Servicios
Descargas
Buscar
Idiomas
P. Completa
Bienestar, identidad y agencia en 3 comunidades de pescadores artesanales en el norte de Manabí, Ecuador, desde una perspectiva de Red de Actantes
Carlos Antonio Marín Guerrero
Carlos Antonio Marín Guerrero
Bienestar, identidad y agencia en 3 comunidades de pescadores artesanales en el norte de Manabí, Ecuador, desde una perspectiva de Red de Actantes
Well-being, identity, and agency on 3 communities of artisanal fishermen in the north of Manabí, Ecuador, from an Actor-Network perspective
Antrópica revista de ciencias sociales y humanidades, vol. 7, núm. 14, pp. 193-215, 2021
Universidad Autónoma de Yucatán
resúmenes
secciones
referencias
imágenes

Resumen: El objetivo de este estudio es esbozar un panorama de la pesca artesanal en las comuni- dades de La Chorrera, la Playita de Coaque y Palmar, en el norte de Manabí, Ecuador, dentro del cual sea posible identificar las relaciones, además de elementos por los cuales las comunidades humanas generan su identidad y bienestar. Para esto, el estudio parte del marco conceptual de la Teoría del Actor-Red a fin de poder examinar las relaciones y actantes que conforman esta realidad. La información que da forma al análisis fue obtenida en base a dos herramientas del método etnográfico: observación participante y entrevistas semiestructuradas. Así, emergen ciertas relaciones y prácticas que, es posible concluir, llevan a pescadores artesanales y sus familias a generar su identidad y encon- trar un espacio de bienestar. En estas relaciones participan ciertas figuras preeminentes: entidades como El Mar, Dios o La Suerte. En un panorama cambiante, las comunidades humanas buscan y generan estabilidad (agencia) y sentidos de lo común, con esto, el bienestar y la identidad que les permiten habitar su espacio.

Palabras clave: Pesca artesanal, identidad, bienestar, agencia, red de actantes, etnogra- fía, Manabí.

Abstract: This study’s objective is to sketch an outlook of artisanal fishing on the communities of La Chorrera, La Playita de Coaque, and Palmar, in the north of Manabí, Ecuador. Within this, it will be possible to identify relationships and elements through which human com- munities generate identity and well-being. For this, the study starts from the Actor-Ne- twork conceptual framework, in order to examine actors and relationships shaping this reality. The information which bases the analysis was obtained within to processes of ethnographical fieldwork: participant observation and semi-structured interviews. Thus, certain relationships and practices emerge. These, it is possible to conclude, lead arti- sanal fishers and their families to generate their identity and find a space of well-being. These relationships include the participation of preeminent figures as The Sea, God, and Luck. In a changing cultural and natural landscape, human communities search for and generate stability (agency) and senses of a common world, through which they inhabit their reality.

Keywords: Artisanal fishing, identity, well-being, agency, Actor-Network theory, eth- nography, Manabí.

Carátula del artículo

Artículos liminales

Bienestar, identidad y agencia en 3 comunidades de pescadores artesanales en el norte de Manabí, Ecuador, desde una perspectiva de Red de Actantes

Well-being, identity, and agency on 3 communities of artisanal fishermen in the north of Manabí, Ecuador, from an Actor-Network perspective

Carlos Antonio Marín Guerrero
Universidad San Francisco de Quito, Ecuador
Antrópica revista de ciencias sociales y humanidades, vol. 7, núm. 14, pp. 193-215, 2021
Universidad Autónoma de Yucatán

Recepción: 31 Agosto 2020

Aprobación: 09 Abril 2021

Introducción

Las comunidades de La Chorrera, Palmar, y la Playita de Coaque, en el norte de Manabí, se agrupan principalmente en torno a la pesca artesanal. En estas comu- nidades la pesca artesanal puede ser en algunos sentidos una actividad precaria, pues los recursos no son estables y es difícilmente un motor de movilidad social. Sin embargo, pescadores y sus familias manifestaron reiterativamente un sentido de bienestar y orgullo respecto a la actividad. A través del ejercicio de la memo- ria, el acto de pesca y la obtención del sustento, la formación de comunidades y otras formas de relación, la pesca artesanal resulta, en realidad, mucho más que solo una actividad: es un nicho que define la vida de quienes la practican. Así, Lorenzo D, pescador de la playa de La Chorrera, manifestó en una entrevista, después de revisar su vida como pescador artesanal, que: -la pesca es lo que so- mos […] no hay para el mar oiga.

Para analizar esta identidad, así como los sentidos de bienestar, es preciso el reconocimiento del ensamblaje de la pesca artesanal (el complejo vinculante de relaciones entre actantes humanos y no humanos) (Latour, 2005). Así, este estudio parte del análisis descriptivo de diversos elementos (tecnología de pesca, seres, recursos, personas) y las relaciones entre estos, para luego esbozar la po- sición de las comunidades humanas en base al amplio espectro de sus elementos constitutivos.

Estas comunidades se relacionan con actantes que pueden ser agrupados en 3 categorías: actantes sobrehumanos y con una voluntad decisiva (entidades como Dios, El Mar o La Suerte), actantes con un importante ejercicio de voluntad (tiburones, peces bravos), y actantes limitados (los animales que se transforman en recursos). Igualmente, son importantes los medios materiales que permiten al pescador obtener su recurso y materializar su voluntad. En la relación con estos actantes y sus figuraciones, además de con la comunidad humana, surgen víncu- los significantes desde los cuales pescadores y sus familias se posicionan en un espacio socio-natural. Finalmente, las comunidades humanas dirigen sus accio- nes, dentro de este panorama de interacción, hacia el bienestar, lo que se presenta como una definición de agencia.

La exploración, rastreo de las relaciones y posiciones antes descrita se ha realizado en el presente trabajo a través de una metodología etnográfica. Esta metodología se basa en dos procedimientos para la construcción conjunta de la información: entrevistas semiestructuradas y observación participante. Esto per- mite el rastreo de las conexiones entre diversos actantes en base a la conversación con las personas involucradas (el discurso respecto a-) (Strathern, 2004) y a una conexión relativamente directa con la experiencia de un mundo particular.

Pesca artesanal y Red de Actantes: posibilidades teóricas

La investigación sobre la pesca tiene un historial relativamente extenso dentro de la literatura antropológica. Podemos encontrarla hasta en los mismos inicios de los métodos etnográficos, en Los argonautas del Pacífico occidental de Mali- nowski, donde se la aborda como una de las prácticas que conforman el paisaje cultural Trobriandés; pasando luego a ser, desde los 50, un aspecto central de lo social en las etnografías que miran específicamente a la actividad de la pesca (Firth, 1946; Rubio-Ardanaz, 2000). En este punto, ha de notarse una primera distinción de ámbitos en el paisaje de la pesca, la artesanal y la industrial. Esta última se caracteriza por una mayor movilización de recursos en relación a la artesanal; esto imprime en el ámbito las dinámicas marcadamente verticales de la propiedad, producción y distribución industrial. Por el contrario, la pesca arte- sanal presenta dinámicas relativamente más horizontales, por cuanto los medios y espacios de producción son accesibles para la población en general de las co- munidades costeras; se revela como un espacio mucho más comunitario y local, donde el bienestar tiene un carácter autónomo importante y las relaciones, en general, implican vínculos directos. Estos vínculos incluyen la extracción del recurso pesquero, las economías familiares, la construcción de la identidad, la definición de un cosmos particular, el sentido de ocupación y territorio respecto a un espacio socio-natural, entre otros.

