Resumen: En el presente artículo, se desarrollan algunas reflexiones de orden socioantropológico y metodológico sobre las potencialidades de la historia de vida, ofreciendo una reflexión teórico-conceptual y un estudio aplicado, a propósito de la pandemia por COVID-19. En ese sentido, en la primera parte se expone un análisis y una revisión sobre este tópico, y en la segunda parte se presentan cuatro historias de vida que nos aproximan a este tiempo pandémico.
Palabras clave: Investigación cualitativa, historia de vida, antropología, metodología, pandemia COVID-19.
Abstract: In this article, we present some socio-anthropological and methodological reflections on the potential of life history, as well as a theoretical and conceptual reflection on life history in relation to the COVID-19 pandemic. Therefore, in the first part, we present an analysis and review of this topic; in the second part, we present four life stories that bring us closer to this pandemic time.
Keywords: Qualitative research, life history, anthropology, methodology, COVID-19.
Articulos Academicos
Historia de vida como experiencia y estrategia de investigación cualitativa, a propósito de la pandemia COVID-19
Life history as experience and qualitative research strategy, regarding the COVID-19 pandemic
Recepción: 22 Febrero 2023
Aprobación: 22 Diciembre 2023
En este artículo, desarrollamos algunas reflexiones de orden socioantropológico y metodológico sobre las potencialidades de la historia de vida. Muy frecuen- temente solemos encontrar las historias de vida en el marco de la investigación cualitativa, pero en este artículo quisiéramos enfatizar que las historias de vida constituyen experiencias colaborativas de investigación situada, concreta y dia- lógica. En retrospectiva, podemos decir que, en estos últimos años, los métodos cualitativos están atrayendo poderosamente la atención de los investigadores de distintas áreas, despertando el interés de tomadores de decisiones. Por esa razón, en el sector del Estado, aun cuando manejan un robusto paquete de información cuantitativa (índices, porcentajes, mediciones anuales, etc.), las políticas socia- les, cada vez más, están abriéndose hacia un paradigma cualitativo, porque en el fondo buscan evidencia sobre cómo las políticas sociales y las intervenciones generan cambios, resistencias o transformaciones a lo largo de su ciclo. Desde las ciencias sociales, podemos generar conocimiento social útil para quienes hacen política pública y para tomadores de decisiones, pues justamente los diseños cua- litativos, en especial las historias de vida, tienen como materia prima la memoria, la voz y la experiencia situada y vivida de los actores sociales.
En este artículo intentaremos ofrecer un panorama sobre la reflexión teó- rico-conceptual alrededor de la historia de vida, no solo como una metodología de investigación cualitativa, sino como un espacio reflexivo, bajo el entendido de que las historias de vida son producto de un encuentro dialógico que permite co- municar una experiencia situada. En ese sentido, y considerando la pandemia del COVID-19, decidimos abordarla desde las historias de vida, desde las experien- cias y narrativas que articulan lo cotidiano. En la segunda parte, presentaremos cuadro ejercicios de historias de vida que fueron resultado de un proceso más amplio de recojo de historias de vida, con el propósito de compartir un modo de hacer historias de vida. De modo que, se eligieron cuatro historias que retra- taban ciertas tendencias muy marcadas considerando el abanico más amplio de entrevistas realizadas. Este artículo no pretende tener respuestas concluyentes en torno a la pandemia pues encontramos múltiples impactos de este proceso global. No obstante, creemos que estas cuatro historias de vida que nos aproximan a este tiempo pandémico a partir de las experiencias situadas.
Se dice con frecuencia que el método de la historia de vida ha sido utilizado espe- cíficamente por antropólogos. No obstante, como ha sucedido con la etnografía, desde hace mucho tiempo, la historia de vida ha dejado de ser una estrategia exclusiva de la antropología y ha pasado a ser utilizada por las ciencias sociales, humanas y de la salud, entre otras. Por un lado, la historia de vida constituye un método en el campo de los estudios biográficos y, por el otro, como un método de recojo de datos cualitativos. Sin duda, desde hace un tiempo hay un interés por acercarnos a la experiencia vivida y a la voz de los sujetos, bajo una perspectiva colaborativa de reflexión sociológica y antropológica.
La famosa escuela de los Annales, fue una de las primeras en reconocer la importancia de recoger los trazos de la vida cotidiana y la memoria. Fue fundada a finales de 1920 por historiadores franceses como Lucien Febvre y Marc Bloch. Esta escuela no solo se limita a dar cuenta de las continuidades y discontinuida- des, la apuesta de esta escuela permitió abordar el universo mental, los aspec- tos textuales y simbólicas que atraviesan la vida cotidiana, amalgamando una memoria compartida (Burguière, 2006). Por ejemplo, Marc Bloch, inicialmente influenciado por las ideas durkheimianas subrayó la importancia de las represen- taciones compartidas, pero luego enfatizaría el acercamiento a lo social desde la actividad metal, los gestos, las prácticas cotidianas que construyen el lazo social (Burguière, 2009).
Dentro del ámbito del giro narrativo, Gough (2008) sugiere la existencia de diversos métodos de investigación que se centran en la experiencia vivida como objeto de indagación, tales como la autobiografía, biografía, autoetnogra- fía, historia de vida e historia oral. Estos enfoques presentan narrativas detalladas sobre la vida (o vidas) en cuestión. En la misma línea, Niewiadomski (2019) destaca que la historia de vida es una producción oral de un sujeto, a quien po- dríamos denominar narrador, centrándose en los eventos vividos a lo largo de su existencia. Además, Dujardin, Lahaye y Ferring (2013) resaltan que la historia de vida describe la vida interior del narrador, posibilitando la reconstrucción del tiempo vivido, aspectos biográficos y la generación de conocimiento mediante el intercambio y la reflexión conjunta. También subrayan que, fundamentalmente, una historia de vida representa la expresión subjetiva de la experiencia histórica, especialmente cuando la voz, en la historia de vida, facilita la conexión entre la textualidad y el contexto sociohistórico.
En el pasado, las historias de vida estuvieron muy ligadas a la escuela de Chicago. Plummer (1990) nos recuerda la tradición de las historias de vida, sobre todo en lo relativo al estudio de los campesinos polacos. Este nos sugiere que al menos hay dos contribuciones que rescatar: en principio, el uso de las historias
de vida como un recurso fundamental para la comprensión y la crítica, así como el hecho de tomar como base la idea interaccionista simbólica de la autorreflexi- vidad. En esa línea, el autor enfatiza que las historias de vida constituyen objetos sociales y acciones conjuntas.
No obstante, de regreso a la escuela de Chicago, Nossik (2011) establece que la vertiente sociológica se apoya en las entrevistas biográficas para obtener datos fácticos; mientras que, en el giro narrativo, las historias de vida son más bien pensadas en la interpretación de las narraciones, basada en su materialidad discursiva. Recordemos algunos estudios referenciales en la Escuela de Chicago, los cuales corresponden a la primera mitad del siglo XX; por ejemplo, “El cam- pesino polaco en Europa y América” de Williams Thomas y Florian Znaniecki (1918), “The Hobo: The Sociology of the Homeless Man” de Nels Anderson (1923), “El ladrón profesional” de Edwin Sutherland (1937) o el trabajo “The Jack-Roller: A Delinquent Boy’s Own Story” de Clifford Shaw (1930).
