Introducción

El tema de la justicia social ha revestido especial importancia en la revista Teaching and teacher education (TATE) en sus 35 años de existencia, dada la preocupación de muchos docentes por integrar como un imperativo de su quehacer profesional la aspiración a una sociedad más inclusiva, equitativa y democrática. Este término que según Boylan y Woolsey (2015) ha sido difícil de definir o articular, alude a la importancia de una distribución justa de las oportunidades y los resultados educativos, el respeto y el reconocimiento de la diversidad social y cultural, así como la oportunidad y la capacidad de participar activamente en la toma de decisiones.

Debido a su naturaleza polifacética y a sus diversas interpretaciones, entender este concepto implica más que la noción de una mera igualdad jurídica para abordar las desigualdades sistémicas, la opresión histórica y las poblaciones marginadas; y en educación, que todo el alumnado tenga acceso a los procesos educativos con la misma calidad, a pesar de que sus resultados sean desiguales (Lupton, R. 2005) o, desde el enfoque de los planteamientos de la pedagogía crítica, considerar el proceso educativo desde el contexto de la interacción comunicativa; donde se analiza, comprende, interpreta y se trasforman los problemas reales que afectan a una comunidad en particular (Ramírez Bravo. 2008); por ello, es crucial estudiar las variables relacionadas con su comprensión. En ese orden de ideas, hace algunos años, la revista le encomendó a Baljit Kaur (2012), una revisión de lo que al respecto ha publicado TATE desde 1985, año de aparición de su primer número, hasta 2012. La intención de los editores fue ofrecer una visión retrospectiva de la producción intelectual sobre esta línea de trabajo y los cambios generados en ella.

En su artículo de revisión, Kaur (2012) llamaba la atención sobre la necesidad de abordar las investigaciones sobre equidad y la justicia social desde una perspectiva compleja y no desde una sola dimensión. En el resumen, Kaur cita a los editores de TATE que invitan a sus colaboradores a observar lo publicado en la revista sobre el particular durante sus primeros 27 años de existencia. "Encourage us all to look backward to deepen our understandings of how earlier research has shaped our current research and the ways we can see the reverberations across the temporal span". (Clandinin & Hamilton, citados en Kaur, 2012).

Casi una década después, el llamado de Bajit Kaur parece haber tenido eco en la comunidad de investigadores, a juzgar por los contenidos de la revista durante los últimos años. Hay variedad en los enfoques y en la manera de definir la justicia social. El abordaje de la justicia social se ha realizado desde varias dimensiones que se pueden observar, desarrollar y concretar en: Las desigualdades y el cambio social; la educación cívica como área pertinente a la justicia social; el énfasis en la identidad y la equidad; el género como agenda de la justicia social; y las creencias de los educadores sobre la justicia social.

Respecto a las desigualdades y el cambio social; Dover, Henning y Agarwal-Rangnath (2016), describen que los docentes hacen uso de su agencia profesional para atenuar la imposición de criterios prescriptivos del programa Common Core State Standards for English Language Arts and Literacy in History/Social Studies, (CCSS), que funciona desde 2010 en Estados Unidos; los maestros cuidan cumplir la rigurosidad curricular del programa, pero a la hora de aplicarlo, piensan en las necesidades particulares de sus alumnos y sus comunidades y diseñan estrategias para preparar sus lecciones y planes de estudio, rechazando las políticas educativas que no consideren apropiadas si comprometen a la justicia social.

Por su parte, Farnsworth (2019), estudió el proceso de aprendizaje de profesores de “pre servicio” en Estados Unidos a partir de sus narrativas, tomando como base la teoría de diálogo de Bakhtin; y se centró en los discursos de los futuros educadores sobre sus identidades y el aprendizaje basado en la comunidad. Él considera que tomar en cuenta estos dos aspectos favorece la formación de los maestros que se dedicarán a la enseñanza de la justicia social.

