Servicios
Descargas
Buscar
Idiomas
P. Completa
Procesos y escalas: Propuestas por una nueva mereología
Juan Camilo Perdomo Marín
Juan Camilo Perdomo Marín
Procesos y escalas: Propuestas por una nueva mereología
Processes and scales: Proposals for a new mereology
Antrópica revista de ciencias sociales y humanidades, vol. 7, núm. 13, pp. 111-140, 2021
Universidad Autónoma de Yucatán
resúmenes
secciones
referencias
imágenes

Resumen: El objetivo de este escrito es caracterizar los aportes de una nueva vertiente del pensa- miento antropológico denominada relacionismo, que invita a abandonar lo que se con- sidera como el todo y las partes. Para esta tarea se realizó una revisión teórica de los debates contemporáneos de esta disciplina para sistematizar sus principales postulados. Como resultado, se observa que, desde esta perspectiva analítica, el objeto de estudio es considerado como emergente; segundo, los modelos causales son redefinidos a partir de la lógica de los procesos; por último, la noción de contexto es reconfigurada a través del mapeo de escalas. Este escrito permite concluir que el abandono de la oposición cultura/ naturaleza por medio de los aportes del relacionismo conduce a la transformación de las premisas y las estrategias que guían la investigación antropológica.

Palabras clave: mereología, procesos, escalas, antropología, relacionismo.

Abstract: The objective of this paper is to characterize the contributions of a new aspect of anthro- pological thought called Relationism, which invites us to abandon what is considered as the whole and the parts. For this task, a theoretical revision of the contemporary debates of this discipline was carried out in order to systematize its main postulates. As a result, it is observed that, from this analytical perspective, the object of study is considered as emergent; secondly, the causal models are redefined from the logic of the processes; finally, the notion of context is reconfigured through the mapping of scales. This paper allows us to conclude that the abandonment of the culture/nature opposition by means of the contributions of Relationalism leads to the transformation of the premises and strategies that guide anthropological research.

Keywords: mereology, processes, scales, anthropology, relationism.

Carátula del artículo

Artículos Académicos

Procesos y escalas: Propuestas por una nueva mereología

Processes and scales: Proposals for a new mereology

Juan Camilo Perdomo Marín
Universidad de Caldas, Colombia
Antrópica revista de ciencias sociales y humanidades, vol. 7, núm. 13, pp. 111-140, 2021
Universidad Autónoma de Yucatán

Recepción: 30 Octubre 2019

Aprobación: 25 Noviembre 2020

Introducción

Vi que no hay Naturaleza. Que la Naturaleza no existe.

Que hay montes, valles, planicies, Que hay árboles, flores, hierbas, Que hay ríos y piedras,

Pero que no hay un todo al que todo eso pertenezca, Que un conjunto real y verdadero de las cosas Es una dolencia de nuestras ideas.

La Naturaleza es partes sin un todo.

Fernando Pessoa

Los debates contemporáneos de la antropología ofrecen amplios aportes a la me- todología de la investigación social que requieren ser sistematizados y visibili- zados. Esta es una tarea necesaria, puesto que los textos de metodología centra- dos en elaborar procedimientos detallados para acceder, ordenar y teorizar datos pueden terminar descuidando el estudio de los principios lógicos que subyacen a los diseños investigativos. Dicha falencia, como se sustentará a lo largo de este escrito, es compensada si se agrupan y evalúan las nuevas herramientas analíticas que propone la antropología.

Las ciencias sociales han advertido que quien investiga no es ajeno al mundo estudiado, sino que se encuentra inmerso en este. Por ello, su descripción posee una carga interpretativa, es decir, lo que puede contar o no como objeto, dato, contexto, relación y causa, no se identifica de forma neutra a través de la ex- periencia empírica, su identidad se concibe, estabiliza y resalta por medio de las premisas lógicas que posee el investigador. Esto no implica que la subjetividad contamine irremediablemente todo estudio imposibilitando su objetividad, sino, por el contrario, la objetividad pasa necesariamente por vigilar las limitaciones y las potencialidades inherentes a la subjetividad.

Extrapolando las ideas anteriores a la historia de las ciencias sociales, es- pecialmente al caso de la antropología, es posible sostener que sus investigacio- nes han edificado sus teorías y herramientas investigativas con base en diferentes mereologías, es decir, concepciones sobre lo que cuenta como el todo y las par- tes, las cuales operan como esqueletos lógicos permitiendo formular, representar y acceder a los objetos de estudio. En esta medida, cada esqueleto ordena los um- brales de percepción y conceptualización en los estudios científicos, puesto que: “nuestra relación con el objeto ya está instalada como parte del objeto cuando comenzamos a entenderlo, la “evidencia” no se puede desvincular del objetivo de la investigación” (Hastrup, 2004: 468).

Inicialmente las ciencias sociales postularon como marco lógico de sus categorías e instrumentos la existencia de un todo, como cultura, sociedad o natu- raleza, ordenandolas partes que lo integraban (holismo: funcionalismo, estructu- ral-funcionalismo, estructuralismo). Luego, partes autónomas que imposibilita- ban la existencia de un todo, en este caso, sujetos que no estaban enteramente pre condicionados por estructuras sociales (individualismo: interaccionismo simbó- lico, etnometodología, interpretativismo, deconstrucción). Después, una retroali- mentación entre el todo y las partes, de allí las diversas teorizaciones del debate estructura/agencia (integracionismo: estructural-constructivismo, postcolonialis- mo, posfeminismo, posestructuralismo). Y, contemporáneamente, que no existe ni un todo ni las partes como entidades discretas, ya que cada entidad es producto de una condensación parcial y contingente de relaciones, lo cual demanda el abandono de las oposiciones entre cultura/naturaleza, individuo/sociedad y lo- cal/global (relacionismo: Hastrup, 2013; Ingold, 2011; Latour, 2008; Strathern, 2004; Tsing, 2015; entre otros) (Perdomo, 2019b).

El relacionismo es un heredero crítico del constructivismo que comienza a ampliar su presencia en los debates contemporáneos de la teoría social. Por un lado, retoma la lógica constructivista al plantear que la interacción es el eje de la identidad, es decir, las cosas no tienen enteramente una existencia en sí misma, por el contrario, su forma, valor, persistencia e interpretación depende de los vín- culos entretejidos con otros agentes. Pero esta concepción no reduce el mundo social al ser humano, como lo hace el constructivismo. El relacionismo explíci- tamente critica al antropocentrismo de las ciencias sociales, que impide evaluar la influencia activa de la realidad extra-discursiva en la constitución del mundo social. Para ello, como énfasis teórico y político abandona la oposición entre na- turaleza y cultura para estudiar la interrelación de cuerpos-paisajes-y-artefactos.

En los siguientes apartados se caracterizarán de forma panorámica los principales aportes del relacionismo a la metodología de la investigación social. Para ello se colocarán en diálogos teóricos contemporáneos que, aunque no pue- dan unificarse en un sistema teórico, dadas sus propuestas disímiles y críticas mutuas (Perdomo, 2019b, 2020), a su vez resuenan en torno a tres operaciones centrales. Desde esta perspectiva analítica, primero, el objeto de estudio es con- siderado como emergente; segundo, los modelos causales son redefinidos a partir de la lógica de los procesos; por último, la noción de contexto es reconfigurada a través del mapeo de escalas.

Propiedades emergentes del objeto de estudio

En este apartado se argumentará el estatus ontológico del objeto de estudio, el cual no se encuentra prestablecido, o sea, su identidad no se puede circunscribir de antemano, sino que es emergente, las relaciones que lo constituyen lo reconfi-

guran permanentemente. Mediante diversos casos se señalará que para el relacio- nismo las relaciones de igualdad y diferencia a partir de las cuales se comparan y agrupan las características de los objetos de estudio no son estables, puesto que se prestan para múltiples articulaciones.

Unidad de lo múltiple

Strathern (1988, 2004) señala que para las comunidades indígenas de Melanesia las cualidades diferenciadoras de los hombres y las mujeres no se encuentran preestablecidas, sino que surgen en medio de la ritualidad, por lo cual dichas características son dinámicas y deben ser renovadas a través de la interacción so- cial. La masculinidad, en consecuencia, no es un rasgo a priori, por el contrario, esta depende de las acciones contextuales que la delimitan. En esta medida, la homogeneidad y la diferencialidad son cualidades fluctuantes, por lo que “cada uno puede actuar del mismo-sexo o de manera cruzada, en contextos que siempre son conceptualmente transitorios” (1988: 326).

Esta inestabilidad también se encuentra en la división sujeto/objeto. Por ejemplo, según Strathern (2004), las canoas en Melanesia son asociadas con un contenedor de una colectividad de personas (carga en su interior humanos como un feto en el útero de la madre) y, por el otro, son consideradas como una sola persona cuando está llena (como fluidos internos del cuerpo). Esta imagen doble se debe a que una persona: “comprende una pluralidad de personas, y la diversi- dad interna del grupo descendiente se puede percibir como una unidad desde la perspectiva externa de otros parientes. La forma (canoa, madre) contiene muchas formas de sí misma en su interior” (p. 67).

