Resumen: El objetivo principal de esta investigación es mostrar la complejidad que existe en la construcción de masculinidades disidentes con varones no-heterosexuales de las locali- dades de Guadalajara, Jalisco y Ciudad Hidalgo, Michoacán, cuyo trabajo etnográfico tuvo lugar en un periodo entre 2014 y 2016. Se trata de una metodología mixta que utili- za las redes semánticas a la vez que recupera entrevistas en profundidad. El enfoque que se utilizó fue una perspectiva feminista-queer que pone en tensión las categorías analí- ticas performatividad de género y masculinidades disidentes, por lo que enfatizamos la necesidad de entender esta yuxtaposición como un proceso complejo y dinámico. Como resultado de investigación encontramos que coexisten y proliferan diversas prácticas discursivas que subjetivan y se enraízan en la constitución y reconocimiento de la «mas- culinidad» de los sujetos que la practican.
Palabras clave: masculinidades disidentes, performatividad de género, sexualidad, identidad sexual, feminismo-queer.
Abstract: This research focuses on showing the complexity that exists in the construction of dis- sident masculinities with non-heterosexual men from the localities of Guadalajara, Ja- lisco and Ciudad Hidalgo, Michoacán, whose ethnographic work took place in a period between 2014 and 2016. It’s a mixed methodology that uses semantic networks while recovering in-depth interviews. The approach used was a feminist-queer perspective that puts the analytical categories of gender performativity and dissident masculinities in tension, so we emphasize the need to understand this juxtaposition as a complex and dy- namic process. As a result of research, we find that various discursive practices coexist and proliferate that subjectify and take root in the constitution and recognition of the “masculinity” of the subjects who practice it.
Keywords: dissent masculinities, gender performativity, sexuality, sexual identity, queer-feminism.
Artículos Académicos
Masculinidades disidentes, metodología feminista-queer y performatividad de género
Dissident masculinities, feminist-queer methodology and gender performativity
Recepción: 02 Enero 2020
Aprobación: 27 Octubre 2020
Reflexionar sobre la constitución de las masculinidades, es adentrarse a un te- rreno donde la diversidad debe ser la puerta de entrada, sólo desde ahí se puede reconocer el arduo y difuso camino singular y colectivo en el cual se aventuran los varones en la construcción subjetiva de sí mismos al aceptar, rechazar o trans- formar las prácticas discursivas de la generización de los cuerpos sexuados.
Las prácticas discursivas a las que se hace referencia, surgen de distintas y a la vez articuladas instituciones socioculturales que orquestan la cristalización de sujetos e identidades a través de ciertas disposiciones de un ‘modelo hegemó- nico de masculinidad’ que, al normar un canon de género, crea certezas narra- tivas y experiencias subjetivas sobre la iterabilidad sexo/género que construye mandatos sociales sobre cómo los varones deberían comportarse en tanto sujetos masculinizados. Sin embargo, para algunos varones la praxis de ese modelo de género resulta insuficiente y atávico, por lo que ponen en entredicho la gene- rización de los cuerpos masculinos y replantean sus procesos de subjetivación genérica, asumiéndose a sí mismos como varones disidentes.
Este texto considera la reflexión epistémica y teórica sobre identidades sexuales y de género ceñida en las narraciones de varones disidentes, también registra la certeza del análisis social creado a partir de la interacción y reflexión horizontal con quienes se hace investigación, ya que es vital para seguir apostan- do por una psicología social crítica y feminista-queer que caracterice los objetos de estudio y envuelva las metodologías en sentidos semánticos diversos, per- mitiendo una crítica de la ontologización de la individualidad, lo que cobra un particular sentido en esta investigación. La reflexión aquí presentada intersecta la caracterización de una psicología social desde una postura feminista-queer que entiende la masculinidad como un ejercicio performativo político y cultural, socialmente circunscrito, mas no anclado, en el cuerpo de los varones, de ahí que la categoría masculinidades disidentes sea la base del análisis de este documento por posibilitar un ensamblaje de género/sexualidad/clase social/anclaje espacial de los sujetos quienes se exploran a sí mismos.
La pertinencia de esta investigación se manifiesta en el compromiso y necesidad que tenemos los investigadores sociales para ampliar nuestros marcos de análisis y reflexión sobre las constituciones sexuales y de género en México. Consideramos la imperiosa necesidad de incorporar a estas investigaciones una perspectiva de género —como elemento intrínseco de nuestra existencia—, y que muestra la complejidad de las relaciones socioculturales. Por tanto, es ne- cesario conocer cómo intervienen diversas instituciones en la subjetivación de certezas, creencias y pensamientos que tienen los varones disidentes; es decir, los varones que salen de las reglas sociales de la masculinidad hegemónica, ya que
este modelo funge como un dispositivo de ordenamiento y reproducción social. Ahora bien, el esclarecimiento de las instituciones que ejercen y (re)producen un discurso de género que moldea y constituye en cierta medida la subjetividad de los varones no heterosexuales, nos muestra el impacto que tiene en patrones conductuales y de representación de estos varones. Conocer el significado que le dan los propios varones a esos prototipos, estereotipos y semióticas sobre una masculinidad hegemónica idealizada ayuda a entender cómo se “alinean” los varones para tratar de alcanzarla e imitarla. Lo anterior nos da una aproximación de las formas de intervenir posteriormente en la transformación y mutación de aquellos discursos dominantes sobre “el deber ser del varón”.
Dicho lo anterior, este documento tiene como propósito articular la re- flexión teórico-metodológica para el análisis del “género” a partir de las cate- gorías analíticas performatividad de género y masculinidades disidentes. Enfa- tizando la necesidad de entender esta yuxtaposición como un proceso complejo y dinámico en el que coexisten y proliferan diversas prácticas discursivas que subjetivan y se enraízan en la constitución y reconocimiento de “masculinidad” de los sujetos en su praxis.
