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Sobre el neoliberalismo
Sherry Ortner
Sherry Ortner
Sobre el neoliberalismo
Antrópica revista de ciencias sociales y humanidades, vol. 1, núm. 1, pp. 126-135, 2015
Universidad Autónoma de Yucatán
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Sobre el neoliberalismo

Sherry Ortner1234
AOTC PRESS, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte
Rodrigo Llanes
Universidad de California, Estados Unidos de América
Alina Horta
Universidad de California - Los Ángeles, Estados Unidos de América
Antrópica revista de ciencias sociales y humanidades, vol. 1, núm. 1, pp. 126-135, 2015
Universidad Autónoma de Yucatán

Recepción: 25 Octubre 2014

Aprobación: 10 Noviembre 2014

Sobre el neoliberalismo

Sherry Ortner




omienzo con el pequeño koan de Marshall Sahlins porque recuerdo estar algo intrigada con el giro en la terminología del “capitalismo tardío” al “neoliberalismo” alrededor del año 2000. Escribir este breve ensayo de revisión me ha dado la oportuni- dad de analizar el tema y de sugerir una respuesta1. Asimismo, estoy interesada en re- unir algunas de las grandes narrativas sobre el neoliberalismo, por un lado, y una serie de trabajos etnográficos por el otro. Me disculpo de antemano por cierta parcialidad

norteamericana en la discusión.

1 Ver también Taylor (2005), para otra revisión de estos y otros términos relacionados. Estoy agradecida con Timothy Taylor por sus excelentes sugerencias y comentarios a este artículo.

Desde cierto punto de vista, no hay una distinción tajante entre el capitalismo tardío y el neoliberalismo, y en diversos sentidos el neolibera- lismo es simplemente el capitalismo tardío hecho consciente, llevado a sus extremos y con efectos más visibles. La ruptura real es generalmente ubicada entre la clase de capitalismo que tuvo lugar en los Estados Unidos desde la década de 1940 a la de 1970 (no hay un término esta blecido para esto; Lash y Urry [1987] lo llaman “capitalismo organizado”), y lo que vino después (v.g. capitalismo tardío o neoliberalismo). Esta ruptura involucra dos giros de alguna manera interrelacionados. El primero es un giro en la definición de la relación entre capital y trabajo, de un marco denominado fordista a uno post-fordista: bajo el fordismo había una suerte de tregua entre el capital y el trabajo, y al trabajo (organizado) le fue bastante bien en términos de salarios y seguridad laboral; bajo el post-fordismo la tregua se ha terminado y el trabajo se ha vuelto desechable y reemplazable. El segundo es un giro en la relación entre el gobierno y la economía, de una teoría keynesiana a otra post-key- nesiana (o “neoliberal”): bajo el keynesianismo se esperaba que el gobierno jugara un rol en la regulación de la economía y que sostuviera programas so- ciales para el bienestar general; bajo el post-keynesianismo o neoliberalismo se supone que el gobierno no haga ninguna de las dos (textos clave de este periodo son los de Mandel, 1979;Harvey, 1989; y Lash y Urry, 1987)2.

Si bien el capitalismo tardío y el neoliberalismo son dos nombres para referirse más o menos a la misma serie de transformaciones en el sistema ca- pitalista, sugiero que el cambio terminológico del primero al segundo señala un giro en la historia o narrativa en la cual los cambios en cuestión están in- crustados. La frase “capitalismo tardío”, que fue un término dominante en las décadas de 1980 y 1990, formaba parte de una narrativa de la “globalización”, un concepto que tenía aspectos tanto positivos como negativos, mientras que “neoliberalismo”, que se ha convertido el término dominante desde el 2000, está inmerso en una narrativa mucho más oscura, en la historia de una cru- zada alimentada por ideología y codicia, de inclinar aún más el mundo de la economía política en beneficio de las naciones y clases dominantes.