Esta misma percepción de unicidad se logra, por ejemplo, al omitir la diferencia entre los hombres cuando entran en las ceremonias, ya que estos son temporalmente uno con los espíritus. En esta lógica, ni las cosas ni las personas poseen una identidad fija, sino que se configuran a partir del punto de vista de las relaciones que las componen. En esta medida, las cualidades que identifican las cosas no son preexistentes, sino contextuales (Strathern, 1988, 2004). Otro ejem- plo de cómo la igualdad y la diferencia no son características dadas en una enti- dad, sino que se encuentran en negociación, lo proporciona el estudio de Taussig (1993) sobre la historia de origen de los Cuna en Panamá. En este mito el cuerpo de la mujer primordial es el marco general a partir del cual surge la realidad. La vagina es la fuente de nacimiento de la gente y a su vez:

[…] sirve como el túnel dorado para que el viento acelere hacia ellos en su cami- no para ayudar a los hombres medicina Cuna […] a hacer su trabajo, su clítoris se convierte en un avivador de fuego, su largo intestino, su casa dorada, y así, todo en un proceso masivo de “parto” de las partes del cuerpo en algo similar, aunque diferente, formadas y aun así transformadas (p. 116).

El elemento central a resaltar es que los cambios descritos en la mujer pri- mordial no la hacen diferente, sino que en medio de las transformaciones se man- tiene como el mismo ser. En esta medida, múltiples capas de realidad coexisten en una misma entidad, por ello el mito opera como una secuencia: “de transfor- maciones mágicas de una cosa en otra mientras que, a través del mismo acto de transformación, conserva la noción de una igualdad subyacente mantenida unida como tantas analogías de las partes fragmentadas del cuerpo de la mujer” (p. 116). Esta multiplicidad, según Taussig (1993), se debe a que: “toda la formación de identidad está comprometida en esta actividad habitualmente vigorizante en la que la cuestión no es tanto quedarse igual, sino mantener la igualdad a través de la alteridad” (p. 129).

De forma similar a los casos anteriores, Hugh-Jones (2018) expone que, para los pueblos amazónicos del Alto Río Negro: “los productos de los blancos y los ornamentos sagrados de los indígenas, son a la vez iguales y diferentes” (p. 219). Por un lado, cada objeto produce un tipo específico de sujeto, de allí que piensen el mundo desde una “taxonomía totémica”. Pero, por el otro, todos los objetos: “son cosas que pertenecen al mundo de los espíritus, a los antepasados y a los Otros (sic) extranjeros peligrosos” (p. 219), puesto que, son manifestacio- nes míticas femeninas poseedoras de poderes generativos peligrosos, de allí que sientan atracción hacia estos.

Ante los ejemplos anteriores, en los cuales una entidad es múltiple, se podría creer que en las sociedades “no modernas” opera algún tipo de error ló- gico que viola la ley de la no-contradicción. Pero, en vez de apresurarnos con dicha apreciación, vale la pena considerar primero que, en vez de juzgar el punto de vista del otro, es necesario identificar las amplias limitaciones comprensivas de nuestros propios marcos lógicos, ya que, como señala críticamente Wagner (1981): “la antropología es teorizada y enseñada como un esfuerzo para racio- nalizar la contradicción, la paradoja y la dialéctica, en lugar de rastrear y darse cuenta de sus implicaciones” (p. 5).

Identidades en negociación

Tsing (2005) expone que la articulación política del movimiento medioambienta- lista en Indonesia no se basa en la homogeneidad y el consenso. Por el contrario, esta depende de la creación de lenguajes comunes permitiendo congregar reivin- dicaciones, historias, conocimientos e intereses de actores heterogéneos. En con- secuencia, las particularidades de sus integrantes antes de ser un impedimento organizativo son el medio a partir del cual las demandas generales se traducen a las especificidades locales, por ello:

Es imposible participar en un movimiento sin representar las demandas de uno a través de sus discursos dominantes; nadie que no esté familiarizado con el concepto de libertad, por ejemplo, puede hacer reclamos a través de él […] La diferencia es por lo tanto al mismo tiempo un marco preestablecido para la co- nexión y un medio inesperado en el que la conexión debe encontrar un agarre local (p. 245).

De forma afín, para Ingold (2018) en la educación, las experiencias compartidas entre los alumnos no surgen por su similitud, sino debido al aporte de cada par- ticipante desde su particularidad. La diferencia es la base de la comunidad edu- cativa en la medida en que: “‘Tener en común’ -como la humanidad misma- no es una línea de base sino una aspiración; no se da desde el principio, sino que es una tarea que exige un esfuerzo comunitario” (p. 6). Por medio de la sensibilidad ante los demás, a través de la atención y la acción, se construye esa posibilidad del nosotros, de allí que:

[…] implica un tramo atento en el que cada participante proyecta su experiencia hacia adelante de manera que pueda responder a la experiencia de los demás, y de la misma manera, para lograr una correspondencia que vaya más allá de lo que cualquiera de ellos pudo haber imaginado desde el principio, y lo que a su vez les permite llevar sus vidas juntos (p. 38).

En suma, las voluntades, las emociones y los conocimientos de los estudiantes y los docentes no preexisten enteramente a la clase, surgen y se potencian por la experiencia compartida en el aula. Las ideas de Ingold se sustentan en la premisa de que el mundo se encuentra edificado en la riqueza de su heterogeneidad, por esta razón, la universalidad y la diferenciación no son opuestas porque cada una depende de la otra. En otras palabras, los límites del nosotros no son dados, sino que son logros alcanzados y alimentados por las particularidades de las personas. Lo común surge de lo diferente.

Fronteras porosas

Callon (1986) en su estudio sobre el cultivo de vieiras en Francia plantea que las fronteras y las identidades entre humanos y no-humanos no preexisten a su inte- racción, sino que son producto de las alianzas y los desencuentros entre diversos actores; en este caso, vieiras, investigadores, científicos y las comunidades pes- queras. Las concepciones sobre cada entidad surgen por medio de los vínculos establecidos entre los actores, por ello este es un proceso de negociación que los acalla, los focaliza y los moldea, es decir, estabiliza un tipo de identidad. Dicha interacción puede comprenderse como “una traducción que produce a todos los actores involucrados como un resultado de diversas metamorfosis y transforma- ciones” (p. 214). Por este motivo la identidad de las cosas no es una característica a priori, sino una cualidad dinámica formada a partir de la influencia recíproca entre actores no solo humanos.

Por su parte Mol (2002) argumenta que la arterioesclerosis no es simple- mente una enfermedad inmanente, es decir, posee una existencia en sí misma, sino que se pone en acto debido a las prácticas materiales, las cuales configuran su identidad. Para desarrollar estas ideas Mol analiza cómo en las clínicas y en los de- partamentos de patología (junto con otros espacios clínicos) se verifican diferentes arterosclerosis. A partir de múltiples procedimientos, como la medición del cuerpo vivo con relación al testimonio de dolor del paciente, o el examen post mortem de las extremidades bajo el microscopio, cada práctica no estudia desde diferentes puntos de vista un mismo fenómeno, pero se pone en acto diferentes fenómenos. Por ello: “La “enfermedad” de la que hablan los etnógrafos nunca está (sic) sola. No se apoya por sí misma. Esta depende de todo y de todos los que estén activos mientras se está practicando. Esta enfermedad está siendo hecha” (pp. 31-32).

Pero las diferentes formas en las que se enactúa la enfermedad no siempre puede alinearse, puesto que múltiples espacios y exámenes ofrecen resultados contra- dictorios (pacientes sanos y sin síntomas que se les detecta en el examen post mortem una alta calcificación de las venas, por lo cual solo el departamento de patología enactúa dicha enfermedad, etcétera). La idea central de Mol (2012) es que coexiste una multiplicidad de enfermedades que se verifican en medio de la interrelación entre los discursos de los pacientes, sus cuerpos, sus prácticas cotidianas, las instituciones médicas y los dispositivos de medición. Debido a lo anterior, para Mol & Law: “El cuerpo que mide activamente emerge con estas máquinas de medida” (2012: 165).

Síntesis

Si bien los estudios contemporáneos previamente abordados apuntan a enfoques claramente diferentes, todos elaboran un esqueleto lógico parcialmente afín. Di- chas investigaciones conceptualizan el mundo bajo la premisa de que la identidad de las cosas no es estable. El género, los seres míticos, los artefactos, los integran- tes de los movimientos ambientales, los estudiantes y los profesores, las fronteras entre los humanos y no-humanos y las enfermedades, no poseen una identidad fija, sino una inestable porque esta se encuentra en permanente elaboración.

Tras los casos abordados anteriormente se encuentra un complejo desafío metodológico, si una cosa es múltiple porque simultáneamente puede ser igual y diferente a las demás ¿Cómo delimitar su identidad?, ¿qué relaciones, entidades y contextos tomar en cuenta?, ¿desde qué perspectivas analíticas debe posicio- narse el investigador? El relacionismo responde precisamente a estos desafíos planteando que el objeto de estudio no debe ser el punto de partida del análisis, sino de llegada ya que este no tiene un estatus ontológico dado, más bien es emergente (Hastrup, 2005; Helmreich, 2009; Ingold, 2015b; Latour, 2008; Tsing, 2015). Por lo cual, a causa de su dinamismo y de sus relaciones en tensión y ne- gociación, el objeto debe ser redefinido constantemente.

La emergencia del objeto posee claramente una implicación metodoló- gica resaltada por Hastrup (2005): “En lugar de la generalización “horizontal” sobre la cultura o la sociedad (de pared a pared, por así decirlo) propuesta por los modernistas, los antropólogos se han movido hacia generalizaciones “verticales” sobre los procesos -y escalas variables-” (p. 143). Es necesario estudiar desde la multicausalidad las amplias relaciones que influyen y componen el objeto de estudio y, a su vez, desde la multidimensionalidad, los diversos contextos que lo atraviesan. A continuación, se explorarán detenidamente los sustentos y las im- plicaciones del pensar la investigación antropológica por medio de la lógica de los procesos y las escalas.