Sin embargo, bajo los influjos de las ideas positivistas, se ha cuestionado sobre la veracidad de las afirmaciones de los sujetos en las historias de vida. Ante esto, Thompson (2004) nos recuerda, subrayando los aportes de Sandro Portelli y Luisa Passerini, que la cuestión de fondo no es si la gente dice la verdad o no en sus historias de vida, sino cómo los actores sociales construyen sus propias narrativas, considerando los recuerdos, los olvidos, los silencios y las transfor- maciones en la memoria. Además, la historia de vida constituye una ventana de acceso a la dimensión relacional subyacente a la vida social. Ciertamente, las his- torias de vida fueron duramente criticadas porque no expresaban necesariamente la “verdad” de los hechos, un ataque dirigido desde la lógica positivista.
En esta perspectiva, Pineau y Le Grand (1993) resaltan la conexión de una historia de vida con “una investigación y una construcción de sentido a partir de hechos temporales personales” (p. 3) [traducción propia]. Desde este enfoque, Pineau (1989) ha insinuado que la expresión de un sujeto refleja una vida que se va configurando a través del relato, desempeñando la historia un papel crucial en la producción del sujeto. Por ende, se deduce que la historia de vida le va da forma al sujeto.
Justamente, Chanfrault-Duchet (1987) piensa el relato de vida como una posibilidad para dar cuenta de los “modos de vida” y la experiencia, enfatizando una suerte de bisagra entre la praxis individual y colectiva, considerando el cam- bio sociohistórico. En este contexto, la historia de vida busca captar y analizar “cómo se percibe, se siente, se experimenta y se teoriza en un relato la relación simbólica, que, a través del juego de identidad, vincula al individuo con el grupo, con la comunidad y, más ampliamente, con la sociedad” (p 12) [traducción nues- tra]. En complemento, el autor define a la historia de vida como el “producto de un proceso global y coherente por el que el narrador, haciéndose pasar por sujeto,
intenta dar sentido a su experiencia vivida, organizándola en una estructura na- rrativa” (p. 13) [traducción nuestra].
Por otro lado, el giro narrativo hace un fuerte énfasis en las estructuras de sentido y significado, es igualmente importante pensar cómo las historias de vida ofrecen la posibilidad de dar cuenta de la acción y las prácticas sociales. En esa línea, Pruvost (2011) nos recuerda que el método de la historia de vida permite situar al narrador en relación a los fenómenos sociales, bajo una lógica de expli- cación causal, y, en ese plano, la historia de la vida permite explorar procesos sociales más complejos y acercarnos a diferentes niveles de interacción.
En la década de 1970, en Francia, Daniel Bertaux, sociólogo francés, pro- pulsó la aproximación biográfica como contraparte a las encuestas y estadísticas predominantes en la sociología francesa de ese periodo. En líneas generales, este investigador abogó por emplear el término “relato de vida”. En la década de 1980, Bertaux indicó que las historias de vida constituían “un método de in- vestigación cualitativa para obtener información sobre la esencia subjetiva de la totalidad de la vida de una persona, transferible a través de disciplinas” (pp. 122-123) [traducción propia]. Según Bertaux (1997), siempre estamos intercam- biando historias de vida, ya sea en la cotidianidad o con investigadores sociales; lo crucial es que estas historias recuperan algún momento de la experiencia vital. En consecuencia, enfatiza que “la historia de vida es el producto de una forma específica de entrevista, la entrevista narrativa, en la cual un investigador solicita a una persona, en adelante denominada ‘sujeto’, que le relate toda o parte de su experiencia vivida” (p. 6) [traducción propia]. En resumen, la narración posibili- ta explorar la vida del narrador y los contextos sociales (Bertaux, 2010; Dujardin, Lahaye y Ferring, 2013).
Sanséau (2005) posiciona a este sociólogo francés dentro de la mirada realista, también conocida como perspectiva etnosociológica, la cual se funda- menta en la investigación empírica, el trabajo de campo y la práctica etnográfica de observación. Este enfoque transita de lo particular a lo general con el propósi- to de vislumbrar las lógicas de acciones y los procesos sociales (Bertaux, 1997). Un aspecto fundamental, según Sanséau (2005), radica en que Bertaux (1980 y 1997) identifica tres categorías de objetos que se pueden abordar mediante las historias de vida: los mundos sociales, las categorías de situación y las trayecto- rias sociales.
Es necesario reflexionar sobre el carácter textual de las historias de vida, las cuales emergen como un producto resultado de un proceso de reflexión y aproximación a sujetos situados históricamente y a sus experiencias. A partir de este proceso, se plantean problemas de investigación, ya sea de índole antropoló- gica o sociológica. En este sentido, es crucial ser conscientes de que una historia de vida se configura a partir de decisiones de orden textual, de una estructura
metodológica y del encuentro entre dos o más sujetos cuyas historias se entrela- zan, generando una experiencia única. En cuanto a la dimensión histórica en el contexto de las historias de vida, un ejemplo destacado que aborda eficazmente este aspecto es el libro “Antropología urbana” (1999) de Amalia Signorelli. En este texto, a través de las vivencias de obreros y familias de clase media, se reconstruye la evolución de barrios como Pietralata, Terra di Pozzuoli, y otros espacios como Nápoles. Signorelli lleva a cabo un ejercicio ejemplar de compa- ración histórica y de geografía urbana.
La arquitectura de una historia de vida se va delineando desde la concep- ción, tanto del problema de investigación como de los objetivos, hasta la decisión consciente de qué tipo de metodología utilizaremos y por qué razones epistemo- lógicas y políticas nos inclinan a elegir tal o cual estrategia, no solo para recoger datos cualitativos, sino también para su representación textual. En nuestra expe- riencia, solo la reflexividad antropológica puede darnos una respuesta más cer- tera con respecto al porqué utilizamos las historias de vida y, en todos los casos, es muy importante ser explícitos con las intensiones y apuestas a partir de ellas.
Las historias de vida son producto de una serie de decisiones, estrategias textuales y metodológicas, e incluso podríamos decir que está implícita una polí- tica de representación de la que no podemos dejar de ser críticos. De cierta forma, la historia de vida abre el espacio para el juego de la representación de sí mismo y la alteridad: ahí hay visiones de uno mismo, autopercepciones y soliloquios; abriendo la puerta a cómo los sujetos creen que son representados, conceptuali- zados; toda esta trama densa, de cierto modo, comunica la complejidad de rela- ciones sociales, con sus tensiones y dilemas.
Como hemos sugerido, las historias de vida se construyen gracias a las técnicas dialógicas de recojo de datos cualitativos, como son las entrevistas a profundidad. Por lo tanto, debemos tener siempre un instrumento como guía para el proceso de recojo; por ejemplo, los cuestionarios semiestructurados, los cuales nos marcan la pauta para recoger, conocer y confrontar aquellos aspectos que nos interesan subrayar, problematizar y reflexionar en las historias de vida. Para ello, se sugiere tener claridad sobre la red de categorías y conceptos a fin de para construir la arquitectura de un problema de investigación y abordar la experien- cia concreta de los sujetos a partir del diálogo abierto, sincero y reflexivo. No hay duda de que el primer paso hacia una historia de vida es el desarrollo de la entre- vista a profundidad, y este es un proceso realmente importante y determinante, en el cual intervienen muchas variables de orden personal y contextual.
