Opinión y Debate
¿Qué es la práctica en la antropología? Apuntes para repensar la relación entre teoría y práctica
Recepción: 30 Octubre 2014
Aprobación: 10 Diciembre 2014
Este ensayo se ubica en el debate acerca de la percepción de la dicotomiza- ción aparente entre la “teoría” y la “práctica” en la labor antropológica. Quere- mos aportar el postulado de que tal separación es irreal, debido a que ambos aspectos están imbricados en el quehacer real antropológico, ya que cualquier acción llevada a cabo por el ser humano, lego o científico, necesariamente tiene un trasfondo teórico que le brinda sentido. Problematizaremos estos puntos: ¿Qué es la teoría para las ciencias, en particular para la antropología?
¿Acaso es el trabajo de campo la expresión de la práctica antropológica?
Queremos introducir el texto con una reflexión de Roberto Varela que, aunque un poco antigua, ejemplifica esta preocupación en el quehacer antro- pológico, así como refleja un cambio en la concepción de esta ciencia, que nosotros observamos y vivimos: “¿No habremos caído los antropólogos mexi- canos en el error de abandonar la reflexión teórica, crítica y pausada de los grandes temas tradicionales y actuales de la antropología por el activismo del trabajo de campo, que cobija a nuestras conciencias perezosas con el manto confortable pero hipnótico de estar siempre trabajando sin descanso?” (Vare- la, 1988: 304).
En antropología, esta separación en el proceso de producción de cono- cimiento, asemeja a una cadena de producción fordista, que delimita tiempos y sujetos especializados para la acción, enajenando el producto de su trabajo. Podría considerarse una limitación a la generación objetiva de conocimiento, ya que éste no puede ensamblar por un lado lo teórico y por otro lo práctico debido, sin que medie el aspecto subjetivo del observador, del investigador como parte esencial de su construcción. Es debido a esta separación aparen- te por lo que creemos se ha confundido el quehacer de la antropología con la práctica del trabajo de campo. Por esto mismo, los estudiantes piensan que pueden preferir entre lo teórico o lo práctico para enfocar su formación.
La antropología es una ciencia y, como tal, es una forma de produc- ción cultural de conocimiento que se separa, ya sea por sus métodos o por su cuerpo teórico-conceptual, de otras formas “no científicas” de conoci- miento como la magia, la religión, etc. (Bunge, 2004). El método ofrece la legitimidad de la ciencia a través del gremio científico, para considerar sus conceptos y teorías como válidas y asegurar la producción e innovación del conocimiento y, al menos en la sociedad occidental, se impone como verdad irrefutable. Cabe recordar que el objetivo de la ciencia es la producción de conocimiento y su utilidad en la sociedad, sea cristalizado en instrumento o artefacto, no está ligada a los aspectos morales de la sociedad donde se ge- neró (Krotz, 1988: 283-285; Bunge, 2004: 3).
Estos conceptos y teorías validadas por la ciencia, se usan como es- quemas cognitivos de sentido para entender el mundo. Tanto el conocimien- to científico como el “mundano” generan conceptos, los interiorizan en sus universos de sentido y hacen uso de estos para comprender su mundo, dar orden y dirección a su acción. Tanto el científico como el lego proceden a la aprehensión de su mundo, sea por la observación u otro sentido, pero el científico lo hace también a través de un conocimiento validado, que interio- rizó en el proceso de socialización de la ciencia (Wartofsky, 1987).
Pese a que los científicos y no científicos tengan procesos mentales similares, el científico se distingue pues adquiere un tipo de observación dis- tinta durante la enculturación científica. La teoría especializada de cada dis- ciplina actúa como anteojos sobrepuestos a los propios, colocados durante la enseñanza en las universidades, que configura los aspectos cognoscitivos del futuro científico para observar y reflexionar lo que ahora identificaría como problemáticas, variables, aspectos cualitativos y cuantitativos (Wartofsky, 1987). Es difícil pensar en la separación entre lo teórico y lo práctico debido a que la práctica, en el sentido de llevar a cabo una acción, está condiciona- da por aspectos cognoscitivos a partir de los cuales un individuo entiende el mundo.