Procesos multicausales

Los debates en torno a la causalidad, la necesidad, la contingencia, la compa- ración y la delimitación del objeto de estudio poseen una amplia, además de compleja, trayectoria histórica en las ciencias sociales. La tarea de este escrito consiste en revisar cómo estas discusiones son reelaboradas por la antropología contemporánea, en otras palabras, cómo son actualizadas bajo nuevas preguntas y desafíos. Específicamente, en este apartado se expondrá que el relacionismo propone abandonar la división y la lectura lineal entre causa y efecto. Este aban- dono se impulsa desde una lógica multicausal la cual propone que las entidades del mundo son producto de la articulación de relaciones humanas y no-humanas que se modifican mutuamente y producen efectos nuevos e impredecibles, es decir, emergentes. De allí que la vida social abarque necesariamente relaciones materiales y ecológicas. A continuación, se expondrán las dos operaciones bási- cas que implica realizar una lectura multicausal.

Crítica a la falsa retrospectiva y el valor de la contingencia

El modelo hilemórfico de Aristóteles distingue entre forma y materia, poten- cia y acto, esencia y accidente. Dicha escisión se reproduce en la investigación científica al momento de indagar en el pasado pretendiendo encontrar de forma lineal principios, diseños, intencionalidades y racionalidades que expliquen me- cánicamente las prácticas, los discursos y los fenómenos del presente. En otras palabras, un núcleo o un guión anterior a la interacción impulsa mecánicamente las acciones en el mundo. La falencia de esta lógica es postular la existencia de relaciones necesarias en las cosas (B es producto de A), lo cual oculta la multipli- cidad de factores que influencian los sucesos y los múltiples caminos históricos alternativos.

Schrempp (2018) proporciona ejemplos de esta falsa retrospectiva en la ciencia moderna. Las teorías del «ajuste cósmico fino» resaltan las posibilidades excepcionales de vida en la tierra. Para ello parten de la premisa de que si una

variable cósmica hubiese cambiado, como el carbono, las características del uni- verso serían diferentes (como la producción de estrellas). Pero este argumento, cuasi-teleológico, según Schrempp, no se preocupa por explorar, o más bien ima- ginar, que el cambio de diversas variables puede eventualmente acarrear efectos similares. De igual modo, por ejemplo, considerar que la conciencia humana surgió del cambio nutricional, debido a que esta solo se pudo desarrollar por el tamaño específico de su cuerpo que le permitió dominar el uso del fuego, excluye múltiples posibilidades en el control del fuego por parte de otro tipo de formas corporales.

Schrempp (2018) afirma que el problema de la falsa retrospectiva fue el mismo criticado por Franz Boas en el evolucionismo. Esta corriente de pensa- miento antropológico consideraba que las expresiones culturales del totemismo eran efectos de las mismas causas deducidas mecánicamente. Pero dicho argu- mento dejaba de explicar la diversidad de factores que influían en el totemismo. Del mismo modo, las teorías cosmológicas y nutricionales mencionadas anterior- mente confunden lo actual con lo necesario desestimando su existencia como posibilidad. Por este motivo:

[…] hasta que se demuestre lo contrario, uno debe asumir que un estado de cosas dado puede emerger de diferentes maneras; o, en otras palabras, lo actual puede mapear múltiples rutas de su posibilidad. Si uno quiere probar que lo actual es coextensivo con lo posible, en un caso particular, debe abrir todas las variables disponibles en ese caso y de alguna manera descartar la posibilidad de configu- raciones alternativas en las que un fin dado podría realizarse (p. 532).

Con el ejemplo anterior se busca resaltar que cuando se observa el pasado preten- diendo encontrar las causas básicas, las cuales ordenan el presente, se crea una falsa retrospectiva, esto es lo denominado por Ingold (2000, 2013) como lógica de la inversión. La premisa de que hay un diseño anterior a la manifestación de las cosas que se puede conocer lógicamente (significado en la lingüística, genotipo en la genética), el cual, denuncia este antropólogo, antes de reflejar objetivamente una concatenación natural de hechos lo que hace es realizar una abstracción analítica forzada.

Por ejemplo, Ingold (2013) señala críticamente que, a partir de lo que creemos entender como cultura y humanidad desde el presente, ordenamos re- trospectivamente las discontinuidades históricas del pasado en un falso ideal de continuidad de especie. En esta medida, la idea del “ser humano” se construye erróneamente como categoría genérica que daría cuenta de la capacidad para la cultura. El imaginario del hombre, anatómicamente moderno, se idealiza de este modo como si tuviese la capacidad latente de tener todas las capacidades huma- nas, las cuales son abstraídas de las características del pasado que se concretarían en nuestro presente. En síntesis, la capacidad de cultura:

[…] se presenta universalmente en los seres humanos antes de la diversidad de contenidos con los que se llena posteriormente, es un ejemplo clásico de lo que el filósofo Whitehead llama “concreción fuera de lugar” -un esencialismo que falazmente asigna una presencia material, en cuerpos y mentes humanas, a las abstracciones que nacen de nuestros propios intentos de análisis para establecer una línea de base de conmensurabilidad que haría a todos los humanos compara- bles en términos de similitudes y diferencias. Bajo el disfraz de esta capacidad, la ciencia evolucionista proyecta en nuestros antepasados prehistóricos una ima- gen idealizada de nosotros mismos en el presente, acreditándolos con las poten- cialidades de hacer todo lo que podemos hacer actualmente, de tal manera que toda la historia aparece, pero como una ascensión natural preordenada a través de la realización de la modernidad (p. 4).

Pero, tras este ideal de especie, no habría una forma esencial de la humanidad ya que no podemos separar la historia de la evolución. Ambas continúan porque, según Ingold (2000), nuestras capacidades no son dadas genéticamente (un men- saje genotípico), ni transmitidas culturalmente (un significado social), sino que estas son: “generadas en y a través del funcionamiento dinámico de sistemas en desarrollo constituidos en virtud de la participación de los seres humanos en sus diversos ambientes” (p. 390).

Con ideas similares, para Tsing (2015) la genética de poblaciones y la economía neoclásica elaboró la idea del individuo cerrado y estático, lo cual ha imposibilitado reconocer la importancia de las interacciones como base del desa- rrollo de los seres. Por el contrario, un énfasis en las relaciones simbióticas per- mite comprender que las especies no poseen un camino histórico preestablecido, puesto que sus contactos: “hacen retroceder la evolución hacia la historia porque dependen de las contingencias del encuentro. No forman un sistema de auto-re- plicación interna. En cambio, los encuentros interespecies son siempre eventos, “cosas que suceden”, las unidades de la historia” (p. 142). Cada ser inter-existe con los demás generando propiedades emergentes en la vida:

Los pinos encuentran hongos para ayudarlos a usar espacios abiertos hechos- por-el-hombre. Los ensamblajes no solo se limitan a reunir formas de vida; ellos las hacen. Pensar a través de ensamblajes nos impulsa a preguntar: ¿cómo las reuniones a veces se convierten en “sucesos”, esto es, más que la suma de sus partes?, ¿si la historia sin progreso es indeterminada y multidireccional, podrían los ensamblajes mostrarnos sus posibilidades? (p. 23).

En el caso de los biólogos neodarwinistas y los creacionistas defensores del diseño inteligente, también operaría la lógica de la inversión. Ingold & Hallam (2007) sos- tienen que, aunque sus argumentos son sumamente diferentes, comparten la misma premisa de que existe un diseño predado por la naturaleza o Dios que se puede leer de forma retrospectiva en la forma de los seres. El problema de esta idea es que:

[…] deja afuera las miles de improvisaciones tácticas por medio de las cuales los organismos actuales vivientes cooptan todas las posibilidades que sus ambientes pueden aportar para hacer sus caminos en el enredo del mundo. Ni la selección natural, ni un diseñador inteligente pueden construir un organismo real (p. 4-5).

En otras palabras, el neodarwinismo y el creacionismo realiza una falsa retros- pectiva al sostener que los seres son entidades pasivas en su desarrollo reprodu- ciendo un guion establecido de antemano. Estas lecturas omiten que la vida no opera bajo la reproducción pasiva de las estructuras del pasado, sino como una reinvención e improvisación permanente en medio de la interacción activa con el mundo (Ingold & Hallam, 2007).

Para evitar la falta retrospectiva es necesario darle primacía a la interac- ción como eje de análisis en la constitución de la realidad social. Por ello, en los debates feministas del capitalismo Bear, Ho, Tsing & Yanagisako (2015) resal- tan: “Los encuentros históricos crean estructuras en vez de lo contrario” (s.p). De allí que en vez de analizar cómo los sistemas económicos moldean el mundo, se estudian los procesos de conversión entre múltiples proyectos, agentes y espa- cios, por ello: “las diversas prácticas de vida, relaciones, experiencias y contex- tos —formadas por el parentesco, el carisma, el sentimiento, el estatus, la raza, el género, la clase, la nación, etc.— se articulan con estos procesos dominantes de maneras inesperadas” (s.p).

Las ideas anteriores se aglutinan en la premisa de que no existe un motor causal anterior a las múltiples mediaciones que ordenan e impulsan los sistemas sociales, por esto, según Strathern (1999), dichos sistemas poseen un comporta- miento:

que es impredecible, no-lineal y capaz de producir múltiples resultados. Debido a la superposición y la naturaleza ensamblada de múltiples factores que trabajan unos sobre otros, los sistemas generalmente muestran una sensibilidad a sus condiciones iniciales. Los eventos no se desarrollan con regularidad, y pequeños cambios pueden producir resultados importantes en formas bastante impredeci- bles (1999:4-5).

