Artículos liminales
Recepción: 24 Febrero 2020
Aprobación: 17 Noviembre 2020
Resumen: El ritual de boda es una construcción antropológica plasmada en simbologías que im- pactan la conciencia individual y colectiva de sus participantes. El presente artículo des- cribe y busca comprender las características del mismo en el caso de Almoloya del Río, municipio del Estado de México. La aproximación etnográfica a este ritual identifica la manera en que los ritos que lo componen permiten construir una estructura compleja que abona al sistema cultural tangible e intangible. Su principal aportación es la docu- mentación del conjunto de prácticas y su significado ritual a través del testimonio de sus participantes. En este texto se caracterizan detalladamente las tres etapas del ritual de boda que se practican en dicho municipio desde mediados del siglo XX y hasta la fecha, aunque con una tendencia a la modificación/desaparición.
Palabras clave: Ritual de boda, rito de paso, simbolismo, matrimonio, novios.
Abstract: The wedding ritual is an anthropological construction based on symbologies that im- pact individual and collective consciousness. This article describes those of this ritual in the case of Almoloya del Río, municipality of the State of Mexico. The ethnographic approach to this ritual identifies the way in which the rites that compose it allow the construction of a complex structure. His main contribution is the documentation of the set of practices and their ritual significance, through the testimony of their participants. This text characterizes the three stages of the wedding ritual that have been practiced in Almoloya del Río since the mid-twentieth century and to date, although with a tendency to change / disappear.
Keywords: Wedding ritual, rite of passage, symbolism, marriage, bride and groom.
Introducción
La relevancia de aquello que constituimos en objeto de estudio reside en su signi- ficación, tanto para quien investiga como para quien participa del hecho (Santos, 1988). En este sentido, para la perspectiva cristiana, el matrimonio “es una insti- tución divina de primordial importancia que, de acuerdo con la Escritura, nos fue dada por Dios mismo” (Hasel, 2015: 16). De tal manera que, la celebración del matrimonio en forma religiosa es una materia digna de atención en la medida que significa algo especial para algunos grupos poblacionales. Es verdad que en Mé- xico la tasa de nupcialidad ha venido a la baja y, de acuerdo con los registros del INEGI (2018), en las últimas dos décadas el número de matrimonios pasó de 707 mil (para el año 2000) a 501 mil (para el año 2018). Sin embargo, la construcción antropológica y sociológica de la institución del matrimonio a través de la boda religiosa sigue teniendo importancia en términos de investigación, sobre todo en lo que se refiere al sentido que le es atribuido y que justifica las prácticas sociales que de ello se desprenden (Lalanda, 2002).
El presente artículo se enfoca en el ritual de boda. Lo que se ofrece en este texto es el resultado de una investigación sobre tal práctica en el municipio de Almoloya del Río, perteneciente al Estado de México, en la zona centro de la República Mexicana. La indagación es de tipo etnográfico y tiene como inten- ción documentar de modo descriptivo la manera en que se realiza el ritual de la boda en la cabecera municipal de dicha demarcación, mostrando cómo el mismo es producto del sincretismo entre el mundo prehispánico y el universo simbólico introducido tras la conquista de Mesoamérica, así como la dinámica sociocultural de los últimos tiempos. En este estudio se reconoce a la celebración de boda como el ritual de paso que reúne a su vez los tres tipos de ritos que aportó Van Gennep (2008): de separación, de margen y de agregación, los cuales se manifiestan en el ámbito religioso y en el social, que a su vez se impregnan en el imaginario de los contrayentes y se imponen simbólicamente en su vida matrimonial.
Recursos teóricos para la investigación
Hay dos premisas en el punto de partida del estudio: la primera es que una fa- milia o alguna institución determinada, así como cualquier organización en la que interactúen de manera permanente un grupo de personas pueden estudiarse etnográficamente; y, la segunda, que el ser humano revela su cosmovisión me- diante rituales, pues, en ellos involucra y promueve significados que regulan la vida individual y colectiva. A partir de ello se recuperó lo explicado por Turner (1980) al identificar dos tipos de símbolos dentro de todo ritual: dominantes o estructurales e instrumentales o variables. Los primeros tienden a ser fines por sí mismos, poseen un alto grado de consistencia y son permanentes en su aparición a través del ritual, los grupos del culto se movilizan en torno a ellos. Los segun-
dos, se usan como medios implícitos y explícitos en cada ritual.
Para abordar lo que corresponde al ritual de la boda es preciso señalar que cualquier tipo de ritual puede estar constituido por elementos terrenales y espi- rituales. El mismo Turner (1980) concibe al ritual como “una conducta formal prescrita en ocasiones no dominadas por la rutina tecnológica y relacionada con la creencia en seres o fuerzas místicas” (p. 21). En su texto La selva de los símbo- los (1980) explica que los símbolos rituales poseen tres tipos de propiedades: la condensación (que permite la múltiple representación de cosas y acciones entre los individuos participantes del ritual), la unificación (donde se unen los signi- ficados mediante analogías y asociaciones) y la polarización de sentidos (donde involucra la ideología y las emociones). Este tipo de propiedades se hacen pre- sentes principalmente en los símbolos dominantes e instrumentales.
El hombre durante su evolución social y cultural ha creado todo tipo de ritos que forman parte de su vida cotidiana. La articulación de los mismos es la que da vida a los rituales, entendidos como “acto ceremonial de tipo especial que supone cierta inclinación de la sensibilidad y una cierta orientación mental” (Van Gennep, 2008: 14).
Ese ser humano que evoluciona dentro de un contexto social, durante su proceso de vida inevitablemente cruza por distintas etapas marcadas por un rito que delimita su posición y le permite pasar a la subsecuente. Algunas de dichas etapas están señaladas dentro de un plano espiritual, religioso y social, como el nacimiento, bautizo, primera comunión, confirmación, adolescencia, pubertad, noviazgo, matrimonio, paternidad, graduación, jubilación, viudez (Neila, 2011), por citar algunas. Este paso que marca el cambio de rol, generalmente se valida con una ceremonia en la que se reconoce el nuevo estatus y pueden conceptuarse como ritos de paso por tratarse de “aquellos ritos por medio de los cuales los se- res humanos indican una transformación de una posición social a otra” (Barfield, 2008: 543).
Para este trabajo se acepta la clasificación de Arnold Van Gennep (2008) para los ritos de paso en dos clases: simpáticos y de contagio. Los primeros ritos son:
…los que se fundamentan en la creencia en la acción de lo semejante sobre lo semejante, de lo contrario sobre lo contrario, del continente sobre el contenido y a la inversa, de la parte sobre el todo y a la inversa, del simulacro sobre el objeto o el ser real y a la inversa, de la palabra sobre el acto (p. 17).
Por el otro lado, los de contagio se fundan en la materialidad y la transmisibili- dad, por contacto o a distancia de las cualidades naturales o adquiridas.