La existencia de lo social y cultural permanece imbricada a un imaginario colec- tivo que de forma compleja iterabiliza material y semióticamente a los cuerpos y las subjetividades a través de imperativos discursos de género, los que a su vez intervienen en la constitución de la masculinidad y la feminidad de los sujetos. En este caso, la masculinidad hegemónica está saturada de representaciones, dis- tinciones y figuraciones que los varones asumen como parte de una “subjetiva- ciónidentitaria” inamovible e incuestionable en el sentido que, “[…] la identidad es un dispositivo que produce efectos e ilusiones de orden y normalidad” (Her- nández, 2020: 10).
Pensando las políticas relacionadas a normar las identidades sexo-genéri- cas en México, en los últimos años se ha buscado la garantía de derechos civiles de personas que viven desde las disidencias, de manera particular porque vivir desde esas disidencias asociadas al género permanece vinculado a latitudes de la violencia. El asunto no es menor y sus gramáticas se extienden a la crudeza de los [trans]feminicidios/crímenes de odio por homofobia. Este atroz telón de fon- do registra el recrudecimiento de violencia y atraviesa fuertemente a grupos de disidencia sexual y genérica. Lo anterior muestra el permanente rechazo contra y sobre todo aquello que se posiciona en los límites del modelo hegemónico de masculinidad. Este modelo, que incluye una serie de características psicológicas y sociales sobre la virilidad, valentía, fuerza y legitima el uso de un basto violen- to arsenal dirigido a las mujeres y sobre todo aquel cuerpo considerado femenino
o feminizado. Si bien, lo anterior se circunscribe y circula de formas heterogé- neas bajo una matriz heterosexual y sobre los regímenes de la heterosexualidad obligatoria (Butler, 2007; Rubin, 2018) no podemos olvidar que las prácticas cor- porales ‘femeninas’ y la performatividad de género que [re]producen los varones se advierten peligrosos en específicos escenarios sociales.
Las reacciones homofóbicas como alcance de una violencia sedimentada se vuelven de manera más atroz en los sujetos que no producen esta iterabilidad de los lineamientos de sus cuerpos masculinos, sobre todo en el espacio social. En este sentido, la invisibilización de las diversas cuadraturas de la violencia hacia los varones es un tema que forzosamente se debe abordar, ya que no exis- ten cifras ni estadísticas específicas de cómo los “mandatos de género” afectan corporal, social y afectivamente —así como los procesos de agenciamiento—, ni los caminos por los que tiene que andar un varón para llegar a tener tal estatus. Por lo que, cuando hablamos de violencia de género, se debe hacer referencia a una serie de micropolíticas ceñidas a la caracterización de sujetos, espacios, cuer- pos y afectos. Al hablar de micropolíticas nos referimos a ciertas estrategias de resistencia y de reflexión colectivas e individuales respecto a los mecanismos de subjetivación relacionados al ‘ser’ o ‘encarnar’ un cuerpo de varón. Por lo tanto, “la micropolítica consiste en crear un agenciamiento que permita que esos proce- sos se apoyen unos en otros, intensificándose” (Guattari y Rolnik, 2006: 98). En este escenario, estos conjuntos micropolíticos se afectan entre sí para poner en duda las regulaciones de los cuerpos varones en tanto socialmente “masculinos” e imaginar otro tipo de relaciones políticas y narrativas del género.
Reiteramos que, por lo tanto, algunos varones se mantienen al margen de los regímenes de la heterosexualidad obligatoria, y son estos quienes cues- tionan los mandatos que les exigen reflexionar si quieren o no estilizarlos y bajo qué escenarios. Por lo que ellos, quienes se autonombran varones disidentes, son quienes desdibujan los trazos de las representaciones socioculturales e históricas, produciendo porosidades y cortocircuitos en torno a lo que culturalmente les de- bería pertenecer a los hombres.
En ese sentido, existen ‘discursos de género’ que se articulan bajo un pen- samiento heterosexual que parte de presupuestos donde la lógica binaria masculi- no-femenino/varones-mujeres/racionales-sentimentales cobra sentido en la jerar- quización y división tanto en objetivaciones y subjetivaciones de los sujetos. Por estas razones, el modelo hegemónico de masculinidad forma parte de un aparato de producción de género y constituye una serie de saberes que orientan, motivan e intersectan a los varones para construirse como tales, donde no solamente ser heterosexual sino demostrarlo permea las constituciones y legitima las prácticas.
La masculinidad hegemónica, entendida como una representación colec- tiva se adquiere en la medida en que se va alejando de la feminidad, por lo que se lucha por no parecer femenino, se adquieren derechos y deberes en donde la identidad construida es la unidad fuerte, valiente y proveedora que se aleja de las emociones y sentimientos, mostrando diferencias sociales y políticas en re- lación a los estatus sociales y económicos. Se naturalizan formas de vida, desde la creencia de que existe una ‘esencia’en el ser hombre, que permite naturalizar desigualdades entre las relaciones de género y la dominación de unos grupos so- bre otros, debido a la supremacía por el imperativo de este. Así, la subordinación de identidades desacreditadas por identidades privilegiadas, se argumentan en un sistema que significa la masculinidad como un dispositivo de dominación, donde el privilegio del poder ronda en la identidad (Kimmel, 1997; Gilmore 1994; Con- nell 1998; Badinter, 1992; Kaufman, 1995, 2008; Bourdieu, 2000; Núñez, 2000;
Guasch, 2006).
