas relacio- nes de poder que establecen los actores sociales entre sí.

Castells (2009) señala que el poder puede leerse como la capacidad de un actor o un conjunto de ellos, para favorecer su voluntad e intereses a costa de influir o imponerse sobre las decisiones de otros actores. Las relaciones de poder que establecen los actores entre sí son las que construyen al territorio, lo cual, en otras palabras, nos lleva a que el territorio “sintetiza relaciones de poder espa- cializadas” (Manzanal, 2007, p. 12). En particular, nos interesa la explicación de Haesbaert (2011) quien entiende al territorio como una fracción del espacio geo- gráfico apropiada (simbólicamente) y/o dominada (materialmente) por actores sociales, que lo construyen y mantienen a través del ejercicio del poder.

Entonces, si Maldonado-Torres (2021) nos explica que la colonialidad refiere a relaciones de poder, y entendemos al territorio como un entramado ma- terial y simbólico socio-históricamente y espacialmente determinado atravesado por relaciones de poder (Pastore y Altschuler, 2015), podemos decir que un terri- torio puede enmascarar una forma colonial de dominación. En otras palabras, en un territorio se pueden establecer jerarquías entre “sujetos legítimamente huma- nos y otros considerados no solo como explotados o dependientes, sino funda- mentalmente como dispensables” (Maldonado-Torres, 2021, p. 208).

En el CHP, y retomando esta última frase, tenemos a ciertos actores so- ciales locales y extralocales que promueven un modelo de producción-comercia- lización que construye un territorio donde se subalterniza a lxs productorxs de la agricultura familiar campesina. Siguiendo a Fernández (2018) estas familias se enfrentan a un círculo vicioso donde la presión para obtener ingresos y pagar el alquiler, lleva a las familias a profundizar la utilización de la tecnología del inver- náculo (intensiva en insumos y trabajo) para obtener rindes productivos constan- tes, y ante la imposibilidad de almacenar la producción por ser perecedera, acep- tan su venta a través de canales comerciales que les desfavorecen pero que son su única alternativa. En sintonía con lo señalado por Maldonado-Torres (2021), aquí

lxs agricultorxs son lxs “sujetos colonizados e inherentemente esclavos por otro, los que pueden ser explotados pero cuyo valor se asemeja a menudo más a mer- cancías dispensables que a productores de mercancías” (p. 206), pero en clave hortícola y para el caso del CHP. De esta forma, las familias agriculturas se ubi- can como meros ejecutantes de una tecnología, siendo su trabajo la variable de ajuste que cierra la ecuación entre los costos cuasi-fijos (alquiler y los costos de producción) y las ventas (cuyo precio está fuera del control de lxs productorxs).

Lugo Perea (2019) sostiene que este modelo de agricultura dependiente de insumos externos como los agrotóxicos, semillas genéticamente modificadas, entre otros, fue impuesto “por la matriz colonial del poder al inscribirla en las lógicas del capitalismo” (p. 48). Este modelo de agricultura industrial, centrado en el uso de la tecnología y en el rendimiento como meta, tuvo su origen en la “Revolución Verde”, que reflejaba los ideales “de modernización, progreso y bienestar” (p. 53) propios de la modernidad. Por esta razón, sostiene el autor, las tecnologías que derivan de los preceptos de la Revolución Verde, como el paque- te tecnológico del CHP, reproducen la colonialidad del poder, el ser, el saber y la naturaleza, siendo lxs agricultorxs instrumentos de estas tecnologías.

Agroecología y Decolonialidad: la respuesta de lxs agricultorxs organizadxs

Como consecuencia de los perjuicios sociales, económicos y ambientales del modelo dominante, a partir del año 2015, varixs productorxs hortícolas perte- necientes a la FRPA3, que es el caso que tomaremos como referencia, iniciaron una transición hacia la agroecología en sus quintas, asistidxs y acompañadxs por técnicxs de dichas organizaciones y de algunas instituciones del Sector Público. La agroecología, así, emerge en el CHP como una forma de resistencia territorial.