La tipificación que hace este acto se relaciona con el momento y estatus de vida del ser humano, por lo que se puede hablar de ritos de separación, de margen y de agregación (Van Gennep, 2008). Los tipos de ritos que se encuentran en esta clasificación pueden hallarse dentro de los ámbitos de lo profano y lo sagrado. Al ser el ritual de boda un rito de paso contiene las tres etapas: de separación o preli- minares, margen o liminares y agregación o posliminares. Los ritos de separación o también nombrados como “preliminares” se manifiestan con el alejamiento del grupo de género, de edad, de familia y tienen como finalidad “evitar el debilita- miento de los grupos interesados [...] procurando entregar o unir individuos de menor valor social general y sobre todo económico” (Van Gennep, 2008: 185). Turner los describe como una “conducta simbólica que signifique la separación del grupo o el individuo de su anterior situación dentro de la estructura social o de un conjunto de condiciones culturales (o estado)” (Turner 1980: 104).
Por otro lado, Van Gennep (2008) identificó a los ritos de margen, de esta- dio transicional o conocidos como de “liminalidad”, como aquellos en los que el individuo se queda “flotando” sin pertenecer a un estadio (el que se deja) o al otro (al que se agrega) casi no se perciben atributos en estos, tanto del pasado como del estado que sigue. En tanto, Turner (1980) considera que:
Los entes liminales no están ni en un sitio ni en otro; no se les puede situar en las posiciones asignadas y dispuestas por la ley, las costumbres, las convenciones y el ceremonial. En cuanto tales, sus ambiguos e indefinidos atributos se expresan por medio de una amplia variedad de símbolos de todas aquellas sociedades que ritualizan las transiciones sociales y culturales. Así, la liminalidad se compara frecuentemente con la muerte, con el encontrarse en el útero, con la invisibili- dad, la oscuridad, la bisexualidad, la soledad y los eclipses solares y lunares (p. 102).
En cuanto a los ritos de agregación Van Gennep (2008) explica que tienen una trascendencia más bien individual y no tanto social. Añade que son los que unen a la pareja y que la agrega definitivamente a otro medio, momento que valida su nuevo estado social y religioso. Este tipo de ritos poseen una “dimensión colecti- va, ya sea que se vinculen entre sí individuos o grupos nuevos, bien sea que unan a dos o varios grupos” (p. 187).
Por su parte, Leach (1989) asegura que en la tercera etapa (de agregación o posliminaridad)
el iniciado se reintegra a la sociedad normal y se incorpora a su nuevo rol. Las ceremonias concretas de un rito de incorporación son con frecuencia muy seme- jantes a las de los ritos iniciales de separación, pero a la inversa (p. 108).
Es necesario subrayar todo lo anterior porque justo en esa tesitura es que fue abordado el ritual de la boda que ocupó a la investigación, cuyos resultados se despliegan a enseguida. Solamente falta añadir que, bajo esta perspectiva teórica
ya esgrimida, se elaboró un diseño metodológico del tipo correspondiente con la antropología interpretativa. De lo anterior, Geertz (1977) sugiere que:
[...] las dimensiones simbólicas de la acción social -arte, religión, ideología, ciencia, ley, moral, sentido común- no es apartarse de los problemas existencia- les de la vida para ir a parar a algún ámbito empírico de formas desprovistas de emoción; por el contrario, es sumergirse en medio de tales problemas (p. 40).
La vocación esencial de la antropología interpretativa no es dar respuestas a nues- tras preguntas más profundas, sino darnos acceso a respuestas dadas por otros.
Estrategia metodológica
El trabajo tuvo siempre la intención de comprender las significaciones que el hombre otorga al signo. Por ello es que la base del trabajo fue el proceder etno- gráfico con el objetivo de “presentar una imagen de la vida, del quehacer, de las acciones, de la cultura de grupos en escenarios específicos y contextualizados” (Denis y Gutiérrez, 2002: 1). Para conseguir esto se acudió al municipio, se estu- vo en él durante varios meses, se buscó conversar con la gente, presenciar los ri- tuales de boda, tomar parte en ellos y, en general se buscó –a partir de la cercanía a los sujetos– describir y descubrir sus acciones dentro de una interacción social contextualizada, así como capturar el sentido y significado que dan los mismos participantes del grupo a sus acciones.
La observación permite un acercamiento directo al objeto de estudio (Bernal, 2010), por ello esta investigación se basó en ella y también apostó por la observación participante, que permite involucrar al investigador dentro del campo de trabajo y de su universo de significación. Un recurso más para la ge- neración de datos fue la entrevista estructurada que se empleó con personas que habían tomado parte en un ritual de boda; a estas se les pidió narrar lo vivido, lo sentido y lo significado. Los informantes dan cuenta de rituales de boda que tuvieron lugar en Almoloya del Río entre mediados del siglo XX y el año 2018, que es cuando se concluyó la investigación. Serán las voces de los informantes las que predominen en lo que se expone enseguida.
Almoloya del Río, municipio ribereño del alto Lerma
Este municipio se sitúa al sureste del Valle de Toluca, Estado de México. Cuenta con una superficie territorial de 16, 654 km2. Su cabecera municipal se asienta sobre una colina cuyo origen orográfico se ubica en la prolongación de la cordi- llera o serranía del Ajusco. Posee lomeríos donde se establecen algunas de sus colonias como Loma Linda, La Puerta y La Ladera (Castañeda, 1960). Vázquez (1999) menciona que Almoloya del Río cuenta con los mantos freáticos que sir- ven de asiento a la Laguna Chicnahuapan, que hasta 1950 se nutría con nueve manantiales que llevaban los nombres de Tepozoco, Tecalco, Texcoapa, Pretunta,
Ixcahuiapa, Ixcahuapita, Atotonilco y Apanyacac. De entre estos manantiales, los de Tepozoco y Atotonilco poseían aguas termales azufrosas con atribuciones curativas.
De acuerdo con la narrativa popular de la región, “el agua se perdió de un día para otro”. Así se encuentra documentado por Castañeda (1960) a partir del testimonio de vecinos del lugar:
En el año de mil novecientos cincuenta, por el mes de junio, un jueves de Cor- pus, el río se perdió para siempre. Decían las gentes que vivían cerca de la orilla de la laguna que una noche después de un aguacero con muchos rayos, escucharon un ruido, como si la tierra chupara algo, y aseguraron que en ese momento los ingenieros probaban la capacidad de las bombas, instaladas en “El Cero”. Al día siguiente puro lodo se veía en el lecho del lago, tiempo después los lirios, y tulares, se fueron marchitando, y miles de especies acuáticas quedaron sepultadas en el fango del pantano. Nada quedaba en las aguas que daban vida al famoso río Lerma (p. 19).
El proceso de desecación de esta región fue un factor importante para el cambio de actividad económica de los habitantes del municipio. Antes la mayoría de la gente subsistía de la explotación lacustre, ahora predomina la confección de pantalones. Además de lo anterior, se inició un proceso migratorio entre sus po- bladores, sobre todo a la ciudad de Los Ángeles, California, provocando un flujo constante de bienes culturales entre los habitantes de Almoloya y sus familiares migrantes. Esto es importante por el tipo de impacto que generó en la nupcialidad y en el propio ritual de la boda.