Los imperativos de género no sólo construyen subjetividad, también se mate- rializan en territorios corporales, Butler (2012) plantea que la noción de materia no sólo permite ver al cuerpo como sitio o superficie, sino como un proceso de materialización que se estabiliza a través del tiempo para producir el efecto de frontera, de permanencia y superficie que llamamos materia. Así, el cuerpo es un “lugar” donde se depositan aquellos discursos que producen en el tiempo una matriz de objetivación/es material/es.
El giro performativo es fundamental para comprender el alcance de las implicaciones de los guiones culturales, y reconocer que los cuerpos no son entes que pueden desvincularse de esos discursos, así, parafraseando a Preciado, Hal- berstamy Bourcier (2003) podemos situar el giro performativo —tras las inves- tigaciones de Judith Butler y Eve Sedgwick— como esa reflexión crítica sobre las representaciones de género y la sexualidad en un contexto estético-político. En este sentido, “[…] lo que consideramos una esencia interna del género se construye a través de un conjunto sostenido de actos, postulados por medio de la estilización del cuerpo basada en el género” (Butler, 2016: 17). Ciñéndonos a las formulaciones performativas de Butler se tienen que plantear los ajustes que hizo del concepto, por ejemplo, en su tropo epistémico no podemos referirnos al cuer- po sin considerar su materialidad y su constante actuación, en este entendido:
La performatividad no es pues un “acto” singular porque siempre es la reitera- ción de una norma o un conjunto de normas y, en la medida en que adquiera la condición de acto en el presente, oculta y disimula las convenciones de las que es una repetición. Además, este acto no es necesariamente teatral. En realidad, su aparente teatralidad se produce en la medida en que permanezca disimulada su historicidad (Butler, 2016: 34).
De esta forma, la estilización corporal a través de la performatividad de género empieza a producir varias prácticas incesantes que se escenifican con el cuerpo. Esta estilización tiene varios puntos de agencia que permite reificarnos como unos determinados sujetos sexuales y genéricos. Entonces, podríamos decir que, en ciertos momentos, el sujeto encarna diferentes posturas que oscilan entre lo ‘primordialmente’ femenino y lo ‘esencialmente’masculino en reducidos esce- narios espaciales o con ciertos sujetos sociales. Los sujetos deciden moldear sus estilizaciones en función de unos constructos históricamente determinados: ‘femenino’ - ‘masculino’ con las inconsistencias internas y externas que dichos constructos mantienen. En esta argumentación “el cuerpo deviene una elección, un modo de representar […] normas de género recibidas que emergen como múl- tiples estilos de la carne” (Butler, 1986: 16). La carne, en tanto cuerpo situado, mantiene su proyecto corporal mostrando su reificación performativa y cobra su realidad ontológica en diversas praxis sociales.
Hasta ahora se han planteado los elementos conceptuales necesarios para estudiar las diversas formas de socialidad del género. Por esa razón, el marco teórico que se desglosa es la politicidad de las identidades sexuales y de género de varones no-heterosexuales en la imbricación de lo que hemos denominado enfoque femi- nista-queer, que en su tejido complejizan los estudios y la perspectiva de género al utilizar campos teórico-metodológicos comunes.
Por un lado, los estudios feministas han esbozado todo un campo de aná- lisis social, cultural, económico, político y sexual sobre la categoría “género” considerando, incluso, las críticas metodológicas y conceptuales debatidas en el seno de este pensamiento, partiendo que esta categoría es un concepto problemá- tico con sus limitantes y sobre-explotaciones, aún más en estos tiempos en los cuales muchas personas se suman a las filas de los estudios feministas sin tener una reflexión exhaustiva sobre las discusiones que nos han antecedido (Haraway, 1989: 1991; Harding, 1996: 2002; De Barbieri, 1996: 2002; Scott, 2006; Tubert,
2003; De Lauretis, 1986: 1999; Butler, 1988: 2009; Braidotti, 2000: 2015). Por el otro, los estudios queer inspirados en los estudios gays y lesbianos (De Lauretis, 2015; Butler, 2007; Preciado, 2002: 2011; Sedgwick, 1998: Halberstam, 1998: 2005) consideran la gestación de identidades sexuales y de género sostenidas le- jos de una materia sustancial o natural. Es decir, estas se constituyen en un marco socio-político denso y complejo que muestran la desnaturalización y desarticula- ción de la sexualidad, el deseo y las formas diferenciadas que tienen los sujetos de nombrarse/politizarse.
La cuadratura feminista-queer, por lo tanto, concentran la reflexión en la crítica a los dispositivos heterocentrados y del binomio hetero/homosexual, c onsideran al género como una tecnología de crítica sustentada en la diferencia se- xual, y la importancia en la articulación de discursos de género-etnia-clase-sexo. Esta categoría ha mutado con el movimiento feminista y en la reivindicación de las luchas lesbianas y gays; en esta consideración el sujeto político del feminismo y de los estudios gays ha producido sus propios marcos analíticos y categorías epis- temológicas que requieren un análisis minucioso. Es necesario señalar que estos estudios y, aún más, los de género, se han adscrito en la postulación del giro perfor- mativo que Judith Butler ha teorizado desde los ochentas —mismo que ha profun- dizado, ampliando sus marcos de abordaje hasta la actualidad— permitiéndonos abordar las masculinidades disidentes y la performatividad como proceso material reiterativo e iterativo que los varones no-heterosexuales escenifican.
Esta enmarcación feminista-queer permite definir la metodología utiliza- da bajo una mirada crítica e instintivamente política que reconoce la horizontali- dad de nuestro acercamiento como investigadores. Esto no con el objeto analítico y empírico, sino con los sujetos que, como nosotros, tienen experiencias sobre el género que en tanto sistema de organización sociocultural, mantiene como pro- mesa generar políticamente cambios dentro de nuestros entornos colectivos. En este sentido, este enfoque de investigación se fía de una ‘imaginería feminista’ para reflexionar los vectores de opresión, el ejercicio del poder desigualmente distribuido y nuevamente decir: lo personal es político.