En cuanto a la educación cívica como área pertinente a la justicia social, Reichert y Torney-Purta (2019) parten de la premisa de que las creencias de los maestros pueden “filtrar” información a la hora de impartir clases. No obstante, cuando se trata de educación cívica, si se fomenta la discusión y el cuestionamiento respetuoso, se pueden obtener resultados positivos. Para ambos autores, la educación cívica debe considerar los valores de cada sociedad y ayudar a la resolución de conflictos sobre todo en las escuelas y las comunidades donde éstas se encuentran, pero también, se debe ocupar de la participación ciudadana, el medio ambiente, la inmigración y la globalización.

En la dimensión del énfasis puesto en la identidad y la equidad, los británicos Boylan y Woolsey (2015) se ocupan de la formación docente para la justicia social a partir de un mapeo realizado en “espacios estriados de identidad” (striated identity spaces) (p. 63) que son sedentarios, definidos, predecibles y limitados y “espacios suaves de identidad” (smooth identity space), (p. 63) ilimitados e impredecibles, en los que los profesores interactúan socialmente, una comunidad, el aula u otros ámbitos cotidianos. En esos espacios, emergen posicionamientos variados que permiten aproximarse a la identidad de los maestros.

Los investigadores analizaron las narrativas de cuatro docentes noveles de matemáticas en Inglaterra acerca de qué es la enseñanza en justicia social para configurar una idea de su identidad en los “striated identity spaces” y “smooth identity space”, siguiendo la teoría de los filósofos Gilles Deleuze y Félix Guattari. Para ellos, la acción de las personas en escenarios concretos juega un papel determinante para la justicia social, en lugar de una visión prospectiva de situaciones ideales. “As a form of action rather than a state to be achieved” (p. 62). La identidad, según estos investigadores, es cambiante no tiene un carácter permanente, se construye y reconstruye en los diversos espacios en los que interactúan los actores sociales.

En el aspecto del género como agenda de la justicia social, los autores Olson, McKenzie, Mills, Patulny, Bellochi y Caristo (2019), utilizan el concepto de manejo de las emociones de manera inclusiva (emotion management inclusively) para referirse a los esfuerzos por modificar emociones propias y ajenas a la hora de abordar problemas asociados a la identidad de género. Ello incluye el trabajo emocional, la regulación de las emociones y la inteligencia emocional. Los investigadores concluyen que el manejo de las emociones de género debe abordarse de manera compleja, considerando el contexto donde se desempeñan los educadores y sus identidades. Para Schmidt, Chang, Silva, Lockhart y Anagnostopoulos (2012) es difícil abordar el tema de la sexualidad en la educación desde la perspectiva de la justicia social, por ello parten de la teoría de la justica de Fraser.

Por último, en la dimensión de las creencias de los educadores sobre la justicia social, Mitescu Reagan, Chen y Vernikoff (2016), estudiando las creencias de un grupo de futuros profesores, llegaron a la conclusión de que esas creencias afectan las conductas de los estudiantes y de la comunidad donde laboran los educadores; y señalan que los profesores noveles cambiaron de parecer sobre el tema luego de su formación en un programa de residencia para maestros urbanos.

Asimismo, Behizadeh, Gordon, Thomas, Marks, Oliver y Goodwin (2019), investigando sobre las creencias de una maestra de secundaria especialista en justicia social de una escuela de Estados Unidos; concluyeron que la creencia del maestro en la justicia social, su trayectoria profesional y biográfica, su activismo fuera del entorno escolar y una cultura institucional “progresiva” propician el desarrollo de la Critical composition pedagogy, pero, la libertad curricular depende de factores del contexto como los recursos financieros y pedagógicos disponibles, confianza entre los docentes y sus jefes, y la ausencia de presiones para aumentar los puntajes de los exámenes.

