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Antropología Urbana: interdisciplinaridad y fronteras del conocimiento
Urban Anthropology: Interdisciplinarity and frontiers of knowledge
Antrópica revista de ciencias sociales y humanidades, vol. 7, núm. 14, pp. 219-246, 2021
Universidad Autónoma de Yucatán

Traducción


Recepción: 21 Agosto 2020

Aprobación: 05 Mayo 2021

Resumen: El objetivo principal de este escrito1 es proporcionar al lector la importancia de hablar de Antropolo- gía Urbana como un punto de encuentro en el universo simbólico y de representaciones para que sea incorporado en las investigaciones en las ciencias sociales y en el terreno de la políticas públicas; así mismo proporciona elementos sobre la importancia de cruzar las fronteras disciplinares y las tradiciones específicas en un esfuerzo de acercar diferentes contribuciones que puedan ampliar nuestra concepción del trabajo intelectual como científicos sociales. El enfoque que se utilizó es un cóctel particular que combina de manera magistral distintas corrientes teóricas de la sociología, antropología, historia, psicoanálisis, fi- losofía existencial y literatura, esto solventando los errores epistemológicos que pudiesen surgir. Los estu- dios que se realizaron fueron en las ciudades de Copacabana y Río de Janeiro, aplicando una Anthropology at home, enfocándose en los acusados de cometer actos desviados ligados al lugar en el que residían estas personas. Como resultado, se observa que las diferentes áreas de la ciudad necesitan ser comprendidas por sus identidades impases con conflictos inherentes a estos espacios. La investigación permite concluir que el uso interdisciplinario y la ruptura de fronteras disciplinares puede enriquecer la investigación social.

Palabras clave: Escuela de Chicago, Antropología Urbana, Interdisciplinariedad, Desviación, Ciudad.

Abstract: The main objective of this writing is to provide the reader with the importance of talking about Urban An- thropology as a meeting point in the symbolic and representational universe so that it can be incorporated into research in the social sciences and in the field of public policy; It also provides elements on the im- portance of crossing disciplinary boundaries and specific traditions in an effort to bring together different contributions that can broaden our conception of intellectual work as social scientists. The approach that was used is a particular cocktail that masterfully combines different theoretical currents from sociology, anthropology, history, psychoanalysis, existential philosophy and literature, this solving the epistemolo- gical errors that may arise. The studies that were carried out were in the cities of Copacabana and Rio de Janeiro, applying an Anthropology at home, focusing on those accused of committing deviant acts linked to the place where these people resided. As a result, it is observed that the different areas of the city need to be understood by their impasse identities with conflicts inherent in these spaces. The research allows to conclude that the interdisciplinary use and the breaking of disciplinary boundaries can enrich social research.

Keywords: Chicago school, deviation, city, urban anthropology.

Antropología Urbana: interdisciplinaridad y fronteras del conocimiento

1 N.T.: publicado originalmete con el título “Antropología Urbana: interdisciplinaridade e fronteiras do conhe- cimento” en la revista Mana: Estudos de Antropologia Social (ISSN 0104-9313, volumen 17, número 1, páginas 161-185, 2011).

En esta etapa avanzada de mi carrera, en muchas ocasiones, prestando testimo- nios, dando entrevistas, conferencias y clases, he tenido oportunidades de hacer comentarios y presentar reflexiones alrededor de lo que entiendo sobre el trabajo antropológico clasificado como Antropología urbana. Es necesario aclarar que no tengo la intención de definir, de manera acabada o restrictiva, esa temática que se caracteriza por su amplitud y heterogeneidad. De esa forma, seguramente, al presentar mi versión, conectada a las circunstancias de mi vida y carrera que, aunque no sean totalmente originales, pues, formo parte de un campo de trabajo y conocimiento, no puedo dejar de señalar una singularidad inseparable de as- pectos personales 1.

El primer curso de Antropología Urbana dado en el Museo Nacional se llevó a cabo en el primer semestre de 1969, a cargo del profesor Anthony Leeds, del Departamento de Antropología de la Universidad de Texas, en Austin. Él vino a dar clase en el PPGAS (Programa de Pós-Graduação em Antropologia Social)2 a través del convenio vigente en la época con la Fundación Ford. Tony Leeds tenía un perfil bastante original y una manera muy propia de ser antropólogo, con fuertes opiniones, a veces agresivas. Fue alumno de la Universidad de Columbia y analizó plantation3 en el sur de Bahia antes de adentrarse en el mundo de las favelas en Rio de Janeiro y otras ciudades. Siempre es difícil, generalmente no es muy sano, poner rótulos en autores, así como a las personas en general. Segura- mente, en este caso, se puede decir que Leeds no era un heredero de la Escuela de Chicago, en relación a la cual tenía diferencias, además, este autor representaba un tipo de liberalismo norteamericano orientado hacia la izquierda. Era lector de Marx y Engels, así como fuertemente interesado en ecología, sobre todo en sus implicaciones asociadas a un evolucionismo materialista. En realidad, su perfil teórico no era nada sencillo, pero lo que le destacaba, ante todo, era su gran lide- razgo y competencia en la apertura de frentes para el trabajo de campo. Aunque había sido conocido principalmente por sus investigaciones en favelas, tenía un interés más general sobre la cuestión urbana en varias de sus dimensiones.

No hizo investigaciones solamente en Brasil, pero fue aquí donde pasó gran parte de su carrera de científico, buscando comprender la vida en las favelas como expresión de un sistema de relaciones sociales y no de un modo aislado o fragmentado. Él estaba interesado siempre en las formas de relacionarse dentro y entre distintos estratos sociales (Leeds, A. y Leeds, E., 1978). Es indiscutible que la cuestión de la ocupación habitacional ejercía particular fascinación sobre

1 Es evidente que existen otras versiones de diversos profesionales y grupos de investigación que se han dedicado a esa área de la antropología. Hoy, hay una rica y diversificada producción, cuyos méritos y características fueron recientemente analizados por Eckert (2010).

2 N.T.: Programa de Posgrado en Antropología Social.

3 N.T.: Propiedad agrícola en que se cultiva productos tropicales, muchas veces para exporta- ción.

él, fue justo a través de ello que pudimos acercarnos más. El curso que dio en la naciente PPGAS, abrió la posibilidad para que los alumnos desarrollaran trabajos sobre diferentes tipos y modos de habitar. Yo estaba teniendo una oportunidad única que marcaría toda mi carrera. Desde la graduación, como científico en el antiguo Instituto de Ciencias Sociales de la UFRJ (Universidade Federal do Rio de Janeiro), me interesaba por los estudios de las clases medias. Al casarme, siendo aun estudiante de la facultad, me fui a vivir en un predio en Copacabana, cuyas unidades habitacionales tenían área de 39m24.

