Resumen: El presente texto examina el papel de la educación superior en el contexto social mexicano, además, cuestiona críticamente la idea de ésta como la solución a problemas sociales. A menudo la educación ha sido considerada como pieza clave en la reducción de la pobreza y el aumento del progreso social, aunque éste refuerce las desigualdades sociales. México invierte mucho económicamente en este rubro, sin embargo, lo hace más en lo formativo que de manera integral, lo cual aumenta las tensiones sociales con respecto a las promesas de prosperidad y el que éstas no puedan cumplirse. Peter Turchin explica lo anterior a partir del concepto “sobreproducción de élites”, el cual pone de manifiesto una competencia más intensa por los recursos limitados y las posiciones de poder, lo que fomenta las tensiones sociales y la posible desintegración social. En la actualidad, el mundo laboral digital agrava la situación mediante la automatización, que reduce los puestos de trabajo. Este texto propone una consideración crítica a la política de educación universitaria en México y muestra riesgos que podrían ser consecuencias de ella.
Palabras clave: Política de educación, Sobreproducción de élites, Universidad, injusticia social, formación.
Abstract: This text examines the role of education in the Mexican social context and critically questions the idea of education as a remedy to solve social problems. Education has often been considered as a key element in reducing poverty and increasing social progress, although it reinforces social inequalities. Mexico invests a lot economically in this area, however, it does so more formatively than comprehensively, which increases social tensions with respect to the promises of prosperity and the fact that these may not become a reality. Peter Turchin explains this using the concept of «elite overproduction», which highlights more intense competition for limited resources and positions of power, thus fostering social tensions and possible social disintegration. Today, the digital world of work exacerbates the situation through automation, which reduces jobs. This paper puts a critical consideration to the education policy in Mexico, and shows risks that could be a consequence of it.
Keywords: Education policy, elite overproduction, university, social inequality, formation.
Artículos
Problemas y riesgos de la sobreproducción de élites Una consideración crítica a la política de educación superior en México
Problems and risks of elite overproduction A critical consideration of higher education policy in Mexico
Recepción: 25 Marzo 2025
Aprobación: 21 Mayo 2025
Publicación: 01 Octubre 2025
Aunque la educación abre un amplio abanico de oportunidades, no es una panacea. Existen ideas tradicionalistas que han planteado la educación como la solución a problemas sociales o como una estrategia para combatir la pobreza e, incluso, como regulador del crecimiento demográfico; no obstante, poco se habla de los problemas que puede generar si no se efectúa de manera adecuada. Lo anterior se debe a que tiene el potencial de crear desigualdades sociales que, en última instancia, ponen en peligro la estabilidad de las sociedades. Educación es un término que denota autoridad social, incluso en las políticas educativas debido a la falta de alternativas y enfoques que dejen a un lado la carga semántica de la palabra.
En América Latina, particularmente en México, el dogma de la “educación” es omnipresente. El gobierno mexicano invierte mucho económicamente en la formación, pero poco en la educación integral que contemple el desarrollo personal del individuo a fin de fomentar una sociedad más justa. Si se siguen las directrices y objetivos oficiales de la política educativa del gobierno mexicano, ello debería estar garantizado:
Esto significa no sólo que el Estado debe garantizar el acceso a la escuela a todos los niños, niñas y jóvenes independientemente de su entorno socioeconómico, origen étnico o género - sino que la educación que reciban les proporcione aprendizajes y conocimientos significativos, relevantes y útiles para la vida (Gobierno de México, n.d.).
El objetivo, como lo demuestra la cita, anterior es permitir que grupos poblacionales más amplios accedan académicamente a saberes que sean descollantes para su vida personal. Sin embargo, la realidad del sistema educativo es todavía diferente, pues se basa en un régimen de formación centrado en la utilidad económica de la educación cuyo objetivo principal es aumentar su atractivo para las empresas y la competencia global. En la actualidad, México se vislumbra como el lugar ideal para que las empresas se asienten a vender productos y servicios pensados para satisfacer las necesidades del mercado norteamericano y mundial. Ello requiere, por tanto, una mano de obra calificada que satisfaga las demandas de la nueva industria de alta tecnología. Pese a que ésta reclama cada vez más trabajadores calificados, hay escasez de mano de obra en todos los sectores. Sin embargo, se necesitan especialistas bien formados no sólo en economía, sino en la organización de las estructuras estatales y en la administración en un mundo laboral digitalizado, lo que requiere un alto nivel de inversión en el sistema educativo. Según UNICEF, en 2023 ésta ascendía al 2,9 % del PIB, lo que representa un aumento significativo del 9,1 % en comparación con el año anterior (UNICEF México, 2023), pero sigue siendo muy poco en comparación con los países que forman parte de la OCDE. A pesar de que el presidente López Obrador invirtió fuertemente en el programa educativo desde que asumió su cargo a principios de 2018 y su sucesora Claudia Sheinbaum sigue esta política, la educación no es una característica exclusiva de la política de «izquierda», ya que los gobiernos anteriores también la convirtieron en el tema de sus demandas políticas centrales. Según las estadísticas de la OCDE, se produjo un fuerte aumento del gasto en educación del 20 % entre 2000 y 2010 (OCDE, 2013). Esto se debe a que la educación es considerada importante por amplios sectores de la población que no reconocen los conflictos potenciales que podría generar, los cuales son objeto de este texto.
Sin embargo, el gasto educativo todavía no corresponde con los éxitos deseados, ya que México pierde continuamente lugares en la evaluación de los estándares PISA (IMCO, 2022). Garantizar la equidad educativa en términos de acceso universal requiere de la provisión de apoyo financiero en forma de inversión en infraestructura, equipamiento, capacitación docente y becas, lo que también debe permitir a los sectores marginados y económicamente más débiles de la sociedad acceder a la educación superior (Gobierno de México, 2023). Para contextualizar y comprender el texto son importantes los siguientes datos: en primer lugar, en México hay 5 millones 200 mil estudiantes adscritos en el nivel superior (Statista, s.f.), lo que corresponde a un aumento de más de 1 millón de estudiantes desde 2015. En comparación, en Francia o Alemania sólo hay alrededor de 2.8 millones de jóvenes que se encuentran adscritos al nivel superior (Statista, 2024). Sin embargo, durante 2024, en México existe una clara tendencia en la matrícula universitaria de nuevo ingreso a que uno de cada dos estudiantes elija una institución educativa privada (Gobierno de México, 2024). Y, para enfatizar lo argumentado en este texto, 57 % de los desempleados registrados oficialmente cuentan con educación media superior o superior (Statista, s.f.). Cerca del 22 % de la población mexicana cuenta con un nivel de educación superior (El Economista, n.d.); en comparación, en la Unión Europea, en promedio el 25 % cumple esta característica, aunque los países como Alemania, Inglaterra or Francia cuentan con menos de 20 % (Bpb, 2023).