El ritual de boda en Almoloya
El ritual de boda almoloyense es una de las estructuras culturales más prolonga- das y complejas que esa sociedad celebra. En él se involucran gran cantidad de símbolos que dejan en la población diversas significaciones, pero que a su vez se sintetizan en un imaginario colectivo social. En esta comunidad se han hallado dos formas para llegar a la boda y refieren a cómo se “adquiere a la esposa”: pedi- da o robada. La primera forma alude a la presentación de los padres y familiares del novio ante los padres de la novia con la intención de pedirla en matrimonio, acto que debe ser previo a la convivencia marital y de común acuerdo por la pa- reja. Este es el mecanismo legitimado por la sociedad almoloyense para llegar al matrimonio, aunque no es el único practicado y su tendencia es hacia el desuso. El otro medio ocurre cuando la novia es robada:
-Aquí en Almoloya se da el hecho de robar... que se roban a la novia o que se la llevan y por ejemplo en nuestro caso fue muy diferente, ya cuando no- sotros decidimos dar el siguiente paso hacia el matrimonio, previamente hubo una pedida de matrimonio no fue robada ni nada. Él platicó con mis papás que ya habíamos tomado la decisión de tomar el siguiente paso y fijamos una fecha
para que tanto su familia como la mía se conocieran y hacer de manera oficial la pedida y fijar la fecha para poder realizar la boda (Elena, 32 años).
Cuando la novia es robada (aunque en realidad es una fuga de común acuerdo con el novio), se sabe que esta es una forma de acceder inmediatamente y de manera libre al emparejamiento conyugal; generalmente ocurre porque el novio no es del agrado de los papás, la novia está embarazada, los dos novios o uno de ellos son menores de edad o, lo más común, no se cuenta con suficientes recursos económicos para realizar el ritual de boda en ese momento. También suele ocurrir que el robo se dé como un acto fortuito que se realiza sin haberlo pensado con detenimiento. En la modalidad de robo, los padres de la novia y su familia condenan el acto al sentirse agraviados por el hecho de haber sido excluidos del rito de agregación marital. Para compensar este trance, la sociedad almoloyense ha implementado un mecanismo que consiste en el pedimento del perdón, el cual incluye la promesa de celebrar el ritual de boda; este recurso per- mite aspirar a la legitimidad de la unión conyugal.
-Cuando me vine con mi esposo, éramos muy jóvenes, por eso me vine con él, porque pensamos que mi papá no nos iba a dejar casar. Mis suegros y algunos tíos fueron a avisar a mis papás que ya me habían robado, era un do- mingo. Mis papás les dijeron que fueran el miércoles. Para ese día, recibieron a mis suegros y se pusieron de acuerdo cuándo íbamos a ir a pedir el perdón a mis papás; también se pusieron de acuerdo sobre la fecha de nuestro casamiento. Quince días después nos llevaron a pedir el perdón, ya estaba toda la familia y mis suegros llevaron dos chiquigüites de fruta, botellas de bebida y refrescos. Mi papá y mi mamá me regañaron en frente de todos, mi mamá me llevó con enga- ños a otro cuarto diciendo que me iba a dar mi ropa y ahí me pegó. Mi papá no quiso agarrar lo que llevaban mis suegros (Lucía, 42 años).
La actitud de enojo de los padres de la novia muestra la poca o nula acep- tación del enlace, a diferencia de los casos en que la novia es pedida, porque la solicitud suele ser aceptada con beneplácito.
Desde épocas prehispánicas, entre los pobladores nahuas habitantes de esta región, la concertación de la boda se hacía en tres momentos o visitas, en que los padres del novio acudían con regalos, mismos que serían aceptados hasta la tercera visita en señal de que se aprobaba la unión de la pareja o, por lo contrario, se rechazaba cuando el pretendido matrimonio no convenía. Los ritos prelimina- res contemporáneos de la boda almoloyense tienen el rasgo común de presentarse en tres etapas: el aviso, el acuerdo y el contento, esta organización muestra uno de los elementos sincréticos del ritual que perdura en la localidad.
-En la primera visita, mi suegro, mi suegra, el hermano más grande de mi esposo y el hermano de mi suegro fueron a avisar que pretendían pedir mi mano. En la segunda visita se pusieron de acuerdo cuándo se iba a presentar a la familia y llevar el contento. Una semana después llevaron el contento; pan grande de fiesta, seis canastas de fruta, botellas de brandy y refrescos. Nosotros les invitamos a cenar pozole. Se presentó la familia y mi novio me dio el anillo de compromiso junto con un arreglo de flores. Casi todos los mayores bebieron mucho y se empezaron a decir de compadres (Elena, 32 años).
Los puntos de diferencia en el espacio social almoloyense entre la mujer que es robada, en comparación con la que es pedida, reside en que la mujer ro- bada –al separarse de su familia– llega de manera ilegítima al emparejamiento conyugal y se mantiene al margen de las funciones que tienen las tres etapas del rito preliminar: el aviso, acuerdo y contento. Cuando la novia es robada el aviso no es para pedir permiso sino para comunicar el emparejamiento. El acuerdo no tiene el propósito de fijar la fecha de la boda sino que es solo para fijar cuándo se presentará la pareja a pedir perdón ante las familias de los “amancebados” o “juntados”. El contento se usa para pedir perdón, no para festejar la unión, por lo que este proceso se convierte en el primer mecanismo de aspiración hacia la legitimidad. De este modo, la nueva pareja permanecerá en un estado marginal y hasta celebrar el ritual de boda estará en condiciones de aspirar al siguiente estatus. Este rito de agregación permite a la pareja acceder a la ansiada condición sagrada aceptada socialmente.
En cambio, cuando se llega al matrimonio en la modalidad de pedida, la pareja se conserva dentro de la legitimidad y durante los tres momentos del pro- tocolo la población almoloyense aprueba y celebra con beneplácito esta unión, pues, corresponde a la conducta esperada. De esta manera, la sociedad almolo- yense, utiliza estos ritos como mecanismos que le permiten distinguir las uniones ilegítimas de las legítimas (Jáuregui, 1988).
Ritos preliminares
a) Pedida de mano
Los tres momentos que constituyen el pedimento de mano han evolucionado al perder y/o agregar algunos símbolos, pero han permanecido inamovibles en su esencia –por lo menos en los últimos dos siglos– el aviso, el acuerdo y el con- tento.
Aviso: en esta etapa se empiezan a tejer las redes sociales que genera el ritual de boda. En entrevista, Manuela y Francisco evocan la manera en que se pusieron de acuerdo para casarse por allá de 1960, él le dijo a ella: -Avisa a tus
padres que van a ir a pedir tu mano el domingo. Francisco comenta que ya había hablado antes con su mamá, quien a falta de su difunto padre se encargó de avi- sar a sus tíos, principales y a sus padrinos de bautizo sobre su deseo de contraer matrimonio. Manuel y Javier, hermanos del padre de Francisco, así como Don Arnulfo, padrino de bautizo, llegaron hasta la casa de Manuela, quien previamen- te había puesto en advertencia a sus padres. Manuela menciona que cuando su mamá escuchó que tocaron la puerta se dirigió a abrirla y, haciéndose la desen- tendida, preguntó a quién buscaban. Don Javier, en calidad de hermano mayor, fue el encargado de preguntar por el papá de la novia. Al oír eso, la señora de la casa les pidió que pasaran y tomaran asiento mientras iba en busca de su esposo.
