Revisiones y Recensiones
Genealogía de la motivación El subtexto de la pena: la esperanza Silvia Rivera Cusicanqui*
Entrevistadora: Laura Sarmiento**
Laura: Silvia ¿qué es lo que te mueve?
Silvia: Me mueve... antes me movía mucho la esperanza, y ahora me mueve la pena. Por no decir el horror. Me mueve la pena de ver el deterioro, me mueve la pena de ver la masificación, el conformismo. Y también en cierto modo es la forma de capear el momento malo que vivimos. Y si te digo antes y después, no te estoy diciendo antes cuando era joven, sino en el anterior ciclo de luchas y de esperanzas. Ahora estamos en un ciclo de bajón, ha habido otros ciclos de bajón y hemos sobrevivido. Entonces esta pena tiene siempre un subtexto de esperanza. Y también entonces al poner mi energía, mi emoción en la pena, voy a alimentar también esas chispitas de esperanzas que surgen en la gente joven, en la gente inconforme. Te vuelves más hábil para detectar el oasis en el desierto, cuando estás en pleno desierto. No ves espejismos, o podrías ver espejismos si te desesperas, pero puedes llegar a ver esas chispitas de esperanza que tienen más valor. Entonces es eso, es la pena de ver que el hielo del cerro más hermoso de La Paz está cada vez más chiquito. Que cada vez hay más una idea de despilfarro, que se asocia con el acceso y el derecho al consumo, pero en realidad es el derecho al despilfarro. Entonces me da mucha pena la hegemonía del sistema, me mueve esa pena a tratar de ensanchar esas grietitas que se van abriendo al sistema.
Y también me mueven mis nietos. Tengo cuatro nietos, dos hombres, dos mujeres, y siempre pienso también desde ese lado de la pena, qué mundo van a vivir ellos de aquí a cincuenta años. Mi wawa menor tiene dos añitos... pero por otro lado está la esperanza de que para entonces haya surgido una oleada de resistencias que pueda ser capaz de parar esta locura.
L.: ¿Cómo has llegado a hacer lo que hacés?
S.: Diría por casualidad si no creyera que la casualidad no existe. Porque en realidad fue por rechazo a ciertos discursos dominantes. Yo les he contado del libro rojo de Mao que agitaban los revolucionarios de esa época hablando de la alianza obrero campesina, y me preguntaba: “¿con qué campesinos habrán hablado estos señores?”. En ese momento, campesino era el eufemismo para decir indígena o indio. Y no había carrera de antropología, ni de historia, lo más cerca de las Ciencias Sociales era la sociología. Entonces desde la Sociología me pilla la ola de la revolución universitaria. Estoy hablando del 69, yo salgo bachiller en el 66, me dedico a la bartola tres años, (bartola: viajar por y fuera de Bolivia) a hacer de todo menos estudiar, y no por floja, era súper waskiri de estudiante, sino que me parecía que el colegio me debía, que estaba yo de acreedora de vida. Me han estafado tantos años porque no me han dejado vivir, entonces dije, ahora me toca vivir. Y me he ido de mochilera por ahí, por aquí, por allá. Después he vuelto, y he dicho: quiero estudiar Ciencias Sociales. Antropología quería. Quería acercarme al mundo indio. Tenía el conflicto de saber quién soy yo por mi apellido. Entonces me he metido a Sociología y cuando ha venido el golpe, me he ido al campo. Entonces ahí he sufrido una serie de descubrimientos. Todo el racismo internalizado.
Por último, al volver, ya había visto totalmente clara la película del colonialismo, entonces he empezado una militancia cultural, acompañando el Katarismo.
He salido de la universidad en medio de una sucesión de golpes de Estado, que me han ido derivando a la cosa indígena. Yo no sé en qué momento, porque empezó siendo una autoexploración sobre quiénes serían mis parientes. Me he ido a vivir al lugar de donde venían mis antepasados, que en la colonia habían sido caciques de la provincia de Pacajes, una provincia aymara muy desértica, en la frontera con Chile. Ahí me he dado cuenta que mis parientes eran unos cabrones. No era algo que no me esperara, pero entre la resonancia de ese apellido y la indianidad había una distancia enorme; entonces por ese lado vino la idea de aprender el aymara. Pero como estaba entre exilios y retornos -porque he estado dos veces exiliada- ya la última vez ya estaba en pleno aprendizaje del aymara, he estado dos años fuera, sólo cuando he vuelto me he puesto en serio con el aymara y ahí he empezado a generar esas ideas sobre el colonialismo. Cuando he escrito mi primer libro, que se llama ¨Oprimidos pero no vencidos¨ (el lema de la CSUTCB), yo creo que, aparte de la investigación historiográfica en fuentes secundarias, el trabajo resultó ser una suerte de testimonio del acompañamiento a las kataristas.