La pregunta de investigación es ¿Se ha tratado y publicado en la revista TATE artículos dedicados a la justicia social y a sus temas concomitantes durante la última década? Con el objetivo de verificar la exposición, en su producción intelectual, de la justicia social en su definición de igualdad de oportunidades y de derechos humanos, más allá del concepto tradicional de justicia legal (UNICEF, 2020), como un componente de la calidad de educación, queriendo con esto, incluir a la justicia social como una dimensión de la evaluación de la calidad de la educación.

Metodología

Este estudio se abordó como una revisión documental con la intención de hacer una “elaboración secundaria de datos primarios” (Almarcha et al, citados en Valles, 1999, p. 118) obtenidos de la producción intelectual difundida en la revista TATE. Se hizo una observación sobre la manera en que se ha tratado la temática de la justicia social en los últimos diez años para comprender los diversos enfoques de los investigadores y las orientaciones conceptuales sobre la justicia social, así como el papel que juega la educación al respecto.

Examinamos 5 artículos de acceso abierto y 12 resúmenes de trabajos de acceso limitado, dado que la revista no permite el acceso a los mismos, que fueron publicados entre 2010 y 2020. En las páginas de la revista, la preponderancia de la producción intelectual durante este período la tienen investigadores de Estados Unidos, seguidos numéricamente de sus pares de Europa, Asia y Australia.

Escogimos los artículos de acceso abierto y los resúmenes de artículos de acceso limitado en los que la noción de justicia social incluyera aspectos como la equidad, la identidad y diversidad cultural, la sustentabilidad, la participación, la educación cívica y otros temas relacionados con la democracia estuvieran presentes, independientemente del énfasis que se les hiciera en una u otra de estas dimensiones. En algunos artículos, estaban presentes dos, tres o solo una de estas dimensiones de la justicia social.

Se procedió a tomar, de cada artículo y/o resumen, el objetivo general, que revela la finalidad primaria de realizar la investigación para conocer si hubo la intención de búsqueda específica de la justicia social asociada a la educación; e igualmente, las conclusiones de cada revisión, que mostraron la realidad encontrada por cada investigador sobre las dimensiones del tema de justicia social.

De esta manera se procedió a la categorización de la información encontrada con una orientación generalizadora de contenidos de los objetivos y conclusiones de los artículos y resúmenes, que, aunque variados en algunos casos, presentan aspectos análogos. Esas categorías las presentamos a modo de inter títulos de los parágrafos que anteceden a las conclusiones, y se muestran en una tabla de documentos seleccionados para el análisis.

Una vez obtenida la información sobre la producción intelectual difundida en la revista sobre la justicia social, y tomando en cuenta la realidad latinoamericana, se reflexionó acerca de las complejas expresiones de desigualdad que comprometen a la justicia social en la región y la pertinencia de su abordaje con miras a mitigar esta situación desde el desempeño docente con un modelo como el de las rondas de calidad de la enseñanza que se aplican en Australia.

Resultados

De acuerdo con la revisión de los artículos y resúmenes de TATE en los últimos diez años, la orientación de las investigaciones sobre justicia social hechas en Estados Unidos, tienen un mayor énfasis en el cambio social y la formación con sentido crítico de las nuevas generaciones de profesores de justicia social. De igual manera, se destaca la resistencia a un currículo prescriptivo basado en el rendimiento estandarizado en el aula que, según sus críticos, no toma en cuenta la complejidad del contexto de las escuelas y la lucha contra las desigualdades. Esto se basa en gran medida en el rendimiento estandarizado en el aula se debe a varios factores, a saber, Autonomía del profesor y juicio profesional, creatividad y pensamiento crítico, diversidad de los alumnos, falta de aportación del profesor, entre otros. Por tanto, la oposición entre planes de estudios estandarizados y autonomía del profesorado refleja el debate actual sobre el equilibrio entre responsabilidad y flexibilidad en la educación.