En esa dirección, una entrevista a profundidad demanda del entrevistador una mentalidad abierta, flexibilidad y un conjunto de habilidades blandas, como la escucha activa, la empatía y las destrezas de comunicación, así como la capa- cidad para transmitir confianza, entre otras. A pesar de estos requisitos, se habla
poco sobre la importancia de la calidad y calidez de la entrevista, asumiendo que se trata simplemente de un encuentro abierto en el que se movilizan afectos, pre- juicios e, incluso, estigma.
Es fundamental destacar que algunos entrevistados se sienten escuchados, validados o respaldados, y en ocasiones, sus experiencias pueden ser intensas y dolorosas. La escucha activa y la inteligencia emocional son las herramientas ne- cesarias para brindar apoyo humano en estos casos. Por esta razón, una entrevista va más allá de ser un proceso de recopilación de datos; es un encuentro entre dos personas y sus vivencias. En todos los casos, es imperativo evitar la impertinen- cia, pues una entrevista no se trata de una encuesta rápida; hay una intencionali- dad percibida en el ambiente.
La entrevista a profundidad se desenvuelve como un diálogo con turnos y tiempos de espera y escucha. Aquí, el entrevistador debe estar atento al desarrollo del diálogo considerando los aspectos que le interesan problematizar, sin caer en la trampa de concentrarse únicamente en el tema de investigación, mostrando su flexibilidad para abordar lo emergente, lo no pensado a priori. Esto es crucial, pues el investigador debe mantener una mente abierta y flexible para conectar con nuevas variables o matices en el contexto del trabajo de campo. Además, a través del diálogo, se puede estimular la reflexividad del entrevistado sobre su “aquí y ahora”, así como sobre los aspectos relacionales e históricos que han marcado su existencia.
A pesar de ello, debemos admitir la imposibilidad de abarcar todas las experiencias del sujeto; eso es imposible, porque la experiencia total nos ofrece un mar de matices, omisiones, silencios y olvidos voluntarios, los cuales difícil- mente podemos captar. Por esa razón, Bourdieu (1989) sugería que las historias de vida y el método biográfico planteaban una ilusión biográfica. Y es cierto: no podemos más que capturar fragmentos, elementos dispersos, posicionamientos y experiencias las cuales se reconstruyen a partir del juego del lenguaje, de la memoria, del habla y del “aquí y ahora” del sujeto en la entrevista como espacio reflexivo y convergente.
Uno de los aspectos más atractivos de las historias de vida es cómo los sujetos explican y experimentan los hechos sociales, cómo narran la experiencia vivida, cómo abordan su “estar en el mundo” —In-der-Welt-sein, en el sentido de Heidegger (2005)—, cómo viven su día a día, el peso de las complejas estruc- turas sociales; al tiempo que nos comparten sus afectos y sus mundos interiores que, en último término, nos remiten a las profundas estructuras de significado y sentido subyacentes a la acción y práctica social. Desde nuestra experiencia, la elaboración de la historia de vida permite a los sujetos compartir con cierta cali- dez y amabilidad lo que significa para ellos ese “estar en el mundo”, las tensiones y las asperezas de la vida social en el marco de una experiencia temporal vivida.
A propósito de estas reflexiones, el sociólogo italiano Franco Ferrarotti es considerado como parte de la famosa escuela italiana de historia oral; a partir de su trabajo podemos observar cómo algunos investigadores han trazado una línea desde Gramsci, De Martino y Bosio. De ahí que se enfatice que las historias de vida constituyen no solo un método, sino también una aproximación a los múlti- ples vínculos, lazos y relaciones: aquí la vida es una suerte de madeja compuesta por diversas materialidades e intensidades, tiempos y espacios entrelazados. Esto nos dan pie y acceso a lo cotidiano, a una historia desde abajo. Al respecto de los trabajos de Ferrarotti, destacamos su libro Giovani e droga (1977), construido gracias a cuarenta y nueve entrevistas a drogadictos,Storia e storie di vita (1981) yLa storia e il quotidiano (1986).
En una entrevista a Ferrarotti, recogida por Iniesta y Feixa (2006), se se- ñala que, una vez que se produce ese encuentro imprevisible con la persona, vie- ne el momento interpretativo, hermenéutico en el cual se pueden crear códigos, a fin de tender un puente entre la teoría y los datos empíricos. No obstante, este sociólogo reconoce que hay una diferencia entre lo que esperamos como respues- ta, producto de nuestras propias aproximaciones y elucubraciones, y lo que real- mente encontramos a través del diálogo; hay una suerte de “espacio para lo im- previsible”. Un aspecto que destaca Ferrarotti (2011) es el papel de la confianza entre el investigador y la persona entrevistada, pues entre ambas hay una suerte de “corriente empática” que invoca al investigador bajar la guardia de su propia cultura y sus múltiples a priori; no hay reglas metodológicas definidas para esta operación, porque en el fondo es un encuentro impredecible con “lo vivido”, así las historias de vida plantean desarrollo, progresiones y regresiones. Empero, la contraparte de esta visión fenomenológica es enfrentar el hecho concreto de que las historias de vida constituyen textos de lo vivido, que se habitan y se pueblan.
• Las historias de vida basadas en entrevistas a profundidad dan acceso a
tramas de sentido y significado.
• Las entrevistas y las historias de vida pueden acercarnos al espacio so- ciocultural.
• A partir de largas y extensas entrevistas, las historias de vida ofrecen la posibilidad de analizar detalles sobre la experiencia vivida y la manera cómo los actos, acontecimientos, relaciones y circunstancias en vividas entrevistados van modelando una experiencia.
• Una investigación de tipo cualitativa, antropológica, puede apoyarse en una muestra tipo small N (número reducido de sujetos) para explorar un problema de investigación.
• Desde la perspectiva del sujeto, podemos entrar a conocer los procesos
sociales concretos que se dan en un arco temporal definido.
• Las historias de vida bien diseñadas pueden, desde una mirada proce- sual, captar dinámicas de cambio producto de intervenciones o procesos estructurales mayores.
• Nos ofrece un acercamiento a la multidimensionalidad de la vida social.
• Las historias de vida permiten recordar el pasado y documentar los cam-
bios y acontecimientos significativos.
• El trabajo en el recojo de los datos implicó un manejo de detalles, por lo tanto, exige un trabajo de elaboración minucioso.
• Algunos investigadores, desde la perspectiva cuantitativa consideran que es un problema el manejo de una muestra pequeña.
• Se suele cuestionar el nivel de generalización que implica el conoci- miento producto de las historias de vida.
• Puede ser complejo y problemático el intento de analizar los datos cuali-
tativos en dirección de un trabajo analítico comparado.
• Exige la participación de un investigador social entrenado con un amplio
abanico de habilidades blandas.