Quiero dejar en claro que la economía conocida como “capitalismo tardío” en los ochenta y en los noventa no era precisamente más benigna que la economía que ahora llamamos “neoliberalismo”. Ambas emergieron del giro dual del fordismo y el keynesianismo, esto es, de los contratos sociales

2 El título del libro de Harvey de 1989, La condición de la posmodernidad, señala la conexión entre el capitalismo tardío y la posmodernidad, un tema central en la literatura de la década de 1980 (ver también Jameson, 1991). Esperaba incluir una discusión sobre posmodernidad en este ensayo pero me quedé sin tiempo ni espacio. La conexión entre los dos fenómenos es primordial en mi libro sobre la escena del cine independiente en los Estados Unidos en los noventa y en los dos mil. Ver Ortner (2013).

metafóricos que habían protegido el trabajo industrial así como a la ciuda- danía de los peores excesos del capitalismo. Pero en los ochenta y en los noventa algunos trabajos ligaron estrechamente al capitalismo tardío con la “globalización”, y si bien resultaba claro que la globalización tenía des- ventajas (subcontratación laboral, desempleo y desinudstrialización3. en el extremo emisor; extrema explotación laboral en el extremo receptor, etc.), también había una serie de argumentos bastante influyentes sobre las for- mas en las que otros aspectos de la globalización (flujos de tecnología, in- formación, medios, etc.) podrían ser vistos como positivos y liberadores (ver especialmente Appadurai, 2001). La globalización continúa siendo tan real y multivalente como siempre (ver Hannerz, 1996; Inda y Rosaldo, 2002; Tsing, 2005). Sin embargo, el neoliberalismo está ubicado ahora en una serie de historias diferentes y más consistentemente oscuras, a las que aten- deremos ahora.

Neoliberalismo: el panorama general

Por la recomendación de un amigo, tomé una copia de La doctrina del shock: el auge del capitalismo de desastre de Naomi Klein (2010 [2007]) en el Ae- ropuerto Heathrow hace un año o poco más y lo leí en el largo vuelo de re- greso a Los Ángeles. El libro me provocó pesadillas. Klein relata la historia, con profundo y extenso detalle, de una campaña conducida ideológica y a menudo intencionalmente de “borrar y rehacer el mundo” (p.por parte de una red de fervientes políticos y economistas neoliberales. El libro se lee como una novela de John Le Carré en la que fuerzas viles ocultas buscan la dominación mundial (y, de hecho, la portada del libro incluye una nota de Le Carré). El académico sobrio puede sentir que el libro tiene un cierto tono paranoico, especialmente cuando empieza con unos experimentos de control mental realizados por el gobierno norteamericano durante la Guerra Fría. Pero continúen leyendo. Cuando Klein se detiene en los detalles muy específicos y muy bien documentados de casos particulares de “terapia de choque” económico que han sido impuestos en muchos países del mundo, con resultados casi siempre desastrosos para la gran mayoría excepto para los más ricos y los bancos, el lector llega a conocer de manera visceral de lo que trata el “neoliberalismo”.

Con la frase “capitalismo de desastre” en su título, Klein no sola- mente se refiere a las formas generales en las cuales el capitalismo de libre mercado extremo es un desastre económico para mucha gente y países, sino también al hecho más específico de que los desastres reales (la crisis de la

3 “Desindustrialización” y la vinculada “sociedad post-industrial” son parte de un vocabulario temprano del “capitalismo tardío” (ver Bell, 1991; Dudley, 1994).

deuda en la ciudad de Nueva York en la década de los setenta, el colapso de la Unión Soviética en 1991, el huracán Katrina en el 2005) son explí- citamente vistos como los entornos más fértiles y las mejores oportunida- des para transformar viejos regímenes económicos a unos neoliberales. Una gran parte de “transformar viejos regímenes económicos” involucra vender propiedades, bienes e instituciones operadas por el estado a compradores privados, y reemplazar esas entidades por unas privadas con fines de lucro. Como consecuencia del huracán Katrina, por ejemplo, la ciudad de Nueva Orleans fue orillada a vender casi todo el sistema escolar público a opera- dores privados. Al discutir el caso de Nueva Orleans como el ejemplo ini- cial del libro, Klein establece la premisa central de la obra: “Estos ataques organizados contra las instituciones y bienes públicos, siempre después de acontecimientos de carácter catastrófico, declarándolos al mismo tiempo atractivas oportunidades de mercado, reciben un nombre en este libro: ‘ca- pitalismo del desastre’” (p. 26).