Las ciencias sociales deben evitar las lecturas lineales de la historia puesto que estas quedan atrapadas en el finalismo, esto es, en la idea de poseer una meta. Por el contrario, la antropología ha argumentado que no hay una finalidad en los sucesos porque, como expone Wolf (2005), por ejemplo, la antigüedad griega, romana y renacentista no fue “una cosa impulsada hacia su meta en desarrollo por algún empuje divino inmanente, sino más bien un conjunto de relaciones temporal y espacialmente cambiantes y cambiables, o de relaciones entre con- juntos de relaciones” (p. 19). La historia avanza sin finalidad, su destino es una ilusión intelectual.

Valga sumar a las críticas anteriores que la concepción lineal de tiempo omite la coexistencia de múltiples temporalidades (Pedersen & Nielsen 2013, Tsing 2015) y no indaga “cuánto tiempo se puede permitir entre causa y efecto y aún hablar de un proceso causal” (Hatrup, 2004: 462). En este sentido, para Hastrup (2004) la causación se basa en una idea particular de tiempo, y de allí de

secuencia, que comúnmente no es objetivada por el investigador: ¿Cuánto debe pasar para que se pueda establecer el vínculo causa-efecto? Sumado a lo anterior, creer que los efectos históricos se pueden identificar en un punto específico del tiempo implicaría que poseen una finalidad previsible, lo cual impide conside- rar que pueden acarrear múltiples consecuencias inesperadas que complejizan su delimitación. De allí que nombrar causas de algo no aclara directamente su desarrollo histórico:

Es posible que hayamos identificado partes significativas de la realidad empíri- ca, pero hemos explicado muy poco más allá de la experiencia local inmediata. Hemos estado atrapados en la circularidad de la evidencia positiva y en una lógica narrativa de causación en la que ambas se relacionan solo con la sucesión de eventos pero que no pueden explicar los vínculos entre ellos (p. 463).

Multicausalidad no es causalidad múltiple

Pensar desde la lógica de los procesos implica abandonar las nociones ortodoxas de causalidad, específicamente de finalismo, en las que B se considera como efecto predispuesto de la acción de A. La multicausalidad, antes de unificar múl- tiples causas, abandona la idea de causa como motor de los fenómenos, por ello se propone: “los acontecimientos, si de verdad han de merecer su nombre, en parte no tienen causa. Por absurdo que esto parezca, el realismo exige que se abandone la idea de causalidad como transparencia o un desplazamiento de fuer- zas” (Latour, 1995: 104).

El camino que ofrece el relacionismo para repensar la noción de causa- lidad es el estudio de la mediación activa de entidades no-humanas en el mundo (Latour, 2007, 2008) y de los procesos generativos del medioambiente en los que estamos inmersos (Ingold 2011, 2015a, b). Por su parte, Latour (2008) sostiene la no existencia de una interacción directa con el mundo debido a que en cada acción participan múltiples tiempos, espacios, entidades, redes y fuerzas. Pero tampoco se encontrarían estructuras que ordenarían a los humanos y los no-hu- manos como si fuesen “marionetas”, puesto que estos no transportan de forma pasiva fuerzas sociales, sino que cada entidad la modifica, traduce y redistribuye activamente:

[…] la acción siempre es dislocada, articulada, delegada, traducida. Por lo tanto, si un observador es fiel a la dirección sugerida por este desborde, ella será ale- jada de cualquier interacción dada hacia otros lugares, otros momentos y otras agencias que parecen haberlas moldeado (2008: 239).

Bajo la misma apuesta teórica de Latour, Mol & Law (2012), consideran que el cuerpo no es una entidad aislada, puesto que posee límites porosos a razón de: “Un cuerpo activo incorpora fragmentos y piezas del mundo que lo rodea, mien- tras que su acción puede ser desplazada fuera del cuerpo, excorporeizada” (p. 167). En esta medida, el cuerpo posee una consistencia y conectividad a partir de

su articulación con otras entidades humanas y no-humanas, como artefactos. Por consiguiente, el cuerpo si bien es producto de un ensamble, este “no es un todo coherente. Más bien es un conjunto de tensiones” (p. 169). Ello se debe a que se compone de relaciones inestables e impredecibles en cruce, por lo que el cuerpo “que hacemos no es ni un todo, ni está fragmentado. En lugar de esto, posee una configuración compleja” (p. 173).

Por su parte Ingold (2003, 2015a, 2015b) invita a considerar al mundo como un compuesto de líneas en crecimiento influenciadas mutuamente. De allí que todos los seres estén inmersos en los flujos generativos de la vida. Para este antropólogo, las teorías ortodoxas de la biología parten de la división entre or- ganismo (interior orgánico) y ambiente (exterior que nos rodea). Pero dicha se- paración, señala críticamente, aislaría relaciones entrelazadas en las que no hay fronteras totales delimitantes de un sistema:

No es, por lo tanto, fácil ver dónde un organismo termina y dónde un ambiente

comienza. Sin embargo, si adoptamos la perspectiva del “sistema como un todo”

-esto es, del ecosistema- los organismos individuales que están dentro de él se destacan nítidos y claros. Igualmente, en una relación social es imposible decir precisamente dónde comienza el “yo” y el “otro” (2003: 305).

Ingold (2003) sostiene que la idea de ambiente como un todo demarca y aísla erróneamente a los seres en unidades articuladas en diferentes niveles jerárqui- cos. Por ello, como contrapropuesta, reconsidera “las relaciones entre el organis- mo y el campo más amplio es mejor vista como una envolvente y en despliegue que una parte y el todo” (2003: 305). En esta medida el ambiente es la “inter- penetración de organismos” (p. 305). Bajo esta concepción relacionista la vida no es entendida y representada como una dispersión de puntos, como plantean los modelos evolutivos en ramificación lineal de Darwin, sino “una multitud de tejidos de incontables hilos confeccionados por seres de todo tipo, tanto humanos como no humanos, buscando su camino a través de una maraña de relaciones en la que están enredados” (2015a: 18).

Avances recientes en la biología resuenan con los postulados anteriores. Los estudios del microbioma indican que el cuerpo humano no es una unidad ce- rrada y autocontenida, sino el producto de la interacción dinámica con bacterias, las cuales llegan a componer la mitad de nuestro cuerpo e influir en el sistema inmunológico, la actividad cognitiva y la lectura del genoma (Rees, Bosch & Douglas, 2018). A su vez, como exponen las teorías del desarrollo de sistemas, no existen organismos ni ambientes con instrucciones preexistentes porque la coevolución es la base de la vida y, en consecuencia, la interacción es su medio central de generación (Oyama, Griffiths & Russell, 2001). De allí que las plantas y los animales sean portadores de microrganismos con los que establecen profun- das relaciones simbióticas en las que los genes no solo se trasfieren de forma ver-

tical (entre generaciones), sino también horizontal (entre especies) (Helmreich, 2009). En suma, como expone el postulado filosófico de Haraway (2008): “los compañeros no preceden a su relación; todo lo que es, es el fruto de llegar a ser con” (p. 17).

En síntesis, la invitación de la lectura multicausal del relacionismo con- siste en ver las cosas en medio de entramados de relaciones coyunturales, he- terogéneas e inestables, puesto que, como sostiene Hastrup (2013): “lo social constituye un conjunto, al que cosas humanas y no humanas, locales y globales, pertenecen igualmente” (p. 161). En consecuencia, es necesario que la antropo- logía aborde la interrelación del objeto de estudio con la multiplicidad de rela- ciones que lo entretejen, lo cual implica estudiar un mundo no dado, sino que se encuentra co-edificado con entidades no-humanas (Latour, 2008) en medio de flujos ambientales (Ingold, 2015a).

Evaluación crítica

El gran aporte de la lógica de la multicausalidad yace en que directamente pro- blematiza la oposición cultura/naturaleza. Tanto el biologicismo como el cultu- ralismo, e incluso la pretendida síntesis biocultural, ordenan sus modelos expli- cativos bajo una falsa retrospectiva debido a que parten de la premisa de que la percepción y la acción del sujeto se encuentran configuradas de antemano por genes y/o símbolos. Pero si el sujeto posee un guion que dictamina enteramente su existencia en el mundo, su interacción sería sumamente pobre y pasiva.

En oposición a lo anterior, los debates actuales de la antropología enfocados en la lógica los procesos permiten pensar que los sujetos existen y conocen el mun- do, no simplemente actuando instintivamente o desde los lentes culturales, sino por medio de la experiencia práctica con personas, artefactos, seres vivos no-humanos, paisajes, infraestructuras, etc. a partir de la cual se generan prácticas y conocimien- tos emergentes. En consecuencia, el aporte central del relacionismo es ver que la interacción con el mundo es activa y rica, más allá de los genes y símbolos, puesto que, ninguno de estos puede determinar mecánicamente el actuar en el mundo.

Ahora bien, en la lógica de los procesos se encuentran autores que clara- mente se diferencian en sus teorías, pero confluyen parcialmente en las mismas reflexiones, como es el caso de Latour e Ingold. El primero al analizar la media- ción activa del mundo material en vectores de acción de diferentes entidades, y el segundo, las fuerzas ambientales en las que estas se desarrollan. Ambas pro- puestas son los dos lados de una misma moneda. Para Latour (2008) los investi- gadores deben “seguir a los actores al moverse entre cosas” (p. 102) y para Ingold (2018) estos necesitan “seguir lo que está sucediendo, rastrear los múltiples ca- minos del devenir” (p. 14).

