Carta Editorial
The new normality o la vieja normalidad disfrazada con cubrebocas
Todo lo que se pueda decir en este momento respecto de la pandemia por la Co- vid-19 resulta exiguo, ya que esta enfermedad, día a día, parece desarrollarse de un modo imprevisto, desconcertante y aleatorio. Los vertiginosos cambios del vi- rus resultan desconcertantes y el desconocimiento de los efectos fisiopatológicos que provoca en los seres humanos genera temor a nivel mundial. Pese al manejo rigurosamente científico realizado por el sector de la salud, persisten dudas res- pecto su origen y tratamiento. La incertidumbre queda en evidencia cuando revi- samos las estadísticas. Los datos al momento de escribir estos comentarios dicen que hay un total de 79 931 215 casos confirmados, 1 765 265 personas muertas y un número de 254 315 nuevos casos de enfermos.1
Día a día se sabe algo más sobre la pandemia, lo cual constituye un indi- cador de la importancia que el sector de la ciencia le ha otorgado a su investiga- ción. El desarrollo en tiempo récord de la vacuna es un buen ejemplo del empeño mancomunado de la comunidad científica. Sin embargo, pese a este esfuerzo, las personas comunes tenemos numerosas dudas sobre lo que está sucediendo: ¿Por qué si nuestros conocimientos científicos son suficientes para desentrañar algu- nos misterios del universo y soñar con habitar los planetas circunvecinos, aún no hemos podido resolver con éxito esta pandemia? ¿Por qué las únicas medidas que se han adoptado para combatir y mitigar la enfermedad son de corte social y antropológico? ¿Cómo se explica que en la actualidad tengamos que reutilizar y adoptar medidas higiénicas que suponíamos aprendidas desde mediados del XIX? ¿Cuáles son las razones por las que no existen tratamientos efectivos con- tra la enfermedad? ¿Por qué se condena la autoatención y la automedicación sa- biendo que, en muchos casos, estas son las únicas posibilidades que las personas comunes tienen a su alcance para combatir la Covid-19 y que, además, resultan efectivas? ¿Logrará la vacuna librarnos de este mal?
1 Datos tomados el 29 de diciembre de 2020 en la siguiente página web: https://covid19.who. int/
Las respuestas a estos interrogantes superan las intenciones de este escri- to y sin duda representan un motivo para estudios de mayor complejidad en el futuro. Existe, sin embargo, un papel que nos interesa destacar y es el rol que han adquirido las prácticas sociales y culturales para el manejo de la pandemia. En específico, todas aquellas acciones orientadas a inhibir y mitigar la enfermedad mediante el cambio de hábitos, costumbres y formas de vivir de las personas. En dicho sentido es oportuno señalar que la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) fueron los organismos que propusieron medidas sociales y culturales para combatir la Covid-19, generando disposiciones que inmediatamente serían reproducidas, difundidas y conocidas en todo el orbe como el título de “The new normality”. La idea de la OPS/OMS fue emulada por la UNESCO en su campaña titulada The next normal,2 pero tal como figura en el diccionario de habla inglesa next (siguiente) y new (nuevo) poseen significados distintos; pese a ello, en el mundo de habla hispana ambas campañas se tradujeron con el mismo significado: “La nueva normalidad”, la cual en México inició el 1 de junio de 2020.
Las ideas propuestas por la OPS/OMS y la UNESCO pasaron a formar parte de los discursos oficiales del personal de salud y de autoridades guberna- mentales. De este modo, se convirtieron en acciones concretas que alcanzaron a modificar el quehacer y el desarrollo cotidiano de las personas. En la actualidad, la “nueva normalidad” determina nuestro desenvolvimiento en el ámbito cotidia- no. Mediante un conjunto de directrices se nos dice –enseña, inculca y ordena– todo lo que debemos hacer en el espacio público y en el privado. Una situación que, como podrá deducirse, nos afecta en todos los planos de la vida. Esta altera- ción no solo se reduce al ámbito de lo económico y laboral (un tema tratado con suficiencia en los medios de comunicación), sino a lo social, psicológico, comu- nicativo y, sobre todo, a lo cultural. Este último aspecto es relevante si tenemos en cuenta que, subrepticiamente, desde aquellos organismos internacionales se está proponiendo erradicar todo “lo viejo” (que se conceptualiza como malo y riesgoso) por “lo nuevo” (que se recomienda como mejor y más saludable). Este trueque -dicen- será suficiente para evitar el desarrollo de la enfermedad.
