Resumen: El presente artículo tiene como objetivo ofrecer al lector una revisión de los alcances y limitaciones del empleo de las categorías transnacional y transimperial en la historia global. Se entiende a esta última como el estudio de procesos que unen a dos o más regiones y que la globalización no es un fenómeno reciente, sino que se remonta a los orígenes de la humanidad. Bajo esa premisa, se acepta que las categorías transnacional y transimperial se delimitan con la conformación de entidades políticas o económicas. En el caso de lo transnacional se concibe como todo aquello que gira en torno a los Estados-nación modernos y por tanto su proyección es más limitada y se adecúa mejor la contemporaneidad; mientras que lo transimperial ha surgido como una alternativa para referirnos a los procesos de la modernidad temprana. Este trabajo sirvió también para identificar las principales redes de intercambio entre los adeptos a dichas corrientes historiográficas, así como las instituciones que han ayudado a crear espacios de diálogo.
Palabras clave: historia global, historia transnacional, Estado-nación.
Abstract: The aim for this article is comparing two historiographic approaches that lead to the wri- ting of Global History: Transnational History and Transimperial History, as an invitation for the reader to explore them. In this text it is assumed that these historiographies attend specific interests. On one side, Transnational History revolves around the notions of modernity and state-nation; while Transimperial History has emerged as an alternative to analyze problems situated in the early-modern period, which escape the concept of state-nation.
Keywords: global history, transnational history, state-nation.
Artículos Académicos
Historia transnacional e historia transimperial
Recepción: 08 Julio 2023
Aprobación: 04 Junio 2024
La globalización es un fenómeno que hoy día se da por sentado, sea visto de for- ma positiva o negativa. Difícilmente en la vida cotidiana escucharemos a alguien cuestionando el significado del concepto. Una búsqueda sencilla en Google arro- ja cerca de 2.340,000 resultados, mientras que en JSTOR se pueden encontrar 7,181 artículos en español y 113,848 en inglés. Sin embargo, hace treinta años apenas comenzaba a hablarse de globalización en la esfera pública. El creciente interés por la misma, generado en los noventa, afecto no sólo a la política y la economía, sino también a la academia. En ese ámbito la Historia no fue la excep- ción, pues el estudio de la globalización le permitió ampliar su visión de estudio.
La problematización de las interacciones globales posibilita estudiar las movilizaciones, ya sea de sujetos específicos, grupos, bienes de consumo o ideo- logías. Así, la Historia se ha vuelto una disciplina con problemas de investigación más heterogéneos y se ha alejado de las narrativas hegemónicas o eurocentristas. De ahí el interés por indagar en las formas de escribir la Historia que se han de- sarrollado en los últimos treinta años.
En este artículo se abordarán tres enfoques historiográficos originados por el interés hacia los procesos de globalización. Se iniciará con el surgimiento de la historia global en los noventa, como producto del cuestionamiento a la his- toria nacional. Asimismo, se reflexionan sus aportes y propuestas metodológicas, algunos de sus exponentes y el lugar que ocupa en las instituciones de educación superior. A partir de lo anterior, se inserta a la historia transnacional como primer subgénero de la historia global. Si bien la segunda ya tenía algunos antecedentes, fue gracias a la historia transnacional que se le dio cabida en las universidades. Se revisará también cuáles son sus propuestas y sus diferencias respecto a la historia global; así como algunos autores destacados, los temas que privilegia el enfoque, y sus limitaciones. En un tercer apartado se ahondará en una propuesta historio- gráfica relativamente reciente: la historia transimperial. Ésta tiene objetivos simi- lares a los de la historia transnacional, pero busca ir más allá de la nación como unidad geográfica. Respecto a la historia transimperial, cabe mencionar que sus intentos de popularización se han dado sobre todo en las universidades alemanas.
Por último, se ofrecen algunas consideraciones finales y se concluye que estos enfoques, pese a sus limitaciones y las críticas recibidas, aún tienen apor- tes para la escritura de la Historia. Cada una de estas ópticas historiográficas proporciona un uso específico para ciertos temas y periodos. De modo que no se debe desechar el empleo de uno u otro, por el contrario: deben identificarse sus alcances.