Las ideas expuestas hasta el momento poseen una implicación metodológica di- recta, la identidad del objeto de estudio, su contexto, las relaciones que lo atra- viesan y componen no se pueden establecer de antemano. Se debe suspender parcialmente la delimitación del fenómeno para seguir al objeto y mapear las re- laciones emergentes que lo constituyen. Por ello en su investigación en el Ártico Hastrup (2013:) expone:

[…] sería imposible llamar nuestra investigación como empírica si desatende- mos todo lo que no es explícitamente social o puede ser empaquetado como explicación social. Morsas, narvales, cuotas de caza, científicos naturales pro- yectando el cambio climático futuro, hielo marino, trineos de perros, turismo emergente […] todo esto y mucho más debe tomarse en cuenta si queremos mantener el nivel empírico (p. 157-158.

Ahora bien, en este punto es necesario evidenciar una debilidad en la lógica de los procesos. Esta estrategia analítica en sí misma no permite indagar en escalas de análisis, es decir, su interés por la conectividad impide reconocer dimensiones multicausales diferenciales. Ello se debe a que, como sostienen Candea, Cook, Trundle, & Yarrow (2015) Latour (igualmente Ingold), comprende las relaciones siempre como vínculos y no como cortes, idea que sí opera en Strathern.

Puntualmente, en el caso de Latour, Tsing (2010) expone que este teórico evita establecer un contexto en la investigación para seguir actores y no prejuzgar sus identidades. Pero es necesario no solo hacer asociaciones inmediatas, sino también asociaciones externas para efectuar un ejercicio de contraste e identificar patrones. Por ejemplo, las figuraciones filogenéticas requieren de un marco com- parativo, ya que para entender el ADN se necesitan diversos contextos ambien- tales para darle sentido a los datos. El contexto es necesario pues permite el en- cuentro de relaciones para identificar las formas y las trayectorias en la identidad de las cosas. Si se evita el contexto, como concluye Tsing en el caso de Latour, se producen “puntos ciegos problemáticos” (2010: 58).

La misma imposibilidad de cruzar contextos limita los postulados de Ingold. Por ejemplo, este antropólogo afirma que en el animismo no existe separación entre agencia y materialidad. Habría una continuidad entre estos dos dominios a razón de que la realidad se entiende en un devenir permanente (Ingold, 2016). El problema de los argumentos anteriores es que no explican por qué “los animistas”, piénsese en médicos tradicionales indígenas, hablan constantemente en términos naturalis- tas de cuerpo/alma y cultura/naturaleza. Al evitar contrastar múltiples contextos et- nográficos, Ingold no es capaz de dimensionar que dichas categorías son medios de traducción entre diferentes grupos humanos, en esa medida, se componen de prés- tamos, resignificaciones, malentendidos y, fundamentalmente, relaciones de poder. Solo desde múltiples escalas es posible darles sentido a los discursos animistas, al contrastar los juegos políticos de la identidad en el marco del multiculturalismo, el colonialismo y la globalización (Perdomo, 2018a, b, 2019a).

Para dimensionar la incompletud explicativa en la lógica de los procesos es necesario hacer una precisión metodológica. Existen dos tipos de compara- ciones en la investigación: la comparación lateral, que entrelaza entidades que comparten las mismas relaciones a pesar de ser diferentes; y la comparación frontal que contrasta entidades asimétricas y en esta tensión produce conoci- miento (Candea, 2016). Piénsese, por ejemplo, por un lado, que en los estudios estructuralistas se realizarían principalmente comparaciones laterales para en- contrar los patrones lógicos subyacentes en las diversas expresiones del pensa- miento humano (necesitan similitud para encontrar conectividad); por el otro, los estudios decoloniales ejecutarían esencialmente comparaciones frontales al contrastar cosmovisiones, políticas y sujetos del mundo moderno y no moderno (necesitan oposición para diferenciar) (Ver Gráfica 1).




Gráfica 1. Comparaciones laterales y frontales. Diseño propio

La distinción propuesta por Candea (2016) es la misma entre procesos y escalas, ambas son esencialmente estrategias metodológicas. Por un lado, los procesos establecen relaciones de igualdad entre elementos heterogéneos, como tiempos, espacios, seres humanos y no-humanos. Por el otro, las escalas iden- tifican fronteras lógicas entre diferentes entidades al señalar sus relaciones de diferencia por medio de la contraposición de planos analíticos disímiles. El gran desafío de la investigación, como se mostrará a continuación, yace en integrar equilibradamente los dos tipos de comparaciones.

De hecho, como indican Tsing (2010) y Morita (2013), los debates centra- les de la antropología comparativa se basan en la tensión metodológica entre los modelos de Latour (seguir conexiones) y Strathern (yuxtaponer perspectivas). La cuestión a resaltar es que si las investigaciones se focalizan en los procesos todo se puede conectar con todo (red sin corte en Latour, mundo en devenir para Ingold). Además, las comparaciones laterales como señala Candea (2016: 2013) poseen como falencia su imposibilidad de comparar “sin algún tipo de marco pluralista”, por ello se quedan atrapadas en la ramificación de la diferencia. Debido a lo ante- rior es necesario realizar las comparaciones frontales al pensar desde las escalas.

Escalas multidimensionales

La interconectividad multicausal no hace imposible delimitar los objetos de es- tudio y encontrar algún tipo de coordinación en su devenir, sino que hace de esta tarea un reto aún mayor. Si se considera a la vida social como un entretejido de procesos heterogéneos en confluencia y tensión, es necesario partir de un dispo- sitivo analítico capaz de conectar y cortar relaciones sin subsumir las entidades a un todo o sus partes, como lo hizo el holismo, el individualismo y el integracio- nismo. De lo contrario, se puede caer en diversos reduccionismos. Por ejemplo, como expone Clifford (2013), por un lado, el reduccionismo funcionalista que explica la diferencia humana como producto de macro-sistemas de poder, por el otro, el reduccionismo etnográfico que al evitar la generalización cae en el no- minalismo, o al buscar congregar estructuras globales y agencias locales termina seleccionando de antemano un punto de vista de análisis privilegiado.

Para comprender el exceso de sentido en los datos, es decir, la heteroge- neidad de relaciones que no se pueden captar mediante la lógica de los procesos, se debe pensar de forma multidimensional con el propósito de “trabajar en escalas múltiples y entre historias discrepantes, comprometiéndonos con la multiplicidad y la contradicción habitando la paradoja” (Clifford, 2013: 49). Para ello es nece- sario, como nos invita Strathern (2004), pasar del énfasis plural a uno postplural, bajo el cual un fenómeno no se conoce simplemente desde múltiples puntos de vista, sino que desde dicha perspectiva el fenómeno es inherentemente múltiple. De allí se deban desarrollar diferentes focos de análisis e instrumentos de in- vestigación para identificar la interconexión parcial entre dimensiones analíticas que no poseen jerarquías ya que ninguna agota la explicación del fenómeno. A continuación, se explorarán los tres principios básicos de la lógica de las escalas.

3.1 Vínculos globales y perspectivas emergentes

El trabajo de Tsing (2005) se estructura por medio de la lógica postplural al seña- lar que lo local no es autónomo ni subsumido por lo global. Al contrario, propone pensar las conexiones globales en términos de fricciones, entendidas como “Las cualidades incómodas, desiguales, inestables y creativas de la interconexión a través de la diferencia” (p. 4). Con este concepto se busca señalar las diversas tensiones que limitan y posibilitan el movimiento y existencia de fuerzas que conectan, transitan, traducen y reinventan las relaciones locales y globales.

En sus estudios en Indonesia, Tsing (2005) analiza la relación entre el capital internacional con intereses extractivistas, las apuestas estatales en torno a la construcción de nación y las concesiones regionales. Estas tres escalas fueron tomadas como niveles analíticos y etnográficos autónomos, con entrelazamientos parciales e inestables, articulados por medio de la imagen de la naturaleza como

lugar vacío que permitía el resurgir económico del país. Es por esto por lo que Tsing (2005) nos invita a identificar que lo global y lo local se entrelazan no de forma mecánica y pasiva, sino por medio de fricciones, es decir, conexiones par- ciales. En consecuencia: “los mundos globales que más nos afectan son aquellos que gestionan vínculos productivos con otros proyectos de hacer-escalas” (p. 58). En esta medida, las relaciones globales son las que, desde lo local, y sin renunciar a su especificidad, crean y sostienen mayores vínculos con múltiples espacios, tiempos y agentes. Hacer-escalas implica contextualizar, traducir, conectar y am- pliar relaciones.

En sintonía con las reflexiones sobre las escalas, Hastrup (2004, 2005, 2013) señala que las personas contextualizan permanentemente sus experiencias y conocimientos, es decir, construyen nuevos marcos de interpretación de sus experiencias desde diferentes perspectivas al hacer conexiones entre diferentes preguntas, experiencias, tiempos, objetos y lugares. En esta medida no hay una estructura fija y compartida en el mundo social, algo así como una cultura es- pecífica y cerrada que ordene al individuo, sino puntos de vista emergentes y dinámicos.