Si bien, la pesca artesanal es ampliamente reconocida como un aspecto central en la vida de las comunidades costeras que la practican, este recono- cimiento se ha hecho tradicionalmente (en la antropología) desde un enfoque que caracterizaremos como economicista. Es decir, desde una perspectiva enfocada en aspectos como medios de producción, criterios de maximización de utilidad, mecanismos de distribución, entre otros; de forma que las colectividades pesquer- as se encuentran, en el análisis tradicional, conformadas desde cierta “realidad material” subyacente (Rubio-Ardanaz, 2000), que se impone en lo social a través de medios económicos (Arguello & de la Cruz, 2006). De esta forma, el enfoque marxista, junto con otras perspectivas de análisis económico como el sustantiv- ismo o el formalismo, han sido las principales herramientas teóricas para aprox- imarse al mundo de las colectividades pesqueras (Siches, 2002; Rubio-Ardanaz, 2000). Sin dejar de lado los aportes valiosos de estas perspectivas, es preciso notar que el conjunto de la vida de una comunidad pesquera, ese saber-hacer que define a una comunidad particular dentro de un espacio socio-natural (de la Ca- dena, 2015), tiene importantes vacíos desde la aproximación economicista: ¿Es lo económico un vínculo preponderante que determina las prácticas y modos de vida de las comunidades pesqueras? ¿Qué hay entonces de las otras intenciones como sensaciones, emociones, historias, entre otras, que se encuentran expre- sadas en diversos aspectos de este ámbito (gastronomía, representaciones, vín- culos familiares, relaciones de amistad, familia, etcétera)? Esto no quiere decir

que haya que deslindarse de lo económico, sino más bien, que su entendimiento debe conectarse con otros elementos del ámbito de la pesca que son también parte de este paisaje cultural. Para abordar este tema, es preciso tratarlo desde una perspectiva teórica que parta de las relaciones elementales entre los diver- sos actantes que, de una u otra forma, tienen parte en la colectividad de la pesca para formular desde ahí caracterizaciones más generales: modelos, principios y paisajes de interacción y relación. Para este punto, la óptica de las teorías de red de actantes resulta de utilidad.

Una propuesta de análisis desde las teorías de red de actantes es una pro- puesta de rastreo de asociaciones (Latour, 2005). La realidad, desde una mirada directa y al tiempo analítica, se encuentra conformada por asociaciones dinámicas y multivalentes entre diversos elementos, produciendo constantemente lo social. Pero, ¿qué es lo social? La existencia como tal, un cuasiaxioma generalizado a lo largo y ancho de las ciencias sociales, resulta ser una dimensión complicada de la vida de las colectividades: ¿En dónde está lo social? En este mismo sentido, si eliminamos a los actantes, ¿Qué queda? A pesar de lo central de estas preguntas, lo social como tal aparece fundamentando innumerables explicaciones que abor- dan la vida de los colectivos, como si fuera un fenómeno dado, en interacción con los otros elementos de dichos colectivos. En estos casos, lo social hace alusión a un algo ya ensamblado, una situación estable de las cosas, pero no denota la “naturaleza de lo que está ensamblado” (Latour, 2005: 13). Aquí, “la naturaleza” refiere a la más sencilla dimensión de todo aparente fenómeno: sus elementos y procesos constitutivos. En cierto sentido, entonces, existe una brecha entre el modelo y su referente, al no ser consecuente de su naturaleza, si no propuesto como tal. Esto significa que, para ciertos propósitos, el modelo debe replantearse mediante un proceso que logre trasladar a las particularidades de su naturaleza. Para el presente caso de análisis, poco nos sirve dar por sentados dominios de la realidad aplicables al mundo de la pesca, ya que lo que buscamos es la forma en la que este mundo articula sus propios dominios.

Así, procederemos a redefinir lo social como “un movimiento muy pecu- liar de re asociación y ensamblado” (Latour, 2005: 21) dentro de una red en la que diversos elementos se encuentran interconectados. El análisis, entonces, “re- emplaza el objeto a estudiar por una materia hecha de relaciones” (Latour, 2005: 23). De esta manera resulta preciso revisar también ciertas cualidades a priori de lo que se encuentra en asociación. Si antes hemos propuesto que una realidad se encuentra en sus elementos constitutivos, estos pasarán ahora a ser llamados actantes como un énfasis en su rol al producir la realidad. Respecto a los actan- tes, hay que comenzar notando que se encuentran marcados por una condición paradójica (o híbrida) y consiste en que el actante es al mismo tiempo individuo y colectivo, pues no deja nunca de ser parte de una o más redes, aunque en prin-

cipio se encuentra limitado a sí mismo (Callon & Law, 1997). Así, este nunca se encuentra fuera de sus redes de inmanencia.

Ahora bien, ¿Existe algo más en la realidad además de actantes? Quizá nuestra propia posición como personas “modernas” se sienta algo incómoda con esta pregunta. Las consideraciones de la modernidad elaboran claras distinciones entre sujetos y objetos, donde en ciertos casos, puede incluso considerarse que el objeto existe de forma dependiente en relación al sujeto. De esta manera, con- siderar al actante ha sido, dentro del canon moderno, cuestión de mirar a lo que proviene del ser humano; llevando lo que no proviene de este a un campo de cau- salidad (carencia de voluntad) y objetivismo (Latour, 2007). Pensar en una ola o un pez como actantes puede sonar confuso para una perspectiva perteneciente a la “realidad moderna”, ya que esto supera las limitaciones ontológicas de la “metafísica occidental” en su definición de “los existentes del mundo” (Viveiros de Castro, 2010). Este primer ethos del actante, al que hemos descrito desde la realidad moderna, resulta de importancia porque motiva ciertas formas de aso- ciación al dibujar una mirada particular sobre los seres, los no-seres y sus roles en el mundo, lo que Latour llama una “metafísica empírica” (2005). Se puede resumir en un sentido del mundo como tal, como prefigurado por la imaginación (o antecediendo a esta) cuya participación, paradójicamente, constituye el mun- do (Strathern, 2004). Así, el criterio discriminante para plantear qué elementos habitan el mundo y en qué forma, dependerá de cada movimiento de asociación y ensamblado particular (lo social).

En un segundo ethos del actante tenemos que, pese a que un elemento se considere un sujeto o un objeto por los actantes humanos en cuestión, ocupa siempre una posición relativa (dada por lo que le rodea) e incide en “un estado de cosas” (Latour, 2005: 106). El hecho de ocupar una posición convierte al ele- mento en actante, pues, lo hace incidente en la configuración de las realidades (de cualquier realidad que incluya su posición). Es decir, desde este segundo ethos todo elemento de un mundo es un actante. No obstante, existen dentro de esto diferentes medidas de incidencia, lo que lleva al desarrollo de dinámicas no hori- zontales de relación (Latour, 2005), a través de las cuales ciertos actantes tienen mayor participación en ciertos movimientos.

Entre estos dos ethos del actante, tenemos como mediador el proceso de figuración: esta es una acción originada en una posición relativa, a través de cuya perspectiva se define la forma de un otro actante (Latour, 2005). De esta mane- ra, todo cuanto conforma una realidad (un mundo) es un actante, pero depende de cada movimiento de asociación y ensamblado particular la forma de dicho actante; así como depende también de su propio accionar y de la posición jerár- quicade ciertos actantes particulares que realizan procesos de figuración, es decir, de ciertos actantes que son puntos de referencia. Bajo la figuración, un actante

puede ser un mero participante o un agente determinante, en relación tanto al rol que se le ha asignado como al nivel de incidencia que tiene en la configuración de la realidad.