El siglo xx fue escenario de eventos que conmocionaron al mundo. Las dos gue- rras mundiales, la Guerra Fría y la caída del muro de Berlín transformaron no sólo la política internacional y la economía, sino también la forma de escribir la Historia. Hay que recordar que la institucionalización de esta última, en las universidades del siglo xix, correspondió a una necesidad de legitimar a los Es- tados-nación. La entonces joven disciplina buscaba convencer a la ciudadanía de que el Estado le guiaría hacia el progreso y la modernidad. Sin embargo, los eventos antes mencionados pusieron en tela de juicio esa visión teleológica de la Historia. Si los Estados-nación habían brindado al mundo tanta destrucción y cri- sis, entonces su linealidad hacia un inminente progreso de la humanidad se veía cuestionado. Ya desde las primeras décadas del siglo xx, con el surgimiento de la corriente de los Annales en 1929, se buscó rescribir la Historia bajo nuevas ópti- cas, como: la historia social, la historia económica o la historia cultural (Aguirre Rojas, 2006, pp. 57 y 60). Desde entonces han surgido diversos enfoques histo- riográficos cuyo fin es desafiar las narrativas hegemónicas y uno de ellos es la historia global.
Los historiadores Richard Drayton y David Motadel proponen que la historia global se ha venido escribiendo desde siglos antes de nuestra era.1 Sin embargo, una buena parte de la comunidad académica sitúa sus inicios en los años ochenta y noventa. El florecimiento de este enfoque historiográfico parte la consciencia que comenzó a tenerse del proceso de globalización. Este último, en palabras de Maxine Berg: “(es la) aceleración e intensificación de la integración mundial.” Dicho concepto resulta controversial, ya que hay dos posicionamien- tos respecto al mismo. El más tradicional de ellos considera a la globalización como un fenómeno reciente (Berg, 2007, pp. 335 y 336; Drayton & Motadel, 2018, pp. 3 y 4). Dentro de este primer grupo se puede nombrar a: Jeremy Adel- man, Akira Iriye y Carlos Riojas-López, en México.2 Otros autores han señalado que la globalización existe desde mucho antes, situándola algunos en los siglos xv y xvi y otros tan lejos como en las primeras movilizaciones humanas. En- tre este segundo grupo se ubican: Richard Drayton y David Motadel, Dominic Sachsenmaier, Kenneth Pomeranz, Maxine Berg, Peter Stearns; y en México,
Mariano Bonialian y Bernd Hausberger.3
Sea cual fuere el inicio de la globalización o los orígenes mismos de la historia global, hay consenso en que esta última cobró importancia en los noven- ta. Pues luego de la caída del muro de Berlín se cuestionó aún más la barrera de lo nacional, dando paso al estudio de nuevas escalas y conceptos como el huma- nitarismo.4 Aunque hasta la década de dos mil los temas de interés seguían siendo la economía y la política; la historia global ha permitido abarcar otros tipos de conexiones. Entre éstos: la cultura material, las mentalidades, las diásporas y la religión, por nombrar algunos. En años recientes, han proliferado las obras co- lectivas con diversas temáticas. Dichas publicaciones varían además en su tem- poralidad, ya que hay investigaciones situadas tanto en la modernidad temprana5 como en la época contemporánea.(Adelman, 2017; Berg, 2007, p. 339)
Si bien la historia global busca desafiar el nacionalismo, ésto lo hace a través del estudio de procesos transnacionales o transimperiales. Dichos sucesos ocurren en espacios que no necesariamente se definen dentro de límites nacio- nales o imperiales, sino que más bien los sujetos estudiados –sean individuos particulares o grupos– se encuentran en constante movimiento entre dos o más regiones. Drayton y Motadel conciben dos formas de escribir historia global: una comparativa y otra conectiva. La primera estudia un evento en particular, com- parándolo con otro y observando sus similitudes. Mientras que la segunda hace énfasis en las conexiones geográficas (Drayton & Motadel, 2018, p. 3).
Un ejemplo del primer tipo seria el ejercicio historiográfico que hace Ser- ge Gruzinski en El Águila y el Dragón: Desmesura europea y mundialización en el siglo xvi(Gruzinski, 2018). En dicho trabajo, el autor hace un análisis
comparativo del contacto que tuvieron los europeos con China y México-Te- nochtitlan. Gruzinski inicia resaltando las similitudes entre ambas sociedades al momento de la llegada de los ibéricos, para posteriormente centrarse en sus particularidades. De ese modo el autor puede concluir que la China del siglo xvi resistió la presencia portuguesa debido a su experiencia milenaria como civiliza- ción. Por el contrario, México-Tenochtitlan contaba escasamente con poco me- nos de doscientos años de antigüedad y carecía del complejo aparato administra- tivo del que gozaba China. En relación con la historia global conectiva, otra obra de Gruzinski ejemplifica este enfoque. En Las cuatro partes del mundo. Historia de una mundialización (Gruzinski, 2010), el autor estudia los flujos económicos, ideológicos y migratorios que tuvieron lugar en los siglos xvi y xvii, principal- mente. A través de ellos logra conectar a los reinos españoles en América con Eu- ropa y Asia, y utiliza como hilo conductor a individuos fuera de la esfera política.