Si los desastres naturales o sociales no ocurren por sí mismos, Klein muestra convincentemente que ellos pueden ser fabricados, siendo la gue- rra en Irak el último caso en cuestión. Esto nos lleva al libro de David Har- vey (2007 [2005]), Breve historia del neoliberalismo, en el que la guerra en Irak es su ejemplo inicial. Como Klein, Harvey ve “la gestión y la manipula- ción de la crisis” (p. 178), sean inundaciones, guerras o fusiones financieras, como parte del establecimiento de la agenda neoliberal. Y, como Klein, pro- vee evidencia abundante para mostrar que la guerra en Irak fue una crisis elaborada para “imponer por la fuerza en Irak […] un aparato estatal cuya misión fundamental era facilitar las condiciones para una provechosa acu- mulación de capital” (pp. 13-14).

Harvey define de manera clara el neoliberalismo como un sistema de “acumulación por desposesión”, que consta de cuatro pilares principales: 1) la “privatización y la mercantilización” de los bienes públicos; 2) la “finan- ciarización”, en la que cualquier clase de bien (o mal) puede ser convertido en un instrumento de especulación económica; 3) la “gestión y manipula- ción de la crisis” (como se mencionó arriba); y 4) las “redistribuciones esta- tales”, en las que el estado se convierte en un agente de redistribución de la riqueza hacia arriba (pp. 175-180).

Harvey otorga un énfasis particular al último punto, la redistribución de la riqueza hacia arriba. Discute con autores que argumentan que el creci- miento enorme de la desigualdad social desde los inicios de la neoliberaliza- ción en la década de los setenta es un subproducto desafortunado de lo que,

por lo demás, es una teoría económica sólida. En contraste, Harvey ve el vasto enriquecimiento de una clase alta conformada por gerentes y propieta- rios de capital a costa de todos los demás como parte intrínseca de la agenda neoliberal: “los efectos redistributivos y la creciente desigualdad social han sido un rasgo tan persistente de la neoliberalización como para poder ser considerados un rasgo estructural de todo el proyecto” (pp. 22-23).

He escuchado que Klein y Harvey son tomados por “teóricos cons- piracionistas”, y ambos libros tienen algo de esta característica, de alguna manera más el de Klein que el de Harvey. En parte, el efecto es creado, pienso, porque ambos autores emplean un lenguaje de fuerzas sociales abs- tractas, y muestran que los individuos reales, en tiempos y lugares reales, tienen intenciones claras y entienden lo que están haciendo. Harvey tam- bién expone una especie de patrón masivo en la redistribución de la riqueza que, sostiene, sólo puede ser entendido como parte intencional del proyecto neoliberal. Yo encuentro los datos muy convincentes, pero el lector tendrá que juzgar por sí mismo este punto.

En todo caso uno no necesita estar convencido de los relatos de Klein y Harvey para ver al neoliberalismo hacer su trabajo tanto en las na- ciones ricas como pobres del mundo. La polarización de la riqueza, inclu- yendo el amasamiento de inmensas fortunas en la parte alta de la estructura de clases, y el creciente empobrecimiento de muchas personas y países en el extremo bajo, es un hecho. La podemos ver en estadísticas, las cuales aparentemente son robustas e indisputables. También la podemos observar etnográficamente, y es aquí donde volvemos a la antropología.