Es entonces, con base a los criterios antes tratados respecto a lo que es/ puede ser un actante, que una búsqueda de los mismos y sus asociaciones, en proceso de conformar la realidad de la pesca artesanal, es factible. Partiendo de esto, la búsqueda parece simple: consiste en un rastreo de las diversas asocia- ciones y posiciones relativas de la mayor cantidad de elementos posibles que constituyen un mundo, donde, para el análisis, los participantes “deben ser ac- tores y no simples portadores de una proyección simbólica” (Latour, 2005: 26). Así, resulta posible también identificar la estructura, además del bienestar de los pescadores y sus familias, así como otras acciones e ideas que guían su presencia en el ámbito. Los/as actantes humanos/as son en cierta forma un punto de refe- rencia y un núcleo de asociación para la presente investigación, es a través de la experiencia y la memoria de los/as participantes humanos/as que esta búsque- da puede tomar forma (nunca aislándola hacia el actante humano, recordemos que ninguno existe per se si no en relación a sus redes de inmanencia; se trata siempre de actantes-red). Para Latour, la investigación desde la perspectiva de la red de actantes rastrea 3 aspectos de la realidad: las controversias acerca de las asociaciones, la estabilización de las controversias, y la formación de colec- tivos (Latour, 2005). Con base en este simple esquema, el análisis parte de los actantes-red para dibujar, finalmente, un panorama general y en movimiento: un conjunto de actantes-red en asociación conformando un ensamblaje particular y con cierta dirección común (estabilidad relativa), un “colectivo” (Latour, 2005: 345). Por último, cabe mencionar también que, en su aplicación a la antropología cultural, la aproximación desde la TAR (Teoría del Actor-Red) puede hacer buen uso de la observación participante como mecanismo para abarcar incluso los ac- tantes y asociaciones menos explícitos que se encuentran presentes en un mundo particular; quizá otra forma de pensar en lo que la etnografía clásica llamaba los “imponderables de la vida real” (Malinowski, 1922: 36).

Finalmente, son precisas ciertas observaciones sobre las relaciones entre ensamblajes. Si bien cada realidad funciona con cierta autonomía, hay también un grado en el cual algo de estas participa en más de un modo de ser (de la Cade- na, 2015: 5). Un entorno socio natural, en los términos utilizados por de la Cade- na para su caracterización de la realidad Cuzqueña, se presenta como un marco común para mundos que pese a ser diferentes, comparten entre ellos parte de sí; en consecuencia, no son ni singulares ni plurales, son más que uno y menos que muchos (de la Cadena, 2015: 5). A través de este vínculo, realidades diferentes tienen espacios comunes. Sin duda, esta condición puede funcionar como herra- mienta base para la convivencia intercultural y lo político.

El trabajo con la comunidad

El estudio se planteó inicialmente en 3 comunidades de pescadores artesanales del norte de Manabí: La Chorrera, Palmar y Coaque, mediante las herramien- tas etnográficas de la observación participante y la entrevista semiestructurada. No obstante, debido a la situación con la epidemia de COVID-19, el trabajo de campo tuvo que recortarse y no fue posible realizar entrevistas en la comuni- dad pescadora artesanal de Coaque. En total, se realizaron 8 días de trabajo de campo, con entrevistas en La Chorrera y Palmar. La investigación contempló 2 estadios de participación: individual y familiar, considerándose el rol contingente de colectivos tipo familiar en la actividad (Rubio-Ardanaz, 2000; Alvarez S. , 1987). La participación fue voluntaria y cada uno decidió el tipo de colaboración (individual o familiar). Los espacios de trabajo fueron gestionados mediante la ayuda de las cooperativas pesqueras locales, así como mediante el contacto di- recto o a través de personas de la zona que ayudaron anteriormente con proyectos de la Universidad San Francisco de Quito.

Las entrevistas se realizaron con base a un banco de preguntas, estruc- turado desde los siguientes temas: historias, movilidad, formas de transmisión y producción del conocimiento, aprendizaje, economía, identidad, sentimientos, emociones, cosmología, prácticas, símbolos particulares, formación de grupos, cooperativas pesqueras, estado nacional y conflictos.

La observación participante, por otro lado, resulta clave para el estudio en cuanto a que: 1. Recoge información fuera del ámbito “formal” de la entrevista, permitiendo la participación de “voces” que el formato entrevista puede ocultar (incluyendo actantes no humanos). 2. Representa para el investigador un meca- nismo de permutación parcial de su realidad hacia la realidad en cuestión: un puente a través de la experiencia.

Resultados y discusión

Medios materiales, recursos, habitantes del mar.

Una primera y evidente relación que conforma el ámbito de la pesca es aquella mencionada por Miguel Ángel M., pescador de la playa de Palmar, como pri- mer punto en la conversación sobre su historia como pescador: -El sustento de nuestra vida es ese, la pesca, expresó Miguel en la entrevista. No es únicamente Miguel quien habla de “sustento” antes que, de otra cosa, si no que la “forma de ganarse la vida” ha sido también parte del canon de la antropología de la pesca (Rubio-Ardanaz, 2000). En esta relación participan un conjunto de actantes fun- damentales para la pesca artesanal, lo que se hace su revisión una prioridad para comenzar el análisis. Su interacción con la comunidad humana es cotidiana en la mayoría de los casos, y en otros, constituye la infraestructura imprescindible para

la realización de la pesca. Sin embargo, en cuanto se trate de criaturas, estos poseen una posición propia que otorga también cualidades a la relación con el actante hu- mano. Mediante el proceso de figuración de los actantes, estas partes pueden llegar a ocupar una posición definida para el pescador artesanal. Así, para la obtención de “recursos marítimos”, comienza siendo necesario el poder acceder a ciertos “mate- riales” y “artefactos” elementales, detallados en los siguientes párrafos.

La embarcación: en Palmar las más comunes son embarcaciones peque- ñas (dentro de la pesca artesanal) utilizadas por una o dos personas para la pesca de camarón. Están hechas de fibra de vidrio y son reparables. Utilizan un motor fuera de borda que funciona en base a una mezcla especial de combustible y aceites a la que se conoce como “gasolina artesanal”. Además de esto, hay dos embarcaciones ligeramente más grandes que se utilizan para “trasmallo” (Víctor M., Iván D.). En la playa de La Chorrera hay más variedad, ya que aquí utilizan “bongos” (su uso es poco común): pequeñas embarcaciones de madera (para una sola persona) impulsadas mediante el uso de un remo; pangas pequeñas para pes- ca de camarón (máximo 4 personas) y lanchas grandes para diferentes tipos de trasmallo y para pesca con riso.

Las artes de pesca: Víctor M. señala que cada red tiene una utilidad es- pecífica en relación con lo que el borrador del proyecto de Ley de Pesca y Acua- cultura llama la “especie objetivo”. A grandes rasgos, los pescadores artesanales que participaron en esta investigación hacen uso de anzuelos, redes, trasmallos y riso. Según Leonel, pescador de la playa de La Chorrera, la pesca con anzuelo, se orienta más que todo a la captura de picuda. Las redes, según Víctor M., se utilizan para la pesca de camarón y especies pequeñas, como el pámpano. Para hacer uso de estas, se las extiende a lo largo de aproximadamente 1 kilómetro en una zona identificada por el pescador, donde se las deja extendidas un tiempo promedio de dos horas, después del cual se recoge junto con las capturas logra- das. El trasmallo se aplica a la captura de peces tanto de tamaño pequeño como mediano. Según Iván D., pescador de la playa de Palmar, existen algunos tipos de trasmallo, orientados hacia capturas específicas; varían en tamaño y en el ancho de la luz de malla. También señala que, por lo general, la pesca con trasmallo se realiza a una distancia considerable “hacia adentro” (con lo cual se refiere a hacia mar adentro) y puede requerir de dos, tres y hasta cinco días. Por último, el riso es un arte de pesca orientado hacia una cantidad más grande de capturas que las anteriormente mencionadas, por lo que requiere una mayor fuerza de trabajo. Asimismo, como cuenta Elías J., pescador de la playa de La Chorrera, la pesca con riso suele requerir de más de un día y en esta se llega a importantes distancias “hacia adentro”. Todas estas artes son elaboradas por los pescadores y sus fami- lias, con base en nilón, “tela de fibra” (una especie de cuerda) y aguja para tejer redes; elementos que se adquieren en “tiendas de pesca”.

Todos los elementos antes aludidos son importantes en la realidad de la pesca artesanal, en la cual se han dispuesto como medios para alcanzar una rela- ción (el “sustento” mencionado). Precisamente, su disposición es de “instrumen- tos”, de forma que actúan como “intermediarios” al “transportar significado o fuerza sin transformación” (Latour, 2005: 63). Esto es importante para el proceso de figuración de los actantes a través del cual se configura una realidad (Latour, 2005), pues, su posición de “intermediarios” o “instrumentos” se define desde una perspectiva humana: un actor que es fuerza de figuración.