Baldini et al. (2019) comentan sobre este proceso que estxs productorxs, que ya formaban parte previamente de la FRPA, se acercaron a la agroecología a partir de la iniciativa individual de un técnico de la organización. En la medida que el grupo de productorxs creció y que también se sumaron nuevxs técnicxs, se conformó el área de agroecología, dados los buenos resultados productivos y or- ganizativos alcanzados previamente. La conformación del área tuvo como objeto encontrar las formas para expandir la agroecología al resto de la organización, cuestión que sigue en curso. El estudio de las motivaciones para participar del área e interesarse en la agroecología, tanto de lxs productorxs como de lxs técni- cxs, así como de las estrategias del área para expandir a la agroecología, es parte de los objetivos de una tesis doctoral que se encuentra en estado de elaboración.

3 En ese entonces, la organización se denominaba Movimiento de Pequeños Productores. A mediados de 2016, paso a denominarse Movimiento de Trabajadores Excluidos Rama Rural. Durante el mes de septiembre de 2022, la organización adoptó la denominación de Federación Rural para la Producción y el Arraigo.

La agroecología es un enfoque que busca producir alimentos priorizan- do la sustentabilidad del agroecosistema, reduciendo, e incluso, eliminando la dependencia de insumos externos (Altieri y Toledo, 2011). Sarandón y Flores (2014a) nos explican que la agroecología cumple con los criterios de una agri- cultura sustentable: ser suficientemente productiva, económicamente viable, ecológicamente adecuada, cultural y socialmente aceptable y que, por lo tanto, contempla el derecho de las actuales y futuras generaciones para satisfacer sus necesidades teniendo en cuenta los límites de la naturaleza. Por estos motivos, la agroecología se ubica como una respuesta frente a la insustentabilidad de la agricultura industrial actual (Sarandón y Flores, 2014b).

En este sentido, esta forma de agricultura sustentable se concentra en re- cuperar la autorregulación del agroecosistema a través de un diseño y manejo basados en ciertos principios agroecológicos. Nicholls et al. (2015) nos seña- lan que dentro de estos principios se encuentra el fortalecimiento de los suelos, el mejoramiento y aumento de la biodiversidad funcional, la diversificación de especies, la minimización de pérdidas de energía, agua, nutrientes y recursos genéticos, el aumento de las interacciones entre los diversos componentes de los agroecosistemas, el incremento del reciclaje de biomasa, entre otros.

La importancia de estos principios radica en que estos deben traducir- se en prácticas y técnicas concretas que varían según el lugar y según quien/ es produce/n (Giraldo, 2018; Sarandón y Flores, 2014a). En otras palabras, las prácticas y técnicas a ser utilizadas van a depender de la tierra donde se quiera producir agroecológicamente, de donde se ubique geográficamente la quinta, de cuales sean los deseos, gustos y objetivos del productor/a, entre otras cuestiones. No hay una forma única de hacer agroecología, siempre y cuando se sigan estos principios. En este sentido, la agroecología no es algo que pueda “copiarse” de una quinta a la otra, sino que es una construcción situada que va resultando de las interacciones de quienes producen junto con los agroecosistemas.

Para realizar esta construcción situada, la agroecología, cuyas raíces son las prácticas ancestrales campesinas (Altieri y Toledo, 2011), se apoya en los conocimientos y saberes locales de lxs agricultorxs, siendo estos un pilar funda- mental en la transición hacia la agroecología. En este sentido, es interesante se- ñalar que la decolonialidad cuestiona las jerarquías y, por ende, ubica en igualdad de valor a los distintos tipos de conocimiento, y, en particular, “se vuelca hacia el sujeto enunciante” (Mignolo, 2008, p. 247), en otras palabras, los saberes, prác- ticas y lo que tienen para decir lxs agricultorxs, importa.