El objetivo de la investigación que presenta este artículo fue dar cuenta de la constitución y performatividad de género de varones no-heterosexuales de 21 a 29 años de edad de las localidades de Guadalajara, Jalisco y Ciudad Hidalgo, Michoacán. Las preguntas de investigación que guiaron este proceso de análisis y reflexión fueron: ¿Cuáles son los valores/creencias que han atribuido varones no-heterosexuales para construir su noción de masculinidad? ¿Cuáles son y cómo se constituyen los significados del ‘ser hombre’ en estos varones y cuáles son las instancias de socialización que han incidido en la construcción del género en estos varones? Y, por último, ¿qué impacto tienen los discursos de género en la constitución de la subjetivación masculina y cuáles son los elementos empíricos que favorecen la constitución y performatividad de género?
Se entrevistó a 18 varones residentes de Guadalajara, Jalisco y Ciudad Hidalgo, Michoacán. Diez personas eran de la primera ubicación, cuyas edades oscila- banentre los 21 y 27 años de edad, la mayoría son originarios y residentes de
dicha ciudad, excepto dos; uno originario de Ciudad Guzmán, Jalisco y otro de Parotitlán, Estado de México (ver tabla 1). Los participantes de Ciudad Hidalgo, Michoacán fueron 8 varones cuyas edades oscilaron entre los 21 a 29 años, todos los participantes nacieron y residen dentro de dicho municipio (ver tabla 2). El tipo de muestra fue de carácter intencional por lo que los criterios de inclusión englobaron una serie de características psicosociales en la que destacamos: ser varones, género e identidad masculina, no heterosexuales, universitarios o ya concluyeron sus estudios de licenciatura, así como habitar dichas ciudades.
El trabajo de campo en Guadalajara comprendió un periodo de enero a julio del 2015 y en Ciudad Hidalgo la temporalidad del trabajo de campo se extendió de septiembre del 2015 a marzo del 2016. Cabe resaltar que una de las técnicas usadas para la selección de los participantes fue el muestreo en cadena (o bola de nieve) el cual consiste en la localización de colaboradores a partir de otros sujetos que los ponen en contacto con nosotros. Es decir, el proceso se in- augura con un participante que simultáneamente nos puede conducir con otro que cumple con las características específicas que se buscan para la investigación.
La técnica primordial fue la entrevista semiestructurada, entendida como reite- rados encuentros cara a cara, en los que se mantiene una conversación o con- versaciones con un guion delimitado de preguntas estructuradas y un propósito establecido (Taylor y Bogdan, 1994). De tal forma que el método seleccionado busca comprender la perspectiva y los sentidos semánticos de los entrevistados, en este caso sobre el proceso de generización. Cabe señalar que la guía consta de 42 reactivos que se entrelazan entre sí para responder a las preguntas y los obje- tivos de investigación (Ver tabla 3).
Ahora bien, la técnica de las redes semánticas coadyuvó a las entrevistas semiestructuradas a ampliar las latitudes semánticas de la masculinidad. Es decir, las redes semánticas son un recurso metodológico sobre los significados socia- les-colectivos de un concepto, palabra o acción, así como una herramienta eficaz para la categorización de la discursividad analizada. Esta técnica tiene su origen en las disciplinas de psicología, pedagogía e inteligencia artificial, así como una relación estrecha con la memoria semántica-episódica, asociación de significa- dos y organización de los mismos (Zermeño, A., Arellano, A & Ramírez, V, 2005; Vera, J., Pimentel, C & Baptista de Albuquerque, 2005). En este mismo sentido, las redes ofrecen, de manera empírica, el acceso a la organización cognitiva del conocimiento al proporcionar datos relevantes a la ordenanza e interpretación de los significantes y se presenta como un recurso metodológico al acercamiento so- bre los significados colectivos de un concepto. En esta explicación, por lo tanto, los mecanismos de selección y jerarquización de significados que se imbrican a una palabra estímulo, en este caso: masculinidad.
Durante el periodo de trabajo de campo (2014-2016) se hizo uso de la observa- ción participante necesaria en cualquier investigación de esta índole que permite acceder al conocimiento y a generar un panorama amplio de información, y de la misma manera, se puede utilizar con fines científicos. Siguiendo el procedi- miento: El primer acercamiento con los varones no-heterosexuales fue a través de entrevistas informales con personas que previamente ya conocía de las dos lo- calidades respectivamente; después cuando el primero accedía a la entrevista, al término de la misma, le comentaba del estudio y de las características que necesi- taba un hombre para poderlo entrevistar, por lo que si conocía a alguno o algunos, previamente y con su autorización me pasaba sus datos personales y me ponía en contacto con ellos. Posteriormente, dentro de la aplicación del instrumento, pri- mero se realizó la técnica de redes semánticas, también tenemos que mencionar que la entrevista, aunque tuvo líneas de diálogo comunes, algunas reflexiones de los participantes modificaban el orden o la profundidad de las mediaciones por parte del investigador. Para finalizar, al recolectar todas las entrevistas, se vertie- ron en el cuadro de categorización dependiendo de la relación que guardaban en dicha categoría. Finalmente se analizó desde las posturas teórico-metodológicas que se han descrito (ver tabla 3).
El procedimiento de las redes semánticas, por su parte, consiste en que los parti- cipantes seleccionan una o más palabras estímulo de las cuales se quiere conocer el significado que le otorgan las personas de un grupo en específico. Posterior- mente se les indica que definan la palabra estímulo presentada mediante otras palabras que crean que están imbricadas. Cuando los colaboradores han realizado su lista (en este caso de diez palaras significantes), se les pide que jerarquicen las palabras de acuerdo a la relación que crean más cercana, de esta manera, la palabra que esté más próxima a la palabra estímulo, estará en el número uno y así sucesivamente hasta agotar las palabras.