El propósito de movilizar a estos actantes o en otros términos, el propósi- to para el cual han de utilizarse estos instrumentos, es lo que como punto de par- tida llamaremos el acto de la pesca: el preciso conjunto de acciones a través de las cuales, los pescadores obtienen del mar su recurso. Ciertos enfoques de análisis se han centrado en este momento, al que se ha caracterizado por sus cualidades de pro- ducción tipo extracción-recolección, donde existe cierta “falta de control claramente definido sobre los factores de producción” (Poggie, Pollnac, & Fierro, 1987: 142) lo cual genera un aparente panorama de inseguridad e incertidumbre respecto a la producción (Rubio-Ardanaz, 2003). Estas observaciones delatan la importancia de ampliar las consideraciones respecto a quiénes y cómo participan en el ámbito, a fin de esclarecer algunas de las cualidades de esta incertidumbre; al mismo tiempo que reevaluar los entendimientos sobre ciertas situaciones respecto a las cuales parece no haber incertidumbre. Es así que, ampliando la idea de una simple “obtención de recursos”, ha de considerarse este momento como vitalmente atravesado por diferentes relaciones y posiciones, algunas de las cuales se verán a continuación.

La pesca de camarón es la más realizada en la playa de Palmar, como lo afirma Iván D. Víctor M. y Miguel M. cuentan que la pesca de camarón es la que más les agrada debido a que puede realizarse cerca y sin tener que estar adentro (en el mar) durante espacios muy prolongados de tiempo. De manera que defin- en una parte de su estilo de vida desde las posibilidades que ciertos elementos del “entorno” facilitan. Leonel, pescador de la playa de La Chorrera, identifica 7 especies de camarón como objetivo de la pesca: -camarón blanco (el que más caro se vende, dependiendo del tamaño), café, rojo, cebra o tigre, pomada y de nilón de profundidad. Cada especie tiene una temporada específica de pesca, añade Leonel. En general, para esta se realizan dos jornadas, una en la madruga- da-mañana (de 4 a.m. a 8 a.m.) y otra en la tarde-noche (de 4 p.m. a 8 p.m.), en la forma que se ha descrito con la red camaronera (aunque no se trata en realidad de un horario fijo). Los camarones, al caer atrapados en la red, buscan liberarse y pocas veces tienen éxito; el pescador al recuperar la red los arrojará en la gaveta de capturas o un compartimento de la embarcación destinado a este fin. De forma que su captura resulta sencilla y relativamente pasiva, por cuanto no requiere una atención extraordinaria por parte del pescador.

Álvarez, respecto a la comuna de El Real, provincia de Santa Elena, men- ciona que la pesca de fauna acompañante (tortugas, pangora, bonito, bagres, cor- vinas) se encuentra presente en la pesca de langosta. En el caso de la pesca de ca- marón en Palmar y La Chorrera, como “fauna acompañante”, las capturas suelen incluir peces pequeños, jaibas, cangrejos, “camarones bravos”, y rayas pequeñas. Estas últimas 4 pueden ser capturas indeseadas, puesto que, como comentó Víctor

M. en una conversación, suelen cortar las redes y, sobre todo “camarones bravos” y “rayas”, pueden herir a pescadores. También pueden lastimar, ya muerto el an- imal, a quien se ocupe de limpiar las redes y recuperar las capturas. Miguel M. también mencionó que estas especies resultan perjudiciales; pese a que también se las suele consumir o vender. Las veces que, durante el trabajo de observación participante, se capturó “camarones bravos”, algunos fueron lanzados de vuelta al agua por los pescadores, quienes intentaban no manipularlos, y otros fueron lanzados a la gaveta con el resto de capturas. Esta serie de posiciones amplían de hecho el rango de actantes inicialmente delimitado a trabajador-recurso.

Encontramos, por ejemplo, un proceso de figuración en el cual se da nom- bre al actante desde la percepción de su actitud por el pescador (“camarón bra- vo”); este resulta no solo un “objeto” o “intermediario” si no que se convierte en un verdadero mediador al transformar el curso de acciones (Latour, 2005), que involucran las intenciones de otro actante (el pescador): el “camarón bravo” incide en la intención de la pesca, al ser un “recurso” que no ha de aprovecharse debido a la resistencia que presenta. En cuanto a las otras especies mencionadas como “fauna acompañante”, es importante también el notar su participación en la actividad de la pesca, al desviar recursos (dañar redes, necesitar atención ex- tra por parte del pescador, que no desea lastimarse) y tener una propia posición respecto a la red de pesca (lo que para el pescador es un medio de trabajo, para la jaiba es algo de lo que desea librarse). En este último sentido, el mismo ca- marón que es objetivo de la pesca resulta un “mediador”; aunque no suele serlo en el marco de la figuración del pescador, quien lo considera, generalmente, un “recurso”, un “simple intermediario” que no ejerce en realidad una acción signi- ficativa luego de haber sido capturado. El rango de acción del camarón, desde la perspectiva del pescador artesanal, existe en cierta forma en un momento previo al de su captura, donde este “se reproduce” o crece; luego de la captura, su acción se limita completamente.

La captura de peces, en particular especies medianas y grandes, presenta algunas dinámicas adicionales, en las cuales el pescador se moviliza distancias significativas para alcanzar determinadas condiciones de pesca y utiliza otro tipo de artes que la red camaronera. Respecto a lo comentado por pescadores en en- trevistas y conversaciones, tenemos que, a excepción de Lorenzo D., todos los entrevistados para esta investigación mencionaron que este tipo de pesca supone

mayores riesgos que la de camarón u otras de proximidad. Asimismo, en la lite- ratura académica se ha considerado a este trabajo como relativamente riesgoso al estar los pescadores expuestos a un pesado trabajo manual y a condiciones inciertas e incontrolables del entorno (Rubio-Ardanaz, 2003; Poggie, Pollnac, & Fierro, 1987). Cuando se preguntó sobre qué peligros son a los que se exponen, estos se remitieron a anécdotas u otras historias personales. Jacinto G. y Lorenzo. D, ambos pescadores de la playa de La Chorrera, comentan un rango más amplio de encuentros en este tipo de pesca que lo usual en la de camarón. En este con- texto, existen algunas especies identificadas como altamente peligrosas. Entre esas, Víctor M., Jacinto G., y Lorenzo D., relataron haber tenido encuentros con “la tintorera”, un pez de gran tamaño que puede dañar embarcaciones de ser esas sus intenciones; Víctor M. contó que esta puede estropear las embarcaciones con su aleta dorsal, la cual posee una especie de hueso. Jacinto G. y Lorenzo D. rela- taron también haberse encontrado con “La Gata”, un tiburón que a veces busca devorar al pescador, o voltear la embarcación. Jacinto G. comentó haber tenido que esconderse al encuentro de esta criatura, a la cual describió como un “animal que cambiaba de colores”. También dice que, cuando joven, hubo un tiempo en el cual se vio impedido de salir a pescar a causa de que, al salir de la playa, había “una gata” que estaba siempre esperándolo, por lo cual deduce, tenía algo con él. Para el análisis surge el encuentro con otro tipo figuración, caracterizada por un alto grado de intencionalidad no humana. Si bien no es una presencia decisiva, por cuanto no es constante, este tipo de actantes configuran una parte especial de la experiencia del pescador: aquella en la que se encuentra expuesto a la voluntad de entidades fuera de él y de lo humano.