Hay dos tendencias claras: primero, que en los países menos económicamente desarrollados, también en la Unión Europea, aumentó significativamente la población académica, más que en el promedio de la Unión Europea, mientras que en países desarrollados como Alemania, Inglaterra, Francia, se mantiene constante el bajo porcentaje de individuos con formación académica. Y la segunda tendencia es que en los países de la OECD hubo un aumento del número de académicos jóvenes entre 20 y 34 años de edad, que llegan a más del 50 % de las personas de su edad (Bpb, 2023).
El acceso a la educación, especialmente a la universitaria, está ligado a la promesa de ascenso social. Aunque exista un interés por la educación per se, es un mito que no haya expectativas económicas asociadas con ella. Los jóvenes esperan tener una vida mejor o, al menos, las mismas oportunidades económicas y niveles de prosperidad que tienen sus padres. Sin embargo, las promesas de progreso social y de acceso a la prosperidad encierran un enorme potencial de conflicto y de nuevas desigualdades sociales para la sociedad si éstas no se cumplen.
La intención del presente trabajo es dar nombre a un fenómeno que ocurre en México desde hace tiempo en torno de las políticas de educación pública, además, señalar los peligros potenciales que pueden acompañar su instauración.
La sobreproducción de élites, concepto introducido al debate académico por Peter Turchin, describe los factores que conducen a la desintegración de las sociedades. Tras un periodo de relativa paz y prosperidad general, el mundo enfrenta actualmente nuevos retos como los siguientes: la necesidad de reforzar la protección del medio ambiente, la democratización, el mundo laboral y las migraciones. Los escenarios mencionados requieren soluciones urgentes que eviten el colapso de la estabilidad y el orden mundial, ambos consecuencias de la globalización y de la interconexión entre países. El caso de México sirve simplemente como ejemplo, no obstante, este fenómeno y el análisis del mismo pueden aplicarse a diferentes sociedades independientemente de su orientación política y cultura.
Así, la tesis central de estas líneas se basa en End Times, el libro de Peter Turchin. En él, el autor presenta y discute la teoría de la sobreproducción de élites. Por lo tanto, es necesario contextualizar y aclarar la terminología; en primer lugar, el concepto de élites se entiende, de manera ideológica, como un sinónimo de oligarquía en el contexto latinoamericano, mientras en Europa o Estados Unidos es un término neutral y se refiere a un grupo en la sociedad que tiene el poder de dirigirla. Se modificó esta visión en los últimos años debido al crecimiento de la política populista en ambos continentes y es un término de lucha en el debate político. En segundo lugar, es necesario explicar la diferencia entre educación y formación para poder referirse a ellas en las observaciones finales.
Élite es un término complejo en el ámbito filosófico, además, es aplicable a distintos contextos. El sentido del concepto, en estas líneas, será el aplicado al contexto de las sociedades latinoamericanas y a su connotación social. En América Latina, la noción élite se asocia a injusticia social debido a su estrecho vínculo con el pequeño grupo de personas que ejercen influencia ideológica, económica o política y, por lo general, se entiende de forma negativa. Es por lo anterior que se acusa a las élites de bloquear el acceso a la educación e impedir así el avance social de las clases más pobres. Se argumenta que las élites tienden a beneficiarse de la mano de obra barata e inculta. La idea data de la época industrial, pero ya no es pertinente en la actualidad, puesto que el trabajador tradicional de las fábricas es sustituido por la automatización. Por tanto, el perfil de la mano de obra requerida es calificado y con la formación suficiente para satisfacer las necesidades de las industrias.
La noción de élite se emplea, sobre todo, en la política populista de los partidos de izquierda en América Latina y, más recientemente, en Estados Unidos y en Europa por parte de los partidos de derecha, como concepto de lucha para movilizar a sus propios grupos de votantes. Sin embargo, la gente no se da cuenta de que toda forma de sociedad necesita personal directivo clave, no sólo trabajadores cualificados, también profesores, médicos, funcionarios y políticos. Pero hay algunas pruebas que apoyan esta acusación en contra de las élites, particularmente en relación con la educación. En México, por ejemplo, existe una amplia gama de programas educativos impartidos por proveedores de servicios privados. La oferta es vasta y abarca desde guarderías hasta universidades, que no sólo son utilizadas por miembros de la llamada “élite”, sino cada vez más por miembros de la clase media. Quien tiene dinero puede brindar una mejor escolaridad a sus hijos independientemente de sus facultades intelectuales. Así pueden mantenerse en la élite o dar un paso más para conseguir el ascenso social. No obstante, la atención académica frecuentemente se centra menos en proporcionar una mejor educación a la próxima generación y más en la segregación social. Tampoco es distinta la situación del sector educativo estatal que debe garantizar el acceso universal, pese a ello, las desigualdades sociales en las escuelas públicas se hacen más visibles. La situación se observa paralelamente en Alemania, donde hasta finales de los noventa sólo había un pequeño número de escuelas privadas. Mas del 90 % de la población asistió a escuelas públicas, como se observa hoy en los sistemas educativos más efectivos como el de Finlandia o el de Singapur. Sin embargo, esto se ha enfrentado con varios retos al afrontar algunos problemas sociales, entre ellos la inmigración: se ha producido un aumento en la demanda de centros educativos privados por parte de los padres.
No se puede culpar a los padres por buscar la mejor educación posible para sus hijos. Ello incluye las ventajas que ofrece el sector privado: grupos reducidos, supervisión intensiva, una mayor oferta de cursos y un mejor apoyo técnico en la enseñanza. Pero asistir a un centro de enseñanza privado implica segregación social debido a la existencia de barreras financieras, lo cual expone a los infantes a entornos socialmente débiles y en desventaja con futuros competidores laborales. Por lo tanto, las desigualdades sociales se ven fomentadas y exacerbadas por las ventajas económicas. La pobreza y la educación siguen siendo hereditarias para los hijos de familias de clase trabajadora cuyos padres sólo completaron la escuela primaria y secundaria, y les es más difícil superar a sus padres académicamente. Las razones son múltiples, en primer lugar, la falta de apoyo de los padres, que no pueden ayudar a sus hijos ante las exigencias académicas del sistema superior por falta de experiencia. El resultado es una preferencia por parte de los padres hacia las profesiones tradicionales, más acordes con su experiencia y sus conocimientos, y esto impide el ascenso social. Lo anterior se traduce en desarticulación social: los obreros permanecen con los obreros y los académicos con los académicos. Por otra parte, la responsabilidad de ayudar económicamente a sus familias lleva a menudo a estos niños a descuidar su educación. Como consecuencia, no suelen disponer del tiempo necesario para completar la educación formal, lo que a su vez significa que no pueden demostrar las cualificaciones necesarias para el mercado laboral. Por ende, los hijos de familias de la clase trabajadora reciben menos apoyo académico, emocional e intelectual. En consecuencia, esto da lugar a una élite educativa que tiene claras ventajas sobre los niños de la clase trabajadora tradicional (Ecarius & Wigger, 2006).