Dicho lo anterior, antes de comenzar la aplicación del instrumento se pro- porciona a los colaboradores una hoja con la palabra estímulo: masculinidad, y una clasificación descendente del 1 al 10, en la cual se les pide que escriban, tal como recordarán las palabras que creen que estaban asociadas con esta. En un segundo momento ya que hayan escrito las diez palabras (a las cuales podemos denominar definidoras), se les entregó una segunda hoja, ahora con la especifi- cación de que estas deberían ser jerarquizadas en relación a la palabra que creían que se acercaba más a la palabra estímulo, de tal manera que, la palabra que tenía una mayor relación se encontraría en el número uno y así sucesivamente, hasta llegar a la que consideraran tuviese menos relación
Siguiendo con el proceso de las redes semánticas, se realizó una relación de to- das las palabras definidoras, donde se utilizan las jerarquizaciones que los par- ticipantes realizaron, de tal manera se capturaron todas las palabras semánticas manifiestas. Podemos, por lo tanto, agrupar el análisis en tres fases: Las iniciales se agrupan en tres columnas, en donde la primera contenía la palabra definidora, la segunda se jerarquizaba y por último, el peso semántico, este se obtiene mul- tiplicando la frecuencia de aparición de cada lugar en la jerarquía por el valor semántico que se le otorga a esa misma (Hinojosa, 2008); después de haberlo obtenido, se escoge la palabra definidora con mayor peso, la cual será el núcleo de la red semántica y en relación a esta se obtiene el porcentaje de las definidoras (en la cual se multiplica el peso semántico por cien entre el peso semántico de la definidora núcleo). Y, por último, se ordenan en relación a la equivalencia obte- nida, eliminando las de menos puntaje, quedando las diez definidoras con mayor peso, y se grafica en función de las definidoras obtenidas.
Dentro de los resultados que arrojó la técnica de las redes semánticas en Ciudad Hidalgo se encontró que la de mayor peso fue Hombre (100%), seguida de Género (68%), Sociedad (40%), Macho (40%), Sexo (30%), Fuerte (28%), Sexy
(26%), Persona (20%), Libertad (20%) y Bato(20%), (ver gráfica 1). Mientras que, en Guadalajara fueron Hombre (100%), Fuerte (69.04 %), Pene (59.52%),
Familia (42.85%), Poder (40.47%), Dominador (38.09%), Trabajo (35.71%), Se-
guridad (28.57%), Guapo (28.57%) y Educación (21.42%), (ver gráfica 2).
Para los dos grupos de participantes la palabra definidora con mayor peso se- mántico fue hombre, como elemento eje de la posesión de masculinidad, que nos muestra el binomio varón-masculinidad, elemento del sistema sexo/género, como algo necesario para que alguien sea acreedor a esa especificidad, a esto se adhiere sexo y pene los cuales constituyen la formación biológica de la lógica bi- naria, se suma a la lista para las dos muestras:fuerza, seguridad, libertad, poder y dominador, como cualidades de los seres masculinos, permitiendo entrever como estos varones perciben la masculinidad. Sin embargo, si vemos las definidoras de ambas muestras, podemos notar que la palabra hombre (100%) sigue teniendo una jerarquía mayor que las otras, pero la palabra pene (39.25%) cobra relevan- cia para los dos grupos, ocupando el segundo lugar en la jerarquía, seguida de fuerte (38.31%), género (38.31%), sociedad (18.69%), personalidad (18.69%),
macho (18.69%), sociedad (18.69%), protección (18.69%) y poder (18.69%).
Imbricando los resultados de las redes semánticas podemos decir que los varones disidentes se refieren a su subjetivación genérica como un proceso com- plejo en el que interfieren discursos constreñidos en el deber ser masculino por tener un cuerpo que tendría que concordar en esa rejilla de iterabilidad. En este sentido en la categoría apropiación del género (APG), por ejemplo, se analizó cómo ellos, a lo largo de su existencia, han incorporado en su praxis ciertos dis- cursos de género. Al respecto, se encontró que los participantes ECH1, ECH2, ECH4, ECH7, ECH8, EG3, EG5, EG7, EG9, se refieren a la apropiación del género a partir de la discursividad biológica del cuerpo que reitera una vez más el sistema sexo/género como un binomio que privilegia el fundamentalismo na- turaleza/cultura, e inscribe en la corporalidad de los sujetos significados sociales. De esta manera, encontramos:
ECH2: “… Con el masculino porque es mi naturaleza, creo que es mi naturale- za, así soy yo, así nací, tengo una preferencia sexual distinta, pero sigo siendo hombre”.
ECH4: “…Yo siempre he dicho que soy un hombre, tengo pensamientos de hom- bre, mi cuerpo es de un hombre y me gustan los hombres”.
ECH8: “…Genéticamente puedes ser hombre o mujer, macho o hembra y dentro de mi género soy masculino”.
EG5: “…Con el masculino, porque, principalmente nací varón y aunque soy homosexual, mi rol, mi forma de moverme, de actuar y de pensar va más con el rollo masculino”.