No voy a detenerme en los detalles y en el desarrollo del trabajo que hice en esa fecha. Sin embargo, es importante señalar que fue mi punto de partida para el tipo de Antropología urbana que desarrollé. Al fin de cuentas, mi mujer y yo éramos moradores, aunque hubiese sido solamente por año y medio en el predio mencionado. Éramos copacabanenses viviendo en un tipo de habitación (edificio) predominantemente ocupado por personas de clase media baja, algunos estudiantes y también ciertos tipos sociales que vendrían a ser importantes en mi carrera, caracterizados en la literatura como desviados. Había, como ya discutí en otros contextos, situaciones de acusación de prostitución, homosexualidad y consumo de drogas. Además de ello, viviendo en pleno régimen militar, en medio de una represión muchas veces violenta, también existía el permanente riesgo de denuncia y acusación de subversión (Velho, G., 1977). Mientras vivíamos en el predio, por lo menos dos veces, hubo operaciones de órganos de represión, incluso con muertos.

Acabamos retirándonos, cambiando de predio y de barrio, pero creo que, literalmente, comencé a hacer una “Anthropology at home”, anticipando algunas discusiones y desarrollos que se fueron dando en los siguientes años (Peirano, M., 2008). En mi caso, era “home” literalmente, pues, mis investigaciones tenían como objeto el predio en que vivía. Aunque había hecho incursiones a otros edifi- cios de departamentos tipo estudio y, con la ayuda de alumnos, buscase contacto con la población más diversa de Copacabana, es innegable que, favorecido por circunstancias, ejercité mi rol de antropólogo en el lugar donde vivía, predio, vecindario, barrio y ciudad, o sea, antropólogos o no, éramos como los demás, moradores del predio.

El departamento que pertenecía a mis padres era habitualmente alquilado como fuente de renta, pero mi abuela paterna, cuando quedó viuda, vivió algunos meses allí también. Cuando me casé, no fue fácil la salida de los inquilinos que, en esa fecha, ocupaban el departamento donde vendríamos a vivir. Era una pareja

4 La lista de disertaciones y tesis que asesoré, con sus respectivos autores, pueden ser encontra- das en la páginas del PPGAS/Museu Nacional: https://minerva.ufrj.br/F?RN=952660320

N.T.: poner en el campo de busqueda el nombre de Gilberto Velho que dirigirá a las tesis aseso- radas.

de ancianos, entre los 60 y 70 años. Fue necesaria una negociación con abogados y una ayuda financiera para que salieran del inmueble. Sin dudas, el ambiente era muy diferente del predio en que vivía antes con mi familia. En él, los depar- tamentos eran mucho más grandes y sus moradores era casi todos propietarios. Predominaban las familias de militares, generalmente oficiales del cargo como mayor hacia arriba, en términos del Ejército, además de la gente de la Marina, de capitán para arriba. Con el paso del tiempo, algunos se convirtieron en oficia- les generales y, prácticamente todos, oficiales superiores. Seguramente el ethos predominante contrastaba con la heterogeneidad aparentemente tumultuosa del Edifício Estrela, nombre con el cual bauticé en mi disertación.

El punto que quiero señalar es que, partiendo de la temática de la ocu- pación habitacional, tan difícil de tratar para Leeds, desplacé el enfoque de mi trabajo antropológico hacia un universo social del que, de alguna manera, yo participaba directamente. Aunque supiera que la permanencia en el predio era temporal, eso no nos distinguiría de modo tan nítido de otros moradores. Es in- negable que nuestro origen social nos conectaba a las clases medias altas. Nues- tro departamento era decorado de una manera apropiada con estos patrones, así como nuestro estilo de vida en general. Pero vivíamos allí, conviviendo con mu- chas personas no solo de origen más modesto, pero de estilos de vida muy distin- tos. Los desviados se convirtieron otro objeto privilegiado de investigación. De alguna manera, representaban un tipo de otro que contrastaría con la normalidad convencional de una moralidad de clase media. Así, los acusados de prostitución, homosexualidad y consumo de drogas se convirtieron en una posibilidad de aná- lisis y reflexión, en búsqueda de las diferencias internas en una sociedad. La gran ciudad, producto y productor de heterogeneidad, era campo propicio para esta tarea, particularmente Copacabana.

Poco a poco, fui descubriendo la literatura interaccionista conectada a la Escuela de Chicago, aun en Brasil, leí algunos textos de Goffman y, cuando fui para Estados Unidos, en 1971, tuve la oportunidad de ampliar mi conocimiento sobre esa corriente de pensamiento. Así, no solo Erving Goffman (1981, 2001, 1970), sino también Howard S. Becker (2018, 1977, 2008, 1990, 1996, 2019), Everett Hughes (1971), Herbert Blumer (1982), Anselm Strauss (1977), W. F. Whyte (2015), Louis Wirth (1968), Georg H. Mead (1990), Robert Park (1999, 1967) y William Thomas (1966) se convirtieron en referencias importantes para mi trabajo. Ya conocía textos aislados de Park y Wirth, pero ahora agrandaba mis horizontes. Un movimiento intelectual crucial fue identificar y reflejar, de manera más sistemática, las relaciones entre estos autores y la obra del pensador Georg Simmel, tarea que hasta hoy me interesa. La ciudad era, simultáneamente, enfoque y pretexto para el desarrollo de esta perspectiva tan fértil y estimulante.

Defendí mi tesis de doctorado en 1975 en la USP (Universidade de São Paulo) con la asesoría de Ruth Cardoso, fase en la que establecía puentes entre el marxismo, que fue importante en las primeras fases de mi formación, con el interaccionismo y autores cuya clasificación no era nada obvia, por ejemplo, Karl Mannheim (2004), Walter Benjamin (1959), Pierre Bourdieu, Lionel Triling (1956) y C. Wright Mills (1957, 1961, 1957). Tanto Simmel (2010, 1995) como Max Weber (2012) ya eran referencias centrales. Las investigaciones que hice o supervisé fueron hechas predominantemente en grandes ciudades, principal- mente en Rio de Janeiro, pero seguramente trataban con cuestiones y temáticas que se acercaban de lo que era conocido como Antropología de las sociedades complejas. Esta clasificación siempre fue muy problemática, pues, era parte del ideario antropológico de la época reaccionar contra el evolucionismo tradicional, señalando que ninguna sociedad podría ser considerada sencilla, pero se buscó comprender que la idea de complejidad remetía a una combinación de dimen- sión, presencia del Estado, heterogeneidad sociocultural y diferenciación social llamativa.

Así, claramente, el Imperio Romano era una sociedad compleja. Lo mis- mo podría decirse de diversas otras, como la china, la India, la Europa medieval, las civilizaciones precolombinas, etcétera. Me fijaba más en el estudio de la so- ciedad moderno-contemporánea, pudiendo extenderla desde finales de la Edad Media y Renacimiento hasta el tiempo presente. Brasil, por lo tanto, formaba par- te de un conjunto de sociedades complejas moderno-contemporáneas, presentan- do las características de la presencia del Estado, de vasto territorio ocupado por poblaciones, grupos sociales y culturalmente diferenciados. Sin dudas, la lectura de autores como Gilberto Freyre (2010, 1936, 1957), Sérgio Buarque de Holan- da (1956, 1958, 1987), Caio Prado Jr. (1969), Celso Furtado (1962), Florestan Fernandes (1965, 1978) y Raymundo Faoro (1989) me ayudó a pensar en Brasil como una totalidad. Esas interpretaciones más generales estuvieron presentes, de modo implícito y a veces explicito, en el desarrollo de mis trabajos. Como buena parte de mi generación, yo tenía una preocupación política directamente relacio- nada con la situación del país, viviendo en el régimen militar.