Incluso en las naciones industrializadas de Europa, la proporción de niños de familias de clase trabajadora que alcanza un nivel educativo superior al de sus padres es inferior al 10 %, en promedio. La política educativa responde a este fenómeno al rebajar las exigencias educativas y al hacer el sistema más permeable para los socialmente desfavorecidos. Sin embargo, no es una solución sostenible, ya que el déficit educativo es un obstáculo en el mundo laboral. Éste debería ser objeto de un escrutinio crítico cuando se utilizan las estadísticas para maquillar las deficiencias con el fin de mostrarlas como un éxito político.
Aunque este sea el caso de México, el sistema educativo sigue promoviendo a las élites económicas y a las élites educativas, ya que los graduados del sector privado suelen permanecer entre ellos y tienen claras ventajas en el mercado laboral más adelante debido a la creación de redes durante sus años universitarios. Este fenómeno se intensifica cuanto más elitista es la educación.
El término “elitista” tiene un sesgo ideológico incluso en México. No obstante, es evidente que las universidades suelen educar a las élites en un mayor nivel académico, y que ello califica a las personas más favorecidas para trabajos mejor pagados y de mayor responsabilidad, por ende, les brinda acceso a beneficios económicos y puestos de poder. Pertenecer al sistema de educación académica otorga un mayor nivel jerárquico y una función de modelo con respecto a las características antes mencionadas.
Educación o formación: la educación y la formación, el énfasis en sus diferencias, es un discurso que se mantiene en Alemania desde el siglo XIX. Ambas posiciones son valoradas de forma diferente según la perspectiva ideológica, tales valoraciones también pueden derivarse de las distintas orientaciones ideológicas y difieren fundamentalmente en sus objetivos. El fomento de la educación general e integral representa un ideal educativo que pretende impartir conocimientos en todos los ámbitos de la vida. Busca, en primer lugar, formar el carácter. Esto se hace con la intención de promover el desarrollo de la personalidad a través de valores morales y éticos y fortalecer la capacidad de reflexión y autorreflexión para apoyar la asunción de responsabilidades dentro de la sociedad. La formación en materias específicas es sólo una consecuencia de la educación.
El modelo humboldtiano de educación (Humboldt, 1997), llamado así por el humanista Wilhelm Von Humboldt (1767-1835), ha conducido de forma demostrable a un gran éxito económico y social en Europa. El modelo utilitarista de educación procede del mundo angloamericano, que mide la formación en función de su utilidad económica y considera la educación como un fin en sí misma. Los pragmáticos son partidarios de una educación específica para cada materia, cuyo objetivo es cualificar a los estudiantes para una profesión concreta. Está orientada a la práctica y se basa en conocimientos artesanales, técnicos o empresariales utilizables. Debe ser lo más rápida y rentable posible, ya que la educación universitaria es una de las más caras de todo el espectro educativo. México tiende cada vez más hacia un sistema de formación y escolarizado que ya se manifiesta en los niveles inferiores del sistema educativo. Como parte de un proceso de sustitución, materias creativas como arte, música, literatura y filosofía reciben cada vez menos atención en las escuelas en favor de mercadotecnia, negocios o conocimientos técnicos (La Jornada, 2024). En el sector de la educación privada, donde básicamente se vende "educación" bajo el nombre de formación, este fenómeno es evidente y concuerda con las expectativas y preocupaciones de los padres por un futuro mejor para sus hijos. Esto también lleva a una sobreoferta de educación en estos sectores, donde los alumnos se enfrentan a planes de estudio que incluyen más de 15 asignaturas diferentes por semana. Estas instituciones enfrentan a los niños con el mundo laboral en lugar de educarlos de forma integral y creativa. La cantidad se antepone a la calidad.
Esta evolución no está en consonancia ni con el desarrollo emocional ni con la dinámica moderna de un mundo laboral en constante cambio y, además, revela un desconocimiento de las habilidades que adquieren los niños cuando aprenden, por ejemplo, a tocar un instrumento musical. Entre ellas figuran, en particular, la disciplina, la perseverancia y el sentimiento de éxito y satisfacción que surge de la experiencia; estas cualidades son importantes no sólo en el mundo laboral, sino en todos los ámbitos de la vida del individuo. Aunque ellas pueden adquirirse a través de la educación, la formación está dirigida a la flexibilidad de los jóvenes con respecto a las distintas exigencias y se corre el riesgo de que sólo puedan responder de forma limitada a las tareas de un mundo laboral moderno. Es interesante observar aquí que incluso las universidades de élite de Estados Unidos favorecen el modelo humboldtiano y sólo las amplias masas prefieren el modelo utilitarista, que suele estar por debajo de las normas generales.
La cuantificación y el cultivo son elementos fundamentales de cualquier sistema educativo sin importar del nivel de enseñanza. El término cuantificación implica la necesidad de impartir una gran cantidad de conocimientos a un gran número de alumnos en un breve periodo de tiempo. El cultivo se refiere a la promoción de habilidades sociales y emocionales como la empatía, la solidaridad o la capacidad de trabajar en grupo. Mientras que los niveles educativos inferiores hacen hincapié en el fomento de valores y habilidades como los mencionados, los superiores se centran en la disciplina, la independencia y la dedicación. Normalmente, cada graduado debe demostrar estas cualidades en la universidad a través de un pequeño proyecto académico, como una tesis. A fin de cuentas, éstas les capacitan para asumir un papel responsable en el mundo laboral y no sólo son capaces de recibir indicaciones o cumplir con la cualificación técnica, que hay que reaprender constantemente. Es precisamente este punto el que contradice la idea de una educación puramente digital, que no permite cultivar a los estudiantes. Sólo puede tener lugar como complemento de la forma tradicional análoga de educación, ya que el lugar de formación y las relaciones con los profesores y compañeros durante la formación siguen teniendo una importancia decisiva para el éxito del aprendizaje.