Don Juan, hermano de Francisco, continuó relatando que, en esta primera visita, cuando el padre de Manuela entró en la sala saludó de mano a los presentes fingiendo sorpresa por la visita y después de un breve diálogo de bienvenida les pidió sentarse. Enseguida, tomó una silla de madera con asiento de tule, la ocupó y les preguntó por el motivo de su presencia: -Mire usted, Don Ramos, venimos por encargo del joven Francisco, hijo del Sr. Gumesindo, que en paz descanse, para pedir la mano de su hija Manuela porque estos muchachos ya quedaron en casarse (Don Juan, 81 años). Don Ramos fingió contrariedad y llamó a su esposa. Cuando entró le dijo: -Mica, aquí los señores vienen a pedir la mano de Manuela, ¿Tú ya sabías que se quería casar? Doña Micaela, madre de Manuela, fingió sorpresa, se puso a llorar y contestó que no sabía nada. Don Ramos agrega:
-Miren Señores les agradezco que lleguen a esta su pobre casa con este encar- go, pero no les puedo responder ahora. Vengan el miércoles como a las 7 de la noche mientras que hablo con mi muchacha para preguntarle si es cierto que se quiere casar con su joven. Don Juan mencionó que se levantaron agradeciendo la hospitalidad, se despidieron de mano de Don Ramos y Doña Micaela y salieron de la casa después de dar el aviso.
Acuerdo. Manuela (66 años) relata que para el miércoles puntualmente llegó a su casa la comitiva que representaba al novio, nuevamente los hicieron pasar a la sala. Para este momento ya los esperaban sus padres, ella misma y su tío Lino, hermano mayor de Don Ramos, quien al fungir como intermediario tomó la palabra para concertar un acuerdo entre ello: -Buenas tardes, señores. Mi hermano Ramos me honró para hablar en representación de él y me platicó el motivo de su visita del otro día. Me dice que su sobrino Francisco quiere casar- se con mi sobrina Manuela. Su papá ya platicó con ella y dice que sí, que lo ha aceptado. Entonces mi hermano pide que junten a su familia pa’ que el siguiente sábado vengan a esta su humilde casa, pa’ dar a representarlos con nuestra fa- milia.
Manuela (66 años) rememora que la comitiva aceptó la propuesta de buen grado, aunque solamente les pidió que la reunión se realizara una semana des-
pués para tener tiempo de avisar a toda la familia y al resto de los padrinos del muchacho y que mientras tanto aceptaran que el novio visitara a la novia en su casa (siempre acompañada de otra persona) y convertirse en novio oficial pa’ no andarse escondiendo –aclaró–. Los padres asintieron con un movimiento de cabeza al tiempo en que establecían día y fecha de las visitas. La comitiva se des- pidió de mano de los dueños de la casa y salió con alegría tras lograr su cometido.
Contento: Este momento aplica tanto para las novias que son pedidas como para las robadas con sus respectivas diferencias que en el transcurso de la descripción se citarán. En observación participante del contento que la familia de Isaac llevó a la casa de Julia (novia pedida), se advierte que las dos familias se reúnen en la casa de la prometida, de la misma forma como ocurría hace 50 o 60 años. Para este rito, se dispone de la estancia más grande de la vivienda, se colocan hileras con sillas formando dos frentes, uno para la familia del novio y otro de la familia de la novia. Se observa que a este rito hacen acto de presencia los abuelos, tíos, hermanos, primos en primera, segunda y hasta tercera generación, incluyen- do los padrinos de bautizo, confirmación y primera comunión de los prometidos. Cabe mencionar que al padrino de bautizo le corresponde ser padrino de velación para continuar vigilando la conducta espiritual y social de su ahijado «En el caso de que esta figura sea difunta, el hijo mayor heredará este cargo». Los novios están estrenando ropa. El padre de la novia da la bienvenida a los presentes y les agradece su asistencia. Enseguida, el tío mayor del novio pone en antecedentes a la concurrencia sobre el motivo de la reunión y presenta a los abuelos del novio. Lo mismo hace el padre de la novia con los propios. Tras un diálogo público entre los padres de los prometidos se concreta la fecha de la boda, dándose un plazo para el compromiso, que generalmente es mayor a 6 meses, ya que los padres de la novia no quieren que su nueva familia piense que desean deshacerse pronto de ella y así poner en entredicho su reputación. Después, el padre del novio solicitó al dueño de la casa aceptar los regalos que llevaba y pidió a los familiares pre- viamente comisionados que entreguen a la familia de la novia cinco chiquigüites que contenían aproximadamente 30 kilos de fruta cada uno, entre ellas: naranjas, sandías, papayas, manzanas, peras, plátanos, duraznos, uvas, piñas y botellas de brandy. Cada chiquigüite cubierto con un mantel bordado con los nombres de los contrayentes en el centro de un corazón y cargado sobre un ayate de plástico por parejas de cuñados, tíos, primos y los sobrinos mayores del novio. Las cuñadas, tías y primas llevan seis charolas, conteniendo un pan grande de fiesta, cubiertas también con servilletas bordadas. Asimismo, reservan en la puerta una caja de botellas de brandy y muchos refrescos con sus respectivos vasos desechables. Se entregan los presentes a los familiares principales de la novia (tíos, tías, primos, primas y padrinos) que los guardan en una habitación contigua. Este rito muestra las intenciones de paz con las que el novio y su familia buscan la afiliación a su nuevo núcleo. Los regalos se compartirán al día siguiente con la familia agregada
de la novia con un dicho propiamente almoloyense: “tía le traje un poco de fruta de las patadas de mi hija”. Con la participación de las dos familias en este rito se validan las relaciones de parentesco por afiliación y extensión.
La cantidad y calidad del “contento” suele ser uno de los parámetros que indica la aceptación de la novia en su nuevo núcleo familiar. Si es pedida, mues- tra la rectitud con la que llega al matrimonio, por lo que los futuros suegros le hacen honores al llevar generosas viandas. Si es robada, los regalos se presentan en menor cantidad y tienen como principal propósito apaciguar el enojo de los padres por el deshonor cometido contra ellos. Otros parámetros que señalan la valía de la mujer almoloyense para ser aceptada en su nuevo entorno y que refle- jan la calidad y cantidad del contento radica en su posición social, profesional, económica, así como en la posesión de valores humanos heredados de la educa- ción familiar.
Cuando iba de visita a la casa de mi novio y todavía no pedían mi mano, mis suegros me procuraban muchas atenciones, me invitaban a comer, a las fies- tas, me presentaban con su familia, me daban regalos. Cuando me pidieron, en la tercera visita llevaron mucho contento a mis papás y hasta mariachi que ame- nizó el evento (Informante con nivel académico de posgrado perteneciente a una familia “acomodada”).