Krotz (2012) menciona que el estudiante de antropología sufre de este proceso de enculturación antropológica al momento de acercarse al estudio de la antropología. Se trata de una re-enculturación de individuo, ya que la teoría se aprehende y cohabita con el conocimiento que portaba antes de estudiar, pero ahora con la formación, lo aprendido se sustituye, modifica o refuerza debido al cúmulo de conocimiento teórico especializado enseñado.
En pocas palabras, el científico, a través de la teoría en la que se so- cializa, crea elementos conceptuales que forman parte de su esquema de sentido para poder entender su realidad. Esta realidad, la observará de forma diferente, ya que posee un conocimiento especializado y, cuando lleva a cabo la parte “práctica”, necesariamente lo hace con un trasfondo teórico surgido por la re-enculturación, sea consciente de esto o no, que afecta su enten- dimiento del mundo y del cual problematizará por medio de la recopilación directa o por la lectura de otras personas que han generado conocimiento anteriormente. Sin conocimiento acerca de un tema es imposible pensar en la problematización de un fenómeno (Bunge, 2004: 3).
Cuando un antropólogo “va a campo” tiene tras de sí un bagaje teórico surgido desde la ciencia, ahora su mirada no es la misma de cuando entró por primera vez a las universidades; tal vez regrese al lugar que lo vio nacer, pero ahora sabrá qué observar. Las situaciones que antes pasaban desapercibidas ahora se vuelven relevantes para impulsar, ya sea una nueva teorización, re- formulación, rechazo, crítica o esclarecimiento de las teorías científicas, así como a su sometimiento y profundización junto con la realidad observada (Ander-Egg, 2000: 39).
Ahora podría saber en qué fijar su atención y a quiénes preguntar con lo cual hará una reflexión. Evitará reiterar y procurará criticar lo ya leído, pues ya sabe que la realidad es compleja y contingente1.
1 Incluso Malinowski, fundador de la etnografía, hace recalcar la importancia de asistir al campo con conocimiento especializado (Malinowski, 1973).
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De seguir el camino de la “desnudez teórica”, la aportación al conocimiento será mínima.
Antes de ir a campo, debemos figurarnos una orientación a través de los que otros ya observaron. Una vez ahí, el diario de campo se convierte en el lugar de las primeras abstracciones a través del análisis de lo que día a día se observa y se conoce. Después, al revisar todos los datos recabados en el diario de campo, a través de fotos y grabaciones, recordar y analizar todas las situaciones complejas a través de la experiencia acontecida. Lograr la abs- tracción necesaria para poder enmarcar tal complejidad en un texto depende de la experiencia y la habilidad de traducirlo al lenguaje propio de la ciencia.
Partiendo de que el objetivo de toda ciencia es la producción de algo útil, y que para esto se ponen en interacción los conocimientos teóricos con una realidad objetiva (lo que se da en el momento de la práctica), tenemos que cada ciencia será especialmente única por lo que su práctica ofrezca como producto utilizable; por ello, para encontrar la práctica de la antropología debemos reconocer qué es lo que la hace ciertamente única.
Lo que comúnmente se entiende como la práctica en antropología es el trabajo de campo, y como estrategia metodológica, se refiere al contacto con los otros. Otredad que, al menos en nuestro contexto, se expresa en las comunidades indígenas, el trabajo de campo se lleva a cabo con la intención de poner en práctica lo que se aprendió en clases.
Sin embargo, Krotz considera que: “(…) el trabajo de campo adolece, sin embargo, de una definición consensada y unitaria; por consiguiente, en su enseñanza, el denominador común más general de las diferentes prácti- cas observables parece ser el de una manera de generar información social y cultural de primera mano en condiciones más o menos difíciles” (Krotz, 2012: 5, énfasis propio).
En otro texto, el mismo autor enumera tres posibles significados de “trabajo de campo”: 1) El hecho de que el objeto de estudio no se encuentra en el espacio cotidiano, lo que implica trasladarse a otro lado; 2) como técni- ca o conjunto de éstas para obtener información empírica, en la que se basa el conocimiento antropológico; y 3) como método central o único de la an- tropología, la forma de aproximación general a los fenómenos socioculturales que da matiz peculiar a las técnicas utilizadas (Krotz, 1991: 50).