Ya tuve oportunidad de comentar en otros contextos que la propia moti- vación de estudiar las clases medias copacabanenses estaba asociada a las ganas de conocer las características de visión de mundo que llevó a grande parte de ellas a apoyar el movimiento/golpe contra el gobierno, legalmente constituido, en 1964. Lo que la lectura de los clásicos de la antropología me dio era una creciente convicción, al leer Malinowski (2001), Evans-Pritchard (1976) y Edmund Leach (1977), entre otros, que el conocimiento que teníamos sobre la sociedad brasi- leña y, particularmente, sobre sus clases medias era superficial, estereotipada y esquemática. Las etnografías de la historia de la antropología, que fui leyendo

en el transcurso de mi formación, me indicaban la necesidad de ir un poco más profundo en la dimensión cognitiva, así como en el ethos de los grupos y de las categorías sociales que buscaba entender. Las clases medias fueron y conti- núan siendo, para mí y diversas personas orientadas en esos ejes de investigación temas prioritarios para asesorar. Posteriormente se evidenció la importancia de comprenderlas en diversas instancias y contextos de sus formas de relacionarse (Salem, T., 1985). Para ello, la tradición antropológica de trabajo de campo y observación participante era una referencia crucial.

No se trataba de empezar de cero, pero sí de releer obras, como la de Gilberto Freyre, que traían preciosas reflexiones sobre la cultura y los modos de vida brasileños. El estudio de grupos con connotaciones desviadas permitía hacer preguntas sobre las fronteras y relaciones en que valores morales y reglas sociales marcaban no solo la situación de los acusados y discriminados, pero, principalmente, de los que imponen o intentaban imponer reglas, además de es- tas propiamente dichas, o sea, la pretensión era buscar a través de la identifica- ción del prohibido, de lo que no puede, los patrones dominantes y su eficacia en determinado cuadro socio-histórico. Se trataba de criticar la noción de pato- logía social. La colección Desvio e divergência por mí coordenada y publicada en 1974, reunió trabajos míos y de alumnos del curso, fue un marco orientado en ese camino. Hubo quienes no comprendieron muy bien de lo que se trataba. Personas que hoy adoptan entusiásticamente la bibliografía interaccionista, en la fecha juzgaban que hablar de desviación era encampar una visión prejuiciosa, en vez de percibir, lo que parecía obvio, que se trataba de un estudio de un sistema de relaciones.

El hecho es que, al analizar prostitutas, homosexuales, personas acusadas de transgresiones de los más variados tipos, estábamos tratando con los portado- res y, principalmente, con los cruzados, defensores de los valores y de los patro- nes más convencionales. Por lo tanto, desplazaban el enfoque de la atención para las clases medias de una manera general, incluso para nuestras familias, en la medida en que en las historias de vida dejaban en evidencia actitudes y posturas comunes no solo a conocidos, sino también a muchos de nuestros padres, tíos, abuelos, etcétera. Me parece importante señalar que esta fue una de las contri- buciones más significativas de la antropología que yo, varios de mis alumnos y algunos compañeros nos dedicamos a desarrollar. Las grandes ciudades, donde vivíamos, en sus innumerables y densas redes, se presentaron como reto.

Asumimos el estudio de nuestro medio, de nuestras vidas, como algo re- levante para la antropología que, a su vez, contribuiría de manera significativa para una comprensión más rica y sutil de la sociedad en que vivíamos. Es en este contexto, publico el artículo “Observando o familiar” (1978) que, a partir de un diálogo con Roberto DaMatta (1999), ponía en cuestión la naturaleza del

conocimiento del medio familiar. Afirmaba que tener familiaridad con hechos, situaciones y mismas personas no significaba conocerlas, pues, se trataba de otro orden de significados. Conocer exigiría de nosotros un esfuerzo de acercamiento y alejamiento que podría proporcionar indicaciones para una comprensión más compleja de los fenómenos en que estábamos directamente involucrados, a través de la experiencia, emociones, sentimientos y formas de clasificación internaliza- das. Esto era visto como un gran desafío, pero enfrentarlos era esencial para que pudiésemos establecer puentes entre la tradición antropológica y, en general, la producción de conocimiento sobre nuestra sociedad. En este sentido, la cercanía y el diálogo con otras disciplinas, como el psicoanálisis y la historia de la cultura, así como las artes en general, fue siempre altamente fructífero.

No olvido que la película Opinião Pública, de Arnaldo Jabor (1967), fue una referencia que me alentó a profundizar en mi investigación copacabanense. La literatura, específicamente, fuera nacional o internacional, nos ayudó mucho a mí y a diversos alumnos míos (Velho, 1988). En mi caso particular, las obras de Marcel Proust (1981) y Thomas Mann5 tuvieron un papel crucial para despertar sensibilidades y levantar pistas sobre subjetividad, trayectorias y redes sociales. En términos brasileños, Machado de Assis también desempeñó un papel impor- tante, sobre todo en sus Memórias póstumas de Brás Cubas (1881) y Memorial de Ayres (1908). El diálogo con la Historia siempre existió, pues desde la ado- lescencia me interesaba por una aproximación y, de hecho, me acerqué, a través de historiadores o de romances históricos. De Alexandre Dumas y Walter Scott hasta Georges Duby (1992) y Jacques Le Goff (2008), me entusiasmé, fui desar- rollando receptividad y atención para con los fenómenos históricos, fuertemente estimulados por el marxismo, como a través de 18 Brumário de Luís Bonaparte (Marx, 2019), Lukács (1978, 2016, 1964), Hauser (1994) y Lucien Goldmann (1985, 1967) fueron lecturas preciosas. Más adelante Panofski (2007), Bakhtin (1974), Ginzburg (1994) y Norbert Elias (2015) fortalecieron los lazos con una historia cultural de alto interés antropológico. Solo eso daría un gigantesco texto de comentarios.