El mar

Una buena parte del destino del pescador se encuentra en la figura de “el mar”. Definir al mar como actante resulta complejo, a primera vista, parece un ensam- blaje: un conjunto formado por las relaciones y posiciones de diferentes actantes. No obstante, la mención del mar como una entidad es recurrente por parte de los pescadores, ¿Es también, entonces, un actante? Ciertamente, la amplitud de lo que “el mar” abarca ha de generar más de un significado; y para comprender la relación entre el pescador y el mar pueden proponerse dos aproximaciones hacia esta figura: el mar como espacio (es decir, en los términos que hemos venido utilizando, el mar como intermediario), y El Mar como entidad (El Mar como mediador).

El mar como un espacio, es una noción que considera un conjunto de elementos, con la particularidad de que aquí, remitiéndonos a la perspectiva del pescador, encontramos que la noción está conformada únicamente por actantes con un tipo de figuración pasiva. El mar como espacio es una especie de matriz de elementos que el pescador percibe y que atraviesan su posición sin intencio-

nalidad alguna, de forma que comúnmente se le atribuye motivos causales. Por ejemplo, cuando Iván D. menciona que -en días en los que hay demasiado viento y corriente, no hay pesca, se está refiriendo a este tipo de relación (con un interme- diario que funciona por inercia, sin transformación/apropiación de significados o fuerzas), con eventos y situaciones que se dan por causalidad. Miguel M. menciona también que -Cuando están los vientos fuertes, es duro la traída (para) alzar.

El Mar como entidad, por el contrario, incorpora la intencionalidad a los eventos percibidos por el pescador y que influyen de forma importante en su vida. Así, Iván D. menciona que -Cuando está picado El Mar, cuando El Mar está demasiado bravo, al otro día que ya como que avanza un poquito ahí hay pesca, porque como que revuelve todo ahí. De esta forma, se elabora una noción en la cual, a partir de un carácter (similar a un estado de ánimo), tienen lugar ciertos acontecimientos: el hecho de que haya pesca o no, de que el hábitat de los animales se encuentre revuelto o no. Así, existe voluntad (acción desde una intención) en lo que, entonces, es una entidad. Siguiendo este sentido, se tiene también que cuando “El Mar está bravo”, hay ciertos peligros. Iván D. relata a modo de anécdota que -la semana pasada, que estaba bravo, estaba picado el mar tuvieron los pescadores, él incluido, una sensación extraña de que -se venía una cosa feísima, luego las olas empezaban como que lo batían así demasiado (a la embarcación), demasiado fuerte se vino el mar, de ahí todo el mundo se volvió, asustados llegaron aquí; fue como algo que quiso haber. Nuevamente, El Mar se manifiesta como una voluntad, como un carácter superior (sus motivos no son alcanzables o comprensibles para el pescador, quien percibe solo los signos de su intención), que incide en el estado de las cosas de manera significativa, al generar peligros, determinar la supervivencia o no de las personas (en ocasiones extraor- dinarias). Otra caracterización habitual del mar es aquella que lo propone como una entidad, un ser generoso: -(quizá) El mar nos da, y así también tenemos que cuidar (hablando sobre la basura en el mar) comentó Miguel M. Entonces, El Mar como voluntad tiene potestad también sobre “los recursos”, o los otros seres que de muchas formas pueden estar en él.

El Mar (mayúsculas para nombre propio), es una figuración del actante humano que se incorpora en la realidad como actante también. Su rasgo funda- mental es el de poseer una voluntad materializadora que, como tal, puede superar voluntad del actante humano y de los actantes animales en el sentido de que domina, determina ciertas circunstancias y eventos que los atraviesan. En otras ocasiones, el mar “se iguala” con los pescadores u otros, al entrar en una especie de diálogo con estos (D’Amrosio Camarero, 2017). Hay que añadir finalmente que la frase de “el mar está bravo” puede tener distintos niveles de significación, a veces relacionados con el mar como un espacio (donde es una forma de decir que hay ciertas condiciones causales como viento y mareas) y a veces haciendo

alusión a una voluntad e intencionalidad en las condiciones que percibe el pesca- dor. De esta manera, resulta que las dos figuraciones que se han analizado (el mar y El Mar) se encuentran imbricadas en la práctica. Así también, dentro de una misma conversación, el mar “entrega pescado”, pero también otras veces “sale pescado” (dicho por Miguel M.).

Una última noción, quizá algo periférica respecto a la discusión anterior, es aquella que mira al mar como un cuerpo de agua. Esta se presenta en colecti- vos diferentes de la pesca artesanal, como una especie de eje transversal desde una materialidad (D’Amrosio Camarero, 2017). En otras palabras, nos indica la presencia de un “entorno socio natural que participa en más de una forma de ser” (de la Cadena, 2015: 5). De igual manera, el mar tiene un ámbito político inter- cultural, cuya aplicación puede bien resumirse en lo dicho por Miguel M: -El mar no es de nadie, pero es de todos, así usted no sea pescador.

Dios y La Suerte

Además de El Mar, los pescadores hacen referencia constante a otras dos grandes entidades que atraviesan su mundo: Dios y La Suerte. En un sentido similar al de El Mar, estas materializan su voluntad más allá del alcance de actantes humanos y animales:

-Andamos a las bendiciones de Dios: Dios nos da y nosotros traemos, y si no da, pues así es (Miguel M.); -Esperemos que no llegue acá ese mal, será la voluntad de Dios (en conversación telefónica sobre el tema del Coronavirus). (Leonel); -Aquí estamos a la voluntad de Dios, por eso tenemos y si tenemos compartimos. A diferencia de lo que ocurre con El Mar, en el trabajo de campo realizado para este estudio, no se relacionó nunca a Dios con peligros o males, únicamente con buenas expectativas.

La Suerte, tal como lo describe Hemingway en su novela El viejo y el mar, es una compañera esquiva y constante del pescador. A la suerte se le atribuyen el acontecimiento de grandes bondades inesperadas: -Este motor me compré por dos suertes que me llegaron (Leonel, hablando de capturas por cuya venta recibió más de $200). No siempre está presente, pero una vez que se ha manifestado, la memo- ria de tal evento acompaña al pescador como fuente de esperanza (de que se repita el encuentro con la suerte). Al ser La Suerte una presencia generalmente ausente, su espontánea presencia resulta también parte de su rango de acción; cuando se mani- fiesta, o da o quita, evidenciándose ahí su intencionalidad. Así, tanto Dios como La Suerte son figuraciones relacionadas con el actante humano que, al encuentro con las experiencias del pescador, se incorporan a la realidad como actantes. También, como El Mar, poseen dimensiones que se encuentran más allá de la figuración del actante humano, es decir, existen en un plano material.

Comunidades humanas

Además de todas las relaciones antes mencionadas, la pesca artesanal se confor- ma también en base a la participación de colectivos humanos. Estos constituyen un núcleo de asociación horizontal (a excepción de la división del trabajo por género) y colaborativa, así como un espacio de entretenimiento y esparcimiento, ambas cualidades importantes para la estabilidad de esta sociedad. El ámbito de la pesca artesanal no solo comprende al pescador, sino que se extiende a todo el entorno familiar (Firth, 1946). Carmen R. esposa de un pescador de la playa de Palmar, comenta que: -Mi esposo pesca, nosotros (ella y su hija y su hijastra) re- mendamos, arreglamos las redes, trasmallo, ayudamos a limpiar (…) de repente se sale también (a pescar), pero no tanto, porque uno se marea. Las labores de la pesca, como comenta Carmen, se extienden más allá de la salida al mar y con- vocan a los miembros de su familia nuclear, que es también su círculo inmediato de convivencia. Además de su participación directa en labores relacionadas, fa- milias nucleares y extendidas participan en la transmisión del conocimiento, así como, en muchas ocasiones, en la provisión de un sustrato económico que dota al pescador de sus medios de producción, como observa Álvarez (1987) para el caso de la langosta en El Real, donde además “las relaciones de trabajo se dan por la vía consanguínea o en forma de alianzas familiares” (p. 209).