El trabajo de campo hace referencia al viaje, a la recolección de infor- mación y el contacto con la otredad que produce asombro, elemento esencial
y definitorio de la antropología. Pese a que se traten de definiciones simila- res, no son del todo compatibles, ya que una forma toma mayor relevancia que las otras.
Sin embargo, teniendo en cuenta que en nuestros tiempos ya otras disciplinas hacen uso del “trabajo de campo” en búsqueda de aplicar sus conocimientos, en un sentido similar a las definiciones anteriores, se refleja que dicho ejercicio no es exclusivo de la antropología, por lo tanto no puede ser definitorio de esta.
La antropología tampoco puede ser definida exclusivamente por las técnicas con las que recoge sus datos. A partir de nuestras experiencias en campo podemos considerar que la formación que hemos recibido significa aún más que formarnos como entrevistadores o encuestadores. Lo aprendi- do en clases, la parte teórica y de formación, poco nos sirve para ser aplicado mecánicamente una vez en campo, precisamente porque no se trata de apli- carlo mecánicamente como en otras ciencias. Recibir y aprender técnicas cualitativas no implica “el éxito en el campo”, pues trabajamos con personas y no con cosas.
Las enseñanzas de técnicas deben acompañarse con la experiencia que cada contexto brinda. Durante el trabajo de campo, muchas veces se tie- ne que improvisar para resolver los problemas, ya sea para tratar con la gente a “estudiar” o en cómo formular, escribir y decir nuestras preguntas, incluso para tratar las respuestas de las personas que podrían tocar temas personales y sensibles. Aquí se hace uso de nuestra empatía y nuestros recursos socia- les. La estadía en campo se vuelve una enseñanza metodológica que com- plementa lo visto en clases, donde el antropólogo se enfrenta con la realidad y los obstáculos inesperados como las ganas de participar de las personas, sus sentimientos, e incluso si el aprendiz de antropólogo tiene facilidad de palabra o le “ganan los nervios” a la hora de abordar a las personas.
Otras carreras como medicina, ingeniería, arquitectura, e informática pueden llevar a cabo su práctica mediante la aplicación directa de su cono- cimiento teórico, por ejemplo: un médico aprende a diagnosticar y curar una enfermedad con base en la teoría de la misma, lo mismo que un arquitecto que aprende a expresar en un plano su conocimiento. Se nota entonces que existe un objeto en el que recae su conocimiento y práctica, así como la prác- tica crea productos y servicios tangibles.
Para Marc Augé el trabajo de campo es una parte muy importante de la antropología, pero señala que no se trata de una “panacea”, debido a que la antropología tiene por objeto hacer preguntas por el hombre, pregun- tas filosóficas que son justificadas por etnografías, aunque se realicen estas preguntas sin hacer trabajo de campo (Augé, 2005: 99). También hay que
considerar que “las fuentes documentales y bibliográficas se convierten en el fundamento de la creación antropológica” en ciertos casos (Pérez-Taylor, 2006: 47).
El oficio del antropólogo no sólo se basa en aventuras de viaje en el trabajo de campo, señala Augé, sino que el oficio se basa en comprenderlas, por lo que debe convertirse en una biblioteca andante. Se debe elaborar un continuo vaivén entre lo observado y lo leído, al elaborar continuas reflexio- nes antes, durante y después de la investigación; si no, el trabajo de campo no tendría ninguna diferencia con el reportaje, ni el antropólogo con el turista (Augé, 2005; Augé, 2007).
Por lo tanto, creemos que no es conveniente confundir la práctica an- tropológica con el trabajo de campo. Si como vimos el trabajo de campo no es privativo de la antropología, entonces no es la práctica de la antropología. Tampoco nos define el aprendizaje de técnicas, pues no nos forman exacta- mente para el momento de entrevistar, ni para sacar información a las perso- nas, debido a que siempre dependemos de cuestiones externas a nosotros en la obtención de datos. ¿Cuál es entonces nuestra práctica? ¿Cómo se ejerce nuestro conocimiento? Tenemos que nuestra práctica, conocimientos y habili- dades no lo son tanto para el mundo tangible; no generan productos sólidos, “útiles” y consumibles en el mercado de masas, por lo que no es una práctica común ni mecánica, sino que se trata de la diferencia en ser y hacer la inves- tigación, en no ser mecánicos y tener otra perspectiva más orientada desde lo local de las situaciones. Entonces, no se trata tanto de que el trabajo de cam- po sea nuestra práctica, sino que éste es sólo una parte de nuestra práctica.