El neoliberalismo sobre el terreno: perspectivas etnográficas

La etnografía hace muchas cosas que no pueden ser logradas por trabajos generales como los que han sido discutidos. Las etnografías —por supuesto, no tengo que decir esto a los antropólogos, pero vale la pena recordarlo de cualquier forma— proveen profundidad, riqueza, complejidad, humanidad, e incluso humor; traen a la vida los relatos abstractos sobre “reestructura- ción económica” y “polarización de la riqueza”. Pero sobre todo —como he analizado en varios estudios sobre grupos y lugares que sufren las peo- res consecuencias del neoliberalismo— las etnografías nos recuerdan que las personas viven no sólo en mundos de condiciones materiales sino tam- bién en universos de significados. Quiero revisar brevemente tres diferentes ejemplos antropológicos de lo que las personas hacen con sus vidas y el mundo en tanto experimentan de diversas formas las dislocaciones masivas del capitalismo tardío/neoliberalismo/globalización.

James Ferguson (2002) escribe sobre los pueblos del Cinturón del Cobre de Zambia, donde una economía industrial naciente ha colapsado bajo “el deterioro del comercio, cada vez más minas agotadas y el peso abru- mador de una crisis de deuda” (p. 137). Las minas agotadas son parte de una historia ambiental local y específica, pero los términos de intercambio y de la crisis de la deuda son efectos claros de la reestructuración neoliberal. Ferguson describe las dificultades económicas que se han producido como resultado de todo esto como “asombrosas” (p. 139), pero él va más allá del intento de entender el sentido de las profundas pérdidas que las personas están experimentando. Argumenta que, en el discurso temprano de la “mo- dernización”, las personas se veían a sí mismas y a sus naciones como diri- giéndose hacia alguna especie de futuro “moderno”, incluyendo un sentido de unirse a la “sociedad mundial” y la conexión con lo que Ferguson llama “la red de la modernidad”. Sin embargo ahora ellas se sienten desconectadas de la red, literal y metafóricamente, y con un sentido de abyección o de “humi- llante expulsión” de la comunidad moderna global (p. 140).

Jean y John Comaroff (2001) nos enseñan otra forma en la que las personas afectadas por el capitalismo tardío/neoliberalismo otorgan sentido al nuevo mundo en el que se ven inmersos. Usan la frase “capitalismo mile- narista” para referirse no sólo al tiempo real de la transformación económica a finales del siglo XX e inicios del XXI, sino también para capturar las conno- taciones mágicas, sobrenaturales y terribles asociadas al cambio de milenio. A partir de investigaciones etnográficas previas llevadas a cabo por ellos y otros en Sudáfrica y muchas otras partes del mundo llaman la atención so- bre la reciente proliferación de “economías ocultas”, formas mágicas (por ejemplo, zombies succionadores de riqueza) y muy prácticas (por ejemplo, extravagantes esquemas Ponzi) de ganar una gran riqueza sin trabajo pro- ductivo. Aunque advierten que es difícil medir cualquier crecimiento real en la frecuencia en la que dichas prácticas y creencias están apareciendo, argumentan que esas prácticas y creencias se han vuelto parte del discurso público en formas que son nuevas, y han adquirido nuevos significados en un orden económico en el cual la financiarización especulativa —lo que en otras partes ha sido llamado “capitalismo de casino”— se ha vuelto norma- lizado.

Para un ejemplo final de cómo las personas tratan de dar sentido a los efectos de la neoliberalización de sus mundos vividos, podemos revisar el estudio de Steven Gregory (2007) sobre la vida cotidiana y política local en la República Dominicana. Ahí donde el estudio de Ferguson transmite un sentido de la herida profunda de las identidades y la pérdida de fe en el futu-

ro que trajo el colapso del proyecto modernista bajo el neoliberalismo, y ahí donde la discusión de los Comaroff muestra lo que pueden ser llamadas irra- cionalidades profundas, que no obstante tienen una forma de racionalidad, activada por una economía fuera de control, Gregory se enfoca en las mane- ras en las que el orden neoliberal genera nuevas formas de poder (estatal) y nuevos puntos de fricción entre los más y los menos poderosos en el terreno.