Pero lo que quiero enfatizar, tratándose de un testimonio personal, es que hice mi combinación entre marxismo y existencialismo. Albert Camus y Jean- Paul Sartre, con sus puntos comunes y diferentes fueron lecturas fundamentales, cuya importancia no hay como disminuir. Seguramente, la cuestión de la subje-

5 N.T: Velho no hace referencia a la obra que recupera de este autor. Así mismo, tampoco hace referencia a que obras se refiere cuando recupera a Alexandre Dumas, Walter Scott, Albert Ca- mus, Jean-Paul Sartre, Thomas Mann, Manchado de Assis, Goethe, Balzac, Flaubert, Dickens, Stendhal, Tolstoi, Dostoievski, Melville, Eça de Queirós, Graciliano Ramos, Fernando Pessoa, Jorge Luis Borges, Orson Welles, Fellini, Bergman, Einstein, Breson, Kurosawanm, Glauber Rocha, Nelson Pereira dos Santos, Buñuel, Stanley Kubrick, Antonioni, Visconti, Rossellini, Vi- ttorio de Sica, Godard. Por ello sugerimos al lector acuda a las obras emblematicas de estos personajes para contextualizar.

tividad y la preocupación con la noción de proyecto tienen sus orígenes princi- pales en que me incliné hacia sus textos. Cuando años más tarde me acerqué de los escritos de Alfred Schutz (1970, 1971), ya existía un terreno favorable para recibir parte de sus reflexiones. Las relaciones entre marxismo, existencialismo y fenomenología se constituyeron sobre las bases de la influencia filosófica de mi trabajo, aunque fragmentada e irregular. Sin dudas, la lectura de Platón, Cicerón y Montaigne acompañó gran parte de mi vida y hasta hoy son compañías bienve- nidas. En realidad, podemos ver como son complejos, confusos hasta cierto pun- to, y, eventualmente, contradictorios los orígenes y las bases para el desarrollo de una manera propia de mirar y analizar el mundo.

Los artistas, por lo general, y algunos escritores, en particular, indepen- dientemente de una discusión más de naturaleza estética, desarrollaron a través de sus obras análisis, captando, muchas veces con grande sutileza y argucia, ca- racterísticas fundamentales de la sociedad en que vivían. Además de los men- cionados Proust (1981), Thomas Mann y Machado de Assis, no puedo dejar de mencionar entre los autores que me influyeron y seguramente a otros científicos sociales, Goethe, Balzac, Flaubert, Dickens, Stendhal, Tolstoi, Dostoievski, Mel- ville, Eça de Queirós, Graciliano Ramos, Fernando Pessoa, Jorge Luis Borges, etcétera. Homero y el teatro griego desde temprano, además, me fascinaron y marcaron, así como tantos intelectuales de nuestra tradición occidental.

El período 1960-1970 fue aquel en que más frecuenté el teatro. Mi padre tenía en su biblioteca prácticamente toda la obra de Shakespeare, de que leí una parte, principalmente las piezas más famosas. Hasta hoy, la que más me gustó es el Rei Lear que me marcó profundamente, sin omitir el encantamiento provocado por Hamlet, La Tempestad, Ricardo III, Otelo y varias otras. Cabe destacar, en mi caso particular y, también, para buena parte de mis contemporáneos univer- sitarios, la intensa relación con el cine. No puedo pensar en mi formación sin prestar tributo a Orson Welles, Fellini, Bergman, Einstein, Breson, Kurosawanm, Glauber Rocha, Nelson Pereira dos Santos, Buñuel, Stanley Kubrick, Antonioni, Visconti, Rossellini, Vittorio de Sica, Godard, y entre otros más. Como movi- mientos, el Neorrealismo italiano, a Nouvelle Vague francesa y el Nuevo Cinema brasileño fueron fundamentales para estimular preocupaciones, refinar la mirada, fuera las percepciones sobre narrativa y, seguramente, para el abordaje de temáti- cas relevantes, sobre todo aquellas en que las biografías individuales se cruzaban expresando situaciones históricas y contextos sociales favorables para el análisis antropológico.

Efectivamente, desde el inicio de mi carrera, la sociología y la antro- pología del arte se constituyeron no solo en preocupaciones importantes, sino también en estímulo para mis trabajos. El primer artículo que publiqué, así como una serie de colecciones que organicé, fueron enfocadas en esa temática que

jamás me abandonó (Velho, 1966, 1967a, 1967b, 1969, 1977b, 1988). O no nos abandonamos. Encontré, en otras bases, diálogo con esa área a través, en grande parte, de los trabajos de Howard S. Becker, principalmente en su libro Art Worlds (2008). Fue una de las mejores maneras que encontré de integrar las vertientes de una historia del arte con el análisis sociólogo de su construcción. Era una oportunidad más para establecer puente entre diferentes tradiciones, haciendo mi coctel particular. Toda esa amplitud y heterogeneidad caracterizan esa línea de trabajo que quedó identificada con lo que se llama Antropología urbana. A esa altura ya queda más que evidente como ella engloba o se relaciona con temas tan variados como la Antropología de las sociedades complejas, Individuo y socie- dad, Interaccionismo y desviación, Sociología y antropología del arte, Historia de la cultura, provocando efectos en las 90 tesis y disertaciones que asesoré hasta 2010. No creo que el asesor sea una especie de demiurgo, pero sí un interlocutor privilegiado que dialoga con autores que tienen sus propios perfiles e intereses. Lo que deseo señalar es que, desde mediados de los años 1970, mis alumnos y yo ya trabajábamos no solo con el fenómeno urbano, en su sentido más específico, sino también con la problemática más general de la teoría antropológica que con- cierne a la sociedad compleja moderno-contemporánea, teniendo a Brasil como enfoque principal, aunque no exclusivo.

Las dos primeras disertaciones que asesoré fueron sobre instituciones psi- quiátricas y movimientos sociales. Se siguieron trabajos de maestría y doctorado, totalizando 90, sobre homosexualidad masculina, morada urbana, Umbanda y espiritismo, literatura a través de diversos autores, infantes llevados a institucio- nes, ancianos y sus identidades, varios sobre familia y parentesco, futbol, barrios, suburbio y periferia, capoeira, prostitución, música popular como samba, funk, hip hop, heavy metal y forró, militares, periodistas, escuelas, teatro, movimiento feminista, hábitos alimenticios, cultura popular y folclor, favelas y comunidades, política, novelas, museos, ethos de élites, sociabilidad en espacios públicos, co- rrespondencia de políticos, identidades en Moçambique, diplomáticos y su for- mación, autores como Rui Barbosa, Mário de Andrade, Béa Bartók, João do Rio, Nelson Rodrigues, Academia de Letras, soledad, mediación, cárceles, parejas, adopción, separación, representación de persona e individualismo, terapias, mo- dernismo, condominios, minorías étnico-religiosas, usos de la informática, cine porno, salones de belleza, empleadas domésticas, diversos tipos de identidades urbanas y entre otros tantos temas. Por supuesto estos se cruzaban, se comple- mentaban y, en el descorrer del tiempo, permitieron la formación de equipos de trabajo y grupos de estudio, no solo por posibles afinidades temáticas como áreas de estudio, pero sobre todo por intereses más generales relacionados a la teoría antropológica y al trabajo de campo. Así, a través de temas aparentemente dispares, fue posible abrir y mantener canales de diálogo y aproximación, con el uso de autores comunes o próximos, corrientes de pensamiento y compartimiento

en los desafíos de investigación y redacción. Mi trayectoria y mis intereses inte- lectuales permitieron e incentivaron que esos casos de innumerables y diversos trabajos se incorporaran a una visión que, desde el inicio, cultivara. Creo que en mis trabajos personales es imposible disociar, por ejemplo, la perspectiva in- teraccionista de una preocupación con diferenciación sociológica inspirada por Marx y Weber, y de una fuerte marca culturalista tanto en tradición antropológica cuanto en histórica. Simmel fue fundamental para tratar con las ambigüedades y las paradojas de la continuidad y del conflicto en la vida social, además de abrir un sinfín de enfoques y temas de reflexión que ultrapasan las fronteras discipli- nares más convencionales.