Pensamos que lo definitorio y lo que se conforma como la practicidad de la antropología es más bien la capacidad de reflexión y análisis que provee a los sujetos insertos en ella, capacidad que se sitúa desde una perspectiva dife- rente de alteridad, donde el trabajo de campo toma parte esencial. Pensar en la reflexión, concuerda con la idea de que no existe separación tajante de la práctica y la teoría. La antropología no puede definirse en primera instancia ni de manera exclusiva mediante la referencia a una clase de fenómenos, es decir, a un segmento de la realidad empírica observable. Más bien, se tiene que definir mediante una perspectiva que se construye acerca de esta realidad, pues la antropología maneja un lenguaje científico con conceptos que no son palpables en la realidad, conceptos como cultura, conflicto, clase social no existen pero son reales (Krotz, 2012: 8).
El tipo de acercamiento que tiene la antropología con los fenómenos
implicados es particular o local, a partir de las experiencias personales que el antropólogo experimente con la alteridad cultural. Este contacto se traduce en la sensibilización que el investigador desarrolle con las personas, puesto que al tratar con este tipo de sujetos sociales, la intersubjetividad en el pe- ríodo del diálogo es imprescindible.
Aunque compartimos de diversas maneras los diversos sujetos y ob- jetos de estudio con las ciencias sociales, “no es nuestra materia de estudio lo que nos hace diferentes, más bien es cómo realizamos nuestros estudios” (Ferrández, 2012: 279). Cuando la ciencia política se pregunta “¿Qué nivel de democracia existe en Venezuela, o en Nigeria o en Egipto o en Italia o en los E.E.U.U.?” Nosotros los antropólogos nos preguntamos “¿Qué significa democracia?” Cuando “los sociólogos evalúan las posibilidades de vida de di- ferentes grupos étnicos, nosotros preguntamos ¿qué es la identidad, qué sig- nifica, qué formas concretas la expresan, y por qué?” (Ferrández, 2012: 279).
Esto nos hace regresar a la separación teoría/práctica, pues al recor- dar que en la medida que se investiga, no se pude separar la mente entre la acción de recolectar datos, entrevistas, encuestas, etc., de la capacidad ana- lítica del sujeto, entonces, necesariamente de lo empírico surge una cons- trucción teórica, por lo que continuamente se articulan estos dos procesos (Pérez-Taylor, 2006).
Un antropólogo, no sólo aprende a preguntar ni a hacer encuestas y formularios, sino, así como en una ocasión realizó Carlos Castaneda (1983), nosotros aprendemos a vivir, ver y pensar formas diversas y complejas de aprehensión de la realidad en un multiverso cultural (Krotz, 2002). Ahora vemos otras cosas, aprendemos a complejizar, problematizar la realidad y a explicarla desde otro punto; un punto de vista diferente al que teníamos antes de estudiar antropología.
Nuestra práctica es reflexionar y entender la realidad de una mane- ra diferente. El trabajo de campo y la forma en que lo hacemos nos dejan entender la realidad de forma distinta, desde lo local, pero no representa la totalidad de nuestra labor. Nuestra labor es la reflexión y las conclusiones que se pueden reflejar en libros, audiovisuales, o ensayos. Por lo tanto, no hay un límite de edad para utilizar la imaginación, la crítica, la reflexión y la propuesta teórica, ya que el trabajo de campo sólo es una parte del proceso de generación de conocimiento; relegar a un grupo etario como los antro- pólogos jóvenes a la recolección de datos es negarles la realización plena de la antropología. A fin de cuentas, la antropología tiene una labor reflexiva y crítica basada en la contrastación con la realidad del mundo objetivo.