La universidad sólo tiene la obligación indirecta de preparar a los estudiantes para un aspecto concreto de la profesión elegida, debido que son lugares de innovación, investigación y control social y político. Especialmente en México las universidades se convirtieron en centros de formación de profesionistas, pero descuidan su principal función. En 2023 había 1.24 investigadores por cada mil habitantes en México, mientras el promedio en la OCDE son 9.11. Además, el financiamiento público de la investigación es bajo (El Universal, 2023). Lo anterior significa que la mayoría del personal universitario está ocupando con la docencia pero no con la investigación. En el caso óptimo la docencia tiene que impartirse de la mano con la investigación para garantizar su actualidad y no debería basarse en planes de estudios rígidos. Las universidades tienen la responsabilidad de abarcar un espectro lo más amplio posible, que debe permitir a los titulados moverse con la mayor flexibilidad posible en el campo elegido. La formación específica corresponde a las empresas e instituciones, que deben organizarla en función de sus necesidades. El neoliberalismo postula una conexión directa entre el valor de la educación y la utilidad económica del trabajador, lo que somete al sistema educativo a una evaluación puramente económica. Como consecuencia, las carreras de humanidades y ciencias sociales se valoran menos que las profesiones con fines económicos como ingeniería, economía o derecho.
La necesidad de un perfil de formación específico por parte de la economía no es más que una cuestión instantánea que puede haber quedado obsoleta en el momento en que los titulados terminan su formación y abandonan la universidad. Incluso la formación de grupos profesionales específicos que se requieren en la actualidad no garantiza que se requieran en el futuro. Esto se debe a que pasan muchos años entre la creación de los planes de estudios, el establecimiento de las infraestructuras, la cualificación del personal docente y los primeros titulados. Para entonces, es posible que la realidad del mundo laboral haya cambiado. Idealmente, las universidades deberían ir siempre un paso por delante de la economía y de las demandas de la sociedad. Sin embargo, desde una perspectiva empresarial, es lógico y coherente que el periodo de formación de los nuevos empleados recaiga en el sistema educativo, ya que éste suele ser largo y costoso; las empresas exigen que los nuevos trabajadores sean productivos desde el primer día.
Dentro de un programa de formación especializado y orientado a un perfil laboral concreto, a los licenciados les resulta más difícil reaccionar con flexibilidad a un entorno de trabajo dinámico, lo que puede acarrearles dificultades si cambian de puesto de trabajo y no pueden reaccionar con suficiente rapidez a las nuevas necesidades. En primer lugar, no todos los métodos de producción de una industria son iguales y, en segundo lugar, no hay garantías de que todos los titulados encuentren un empleo relacionado con la profesión que han aprendido. En los años noventa, estudios realizados en Estados Unidos demostraron que un trabajador cambia de empleo al menos nueve veces a lo largo de su vida laboral, siendo los trabajos desempeñados completamente diferentes en cada caso. En la actualidad son en promedio 12 veces hasta la edad de 55 años (World Economic Forum, 2023).
El avance de la digitalización ha dejado clara la necesidad de formación continua y adaptación a los nuevos requisitos. Esto se aplica, por ejemplo, a perfiles profesionales como programadores, diseñadores multimedia, influencers o ingenieros de bases de datos, para los que en los primeros años pioneros no existían rutas de formación específicas. No se graduaron de una carrera, sino que abandonaron sus estudios antes de concluirlos y respondieron a los requerimientos con poca formación, pero con tal flexibilidad que les permitió adaptarse exitosamente. Las universidades no han podido seguir el rápido desarrollo de estas dinámicas. La implementación de los programas de estudio correspondientes llevó años y actualmente sólo hay un cierto retraso en la adaptación a las condiciones cambiantes. Una política educativa que reacciona con rigidez a realidades en constante cambio contribuye inevitablemente a producir graduados que no pueden reaccionar con suficiente flexibilidad a las demandas del mundo profesional. En última instancia, esto contribuye a la frustración y la desilusión de los egresados del nivel de educación superior.
A través del análisis histórico, el investigador de la complejidad Peter Turchin ha desarrollado un modelo que predice el declive de las sociedades debido a la sobreproducción de élites. Se trata de un escenario que se da en todas las civilizaciones, independientemente de su orientación política, y que también es una realidad desde hace tiempo en América Latina, aunque todavía no se haya etiquetado como tal. La situación actual se caracteriza por un gran número de titulados universitarios que pujan por un número limitado de puestos de poder dentro de la sociedad. Esto conduce a una intensificación de las luchas distributivas y de las desigualdades. Turchin explica que: "Elite overproduction develops when the demand for power positions by elite aspirants massively exceeds their supply” (Turchin, 2023, p. 7). Esta evolución se ve intensificada por la digitalización del mundo laboral, que va acompañada de una sustitución de trabajadores y se destruyen más puestos de trabajo de los que se crean.
Mientras la industrialización impulsó el consumo de recursos naturales pero desplazó la mano de obra del sector manufacturero al sector social, la digitalización provoca una reducción significativa de la necesidad de trabajadores. Esto afecta a todos los ámbitos laborales. La automatización no sólo está afectando a las profesiones que requieren mano de obra, sino también a las que exigen una formación universitaria. Los bancos y las compañías de seguros, por ejemplo, recurren cada vez más a la digitalización. En la industria manufacturera sólo se necesitan unos pocos trabajadores cualificados para mantener y supervisar robots y máquinas. Incluso los asuntos jurídicos y las declaraciones fiscales pueden ser gestionados por la inteligencia artificial, lo que supone un ahorro en la administración del sector público. Las profesiones creativas también están siendo sustituidas cada vez más por la inteligencia artificial, y este escenario es deprimente porque no hay respuestas satisfactorias a este problema. En este texto no se ofrece una solución específica, lo único cierto es que este problema es global y no puede resolverse sólo a escala nacional. Pero si bien los cambios importantes siempre suelen percibirse como "el fin de los tiempos", no necesariamente son escenarios apocalípticos.
En su análisis histórico, Turchin llega a la conclusión de que las sociedades complejas y altamente desarrolladas pueden cooperar con gran eficacia y éxito durante un periodo de varios cientos de años, a veces incluso más, hasta que se produce la desintegración social:
Together with popular immiseration, elite overproduction, and the intraelite conflicts that it has engendered, has gradually undermined our civic cohesiveness, the sense of national cooperation without which states quickly rot from within. Growing social fragility has manifested itself in collapsing levels of trust in state institutions and unraveling social norms governing public discourse—and the functioning of democratic institutions (Turchin, 2023, p vii).