Hubo un periodo, en los primeros tiempos del PPGAS, en el Museo Na- cional, que este presentaba tres grandes áreas de concentración de estudio e in- vestigación: Etnología, Sociedades Campesinas y Antropología urbana. Es inte- resante acompañar ese período de 42 años desde la creación del Programa. Los temas iniciales estaban inevitablemente asociados a ciertos proyectos de inves- tigación dirigidos para el estudio de sociedades indígenas y situaciones de con- tacto. La problemática de los frentes de expansión y campesinado fue asumiendo luego importantes espacios y fueron sobresaliendo. Mi disertación de maestría, sobre clases medias copacabanenses, fue la tercera a ser defendida y, cuando retorné a los Estados Unidos en 1972, pasé a dar cursos enfocados, primero, en una Antropología urbana más genérica y, después, dentro de un vasto campo que vendría a ser denominado Individuo y sociedad, el estudio de grupos desviados, fuertemente inspirado por autores interaccionistas, especialmente Goffman y Be- cker. El hecho de que Utopia Urbana y la colección Desvio e divergência hayan sido publicadas, respectivamente, en 1973 y 1974 divulgó esa vertiente de las ciencias sociales que pasaba a ser desarrollada en un programa de Antropología Social. Me volví doctor en 1975 y pasé a asesorar formalmente alumnos que produjeron trabajos muy citados. Antes de eso, ya participaba, informalmente, a través de diálogos y cursos, en la asesoría de algunos alumnos. El hecho es que investigaciones en y sobre la ciudad se multiplicaban en líneas diversificadas y originales.

Hay que resaltar la importancia del papel de Roberto DaMatta (1999, 2002) en abrir espacio y cruzar fronteras. PhD. por Harvard y con formación en el área de Etnología, rápidamente demostró como la tradición antropológi- ca podría ser productiva al orientarse a los más variados temas, destacando a la sociedad brasileña contemporánea. Fueron particularmente importantes sus investigaciones y textos sobre rituales, cuya contribución principal fue el libro Carnavais, malandros e heróis (2002). Muchos estudiantes trabajaron bajo su asesoría y sus cursos de Teoría Antropológica fueron de gran importancia para varias generaciones. No llegué a ser su alumno, pero éramos colegas y vecinos

de aula. No siempre concordábamos, tuvimos la oportunidad de conversar e in- tercambiar ideas sobre los más variados temas, viviendo un tipo de experiencia de diálogo que no es muy fácil de encontrase hoy en día. Es interesante pensar que teníamos tiempo para platicar, algo hoy muy difícil en función de exigencias y de demandas de informes, proyectos y presión de mundo burocrático de la informática, en el que queda poco espacio afuera de las reuniones oficiales con sus reglas, limitaciones y de los formularios y plazos que pasaron a comandar la vida universitaria. Además de otros colegas cuya actuación fue muy significativa para el desarrollo inicial del PPGAS, hay que destacar el ascenso de las nuevas generaciones con sus propias preocupaciones y proyectos originales. Estoy ha- blando de personas que hoy están entre los 50 y 60 años. Así, nuevas líneas de investigación se fueron desarrollando y emergían temas antes desconocidos o poco explotados. Ganaron más especio la religión, la política, la economía, el género, la sexualidad, identidades étnicas, salud, etcétera.

Uno de los puntos que creo importante comentar, con un más de énfasis, es mi relación con la llamada Escuela de Chicago, profundizada por mi creciente contacto con Howard S. Becker a partir de 1976, después de mi doctorado. Es significativo que me haya sentido muy identificado con ella y, en otros contextos, con el interaccionismo que correspondería, para algunos, la dimensión más teóri- ca de la referida Escuela. No cuesta insistir, siguiendo autores como Becker, que no había propiamente una doctrina o unidad teórica común a los profesionales que, entre el final del siglo XIX y buena parte del siglo XX, estuvieron conecta- das al Departamento, primero de Sociología y Antropología y, después de 1929, con la división efectuada, al Departamento de Sociología propiamente dicho. Cabe destacar que autores pioneros como W. Thomas y R. Park recorrieron varias áreas de investigación y reflexión que difícilmente podrían ser encuadradas con un simple rótulo. Lo mismo se puede decir de varios de sus alumnos y de perso- nas de otras generaciones.

Es cierto que existen algunas influencias más significativas, como las de

G. Simmel y de G. H. Mead (1990). Es fundamental enfatizar que estos dos autores corresponden a líneas de pensamiento que no coinciden y bastante dis- tintas. Lo que seguramente los acercaba era una preocupación con temas de la subjetividad e interioridad. Pero la noción de “cultura subjetiva” en Simmel se diferencia bastante de la noción de self de Mead. No hay duda de que la preo- cupación en relacionar individuo, biografía y sociedad se constituyeron en refe- rencia recurrente en los autores conectados a esas tradiciones. Por otro lado, lo que era importante para ese universo de intelectuales era la preocupación por la investigación, contribuyendo para que el enfoque en el trabajo de campo acercara perspectivas sociológicas y antropológicas. Aunque no hubiese barreras insupe- rables entre métodos cuantitativos y cualitativos, se produjo un lenguaje común

a partir de desafíos de la observación, de las historias de vida, de la investigación

de trayectorias y carreras, entre otros.

Así, la “Escuela de Chicago” se expandió por Estados Unidos, por diver- sos departamentos y universidades más como una visión de investigación que como una doctrina o una teoría homogénea. Las diferencias entre profesiona- les como Wirth, Blumer e Hughes fueron importantes a tal grado de enriquecer el repertorio de sus alumnos, como Becker y Goffman. Por los testimonios de Becker (2018, 1977, 2008, 1990, 1996, 2019) y de otros compañeros suyos, a través de entrevistas y artículos, se resalta que un relativamente pequeño número de docentes, en tiempos de Pos-Segunda Guerra, trataba con gran número de alumnos, beneficiados y multiplicados por medidas de política educacional de la época, como a G.I. Bill. Así, había una intensa comunicación y relaciones dentro del propio cuerpo docente, con competencia, cambios e influencias reciprocas. Hay mucho más para decirse sobre la Escuela de Chicago, pero lo que a mí me gustaría enfatizar es lo que más me impresionó que fue la variedad de alterna- tivas, caminos y estilos (Velho, 2005). Leí con placer algunos autores, otros no tanto. Paralelamente, a veces, hasta antes y después también, estudiaba Antro- pología Social Británica y Antropología Cultural Norte-americana, además de autores-clave franceses para mi desarrollo intelectual. Entre otros, con el riesgo de omisiones, cito a Evans-Pritchard (1976), Raymond Firth (1961), Edmund Leach (1977), Clyde Mitchell, Elizabeth Bott (1975), Edward Sapir (1924), Ruth Benedict (1958), Margareth Mead (2006), Victor Turner (1969), Clifford Geertz (2003, 1989), Marshal Sahlins (1997, 1997, 2004), Marcel Mauss (1950), Mau-

rice Halbwachs (2004), Lévi-Strauss (1997, 1995, 1993), Louis Dumont (1970,

1982), Pierre Bourdieu (1977, 2012, 2003, 2016), Michel Foucault (2018, 2016),

etcétera.