No era trabajo de campo, porque ni siquiera tenía libreta de notas para anotar lo que me avisaban, todo eso era como formar parte de… hacer y escribir documentos junto con ellos, etcétera. Entonces eso me ha ayudado a entender desde adentro la ideología del katarismo, y ese es un libro que termina con una gran esperanza en el katarismo, como un horizonte nuevo de por fin encontrarnos a nosotros mismos con lo indio.
En esa época no tenía mayor sensibilidad a la cuestión de ser mujer, salvo por homología. Es decir, yo sentía que mujeres e indios teníamos como el mismo dilema de ser definidos desde afuera. Que nuestra identidad no es producto de nuestra auto definición sino que viene de afuera y que te encasilla. Yo sentía como una cárcel el encasillamiento de ser mujer que no me permitía ser, ni tener gestos equivalentes a los de los varones.
Entonces empecé a vivir un feminismo práctico. Pragmático. Un ser mujer beligerante de hecho y con gran sospecha de los discursos feministas, en general con gran sospecha de las modas. Se puso de moda el althurserianismo y yo decía ¿¡qué es eso!? Y todos los althurserianos acabaron aliados con los ex dictadores. Entonces, cómo diablos voy a recuperar esa postura… no era para mí ni deseable ni inteligible, y mis nexos con el anarquismo tampoco existían en esa época. Entonces la opción fue un redirigirme a lo propio, a lo indio, sin negar una formación marxista. Me he formado en una época en que no había manera de estar en la universidad sino adscribiéndote a alguna variante del marxismo. Yo me adscribía a una suerte de variante como de izquierda nacional, que en algún momento fue un intento de nacionalizar el marxismo, y pensarlo desde lo nuestro. Pero con esas traiciones de la izquierda, con la dispersión y el exilio, voy caminando hacia el katarismo, que es mi primera verdadera militancia. Pero a la vez era una militancia de conocimiento, de descubrimiento. Con varias hermanas ligadas al indianismo-katarismo conformamos el Thoa, y es en ese contexto que ellas dicen: no queremos que nos estudien como antropólogas, cada quien investigue sus raíces. Así fue que con Zulema Lehm buscamos nuestras identificaciones en el mundo urbano mientras las aymaras y quichwas del Thoa se fueron al campo a activar las redes de reconstitución de los ayllus, sobre la base de la investigación oral y de archivo que habíamos realizado en conjunto. Lo interesante es que en la búsqueda de identificaciones con el mundo laboral urbano, llegamos al descubrimiento del anarquismo, y ahí ya se hace más consciente el tratamiento -tanto por escrito como en videosde la cuestión de las mujeres. Un textito que sintetiza el tránsito y la cohabitación de la indianidad con el anarquismo y el tema de las mujeres es: “Mujeres y estructuras de poder en los Andes: de la etnohistoria a la política”.
Las mujeres fueron las que mantuvieron la Federación Obrera Local cuando la mayoría de sindicatos obreros de varones habían sido conquistados por el Estado. Eran los años del “socialismo militar” de la posguerra del Chaco (1936-1939), con la política de sindicalización obligatoria, una mezcla de seducción y represión, lo que le permite al Estado capturar a la mayor parte de los sindicatos masculinos anarquistas o los divide (es el caso del Sindicato de Carpinteros) y quedan los gremios femeninos: las cocineras, las floristas, las vendedoras del mercado, y todas eran cholas. Entonces ahí está mi primera afiliación “identitaria” fuerte, que vincula al anarquismo con las mujeres. No te digo con el feminismo. Pero esas mujeres eran practicantes del amor libre, por ejemplo, y explícitamente. Te cuentan las señoras de pollera que el amor libre era ser libre para elegir al compañero.No era libertinaje, te aclaran. Se formaron parejas muy fieles. Y luego ellas también hacen un nexo entre la vida privada y la vida pública, y le dicen al marido: si tú eres libertario en la calle ¿por qué eres verdugo en la casa? Este tipo de discurso a mí me termina fascinando, y creo que en ese trayecto he aterrizado en lo indio, que comienza a ser una especie de antesala para redescubrirme como mujer. Porque yo no llegué a estar, por ejemplo, cuando se fundan las bartolinas. Las bartolinas se fundan cuando la cooperación internacional ya estaba re metida y las organizaciones se llenan de “asesoras” feministas que vienen a inducir a las indias a que se vuelvan feministas. Yo comencé como a ponerme en sospecha de todo esto, me parecía que había una cosa medio freudiana de transferencia. Seguramente ellas sufrían una opresión patriarcal en sus casas, pero por razones normativas, de quedar bien con su sociedad, o hasta por necesidad económica, aguantaban al marido, pero azuzaban a que las cholas jodan a sus maridos. Esto a mí me parecía un doble discurso, una doble moral. Y efectivamente, luego ya con claridad lo dije hace varios años, que no habrá movimiento feminista en Bolivia mientras haya sirvientas de cama adentro en las casas de las que se dicen feministas. Yo ya lo viví de niña, y no gracias. Ese choque y fisura emocional que significa el descubrir que esa señora no es tu mamá y que tienes que dominarla, eso te deja una huella profunda. Que es para mí huella de lo colonial en mi subjetividad. Y me obliga a repensar mis relaciones con las demás personas, con las demás culturas, desde lo más cotidiano. Porque así es jodido tener cuatro hijos y no tener ayuda, y cargar con ellos a clases, en medio de las gasificaciones y los correteos con la policía. Y alguna vez me refugiaba en casa de mi papá y de mi mamá.