Así es como, basados en las consecuencias trágicas provocadas por la actual pandemia, ciertas autoridades oficiales y algunos científicos sostienen que deberíamos evitar de realizar todas aquellas acciones que constituyen “fo- cos extremadamente peligrosos” para nuestra salud. Mediante este argumento, los hechos sociales y culturales que antaño eran comunes y normales, hoy son puestos en tela de juicio y sancionados: enterrar a nuestros muertos, abrazar a los amigos y familiares, reunirnos para festejar juntos un aniversario u onomástico, participar en un acto cívico popular, caminar en una peregrinación, realizar una
2 http://www.ipsnews.net/2020/06/unesco-campaign-next-normal/
marcha de protesta, rezar en una iglesia, practicar un deporte de asociación, asis- tir a un espectáculo público, ver a un ser querido, abrazar a un amigo, caminar por las calles libremente o hacer cualquiera de aquellas acciones socioculturales que implicaban estar en un mismo espacio junto a otros conspirando (respirando juntos), hoy son señaladas como acciones riesgosas.
Resulta preocupante comprobar como todas las costumbres del pasado han sido suspendidas, cuestionadas y puestas en duda como difusoras de la en- fermedad. Así lo manifestó el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghe- breyesus, cuando en una conferencia telemática señaló que la pandemia podría ser “peor” si no se cumplen los principios básicos de salud pública impuestos por la nueva normalidad, advirtiendo que “no se regresará a la antigua normalidad”.3
¿Cómo afectarán esas “nuevas” medidas nuestra identidad, pertenencia y raigambre? ¿Será suficiente con detener la vida social para evitar el conta- gio? ¿Cuánto tiempo más soportaremos estar en este estado de latencia social?
¿Estaremos dispuestos a renunciar a nuestra cultura –costumbres, raíces e identi- dad– para sobrevivir de un modo tan precario?
En nuestro territorio la “nueva normalidad” se impuso como aquella eta- pa en la cual se adoptarían disposiciones tendientes a seguir los principios de la salud pública. Para ello se motivó a las personas a generar cambios en su con- ducta. Estas modificaciones tendrían como objetivo controlar la enfermedad, re- ducir la mortalidad, disminuir la transmisión del virus y, sobre todo, tratar que el sistema hospitalario no colapse ante el número excesivo de enfermos. De modo que el manejo del riesgo no estaría orientado a evitar la enfermedad (algo que se supone muy difícil), sino a impedir que se sature el sistema de salud para que los ciudadanos, en caso de necesitarlo, puedan tener atención inmediata.