El sistema determina una lógica referente a la iterabilidad de género mientras ensambla una alianza con el sistema patriarcal. En este sentido, Rivera (1994) menciona que las relaciones sociales de parentesco y las instituciones pilares del mismo: la heterosexualidad obligatoria y el contrato sexual; la institución de esta es necesaria y fundamental para darle continuidad a la alianza, ya que manifiesta
un modelo de socialidad entre varones y mujeres que se traducen en el binaris- mo masculinidad/feminidad. Lo anterior vuelve, por un lado, a una específica e inquietante discursividad hegemónica que piensa a la masculinidad inseparable de la heterosexualidad obligatoria y, por el otro, a la incorporación estética de imágenes en movimiento sobre el ideal sociocultural de lo masculino. Por esas razones ECH3 menciona: “…Mi concepción de masculinidad tiende hacia lo heterosexual, pero es porque lo homosexual no sea masculino”. Es decir, social- mente no se relaciona la masculinidad como una característica de la homosexua- lidad, como si la esta careciera de la serie de características y comportamientos que son exclusivos de los varones heterosexuales. Es por eso que, menciona But- ler (2012), las normas de género requieren la incorporación de ilusiones duales de femineidad y masculinidad, ilusiones que casi siempre se relacionan con un vínculo apasionado sobre la heterosexualidad.
Ahora bien, sobre el proceso de asumir una identidad genérica, los sujetos como cuerpos fundamentalmente sociales regresan instintivamente a las normas que han sido establecidas culturalmente. Es así que ECH1 y ECH3 asocian di- rectamente sus genitales con la producción de masculinidad. El pene, así, es en- tendido por ciertos discursos imperantes como símbolo de poder (Núñez, 2001) que a su vez otorga valores que le adjudican a su identidad. Para muchos, lo mas- culino está relacionado con la geometría de su órgano sexual que, usado como instrumento para medir la virilidad, representa la generización absoluta de los cuerpos. A los varones, a través de precisas tecnologías de género (De Lauretis, 1999), se les enseña una praxis corporal y discursiva distinta a la de las mujeres, esto significa que la tecnología de género produce cuerpos sin que se establezca claramente su axiomática. Como lo menciona EG10:
… el sentarte, la forma en la [que] te sientas, la forma en la que te paras, la forma en la que hablas, por ejemplo, yo muevo mucho las manos al hablar, eso podrá considerarse en determinado momento muy femenino, por la forma en la que las muevo mucho al hablar.
Mientras que EG3 menciona: “…un hombre es masculino o femenino, una persona que es más femenina se comporta más como una mujer, es más débil, sentimental”. En la lógica heterosexual, donde sugieren lineamientos de comportamientos radicales, la debilidad no entra en los atributos del ser mascu- lino, a los participantes se les cuestionó el por qué se identifican con un género masculino, algunos fragmentos relevantes son los siguientes:
ECH2: “…Masculinidad es una tendencia, es una manera de vestir, una manera de comportarse ante la sociedad, un corte de cabello, una barba, es un compor- tamiento social”.
ECH4: “…Yo creo que la masculinidad es un comportamiento, una forma de expresarte o ser tú, de actuar, yo siempre he dicho que eres homosexual pero no eres mujer”.
EG4: “…Con el masculino, pues está relacionado con los roles sociales, enton- ces, supongo que es por la manera en la que visto y la manera o las actitudes que uno toma en la sociedad”.
EG7: “…Yo creo que primordialmente es el actuar; actuar como un hombre, y simplemente irte por el camino de ser hombre”.
EG8: “…Masculino, pues no sé, porque mucho tiene que ver con que la idea con la que crecí, como el aprendizaje que tuve siempre, asociado a las gónadas que tengo son de hombre y los hombres y pues los hombres son masculinos”.
Sin embargo, la apropiación que los varones hacen del género difiere en los es- pacios sociales en los que transitan. Aquellos con los quienes tuvimos contacto precisan que, si bien, muchas veces tienen que comportarse masculinamente en diversos contextos sociales que se les exige, en muchas de las ocasiones, inten- sionalmente, incorporan prácticas socialmente femeninas. Así, ellos han creando un híbrido entre normas e ideales de género como una forma de resistencia iden- titaria. EG1, en relación a lo anterior, comenta: “…también creo que no es total- mente masculino, es decir, tiendo a jugar un poco con la feminidad, en especial cuando estoy con mis amigos”. A partir de esto, podemos mencionar que algunos varones ven al género como algo creativo y no normalizaciones rígidas, incluso donde se puede jugar con él, sin tener malestares. Siguiendo esta reflexión el género, en efecto, es anti-constructivista, es performativo. Así, si el género puede ser deconstruido o subvertido por los sujetos. EG2 afirma:
…esa situación de que es hombre o que es ser masculino, lo borré completamen- te para volverlo a estructurar, socialmente, si te podría decir qué características tiene un hombre, pues esta onda de el hombre es competencia, es agresivo, no creo que sea tan así.
Es decir, lo masculino se puede construir en primera instancia de lo que el entorno social y cultural te ofrece y, en un segundo momento, esos mismos ideales pueden ponerse en entredicho. De esta manera, el binómio de género es desdibujado por ellos, adjudicándose comportamientos que socialmente son exclusivos para un sexo/género o para el otro, EG9: “…Me considero un hombre cien por ciento, con algunas características socialmente definidas como mas- culinas y también con características socialmente definidas como femeninas”. Es decir, puede haber todo tipo de masculinidades, de formas de ser varón, con diversas latitudes intensivas de masculinización y feminización.
Los estudios de género, desde el último cuarto del siglo veinte, se han encargado de cuestionar las explicaciones de las prácticas, pensamientos y representaciones a partir de la imbricación del sexo y el género –ceñidos en los parámetros de la sexualidad, raza, clase social y espacio social–, dejando de lado posturas esen- cialistas de lo que socioculturalmente deben ser los varones y las mujeres. Así,
aquello que está interactuando con las formas diferenciadas en la constitución corporeizada del género son procesos de subjetivación que se encarna en los su- jetos; traduciéndolo en las maneras que vemos, percibimos, sentimos, pensamos con los/as otros/as y en una forma de reconocimiento masculina, femenina, queer.