• Una limitación importante para reflexionar es el uso de la escritura y las técnicas retóricas
Como sabemos todos, la pandemia del COVID-19 obligó a que viviéramos con- diciones de distanciamiento y aislamiento social. Muy progresivamente, la vacu- nación ha permitido que la vida social regrese lentamente a su ritmo. Esto trajo como consecuencia el uso de medios digitales y plataformas de comunicación online para el trabajo remoto, lo cual tuvo implicancias para muchas áreas, como la educación (tanto a nivel básico como universitario), el trabajo e incluso la salud. Asimismo, la pandemia del COVID-19 motivó a quienes hacemos trabajo de campo e interactuamos con personas a hacer una pausa para evitar cualquier contagio. Sin embargo, el trabajo de investigación social no se detuvo y muchos colegas comenzaron a utilizar medios digitales para la recolección de datos cua- litativos en las ciudades y emprender entrevistas a profundidad, apoyados en medios digitales y de manera remota. No hay duda de que la pandemia fue limi- tante para “hacer campo”, pues no había condiciones; a pesar de ello, los colegas investigadores no se han detenido en su propósito por recolectar nuevos datos cualitativos.
En nuestra experiencia, el aula pasó del espacio físico a las posibilidades que ofrecía el aula virtual, usando Google Meet. En las clases que dirigimos, siempre trabajamos un proyecto colaborativo a fin de ejercitar las técnicas de investigación antropológica. Ahora, considerando el contexto de la pandemia, decidimos trabajar entrevistas a profundidad para la elaboración de historias de vida utilizando medios digitales, como videollamadas o incluso el propio Google Meet. Evidentemente, se siguieron todos los protocolos, la preparación previa de guías de entrevista, la validación de cuestionarios, entre otros. Y la reflexión aquí es que, si bien estamos acostumbrados a la copresencia, para pensar en términos de Goffman (1983), en realidad, con cierto nivel de familiaridad y confianza, podemos recoger experiencias y datos cualitativos usando estos medios. Si bien es cierto que hay limitaciones como el tiempo, la conectividad y el nivel de la se- ñal, también existen estrategias que compensan dichas situaciones limitantes; en muchos casos, el uso de la cámara puede ayudar a identificar el lenguaje corporal que acompaña el diálogo.
En general, esta experiencia nos permite sugerir que el uso de medios di- gitales podría enriquecer y nutrir nuestro quehacer como investigadores, pero de ninguna manera podemos reemplazarla por completo. Hay un aspecto importante a reconocer: también aprendemos/conocemos con el cuerpo parte de la realidad social y el “estar ahí”, haciendo campo, tiene estrecha relación con la idea de “poner” el cuerpo en la compleja dinámica de la interacción social. Otro aspecto crítico sobre el uso de medios digitales para la investigación social es la asimetría en el uso manejo de los medios digitales entre el investigador y los entrevistados.
En términos metodológicos, presentamos cuatro historias de vida seleccionadas de una muestra más extensa debido a que reflejaban marcadas tendencias. Com- partimos las experiencias de Fiorella (52 años), Rodrigo (23 años), Ricardo (51 años) y Brenda (27 años). A pesar de seguir un cuestionario semi-estructurado en términos metodológicos, los entrevistadores tuvieron flexibilidad para ampliar y retomar temas planteados por el entrevistado/a. Dado el amplio espectro de entre- vistas, nuestro objetivo con el cuestionario semi-estructurado era comparar ejes de exploración y evaluar cómo variaban en cada caso, cómo se expresaban esas experiencias y qué tendencias globales surgían a partir del total de entrevistas.
Al analizar en profundidad la muestra global de entrevistas, selecciona- mos estas cuatro historias de vida, ya que mostraban experiencias diferentes, pero con una tendencia que nos interesaba comunicar. Evidentemente, esto con- lleva el riesgo de no haber seguido una libertad total en la elaboración de las historias de vida, ya que nos motivaba identificar diferencias y semejanzas entre las diversas experiencias.
En cuanto a la elaboración de las historias de vida, es importante señalar que se realizaron transcripciones de las entrevistas, las cuales se organizaron en matrices de análisis basadas en un ordenamiento de temas comunes que además fueron codificados. Se llevó a cabo un análisis temático de las transcripciones. Posteriormente, se decidió redactar los textos en tercera persona e incluir algunas citas directas de los entrevistados. Esta elección conlleva el riesgo de reducir las voces, pero entendemos que no disponemos del espacio necesario para una ver- sión más amplia y enriquecida. No obstante, todas las entrevistas se desarrollaron como un diálogo fluido, en el cual se buscaba que el entrevistado reflexionara sobre sus afirmaciones y profundizara en sus explicaciones.
En relación con la redacción de las historias de vida, es crucial subrayar que en ningún caso la redacción implicó una interpretación más allá de los límites establecidos por el propio entrevistado. De esta manera, los límites de la escritura de las historias de vida son simultáneamente los límites establecidos por las pro- pias afirmaciones, reflexiones y experiencias del entrevistado.
Cabe destacar que estas entrevistas fueron el resultado de entrevistas a profundidad en el marco de un proyecto colaborativo en el curso Etnografía Comparada II, realizadas durante los meses de octubre de 2020 a enero de 2021. En todos los casos, se usó un consentimiento informado y un cuestionario se- miestructurado; se redactó la transcripción de la entrevista y la composición de las historias, las cuales fueron reescritas en parte y editadas por los autores para este artículo1. Finalmente, cabe señalar que las historias de vida están protegidas por seudónimos como parte del protocolo ético de todas las investigaciones.
El 31 de diciembre se anunció la escala del COVID-19 en Wuhan, China. Pero, debido a la distancia, no se creía que el virus podría llegar al Perú; las personas continuaban con sus actividades diarias y, de pronto, la enfermedad se había ex- pandido agresivamente y se acercó rápidamente hacia Latinoamérica. Por tal mo- tivo, el 15 de marzo del 2020, el Gobierno peruano declaró al país en estado de emergencia y tomó diversas medidas: distanciamiento social obligatorio, cuaren- tena y toque de queda. De esa manera, las actividades habituales se restringieron súbitamente a un espacio físico: la casa.
Fiorella, de 52 años, vive en el distrito Villa María del Triunfo, se ubica al sur de la ciudad, reside junto a sus hijos y su esposo en una vivienda multifamiliar, repartida como herencia por su padre para todos sus hijos. Ella es parte de una familia nuclear integrada por su esposo, tres hijas mujeres mayores de edad y un hijo de 6 años. Previo a la pandemia, tanto ella como su esposo y sus hijas, traba- jaban dedicándose exclusivamente a la docencia.
Fiorella nos cuenta su experiencia durante los primeros meses de la cuaren- tena. La rutina en el hogar se caracterizaba por el constante movimiento y el cansan- cio, motivo por el cual, el tiempo para compartir era muy reducido. Casi “parecían extraños”. Todos se levantaban a las cinco de la mañana de lunes a sábado para ir a trabajar. Fiorella se encargaba de preparar el desayuno y luego iba a su centro de trabajo en San Juan de Miraflores, donde estudiaba su menor hijo, y, como no tenían con quién dejarlo a cargo, la acompañaba después de clases; mientras que el esposo trabajaba en un colegio en Villa El Salvador. A su vez, la hija mayor trabajaba en una academia hasta la tarde; la segunda hija, quien había estudiado sociología, laboraba en una ONG e impartía clases algunos días de la semana; y, finalmente, la tercera hija, que estudiaba en la universidad, tampoco se encontraba en casa.
Con el aislamiento obligatorio, hubo varios cambios en la rutina familiar. La virtualidad empezó a formar parte de su vida, tanto el trabajo remoto como las clases. Todos se levantaban temprano para realizar sus respectivas obligaciones. Por ejemplo, el esposo comenzaba a trabajar de ocho de la mañana a dos de la tarde; en ese lapso, Fiorella y sus hijas se encargaban del cuidado de la casa y la alimentación, así como del cuidado del hijo menor.