Adicionalmente a la familia, participa otro tipo de comunidad de hecho, aquella formada por los pescadores en su interacción de todos los días, según Iván D. casi una familia: Como que estamos en familia porque todos los días nos vemos aquí, nos vemos cada vez que salimos, nos vemos ahí afuera. Esto hace que el pescador nunca sea un solo individuo realizando una actividad, pues, habita un espacio que se comparte con otros seres humanos y en el que cualquier actividad tiene un fuerte componente colectivo. Así, el trabajo más pesado, -don- de se requiere más fuerza es empujando la lancha, bajándola y subiendo (Víctor M.), se aligera por el apoyo del grupo. De igual manera, se adquieren compromi- sos, tales como mantener el espacio de trabajo limpio de elementos que puedan lastimar a alguien (como las colas de las rayas) y se forman espacios compartidos de entretenimiento (el equipo de fútbol de Palmar, por ejemplo, formado por los pescadores de la playa). No menos importante, esta disposición colectiva origina a una organización política, la cooperativa de pesca local, que intercede como un organismo frente a la política estatal, facilitando ciertos trámites burocráticos, así como participa en procesos más cotidianos (como compra de materiales). Por último, esta comunidad también se manifiesta en la contingencia de eventos de riesgo, de manera que, al haber un pescador experimentado una situación peligrosa, dará aviso al resto, de forma que estos riesgos sean de conocimiento general. El espacio de la playa, como señala Iván D. es clave para la formación de esta comunidad en la interacción cotidiana.

Disponer de los recursos

A partir de la serie de relaciones y actantes que hemos venido trabajando, el pes- cador artesanal obtiene del mar, entre otras cosas, ciertos recursos con los que regresa a tierra. Precisamente, el disponer de estos recursos completa el círculo de la economía de pesca, develando tanto un espacio de bienestar en el consumo, como una posición marginal respecto a las cualidades de una economía planifi- cada. Aquí, lo obtenido del mar, se utiliza o se vende. Para venderlos, los pesca- dores de Palmar recurren a dos intermediarios “fijos”, según Miguel M. e Iván

D. Para ellos, las relaciones de mercado (en la que ocupan la posición de oferta) parecen verse reducidas a estos dos actantes. No obstante, el precio, el término de la relación entre pescador e intermediario, abarca un conjunto de otros factores que comprenden tanto las cualidades de la pesca (especie, peso), como los dife- rentes eventos que acontecen en otros puntos del mercado. Por ejemplo, como mencionaron Miguel M., Iván D. y Leonel, la posibilidad de que la pandemia del Coronavirus cambie los precios del camarón. A estos intermediarios se les suman, no siempre, compradores casuales -que cuando tienen una oportunidad vienen a comprar directamente, y cuando hay suficiente, se les vende (Miguel M.). La presión de ver colapsado el mercado en uno o dos intermediarios tiene importantes incidencias respecto a los precios de venta, que se acuerdan muy por debajo del precio que el producto de mar tiene cuando llega a su consumi- dor final. Aunque, en los casos observados, existen muy buenas relaciones entre intermediarios y pescadores. Finalmente, tanto la presión de los intermediarios, como la no disposición de un ingreso fijo, colocan al pescador artesanal en una posición a veces precaria para la cual se articulan particulares sistemas de présta- mo simétrico (Alvarez S. , 1999).

La pesca que no es para la venta es aquella que se destina al consumo en entornos familiares y de amistad. Absolutamente todos los pescadores que participaron en este estudio mencionaron que, en este aspecto, son privilegiados, pues, eligen lo que para ellos es lo mejor de la pesca y comparándose con otros ámbitos (por ejemplo, con el ámbito urbano), consumen el mejor alimento. Lo obtenido del mar, como señala Iván D. no es lo único que se consume, si no que estos recursos se combinan con aquellos que el pescador compra con lo que gana vendiendo su pesca y con los que obtiene en otro tipo de intercambios. De esta forma, la comida se convierte en una importante materialización de la posición humana en este entorno; donde convergen, tal y como en el acto de la pesca, intenciones, fuerzas y posiciones diversas, ahora realizadas, llevadas a fin. En cierto sentido, la posición del pescador en su mundo puede llegar a resumirse en un plato de comida. En esta parte de la vida de la comunidad humana, se genera un espacial arraigo que en muchas ocasiones prevalece a la precariedad que en otros sentidos puede encontrarse en el ámbito.

“Yo viví en el paraíso”: bienestar, identidad y agencia

Cuando Jacinto G. dijo “yo viví en el paraíso”, estaba hablando de una de las par- tes más importantes de su trabajo y vida como pescador artesanal. En ese punto de la conversación, él había retrocedido algunos años hacia las experiencias de su juventud en torno a la pesca. Haber vivido en el paraíso estaba para él en la abun- dancia y variedad de sus capturas cuando joven, así como en el estilo de vida que se llevaba en y por este contexto. Según Jacinto, en este tiempo aún era incipiente el oficio de la pesca en la zona (La Chorrera y la playa de Coaque). -Nosotros empezamos a pescar en lo que era la abundancia del pescado, comenta Jacinto. Hoy, no solamente el número de embarcaciones se ha multiplicado, si no que las condiciones de captura son diferentes: -En lo que antes se iba 10-12 millas y encontraba dorado, tollo, aguado, albacora, espada en abundancia, ahora se tiene que ir más lejos, 100-200 millas, explica Jacinto. Iván D., quien lleva cerca de 20 años pescando, también observa que la cantidad de capturas ha disminuido y la distancia a la que es necesario salir se ha incrementado, esto lo atribuye al aumento de las embarcaciones (industriales y artesanales). Tal como recuentan Jacinto G. y Geovanny Z. la cantidad de personas que se dedican a la pesca arte- sanal ha aumentado considerablemente en los últimos 30 años, tiempo en el cual ellos han sido testigos de cómo playas en las cuales había una mínima ocupación (5 o menos embarcaciones) hoy tienen 30, 40 o 50 embarcaciones. Esto puede corroborarse con la comparación de los datos proporcionados por CEPLADES en 1987, donde se certifica la presencia de 57 comunidades pesqueras y apro- ximadamente 11000 pescadores artesanales y lo publicado en el último censo pesquero, realizado en 2013, donde se contabilizan 295 caletas (comunidades pesqueras artesanales) y 59616 pescadores artesanales (MAGAP/VMAP, 2014).

Entre otros cambios, los materiales de las redes han sido sustituidos por otros más livianos o más precisos para ciertas capturas específicas. Junto con esto, los conocimientos de los que hace uso el pescador cambian también, pues, se relacionan ahora con nuevas condiciones. En general, todos estos cambios im- plican nuevas formas de relación y, por ende, un desplazamiento en la posición tanto de pescadores artesanales como de los otros actantes que se ven atravesados por el cambio. En cierto sentido, se trata de un nuevo conjunto de presencias en el mar. Desde una perspectiva amplia, esto se ve como un movimiento conjunto del ensamblaje o colectivo (Latour, 2005) de la pesca artesanal.

Junto a estos paradigmas de cambio y movimiento, el ensamblaje presen- ta ciertas estabilidades que permiten que este sea efectivamente un colectivo. Así, pese a los cambios, las figuras que participan en este mundo se encuentran tam- bién atravesadas por un sentido de continuidad. El mar está aún ahí y el pescador aún vive de lo que el mar le da, de lo que saca del mar. Además de la permanencia de este principio, hay otros aspectos que generan un sentido de continuidad. En

el caso de Jacinto G. este sentido se da en la articulación de la memoria de un momento anterior con la realidad del presente: -Me fortalece cuando yo cuento que yo viví en el paraíso (Jacinto G.), de forma que estos diferentes momentos son también uno solo. Fuera del actante humano, hay también elementos que son parte de este continuo: la permanencia de ciertas especies, ciertos patrones cli- máticos, entre otros. Así, sucede que “el ensamblaje resiste el cambio y el tiempo en la forma en la que las relaciones en él se expresan a través de materiales dura- deros” (Stephen, 2015: 151). Esta estabilidad del ensamblaje es lo que permite al actante humano tomar la forma del pescador artesanal a través del autorreconoci- miento de lo que su parte en dicho complejo.