En función de esto último, mientras la agricultura industrial ubica des- igualmente al conocimiento científico por sobre los conocimientos locales y/o ancestrales de las familias agricultoras, la agroecología, en cambio, tiene origen

en el “conocimiento acumulado y los saberes de los pueblos campesinos, siste- matizado por un diálogo entre los diferentes tipos de conocimientos” (La Vía Campesina, 2015a, p. 3). De esta forma, la agroecología revaloriza los conoci- mientos locales y/o ancestrales y los pone en dialogo con el resto de los conoci- mientos. Cabe una aclaración aquí de Lugo Perea (2019) sobre que la agroeco- logía no pretende “reclamar un lugar universal para los saberes locales” (p. 92) sino reconocerlos como saberes que determinan otras formas de ser y estar en el mundo (Heidegger, 2007) y de hacer agricultura.

Decimos que la agroecología emerge como una forma de resistencia terri- torial en el CHP porque esta intercede y transforma las relaciones que mantienen subalternizadxs a lxs agricultorxs. Por dar unos ejemplos, la agroecología, por el lado productivo, postula una mayor autonomía de lxs familias productoras al eliminar la necesidad de compra de agrotóxicos y al reemplazarlos por bioinsu- mos, que pueden ser preparados por las propias familias; por el lado comercial, la agroecología anima e impulsa a la creación de canales cortos, que eviten o reduzcan la cantidad de intermediarixs entre productorxs y consumidorxs.

Para explicar por qué creemos que es una forma de resistencia territorial en clave decolonial, es interesante lo que plantea Lugo Perea (2019) sobre que la agroecología surgió como campo critico en tres sentidos (como ciencia, estilo de vida y movimiento social) en oposición al modelo de agricultura industrial, que busca reducir a la agricultura a una actividad extractiva que puede ser optimizada por paquetes tecnológicos sin tener en consideración sus efectos sociales, econó- micos y ambientales. En ese sentido, la decolonialidad no solo exhibe y denun- cia las múltiples jerarquías de poder de la realidad colonial (Maldonado-Torres, 2021), sino que busca “la apertura y la libertad del pensamiento y de formas de vida (economías-otras, teorías políticas-otras), la limpieza de la colonialidad del ser y del saber” (Mignolo, 2008, p. 253), permitiendo así la construcción de otras formas de hacer, en este caso, agricultura.

Retomando a estas ideas, podemos decir que la agroecología no solo nos permite desarticular las relaciones de poder que explotan a las familias agricultu- ras, sino que busca transformarlas para ensayar otra forma de vivir entre huma- nos y la naturaleza. Esto coincide con lo dicho por La Vía Campesina (2015a), cuando señalan que la agricultura campesina agroecológica “es una pieza clave en la construcción de la soberanía alimentaria y para la defensa de la Madre Tie- rra” (p. 3) y que lxs campesinxs agroecológicxs (que en este trabajo equiparamos indistintamente a la agricultura familiar campesina), con sus prácticas y acciones, están “activamente confrontando al capital y al agronegocio, disputando la tierra y el territorio con ellos” (p. 3).

En este sentido, Altieri y Nicholls (2010) confían en las potencialidades de la agroecología a nivel general y explican que esta puede proveer “las bases científicas y metodológicas para poner en marcha la capacidad nacional de pro- ducir alimento por medio de la agricultura campesina y familiar” (p. 64) y dispu- tar la frontera agrícola con la agricultura industrial. A pesar de que la agricultura industrial tiene como uno de sus objetivos aumentar los rendimientos producti- vos para paliar el hambre (sin cuestionar el cómo y sin tampoco lograrlo desde su aparición y expansión), este afectó a nivel mundial en 2021 a 150 millones de personas más que en 2019 (FAO et al., 2022). En contraposición a la agricultura industrial, la agroecología defiende y se enmarca en la soberanía alimentaria, que se define como “el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo” (La Vía Campesina, 2007,

p. 1). Por ende, la disputa por la frontera agrícola refleja una disputa también por formas distintas de entender a la producción, la distribución y el consumo de alimentos.

La relación entre la agroecología y la soberanía alimentaria nos permite otro punto de contacto de la agroecología con el pensamiento decolonial. Así como fue la idea de raza la que “organiza la población mundial en un orden je- rárquico de personas superiores e inferiores que se convierte en un principio or- ganizador de la división internacional del trabajo y del sistema patriarcal global” (Grosfoguel, 2006, p. 26), hoy también el hambre (entendido como prevalencia de la subalimentación) muestra un orden jerárquico que clasifica a la población mundial: según la FAO et al. (2022), para 2021, mientras Europa y América Sep- tentrional enfrentan a menos del 2,5% de su población con hambre, encontramos al resto de los continentes con porcentajes que se encuentran entre el 5,8% de Oceanía y el 20,2% de África4.