La cantidad y calidad del contento obedece también a la situación eco- nómica del novio y su familia; algunos pretendientes carecen de recursos finan- cieros para adquirir cuantiosos regalos, pero otros más adinerados se dan el lujo de obsequiar en abundancia a sus suegros, sin importar la forma en que se haya constituido la unión matrimonial (pedida o robada), siempre con la intención de quedar bien ante la futura familia –no vayan a pensar que son pelados– con la que se busca afiliación.
b) Despedida de solteros
Este es otro rito preliminar que forma parte del ritual de boda para los casos en que la novia es pedida. Actualmente se puede presentar en dos modalidades: re- ligioso y secular según sean los gustos, intereses y acuerdos de los prometidos y sus familias. La despedida de solteros religiosa generalmente ocurre quince días antes de la boda. El sábado por la tarde la hermana mayor de Elena y su tía, le pidieron al novio que asistiera con su familia al domicilio de su prometida, ya que les tenían preparada una despedida de solteros de tipo religioso. En observación participante, se advirtió la simulación de una boda donde los protagonistas fue- ron los novios. Los asistentes se sentaron alrededor de ellos y cada uno ofreció una serie de objetos de tipo religioso preparados previamente y representativos a la temática del rito: un crucifijo, biblia, lazo y una corona de flores como símbolo
de que la futura esposa será la reina del hogar. Cuando le entregaron el crucifijo, la donante leyó:
Hoy hay una unión muy directa entre el sacrificio de Cristo y la unión de los esposos. Tanto en una como en otra, está presente el amor, vemos con frecuencia que sus hijos y hacemos señal de la cruz cuando nos persignamos y en realidad nunca nos emocionamos con lo que esta cruz representa, es la boda indudable de los esposos amados y Jesús dice: “la mayor prueba de amor es dar vida a lo que se ama. La cruz es la mayor prueba de amor que ha existido y existirá en el mundo (Elena, 32 años).
Los objetos entregados poseen diferentes significados y usos, pueden ser desde un monedero y alhajero hasta tortillero, escoba, cacerola, olla, botiquín, costurero, maceta, delantal, etcétera. Al ofrecer los artículos, las y los donantes leían algunos consejos para su uso. Como ejemplo, al entregar los utensilios de cocina y los especieros los donantes leyeron:
Estos elementos son muy importantes pues con la cuchara podrás: tomar del caldo de la vida: la alegría y el amor que compartirás con tu esposo y en un futuro con tus hijos. Con la pala podrán voltear los tiempos tristes para hacer aparecer los agradables en todo momento. Con el aplastador lograrán destruir los lapsos rutinarios de la convivencia cotidiana y elaborar de su vida matrimo- nial el puré más cremoso y agradable que saborearán poco a poco hasta que la juventud se aleje de ustedes, siempre juntos. El cuchillo les permitirá separar las diferencias y con el batidor unirán sus criterios (Elena, 32 años).
Al final de esta ceremonia se realizaron algunos juegos y concursos relati- vos al matrimonio sin faltar las oraciones como el Padre Nuestro y el Ave María. Por último, se invitó a las y los asistentes a compartir unos bocadillos preparados por la madre de la novia (Trabajo de campo, 2015-2016).
Mediante este rito la familia ayuda a incorporar a la pareja a la comunidad religiosa. A este rito indirecto al que se le asigna el sentido de interceder por el futuro matrimonio y predisponer a la pareja para desempeñar los roles que, de acuerdo con los lineamientos religiosos y sociales, cada contrayente deberá cum- plir dentro de la figura matrimonial con relación a su género.
En contraste con el rito anterior, las despedidas de soltero profanas se efectúan por separado, se llevan a cabo casi de manera simultánea para la novia y el novio. La dedicada a la contrayente es organizada por el género femenino. Las amigas de la novia acuden a una casa asignada para este fin, lugar donde se in- corporan la madre y hermanas y/o tías con la intención de “cuidar su virtud”. En ella se practican juegos con temas sexuales, cuya finalidad consiste en preparar
su comportamiento para la noche de bodas, revelando la actitud que debe tomar. El propósito de este rito de iniciación es mostrar a la joven cómo ser sexualmente una “buena esposa”. Sin embargo, se puede apreciar que actualmente algunas chicas que llegan al matrimonio ya iniciaron su vida sexual.
El novio celebra su despedida con amigos, quienes lo visten con atuendo de algún personaje femenino como símbolo de renuncia a la compañía de otras mujeres para, una vez casado, consagrarse solo a su esposa, pues, la monogamia es la única relación validada por las leyes civiles, religiosas y sociales en Almo- loya del Río
Como en mi familia son muy maldosos, ja, ja, ja, pues en forma de broma y de echar relajo un rato me vistieron, me disfrazaron de caperucita, con una canasta, y me llevaron en las calles del pueblo; iba yo pidiendo cosas, lo que me quisieran regalar y después que terminó el recorrido por las calles estuvimos un rato en la casa de unos de mis hermanos y ahí estuvimos conviviendo un rato (José, 32 años).
En estas despedidas de soltero profanas es común el consumo de bebidas alcohólicas para desinhibirse y crear un ambiente alegre. Los símbolos que apa- recen en las despedidas de soltero (a) sociales poseen connotación del disfrute sexual y de fertilidad, pues, la procreación legítima de hijos es uno de los propó- sitos de los rituales de boda, tanto que las parejas que han decidido no procrear hijos o por diversas razones no los han concebido son víctimas de críticas y mo- tes tales como: “son forros”.
c) Bendiciones
Este rito preliminar de contagio, es aplicable para los dos contrayentes, pueden realizarse por separado o en pareja. Elena (32 años), comenta que un día antes de la ceremonia y después de haberse confesado ante el sacerdote en el templo, en su todavía casa paterna se reunieron sus padres y padrinos de velación, bau- tizo, confirmación y primera comunión. Ellos hincaron a la pareja frente al altar doméstico, a cada uno les dieron la bendición con la señal de la cruz, al mismo tiempo que les aconsejaban un comportamiento adecuado con respecto a sus nue- vas responsabilidades en el hogar, fidelidad, comunicación, atención del uno con el otro, el uso y aprovechamiento de los recursos que ingresen en su hogar porque “a partir de mañana solo serán los dos” (Salustia, 32 años).
Acá en Almoloya se acostumbra que el padrino de bautizo va a la casa del novio o de la novia, dependiendo del caso. Van, nos hincan frente al altar, nos dan la bendición tanto los padrinos como nuestros papás, este, pues deseándonos lo mejor en nuestro matrimonio, ya sea en la casa, por ejemplo, en lo personal
fueron a la casa de mis papás mis padrinos y nos hicieron el mismo ritual (José, 32 años).
La Sra. Apolonia (70 años), madre de uno de los contrayentes, comenta que en la tarde de las bendiciones se invita a las mujeres más cercanas a la familia como las cuñadas, hermanas, tías y algunas vecinas a que le ayuden poniendo los tlecuiles1 donde se cocinará el banquete que se ofrecerá en los festejos de boda. Esa tarde se preparará el nixcómitl2 para obtener el nixtamal3 que el día de la boda muy temprano se llevará a moler, se “echarán” las tortillas y prepararán los tamales. La tarde de las bendiciones se pelan pollos, limpian el arroz y “curan” las cazuelas y ollas en las que se pondrá la comida con la que se agradecerá a los padrinos.