Si las perspectivas sobre el mundo hacen-escala, es decir, surgen en me- dio del cruce de contextos, las experiencias de campo del antropólogo son insu- ficientes para describir y explicar plenamente las relaciones sociales, puesto que los datos empíricos son considerados como tal, y tienen sentido dentro de un marco interpretativo inestable y contextual que los conecta, los diferencia y les da una identidad. En consecuencia, las conexiones realizadas por el investigador: “no están respaldadas tanto por una experiencia de la cultura como por una ex- periencia de la contingencia de los marcos dentro de los cuales todos juegan su parte” (Hastrup, 2004: 467-468). Hastrup (2013) ofrece un potente ejemplo para indagar en este argumento. En una conversación con una anciana en el Ártico esta mujer:

[…] revisó una vida casi completa, invisible para mí y obviamente narrada solo en fragmentos. Sin embargo, sentí el fuerte flujo de la vida en un entorno muy demandante vinculando su agencia estrechamente con las materialidades del cli- ma y el viento, la escarcha y el deshielo, los trineos y los perros, los parientes hambrientos, y la vida en diferentes lugares y en diferentes momentos en el tiem- po. Esto me recordó que lo social es un campo compuesto de personas, acciones y mediaciones. Dentro de la conversación, las lámparas de grasa de balleno, el mérgulo, los lugares lejanos y los familiares y amigos que hace mucho partieron, las preocupaciones climáticas inmediatas y mucho más, se convirtieron en vehí- culos de su historia justo como la grabadora se convirtió en un vehículo de mis propios pensamientos posteriores. El momento de la inmersión me llevó tanto a su historia como a mi propia narrativa etnográfica (p. 152).

La descripción anterior permite entender que los datos se organizan y

toman sentido por medio de contextos emergentes, es decir, a través de escalas

por medio de las cuales las personas y los investigadores se posicionan para interpretar la realidad. De allí que los datos de campo no tengan un significado intrínseco, sino uno relacional y contextual, por lo que siempre están abiertos a su actualización. Por ejemplo, en el estudio sobre la comprensión en la biología de las “formas de vida” Helmreich (2016) sostiene:

Son el resultado de cómo los fenómenos son contextualizados, ya sea con res- pecto a ecologías normales o exóticas, con referencia a genealogías, o a través de la recalibración de las relaciones de partes y todos. La “forma” en “forma de vida” es un signo del enfoque metodológico y teórico (p. 12).

Las cosas como relaciones

Con base en su trabajo etnográfico en Melanesia, Strathern (1988, 1996, 2004) propuso un nuevo modelo lógico para la antropología en el que cada entidad debe ser entendida como producto de la condensación de relaciones, pero a su vez como parte de un entretejido de otras relaciones articuladas para formar otras entidades. De esta manera que una cosa puede tener múltiples identidades en la medida en que “Cada elemento individual que parece componer la pluralidad de elementos vistos a distancia en una inspección cercana resultan estar compues- tos de una pluralidad similar que exige un tratamiento comprensivo” (Strathern, 2004: XV).

Según el modelo propuesto existirían diferentes planos analíticos super- puestos en el que: “En cada nivel la complejidad se replica a sí misma en escalas de detalle” (p. XVI). Un ejemplo que resuena con estas ideas lo proporciona Halbmayer (2012) al otro extremo del planeta. Este antropólogo analiza cómo en las cosmovisiones amazónicas no se concibe un universo cerrado y sistemático, sino una multiplicidad de mundos que producen diferentes niveles de sentido no jerárquicos, por ello: “tales cosmologías no forman un universo integrado, sino un multiverso de mundos interrelacionados y coexistiendo” (p. 115).

Cada entidad para Strathern existiría dentro de y componiendo múltiples relaciones con su propia autonomía, pero se interconectan parcialmente. De esta forma hay una “conectividad que atraviesa el interior y el exterior de los objetos” (Morita, 2013: 12). En otras palabras, para esta Strathern “la infinidad va en do- ble sentido” (Holbraad & Pedersen, 2009: 374), puesto que:

Todo es a su vez más y menos que sí mismo. “Más” porque lo que luce como una “cosa” en la metafísica pluralista resulta, postpluralmente, estar compuesto de otras cosas -infinidad hacia adentro- y “menos” porque a la vez también con- tribuye a la composición de otras cosas -infinidad hacia afuera (p. 374).

Las reflexiones sobre las escalas en la teoría contemporánea señalan que es im- posible identificar un todo y sus partes, por ello el trabajo de Strathern (2004) “desorienta a sus lectores yuxtaponiendo muchas combinaciones de relaciones

contextuales que se vuelve imposible para el lector imaginar el análisis apoyado en un solo conjunto” (Tsing, 2010: 58). Una cosa existe a través de las múltiples relaciones que la constituyen y extienden, por ello no se puede partir de un punto de análisis privilegiado. La consecuencia de estas ideas es que la escala no separa las cosas del contexto, sino que, de hecho, las cosas son sus propias escalas de comparación:

La distinción pluralista entre las cosas y las escalas que las miden también se derrumba en sí misma: diciendo que las diferencias deben considerarse inter- nas en lugar de externas a las comparaciones implica también que no existe un punto postplural externo desde el cual las comparaciones se podían ver, medir o, de hecho, comparar. Entonces, las comparaciones son, si se quiere, cosas que actúan como sus propias escalas - cosas que escalan y, por lo tanto, se comparan a sí mismas (Holbraad & Pedersen, 2009: 376).

La idea anterior se puede comprender por medio del caso de estudio de Morita (2013) sobre los cultivadores rotatorios en Tailandia. Al yuxtaponer perspecti- vas entre los actores involucrados en esta máquina se observa que su estructura técnica encarna los diferentes contextos que la rodean, por lo cual el objeto es la escala misma de comparación:

La comparación que evocó el cultivador rotativo era inseparable de la materia- lidad de la máquina; la comparación residía dentro de la máquina misma, que simultáneamente encarnaba las relaciones con el entorno japonés y se vio obli- gado a establecer nuevas relaciones con su nuevo entorno. En la colisión entre las relaciones encarnadas y las reales, la máquina misma evocó una compara- ción desde su interior sin recurrir a ninguna escala externa (p. 16).

No es que, simplemente, en un objeto se articulen diferentes escalas, sino que el objeto es las escalas en tensión, de allí que debemos: “no solo ver las relaciones entre cosas, sino también las cosas como relaciones” (Strathern, 1995:18). Por ello, por ejemplo, ampliando las ideas anteriores, Pedersen & Nielsen (2013) afirman en su investigación en Mozambique y Mongolia que los sobres y las ca- rreteras pueden operar como escalas analíticas de comparación temporal, puesto que: “conectan y desconectan al mismo tiempo y por lo tanto exponen el flujo continuo de relaciones a través de las cuales varias formas de la vida social parti- cipan y desaparecen” (p. 137). De forma afín, Helmreich (2009) en la descripción de su inmersión al fondo marino en un submarino expone que:

Grabar automáticamente un discurso permite escucharlo más tarde, contribu- yendo a la noción de que el sonido es inmediato, un signo fugaz de la realidad misma. Mirando mi grabadora, reproduzco en mi cabeza una frase de una con- versación que tuve a bordo del Atlantis con el microbiólogo Jim Holden […] “Los microbios”, me indicó, “pueden ser pequeñas grabadoras de su entorno”. Así sucede con Alvin (submarino en el que se encuentra a bordo): una gran grabadora de su entorno. Los submarinos en la naturaleza y los microbios en la cultura se han convertido en dispositivos emparentados de información-proce- samiento, sus cuerpos inscritos por los lugares donde han estado (2009: 221).

Resonando con las ideas anteriores, Harvey, Bruun & Morita (2017) sostienen que las infraestructuras no tienen escalas delimitadas, sino que estas son pro- ducto de la modificación de infraestructuras. Este proceso no consiste en sim- plemente extender las infraestructuras en el espacio, sino en construir el espacio mismo y sus relaciones por medio de las infraestructuras, por ello: “En lugar de un margen respondiendo al centro, nos enfrentamos a una imagen fractal, en la que una multiplicación de los márgenes y los centros proliferan junto con la in- fraestructura desarrollada” (p. 17).

Sistemas autoorganizados

Una idea central de Strathern (1996) es que las relaciones poseen tres caracte- rísticas centrales. La primera, cada una permite dar cuenta de las relaciones en su entorno y este grupo de se puede extrapolar, es decir, la fuerza organizante de un conjunto de relaciones permite conectar otro tipo. Por ejemplo, el parentesco puede ser el medio de referencia para guiar múltiples aspectos de la vida social, esta es la cualidad holográfica de las relaciones.

La segunda, las cosas necesitan de otras entidades para concretarse, en otras palabras, no existen por sí mismas, sino que dependen de otras relaciones, de este modo, órdenes diferentes se articulan sin sacrificar su diferencia. Por ejemplo, el género necesita de múltiples referentes de la vida social para tener sentido, nunca es sobre sí mismo, o como sostiene Tsing (2015): “las trayectorias variadas obtie- nen un sostén la una en la otra” (p. 83), esta es la cualidad de complejidad. Y, por último, cuando se articulan las cualidades anteriores se forman sistemas abiertos con propiedades auto-organizadoras, es decir, patrones emergentes. Por ejemplo, para Tsing (2015), los paisajes son productos emergentes resultado de diseños in- voluntarios, “de la superposición de actividades de hacer-mundos de muchos agen- tes, humanos y no humanos. El diseño es claro en el ecosistema del paisaje. Pero ninguno de los agentes ha planeado este efecto” (p. 152).