Entre los aspectos positivos, Fiorella resalta que el acercamiento familiar surgió a partir del estado de emergencia. La comunicación fue tornándose más cercana y fluida, pues compartían las horas de la comida, algo que no sucedía anteriormente. Al respecto, Fiorella comenta:
Era bien ajetreado. Ahora, estar en casa también es interesante; interactuamos más de... Parecíamos extraños. Ahora hay que soportarnos hasta el carácter; almorzamos en fami- lia, y era algo que ya habíamos perdido. Yo creo que en todos los hogares porque en todo el mundo creo que pasa lo mismo.
Debido al trabajo remoto y a las clases virtuales, se reducía la velocidad del inter- net, pues era compartido entre los tres hogares que habitaban en la casa. Además, el acceso a las computadoras para entrar a clases generaba conflictos, producto de la intolerancia y molestia de las hijas, lo que imposibilitaba el adecuado apren- dizaje. Aunque Fiorella reconoce estas limitaciones, se centra en el lado positivo de las cosas. Sin embargo, siente nostalgia por la vida antes de la pandemia, des- cribiéndola como “épocas de libertad”.
Con la pandemia, perdió su trabajo como resultado del cierre del colegio donde laboraba y tuvo que asumir las actividades domésticas con ayuda de sus hijas mayores y el eventual apoyo de su esposo con algunas tareas del hogar. Ella muestra su disconformidad con el encierro: “Yo creo que me he limitado muchas cosas, solamente me estoy dedicando a todo dentro de casa. Yo creo que me he adaptado en algo, pero no estoy conforme”. A pesar de todo, su esposo sí pudo mantener su trabajo. Debido a la crisis económica (alza de precios y preocupa- ción por la escasez), Fiorella optó por racionalizar los alimentos y limitar el uso de los servicios del hogar. Como ella comenta: “Me puse a pensar que todo tengo que dividirlo por días, porque los medios dijeron que de un momento se acababa el arroz, que subió esto o aquello”. No obstante, el ahorrar en los servicios se volvía difícil, pues todos se encontraban en casa. Ello generó preocupaciones, puesto que los recibos se iban acumulando por el retraso del pago.
Con relación al ámbito de la salud, Fiorella era consciente de los proble- mas a largo plazo que el sedentarismo podría generar, no solo física, sino también mentalmente. Así es como, en repetidas ocasiones, el estrés se apoderaba de la familia, lo que generaba conflictos a nivel relacional.
La gestión de la limpieza en la casa fue dándose con mayor intensidad que antes. En ese sentido, la higiene personal y los nuevos protocolos de salud se volvieron necesarios para ella. La preocupación comenzó a surgir debido al aumento de las cifras de infectados y al contagio de su padre, hermanos e hijas; buscando, por ese motivo, respetar al máximo el protocolo de salud y prevención. Pero algunos miembros de su familia extensa no cumplían con el protocolo es- tablecido y dejaron de usar la mascarilla, sin respetar el distanciamiento social; motivo por el cual, considera que su padre se contagió de COVID-19 y falleció.
El padre de Fiorella tenía 80 años cuando se contagió de COVID-19. Pese a que era atendido con mayor énfasis por ser parte de la población vulnerable, era complicado controlar sus salidas. Cuando se enfermó, en un inicio creyeron que se trataba de un simple resfrío. Luego, la fiebre se apoderó de su cuerpo y ya no le permitía recibir alimentos como antes, sin mostrar mejora alguna. Por esa razón, fue llevado a un médico particular. A medida que fue empeorando, los fa- miliares llamaron en repetidas ocasiones al 113 para ser atendidos; sin embargo, no fue hasta que empezó a faltarle la respiración que recién obtuvieron respuesta y lo derivaron a un hospital, donde falleció. Finalmente, la preocupación frente a un futuro incierto post-cuarentena invade a Fiorella. La crisis económica, como a muchas familias del Perú, también afectó a la suya, pues la ha dejado con un ingreso menos con el cual contar.
Rodrigo, un joven de 23 años, residente del distrito de Ate, nos da la oportunidad de conocer un poco más sobre cómo se vivió la cuarentena. En ese momento, la cuarentena se extendería en Perú, dado a los picos de hasta 9 mil casos confirma- dos y 400 muertes por día. Antes de la cuarentena, Rodrigo vivía con su tío y su hermano; eran muy independientes y concentrados en el trabajo y estudio. Estaba distanciado de los asuntos domésticos, como la limpieza y el cuidado del hogar, hasta de la propia alimentación, pues se inclinaba al fast food.
Rodrigo salía temprano al trabajo y compartía muy poco tiempo con su tío; al volver a casa, continuaba con el trabajo; luego, se enfocaba en el ocio. De igual modo, Rodrigo asistía a clases y trabajaba como freelancer en la ilustración y el diseño gráfico. En casa, él hacía el mayor trabajo de limpieza. Su hermano, con quien tiene un negocio desde antes de la cuarentena, atendía a clientes de manera virtual haciendo home office.
Con la pandemia, Rodrigo pasó a vivir con el hermano menor de su ma- dre, sus dos hermanos —de los cuales, una es menor de edad— y su madre, de 50 años, quien residía en Huancavelica, pero logró llegar a Lima antes del cierre de fronteras entre provincias. Afortunadamente, los adultos seguían trabajando a distancia, lo que aseguró resolver sus necesidades.
Antes de la llegada de su madre, existía un descuido general de lo domés- tico. Así también, la falta de relacionamiento entre los integrantes de la casa fue un hecho que no se cuestionaban hasta la llegada de la cuarentena. El cambio más influyente en los hábitos en la casa de Rodrigo fue la llegada de su madre a Lima. Ella residía en Huancavelica, junto a sus hijos menores, donde era profesora de un colegio particular. Debido a la cuarentena, consideraron que lo mejor sería que se les una en casa. Con su llegada, inició una mejor organización del hogar y la limpieza, así como se priorizó una alimentación más saludable.
Cuando salían a hacer las compras, trataban de ahorrar dinero. El respon- sable era su tío, quien tenía menos carga laboral que antes, pues algunos de sus clientes habían cancelado sus servicios o los habían puesto en pausa debido a la crisis económica que enfrentan muchos negocios. Ahora, al llegar a casa, lim- piaban muy bien los productos con cloro y seguían un aseo personal minucioso, evitando tener dinero suelto y separándolo en una zona en donde no estuviera a disposición, para tratar de evitar contagios.
Una nueva pauta de la cotidianeidad de esta familia se encontró ligada al home office y a las clases virtuales. Su hermano tenía práctica con el home office, puesto que atendía a sus clientes por videollamadas; por otra parte, él tuvo que terminar de adecuarse a esa modalidad. No obstante, quien experimentaría aún
más el cambio sería su mamá, quien era profesora. Según Rodrigo, el trabajo desde casa implicó una gran inversión. Es por ello que existirían otros factores, como el económico, que agravaban la situación durante esta época. Sobre las clases virtuales, Rodrigo comenta que si bien existía una menor interacción pro- fesor-alumno para el control y la evaluación de las clases, eso no significaba que todo sea negativo, pues había actividades que implicaban la acción corporal y el uso de la cámara.