El contenido de orientación al cambio social, como se aprecia en los artículos de Estados Unidos, se alinea con los planteamientos de la pedagogía crítica tal como ha expuesto Ramírez Bravo (2008). La pedagogía crítica está profundamente relacionada con la justicia social y pretende transformar las instituciones opresoras y las relaciones sociales a través de las prácticas educativas. En este sentido, fomenta la formación de pensadores independientes y críticos que puedan abordar eficazmente los problemas sociales y contribuir a una sociedad más justa y equitativa. Por ello, el énfasis en que los nuevos educadores adquieran conciencia de su rol para que sean capaces de motivar el cambio consustancial con la justicia social.

Con un matiz menos radical, el estudio de Natasa Pantic (2017) en Escocia, se centró en el educador que genera cambios en la realidad de la comunidad de la escuela. También, destaca un modelo de educación para la justicia social enfocado en lo local y basado en teorías de la desigualdad e inequidad educativa. Eso pasa por la puesta en práctica de programas de equidad ajustados a la realidad histórica de los espacios donde hay desigualdades y la investigación docente para enriquecer las teorías sobre la equidad.

Para los autores que se ocupan de la educación cívica, (los estudios de TATE que revisamos fueron hechos en y desde Europa) ésta tiene un mayor ámbito de acción. Debe dedicarse a temas vinculantes a la sustentabilidad ambiental, la equidad, la diversidad, la participación política, la inmigración, la multiculturalidad, las desigualdades, las relaciones de poder, y los efectos de la globalización; pero, como exponen Reichert y Torney-Purta (2019) la formación de los alumnos es hacia la participación en el centro escolar y en la comunidad, no en la participación política futura.

Igualmente, la identidad y la equidad también tuvieron buenos espacios en los materiales revisados en la revista; por ejemplo, se infiere, del lado europeo, que hay una visión integral de la educación para la justicia social al valorar la equidad, la responsabilidad compartida con el reconocimiento y respeto al otro y la participación social en decisiones que afectan a las personas como parte del ejercicio pedagógico, que se desprenden de lo expuesto por Kaur (2012) y Boylan & Woolsey, (2015).

A propósito del tema de la equidad, es llamativo que los estudios de género de los artículos publicados en TATE durante la última década no estén enfocados desde la justicia social. Antes bien, uno de ellos dedicado a la sexo-diversidad en la escuela se aborda desde la teoría de la justica de la filósofa feminista Nancy Fraser, que es el de Schmidt, Chang, Silva, Lockhart, & Anagnostopoulos, (2012); y el otro es de carácter psicológico al analizar las emociones sobre la identidad de género en los maestros, en el de Olson, McKenzie, Mills, Patulny, Bellochi, & Caristo, (2019).

Conclusiones

Más que una definición de lo que es la justica social, hallamos una serie de elementos que permiten caracterizarla con miras a aproximarnos a una conceptualización con aspiraciones de ser definitiva. No obstante, la variada gama temática con la que se ha abordado el tema en TATE, permite seguir ampliando su planteamiento con nuevas dimensiones, e incluso, reflexionar acerca de su vinculación con otras temáticas relacionadas a la enseñanza también destacadas en la revista, como por ejemplo, la calidad de la educación. Sería en este sentido, un aporte para enriquecer el debate acerca del abordaje de la justicia social de una manera más compleja, como en su momento exhortó Baljit Kaur en su artículo referido anteriormente.

En ninguno de los artículos y resúmenes de TATE que revisamos sobre justicia social, está presente como relevante su vinculación con la calidad de la educación. Eso se entiende, la orientación de los artículos es otra; y por esa razón, presentamos una propuesta en este sentido partiendo de otro artículo de la revista en el que se da cuenta de una experiencia de las denominadas rondas de la calidad de la enseñanza (QTR) que se aplican en Australia.

Esta revisión de los artículos y resúmenes de TATE en los últimos diez años, sirven para la reflexión sobre las realidades de otras latitudes en las que están muy comprometidos los derechos humanos y varias de las dimensiones de la justicia social - como se ha visto en estos artículos-, a saber, la equidad, la participación, la sustentabilidad y la democracia. El educador, en este sentido, es un elemento clave para favorecer procesos de justicia social.

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