Esta reflexión da cuenta de la intervención de diversas instituciones so- ciales que influyen en cómo nos construimos como sujetos de género, a través de mandatos y normas de género y las maneras de agenciamiento en actos per- formativos. Entendemos, por lo tanto, en las formas butlerianas que el géne- ro no consolida una identidad estática, por el contrario son traducidas bajo una constante repetición estilizada de actos: un proceso performativo e iterativo de la constitución generizada. Pudiendo afirmar que los participantes han vivido de manera muy particular y diferente el proceso de “ser” varón y vivirse dentro de la masculinidad, viviendo en dos lugares geográficamente, con una cultura e historia distintos, podemos encontrar similitudes y acercamientos al proceso masculinizante.
Podemos definir este progreso, como el transcurso por el cual un sujeto incorpora características específicas que el medio sociocultural ya ha definido como masculinos, performativizando comportamientos, actitudes, formas de ser y hacer. De esta manera, se internalizan mandatos, reglas, normas, deberes y expectativas de lo que deberá hacer, con eso que asumió y con las que se rela- cionará con los otros y otras, a su vez estos, apremiarán, reforzarán o en su con- traparte, sancionarán su masculinidad. En primera instancia, los varones adoptan características desde la dimensión hegemónica de masculinidad, tomando pres- tadas formas que les permite conducirse y relacionarse con los/as otros/as. Sin embargo, lo que une este proceso, son los mandatos de género que salen de las instituciones en las cuales han estado, las restricciones, castigos, imposiciones, deberes y actuaciones han estado presentes desde la infancia temprana, hasta la fecha en donde la sentencia constante es: actuar más masculino por el hecho de reconocerse como homosexuales.
De esta manera, podemos aseverar a través del trabajo de campo y en el análisis de los datos empíricos sobre un ordenamiento de la masculinidad repro- duce discursos y prácticas anclados a un régimen heterosexual y sobre el modelo de masculinidad hegemónica. Por ejemplo, la familia y la escuela tienen una gran relevancia, ya que estas generan saberes y aprendizajes, los cuales normalizan solo un tipo de construcción sexo-genérica viable y deseada: la heterosexualidad. Por lo que las masculinidades no-heterosexuales pueden visibilizarse o pensarse como fracasos educativos y familiares, donde lo erróneo ronda en las líneas. Ahora bien, si consideramos que las categorías de género son un constructo y que la sociedad las manifiesta a través de características estereotípicas de esta, dichos estereotipos limitan y constriñen la propia identidad. Además, no pode-
mos hablar de una sola masculinidad por lo que identificamos en el dialogo con los varones la inconformidad con las limitaciones sociales y culturales sobre las características para constituirse como sujetos masculinos. El deber actuar como ‘hombre’ desglosa toda una serie de prácticas corporales performativas sobre lo que un varón debe de hacer: el pararse, sentarse, hablar, moverse, caminar, además de que se tiene que poseer características como la fuerza y complexión corporal; si no se tienen, se tienen que escenificar. Por lo que no basta con tener las características, se deben ejercer, y este continuo permanecerá, si no quiere carecer de masculinidad.
Los espacios de homosocialización en gran medida permiten que ellos transgredan las normas establecidas, en estos espacios se pueden relacionar con personas no-heterosexuales, en este sentido Guadalajara al ser la capital de su estado, tiene numerosos sitios de homosocialización a los que pueden asistir. En cambio, Ciudad Hidalgo no tiene ningún espacio de este tipo, ni formal ni infor- mal, por lo que no tienen acceso a relacionarse con más personas no-heterosexua- les, además de los ya conocidos. Nos referimos a estos espacios, ya que algunos identifican estas áreas como formas de enfrentar las exigencias del mundo social y en donde se va consensuando la disidencia.
En cuanto a los significados que tienen los varones en torno a la mascu- linidad alcanzamos a visibilizar ambivalencias en sus discursos, en los cuales la fisiología-anatomía tiene relevancia y los estándares sociales tradicionales per- manecen vigentes (con diferentes grados de desestabilización), por lo que en este trazo, algunos se mantienen despiertos y cautelosos al tratar de custodiar la actuación de la masculinidad y no caer en lo femenino; en cambio, los que se mantienen en una postura desobediente, lo masculino significa femenino, refleja- do en los ademanes, en las posturas y en los imaginarios, por lo que no podemos decir que existen elementos que favorezcan la construcción idónea o idealizada, en cambio, podemos afirmar que mientras que el ideal de masculinidad para un varón es no ser escandaloso y obvio, para otro es precisamente el denunciar las normatividades, que no va a seguir.
De esta manera, los discursos que rondan en la sociedad les dicen como y de qué forma tienen que ser, con lo que los entrevistados discrepan de estas convencionalidades. En Ciudad Hidalgo encontramos que, por ejemplo, los par- ticipantes tratan de ajustarse al modelo hegemónico, para no ser discriminados y violentados, y a lo que ellos llaman “no ser tan escandaloso, no andar con las lentejuelas, no ser obvio”, se puede notar una presión mayor de este contexto ante las demandas de masculinidad. Lo anterior podemos atribuírselo a una serie de características, la primera es que Ciudad Hidalgo es una localidad territorial- mente pequeña, en donde la mayoría de las personas que viven aquí se conocen, por ende ir en contra de las algunas normatividades genéricas, es un factor a
considerar. De la misma manera estos varones han encontrado espacios donde se pueden quebrantar las normas de género, y como algunos participantes lo llama- ron, poder “jugar con el género”, el poder jugar con su propio género, permite a los varones generar porosidades en la barrera de los lineamientos de género y experimentar con los roles y comportamientos, que en otros escenarios serían impensables, de esta manera, ellos estarán haciendo el género.