Me gustaría señalar, caracterizando mi trayectoria, que no me volví in- telectual a través de la antropología. Mi formación, sobre todo, advino de la in- fluencia paterna, del Colegio de Aplicación donde hice mi curso secundario, de frecuentador de cursos del ISEB (Instituto Superior de Estudos Brasileiros) y de mis intereses desde el inicio de la adolescencia, lo que me llevó a caminar en dirección a las ciencias humanas. La mayor vacilación que tuve fue entre historia y antropología, pero el campo de historia en Rio de Janeiro estaba muy debili- tado, agravado por las persecuciones políticas y por intereses subalternos. Mi hermano Otávio Guilherme, oriundo del Colegio Militar, quien hizo su curso en la Escuela de Sociología y Política de la PUC (Pontífice Universidade Católica), él y algunos de sus compañeros fueron referencias importantes (Velho, 2001). A esas alturas de la vida y de la carrera, construyendo mi biografía retrospecti- vamente, veo que desarrollé una vocación para la vida intelectual que después pasó por la Facultad Nacional de Filosofía, por el Instituto de Ciencias Sociales

de la UFRJ, por el PPGAS del Museo Nacional. Los viajes a los Estados Unidos y específicamente el contacto con Howard S. Becker contribuyeron mucho para mi direccionamiento.

Pero yo, como otros colegas, seguramente, no recibimos bien los intentos de rotulación y clasificación simplificadoras. Hubo una época en la cual yo me consideraba marxista, cuando tenía mis 17, 18 años de edad. Hoy, me veo como un intelectual eclético, ojalá en el mejor sentido. Por una serie de circunstancias y, hasta cierto punto, por proyecto, desarrollé un perfil en que el interaccionismo y la fenomenología son muy evidentes. Sobre esta última, cabe señalar a riqueza que encontré en la obra de Alfred Schutz (1971) que me proporcionó puentes en- tre varias áreas e intereses de conocimiento, incluso el propio arte. Indirectamen- te, a través de las lecturas de los autores de la tradición de Chicago, me relacioné también con el pragmatismo, sin especializarme en ello de manera profunda. Sin embargo, el diálogo de Schutz con los trabajos de William James, entre otros, me dejó una alerta para la formación intelectual de la ciencia social norteamericana, cuyas relaciones con Europa eran más bien complejas de lo que se suponía.

Creo que es importante, aunque no tan original ahora, recordar las pro- pias reflexiones antropológicas que desarrollamos. Nos desplazamos a través de nuestras redes sociales entre varios mundos y niveles de realidad. Así, literatura, historia, filosofía, entre otras, son áreas que están permanentemente presentes, floreciendo, a veces de modo casi inconsciente, a veces llamadas de forma deli- berada y consciente para un trabajo de mayor reflexión. El gran desafío es como orquestar esa variedad de una manera mínimamente consistente y provechosa. Quedó muy claro para mí, por ejemplo, la enorme importancia de la lectura de Em busca do tempo perdido, de Marcel Proust (1981).6 Aunque otros escritores, como Dickens, Balzac, Flaubert y Thomas Mann, me hubiera impresionado mu- cho, fue a través de la gran obra proustiana que tuve el mejor encuentro entre algunas de mis preocupaciones centrales como antropólogo y, en términos más amplios, con mi percepción intelectual y estética del mundo y de la vida.

Sin desear simplificar y reducir una obra de arte tan significativa, vale repetir lo que ya fue dicho por varios comentadores, pero destacando algunos puntos. Es más que conocida la importancia de tiempo en Proust y sus significa- dos sutiles y referencias cruciales para el desarrollo de la vida de los individuos y de la sociedad. Hay fuertes relaciones con las ideas de Bergson. Asociado a esto tenemos, de una manera única, la importancia de la memoria como organizadora de la subjetividad y de las relaciones entre los individuos. En dicha obra, tenemos

6 Em busca do tempo perdido fue publicado en siete volúmenes entre 1913 y 1927. Después del polémico parecer de recusa de la Editora Gallimard, el primero volumen fue publicado a las expensas del autor en la pequeña editora Grasset. Sin embargo, muy rápidamente, Gallimard rechazó en su posición original, publicando todos los demás volúmenes de la obra.

una lectura permanente sobre la complejidad de las personas, tanto internamente, en su subjetividad, como en su participación en sociedad, a través del tránsito social y de diferentes redes y esferas. Hay una verdadera etnografía de la vida de la época y, sobretodo, de Paris como metrópoli en términos de Simmel (1995). No se trata solo de enseñar la variedad de las relaciones, sino también sobre el significado que es atribuido a estas y sus repercusiones sobre la vida de cada uno. Claramente son identificados proyectos en la terminología de Schutz. Se percibe como individuos y grupos orbitan por la vida social, en el recorrer del tiempo, simultáneamente, acomplejando a sus identidades. Hay muchas cosas visibles y evidentes, a través de la observación de la vida pública. Pero existe toda una gama de misterios, oscuridad, secretos, medias verdades que pueden sorprender o jamás descubiertos en los procesos de la interacción social. Las personas se co- nocen, se ven y se relacionan. Pero hay siempre algo que no se sabe o que puede surgir de repente, que cambia el sentido y el significado de las relaciones. Las memorias son rehechas y reinterpretadas, cambiando la percepción de sí mismo y de los demás. El descubrimiento de posibles transgresiones puede ilustrar, como casos limite, la dimensión casi indescifrable de la existencia de las personas en sociedad. En la ciudad, en sus tránsitos, rastros y anonimatos relativos, nos en- frentamos aún, de modo más agudo, con esa experiencia de multipertenecias y fragmentaciones.

Proust enseña, sobre todo, la densidad y la no obviedad de la vida social, funcionando como una especie de vacuna contra los reduccionismos simplistas del pensamiento, o sea, aprendí aún más, a través de Proust, sobre la complejidad de los individuos y de las relaciones sociales (Velho, 1982). Es importante consi- derar las apariencias, pero es necesario ir más allá de ellas. Al mismo tiempo, es fundamental saber que, por más grande que sea nuestro esfuerzo en comprender, siempre habrá algo que nos escapa. Eso, lejos de ser negativo, se vuelve un estí- mulo y una razón para la mayor modestia de nuestras pretensiones. Sabemos que las relaciones erótico-amorosas permean buena parte de la obra proustiana, en las más diversas formas. Es una alerta para el trabajo de los científicos sociales, que no necesitan transformarse en psicólogos para valorar, poner atención en las emociones, en los deseos y afectos, tan importantes en su dimensión sociocultural.