En este contexto, los actores de Gregory aparecen más politizados, con más voluntad para enfrentarse a las autoridades bajo condiciones par- ticulares, y más activos al exhibir las injusticias de una manera clara y bien visible. Por ejemplo, cuando el estado vendió la utilidad eléctrica nacional a una compañía privada y ésta comenzó a imponer apagones a las personas para pagar sus cuentas, las personas tomaron las calles “en protestas am- plias, implacables, a través del país” (p. 14).

Para las comunidades pobres en naciones ricas, así como para las na- ciones pobres en un mundo crecientemente desbalanceado, es probable que veamos manifestaciones de los fenómenos antes mencionados y, sin duda, de personas que den sentido a la locura y las graves injusticias del orden mundial neoliberal. Un sentido de humillación y abyección, una gran canti- dad de pensamiento mágico e irracional, así como un cierto sentido lúcido de la injusticia y de la necesidad de enfrentarse a ella cuando no es tan pe- ligroso hacerlo; todas esas y muchas más formas de entender, experimentar, reaccionar y enfrentarse con la crueldad de las teorías y prácticas neolibe- rales sin duda pueden ser encontradas, en varias mezclas, en la mayor parte del mundo.

Confieso que es fácil ser pesimista sobre el estado del mundo actual y muy difícil encontrar una manera de salir de él. Pero encuentro una pequeña esperanza en una historia reciente en The New York Times sobre el impacto de un nuevo filme realizado por el cineasta crítico Charles Ferguson. Fergu- son tiene un doctorado en ciencia política, hizo millones de dólares en Sili- con Valley, los cobró y comenzó a elaborar documentales políticamente críti- cos. Primero hizo un espectacular documental ganador de un premio sobre la guerra de Irak llamado No End in Sight (2007), y recientemente hizo otro trabajo sobre la crisis en Wall Street, Inside Job (Trabajo confidencial, 2010).4Este último filme es una poderosa crítica a economistas, banqueros y polí- ticos quienes vieron lo que estaba por venir y decidieron no hacer nada al respecto. Uno de los ejes de la historia tiene como tema a los economistas

4 Ferguson y sus filmes juegan un rol importante en Ortner, 2013.

académicos que trabajan en las directivas de grandes bancos y corporacio- nes financieras pero que no lo revelan en sus currículos, ni en sus páginas electrónicas, y probablemente tampoco en sus salones de clases. Hay un estupendo momento en el filme en el que Ferguson entrevista al decano de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia y lo cuestiona so- bre un posible conflicto de intereses entre las empresas y las instituciones universitarias. De repente el profesor cae en la cuenta de que está siendo expuesto en el filme, se enfada y pide un alto a la entrevista. Pero el daño ya está hecho.

Vi el documental cuando salió en octubre. Recientemente, abrí mi New York Times y encontré la siguiente historia en la página uno de la sec- ción de negocios: “Economistas académicos consideran un código de ética”. La propuesta de este código, de acuerdo con el reportero del Times, “es en parte una respuesta a Inside Job, un documental… que denuncia a distin- guidos economistas académicos por sus lazos con Wall Street como consul- tores, consejeros o directores corporativos”. El reportero continúa diciendo que “el documental ha sacudido la profesión [económica]” y cita a un pro- fesor del M.I.T. quien dijo sobre el propósito del código de ética, “puedes llamar esto el efecto ‘Inside Job’” (Chan, 2010). Es importante notar que la propuesta del código de ética no ha sido aprobada aún, y de hecho puede no ser aprobada.

Sin embargo, uno debe reconocer las maneras en las que el reportero del Times y sus editores están agregando valor e impacto al documental al dar a la historia del (posible) código de ética este tipo de cobertura. La his- toria es en sí misma un acto político.