Algunas de las medidas propuestas por la OPS/OMS en la “nueva nor- malidad” fueron las siguientes: lavarse las manos con agua y jabón (o gel anti- bacterial), mantener el distanciamiento físico (la denominada “sana distancia” de al menos un metro y medio entre personas), limpiar y desinfectar los objetos que se utilizan con frecuencia y son de uso común, evitar los lugares cerrados y que favorecen el contacto entre sujetos, el uso obligatoria de mascarilla (barbijo o cubrebocas), taparse la boca al toser, aislarse en caso de sentirse mal y, sobre todo, quedarse en casa.4 También la OPS/OMS propuso medidas a los gobiernos, en específico sugirió: ampliar la capacidad de los hospitales (en especial, con ca-
3 https://diarioenfermero.es/la-oms-admite-que-no-hay-retorno-a-la-vieja-normalidad-en- un-futuro-previsible/
4 https://www.who.int/westernpacific/emergencies/covid-19/information/covid-19-new-nor- mal
mas con respiradores), mejorar el suministro de medicamentos y aplicar todas las medidas disponibles para asegurar el mejoramiento de la salud de la población. 5
El término “nuevo” que integra el título de la propuesta de la OPS/OMS induce a suponer que esta normalidad sería mejor que lo antigua, es decir, la normalidad anterior a la pandemia. La palabra “nuevo” proviene del vocablo latino novo y es empleada para hacer referencia a aquello recién hecho. Este tér- mino también se utiliza para referirse a aquello que es distinto a algo que había antes. En este mismo sentido fue usado desde el siglo XV cuando los europeos ocuparon distintos territorios del planeta, los que eran nominados como “Nuevo mundo”.6 En la actualidad, este vocablo adquiere un significado similar a aquel empleado durante las etapas colonizadoras. Sin embargo, encontramos una dife- rencia importante, pues, según nuestro parecer el empleo del vocablo “nuevo” es engañoso, ya que la “nueva normalidad” en términos prácticos, no es tan distinta a la antigua, hasta podríamos decir que es una continuidad de aquella. Por lo mis- mo es tan poco acertado el término propuesto por la UNESCO The next normal, ya que tampoco hemos pasado “a otra” normalidad.
Lo que no ha cambiado
Con base en estos comentarios es oportuno observar algunos hechos sociales y culturales que no han cambiado y permanecen vigentes en la “nueva normali- dad”. Desde una perspectiva antropológica la “nueva normalidad” sigue siendo la misma que teníamos en el pasado, aunque, eso sí, más peligrosa. Para ello, basta mencionar algunos aspectos problemáticos de la vida cotidiana:
En nuestro territorio durante la “nueva normalidad”:
• los feminicidios no han cesado, sino por el contrario, como ocurre en Yucatán, se han incrementado al interior de los hogares.
• El número de suicidios también ha crecido de forma significativa.
• Se han incrementado los casos de VIH (en estos momentos Yucatán ocupa el tercer lugar a nivel nacional).
• Las energías sucias siguen tan vigentes como antaño.
• Persisten los actos de corrupción.
• Los pobres siguen igual de pobres y los ricos, cada vez más poderosos.
• Se sigue discriminado a las personas por el origen étnico, color de piel, género, lugar de nacimiento, procedencia, nivel de estudios, pre- ferencias sexuales, entre otros factores sociales y culturales.
5 https://www.paho.org/es
6 https://definicion.de/nuevo/
Y, lo que es importante (aunque permanece silenciado):
• En nuestra “nueva normalidad”: las normas, reglas, marcos normati- vos, cartas orgánicas, actas constitutivas, reglamentos y disposicio- nes jurídicas de las instituciones que integran la estructura social (en el ámbito educativo, económico, político y social) siguen siendo las mismas. Por ende, las leyes en la “nueva normalidad” son las mismas que en la “antigua normalidad”.
En otras palabras, podemos afirmar que en el desarrollo de esta pandemia nunca hemos dejado de estar bajo los imperativos de la antigua normalidad. Entonces cabe preguntar: ¿Qué ha cambiado en la “nueva normalidad”? Al parecer, nada. Solo ha cambiado la apariencia, el discurso, los lemas institucionales, los mem- bretes y la verborragia: ya que ahora seguimos teniendo la misma normalidad de siempre, nada más que disfrazada con un cubrebocas. O, dicho de otro modo, en esta “nueva normalidad” se ha incrementado el peligro y estamos peor que antes.