Con respecto a los temas de interés para la historia global, éstos varían en torno a la región. En Hispanoamérica y Europa del este, la caída del socialismo tuvo como consecuencia un auge de los estudios comparativos entre ambas áreas. Asimismo, Hispanoamérica y Asia del este se han volcado sobre una historia más descentralizada que preste atención a los grupos indígenas. Mientras que en Chi- na la historia global ha enfatizado en los estudios culturales, sociales y ambien- tales. En la historiografía china, la globalización se ha ligado con el surgimiento del Estado-nación. Por su parte en Alemania hay un interés por la migración, el periodo colonial y el multiculturalismo. En el caso de este último país, Domi- nic Sachsenmaier señala que hay una cooperación mutua entre la Historia y los estudios de área, y que buena parte de los estudiantes de posgrados en Historia cuentan con un perfil de estudios de área. En los Estados Unidos, la historia glo- bal ha brindado protagonismo a sujetos antes marginados por la academia, como las mujeres y los afroamericanos, entre otros. Asimismo, tanto Jeremy Adelman como Richard Drayton y David Motadel agregan que los movimientos anti-glo- balizadores son ellos mismos un fenómeno de la globalización, y por tanto son susceptibles de ser historiados por los especialistas de lo global (Adelman, 2017; Drayton & Motadel, 2018, pp. 2 y 9; Riojas-López, 2014, pp. 16 y 17; Sachsen-
maier, 2011, pp. 233–237).
Al respecto de las diferentes temáticas que puede adoptar la historia glo- bal, Sven Beckert y Dominic Sachsenmaier apuntan que la práctica se ve influen- ciada por el entorno. Citando a estos autores “lo local condiciona lo global.” También resaltan que el enfoque podrá variar no sólo en función de lo anterior. Al respecto añaden que el abordaje no será el mismo para un historiador econó- mico que para un historiador cultural. De igual forma la historia global permite a la disciplina entrar en contacto con otras áreas de las Ciencias Sociales, como: la Antropología, la Sociología, la Economía y las Ciencias Políticas (Beckert & Sachsenmaier, 2018, pp. 7 y 8).
Por otro lado, han surgido también asociaciones dedicadas a la producción de historias globales. La década de dos mil fue importantísima para este enfoque, ya que en ella vieron la luz algunas de las obras más trascendentales,6 y también tuvieron lugar eventos dedicados al mismo. En el verano de dos mil, la Universi- dad de Cambridge llevó a cabo un taller bajo el nombre de History of Globaliza- tion. Tres años más tarde, la Escuela de Economía de Londres creó la Red Global de Historia Económica (Global Economic History Network, GEHN),7gracias a un fideicomiso otorgado por la fundación Leverhulme, con sede en Reino Unido. De este proyecto surgió también la publicación Journal of Global History en 2006 (Drayton & Motadel, 2018, p. 7). Actualmente en los EE.UU., tanto Yale, Princeton y Harvard,8 tres de las universidades más importantes del país, cuen- tan con talleres y seminarios de historia global. En México las instituciones que hacen mayor difusión de dicho enfoque son El Colegio de México (Colmex) y el Centro de Investigación y Docencia Económicas (Cide).
Aunque la historia global ha tenido sus “momentos” en la historiografía, también enfrenta retos. Una de sus principales críticas sea quizá la adopción del inglés como lengua franca. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, y poste- riormente de la Guerra Fría, EE.UU. logró posicionarse como potencia mundial hegemónica. Situación que generó que el inglés cobrase aun mayor importancia en la esfera internacional. Si bien uno de los objetivos de la historia global es des- centralizar la historia y librarla del eurocentrismo, la cuestión del idioma tiende a ser interpretada como un punto en su contra. En palabras de Jeremy Adelman: “la historia global es otra invención angloesférica para integrar al Otro en una narrativa cosmopolita en nuestros propios términos, en nuestra lengua”(Adel- man, 2017). De igual modo, agrega Sachsenmaier, las narrativas anglosajonas terminan influenciando al resto de la producción historiográfica en el mundo. Asimismo, este autor señala que en Gran Bretaña y EE.UU. un historiador puede volverse experto sin siquiera conocer trabajos en otros idiomas, mientras que en otros países la situación es distinta (Sachsenmaier, 2011, p. 40; Stearns, 2016, p. 142). Como señalara también Dipesh Chackrabarty:
[…] los «grandes» y los modelos de la empresa historiográfica son siempre […] eu- ropeos. «Ellos» trabajan ignorando relativamente las historias no occidentales […] la paradoja cotidiana de las ciencias sociales del tercer mundo consiste en que nosotros encontramos tales concepciones, pese a su ignorancia inherente sobre «nosotros», emi- nentemente útiles para comprender nuestras sociedades (Chakrabarty, 2008, pp. 58–59).