Las premisas anteriores poseen una gran productividad analítica a razón de que invitan a problematizar la idea de totalidades lógicas en las ciencias socia- les. Según esta nueva perspectiva el capitalismo no es entendido como un sistema enteramente coherente y omnipresente, a razón de que según Tsing (2015), el comercio de los hongos Matsutake en Japón y Estados Unidos, por un lado, se reinventa y traduce en su movilización (véase aquí las cualidades holográficas) y, por el otro, depende de sistemas de valor no-capitalistas para subsistir. Por ello Bear, Ho, Tsing & Yanagisako (2015) exponen que múltiples relaciones, que no son de mercado forman el capitalismo, como paisajes, seres vivos no-humanos, afectos y parentescos que se traducen en capital (véanse aquí las cualidades de complejidad). Por este motivo el capitalismo no posee un origen, estructura, rit- mo y destino fijado de antemano, sino uno emergente dada su heterogeneidad e inestabilidad (propiedades auto-organizadoras).

Igual que el capitalismo, es posible comprender otros sistemas sociales como abiertos compuestos por redes de relaciones. Rocheleau (2011) en su estu- dio de la federación Zambrana-Chacuey en República Dominicana, expone que esta organización se constituye por medio de la creación y el mantenimiento de redes policéntricas entrelazadas: territorios (montañas, ríos, tierras), seres vivos (plantas, animales), actores heterogéneos (familias, asociaciones, instituciones), tecnologías (máquinas, infraestructuras), relaciones de poder complejas (más allá de la coerción) y prácticas de organización (resistencia y gobernanza).

Rocheleau (2011) agrega que las acciones de la federación se dirigían y se disputaban dentro de la negociación de estas redes las cuales fueron posibles al operar “saltando escalas” (p. 223), es decir, integrando grupos de personas, de espacios comunes y al conectar grupos alejados por medio de valores, además de metas parcialmente compartidas. Lo potente de pensar bajo escalas es que este tipo de vínculos sociales se estudian considerando la: “interacción involu- crando la colaboración, el malentendido, la oposicion y el diálogo. La atención a estos procesos proporciona una alternativa a la conflación de varias demandas, proyectos y agentes que hacen-escala” (Tsing, 2000: 348). De este modo las in- vestigaciones amplían su comprensión de las relaciones sociales más allá de la suposición de homogeneidad y consenso.

Un elemento final por resaltar es que en las dinámicas políticas de esta federación: “La lucha por la tierra era más que por la tierra y la tierra era más que propiedad privada” (Rocheleau, 2011: 225). Esta afirmación permite retomar las ideas de Strathern (2011), debido a que evidencia que una cosa es más que sí misma. En este caso, la defensa territorial sirve para concebir, reivindicar y con- densar otras demandas, como clase, género, antiimperialismo, etc. (propiedades holográficas) y, a su vez, necesita de otras relaciones para edificarse. Requiere del ensamble de múltiples agentes para que las reivindicaciones sociales tengan sostén político (propiedades de complejidad). De allí que surgieran propiedades auto-organizadoras en la federación, una coordinación que marca tendencias de acción que trascienden la planificación individual en el sentido de que:

[…] no era una simple organización, sino una manifestación específicamente flexible, dinámica y auto-organizada de redes de relación mucho más profundas y más amplias, tanto en el sentido social como en términos de ensamblajes de actores y redes que cruzando líneas “naturales” y “culturales” (p. 213).

Por medio de los estudios guiados por un pensamiento escalar, es posible aban- donar la idea de un todo coherente sin renunciar a la búsqueda de tendencias en los fenómenos. Las escalas permiten dimensionar que la contingencia no implica azar, en medio de las redes de articulación surgen patrones de comportamiento generado por yuxtaposición de múltiples ordenes de relaciones.

Evaluación crítica

Pensar el debate cultura/naturaleza desde las escalas permite corregir las falen- cias analíticas de la lógica de los procesos. Si bien, desde una lectura multicausal se abandona la oposición entre naturaleza y cultura, dicha estrategia se encuentra en riesgo de caer en el monismo ontológico, fusionar acríticamente las relaciones en una simetría ontológica que no diferencia relaciones, es decir, todo se conecta con todo (debilidad de los postulados de Ingold y Latour). Ahora bien, desde la lógica de las escalas es posible diferenciar dominios analíticos que poseen su propia autonomía, pero están constitutivamente relacionados.

Por ejemplo, es útil analíticamente diferenciar parcialmente entre: el pla- no biofísico en el que las cosas inorgánicas y orgánicas poseen agencia sin inten- cionalidad (Hornborg 2015, 2017) como el cuerpo mismo (Frost, 2011); la sig- nificación práctica, en la cual todos los seres vivos en diferentes grados poseen un punto de vista y dan sentido al mundo más allá de lo simbólico (Ingold, 2000; Kohn, 2013); y el marco simbólico como cualidad exclusivamente humana, que se enmarca en convenciones arbitrarias estructuradas en la lógica del lenguaje. De esta forma, antes de unificar la materia, la significación y las convenciones humanas, es necesario discernirlas para poder explicar sus conexiones parciales.

Al tomar solo una escala se genera la ilusión de que desde esta se puede dar sentido a los datos de los estudios científicos (falencia del biologicismo y culturalismo e incluso de los teóricos del relacionismo). Pero la complejidad en el entrelazamiento parcial entre estas escalas impide que quien investiga tome una línea base de interpretación, puesto que, cada dimensión se debe colocar en tensión con las demás para ordenar el exceso de sentido en los datos (Ver Gráfica 2.). Debido a lo anterior, la metodología de la investigación científica necesita diferenciar los procesos multicausales mediante escalas multidimensionales.

Por ejemplo, un objeto tiene existencia en sí mismo y agencia más allá de las experiencias y representaciones humanas, pero a su vez, su significación surge en la interacción sensible, es decir, mediante las prácticas compartidas; y simultáneamente, el objeto se interpreta parcialmente mediante convenciones discursivas. El desafío para el investigador consiste mapear los pesos diferencia- les de cada escala, de allí que solamente al contrastarlas sea posible explicar la heterogeneidad, el dinamismo y la complejidad del mundo social.




Gráfica 2. En la izquierda se observa un énfasis plural en contraste con uno postplural al lado derecho. Las líneas negras representan la delimitación del fenómeno y las flechas de colores sus posibles dimensiones de análisis. Tomado de: Perdomo 2019a.

Ahora bien, como cierre valga aclarar que si hay un centramiento excesivo en las escalas los datos se encasillan en contextos estáticos los cuales cortan su conec- tividad con otros datos. Por este motivo es por el que toda comparación frontal conduce a la generalización mediante la homogeneización (Candea, 2016). Para salir de esta tensión es necesario dimensionar que, aunque toda comparación frontal parte primero de una lateral, ambas se necesitan:

Sus fallas tanto como sus fortalezas se complementan y apoyan mutuamente. La comparación frontal se basa en comparaciones laterales para sus puntos de extensión más amplios; por comparaciones laterales esta viaja, es limitada y juz- gada. Las comparaciones laterales comienzan y terminan con desafíos frontales para sus dispositivos de enmarcado siempre reimaginados. En la comparación frontal nos ponemos a nosotros mismos en prueba. En comparación lateral nos ponemos el uno al otro en prueba. Los dos movimientos son mutuamente cons- titutivos. Su danza es la danza del conocimiento antropológico (Candea, 2016: 213-214).

Conclusiones

La labor investigativa requiere de la objetivación reflexiva de los esqueletos ló- gicos que, a lo largo de la historia de las ciencias sociales, limitan y posibilitan la percepción y la conceptualización de los objetos de estudio. Respondiendo a dicha tarea, el presente escrito sintetizó los aportes centrales del relacionismo, un nuevo referente mereológico que comienza a posicionarse como marco lógico de los debates antropológicos contemporáneos invitando al abandono de lo conside- rado como el todo y las partes.

Para identificar panorámicamente los postulados de esta nueva vertiente se agruparon teóricos que, en medio de sus diferencias, comparten un horizonte intelectual común al señalar: primero, que el objeto de estudio posee un esta-

tus ontológico emergente; segundo, que a partir de la multicausalidad es posible estudiar el entrelazamiento de relaciones; por último, que, para no ver solo re- laciones de conexión, sino también de corte, es necesario partir de un enfoque multidimensional.

El énfasis en los procesos y las escalas conduce a una nueva apertura investigativa la cual invita a no ir a campo con categorías abstractas que prefigu- ren el fenómeno a estudiar. Por el contrario, busca desarrollar una sensibilidad lógica, permitiendo mapear detenidamente la particularidad e interconexión del fenómeno que hacen del objeto de estudio una entidad recontextualizada perma- nentemente. Si de antemano se elimina el todo y las partes, es posible explicar el exceso de sentido en los datos de campo, es decir, la multiplicidad de relaciones que se condensan en las cosas dotándolas de sostén, identidad y fuerza. Por ello “Para aprender sobre un ensamblaje, uno desenreda sus nudos” (Tsing, 2015: 83).