Yo encuentro todo esto muy alentador por varias razones. Me alienta que haya personas adineradas como Ferguson que tienen tanto una con- ciencia e inteligencia crítica, como el talento de hacer un filme poderoso. Me alienta que el documental haya tenido el poder de exponer y avergonzar a una persona influyente, su campo y su institución, y posiblemente traer algún cambio pequeño pero real. Me alienta que el Times cubriera, y de hecho construyera, la historia. Sólo será de una coyuntura compleja de per- sonas y fuerzas como éstas —entre renegados ricos y poderosos como Fer- guson, medios poderosos como el New York Times (y reporteros inteligentes como Sewell Chan), antropólogos y otros escribiendo y enseñando sobre lo que está pasando, y las personas ordinarias mismas, en su infinita sabiduría práctica, en todos los rincones del planeta— que algunos tipos de soluciones pueden emerger.

Material suplementario
Bibliografía
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Bell, Daniel, 1991, El Advenimiento de la sociedad post-industrial. Madrid: Alianza.
Chan, Sewell, 2010, “Academic Economists to Consider Ethics Code” En: New York Times, 31 de diciembre. Disponible en línea: <http://www.nyti- mes.com/2010/12/31/business/economy/31economists.html?pagewante- d=all&_r=0>
Comaroff, Jean y John L. Comaroff (eds.), 2001, Millenial Capitalism and the Culture of Neoliberalism. Durham: Duke University Press.
Dudley, Kathryn Marie, 1994, The End of the Line: Lost Jobs, New Lives in Postindustrial America. Chicago: University of Chicago Press.
Ferguson, James, 2002, “Global Disconnect: Abjection and the Aftermath of Modernism” En: Jonathan Xavier Inda y Renato Rosaldo (eds.), The Anthro- pology of Globalization, pp. 136-153. Malden: Blackwell Publishing.
Gregory, Steven, 2007, The Devil Behind the Mirror. Globalization and Poli- tics in the Dominican Republic. Berkeley: University of California Press.
Hannerz, Ulf, 1996, Transnational Connections: Culture, People, Place. Lon- dres y Nueva York: Routledge.
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,2007, Breve historia del neoliberalismo. Madrid: Akal.
Inda, Jonathan Xavier y Renato Rosaldo (eds.), 2002, The Anthropology of Globalization. Malden: Blackwell Publishing.
Jameson, Fredric, 1991, El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado. Buenos Aires: Paidós.
Klein, Naomi, 2010, La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre.
Lash, Scott y John Urry, 1987, The End of Organized Capitalism. Madison: University of Wisconsin.
Mandel, Ernest, 1979, El capitalismo tardío. México: Era.
Ortner, Sherry, 2013, Not Hollywood: Independent Film at the Twilight of the American Dream. Durham: Duke University
Sahlins, Marshall, 2000, “Esperando a Foucault” En: Fractal, vol. 5, núm. 16, pp. 11-30
Taylor, Timothy D., 2013, “Music in the New Capitalism” En: Angharad Valdivia (ed.), The International Companions to Media Studies, pp. 151-170. Malden: Blackwell.
Tsing, Anna L., 2005, Friction. An Ethnography of Global Connection. Prince- ton: Princeton University Press
Notas
Notas de autor
1 1Ver también Taylor (2005), para otra revisión de estos y otros términos relacionados. Estoy agradecida con Timothy Taylor por sus excelentes sugerencias y comentarios a este artículo.
2 2 El título del libro de Harvey de 1989, La condición de la posmodernidad, señala la conexión entre el capitalismo tardío y la posmodernidad, un tema central en la literatura de la década de 1980 (ver también Jameson, 1991). Esperaba incluir una discusión sobre posmodernidad en este ensayo pero me quedé sin tiempo ni espacio. La conexión entre los dos fenómenos es primordial en mi libro sobre la escena del cine independiente en los Estados Unidos en los noventa y en los dos mil. Ver Ortner (2013).
3 3 “Desindustrialización” y la vinculada “sociedad post-industrial” son parte de un vocabulario temprano del “capitalismo tardío” (ver Bell, 1991; Dudley, 1994).
4 4 Ferguson y sus filmes juegan un rol importante en Ortner, 2013.



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