Así, surge otro problema que la historia global debe sortear: el de abordar al otro en las historias. Esa tendencia a la otredad es criticada también por Adelman, quien señala que los historiadores de lo global terminan viendo a los otros como una mera curiosidad. La cuestión del otro en un lugar lejano nos lleva a, valga la redundancia, otro conflicto que enfrenta la historia global: la idea de que las conexiones globales llevan luz o progreso. En ese contexto se legitima la depen- dencia, al mismo tiempo que las relaciones u horizontes sociales para algunos individuos se vuelven vacíos.9
También conviene hacer una distinción entre lo que es la historia global y la historia mundial. Ya que, según Hugo Fazio Vengoa, ambos términos tienden a ser empleados indistintamente por quienes se adscriben a la corriente de la historia mundial (Fazio Vengoa, 2019, p. 307). Sin embargo, esta última es más cercana a las concepciones nacionalistas, pues parte de la idea de que los eventos de alcance planetario surgen de un polo particular, del cual se expanden al resto del mundo. Un ejemplo de ello, señala Fazio Vengoa, lo es la Gran Depresión del ’29, originada en los EE.UU. y con repercusiones en todo el mundo. Por el contrario, en la historia global no existen estos polos, sino que hay un flujo de influencias originadas en todas partes del planeta (Fazio Vengoa, 2019, p. 317).
Sin embargo, la aceptación del concepto de globalización para referirse a temas de la modernidad temprana no ha sido aceptado de manera homogénea en- tre la comunidad historiográfica. Por el contrario, hay un constante debate sobre sus alcances. Autores como Kevin O’Rourke, Jeffrey Williams o Jan de Vries10 sostienen que sólo se puede hablar de globalización a partir del siglo XIX. Pues es cuando, según estos autores, se pueden apreciar de manera constante los resul- tados de este proceso. Sin embargo, aceptar esta concepción sería ignorar o restar importancia a los intercambios transoceánicos que han tenido lugar en la historia, antes del periodo sugerido por estos historiadores. Bernd Hausberger, por su par- te, sí reconoce que hubo un proceso de globalización paralelo a la modernidad temprana, al que llama la globalización temprana, el cual ubica entre los siglos XVI y XIX (Hausberger, 2019, pp. 1831 y 1832).
En función de lo anterior, habría que señalar también una distinción entre lo que es hablar de: procesos globales, globalización e historia global. Esto con
el fin de evitar ambigüedades Para ello se parte de la definición de globalización de Peter Stearns, quien señala que “(la) globalización es claramente un proce- so, (donde) los contactos interregionales tempranos forman patrones” (Stearns, 2016, p. 14).11 Una definición propia y más elaborada sería: la globalización es el conjunto de procesos interregionales, alrededor del mundo, que aceleran los intercambios humanos, ya sean económicos, sociales o políticos.
Partiendo de lo anterior, entonces un proceso global es el intercambio entre dos o más regiones. Un ejemplo de un proceso global económico sería la extracción de la plata americana a manos de los españoles durante la modernidad temprana. Por lo tanto, debería entenderse que la historia global es aquella que se encarga de problematizar los fenómenos históricos ocurridos entre dos o más regiones. Al respecto, Bruce Mazlish señala que las manifestaciones de lo global se contemplan “en términos de sus expresiones locales” (Mazlish, 2001, p. 13).
Hasta ahora se ha ofrecido un panorama general sobre la historia global y algunos de sus aportes y limitaciones. Dado que uno de los principales objetivos de ésta es superar los límites espaciales de la historia nacional, existen dos pro- yectos dentro la misma que ayudan a focalizar mejor la cuestión espacial. Uno de ellos es la historia transnacional, la cual tiene una trayectoria establecida en la academia y goza de aceptación entre las editoriales. Mientras que el segundo, la historia transimperial, se encuentra en estado emergente.