A pesar de que la Revolución Verde se extendió como la promesa de com- batir el hambre, tal como señala Lugo Perea (2019), este persiste en el mundo e incluso está en aumento (tal como señalamos anteriormente), dado que su exis- tencia “no obedece a problemas de producción sino de acceso” (pp. 50-51). La agroecología, de la mano de la soberanía alimentaria y en sintonía con el pensa- miento decolonial, busca garantizar el acceso a los alimentos sin jerarquías, ha- ciendo foco en la construcción de sistemas alimentarios locales que creen nuevos vínculos urbanos-rurales, donde se promuevan cadenas de distribución cortas que transparenten las relaciones entre productorxs y consumidorxs (La Vía Cam- pesina, 2015b). En síntesis, podemos comentar que parte de las luchas que em- pujan ciertos sectores dentro la agricultura familiar campesina en sus territorios

4 Asía asciende a 9,1% y América Latina y el Caribe a 8,6%. El promedio mundial ascendió a 9,8%.

tienen que ver con buscar garantizar la soberanía alimentaria (Manzanal, 2021), denunciar que las causales del hambre provienen de las persistentes y exacer- badas desigualdades presentes en los sistemas alimentarios dentro de cada país (FAO et al., 2022) y, por ende, de la persistencia de un patrón colonial del poder a nivel mundial (Grosfoguel, 2006).

Transitar la agroecología en clave decolonial: la experiencia de las agricul- toras organizadas

En este apartado nos basaremos en el análisis de las entrevistas realizadas a tres agricultoras del área de agroecología de la FRPA en el año 2022 y en los resultados obtenidos tras realizar observaciones participantes durante encuentros y talleres con productorxs de la FRPA durante 2021 y 2022. Es importante señalar que las tres agriculturas entrevistadas (Rosa, Belén y María)5 vienen trabajando dentro del área desde hace más de 5 años (dos desde el año 2015, antes de que existiese el área, y la otra se sumó entre 2017 y 2018) y ya producen de forma agroecológica en la totalidad de sus quintas. Las tres tienen entre 35 y 45 años, tienen parejas e hijxs y viven en sus quintas. Cabe destacar que esta investigación fue realizada en el marco de mi trabajo de doctorado, donde investigo y articulo con el área de agroecología, a lo que se suma mi participación en distintos proyectos de investi- gación en el periurbano platense. Esto último me ha permitido entablar diversas conversaciones y realizar visitas a distintxs productorxs del CHP.

Las entrevistas fueron pensadas a partir de las siete dimensiones organi- zacionales que propone Schlemenson (2013) para analizar organizaciones: pro- yecto, estructura, personas, dimensión vincular intersubjetiva, poder, conducción y liderazgo y contexto. Cada una de estas dimensiones, nos permite analizar y entender al área de agroecología de la FRPA como una organización desde distin- tas aristas, obteniendo las motivaciones de lxs integrantes para participar, sus ob- jetivos, cómo es la relación entre ellxs, cómo se toman las decisiones, etc. Por el carácter del área, se agregaron dos apartados de preguntas más a cada entrevista: agroecología y cinturón hortícola platense. Para el presente artículo, nos basamos en las respuestas obtenidas de las entrevistas a las productoras para la dimensión proyecto6 y del apartado de agroecología. En particular, nos interesaron las res- puestas a la pregunta de ¿Cuál es el objetivo/s del área de agroecología? ¿Por qué consideras que es importante la agroecología? ¿Qué te motivo a realizar una transición hacia la agroecología? y ¿Qué cambio en tu quinta y en tu vida tras realizar la transición agroecológica?

5 Utilizamos seudónimos para garantizar la confidencialidad de las entrevistas.

6 Por proyecto, en tanto dimensión organizacional, se entiende y contempla al rumbo de la organización, al “donde y como llegar” de la organización y sus integrantes, al propósito de la organización.