Este punto de inflexión se caracteriza por la fragmentación, la polarización y la violencia, que en última instancia conducen al colapso. Aunque las sociedades china, estadounidense o europea, por ejemplo, difieren significativamente y las sociedades antiguas, medievales y modernas tienen una composición divergente, ésta consecuencia inevitable puede comprobarse independientemente de las diferencias entre cada sociedad y cada época. La desintegración de una sociedad está impulsada por diversas fuerzas, siendo la decisiva la sobreproducción de élites que pujan por el número limitado de puestos de poder. La aparición de este fenómeno marca el principio del fin de una sociedad. Algunos ejemplos son la Revolución Rusa de 1917, la Revolución Francesa de 1789, la Guerra Civil Inglesa o las independencias y Revoluciones en América Latina. Todos estos acontecimientos fueron causados por conflictos políticos internos y una sobreproducción de las élites. Sin embargo, no se trata de un fenómeno exclusivamente occidental.
La definición neutra de élite implica que es un sector responsable de influir en el comportamiento de los demás, engloba a un pequeño número de la población con poder social:
In sociology, elites are not those who are somehow better than the rest. They are not necessarily those who are more hardworking, or more intelligent, or more talented. They are simply those who have more social power—the ability to influence other people. A more descriptive term for elites is “power holders“ (Turchin, 2023).
Cuatro grupos clave tienen la capacidad de hacer lo que menciona Turchin: el sector militar mediante la fuerza, el sector económico mediante el pago, el sector político y administrativo mediante el decreto y el sector ideológico mediante la persuasión. Este último sector también es conocido por ejercer el “poder blando”, el más eficaz. El acceso a estos sectores en las sociedades modernas pasa casi exclusivamente por una formación universitaria. También hay que señalar que este poder está desigualmente distribuido en cualquier sistema social. Se concentra en manos de alrededor del 3-5 % de la población. El acceso a este poder es el factor crítico responsable en gran medida de la desintegración de las sociedades. Aunque el poder se herede, se regule democrática o ideológicamente, siempre se distribuye en el contexto de la competencia. La competencia no es necesariamente algo negativo, ya que significa que debe prevalecer el mejor participante. Sin embargo, un exceso de competencia puede tener un efecto corrosivo.
Peter Turchin utiliza la metáfora del "juego de las sillas" en el que la música se detiene y los participantes tienen que tomar asiento en un sillón que no es suficiente para todos. La diferencia crucial es que el número de sillones no se reduce en el transcurso del juego, sino que el número de participantes aumenta constantemente mientras que el número de sillones sigue siendo el mismo. El resultado es una intensificación de la batalla, en la que las condiciones competitivas empeoran cada vez más. Cuando los recursos escasean, la evolución revela la naturaleza humana, que se basa menos en la razón y más en la emoción. Como resultado, el número de perdedores aumentará exponencialmente y algunos participantes, desilusionados y frustrados, dejarán de tomar parte en la competición y la sabotearán, mientras que otros intentarán saltarse las normas tomando medidas ilícitas y tratarán de optimizar su éxito haciendo trampas. Otros intentarán alcanzar sus objetivos mediante el uso del poder o la violencia. Todo esto puede llevar a que otros se sientan tentados por estos métodos a hacer lo mismo . Los que se oponen al sistema son entonces las contraélites. Robbiespierre, Vladimir Lenin o Fidel Castro serían este tipo de personas. También se encuentran en los partidos políticos clásicos, como los republicanos en Estados Unidos, de los que se apoderan desde dentro, como en el caso de Donald Trump.
El punto en el que una sociedad empieza a sobreproducir élites es cuando ha alcanzado un equilibrio y está en condiciones de proporcionar prosperidad general a un amplio sector de la población. Sin embargo, si esto se ve cada vez más interferido, no por el poder estatal legitimado, sino por una oligarquía en su propio beneficio, la sociedad empieza a tambalearse.
While the wages and incomes of workers stagnated, the fruits of economic growth were reaped by the elites. A perverse “wealth pump” came into being, taking from the poor and giving to the rich (Turchin 2023, p. xiv).
La redistribución de la riqueza de los económicamente débiles a los fuertes es un factor clave en este contexto, como confirma el Índice Hoover, también conocido como Índice Robin Hood. Cuando aumenta la brecha entre ricos y pobres, aumentan las tensiones sociales; se ha visto en Estados Unidos e Inglaterra en los últimos cincuenta años. El verdadero motor de la desintegración no es la desigualdad social, que está presente en mayor o menor medida en todas las sociedades. No es más que una manifestación de la causa profunda, que es el descontento social y el miedo a la pérdida de riqueza. La preocupación por la competencia de los inmigrantes, el temor a un deterioro de las condiciones de vida de los propios hijos o la percepción de una amenaza al nivel de vida actual pueden movilizar a los sectores, lo que se manifiesta claramente en el apoyo a los partidos populistas tanto a la derecha como a la izquierda del espectro.
Sin embargo, Turchin explica otra razón menos evidente:
As our model predicts, the extra wealth flowing to the elites (to the proverbial “1 percent,” but even more so to the top 0.01 percent) eventually created trouble for the wealth holders (and power holders) themselves. The social pyramid has grown top-heavy. We now have too many “elite aspirants” competing for a fixed number of positions in the upper echelons of politics and business. In our model, such conditions have a name: elite overproduction.“ (Turchin 2023, p. xiv).
La diferencia económica entre los distintos sectores de la sociedad lleva a un mayor número de personas a compartir la riqueza. Esto puede verse en el número de millonarios en todo el mundo, que ha aumentado rápidamente en los últimos cincuenta años. La riqueza también ha producido una clase media que puede compartirla. Además, se observa un aumento de las diferencias sociales, ya que cada vez más personas caen en la pobreza. Las élites adineradas están empezando a transferir su poder económico al poder político, lo que significa que varias personas se están abriendo camino hacia las limitadas posiciones de poder que no estaban destinadas a ellas.
En última instancia, esto supone una mayor carga para los sectores económicamente más débiles de la población, que se encuentran en una situación precaria y albergan el deseo de cambiarla. Por regla general, este tipo de cualificación se consigue mediante la adquisición de un título universitario o mediante cualificaciones cada vez más avanzadas hasta llegar a los estudios de posgrado. En Estados Unidos, la tasa de desempleo entre los abogados se sitúa ya en tres licenciados por cada puesto de trabajo posible. Debido al avance de la digitalización, cabe esperar una proporción de 6:1 en un futuro próximo. Aunque el fenómeno de la sobreproducción de élites abarca todos los campos de estudio, algunos están más predispuestos a ello, lo que también está demostrado históricamente. Si se observa la evolución histórica, resulta evidente que un gran número de personalidades, entre ellas Vladimir Lenin, Robespierre, Mahatma Gandhi, Abraham Lincoln, Fidel Castro y, en el contexto mexicano, Benito Juárez y muchos otros, que protagonizaron grandes revoluciones o convulsiones políticas, eran abogados. Hay una diferencia entre las humanidades y las ciencias sociales, que luchan con menos ahínco por el poder que, por ejemplo, los licenciados en carreras comercialmente viables como derecho, medicina o economía. Sin embargo, ellos también forman parte de una generación desilusionada y frustrada a la que se ha prometido prosperidad y ascenso social a través de la educación.