Debido al incremento de gastos, fue necesario coordinar los del hogar. Rodrigo señala que la energía eléctrica y el agua serían pagados con el alquiler del local; el internet, por su hermano y tío; y los gastos para la prevención en salud, así como para la comida, tanto de ellos y como de sus gatos, en conjunto. Así, generaron un fondo común para hacer compras para periodos largos de pro- ductos básicos (incluso para dos meses) y evitar salir para compras innecesarias. Aunque hubo ocasiones en las cuales su tío o Rodrigo no podían aportar econó- micamente, como familia se apoyaban y luego reponían el dinero.
Algo que le llamó la atención en esta cuarentena es darse cuenta de que la comunicación en su familia era poca, compartían pocos momentos juntos, situa- ción que opinaba que debería mejorar. Ello muestra cierta introspección respecto a la sociabilización dentro de la familia. Por otra parte, consideraba importante cuidar la salud mental debido al impacto de la cuarentena en los hogares. Al res- pecto, enfatizaba sobre el aspecto psicológico:
Sí hay un tema de problemas que veo o que puedo sospechar, por así decirlo, por como veo que mi familia se está comportando en estos momentos, pero no puedo asegurar realmente qué tipo de problema es. Considero [que] eso se tendría que ver con un psi- cólogo, con una terapia; que se pueda hacer luego de la cuarentena o en esta cuarentena.
Afortunadamente, ningún familiar cercano se contagió de COVID-19; solo un familiar lejano, residente en el distrito de Independencia. Aun así, las noticias que manejaban sobre la enfermedad plantearon un miedo existente al contagio; por esa razón, evitaron situaciones que incrementaban la probabilidad de contraer la enfermedad.
Rodrigo nos comenta que, si bien su familia no se vio beneficiada por los bonos, entiende la importancia de estos para familias con dificultades económi- cas. Aun así, consideraba que esta medida no se habría gestado con una perspec- tiva del largo plazo e incluso habría sido tergiversada, lo que ocasionó algunos problemas, dado a la desigualdad existente. Hecho por el cual consideraba que debería replantearse.
Asimismo, expresó que, al levantarse el estado de cuarentena y de mante- nerse el virus, buscaría seguir las dinámicas para evitar el contagio dentro de su hogar, pues eran muy funcionales. Los mayores cambios en la vida de Rodrigo
partieron de la llegada de su madre a la casa de Lima. Claramente, el estableci- miento de la cuarentena influyó en las dinámicas, pero esta solo focalizó ciertas actividades, como el home office o el mal sistema educativo, así como la organi- zación, la limpieza y el mantenimiento, tanto como la falta de comunicación y la poca dinamicidad interna.
Ricardo, comerciante de 51 años, vive con sus padres, su esposa y sus cuatros hijos en Los Olivos. Dos de sus hijos trabajan en el sector privado; una hija, en el sector aeroportuario; y su menor hijo estudia. La vida de Ricardo se tornó com- plicada a raíz de la pandemia y de las medidas implementadas por el Gobierno. Al dedicarse a la compra y venta de accesorios en las galerías, la pandemia, el aislamiento social obligatorio y el toque de queda en casa afectaron a su familia. En primer lugar, el comercio fue restringido, a diferencia de la venta de artículos de primera necesidad; en segundo lugar, tanto él como sus hijos no poseían tra- bajos que permitieran ejecutarse de forma virtual, sometiéndolos a la constante incertidumbre. Asimismo, su hija fue despedida de su trabajo como producto de la pandemia. Ahora se dedica a la venta de artículos de primera necesidad con su hijo para poder solventar sus gastos.
Los programas televisivos, las notas periodísticas y lo expuesto por el Gobierno en los mensajes a la nación fueron fuente de información para Ricardo; él se centró en el cambio de hábitos, la higiene personal y el uso de mascarillas. A esto se suma el encierro, el confinamiento y evitar las salidas constantes. Así, Ricardo nos explica: “La primera semana, mis hijos hicieron compras de comida para una semana y artículos de limpieza; no estábamos acostumbrados a eso. Yo lo primero que hice fue sacar plata del banco porque ya temía las colas o que nos dieran días para sacar plata”.
El temor por el impacto a largo plazo que podría tener la pandemia lo lle- vó a tomar medidas inmediatas. Asimismo, su temor por la cercanía de su hogar a mercados, bodegas y aglomeraciones, generó que pusiera mayor énfasis a la limpieza, así como al lavado de manos; esto se volvió un elemento central para evitar los contagios. Desde la perspectiva de Ricardo, una de las medidas que más interiorizó fue el uso de la mascarilla, así como el aislamiento social y cuidar su salud física. Por tal motivo, le preocupaba constantemente aumentar de peso o el sobrepeso de su esposa.
De la misma manera, la gestión dentro del hogar resultó importante para mantener la armonía y la convivencia de todos los miembros en el hogar. Ricardo vive con sus padres y se encarga de ellos, sus gastos y su cuidado. Sin embar- go, a pesar de que la familia ha buscado sobrellevar la pandemia a través de la
organización, las limitaciones y los conflictos no se han hecho esperar. Por ejem- plo, el uso del internet, la racionalización de los alimentos o rechazar el consumo de ciertos productos por el alza de precios se encontraron presentes en la familia. Esta consideraba que la alimentación era un elemento clave para fortalecer sus defensas contra la enfermedad y a veces buscaban otras alternativas para reducir gastos como disminuir el consumo de agua, luz e internet a fin de evitar facturacio- nes elevadas.
Por ese motivo, la gestión de actividades dentro del hogar ha sido de vital importancia para Ricardo y su familia. Se puede observar cómo las actividades económicas que los sustentan y las condiciones en las que se desarrollan han influido sobre su forma de organizarse. Por ejemplo, antes de la pandemia, los miembros de la familia no convivían demasiado, pero actualmente eso ha cam- biado. Ricardo nos explica:
Mis hijos mayores salían a trabajar y los demás al colegio, yo también salía a trabajar. No nos veíamos mucho en realidad; cada uno tenía sus cosas que hacer durante el día a día. […] Ah, ahora si nos vemos las caras, limpiamos y ordena- mos, los estoy haciendo arreglar mi techo para ahí hacer una casita, como es [al] aire libre, para respirar un poco y en sí convivimos más.
Él recuerda que un amigo cercano siguió trabajando y se contagió de COVID-19, lamentablemente falleció. A partir de este suceso, Ricardo piensa que lo mejor es cuidarnos en casa, tomando las medidas necesarias, como aislarnos en un am- biente; asimismo, cree que los pacientes deben tener compañía para mejorar y que, en el hospital, los enfermeros y las enfermeras no los cuidan de la misma manera como lo harían sus familiares. De cierta forma, la idea de fallecer en soledad es considerada como negativa, igualmente, discriminar a la persona con COVID-19.
Sobre los bonos otorgados por el Gobierno, opina que son una buena me- dida en estos tiempos sin trabajo. “El presidente ha hecho algo bueno y ayudar a mucha gente para que puedan comer más que todo. […] No, yo no recibí bono, lo recibió la mamá de mis hijos, ella lo utilizó para pagar el internet, que es impor- tante para las clases”. Por otro lado, considera injusta la forma en la que fueron otorgados, pues no han sido entregados a quienes más los necesitan. Al respecto señala: “Tengo amigos que recibieron y ganan su plata, tienen su guardado, y a mí no me dieron. Me pareció injusto”.