Actualmente la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoce a 193 países como miembros. La cifra no ha cambiado mucho desde 2009, año en que Bruce Mazlish viera publicado su libro The Idea of Humanity in a Global Era, en el cual explora justamente la idea de la nación. En torno a ésta el autor lanza dos interrogantes: la primera, ¿es la nación precursora de una identidad global?; y la segunda, ¿está acaso la nación en vías de desaparecer para dar paso a esa nueva identidad? “No exactamente”, nos responde Mazlish líneas más adelante. Y agre- ga que los Estados-nación seguirán existiendo, aunque viéndose desafiados de manera cada vez más recurrente por grupos locales y regionales (Mazlish, 2009, pp. 117 y 119; Naciones Unidas, s/f).
La obra de Mazlish se circunscribe al proyecto historiográfico de la his- toria transnacional, la cual busca superar los límites que el estado como unidad de estudio impone a la disciplina. Como señalasen Akira Iriye y Rana Mitter:
“(las) naciones, en efecto, existen, pero no son la única fuente de identidad de un individuo.” La idea de lo transnacional busca descentralizar la historia regional y nacional, a través del estudio de los flujos y diálogos que sobrepasan las fron- teras políticas. Pero, ¿qué es lo transnacional? El prefijo -trans indica movilidad hacia dentro y fuera, en este caso de la nación. En ese sentido, lo transnacional estaría refiriendo a sujetos o fenómenos que afectan a una nación, pero que no precisamente se quedan dentro de la misma. Al contrario, éstos pueden moverse ya sea de afuera hacia dentro o viceversa (Iriye & Mitter, 2017, pp. v y vi; Real Academia Española, 2005). Carmen Moreno señala que lo transnacional en la Historia es “el estudio de relaciones y procesos que se producen a través o más allá de los espacios nacionales” (Moreno Mínguez, 2015, p. 133).
Akira Iriye ubica el origen del término transnacional en Alemania, cuan- do el lingüista Georg Curtis lo empleó en un discurso inaugural en la Universidad de Leipzig en 1862. En el ámbito de la Historia, una minoría de investigadores comenzó a aplicar el concepto en los ochenta. Sin embargo, su boom fue hasta los noventa. El interés por la globalización llevó a los académicos a cuestionar la eficacia de los análisis basados en el estudio de los Estados-nación. Y en los dos miles la historia transnacional se institucionalizó en los EE.UU. Desde sus inicios, el enfoque buscó explicar el movimiento; ya fuese de personas, ideas, tecnología, o instituciones, a través de las fronteras nacionales. La historia trans- nacional permitió el estudio de la nación sin el sometimiento a sus límites espa- ciales (Iriye & Saunier, 2009, pp. 493–495 y 1047).
El nuevo enfoque propuso ampliar el margen no sólo espacial, sino tam- bién de sus sujetos de estudio. De ese modo se creó una dicotomía entre lo na- cional en el sentido estricto legal, y otros aspectos de la vida diaria, como la economía. Lo transnacional se fusionó además con lo local, para poder analizar las relaciones sociales que dan paso a los flujos que estudia la historia trans- nacional. Este enfoque presta particular atención a las redes y conexiones que permiten esos flujos. Su propuesta radica no sólo en situar a sus sujetos o temas de estudio en diferentes espacios, sino analizar también el movimiento de los primeros a través de los segundos. Asimismo, permite dilucidar las formas en que los grupos marginados han respondido a las formas de opresión generadas por la globalización.12 Algunos temas que han salido a la luz bajo este enfoque son: las tensiones que ocasionan el género o la etnia frente al Estado-nación y a procesos económicos, sociales y políticos (Bayly et al., 2006, pp. 1444–1456; Jerónimo & Monteiro, 2018, pp. 9–14; Moreno Mínguez, 2015, pp. 134 y 135).
Al igual que la historia global, la historia transnacional ha adoptado la metodología de la historia comparada y la historia conectada. De estas dos
últimas, la primera consiste en estudiar diferentes procesos históricos con el fin de definir similitudes y diferencias. Mientras que en la segunda se privilegia el análisis de las conexiones entre dos o más regiones.(Kocka & Haupt, 2009, pp. 1–2 y 20) El estudio de Nathanael Kuck, Anti-colonialism in a Post- Imperial Environment - The Case of Berlin, 1914-33,(Kuck, 2014) ejemplifica la historia conectada bajo un enfoque transnacional. En éste el autor analiza el activismo de afrodescendientes en Berlín, así como la migración de los mismos a esa ciudad en las primeras tres décadas del siglo xx. Kuck inicia ofreciendo un panorama general del anti-colonialismo de la época, para luego centrarse en los factores que generaron la inmigración de esos sujetos a Berlín. El autor concluye señalando que, después de la Primera Guerra Mundial, al perder Alemania su estatus de potencia imperial, ésta acogió a numerosos anti-colonialistas y comunistas.