El Derecho produce un número especialmente elevado de contraélites, lo que se debe al alto nivel de ambición, la buena red de contactos y la determinación de quienes se embarcan en esta vía educativa. Independientemente del tiempo, la historia y la cultura, el camino hacia la crisis social es siempre la relación entre el poder, las élites y la población. En el peor de los casos, se produce un colapso y las sociedades se desintegran o son diezmadas sangrientamente. Pero no tiene por qué ser así, porque las élites también pueden colaborar con la población e iniciar reformas para mejorar la situación. Esto no sucede a menudo durante las crisis, pero es una esperanza de detener la desintegración de las sociedades. Turchin también señala que las crisis tienen menos impacto y el periodo de recuperación tiende a ser más corto. Él relaciona esta evolución con el hecho de que aprendemos colectivamente de la experiencia. También es probable que las instituciones que hemos desarrollado a lo largo de miles de años funcionen eficazmente para reducir el impacto de las crisis. Sin embargo, lo más preocupante es que tales instituciones son el primer objetivo de destrucción de las contraélites.
El diseño de los sistemas educativos se caracteriza en gran medida por la cultura y las necesidades específicas de cada país sin embargo no debe seguir el Zeitgeist ! Además, deben estar siempre vinculados al presente y tener proyección a futuro para hacer frente a los retos de una sociedad. Sin embargo, las sociedades no sólo son cada vez más complejas, también más globalizadas. Sus problemas no se limitan a las fronteras nacionales. Esta tesis puede aplicarse a México, aunque su herencia histórica y cultural hace que se enfrente a dificultades diferentes a las de sociedades más homogéneas. El deseo de dar forma a la experiencia de la época colonial y a una sociedad más justa es comprensible y la educación como instrumento para lograrlo parece un camino lógico y coherente. Pero la educación alberga el riesgo de lograr exactamente lo contrario de lo que se pretendía. Siguiendo el argumento de Peter Turchin, se puede afirmar que la educación no sólo fomenta las desigualdades sociales, sino que también tiene el poder y el potencial de perturbar las sociedades si no está adecuadamente implementada y en equilibrio con las oportunidades que ofrece toda la estructura social. La atención no debe centrarse únicamente en Estados Unidos, China o Europa, donde el fenómeno de la sobreproducción de élites a través de la educación ya se ha convertido en un problema social: ahora también es evidente en América Latina, especialmente en México, aunque aún no se le ha dado un nombre.
Tras la victoria electoral de Trump, la sociedad estadounidense está más polarizada que nunca y un motor clave ha sido la sobreproducción de élites y una sociedad cada vez más frustrada. La nueva oligarquía que ha retomado el poder y los actores de la nueva élite educada no muestran interés en combatir o eliminar las injusticias sociales. Al contrario, es probable que los próximos años se caractericen por generarles los mayores beneficios posibles, tal y como prometieron. Peter Turchin predice que la probabilidad de un colapso de la sociedad estadounidense es del 50 % (Adams, 2023), a menos que se tomen contramedidas urgentes. Es poco probable que las políticas de Donald Trump contribuyan a tal desarrollo. En caso de derrumbamiento de un imperio, no suele producirse una disolución silenciosa, sino un colapso que arrastra consigo a otros actores. Las consecuencias para México y la situación mundial se manifestarán en próximos años y podremos observarlas desde la primera fila como testigos contemporáneos.
Sin embargo, América Latina no es inmune a esta tendencia, como deja claro la victoria electoral de Javier Milei en Argentina en 2023. También el expresidente brasileño Jair Bolsonaro logró aglutinar tras de sí el sufragio de los jóvenes que cursan estudios superiores, quienes votaron decepcionados por las promesas de ascenso social que no se cumplieron. Aunque sólo podamos especular sobre los motivos individuales de cada voto, al menos concluimos que no fueron las promesas electorales de Trump, Milei o Bolsonaro el factor decisivo para el voto, sino que a través de éste los votantes buscan romper un sistema político y social que ya no funciona para ellos.
La promesa de ascenso social se revela cada vez más como una ilusión, ya que en todo el mundo se observa una tendencia contraria, según la cual los jóvenes son incapaces de superar el nivel de prosperidad de sus padres. Esto implica que la promesa de un nivel de vida seguro, en particular a través de una educación académica, ya no es un hecho. Esta evolución se debe principalmente a la falta de oportunidades de empleo adecuadas. Incluso si hay un trabajo disponible, su seguridad no está garantizada. Ya no son habituales los contratos de trabajo con seguridad social, como seguro médico y planes de pensiones. Además, no existe ninguna protección laboral que respalde al trabajador contra el despido improcedente. La posibilidad de contratar un seguro privado tampoco es viable debido a los bajos salarios. Pero el problema fundamental es la competencia en el mercado laboral. Cada año hay más candidatos que luchan por acceder a los pocos puestos disponibles y esta es la principal razón de los malos salarios y las condiciones laborales deficientes. Las frustraciones aumentan con la promesa de acenso social de cada carrera universitaria. Tradicionalmente, la frustración al enfrentar estos problemas en carreras de humanidades o ciencias sociales no es tan alta como en las carreras con expectativas económicas fuertes. Las últimos generaciones universitarias que tuvieron una perspectiva positiva y se sienten preparadas para su futuro, salieron ya durante décadas pasadas. En la actualidad dominan el pesimismo y la incertidumbre.