Ritos liminares Misa de boda
La unión conyugal religiosa es el rito liminar más importante para el que se rea-
lizaron todos los preparativos. En esta etapa se legitima el compadrazgo, padri- nazgo, madrinazgo y se reconocen como parientes espirituales afiliados, que en muchas ocasiones tienen más peso en las relaciones maritales que los parientes por filiación.
Manuela (66 años) relata que el día de la boda religiosa todos se levan- taron muy temprano. Adornaron la puerta de la casa con una estrella de flores blancas y dos tiras de festón de hojas de pino verde que colgaban a los lados, las cuales la mamá de su novio había hecho llegar desde la noche anterior. En la casa del novio también se adornó el portón de manera similar; el arreglo floral tenía la forma de herradura. Manuela (66 años) menciona que su arreglo personal fue muy esmerado: su madre contrató a una especialista para colocarle uñas postizas, hacerle un peinado alto y maquillarla con sumo cuidado. Con la ayuda de la her- mana mayor se encargaron de vestirle el ajuar blanco de novia, colocarle aretes nuevos de oro –que hacían juego con el collar en forma de corazón–, la liga de la media azul, una pulsera prestada y el tocado que había sido donado por una ami- ga de la novia; la calzaron con zapatos blancos adornados con azahares de cera y una larga cauda blanca que durante el rito religioso fue levantado por tres niñas ataviadas con vestido blanco y el pelo peinado con caireles largos.
Francisco (73 años) rememora que su ajuar fue sencillo: consistió en traje completo negro, camisa blanca, corbata negra con franjas en diagonal y zapatos
1 N. del E.: fogón formado por tres piedras.
2 N. del E.: olla de barro.
3 N. del E: granos de maíz cocidos con agua y cal.
negros. En la solapa del traje portaba un ramito de azahares de cera, fragmento del ramo que la novia le entregó el día previo, después de las bendiciones.
Doña Mago (88 años) refiere que cuando su hijo se casó era común que la ceremonia civil y religiosa se efectuaran en el mismo día. Después de la cere- monia religiosa, acompañados por una banda de viento y los asistentes a la cele- bración, se dirigieron a la casa del padrino, quien previo a las bendiciones de la noche anterior los invitó a desayunar. En la casa del padrino se organizó un baile con el sonido contratado por él y que posteriormente tocó en la casa de la novia y el novio. Al finalizar el desayuno, el cortejo nupcial integrado por los invitados, padres, familiares y resto de padrinos donantes de algún símbolo acompañaron a los novios que a pie se dirigieron a la casa de la novia, adornada con guirnaldas de papel blanco. Fueron recibidos por familiares y vecinos con el clásico grito: “¡Qué la cargue!”, al mismo tiempo en que les arrojaban puños de arroz.
En el rito de boda que se celebra en la actualidad en Almoloya del Río se observó que la novia fue conducida hasta el templo por sus padres en el auto- móvil de la familia, adornado con flores y moños blancos. Le siguieron en otros vehículos sus padrinos de bautizo, confirmación y primera comunión, así como familiares e invitados, todos tocando el claxon de sus coches. Al llegar al templo, adornado con flores blancas, el novio ya esperaba en el altar a su futura esposa al lado de sus padres y padrinos de velación. Ella entró del brazo de su padre y atrás de ellos su familia. La madrina de cojines se apresuró a colocarlos en los reclinatorios de los contrayentes y enseguida ingresaron el resto de los padrinos e invitados, momento en el que se escuchó cantar el Ave María.
La comitiva tomó asiento, al tiempo en que los padres de los novios les dieron la bendición en el altar. Los padrinos de velación ocuparon su sitio en los reclinatorios, junto a ellos el resto de los padrinos (de anillos, arras, lazo, meda- llas, biblia y ramo) tomaron un lugar cerca del altar. Se inició la ceremonia con el Aleluya precedida por el sacerdote. Al llegar el momento en que la pareja se dio el consentimiento para tomarse como esposos, los novios se pusieron de pie uno frente a otro y tomándose las manos, el novio le expresó: -Yo José te prometo a ti, Elena, serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, amarte y respetarte todos los días de mi vida (José, 32 años). La novia repitió el voto. A una señal del sacerdote, los padrinos de velación encendieron las velas en el cirio pascual y a través de este acto se comprometieron a vigilar la conducta positiva de sus ahijados que les permita permanecer dentro el vínculo matrimo- nial. Los padrinos de anillos, arras, medallas y lazo se acercaron para que el cura bendijera estos símbolos; el sacerdote se aproximó a la madrina de anillos, los tomó y se los entregó a los novios; el novio expresó lo siguiente colocando el anillo en el dedo anular de la mano derecha de la novia: -Elena recibe este ani- llo como símbolo de mi amor y fidelidad en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo (José, 32 años). La novia repitió los votos dirigiéndose al novio. El novio recibió trece monedas doradas de manos del sacerdote y las entregó en manos de la novia diciendo: -Elena, recibe estas arras como prenda del cuidado que tendré de que no falte lo necesario en nuestro hogar (José, 32 años). Elena contestó al recibir las arras en las palmas de las dos manos: Yo las recibo como muestra del cuidado que tendré de que todo se aproveche en nuestro hogar (Ele- na, 32 años).
Para finalizar el rito, los novios devolvieron las arras a los padrinos y se hincaron. La madrina de biblia hizo entrega de este símbolo recalcando la impor- tancia de su lectura cotidiana para vivir dentro de la palabra de Dios; mientras el sacerdote continuó la oración, las medallas fueron colocadas en el cuello de cada uno de los desposados como recuerdo de ese día. Se siguió dando gracias a Dios, en tanto el mariachi entonaba cantos religiosos propios de la ceremonia, al tiempo que los padrinos de lazo cubrieron con el velo la espalda del novio y sobre él, el lazo. Es importante mencionar que los padres y/o contrayentes hacen una selección rigurosa de la pareja que fungirá como padrinos de lazo, forzosamente deberá ser un matrimonio estable y casado por la iglesia para que sea ejemplo de sus ahijados, generalmente se busca una pareja, cuya conservación matrimonial sea mayor de 20 años, pues, el significado implica la unión y permanencia dentro de la sagrada relación. Siguiendo con celebración, se llevaron a cabo los ritos de otorgamiento de la paz y se distribuyó la comunión; los contrayentes fueron los primeros en recibirla, después los padrinos y los padres. El resto de los asistentes que deseaban recibir la eucaristía se formaron en fila para este acto. Simultánea- mente, el ayudante del sacerdote llevó las actas de matrimonio para plasmar las firmas de los novios y padrinos. Las madrinas de arroz y recuerdos distribuyeron estos símbolos que consistieron en campanitas y figuras de cristal con la fecha de la boda.