Seguramente, mis reflexiones sobre proyectos y campos de posibilidades me llevaron a prestar atención en las tensiones habidas entre las motivaciones lla- madas racionales y la fuerza de los factores llamados irracionales. La importan- cia de la vida simbólica, la eficacia de las creencias y de los mitos, el peso de las tradiciones y de las costumbres se mezcla a las intenciones de transformación, de planeación y de intervención en la vida social. Ese juego de contradicciones pue- de configurarse a través de la confrontación entre grupos y categorías sociales, pero se da internamente en los propios individuos. Esto me lleva a comentar más

sobre mi trabajo en el área de desviación y comportamiento desviado. Como ya mencioné, lo que me interesaba no eran los comportamientos en sí, sino un sistema de relaciones que involucraba límites y fronteras simbólicas y sociales. Claramente, la lectura del libro Outsiders de Becker (2018) fue un estímulo para que profundizar mis propias reflexiones. Yo ya leía y continuaba leyendo traba- jos de otra tradición en Ciencias Sociales. Me refiero a la bibliografía que, entre otros autores, incluye Evans-Pritchard (1976) y Mary Douglas (1970). Sus in- vestigaciones y análisis sobre acusaciones de hechicería me llevaron a establecer puentes entre interaccionismo y la vertiente de la Antropología Social Británica. Publiqué algunos textos en esa dirección que, de alguna manera, fueron recono- cidos como innovadores y una apertura de perspectivas (Becker, 2018).

Allí regresamos a lo que denominé de eclecticismo que juzgo positivo. El hecho de transitar entre diferentes corrientes teóricas e interpretativas puede ayudar no solo a los antropólogos, sino también a los científicos sociales en gene- ral para el desarrollo de sus ideas y formulaciones. La acusación es, por lo tanto, la dramatización de relaciones que involucran diferentes actores. Básicamente, tenemos acusados y acusadores. Pero hay alguna variación en cuanto a matices, cambios de papel y de desempeño, con el elevado potencial de construir pregun- tas e hipótesis sobre procesos sociales más amplios. Así, las acusaciones de dro- gadicto y subversivo que analicé revelaban características propias de una coyun- tura histórico-cultural (Velho, 1976). Se pasaba en varios niveles, desde uno que podríamos llamar de micro, interno a las familias, como en nivel del Estado, en una dimensión más amplia. En realidad, se trataba de manejar con una política de lo cotidiano, con pasajes entre varios niveles, incluyendo los aparentemente más íntimos, hasta instancias de poder estatal. Me despertó la atención, desde el inicio de mis trabajos, la problemática de la enfermedad mental y, a través de la lectura de autores tan diversificados como los vinculados a la antipsiquiatría, especial- mente Laing (2015) y Cooper (1976) y otros como Szasz (2008), Scheff (1973) y el propio Foucault, percibí cuán importante sería el esfuerzo antropológico de establecer puentes y ampliar horizontes en esa área. El psicoanálisis era una de las principales referencias intelectuales y existenciales de la época (Velho, 1998). La llamada Escuela de Personalidad y Cultura, con Sapir (1924), Ruth Benedict (1958), Margareth Mead (2006) y pensadores próximos como Bateson (1998), volvía a ser fundamental para que, a través de una reflexión crítica sobre cultura y vida social, pudiésemos comparar no solo diferentes sociedades sino, en nuestro caso, intentar develar las diferencias internas de las sociedades complejas moder- no-contemporáneas, como la brasileña. En este sentido, la propia problemática de la desviación y de las acusaciones podría ser analizada, teniendo en considera- ción, de un modo más sistemático, lenguaje, códigos y redes de significado. Por lo tanto, de alguna manera, retomaba el punto de vista del relativismo cultural, buscando establecer vínculos con un pensamiento más crítico-sociológico. A par-

tir de esta perspectiva, una vez más, el diálogo entre antropología e historia se constituyó como referencia básica.

Sin entrar en comparaciones y discusiones paralelas, no puedo dejar de citar la lectura de Clifford Geertz (2003,1989) y Marshall Sahlins (1997, 1997, 2004) como decisiva en la complejización de esas preocupaciones. A través de la cultura y de la coyuntura histórica, teníamos elementos para poner en cuestión las nociones de normalidad y anormalidad. Las diferencias culturales y las trans- formaciones históricas nos llevaban a poner atención a las particularidades, pero también a una visión más universalista de las sociedades humanas.

Hay una fase en mi carrera, a partir de la mitad de los años 1970 que, aun- que no haya desaparecido, tuvo su mayor desarrollo hasta inicios de 1990, en que tuve oportunidad de dialogar y debatir con psicólogos, psiquiatras y psicoanalis- tas. La problemática del individualismo y sus relaciones con la jerarquía, cercano a Simmel y Dumont, eran uno de los temas de interés, así como la recuperación y las implicaciones entre los temas que investigué y asesoré en este vasto mun- do denominado Antropología urbana. Seguramente, estaré omitiendo algunos de los más importantes. Sin embargo, haciendo puentes con lo que dije arriba, no podemos omitir la importancia y el interés en el área de la familia y parentesco que cruzan docenas de trabajos míos y de alumnos (Fonseca, 2010). Se enfoca- ban en cuestiones generacionales e investigaciones específicas sobre ancianos y jóvenes, con mayor o menor énfasis, en la problemática de género. El estudio de parejas, modos alternativos de convivencia, emergencia de nuevos patrones de relacionarse amorosamente y cohabitación son otros enfoques del análisis.

La vida urbana en general, la organización social del espacio, los barrios, las actividades políticas y de movilización de los más diversos tipos se cons- tituyeron también en un asunto que me interesó desde el libro Utopia urbana (1973). Las manifestaciones y relaciones entre los diferentes niveles de cultura, que implican dinámicas de poder, reinvención y construcción de nuevos lengua- jes artístico-culturales, que permitiesen comparaciones, fueron algunos de los vectores principales de esa producción evaluada retrospectivamente. Muchas de esas ideas que aparecen son discutidas en algunos de mis libros, como Indivi- dualismo e cultura (1981) y Projeto e metamorfose (1994). Otras aparecen en colecciones que organicé solo o en coautoría.

Rio de Janeiro ha sido el principal, aunque no exclusivo, territorio de investigación. En este, desde la zona sur, pasando por la zona norte, Baixada Flu- minense,7 suburbios y periferias, fueron hechos trabajos sobre múltiples temas. Otros centros, grandes o pequeños, como São Paulo, Lisboa, Boston, Curitiba,

7 N.T.: Baixada Fluminense es una región en Rio de Janeiro.

Importar_Imgen5265c64616Porto Alegre, Florianópolis y “ciudades del interior”, también fueron campo de investigación asuntos diversos, cruzando, por ejemplo, la estructura social y di- ferentes fronteras culturales. Sin dudas, hay una gran concentración de esfuerzos en la región metropolitana de Rio, por razones logísticas y por un proyecto mío claro, inicial, de tomarla como “ciudad-laboratorio”. Solamente que lo que pasa- ba y era encontrado no cabía en un modelo espacial-ecológico, se multiplicaba y fragmentaba en varios mundos, redes sociales, corrientes culturales, volviendo el desafío aún más fascinante y provocativo.