En consecuencia, actualmente no puede cumplirse la promesa de un nivel de vida seguro, sobre todo mediante la adquisición de una propiedad. Esta fue una motivación para la generación de los padres de los actuales universitarios, quienes pudieron comprar su propia casa gracias a su trabajo. A este respecto, cabe señalar que los interesados se esforzaron en exceso en su rendimiento laboral para cumplir las exigencias que se les imponían. Existe una tendencia creciente a calificar a los jóvenes de vagos y desinteresados, aquellos conocidos como la generación Z, en general, los nacidos en este siglo. Esta actitud puede interpretarse como una cierta forma de inteligencia, ya que indica que los jóvenes ya no están dispuestos a apoyar un sistema que tiene pocas probabilidades de éxito para ellos. La consecuencia es que la generación más joven presta más atención a lograr un buen equilibrio entre la vida laboral y personal en lugar de integrarse en un sistema cuyas perspectivas de futuro se perciben limitadas. Se observa una disolución de los contratos sociales y un conflicto cada vez mayor entre los que han cotizado al sistema, pero sólo recibirán un rendimiento limitado, y los que ya no están dispuestos a hacerlo. Sin embargo, los regímenes de pensiones se basan en la confianza de que los jóvenes tendrán que cotizar al sistema para mantenerlo. Si se tiene en cuenta el hecho de que la carga del cuidado de los mayores en una sociedad que envejece se reparte cada vez entre menos jóvenes, existe un gran potencial de conflicto debido a factores demográficos. Pero los retos sociales que hay que superar son múltiples y complejos, no se limitan a la educación ni a los problemas que esta ocasiona. El mayor problema es, sin duda, la creciente escasez de mano de obra como recurso, lo que significa que la sociedad se enfrenta al reto de tener una parte de la población que va a tener un empleo y un gran parte que no, o que lo tendrá en malas condiciones. Lo anterior conduce a desigualdades y a una distribución injusta de la riqueza. La batalla por el recurso de la mano de obra es cada vez más implacable y despiadada, y esto genera un embrutecimiento de la paz social. Si se sigue el argumento de Peter Turchin, este ciclo es imparable, la única pregunta es qué tan fuerte será el impacto en nuestra sociedad, porque no necesariamente se llegará al colapso. Por lo tanto, cabe preguntarse qué lecciones se pueden extraer de la experiencia del sistema educativo en México en particular y las medidas qué valdría la pena considerar para evitar repercusiones mayores:
En el ámbito académico y político, es necesario abordar y debatir los riesgos potenciales del sistema educativo. La suposición de que el dogma y las prohibiciones de expresión conducirán a un resultado satisfactorio es una idea equivocada. Esto es especialmente cierto cuando se trata de defender agendas ideológicas. El fenómeno de la sobreproducción de élites se observa en México desde hace tiempo. Si no se toman contramedidas con prontitud, es probable que la situación empeore y provoque un daño social considerable. El sistema educativo contribuye en gran medida a la frustración y a la desilusión de los ciudadanos jóvenes, que ya no se sienten capaces de asumir su posición social. Esta evolución se observa en Europa y Estados Unidos desde hace décadas. Se trata de una grave omisión, ya que se está haciendo creer a los jóvenes en una solución que no existe por esta vía. Mientras hace veinte años el título universitario se consideraba una garantía de ascenso social, hoy en día no lo asegura. Se puede suponer una evolución similar para los niveles inferiores de educación, pero aquí no existe un marco de referencia comparable. Hay que constatar que los enfoques anteriores para promover la movilidad social no han tenido éxito y han producido el efecto contrario al que se pretendía. Una sociedad necesita profesionistas, y no sólo académicos. No se debe devaluar la mano de obra tradicional. Es tiempo de preparar a los individuos y el campo laboral mejor manera, también de proteger a la sociedad con la posibilidad de jubilarse, acceso al sistema de salud y mejores salarios.
Sobre todo en el contexto de las universidades, habría que dejar claro a los jóvenes desde el principio que la promesa de ascenso social ya no se aplica a ellos en particular. Esto podría contribuir a reducir la posible frustración. Todavía no está muy extendida la percepción de que ya no merecen la pena los años de educación que cuestan no sólo tiempo y esfuerzo, sino también dinero. A la hora de evaluar esta percepción hay que tener en cuenta que un trabajador promedio con estudios primarios que empieza a trabajar entre los 15 y los 18 años tiene una ventaja que no puede compensar ni siquiera con los mayores ingresos de una profesión académica. Incluso en un contexto en el que un trabajador cualificado percibe actualmente unos ingresos superiores a los de un universitario promedio. Esto se aplica en particular a las ciencias sociales y las humanidades. México está invirtiendo mucho en la educación de los jóvenes mexicanos. En este contexto, se plantea la cuestión de si es conveniente apoyar a los interesados en largas carreras académicas con becas sin ofrecerles perspectivas para el tiempo posterior. La formación financiada con becas significa que las personas afectadas terminan su carrera académica y, por tanto, también su carrera "profesional" a más tardar cuando terminan sus estudios posdoctorales, ya que la pérdida de la beca significa también que dejan de tener ingresos. Aparte, los egresados suelen tener treinta años o más, en promedio, y son poco flexibles para integrarse en campos laborales ajenos de su carrera, debido que las estudios de posgrado son diseñados para formar científicos o investigadores. El hecho que para muchos trabajos un estudio de posgrado es necesario para obtener un ascenso en el empleo refuerza el fenómeno de la sobreproducción de élites, porque tener una maestría o doctorado no asegura mejorar el desempeño en el empleo.
El sector público también restringe su acceso a labores dignas. La contrataciones son cada vez peores o más limitadas y no ofrecen perspectiva a una estabilidad económica. Se debe tener consciencia de que una carrera académica descalifica permanentemente a los jóvenes universitarios para el mercado laboral normal. Después de todo, la motivación para trabajar en un empleo tradicional es baja tras años de estudio, en parte porque se ha roto la promesa de ascenso social. Los empresarios también son conscientes de ello y siguen prefiriendo emplear en estas profesiones a trabajadores cuyo nivel educativo corresponda con el puesto de trabajo. En general, los académicos están menos motivados y son menos leales en estas profesiones, ya que no se les puede retener por cada oportunidad de trabajo mejor. Si nos fijamos en la evolución de esta situación en Estados Unidos y en Europa, se observa una tendencia a contratar a universitarios que han abandonado los estudios. Las agencias de colocación se dirigen a muchos solicitantes de empleo en los campus universitarios y suelen prometerles buenos salarios iniciales. Para un gran número de nuevas profesiones, basta con una parte de la formación básica en el marco de un programa de licenciatura, lo que tiene la ventaja de fidelizar a los empleados. Están vinculados a la empresa por la falta de una titulación oficial y de una formación específica. Además, estas oportunidades laborales son más atractivas económicamente para los jóvenes porque cuentan con un salario inicial alto pero el aumento a lo largo de los años es menos pronunciado debido a la dependencia de los empleados, además de que favorece a las empresas. Es sólo cuestión de tiempo para que veamos este fenómeno también en México.