En cuanto a las observaciones participantes, durante el año 2021 y 2022, participe de 8 talleres que se realizaron desde el área de agroecología de la FRPA con productorxs agroecológicxs y convencionales. Allí el objetivo fue captar cómo es el dialogo entre técnicxs y productorxs agroecológicxs y lxs productorxs convencionales, que experiencias se transmiten, cómo es la reacción de lxs pro- ductorxs convencionales al recorrer una quinta agroecológica, qué preguntas e interrogantes surgen de lxs productorxs convencionales sobre la transición agro- ecológica, qué transmiten lxs productorxs agroecológicos a lxs convencionales sobre qué es la agroecología y cuál es su importancia, etc.

En el CHP, la particularidad de la agroecología practicada por este grupo de familias agriculturas es que estas se agrupan dentro del área de agroecología de la FRPA, junto a lxs técnicxs que lxs acompañan en sus transiciones hacia la agroecología. Sobre el proceso de organización de lxs productorxs y estxs técni- cxs dentro del área, Baldini et al. (2019) destacan que el objetivo de crear el área fue consolidar y expandir la agroecología dentro del Movimiento de Trabajado- res Excluidos Rama Rural (nombre de este momento de la FRPA) y aumentar la autonomía de las familias, “siempre apoyados en procesos colectivos” (Baldini et al., 2019, p. 2). Sobre la realización de talleres, lxs autorxs enfatizan en que durante su realización se buscó que siempre existieran espacios de intercambios, debate y reflexión entre productorxs y técnicxs. En las entrevistas, las tres agri- cultoras comparten que sin la organización y sin los talleres, no hubieran podido avanzar en su transición hacia la agroecología.

Mientras el modelo dominante reproduce una forma de dominación co- lonial que subordina a lxs productorxs, el área de agroecología encontró en la promoción de esta otra forma de hacer agricultura una manera de sortear la indi- vidualización que promueve la agricultura industrial al colectivizar tanto los pro- blemas como posibles soluciones. Al transformar las relaciones entre las familias productoras (antes aisladas por la propia dinámica de trabajo), lxs técnicxs, la forma de producir y los agroecosistemas, la agroecología entra en disputa terri- torial con el modelo dominante y busca construir otro territorio, donde prime la horizontalidad y mayores grados de autonomía. Además, su práctica contrarresta los efectos de la crisis ambiental (Lugo Perea, 2019), combatiendo los perjuicios ambientales del modelo dominante. Esta búsqueda de construir otro tipo de re- laciones, otro territorio, puede enmarcarse en la búsqueda por “incrementar las prácticas y las formas de pensamiento descolonizado” (Maldonado-Torres, 2021,

p. 195), al intentar que lxs productorxs dejen de reproducir el modelo dominante.

Antes de continuar, corresponde indicar que el reconocimiento de la for- ma colonial de dominación no es nombrado así directamente por las familias agriculturas en el CHP. Pero, tal como señalan Valiente y Schweitzer (2016) so- bre que lxs sujetos no utilizan necesariamente nuestras categorías teóricas, esto

no implica que no exista una lectura, por parte de lxs sujetos, de las relaciones asimétricas y que esto sea parte de las razones que lxs impulsan a buscar su transformación. Como antes comentamos, en este artículo buscamos realizar una aproximación hacia esta problemática, considerando que el modelo de produc- ción-comercialización hortícola dominante configura y expresa territorialmente una forma colonial de dominación, donde se subalterniza a las familias producto- ras y donde las familias son, mayormente, conscientes de dicha situación.