Es así como, en este espacio, las comunidades de pescadores artesanales se definen y generan un conjunto de prácticas, entendimientos/símbolos, expe- riencias y subjetividades, a través de las cuales encuentran y producen su propio bienestar. Uno de los aspectos más evidentes de este especial vínculo proviene del sustento. Como bien hemos visto, diversas aproximaciones señalan al conjunto de la pesca como un ámbito de provisión para el pescador. Aquí, las comunidades de pescadores artesanales obtienen tanto recursos monetarios como alimenticios, a través de los cuales subsisten. Este vínculo, en el que un sujeto obtiene, circula y utiliza una base material desde la cual se satisfacen sus necesidades, constituye un principio de asociación fundamental para la formación de colectivos (Marx, 1859); en su referencia a colectivos humanos, se ha denominado a este vínculo como la “economía” (Marx, 1859).

En las diversas relaciones (más allá del “sustento”) que acontecen en la pesca artesanal, los participantes humanos encuentran, entre otras cosas, espacios de identificación. Dentro de esta dinámica se encuentra, por ejemplo, lo referido por Lorenzo D. respecto a su vida como pescador. En el contexto de la pesca artesanal en La Chorrera, él se identifica (y también sus conocidos lo identifican) como un caso especial, pues conoce cómo manejar un velero y ha realizado la pesca en esta embarcación. Así, Lorenzo considera que su identidad se define en parte desde su relación con un tipo de embarcación. Además de su conocimiento y práctica en el barco velero, Lorenzo destacó otros aspectos que lo hacen sentir a gusto con su oficio y, más ampliamente, con quién es él. Mencionó, por ejem- plo, la particularidad del aire marino: -el aire es especial, es bien saludable para uno, así como las bondades de comer del mar y de ser navegante. En esta última categoría, recordó algunas de sus más singulares experiencias: encuentros con criaturas especiales (“la gata”, “la tintorera”, entre otras); capturas abundantes, cercanas al milagro; y su participación en algunas tripulaciones. Todas estas, vale reiterar, son relaciones hechas posibles por una configuración particular de actan- tes, algunas de cuyas partes se han venido revisando. Similarmente, Jacinto G. rescató y se sintió “fortalecido” con algunas de sus experiencias como pescador

artesanal: la abundancia y diversidad de sus capturas; encuentros con entidades fuera de lo común; amistades en diversos lugares; haber estado a la deriva duran- te días en mar adentro y haber sobrevivido.

Evidentemente, el mundo de la pesca artesanal se encuentra también po- blado de narrativas: las historias que cuentan hombres y mujeres sobre su vida, o la de alguien más. A través de las narrativas y, en general, del ejercicio de la memoria, el pescador se sitúa en una posición desde la cual se vincula con un colectivo (generando un sentido de comunidad) e identifica su bienestar en esta realidad. Esto se conecta con un sentido de identidad desde la práctica en el cual la subjetividad tiene un carácter inmanentemente colectivo porque esta proviene del pescador situado en el mundo de la pesca.

Luego de recorrer ciertos significados y memorias de la pesca artesanal, Lorenzo D. dice: -Pero no hay para el mar, oiga. En este momento, Lorenzo registra en el mar muchos de los aspectos que antes mencionó y reconoce lo cer- cana qué es y ha sido su vida a este espacio particular. De forma que el vínculo de Lorenzo D. es con el espacio (y sus elementos causalmente relacionados), con las diversas materialidades que lo habitan (los recursos que obtiene, las criaturas con las que se encuentra, los actantes que se resisten), con las comunidades huma- nas a las que es cercano y con un conjunto de otras entidades que actúan en esta realidad. Así se genera, para Lorenzo, mediante un “ser-hacer” específico (de la Cadena, 2015), un sentido que lo emplaza en su mundo, que lo hace un habitante de dicho mundo.

Si bien, esta interpretación puntual parte de las palabras y experiencias de Lorenzo, a lo largo del análisis se ha presentado también la posición de otros pescadores y familias, quienes a través de sus propias experiencias han definido muchas de las relaciones de este colectivo, en relación al cual poseen también una identidad y un bienestar. Este tipo de sentidos se encontraron en diversos momentos de la investigación. Uno de los más reincidentes fue la expresión de frases como: -Uno no se hace rico, pero come lo mejor, mejor que cualquier otra persona (Víctor M.). El sentido de esta frase se repitió en cada una de las entre- vistas a excepción de la conversación con Miguel M., haciéndose patente como un motivo central de la vida de las comunidades humanas en la pesca artesanal. A través de estas manifestaciones, los pescadores y sus familias manifestaban un fuerte sentido de arraigo: una razón que los mantiene en su posición; y una “agencia” (principio de transformación) para buscar y generar su propio bienes- tar, desde sus propias nociones de bienestar.

Así también, se puede observar cierto sentido de territorialidad para las comunidades de pesca artesanal, no como algo excluyente (recordemos lo dicho por Miguel M.: “el mar es de todos”) si no como la identidad y el bienestar en un

conjunto de prácticas que se dan en un “entorno” específico (en un paisaje especí- fico de actantes y relaciones). El sentido de territorialidad del pescador artesanal, entonces, se basta con tener acceso a la posibilidad de relacionarse o no con el colectivo que se viene describiendo, en un importante despliegue de autonomía y posibilidad de diálogo intercultural.

El cúmulo de experiencias, prácticas, narrativas y demás que se han revi- sado, estabilizan desde la posición humana el conjunto de asociaciones en movi- miento dando pie a la formación del mundo común (Latour, 2005) de la pesca ar- tesanal. En este “mundo común”, cada actante tiene en su constitución elementos que no son estrictamente suyos, como la confluencia de la intención de la suerte en el accionar del pescador, o la interposición de las redes de pesca en el rumbo de los peces. La estabilización resulta un proceso clave, permite al pescador te- ner un –algo- en que desenvolverse, un punto de partida para habitar un espacio y desarrollar una identidad. En este proceso de estabilización y colectivización se produce también la realidad, que puesta en perspectiva resulta una realidad particular, dados los sentidos y prácticas específicos que se encuentran en ella.

Conclusiones

El posicionamiento de las comunidades de pescadores artesanales se da mediante un conjunto de relaciones con/entre diversos actantes y las formas que estos ad- quieren en el proceso de relación (figuraciones). Como parte de estas relaciones, existen ciertas entidades que se presentaron como constantes en las conversacio- nes con los pescadores que participaron en la investigación. Estas son: El Mar, Dios y La Suerte. Se caracterizan por una voluntad que incide decisivamente en el estado de cosas, de forma que muchas veces las configuraciones de la realidad (sobre todo, de la realidad material) se encuentran a su disposición. Es decir, son entidades que ejercen fuerzas significativas en el ensamblaje, desde las cuáles se generan movimientos relevantes. La entidad de “El Mar”, se encuentra como una hibridez entre dos figuraciones, al ser también un espacio en donde los eventos que ocurren no son motivados por una voluntad si no por una relación de cau- sa-efecto entre factores cuya voluntad se suprime en la figuración. Este también es un espacio donde la voluntad humana se figura como prevaleciente para domi- nar los distintos factores que se presentan en el entorno.

Paralelamente a estas entidades, ciertas criaturas marinas pueden ser tam- bién participantes con un notable ejercicio de voluntad en sus encuentros con el pescador: “peces bravos” y ciertos tiburones. La figuración de entidades extrahu- manas que contienen en su voluntad las posibilidades de cambiar radicalmente la realidad parece ser un principio de figuración aplicable a la realidad general de la pesca artesanal.