Si bien ya se mencionó que la historia transnacional, al igual que la histo- ria global, ganó adeptos en la academia gracias al interés de esta por el fenómeno de la globalización. Al igual que sucede en la historia global, el surgimiento y la periodización de dicho fenómeno genera controversia entre los expertos. Hay quienes señalan ciclos y hablan de una primera, segunda y tercera globalización. Echemos un vistazo a lo que sugieren los autores citados en este artículo. Para Bruce Mazlish, se trata de un evento reciente, el cual fue precedido por la mo- dernidad.13 Encarnada en los movimientos ambientalistas, la tecnología nuclear y satelital, y las empresas multinacionales. Mientras que Miguel Bandeira Jeró- nimo y José Pedro Montero lo definen como: el conjunto de dinámicas globales, asociadas con el imperialismo, y que obedecen a distintas temporalidades y es- pacios. Esta segunda conceptualización parece más flexible y menos sujeta a una época específica. Aunque la obra que ofrece esa definición se enmarca en el siglo
xx. Por su parte, Akira Iriye y Pierre-Yves Saunier conciben la globalización como un proceso de “muy larga duración”, cuyos orígenes pueden encontrarse entre cerca de 500 y cinco mil años atrás. Otros autores como Jeffrey Williamson y Christopher Bayly son menos radicales y proponen su comienzo entre los si- glos xv y xviii(Iriye & Saunier, 2009, pp. 456–459 y 720; Jerónimo & Monteiro, 2018, p. 8; Mazlish, 2009, pp. 3–10 y 115).
Esa discusión en torno a lo que es la globalización nos lleva al debate de qué debe estudiar entonces la historia transnacional. La raíz del término nos lleva al Estado-nación. Si analizamos la producción historiográfica bajo dicho enfoque podemos dilucidar que el grueso de éstas se enmarca de los siglos xix al periodo actual, o en el surgimiento de un determinado Estado-nación.14 Lo
anterior nos advierte entonces los límites de este enfoque. El espacio geográfico también tiende a ser más reducido que el de la historia global, al privilegiar cone- xiones entre regiones específicas. Asimismo, un problema en el que pueden caer los historiadores de lo transnacional es reproducir “narrativas de dominación y resistencia.”15 Jürgen Kocka y Heinz-Gerhard Haupt agregan a lo anterior el uso de estereotipos políticos y culturales en los estudios comparativos (Bayly et al., 2006, pp. 1446–1450; Kocka & Haupt, 2009, p. 6).
En cuanto a su institucionalización, la historia transnacional sigue go- zando considerable aceptación en la academia desde su auge en los noventa. En Reino Unido, lugares como Oxford, la Universidad Global de Londres (LGU), y el Instituto de Investigación Histórica (IHR) en Londres, ofrecen cursos sobre historia transnacional. La Universidad de St. Andrews, fundó en 2009 el Instituto de Historia Espacial y Transnacional (ITSH). Mientras que en EE.UU., Prince- ton, la Universidad de Chicago y Yale hacen lo mismo. En México, este enfoque ha sido impulsado por la Universidad Nacional Autónoma de México, el Cide y el Colmex. Y bases de datos como Redalyc o Scielo ofrecen artículos en español enmarcados en la historia transnacional.16
En resumen, se puede observar en esta sección la utilidad del enfoque transnacional, así como sus límites. En la última década, un proyecto similar está comenzando a ganar popularidad: la historia transimperial. Con el cual se busca ofrecer una alternativa ante algunos de los obstáculos presentados en la historia transnacional.
La Real Academia Española (rae) ofrece dos acepciones del término imperio: “Conjunto de Estados o territorios sometidos a otro” y “En el ámbito de las re- laciones internacionales, potencia hegemónica y su zona de influencia.” Ambas definiciones aluden a la existencia de un estado o nación, alrededor del cual hay zonas periféricas que se encuentran sometidas o subordinadas a ese poder cen- tral. Se observa también que el concepto puede ser aplicado a entidades políticas en cualquier época, ya sea de la antigüedad, el siglo xviii, o la actualidad. En el
ámbito de la Historia, Kristin L. Hoganson y Jay Sexton señalan que un imperio es “una unidad política que abarca una amplia extensión de territorios y pueblos o entidades políticas.”(Hoganson & Sexton, 2020, p. 4; REAL ACADEMIA ESPA- ÑOLA, 2020). Al igual que como sucede con el término transnacional, el prefijo
-trans en transimperial está indicando movimiento a través de un límite imperial.