En síntesis, el reto del relacionismo consiste en mantener una tensión dia- léctica entre los procesos y las escalas al identificar simultáneamente conexiones y diferencias entre humanos y no-humanos para no caer ni en el dualismo ni en el monismo ontológico. Ahora bien, el lector está llamado a operacionalizar estos debates por medio de la experimentación para así poder evaluar los desafíos, los aportes y los límites de esta nueva mereología. La renovación de la antropología hoy nos convoca a seguir atenta y críticamente el trazado de nuevas rutas de co- nocimiento que pueden nutrir reflexivamente los debates lógicos de las ciencias sociales. ֍

Material suplementario
Referencias
BEAR, LAURA et al. (2015). “Gens: A Feminist Manifesto for the Study of Cap- italism.” Recuperado de https://culanth.org/fieldsights/652-gens-a-femi- nist-manifesto-for-the-study-of-capitalism
CALLON, MICHEL (1986). “Some elements of a sociology of translation: do- mestication of the scallops and the fishermen of St Brieuc Bay”. En: Pow- er, action and belief: a new sociology of knowledge? London: Routledge.
CANDEA, MATEI et al. (2015). “Introduction: reconsidering detachment”. En: Matei Candea, et al (editores). Detachment: essays on the limits of rela- tional thinking. Manchester: Manchester University Press.
CANDEA, MATEI (2016). “De deux modalités de comparaison en anthropolo- gie sociale”. En: L’Homme. Núm 2.
CLIFFORD, JAMES (2013). Return. Becoming Indigenous in the Twenty-First Century. Harvard University Press, Usa.
FROST, SAMANTHA (2011). “The Implications of the New Materialisms for Feminist Epistemology”. En: H.E. Grasswick (editor). Feminist Epis- temology and Philosophy of Science: Power in Knowledge. London: Springer.
HALBMAYER, ERNEST (2012). “Amerindian mereology: Animism, analogy, and the multiverse”. En: Indiana.
HARVEY, PENNY; CASPER BRUUN JENSEN & ATSURO MORITA (2017). “Introduction: Infrastructural complications. En: Infrastructures and So- cial Complexity: A companion. New York: Routledge
HARAWAY, DONNA (2008). “When Species Meet: Introductions”. En: When species meet. University of Minnesota Press, United States of America
HASTRUP, KIRSTEN (2004). “Getting it right. Knowledge and evidence in an- thropology”. En: Anthropological Theory. Vol 4.
HASTRUP, KIRSTEN (2005). “Social anthropology. Towards a pragmatic enli- ghtenment?” En: Social Anthropology. Vol 13, Núm. 2.
HASTRUP, KIRSTEN (2013). “Scales of attention in fieldwork: Global connec- tions and local concerns in the Arctic”. En: Ethnography. Vol.14, Núm. 2.
HELMREICH, STEFAN. (2009). “Alien ocean”. En: Anthropological voyages in microbial seas. Los Angeles: University of California Press
HELMREICH, STEFAN. (2016) Sounding the limits of life: Essays in the an- thropology of biology and beyond. Princeton: Princeton University Press
HOLBRAAD, MARTIN & MORTEN ALEX PEDERSEN (2009). “Planet M: The intense abstraction of Marilyn Strathern”. En:Anthropological Theo- ry. Vol. 9, Núm. 4.
HORNBORG, ALF (2015). “The political economy of technofetishism. Agency, Amazonian ontologies, and global magic”. En: Journal of Ethnographic Theory. Vol. 5, Núm. 1.
HORNBORG, ALF (2017). “Artifacts have consequences, not agency: Toward a critical theory of global environmental history”. En: European Journal of Social Theory. Vol. 20, Núm. 1.
HUGH-JONES, STEPHEN (2018). “Su riqueza es nuestra riqueza: perspectivas interculturales de objetos o gaheuni”. En: Michael Kraus, Ernst Halb- mayer & Ingrid Kummels (editores). Objetos como testigos del contac- to cultural. Perspectivas interculturales de la historia y del presente de las poblaciones indígenas del alto río Negro (Brasil/ Colombia). Berlin: Gebr. Mann Verlag.
INGOLD, TIM & ELIZABETH HALLAM (2007). Creativity and cultural im- provisation. Oxford: Berg
INGOLD, TIM (2000). The Perception of the Environment. Essays on livelihood, dwelling and skill. London: Routledge.
INGOLD, TIM (2003). “Two reflections on ecological knowledge”. En: Nature Knowledge: Education, Cognition, Identity. Glauco Sanga y Gherardo Ortalli (editores). New York: Berghahn.
INGOLD, TIM (2011). Being Alive. Essays on movement, knowledge and de- scription. New York: Routledge.
INGOLD, TIM (2013). “Prospect”. En: Tim Ingold & Gísli Pálsson (editores). Biosocial Becomings. Integrating Social and Biological Anthropology. New York: Cambridge University Press.
INGOLD, TIM (2015a). Lineas: Una breve historia. Barcelona: Gedisa.
INGOLD, TIM (2015b).The Life of Lines. New York: Routledge.
INGOLD, TIM (2016). “A Naturalist Abroad in the Museum of Ontology: Phili- ppe Descola’s Beyond Nature and Culture”. En: Anthropological Forum. Vol 26, Núm. 3.
INGOLD, TIM (2018). Anthropology and/as education. New York: Routledge.
KOHN, EDUARDO (2013). How forests think. Toward an anthropology beyond the human. Los Angeles: University of California Press.
LATOUR, BRUNO (1995). “¿Tienen historia los objetos? El encuentro de Pasteur y de Whitehead en un baño de ácido láctico”. En: Isegoría. Núm. 12.
LATOUR, BRUNO (2007). Nunca fuimos modernos: Ensayos de antropología simétrica. Argentina: Siglo XXI Editores.
LATOUR, BRUNO (2008). Reensamblar lo social: Una introducción a la teoría del actor-red. Buenos Aires: Ediciones Manantial.
MOL, ANNEMARIE (2002). Body multiple. Ontology in medical practice. United States of America: Duke University Press.
MOL, ANNEMARIE y JOHN LAW (2012). “Acción encarnada, cuerpos actua- dos. El ejemplo de la hipoglucemia”. En: Cuerpos y Diferencias. Rebeca Ibáñez Martín y Eulalia Pérez Sedeño (editoras). Madrid: Plaza y Valdes.
MORITA, ATSURO (2013). “The Ethnographic Machine: Experimenting with Context and Comparison in Strathernian Ethnography”. En: Science, Te- chnology, & Human Values. Vol. 39, Núm. 2.
OYAMA SUSAN; PAUL GRIFFITHS & RUSSELL GRAY (2001). “Introduction: What Is Developmental Systems Theory?” En: Susan Oyama, Paul E. Griffiths and Russell D. Gray (editores). Cycles of Contingency: Developmental Systems and Evolution. Massachusetts, United States of America: Institute of Technology.
PEDERSEN, MORTEN AXEL & MORTEN NIELSEN (2013). “Trans-temporal Hinges: Reflections on an Ethnographic Study of Chinese Infrastructural Projects in Mozambique”. En. Social Analysis. Vol. 57, Núm. 1.
PERDOMO MARÍN, JUAN CAMILO (2018a). “Expresiones mítico políticas del animismo”. En: Revista Chilena de Antropología. Núm. 38.
PERDOMO MARÍN, JUAN CAMILO (2018b). “Todas las tradiciones inmuta bles se transformaron anteayer”. Tras la (re)invención del chamanismo”. En: Revista Sociedad y Religión. Vol. 28.
PERDOMO MARÍN, JUAN CAMILO (2019a). “Bebiendo los cabellos de Dios. Aproximaciones teórico–metodológicas a las ceremonias de yagé en Co lombia”. En: Boletín de Antropología. Vol. 34, Núm. 57.
PERDOMO MARÍN, JUAN CAMILO (2019b). “Agencias, mundos y ontologías como escenarios de problematización de la antropología contempo- ránea”. En: Maguaré. Vol. 33, Núm, 2.
PERDOMO MARÍN, JUAN CAMILO (2020). “La ramificación ontológica: evaluación crítica de la antropología contemporánea”. En: Hallazgos. Vol. 17, Núm. 34.
REES, TOBIAS; THOMAS BOSCH, & ANGELA DOUGLAS (2018). “How the microbiome challenges our concept of self”. En: PLOS Biology. Vol. 16, Núm. 2.
ROCHELEAU, DIANE (2011). “Rooted Networks, Webs of Relation, and the Power of Situated Science: Bringing the Models Back Down to Earth in Zambran”. En: Mara, Goldman, Paul Nadasdy & Matthew D. Turner (editores). Knowing Nature: Conversations at the Intersection of Political Ecology and Science Studies. Chicago: University of Chicago Press.
SANTOS-GRANERO, FERNANDO (2008). “Introduction. Amerindian cons- tructional views of the world”. En: The occult life of things. Native Ama- zonian theories of materiality and personhood. Tugson: University of Arizona.
SCHREMPP, GREGORY (2018). “The possibility of life,” En: HAU: Journal of Ethnographic Theory. Vol. 8, Núm. 3.
STRATHERN, MARILYN (1988). The gender or the gift. Los Angeles: Univer- sity of California press.
STRATHERN, MARILYN (1995). “The Relation: Issues in Complexity and Scale”. En: Pamphlet. Núm. 6. Cambridge: Prickly Pear,.
STRATHERN, MARILYN (1999). “The ethnographic effect 1”. En: Property, substance an effect. Anthropological essays of persons and things. Lon- don: The Athlone press..
STRATHERN, MARILYN (2004[1991]). Partial Connections, Updated Edition. Altamira Press.
TAUSSIG, MICHAEL (1993). Mimesis and alterity. a particular history of the senses. Routledge, New York.
TSING, ANNA (2000). “The Global situation”. En: Cultural Anthropology. Vol. 15, Núm. 3.
TSING, ANNA (2005). Friction: An Ethnography of Global Connection. United States of America: Pricenton University Press.
TSING, ANNA (2015). The mushroom at the end of the world. On the Possibility of Life in Capitalist Ruins. United Kingdom: University Press,.
WAGNER, ROY (1981). The invention of culture. Chicago: University of Chi- cago press.
WOLFE, ERIK (2005). Europa y la gente sin historia. México: Fondo de Cultura económica
Notas






Buscar:
Contexto
Descargar
Todas
Imágenes
Visor de artículos científicos generados a partir de XML-JATS por Redalyc