Anteriormente, habíamos consignado que el impulso de la agroecología en el CHP permitía desarticular las relaciones de poder establecidas y construir nuevas en torno a aspectos productivos y comerciales, entre otros. Una de las transformaciones productivas pasaba, tal como señalan Baldini et al. (2019), por una primera etapa que consistía en la eliminación del uso de agrotóxicos y en el aumento del uso de bioinsumos, para luego avanzar sobre el rediseño del agro- ecosistema. Dentro del rediseño, una de las cuestiones que importan a la agro- ecología es el aumento de variedades a producir, incluyendo flores y aromáticas, frente a la homogenización (una o pocas variedades hortícolas) que promueve el modelo dominante. “Ahora me gusta la quinta, hay colores” resalta Rosa, una de las entrevistadas, lo cual, a pesar de ser una apreciación individual, refleja una crítica solapada al modelo dominante en torno a su monotonía. En esa línea, la agroecología permite que las familias productoras encuentren cierto disfrute de sus quintas y que no solo sean meros ejecutantes de una tecnología, sino que sus quintas sean un espacio donde se viva mejor.

Además, la cuestión del aumento de la diversidad de variedades tiene implicancias comerciales. Las productoras comentan que bajo el modelo domi- nante “apostas” por una o dos variedades, en el sentido de que no hay certezas sobre el valor de venta de esa variedad al momento de la cosecha, pero igual tienen que invertir en los insumos necesarios para su producción. “Yo sabía que químico ponerle y tenía que comprarlos, pero no sabía si después ganamos algo” comenta Belén, otra de las agricultoras entrevistadas. Pero, con la agroecología, si se echa a perder la producción de alguna variedad o esa variedad no tiene valor comercial al momento de la cosecha, tienen otras variedades que puede suplir esa pérdida o ese valor bajo. “Entonces la biodiversidad me favoreció muchísimo en todos lados” cierra Belén. De esta forma, se reduce en algunos grados la depen- dencia comercial, dado que lxs agricultorxs agroecológicxs, por más que deban seguir vendiendo su producción mediante intermediarixs7, adquieren cierta fle- xibilidad sobre las diferencias de precios a los que venden su producción. Esta modificación de las relaciones de poder tiene implicancias decoloniales, en tanto

7 Cabe destacar que desde el área de agroecología de la FRPA se impulsan canales cortos de comercialización de la producción agroecológica, como la venta de bolsones agroecológicos a domicilio, pero, lamentablemente, el canal que canaliza mayoritariamente la producción de lxs agricultorxs sigue siendo la venta a consignación mediante intermediarixs.

se re-valoriza una biodiversidad que la modernidad/colonialidad, a través de la agricultura industrial, busca reducir (tendiendo al monocultivo) y homogeneizar en términos genéticos (Sarandón y Flores, 2014b).

Dentro de los motivos para realizar una transición hacia la agroecología, las agricultoras rescatan como la agroecología re-incorpora en sus prácticas a la dimensión de la salud, una dimensión que el modelo dominante en el CHP sos- laya. Por esa razón, María, la tercera de las productoras entrevistas, resalta que lo primero que le llamó la atención de la agroecología es que dejas de “curar” la tierra y los cultivos, o sea, se dejan de aplicar agrotóxicos. Para esta productora, dejar de aplicar implica no solo protegerse a sí misma sino también a sus hijxs (recordemos que las viviendas y las quintas suelen ser una unidad indisociable). “El camionero te paga más por la producción convencional, pero terminas en el hospital” agrega María. Cabe destacar que el partido de La Plata tiene el ma- yor índice de peligrosidad en lo que refiere al uso de agrotóxicos dentro de los partidos hortícolas de la Provincia de Buenos Aires (Sarandón et al., 2013).

Recuperar la dimensión de la salud irrumpe la continuidad de la forma co- lonial de dominación: las familias dejan de poner en juego directamente su vida en cada aplicación de agrotóxicos, y, además, en términos económicos, reducen su dependencia de las agronomías. Los insumos agrícolas que lxs productorxs adquieren en las agronomías generalmente están dolarizados, por lo que lxs pro- ductorxs destinan buena parte de sus ingresos para continuar produciendo, para así lograr vender la mayor cantidad de producción posible y obtener ingresos, pa- gar el alquiler, y continuar con el circulo vicioso detallado por Fernández (2018) anteriormente.