Sin embargo, el segundo de esos dos enfoques se emplea en mucha menor medida. El termino imperio ha sido simplemente relegado a los estudios transna- cionales, sin tener en cuenta que dicha categoría espacial sobrepasa al Estado-na- ción.(Banerjee, 2018, p. 925) Recientemente, la academia alemana ha iniciado esfuerzos por popularizar el enfoque transimperial. Desde 2010, la Universidad de Humboldt en Berlín brinda foro a historiadores interesados en dicha óptica. A través de su plataforma H-Soz-Kult17 se ha convocado desde entonces a cerca de sesenta eventos. El número es escaso, pero la mitad de éstos tuvo lugar en los últimos dos años. Lo que demuestra un ascenso del enfoque.
Entre los pocos estudios que se han publicado sobre historia transimpe- rial, ésta ha sido más utilizada para temas de la modernidad temprana. Destaca el trabajo de Nathalie Rothman, Brokering Empire: Trans-imperial Subjects Be- tween Venice and Istanbul.(Rothman, 2012) En dicha obra la autora estudia el papel y las experiencias de individuos relacionados con el comercio en el Mar Mediterráneo, mismos que traficaban entre un imperio y otro. El título de la obra hace referencia al vocablo broker, nombre que se daba a los intermediarios en el mercado veneciano. La autora señala en su introducción que el enfoque transim- perial le permite deshacerse de las unidades culturales preconcebidas.
Otro objetivo de la historia transimperial es descentralizar los estudios imperiales, que tienden a tomar al imperio británico como modelo. Por el con- trario, este enfoque propone estudiar lo que los académicos alemanes han llama- do las tres C’s: competencia, cooperación y conectividad. Las tres C’s permiten observar la competencia y la cooperación de los imperios no como fenómenos aislados, sino establecer también un puente a través de su conectividad. Para ello la historia transimperial se vale de la triangulación, ésta consiste en la recipro- cidad más de dos partes, mismas que incluyen a colonizadores y colonizados. Un ejemplo de las tres C’s es el concepto de nube imperial para referirse a los archivos coloniales. La nube imperial es el conocimiento almacenado sobre las formas de explotación, y éste es replicado entre los colonizadores. De forma que el conocimiento asimilado es la conectividad que permite la cooperación entre los imperios que compiten entre sí.(Hedinger & Heé, 2018, p. 430; Palmer, 2018; Räther, 2018)
Por otro lado, al interesarse en el movimiento entre los imperios, la his- toria transimperial permite el empleo del Análisis de Redes Sociales (ars).18 Un ejemplo es el estudio de Alan Lester, Personifying Colonial Governance: George Arthur and the Transition from Humanitarian to Development Discourse.(Lester, 2012) En éste, el autor se enfoca en los discursos imperiales y el flujo de conoci- miento. Lester sigue la trayectoria de George Arthur, un funcionario colonial del imperio británico. A través de este individuo analiza cómo el conocimiento era llevado y asimilado en las colonias británicas. Resalta el papel de Arthur en la transmisión del conocimiento, no sólo en función del movimiento, sino también de su relación con otros individuos y el contacto con ideologías ajenas al interés imperial. Y en la introducción critica a la historia transimperial por descuidar la teorización de las redes sociales.
Con respecto a los temas de interés de este enfoque, el espectro es amplio y va desde la geopolítica hasta la diplomacia; pasando por el género, la ciencia, los movimientos anti-coloniales, entre otros. Además, los estudios transimpe- riales permiten preguntarnos quiénes llevaban a cabo las conexiones, otorgando agencia a esos individuos. El estudio de las tres C’s también deja dilucidar los intereses imperiales de las potencias europeas.19 De igual manera, el enfoque transimperial es más flexible respecto a la temporalidad, ya que se puede estudiar tanto la modernidad temprana como la contemporaneidad. Mientras que la his- toria transnacional se muestra más apta para el siglo xx.(Banerjee, 2018, p. 926)
Cabe destacar también que la historia transimperial obedece también a un interés por cuestionar hegemonías políticas. Al indagar la naturaleza de los im- perios, se puede identificar sus características con prácticas actuales. De manera que no se trata únicamente de inquirir en el movimiento entre un imperio y otro. Autores como Daniel Hedinger y Sukanya Banerjee sugieren enfatizar en el con- cepto de imperio, del cual la historia transnacional desvía la atención (Banerjee, 2018, p. 925; Palmer, 2018). Así, demuestran también estos investigadores la utilidad política de la historia transimperial.