Finalmente, la preocupación por el dinero se ha vuelto una constante en la vida de Ricardo, la esperanza de volver a trabajar y ganar ingresos lo motiva, a pesar de ser consciente de que su rutina laboral no será la misma, ya que deberá seguir cuidando su salud manteniendo los protocolos de bioseguridad necesarios.
Ricardo se desempeñaba como comerciante, ya sin empleo, su familia
se vio obligada a tener alternativas de ingresos. Esta reinvención no solo se dio
en un plano productivo, sino también en un plano ideológico, donde la nueva normalidad es vista por él y su familia como un reto, al cual, a partir del esfuerzo y el trabajo, “ellos podrán salir adelante”. El trabajo a nivel productivo dentro y fuera del hogar resalta como el eje que guía su cotidianeidad en la pandemia. De la misma forma, visualizamos cómo las labores compartidas tanto dentro como fuera del hogar cobran forma y dan sentido desde el punto de vista de las preo- cupaciones de la familia. Finalmente, encontramos un cambio que, visto desde la perspectiva de Ricardo, ha sido positivo: la unión de la familia como consecuen- cia tanto de las restricciones como, principalmente, del trabajo conjunto, con el fin de proponer nuevas pautas que favorezcan la experiencia de vida de la familia en momentos de incertidumbre.
Brenda, de 27 años, vive con su familia extensa en la casa de su abuelo en el dis- trito de Villa María del Triunfo; la mayoría de los integrantes de su familia forma parte del sector informal y se dedican a la venta de ropa en el emporio comercial de Gamarra. Brenda nos narra que solía levantarse temprano todas las mañanas para tener el tiempo suficiente para bañarse, cambiarse y desayunar para ir a tra- bajar como asistente en un colegio. Igualmente, su familia salía a trabajar desde muy temprano: su madre y su tía iban al banco como parte del personal adminis- trativo; sus tíos trabajaban en Gamarra en el puesto de sus abuelos; sus primos salían temprano para ir a estudiar a sus respectivos colegios y reencontrarse con sus amigos. De cierta forma, cada uno contaba con un horario establecido y eran pocas las veces que coincidían en la tarde dentro de su casa.
Nos narra cómo su madre y a ella les gustaba mantener la casa limpia, siendo las principales encargadas del mantenimiento del primer piso de la casa. Eran un poco “excesivas” con la limpieza, especialmente Brenda, debido a que le gustaba la limpieza y no se sentía tranquila al ver suciedad en su hogar. Y, pese a que el proceso de limpieza se volvió más rígido y prolongado, no perdió ese gusto por una limpieza profunda.
Con la pandemia COVID-19, su familia y ella sintieron temor y desespe-
ración:
Antes de entrar a la cuarentena sí compramos algunos víveres por la misma desespera- ción, pensando que se iba a repetir lo mismo que en años del terrorismo, de que se iba a escasear; no compramos tanto, pero sí, o sea, de lo que nos tocaba, como que fuimos aumentándole un poquito.
De hecho, había un sentimiento de incertidumbre y miedo que circulaba entre sus familiares, que le recordaba a la guerra interna de los 80 en el Perú. El miedo por el encierro crecía con el número de contagios y fallecidos en el país y el mundo.
Para su familia, la medida de la cuarentena fue acertada, así como las me- didas sanitarias que recomendó el Gobierno: uso de mascarilla, distanciamiento social y toque de queda. Las medidas de limpieza se volvieron más rigurosas. Así, cada vez que un miembro de su familia salía, tenía que quitarse los zapatos e ir a la ducha. La ropa usada tenía que ser lavada y desinfectada al instante para recién poder desplazarse por la casa. Su inclinación por la limpieza se exacerbó al punto de volverse en una “obsesión compulsiva”. Repasaban hasta más de dos veces una zona ya limpiada con agua y lejía, así como lavarse las manos y usar gel antibacterial. En gran parte, las medidas para protegerse provenían de las redes sociales.
Sobre la gestión del hogar, debemos señalar que en la casa hay dos fa- milias: por un lado, Brenda y su madre; por otro lado, sus tíos, sus primos y sus abuelos. Por lo cual, se dividían los gastos, las salidas al mercado y cocinar, y procuraban salir una a dos veces por semana. Brenda se encargaba de los queha- ceres en el primer piso, mientras que su tío y sus primos, en el segundo piso. Am- bas familias buscaron priorizar el consumo de alimentos para “mejorar nuestras defensas”; por lo cual, se alejaron de los dulces, snacks, pan, etc.
En Gamarra, el negocio de su familia era la venta de ropa; varios miem- bros de su familia no pudieron seguir trabajando por las medidas de distancia- miento social y porque su actividad no fue consideraba como una actividad de primera necesidad. Por esa razón, trataron de reducir al máximo el consumo de servicios básicos; se bañaban durante menos tiempo, apagaban las luces y/o des- conectaban los electrodomésticos. Eso sirvió para que su situación económica no se viera tan golpeada.
El encierro trajo consigo estrés y miedo generalizado. Todos los miem- bros de su familia se encontraban estresados y exaltados, asegurando que:
por la misma tensión, parece [que] todo el mundo estaba estresado, exaltado y se saca- ban problemas familiares que ya se consideraban resueltos, pero, bueno, salieron a la luz todos. Ahora ya la situación ha cambiado un poco, como que se están acostumbrando a la situación y ya no es…, ya hablan de manera más tranquila, menos tensa y así.
Brenda señala que este clima provocó el aumento de los problemas intrafami- liares durante la cuarentena. Otro problema fue el sedentarismo e insomnio que sufrió gran parte de su familia; a veces, en la madrugada se topaba con algún familiar debido al insomnio. En el caso de Brenda, esto se sumó a la depresión y ansiedad. Sin embargo, con el paso del tiempo, ha ido manejando mejor el estrés que conllevó el encierro. Una manera creativa que adoptaron para aliviar el estrés fue organizar fines de semana de juegos en familia. Ello mejoró la comunicación entre ambas familias. El tiempo juntos hizo que Brenda se volviera más cercana a su mamá, quien se convirtió en una de sus confidentes.
Sobre los niños menores, en el hogar se priorizó la alimentación para que tengan buenas defensas; además, no les estaba permitido salir por miedo al contagio. En este sentido, el estar ocupados con Aprendo en casa2les permitió olvidarse de ello por un tiempo. Igualmente, a sus abuelos les gustaba trabajar y no les gustaba estar en la casa. De esta manera, el drástico cambio de la rutina por el aislamiento social no fue un suceso fácil de asimilar por las personas mayores. Por ejemplo, su tío, el cual posee carro propio, los saca a pasear para despejarse y tomar un respiro del hogar. Y, cuando van por los víveres, su abuela se queda a descansar en el carro; sin embargo, su abuelo es más “terco” y los acompaña.
En el caso de su barrio de Villa María de Triunfo buena parte sí respetó el toque de queda los primeros meses de la cuarentena. A excepción de uno de sus vecinos que trabajaban en el rubro de construcción. Sobre el seguimiento de los protocolos como la distancia social o el uso obligatorio de las mascarillas, Bren- da sugiere que “el 50% si ha acatado eso, he visto muchas personas si caminando yendo a comprar a la bodega y algunos si los he visto sin mascarilla o algunos si los he visto conversando muy cerca, pero digamos que han sido la mitad, no todos, la idea es no salir.”