Al finalizar la ceremonia, el sacerdote pidió a los asistentes que otorgaran un aplauso al nuevo matrimonio y luego les retiraron el lazo. Los novios se pu- sieron de pie y se dirigieron al altar donde se encuentra la Virgen María; la novia depositó a sus pies el ramo que portó en la misa como ofrenda para que protegiera a la nueva familia bajo su manto. La pareja salió de la iglesia por el pasillo princi- pal al compás de la marcha nupcial y el repicar de campanitas que cada invitado movía de un lado a otro con el propósito de “ahuyentar a los malos espíritus”.
En la puerta del templo los mariachis esperaban al nuevo matrimonio entonando la melodía “Novia mía”, en tanto que los asistentes arrojaban arroz como símbolo de fertilidad a los recién casados. La pareja permaneció parada en la puerta con la intención de que la familia y los invitados pasaran uno a uno a felicitarlos y se tomaran la fotografía del recuerdo. Los primeros en acercar- se fueron los padres y padrinos, después el resto de los invitados. Les hicieron
algunas tomas fotográficas a los recién casados en diferentes escenarios para ele- gir de ellas el retrato grande que sería colocado en la pared de honor de la casa familiar y que, junto con las de tamaño postal, el padrino regalará a sus ahijados. Al finalizar la toma de fotografías los padres de los novios invitaron a los asis- tentes a acudir al salón de fiestas, donde se efectuaría la boda civil y el banquete.
Matrimonio civil
El matrimonio civil es otro rito liminar. Durante el siglo pasado se celebraba el mismo día en el que ocurría el religioso, hoy suele efectuarse una o dos semanas antes. Para este rito, el oficial del registro civil y su secretario se encargaron de ello para realizarlo en el salón de fiestas. Detrás de una mesa con mantel blanco y un arreglo floral, que cumplía la función de escritorio, se colocaron las au- toridades civiles y frente a ellas los contrayentes, sus padres y testigos. En la ceremonia se destacó que contraen matrimonio libre y voluntariamente, que lo hacen en ejercicio de sus derechos y que el acto jurídico del que están tomando parte acarrea compromisos legales. Finalmente, los contrayentes signaron el acta matrimonial, lo mismo que sus padres y testigos. Todos los asistentes pidieron que los nuevos esposos se besaran y lanzaron porras y vivas. Inmediatamente el sonido almoloyense Matancera tocó la melodía “El solterito” –interpretada por la orquesta cubana “La Sonora Matancera” y el cantante Carlos Argentino– como despedida del estado de soltería del novio. Al terminar, los padres de la novia ofrecieron galletas, vino y refrescos; la referencia de estos presentes la hizo uno de sus parientes mencionando que cuando el emparejamiento ocurría en la mo- dalidad de fuga, el papá exigía la boda civil inmediata y al no estar preparados económicamente para el gasto, esto era lo único que podían obsequiar (Trabajo de campo, 2015). Estas tradiciones vernáculas se continúan practicando hasta nuestros días.
Banquete de boda
Los festejos de boda pueden ser dos o uno solo. Si se elige realizar la boda civil una semana antes es común que el rito se efectúe en el domicilio de los padres de la novia. En esta opción la familia de la contrayente se encarga de organizar todo lo conducente:
-Para empezar, fueron dos bodas: fue la del civil primero y a los ocho días la de la iglesia, fue una decisión que se tomó tanto de la familia de mi espo- so, que son mis suegros, como la de mis papás. Se platicaron que ambas bodas se realizarían de manera separada por las tradiciones que aquí tenemos, que a la mujer le toca la de civil y al hombre la de la iglesia. Para ese día, la casa se adornó con tiras de tul y flores blancas, en la puerta colocaron una estrella de flores blancas, colgando a cada lado festón de pino fresco. En las mesas pusieron
los recuerdos de boda que trajeron las madrinas. Después del casamiento civil empezó la fiesta, mis suegros y su familia repartieron a los invitados sándwiches, galletas, refrescos y les sirvieron una cuba; juntaron a los padrinos y les repar- tieron una copa, a mi esposo y a mí también nos dieron una y brindamos. Ah… la comida, mis papás dieron de comer en la calle porque adentro de la casa no cabía la gente. Se repartió arroz, carnitas y frijoles. Mis tíos se encargaron de re- partir las bebidas como cubas de brandy, tequila y cervezas, ah… también hubo cocteles como piñas coladas. En la mesa pusieron jarras con agua de jamaica para los que no tomaban refresco. También pusieron platos con verdura como cilantro y cebolla picada con limones partidos para acompañar a las carnitas. Luego empezó el baile que fue amenizado por dos grupos; en el descanso del primer grupo, se partió el pastel que primero fue entregado por los padrinos, lo mordimos nos dimos un beso, tomaron fotos y lo repartieron. Ese día me quedé todavía en mi casa. Me fui con mi esposo hasta cuando nos casamos por la igle- sia (Elena, 32 años).
Los festejos por la boda religiosa que son considerados por los almolo- yenses como los más importantes fueron realizados en la casa del novio:
-Como nos tocó en mi casa organizar la fiesta de la boda por la iglesia, buscamos padrinos de música, pastel, brindis, adorno de la casa, centros de mesa y recuerdos para padrinos. Después de la misa y de ir a almorzar a la casa de los padrinos, llegamos a mi casa; pusieron mesas en la calle con un “enlo- nado”; se dio de comer a los invitados; se partió el pastel; se hizo el brindis; se bailó la víbora de la mar y el jarabe tapatío (José, 32 años).
El protocolo continuó con el arribo de los novios a la casa paterna del esposo, donde la familia los esperaba con gran alegría y puños de arroz que arrojaron a la pareja, mientras ellos atravesaban la puerta del nuevo hogar y él llevándola en sus brazos. Todo lo anterior incluyó la comida y música donada por el padrino de velación, así como los discursos por parte de varias personas. Primero por el padre del novio con la intención de dar la bienvenida a la familia consanguínea, ritual y por afiliación a “esta, su pobre casa”. Luego, frente a un altar improvisado donde se encienden dos velas adornadas con moños blancos y azahares de cera (que también se usaron durante el rito religioso), al frente de una imagen de la Virgen de Guadalupe, habló el padrino para agradecer a los pa- dres de los novios y a sus ahijados por haberlos distinguido con la elección para acompañarlos en el momento más importante de sus vidas, reiterando su apoyo para acudir a ellos en momentos de necesidades.
El padre de la novia dirigió también unas palabras con las cuales pidió a la familia que admitiera a su hija con cariño y que esta fuera tratada con respeto en el nuevo núcleo. Asimismo, pidió a su yerno que se condujera con amor y en un
ambiente de equidad. A la novia le solicitó que obedeciera en todo a sus suegros porque a partir de ese momento también serían sus padres. El padre del novio respondió para dar la bienvenida a la familia, y en especial a la novia, asegurando que lo que ha pedido su consuegro se realizaría con fidelidad.