Sobre esto último, María nos explica que cuando producís bajo el modelo dominante “juntas plata” para pagarle a la(s) agronomía(s) y encima después “te gastas lo que te queda en medicamentos y médicos para poder curarte vos y vol- ver a la quinta”, mientras que la agroecología permite que esos gastos no estén. Las familias agricultoras en general reemplazan lxs agrotóxicos con bioinsumos que preparan en sus quintas, a un costo sensiblemente menor y, por ende, aumen- tando sus márgenes de ganancia, tal como muestran Cataldi y Flores (2019).

Sobre los bioinsumos, es interesante lo que nos comenta Rosa sobre el proceso de aprendizaje de cómo prepararlos. Baldini et al. (2019) documentan que los talleres finalizaban con la preparación de algún bioinsumo, como para que el taller incluyera alguna práctica concreta, además de recorrer la quinta donde se realizaba este y de abordar algún tema de forma teórica/analítica. Rosa agrega que, al practicar, “te queda en la cabeza” la forma de preparar y que esto la motivaba a experimentar en su propia quinta estas preparaciones u otras, siempre priorizando utilizar elementos de la propia quinta. Ella destaca que, tras probar

ella misma las preparaciones y al intercambiar y comentar su experiencia con el resto de sus compañerxs, se iban haciendo ajustes en las formas de preparación, en los ingredientes que se utilizaban y las cantidades, observando cuando queda- ba mejor el biopreparado, y también probando para que era más útil utilizarlo y en que no lo era. Esto muestra como la circulación de saberes de forma colectiva reforzaba las prácticas agroecológicas.

La acumulación de experiencias en la preparación de bioinsumos, con elementos mayoritariamente provenientes de elementos intra-quinta (restos de poda, ciertas plantas, carbón, agua, etc.) y algunos elementos externos que igual son mucho más económicos que si debieran comprar los agroquímicos en la agronomía, dio lugar a la redacción de la cartilla de biopreparados (MTE Rural, 2019) por parte del área de agroecología. La cartilla reunió todo el conocimiento generado, en torno a los bioinsumos, por lxs integrantes del área, quienes, en su conjunto (tal como lo comenta Rosa), pusieron en práctica y fueron ajustando las preparaciones. De esta forma, en la cartilla pueden encontrarse tanto las recetas de los bioinsumos como las voces de varixs de lxs agricultorxs agroecológicxs del CHP, indicando que les funciono mejor y brindando algunos consejos. Esta publicación es un ejemplo de la capacidad de la agroecología para impulsar la generación de conocimientos locales y/o la recuperación de conocimientos an- cestrales por parte de lxs agricultorxs, muchxs de los cuales habían abandonado este tipo de prácticas porque el modelo dominante las considera atrasadas (Lugo Perea, 2019).

Las productoras encuentran una relación directa entre la preparación de bioinsumos y la reducción del uso de agrotóxicos, lo cual permite una menor o nula exposición a los mismos. Pero las agricultoras no solo rescatan la dimensión de la salud en tanto se protegen a ellas mismas y a sus familias, sino también porque piensan en la salud de las familias consumidoras. Esto se refleja en la afirmación de Belén: “producimos alimentos sanos y queremos seguir alimen- tándonos y alimentando”. La adjetivación (sanos) hace foco sobre la cuestión del consumo: los alimentos sanos son tanto para ellas y sus familias como para lxs consumidores. Problematizar de esta forma qué están produciendo y para quién confirma el cambio de perspectiva de las agriculturas a partir de la transición hacia la agroecología. Bajo el modelo dominante, lxs agricultorxs se asemejan más a mercancías, como señala Maldonado-Torres (2021); en cambio, gracias a la agroecología y a la organización mediante, las agricultoras recuperan la capa- cidad de ser críticas y transformar su realidad, destejiendo la forma colonial de dominación a las que lxs productorxs están expuestxs y abandonando su posi- ción como meras ejecutantes de una tecnología. Transformar su realidad implica modificar las relaciones de poder, por ende, hablamos de la construcción de otro territorio, donde las relaciones dejan de subalternizar a lxs productorxs.