En México se observa una creciente academización de las profesiones tradicionales. Una de las razones es la presión social derivada del reconocimiento social de los títulos académicos y la infravaloración asociada del trabajo tradicional. La promesa de ascenso social asociada a un título universitario sigue estando muy extendida. Este problema puede ilustrarse con la frase común: "¡Si no estudias, tienes que trabajar!". Así, el trabajo en oficios o en otros sectores que no requieren una formación universitaria o una labor intelectual se considera inferior al trabajo propiamente intelectual. Esto ignora el hecho de que también se puede alcanzar un alto nivel de artesanía mediante el trabajo clásico, que conlleva la correspondiente remuneración adecuada. Se plantea la cuestión de si es realmente necesario un título universitario para trabajar como cocinero o animador en clubes de vacaciones. Incluso cursos como los de marketing, influencer, diseñador de redes y multimedia pueden organizarse de forma mucho más rápida y rentable que en un sistema universitario. México ha adoptado un enfoque prometedor con los bachilleratos y lo retomaron en 2025 con la iniciativa de la presidenta Sheinbaum, pero no se ha aplicado con éxito debido a la falta de reconocimiento social. El trabajo científico necesario para los sectores de la gastronomía y el turismo también puede ser realizado por sociólogos o economistas. De este modo se racionalizan las universidades, que pueden dedicarse más intensamente a su tarea principal, la investigación, innovación y manejo de puestos de poder y dirección de la sociedad.
Se trata de una posible medida para regular el número de estudiantes. Por supuesto, la solución más sencilla sería restringir aún más el acceso a las universidades. El problema es que este planteamiento es contrario al principio de justicia social. Sin embargo, ésta suele garantizarse en los niveles básicos del sistema educativo y no sólo al final de la carrera educativa en las universidades. Alcanzar la justicia social exigiría una inversión masiva en las escuelas infantiles, primarias y secundarias. Éstas podrían ayudar a compensar las injusticias sociales en las comunidades, por ejemplo, mediante escuelas de jornada completa que ofrezcan asistencia sanitaria, nutrición y escolarización. En el mundo laboral moderno, esto ayudaría a los padres que suelen trabajar y, por lo tanto, no pueden cuidar de sus hijos. Además, la suposición de que un sistema educativo público puede impedir el desarrollo de una élite en sentido negativo es un concepto erróneo. Si se disponen los medios financieros, la enseñanza privada seguirá favoreciéndose en el futuro. Cabe señalar que el nivel de educación desempeña un papel subordinado. Es crucial que los niños estén conectados en red durante sus años escolares y hasta la formación universitaria, ya que esto les da una ventaja decisiva en el mercado laboral. Los partidos políticos que tenga realmente el valor de corregir la desigualdad social por medio de educación reducirán o prohibirán el sector de la educación privada. La mezcla social puede lograrse educando juntos a niños de diferentes entornos socioeconómicos, así se fomentaría la conciencia de la diversidad. Esto también se aplica a la integración de los discapacitados. Cabe señalar en este punto que este aspecto es una parte esencial de los sistemas educativos más exitosos del mundo, como Finlandia o Singapur. No hay que olvidar en el debate que el sistema educativo, especialmente la escuela primaria y secundaria, es la única forma que tiene el Estado de moldear a las jóvenes generaciones. Si se deja en manos de instituciones privadas, este aspecto suele descuidarse debido a los intereses económicos de tales instituciones.
Bajar los estándares educativos para garantizar el acceso universal es un grave error. En México sería conveniente que se tomara conciencia de que, dadas las condiciones actuales del sistema educativo, cada nivel escolar subsecuente debe corregir los errores del anterior, y esto no es ideal. La consecuencia es que en algunas universidades, los cursos de habilidades básicas como ortografía y gramática son obligatorios, ya que casi todos los estudiantes tienen deficiencias graves. El objetivo de promover la educación es que los jóvenes alcancen un determinado nivel y no al revés. Todo ello ha conducido a la escolarización del sistema universitario, en el que se apuesta más por la cuantificación que por el cultivo de habilidades. Actualmente, los planes de estudio se vuelven menos flexibles y producen élites inadecuadas que ya no pueden trabajar de forma independiente y carecen de dedicación, autonomía y disciplina. Mientras los jóvenes mexicanos de la misma edad enfrentan consecuencias en el mundo laboral por no seguir las reglas como puntualidad, complemento o disciplina que son completamente normal en el trabajo, ya no se aplican en las universidades. Esto es el resultado de la excesiva participación de psicólogos y pedagogos en la elaboración de los planes de estudios en las universidades, que han llevado a los estudiantes a su infantilización. En lugar de exponerlos al mundo real del trabajo, se les permite graduarse. Las cualidades que no tienen en la universidad ya no las aprenderán en el mundo laboral; al fin y al cabo, no olvidemos que los estudiantes en el nivel superior son ciudadanos adultos que están en plena posesión de sus derechos y deberes cívicos. La exigencia de la política educativa de mantener al 100 % de los alumnos para mejorar las estadísticas no sólo se corresponde con la realidad de la vida de los jóvenes, sino que los lleva a conseguir lo máximo con el menor esfuerzo posible. Sin embargo, es dudoso que esta característica sea apropiada para enfrentar las dificultades del futuro mundo laboral y tampoco es coherente con la realidad de los jóvenes.
Partiendo de la premisa de que en el futuro se prevé una escasez de mano de obra y una gran proporción de ciudadanos seguirá sin disponer de ingresos regulares, sería aconsejable intensificar la promoción del aprendizaje permanente. El fomento del empleo de las personas parece ser una medida esencial para contrarrestar el posible aislamiento social y una asignación de recursos que no sea óptima. Pero esto requeriría un cambio fundamental en la estructura de las universidades, ya que tendrían que abrirse a todos los grupos de la vida cotidiana. Un requisito básico para ello sería la reorganización del sistema educativo con el fin de proporcionar un apoyo integral a los ciudadanos. La formación específica podría ser impartida por institutos independientes en menos tiempo y a un coste menor. Si fuera necesario, sería fácil introducir títulos propios. Esto permitiría a las universidades dedicar más tiempo a la investigación y la formación de jóvenes talentos. Si se tiene en cuenta el número, cada vez mayor, de nuevos estudiantes en las universidades, la elevada tasa de desempleo y la falta de perspectivas laborales en estos ámbitos, debería estar claro que México está sentado sobre el minutero de una bomba de tiempo que provocará graves problemas políticos y sociales.
CV-Corto: Robert Stingl, (1975, Salzburgo, Austria). Estudió Filosofía y Estudios de Teatro, Cine y Medios de Comunicación en la Universidad de Viena, donde se tituló en 2008. Sus líneas de investigación se centran en la filosofía cultural, la crítica del lenguaje y la filosofía judía. Ha colaborado en diversos proyectos de investigación en Austria, USA y México. Vive en Toluca Estado de México desde 2009. Cuenta con Doctorado en Estudios Latinoamericanos, 2019 por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMèx). Trabaja en la UAEMèx en la Facultad de Humanidades, Lenguas y Ciencias Políticas desde 2012. Y labora desde 2020 en el Instituto de los Estudios sobre la Universidad. Es Profesor con Perfil deseable y Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
redalyc-journal-id: 7487