Nos podemos referir a esto, como esa construcción que es repensada y consciente de cómo se quiere llevar a los actos, y no como una construcción so- cio-histórica impuesta, en este sentido, ellos pueden subvertir el género masculi- no hegemónico y convertirlo en algo distinto, algo que quizá socioculturalmente no sería varonil, pero para ellos lo es. Así pues, en este jugar, los comportamien- tos y actos pueden ser masculinos-femeninos-indistintos, es decir, en momentos pueden hacer uso de características sociales masculinas, y en otro momento hacer uso de eso que se llama femenino, o por el contrario, jugar con las dos categorías, haciendo híbrido su comportamiento, y así, se va perdiendo y reconfigurando la misma identidad.
En el jugar con el género, pudimos notar en algunos participantes que, aunque la masculinidad hegemónica insista en lo masculino como heterosexual y va adornado de una serie de comportamientos, pensamientos y restricciones, ellos no lo pierden por enamorarse de otro varón, por tener relaciones sexo-geni- tales con otro varón, por utilizar amaneramientos, es decir, por realizar actos este- reotipados de lo que es femenino, ellos se mantienen firmes, siendo masculinos.Y es en este punto donde la disidencia se presenta, esta puede ser entendida como el desacuerdo referente a algunas creencias, paradigmas, postulados o sistemas, los varones no están de acuerdo con el pensamiento y sistema sexo-género, la concordancia en este sentido es inverosímil, uno puede decidir si sigue los linea- mientos sociales de la masculinidad, o salirse de esta lógica heterosexual y poco a poco, mediante actos, ir separándose del sistema. Por ende, la sociedad vista como sistema, instaura unas normas de género que fungen como un dispositivo productor de subjetividad, idealizando formas de ser varón y formas de ser mujer mediante vestimentas masculinas y vestimentas femeninas, entonces podemos afirmar que el género es una práctica social contextualizada y ritualizada. Se re- conoce entonces que los mandatos de género, fungen como un importante medio que posibilita la construcción de masculinidades, ya que da lineamientos de lo que está o no permitido realizar, e incluso pensar.
Esta disidencia, entra y se sustenta de la performatividad del género, ya que si bien, los varones conocen el régimen normativo heterosexual, la performa- tividad de género como efecto y actuación de los papeles reguladores, también permite encarnar otros que no son de esta manera, sino más bien, transgresores y emancipadores de las identidades periféricas. Por lo tanto, los cánones de género
no son para todas identidades, y somos sujetos performativos, ya que somos ca- paces de representar papeles que están establecidos, pero también somos capaces de quebrantar esos papeles, y así las masculinidades se van acomodando y las personas somos capaces de manipular nuestras prácticas, independientemente de instauraciones genéricas que nos dicten las sociedades, precisamente los varones disidentes pervierten un poco su género.
Para que los varones puedan traicionar cierta lógica heterosexual, se ten- drían que negociar los significados en torno a la masculinidad, debido a algunas prácticas pueden estar enraizadas en la concepción de masculinidad que tengan, por ende tomar y realizar actos considerados femeninos, puede incidir en cómo se perciben a ellos mismos, en el caso del jugar con muñecas, algunos varones sabían desde muy temprana edad, que el uso de esos juguetes era incorrecto, aun- que no haya una restricción por parte de algún adulto mayor, esas normas están instauradas dentro de uno mismo y se activan en el ideal de masculinidad. Por lo que tratar de jugar con objetos concebidos como masculinos, envuelve a los sujetos y los denota de masculinidaad. De estas reflexiones, podemos argumentar que no todas las prácticas y vivencias de los varones no son símiles, podemos encontrar en el análisis de las entrevistas que la mayoría siguen otorgando un peso desmedido a los atributos biológicos, permitiendo a estas esencias poseer masculinidad, y con esto, el sistema sexo/género cumple su objetivo.
Pero a pesar de que se impone el ordenamiento de género, los varones tra- tan de desobedecer el género, se buscan espacios en los cuales poder quebrantar la hegemonía, ya que encontraban espacios donde poder jugar con muñecas, o convertir sus muñecos de acción en muñecas (transformar lo socialmente feme- nino en masculino y viceversa), por lo que, el simple hecho de jugar con una mu- ñeca, es un acto disidente. A partir del juego se pervierte las imposiciones gené- ricas y se performativiza la identidad. Con base en las anteriores líneas, se puede considerar lo femenino como masculino, y crear las hibridaciones de género, ya que se lucha contra la hegemonía y se permite ser disidente, es decir, mediante la práctica se ensaya otra manera de ser varón. También, podemos afirmar que los juguetes al tipificarlos como masculinos o femeninos, se crean un sistema de valores en las personas que jerarquizan e individualizan las actividades sociales, donde a partir de ellos se espera que se instauren los ideales hegemónicos.
Los hallazgos en campo nos han permitido entender que los sujetos van amasándose en gran parte de la tríada cuerpo-sexualidad-género que se inter- preta en tanto dispositivo identitario. Las identidades son, por así decirlo, “las posiciones que el sujeto está obligado a tomar, a la vez que siempre “sabe” que son representaciones” (Hall, 2011: 20). Al punto que quiero llegar es que, jus- tamente, esas designaciones avasalladoras producen determinadas experiencias a los sujetos que nombra y, por lo tanto, las experiencias forzosamente pasan
por el registro de lo social, nunca son experiencias aisladas e individualizadas. La identidad es un conjunto de experiencias colectivas individualizadas, discur- sos encarnados materialmente y performatividades en la escena social. En este sentido, esas tres grandes dimensiones permiten caracterizar las identidades que analizamos y las formas subjetivas de devenir sujeto. A pesar de proponer rutas de análisis las identificaciones, quiero argumentar que las identidades no son conjuntos de identificaciones; el proceso de habitar una identidad es más com- plejo que sumar a la lista cuales son las cosas, lugares, objetos y sujetos con los cuales nos identificamos. ֍