Un cambio que mencionar
Pese a lo antes dicho, encontramos un cambio importante que no deberíamos pa- sar por alto y se refiere al lugar que los científicos ocupan en el tratamiento de la pandemia. En México (a nivel federal) es un equipo de especialistas el que condu- ce la estrategia contra la enfermedad. Dicho grupo está integrado por académicos e investigadores del campo de la salud: médicos especialistas en epidemiología, inmunología, virología, infectología, en enfermedades infecciosas, enfermedades crónicas, promoción de la salud, en salud mental y otros campos del saber médico. Este colectivo de científicos emplea diariamente los medios de comunicación ma- siva para explicar asuntos relacionados con el avance de la enfermedad en el país y el mundo. Este mecanismo comunicativo diario es abierto, democrático y hori- zontal, y permite al periodismo tradicional e independiente interrogar respecto las labores realizadas por el gobierno federal para el manejo de la pandemia.7 Median- te pláticas, conferencias vespertinas, páginas web y la presentación permanente de datos obtenidos por medios oficiales la población está al tanto de lo acontecido en esta crisis. Nunca había sucedido algo semejante en México, jamás los científicos habían sido responsables de manejar un desastre (en este caso una pandemia provo- cada por un virus) pues, por lo general, estas labores eran asignadas a funcionarios, políticos y personal no especializado. Hoy, en cambio, los científicos ocupan un lugar relevante en la esfera pública al guiarnos en esta -aparente- coyuntura.
7 En Yucatán, en cambio, la información es opaca. El sector salud apenas brinda los datos dia- rios de la pandemia en el estado. Lo hace por medio de un comunicado televisivo que dura, apro- ximadamente, 2 minutos. A diferencia de lo que acontece a nivel nacional, el periodismo local no interroga ni cuestiona las acciones de gobierno. En general, la información que se difunde en los medios de comunicación local sobre la Covid-19 es un “copy paste” de los boletines oficiales.
Nuestro contenido
Como todos en este mundo, también estamos bajo los imperativos de la pan- demia provocada por el coronavirus y merced a sus designios. En el marco de los actuales acontecimientos ello parece un hecho obvio. Pero visto a la luz del tiempo, sabemos que esta situación será recordada de una forma singular y perci- bida en el futuro como un hecho histórico. Tal distinción se debe no solo por los estragos y afecciones producidos, sino por la trascendencia de los cambios que la pandemia generará a largo plazo.
En otras ocasiones, en la revista habíamos trabajado a distancia, pero nunca lo habíamos hecho de manera permanente. Sabíamos que la publicación al tener un formato digital nos ofrecía la oportunidad de la labor distante. Pero suponíamos que era una alternativa, no una obligación. Es por ello, que resulta oportuno agra- decer el esfuerzo y empeño del equipo editorial y la solidaridad de los integrantes para adaptarse a estas circunstancias. Gracias a todos/as y en especial a Ilka Mar- tínez Otero, quien ha colaborado en la revista desde sus inicios y que tras haberse cumplido los plazos de su contrato ya no podrá seguir con nosotros.
El actual número está integrado por 10 artículos académicos, un artículo fotográfico y tres reseñas. Además, publicamos un Dossier titulado “Mirar el arte desde la antropología” que fue coordinado por Claudia Morales Carbajal y Carlos Alberto Casas Mendoza y el cual está integrado por siete artículos académicos. La portada de la revista corresponde a la obra al artista argentino (cordobés) Ale- jandro Burdisio “Burda” y que pertenece a la serie “Universo chatarra”, la cual se titula “Avenida”. Agradecemos mucho el apoyo y la amabilidad al permitirnos emplear de modo gratuito su trabajo para ilustrar nuestra publicación.
Por último, queremos expresar por este medio nuestro agradecimiento a todos los profesionales del sector salud (enfermeras, enfermeros, médicas, médi- cos, internistas y todo el personal sanitario) que se encuentra en la primera línea dedicados a la tarea de atender a los enfermos por la Covid-19 y salvar vidas. A todos ellos y ellas nuestra admiración y respeto por la noble labor que están rea- lizando por la humanidad.
Atentamente. Dr. Gabriel Angelotti Pasteur.
Director de la revista. Mérida. 29 de diciembre de 2020.