Los barrios, las “regiones morales”, las diferentes áreas de la ciudad ne- cesitan ser comprendidas por sus identidades, no de manera estática, sino a través de los tránsitos y de las diferentes representaciones que generan comunicación, impases con conflictos que podrían poner en cuestión la propia continuidad de los procesos de interacción social básicos. Así, me enfrenté como investigador y ciudadano al acelerado agravamiento que se denominó violencia urbana. Ese fenómeno alcanzó, en términos amplios, a la sociedad brasileña y, con particular dramaticidad, a Rio de Janeiro. Sabíamos, desde el principio de nuestras reflexio- nes, la importancia de la dimensión constitutiva de la violencia para la formación de nuestra sociedad. No es el caso, aquí, retomar toda la larga y compleja discu- sión y los análisis sobre el proceso socio-histórico que evidencian esas caracterís- ticas. Reconocíamos que la pobreza y la desigualdad eran variables importantes para la creación de un cuadro potencialmente conflictivo, muchas veces mani- festado en episodios sangrientos de diversos tipos, como situaciones que podrían presentar dimensiones políticas y religiosas, directas y indirectamente asociadas a la carencia y a la explotación.

Importar_Imgen5265c64616Lo que ha ocurrido en las últimas décadas, es la diseminación de una “cul- tura de la violencia” que vino agrandándose, asumiendo proporciones que ponen en jaque lo cotidiano en prácticamente todos los segmentos sociales. Asaltos, se- cuestros, robos, agresiones y asesinatos son algunas de las modalidades por las cuales se manifiesta el fenómeno. Es innegable que esa expansión de la crimina- lidad y de los riesgos inherentes aparece asociada al tráfico de drogas y de armas. Hoy, el uso de drogas es bastante diseminado por el mundo. Carteles, cuadrillas, así como pandillas surgen y se desarrollan más en algunas sociedades que en otras. Lamentablemente, Brasil es uno de los países que sobresale por el volumen y la intensidad de la actividad criminal. Es evidente que existe una motivación eco- nómica que traspasa la lucha por la sobrevivencia más elemental. Múltiples inte- reses se multiplican, alimentando y produciendo desdoblamientos de esas redes que alcanzan, de varios modos, una dimensión internacional, en una perspectiva globalizada. Lo que más me ha llamado la atención es el uso de la violencia no solo como medio, sino como fin en sí mismo, o sea, hay personas y grupos que se dedican y que, posiblemente, se complacen con el ejercicio de la violencia.

Río de Janeiro, como ya fue mencionado, por una serie de circunstancias que hemos discutido e investigado, aparece como uno de los casos límite de la so- ciedad nacional.8 Diversos científicos sociales y muchas personas han enfrentado ese desafío. El fenómeno presenta múltiples dimensiones y produce efectos va- riados. La cuestión básica de la seguridad pública implica considerar, prioritaria- mente, las relaciones del poder público con la sociedad civil. Así, la corrupción, el abuso del poder, el uso indiscriminado de la fuerza y la ineficiencia ponen en jaque, no solamente los responsables directos por el combate a la criminalidad, sino las más diversas instancias del mundo político-burocrático. Así, la policía, el poder Judicial, Legislativo y Ejecutivo tienen su legitimidad comprometida frente a la continuidad por el recrudecimiento de las actividades criminales. Es sabido que una parte considerable de la región metropolitana de Rio de Janeiro es controlada por grupos criminales, sean traficantes, sean milicianos.9 De una for- ma u otra, la respetabilidad y la confianza en los órganos de seguridad es minina, llegando a la desmoralización. Hay quienes hablan de anomia y desorganización social. Es innegable que, aunque limitada, la expresión “crisis de valores” sugie- re la necesidad de pensar la violencia a partir de una visión antropológica.

De esta forma, no estoy hablando de Antropología urbana como un área secundaria, sino como punto de encuentro de investigaciones y análisis en que el universo simbólico y de representaciones sea incorporado cada vez más a las investigaciones y a las políticas públicas. Considero que, con todas las preocupa- ciones y modestias, se trata de uno de los caminos más importantes para el desa- rrollo y relevancia de nuestra área de investigación, a través de la recuperación, renovación y aproximación de los análisis de significados y de los procesos de acción e interacción social. O sea, es importante cruzar las fronteras disciplinares y las tradiciones específicas, en un esfuerzo de acercar diferentes contribuciones que puedan ampliar nuestra concepción de trabajo intelectual. Esto ha sido parti- cularmente importante para mí en los últimos años, cuando he buscado comparar experiencias y visiones del mundo de diferentes generaciones del universo de clases medias. Se trata de un relativo privilegio poder conocer y tratar con estra- tos societales distintos. Más que nunca, el recurso de emplear distintas áreas del conocimiento se ha vuelto necesario y crucial en función de la complejidad de las cuestiones involucradas.

8 El “hemos” se refiere a los varios investigadores que en las últimas décadas se han dedicado a investigar, bajo múltiples aspectos, la temática de la violencia, teniendo como enfoque Rio de Janeiro. Son trabajos importantes, ya mencionados por mí anteriormente en otros textos.

9 N.T.: El término milicia teóricamente significa una organización militar o paramilitar com- puesta por ciudadanos civiles armados que no hacen parte de las fuerzas armadas de un país. Sin embargo, en Brasil, este tipo de organización tomó otro abordaje, principalmente cuando ocupó lugares más vulnerables, como las favelas. Este nuevo tipo de organización, está compuesta por agente públicos de seguridad, en particular policías militares y también por civiles armados. En el contexto actual, este término es utilizado para denominar grupos criminales que ejercen un tipo de controle extorsivo en zonas periféricas.

El propio investigador es en parte personaje de las historias y de las na- rrativas que siembra. Así como las personas del universo investigado, se desplaza entre diferentes planos y niveles de la realidad, en un juego retrospectivo y pros- pectivo de memorias y proyectos en que la subjetividad está siempre presente. La antropología en las metrópolis y en los grandes centros urbanos, en general, se enfrentan cada vez más con nuevos y rápidos sistemas de comunicación e in- formación, que se agregan e interactúan con redes de relaciones y clases sociales de las más variadas características. Aunque eso se desarrolle en las sociedades como un todo, en un proceso de interacción entre corrientes de tradición cultural, más o menos longevas (Barth, 1989), es en el medio urbano contemporáneo, con su complejidad y dinamismo, que esos fenómenos aparecen con más intensidad y nitidez. El estudio de las generaciones, sus valores, actitudes y proyectos su- gieren caminos y posibilidades de conocimiento en que la interdisciplinariedad se torna cada vez más importante. ֍

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