Después, cada uno de los padrinos menores hicieron entrega de los sím- bolos que donaron en los ritos liminares o en el caso de que tales ya se hubieran encontrado en poder del matrimonio –como los anillos y medallas– se tendrían que entregar los estuches que se usaron para presentarlos en el templo, lo mismo ocurrió con las canastas en las que se ofrecieron los recuerdos. Los padres del nuevo matrimonio, que ya se reconocen como familia, se solidarizaron y agra- decieron a los padrinos pidiéndoles que junto con sus invitados tomaran asiento en el lugar que les indicaron para comerse “un taquito”. Se sirvió entonces arroz, mole con pollo y se ofreció de beber refrescos de diferentes sabores brandy, piñas coladas y cervezas.
No existió un tiempo específico para servir la comida, ya que toda la tarde y parte de la noche fueron llegando invitados y familiares de los diferentes padrinos, por lo que se les tenía que servir a todos. Cuando llegaba cada invitado o grupos de ellos, los novios acudían a recibirlos y a tomar los regalos que les obsequiaron después de darles un abrazo y expresar palabras de felicitación. De esta forma se mostró la solidaridad y el cariño a los recién casados y se les ayudó con enseres domésticos para cubrir las primeras necesidades dentro de su hogar.
A media tarde, la madrina de zapatilla y un grupo de amigas acompaña- ron a la novia a pasar por todas las mesas para pedir a las damas asistentes una cooperación monetaria para gastar en el viaje de luna de miel. Ocurrió lo mismo con el novio: el padrino de velación proporcionó un alfiler a cada caballero para prender un billete en la camisa del festejado. Inmediatamente, los padres de los novios invitaron a la concurrencia a hacer un brindis. El nuevo matrimonio partió el pastel y bailaron “A la víbora de la mar” en compañía de los asistentes. Hacia las siete u ocho de la noche la madre del novio organizó el “agradecimiento a los padrinos” con el “Baile del guajolote”
-Para bailar el guajolote mi mamá preparó 20 canastas con fruta, una para cada padrino; en cada una llevaba una botella de brandi, tamales de frijol y un pancle de tortillas a cada una de ellas les acercó una olla con mole, una cazuela con arroz y un pollo entero cocido, les colocó un letrero con el nombre del padri- no al que se le iba a entregar para no hacerse bolas y le pidió a mis tías y cuñadas entregar a las madrinas la olla y la cazuela y mis tíos y mis hermanos entregar las canastas a los padrinos que correspondían, junto con un guajolote vivo. A los padrinos de velación y a los papás de mi esposa, en lugar de guajolote les dieron un cerdito mediano y bailaron el jarabe tapatío varias veces (José, 32 años).
A los padrinos principales (los de velación), además de los alimentos se les ofreció un guajolote vivo ataviado con una capa hecha de papel crepé negro a manera de saco de vestir, con corbata de moño en el pescuezo y un cigarro atado al pico. A los padres de la novia se les dio otro guajolote vestido con tú- nica blanca confeccionada en papel crepé y velo de tul en la cabeza, esto con la intención de consolarlos por la pérdida de su hija (Doña Mago, 88 años). De esta forma bailaron el jarabe tapatío repetidas veces. Al finalizar cada pieza musical intercambiaron pareja, procurando que los padres de los recién casados bailaran con todos los padrinos, confirmando así el matrimonio ante Dios y la sociedad, reconociendo y legitimando la extensión del parentesco. De esta forma se tejie- ron y entretejieron las redes sociales almoloyenses como consecuencia del ritual de boda al participar en ella los familiares consanguíneos como padres, abuelos, hermanos, hermanas, tíos, tías, así como los afiliados y de agregación: cuñados, cuñadas, amigos y vecinos, quienes demostraron su solidaridad al proporcionar ayuda económica, en especie y/o con mano de obra.
Ritos posliminares El recalentado
Los novios no pudieron partir al viaje de luna de miel, pues tuvieron que asistir
al último rito social posliminar llamado “el recalentado”, que ocurrió al siguiente día de la boda. Así, en la casa de los padres del novio se preparó un banquete especial dedicado únicamente a los padrinos.
Siendo las dos de la tarde se enviaron diferentes emisarios a casa de cada padrino y de los padres de la novia para invitarlos a comer. Dichos emisarios tu- vieron la consigna de esperar hasta que los invitados se desocuparan y reunieran a su familia para conducirlos hasta la casa de los padres del nuevo matrimonio. El banquete incluyó comida y bebidas. En este banquete los anfitriones tuvieron una atención especial para los padrinos, ofreciéndoles disculpas porque el día anterior se hallaron muy ocupados y no pudieron atenderlos como se merecían. El “recalentado” se terminó por la noche cuando se despidieron los padrinos de velación, solo entonces el nuevo matrimonio pudo marcharse de luna de miel o pasar a la convivencia diaria.
Una nueva vida
Durante el tiempo en que transcurren los preparativos del ritual de boda, tanto en los ritos religiosos, civiles y sociales, iniciando con los ritos preliminares hasta llegar a los liminares en donde la pareja traspasa el umbral para que el matrimo- nio adquiera el carácter divino, social y económico esperado por la sociedad y por la pareja misma. Se llega al momento en que cada individuo de la pareja se
enfrenta a los retos de una nueva vida, donde en conjunto formarán su propia familia de la noche a la mañana y se reincorporarán de un estado marginal a otro de agregación de vida de casados. En este contexto desempeñarán diversos papeles: de esposa, esposo, de proveedores económicos y de matrimonio con proyección social en la vida cotidiana, espacio donde los padrinos asumirán una función importante al recaer sobre ellos el papel de vigilar la conducta sacra y moral del matrimonio y la permanencia de sus ahijados dentro de él, figura que en muchas ocasiones funge como mediador de los conflictos intramatimoniales.
Conclusión
El ritual de boda almoloyense no solo legitima la reproducción en pareja, tam- bién se ha constituido como una estructura religiosa, social, política y económica que permite la estabilidad de la estructura social a partir del sentido asignado a cada elemento y etapa preliminar, liminar y posliminar que lo integra y que cohe- siona a los contrayentes su estancia dentro del mismo.
La etapa preliminar ha funcionado como un espacio en el que se cons- truyen los cimientos sociales que fundamentará la conducta intramatrimonial y su proyección social. En la etapa liminar se legitima la integración de las redes sociales almoloyenses. El fenómeno del compadrazgo visible en la etapa posli- minar afecta a la familia extendida y por afiliación, la cual a partir de ese mo- mento se prolonga a los abuelos, a quienes se les reconoce como “compadritos grandes”. La extensión del compadrazgo también involucra a la familia colateral (tíos y primos) de los desposados, quienes establecen una relación ritual con los donantes de los símbolos utilizados. Por lo tanto, la participación de la familia consanguínea por afiliación y ritual constituye una forma eficaz de tejer las redes sociales almoloyenses.
Actualmente, como producto de la dinámica sociocultural, el ritual de boda está cambiando y varios elementos de los aquí descritos han dejado de prac- ticarse con la regularidad de antaño. Parecería que las estructuras tradicionales en las que se funda la familia dejan de tener vigencia; sin embargo, es visible que estos mecanismos, sus símbolos y simbolismos funcionan correctamente para mantener la unión matrimonial y en consecuencia la pervivencia del sistema so- ciocultural. ֍
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