En el círculo cercano de Brenda, su padre se contagió, pues trabajaba en el rubro de construcción. El padre de Brenda se enteró de que un compañero de trabajo se contagió y, debido al contacto cercano, él comenzó a sospechar que había contraído la enfermedad, pero que aún no presentaba síntomas. Al inicio, comenzó a tomar remedios naturales: tomar agua de hierbas, de eucalipto, bebi- das calientes, etc. Luego, empezó a sentirse mal, presentando síntomas como do- lor de cabeza, fatiga extrema, dolor muscular, pérdida del gusto y olfato, y fiebre alta. Mientras los días pasaban, iba empeorando hasta que le comenzó a faltar el aire. Fueron semanas angustiantes para Brenda y, aunque que no vive con su pa- dre, siente mucho afecto por él. Su mayor preocupación fue que lo internaran en el hospital y que “lo dejen morir”. Debido a ello, prefirieron a que sea tratado en casa y, en el peor de los casos, fallecer en su propia casa antes que en el ambiente frío del hospital. Afortunadamente, pudo superarlo, no sufrió, ni tuvo miedo de un rechazo social, dado a que varias personas de su entorno también habían con- traído la enfermedad y la superó con éxito.
En el caso de su familia, no fueron beneficiarios de ningún bono. Al res- pecto, Brenda, desde una postura crítica, expresa que:
El fallo del bono sería que los datos parece que no están actualizados, y a las finales ese bono no llega a la gente que verdaderamente necesita, no […]. Ha habido muchos errores y mucha gente que tenía dinero ha recibido incluso bono, que están en planilla y han recibido bono.
La crisis sanitaria del COVID-19 significó un cambio abrupto en su co- tidianidad. Ella narra: “Todo ha sido chocante. O sea, un día estamos tranquilos todos celebrando Navidad y Año Nuevo, y de pronto como que fue cambiando la situación y hasta le llegó al Perú y nos cerraron de la noche a la mañana todo. Eso fue lo chocante”. Si bien es cierto que todos se vieron afectados por la crisis sanitaria, ella considera que “estamos en el mismo mar, pero no el mismo barco”.
En su narrativa, podemos identificar momentos de miedo e incertidum- bre, la obsesión casi compulsiva por la limpieza, el desempleo de gran parte de su familia, la priorización de consumos primarios, el estrés e insomnio por el encierro y el temor por el posible fallecimiento de su padre por COVID-19. De esta manera, la historia de vida de Brenda permite comprender su subjetividad y lo que significó para ella y su familia la crisis sanitaria en el Perú, para poder comprender a mayor profundidad los cambios que implicó.
Las historias de vida se encuentran organizadas bajo las variables definidas en una guía de entrevista, y la estructura de las historias de vida, aunque no posee un patrón fijo, se ha elaborado siguiendo la secuencia para que pueda ser de fácil acceso al lector.. En ese sentido, se puede observar que el perfil de las personas elegidas es diverso, siendo dos varones y dos mujeres. Entre las similitudes que los unen, se encuentran 1) las características de la vivienda, pues tres de ellos viven dentro de viviendas multifamiliares, demostrando la complejidad de poder sobrellevar el encierro durante la pandemia; 2) la gestión del hogar, donde se tuvo que reforzar la organización de los gastos tanto en la comida como en el uso de los servicios básicos de luz y agua; y 3) la inclinación a volver más rigurosas las medidas de limpieza dentro del hogar y tener en cuenta el aislamiento social obligatorio.
Fiorella, Ricardo y Brenda perdieron su trabajo durante la pandemia, he- cho que no ocurrió en el caso de Rodrigo. En relación con Fiorella, al perder su empleo, se enfocó en la gestión del hogar, lo que generó malestar en ella al no poder seguir contribuyendo económicamente en casa a través de su trabajo, afec- tando su salud mental, al igual que la historia de Brenda. Por otro lado, Ricardo, que anteriormente se desempeñaba como comerciante, se vio obligado a cerrar su negocio. Sin embargo, al ser uno de los principales aportes económicos en el hogar, se vio obligado a cambiar su rubro comercial y optó por vender artículos de primera necesidad junto a uno de sus hijos. A su vez, Brenda y su familia nos muestran cómo el miedo y la incertidumbre frente al contagio desencadenaron una obsesión compulsiva por la limpieza, según ella misma señala.
Tanto Brenda como Ricardo, hacen hincapié en su manera de pensar fren- te a los pacientes de COVID-19, prefiriendo tratar a los contagiados en casa. Frente a la creciente ola de fallecidos por el virus, su pensamiento se une al de muchos otros entrevistados, quienes opinaban que los enfermos ingresaban a los hospitales para fallecer. No obstante, la experiencia de Rodrigo sobre la virtuali- dad en el trabajo y los estudios nos brinda un acercamiento a la complejidad en la adaptación a la era digital. Sin embargo, también da a conocer las facilidades de la educación virtual a través de plataformas educativas virtuales o dispositi- vos, como la cámara, para generar mayor conexión y vínculo entre estudiantes y profesores.
También podemos dar cuenta sobre la opinión de las personas respecto a los bonos que fueron otorgados por el Estado: estas consideraron que, si bien representaron una ayuda económica, la manera en la que fueron distribuidos solo profundizó las desigualdades ya existentes, pues los que salieron beneficiados no necesariamente lo necesitaban. Y, finalmente, un punto necesario de recalcar den- tro de las similitudes y diferencias es la dinámica familiar. Para todos los casos, compartir el mismo ambiente de manera continua —lejos de la agitada “norma- lidad”, en la cual todos los días los miembros del hogar salían muy temprano de casa— generó que los integrantes se vieran forzados a encontrar actividades en común que permitieran reforzar los lazos entre ellos, pues era la única manera de fortalecer la convivencia para superar los conflictos inevitables de la interacción.
Las historias de vida nos ofrecieron una mirada panorámica de la expe- riencia situada de las personas durante el periodo de aislamiento social obligato- rio, cuando las medidas del Gobierno tuvieron una etapa de ensayo y error, de- mostrando su capacidad para hacer frente a la pandemia. Asimismo, nos acerca a la intimidad de las familias, quienes, a partir del diálogo, reflexionaron sobre las decisiones que tomaron para sobrevivir, a pesar de las complicadas condiciones de la coyuntura pandémica.
A partir de las historias de vida, nos hemos aproximado a las narrativas sobre la cuarentena, enfatizando la experiencia social en los sectores vulnerables de la ciudad, al mismo tiempo que se abordaban las implicancias de las medidas impuestas por el Gobierno en el mundo del trabajo de las familias y su impacto en la vida doméstica, su intimidad, cuidado y capacidad de agencia como unidad familiar, donde la expectativa más amplia fue identificar a largo plazo las impli- cancias del COVID-19 en la ciudad.
La historia de vida nos remite a la experiencia concreta de los sujetos, la cual fue articulada por categorías que se deslizan a lo largo de las entrevistas, lo que nos permite problematizar la situación y construir secuencias narrativas que dan cuenta de la experiencia de los sujetos, sus tensiones y sus dilemas sobre la cuarentena de cara a la complejidad de la vida familiar. ֍