Hasta aquí se ha ofrecido una vista general de los tres enfoques historiográficos que se gestaron entre los noventa y los dos miles. A manera de conclusión, en los siguientes párrafos se hará un balance de lo expuesto en las páginas anterio- res. Con el propósito de comparar las aportaciones de cada uno, sus puntos de
convergencia y diferencias. Ya que, si bien los tres enfoques se preocupan por los procesos globalizadores, cada uno tiene una óptica particular. De forma que, a pesar de sus similitudes, el tratamiento que cada uno da a sus problemas de estudio difiere. Ya sea en la delimitación de su temporalidad o de su espacialidad.
La década de los noventa fue un parteaguas en el estudio de la globaliza- ción, al menos para la Historia. Los avances tecnológicos generaron una cons- ciencia hacia la globalización, por parte de la población en general, que llevó al interés por entender dicho fenómeno. El concepto comenzó a formar parte de la agenda política, y consecuentemente de las instituciones de educación superior, sobre todo en EE.UU., Inglaterra y Alemania. De ese modo, la historia global nace para satisfacer intereses no sólo del gremio de la Historia, sino políticos. De ahí que las universidades consiguieran financiamiento para incorporar cursos y talleres sobre historia global.
El nuevo enfoque impactó la forma de escribir la historia nacional, y de- rivó en lo que hoy conocemos como historia transnacional. Misma que de los noventa a la fecha se ha colado también en las aulas y congresos de Historia, así como en editoriales de renombre. Aunque pese a sus aportes esta óptica se ha visto cuestionada. En la última década, la academia alemana ha propuesto la utilización del término transimperial, aludiendo a la limitante que representa el Estado-nación como unidad de estudio. Aun cuando el enfoque transnacional propone la movilidad entre sus fronteras.
La adopción de la óptica transimperial corresponde a una nueva necesi- dad por cuestionar a los estados modernos. Los partidarios de este nuevo enfoque argumentan que el uso de Estado-nación desvía la atención de las prácticas impe- rialistas que siguen teniendo lugar hoy día. El estudio de las relaciones imperiales y transimperiales ayuda a comprender mejor cómo éstas se siguen replicando hoy día, lejos de ser prácticas del pasado.
Sin embargo, lo anterior no significa que se deba desechar un enfoque u otro. La historia global sigue estando vigente y permite el estudio del movimien- to a grandes escalas, sin dejar de lado lo local y sus particularidades. Por su parte, la historia transnacional limita su área de estudio a unidades más reducidas. En comparación con el enfoque transimperial, el transnacional resulta mayormente útil para investigaciones enmarcadas en el siglo xix a la actualidad. Al centrarse en los Estados-nación, sus aportes son más visibles para las historias políticas y económicas. Mientras que la historia transimperial ofrece una mayor versatilidad al no centrarse en las unidades políticas.
Asimismo, tampoco hay que dejar de lado las críticas que han recibido estos tres enfoques. Siendo una de las recurrentes el uso del inglés como lengua franca y el problema de la traducción. Aun así, más que un rechazo hacia lo
global, lo transnacional y lo transimperial, habría que dar una oportunidad a estas ópticas de la historia, e implementar su adopción fuera de la esfera anglosajona. En México aún hace falta difundir estos enfoques en las universidades fuera del área metropolitana. Y también quedan muchas historias locales por escribir que pueden dar paso a interesantes aportes para las historias globales, transnacionales y transimperiales.
Por último, cabe resaltar que la inversión y las herramientas con las que cuentan las universidades determinan el desarrollo que este tipo de estudios pue- de alcanzar. Actualmente, existen diversos archivos digitales a disposición de los historiadores, gracias a las tecnologías desarrolladas en los años ochenta y noventa. Algunos aún en proceso de digitalización, como es el caso del Archivo General de la Nación en México. Sin embargo, otros aún continúan siendo re- motos, lo cual dificulta el acceso a ellos. Por tal motivo, no puede dejar de men- cionarse que las becas y las estancias de investigación son también un elemento importante para el desarrollo de estas historiografías. ֍
de Christopher Bayly.
La Real Academia Española (rae) ofrece dos acepciones del término imperio: “Conjunto de Estados o territorios sometidos a otro” y “En el ámbito de las re- laciones internacionales, potencia hegemónica y su zona de influencia.” Ambas definiciones aluden a la existencia de un estado o nación, alrededor del cual hay zonas
et al., 2006, p. 1450)