Además de las entidades, el pescador artesanal se relaciona constante- mente con criaturas-recursos. Estos son, principalmente, pescados, crustáceos, moluscos, y tiburones. En relación a las “entidades”, poseen mayores limitacio- nes en cuanto a sus voluntades, pese a que inciden de hecho en las configuracio- nes de la realidad. Estos animales, por ejemplo, tienen como parte de su agencia (desde el punto de referencia del pescador artesanal) el reproducirse, crecer, y a veces, resistirse a la captura o dañar al pescador y a sus medios de trabajo. La interacción con estos actantes es cotidiana.

Todas estas relaciones siguen cierta dirección común, donde, a pesar de que las posiciones de actantes específicos en la relación puedan diferir, el sen- tido de “un mundo común” surge con la estabilización del ensamblaje (Latour, 2005). Esta estabilidad se delata, en términos humanos, en los sentidos desde los cuales pescadores y sus familias habitan un espacio y generan su identidad. Para el pescador, el conjunto específico de relaciones que dan forma a su mundo se mantiene en el tiempo en la medida en que se reproducen ciertos patrones y posi- bilidades de relación. Asimismo, las comunidades humanas hacen uso de ciertos medios de estabilización: memoria, figuración, identidad. Por otro lado, el ám- bito se encuentra expuesto a constantes cambios (Arriaga, 1987; Southon, 1987; Poggie, Pollnac, & Fierro, 1987), algunos de los cuales podrían desmantelar los patrones de relación, desplazando así la posición del pescador (entre otras), a un espacio quizá fuera de su bienestar e identidad. Un cambio notable, destacado por los pescadores que participaron en la investigación, es la disminución en las cantidades de pesca.

El conjunto del análisis que se viene haciendo trae a escenario también un importante tema de discusión en las ciencias sociales: la agencia. Esta podría señalarse como una intervención en un panorama global que contiene al sujeto interventor (Giddens, 1997, citado en Ortner, 1984). Para el marco teórico ma- nejado en este estudio, esta idea podría traducirse a la acción (un movimiento localizado en la geometría del ensamblaje) proveniente de una posición relativa. La acción/intervención proviene de un algo que la motiva (sentimiento, poder, tradición, tensión, etcétera) y en la discusión teórica de las ciencias sociales al respecto, encontrar las cualidades de esta motivación ha sido asunto ampliamente debatido (Ortner, 1984). Una parte de este debate gira en torno a las teorías del autointerés, que predican un difuso pragmatismo individualista y de maximiza- ción de utilidad como fuente de la acción (Ortner, 1984). En este contexto, el conjunto de prácticas y sentidos que se han venido describiendo para la pesca artesanal aportan a la discusión por cuanto no son simples movimientos o accio- nes en un panorama cualquiera, sino movimientos orientados hacia el bienestar (y claro, esto proviene en cierto sentido del enfoque del análisis). Esta puede ser en realidad una reformulación del autointerés, pero que el evadir la referencia

hermética al individuo, sitúa el bienestar como una noción colectiva; aún más si lo contextualizamos dentro del panorama de la red de inmanencia del actante. En cuanto el pescador artesanal incide en su ensamblaje (mediante sus medios de estabilización), este ensamblaje adquiere cierta dirección (una dirección no totalizante) hacia el bienestar del actante humano.

Asimismo, el actante humano es consciente de su posición relativa, de forma que conoce que dentro de este movimiento hacia el bienestar están invo- lucrados otros actantes (en el lenguaje del pescador “actante” se diría de muchas otras maneras), delatándose así una ecología (paralela a la ciencia de la ecología) vernácula. En esta vía, los intereses conservacionistas que muchas veces tienen en las especies del mar sus objetivos de conservación pueden encontrar un sustrato común con los pescadores artesanales, en base a sus intereses para un compartido entorno socio-natural. Esto, mediante un proceso de conversación de ecologías. Asimismo, la administración pública en estas localidades debe tomar en cuenta los múltiples niveles de importancia de este “oficio” para quienes lo practican, de forma que la posición política de la pesca artesanal se encuentre articulada con la realidad y el bienestar que genera para las poblaciones locales. Así, pueden implementarse propuestas que añadan algunos cambios a una configuración ya cambiante, sin dañar la integridad de quienes habitan este espacio. Por ejemplo, una propuesta para mejorar la objetividad de las capturas implementando nuevas tecnologías de captura puede ser aprovechada y bien recibida por los pescadores artesanales, así como por sectores con intereses de conservación. ֍

Material suplementario
Referencias
ALVAREZ, SILVIA (1987). “Los pescadores de langosta en la península de San- ta Elena: el caso de la comuna El Real”. En: ESPOL CEPLADES ILDIS. La pesca artesanal en el Ecuador, Quito, Ecuador: CEPLADES.
ALVAREZ, SILVIA (1999). De Huancavilcas a Comuneros. Relaciones interétnicas en la península de Santa Elena, Ecuador., Quito, Ecuador: Abya Yala.
ARGUELLO, FRANCISCO y JOSÉ LUIS DE LA CRUZ (2006). “Paradigmas de la Antropología en el Estudio de las Sociedades Costeras”. En: Revista Mad, Núm. 15.
ARRIAGA, LUIS (1987). “Manejo de recursos costeros en el Ecuador”. En: ESPOL CEPLADES ILDIS, La pesca artesanal en el Ecuador, Quito, Ecua- dor: CEPLADES.
CALLON, MICHEL y JOHN LAW (1997). “After the individual in society: les- sons on collectivity from science, technology and society”. En: Canadian Journal of Sociology, Vol. 22, Núm. 2.
D’AMROSIO CAMARERO, LETICIA (2017). “La experimentación perceptual de la costa y el mar: un estudio con surfistas, biólogos y pescadores arte- sanales”. En: Tessituras: Revista de Antropologia e Arqueologia, Vol. 5, Núm. 1.
DE LA CADENA, MARISOL (2015). Earth Beings: Ecologies of Practice Across Andean Worlds, Durham: Duke University Press.
FIRTH, RAYMOND (1946). Malay Fishermen: Their peasant economy, Lon- dres: Butler & Turner Ltd.
LATOUR, BRUNO (2005). Reensamblar lo social. Una introducción a la teoría del actor red, Buenos Aires: Manantial.
MAGAP/VMAP. (2014). Censo Pesquero, fase complementaria. situacion actual de la pesca en Ecuador.
MALINOWSKI, BRONISLAW (1922). Los Argonautas del Pacífico Occiden- tal, Barcelona, España: Planeta-Agostini.
MARX, KARL (1859). Contribución a la crítica de la economía política, México D.F.: Siglo Veintiuno Editores.
POGGIE, J., et al. (1987). “Enfoque teórico y metodológico para el análisis de las comunidades pesqueras”. En: ESPOL CEPLADES ILDIS, La pesca artesanal en el Ecuador, Quito, Ecuador: CEPLADES.
RUBIO-ARDANAZ, JUAN (2000). “La pesca: una realidad y una problemática vigentes, objeto de estudio para la antropología social”. En: Itsas Memo- ria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, Núm. 3.
RUBIO-ARDANAZ, JUAN (2003). “La antropología de la pesca, campo y opor- tunidades para la investigación antropológica: perspectivas desde el for- malismo, sustantivismo y materialismo”. En: Zainak, Vol. 25.
SICHES, CARLES (2002). “Los pescadores y el mar: espacios, usos, memoria. Reflexiones en torno a una experiencia etnográfica en Andalucía orien- tal”. En: Zainak, Núm. 21.
SOUTHON, MICHAEL (1987). “Competencia y conflicto en una pesquería de red de arrastre en Salango, Ecuador”. En: ESPOL CEPLADES ILDIS, La pesca artesanal en el Ecuador, Quito, Ecuador: CEPLADES.
STRATHERN, MARILYN (2004). Partial Connections, Walnut Creek, California: AltaMira Pres.
VIVEIROS DE CASTRO, EDUARDO (2010). Metafísicas caníbales. Líneas de antropología postestructural, Buenos Aires: Katz Editores.
Notas
Buscar:
Contexto
Descargar
Todas
Imágenes
Visor de artículos científicos generados a partir de XML-JATS por Redalyc