El pensamiento decolonial recupera la importancia del sujeto enunciante; en este caso, podemos hablar desde la propia percepción de las agriculturas: su trabajo (producir alimentos) y su resultado (alimentos sanos), importan y son imprescindibles para la sociedad y así ellas lo entienden. Con esta impronta, ade- más, las agricultoras apuestan a romper la dicotomía campo-ciudad: ambas son entidades interdependientes y, justamente, es el pensamiento decolonial quien nos invita a desligarnos de estas dualidades construidas desde la modernidad/ colonialidad (Mignolo, 2008).

Sobre el trabajo de lxs agricultorxs, Lugo Perea (2019) nos explica que, a través de este, lxs productorxs conocen y constituyen su ser, y que, a través de la agroecología, construyen mundos agriculturales que se imbrican en territorios donde interexisten lo humano y lo no humano. Por esto, avanzar en grados de autonomía, gracias a la agroecología y la organización, frente a un modelo domi- nante que los mantiene dentro de un círculo vicioso y aisladxs, sería una forma de desimbrincar el patrón colonial y pensar, ensayar, participar, de otras formas de agricultura en particular, y de economía, en general, descolonizan las prácticas de lxs agricultorxs y revalorizando su rol como productorxs de alimentos.

Consideraciones finales

A partir de la descripción del modelo dominante de producción-comercialización hortícola en el CHP, explicamos porque podemos pensar que su configuración territorial es una expresión de la colonialidad del poder, aplicado a la actividad hortícola. Seguidamente, dimos cuenta de cómo la práctica de la agroecología se entrelaza con algunos conceptos que provienen de autores enmarcados en el pensamiento o giro decolonial.

Nuestro objetivo fue realizar una aproximación de la forma en que lxs productorxs del área de agroecología de la FRPA construirían una resistencia territorial en clave decolonial frente al modelo hortícola dominante del CHP a partir del impulso de la agroecología, tomando la experiencia de tres agricultoras. De las encuestas realizadas obtuvimos que, a partir del impulso de la agroecolo- gía, las agricultoras aumentan la biodiversidad en sus producciones y gracias a ello “vuelven” a disfrutar de los colores y aromas de sus quintas (que, además, es el lugar donde viven). Adicionalmente, esta mayor biodiversidad tiene conse- cuencias comerciales, al reducir el riesgo de lxs agricultorxs de producir una o dos variedades que al momento de su venta no tengan valor comercial.

La agroecología también recupera la dimensión de la salud, cuestión que el modelo dominante soslaya. Gracias a la agroecología, las familias dejan de poner en juego su vida en cada ciclo productivo y protegen su vida, a lxs con- sumidorxs y a la naturaleza. La ventaja adicional es que, al producir sus propios

bioinsumos, reducen su dependencia de las agronomías y ahorran costos, incre- mentando así su autonomía y sus márgenes de ganancia. Además, al preparar es- tos bioinsumos, las agriculturas entrevistadas generan y recuperan conocimien- tos locales y/o ancestrales, utilizando mayoritariamente elementos de sus propias quintas, y ponen en valor la importancia de hacer pruebas y experimentar.

Por último, las agricultoras, a partir de producir agroecológicamente, rea- firman su posición como productoras de alimentos sanos, tanto para sus familias como para lxs consumidorxs. La agroecología permitiría convertir en sujetos de transformación a lxs agricultorxs de su realidad, quienes, al cuestionar al modelo hortícola dominante, también dejan de ser meros instrumentos de una forma de agricultura que lxs mantiene subalternizadxs.

De esta forma, observamos que el impulso de la agroecología por parte de estxs agricultorxs organizados traería aparejado un incremento de prácticas y pensamientos descolonizadores, que redundan en un aumento de sus grados de autonomía en términos productivos, comerciales e ideológicos. Esta cuestión puede y tiene que seguir siendo objeto de investigación, ampliando el reconoci- miento de prácticas cómo también aumentando el número de experiencias releva- das, entrevistas y testimonios. Para cerrar, creemos que, la construcción de otros territorios, desde posiciones que buscan destejer la realidad colonial/moderna y desde el impulso de prácticas contrahegemónicas, como la agroecología, es un camino que debemos recorrer con vistas a intentar forjar un mundo “donde quepan muchos todos los mundos” (Ejército Zapatista de Liberación Nacional, 1997, p. 323). ֍

Material suplementario
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