L.: ¿En qué te has equivocado que te haya enseñado una lección profunda?
S.: En eso de pensar que ser mamá es más fácil que ser intelectual. Ahí la he tarreado. Es lo más difícil del mundo, es de un nivel de responsabilidad y de cuidado, y de todo, que no ha sido suficientemente apreciado por mí. El nivel de trabajo y de elaboración que se requiere para ser mamá.
Y otra cosa en que la he tarreado ha sido creer en el Evo Morales. Con él le hemos tarreado todos, ha sido una cosa colectiva. Yo lo he re defendido, he hecho ferias de la coca, he marchado junto con él, y efectivamente hemos puesto mucha esperanza en ese proceso. Y ha resultado ser un bluff total. En parte vinculado a la presencia de estos marxistas radicales que hoy día transan con las transnacionales, y con los chinos, y con Petrobras. Todo ese deterioro moral que hay en este llamado progresismo latinoamericano.
Pero eso sería exculparlo al Evo, pobrecito indio, ¡no! El Evo es totalmente acomplejado e incapaz de recuperar su alteridad como algo propositivo de algo nuevo y diferente, entonces lo que han hecho es convertir esa alteridad en un discurso encubridor de lo más terrible, porque no pudiera haber mayor brecha, imagínate... en el rato que estaban reprimiendo en el Tipnis le han dado un premio por la defensa de la Madre Tierra. Y ahora, en las Naciones Unidas, no sé qué ha pasado, que hay un reconocimiento a lo bien que tratan a los discapacitados, después que los han apaleado, los han pateado en el suelo, les han metido gas lacrimógeno a personas que tenían problemas respiratorios, es decir, la cosa más cruel que te puedes imaginar. Vas a ver en el facebook del colectivo (Colectivo Ch’ixi), son cosas antiguas, de hace varios meses, cosas que hemos tratado de hacer para apoyar a estos hermanos. Hemos hecho un ataque de avioncitos de papel, con cartas de protesta, contra el palacio de gobierno. Hemos hecho una cátedra libre con la presencia de las personas discapacitadas que estaban en vigilia por meses. Y hemos mostrado cómo en Waman Puma, por ejemplo, las personas con anomalías físicas gozaban de alta consideración porque se las sabía dotadas de fuerzas sobrenaturales, eran personas tocadas por el rayo, mayormente los con labio leporino, los ciegos, los cojos, las enanas, las jorobadas. Entonces tenían una función ritual muy importante. Imagínate qué degradación ha pasado con los discapacitados y con el Tipnis, ha sido el acabose.
Ya venía de atrás, con la Constituyente, se supone que es un Estado plurinacional, que reconoce una pluralidad de naciones, y que en el censo del 2001 éramos un 62%, ahora ha bajado porque afiliarse a lo indio ha perdido el caché, el tema es que solo 7 de 130 escaños son por usos y costumbres. Entonces ha habido un retroceso y se ha declarado que ni los aymaras ni los quechuas son indios, que en realidad son campesinos, ya están integrados y por lo tanto no pueden tener representación propia sin tener que afiliarse a los partidos políticos, y no es a “los” partidos sino que es “al” partido.
Pero una a veces no quiere creer que te han engañado tanto, te resistes. Ahora también en esa época, 2006, 2007, 2008, era el clímax de la confrontación con la medialuna y los separatistas del oriente, que eran la oligarquía fascista. Hasta que se han apaciguado esas relaciones y ahora muchos de esos sectores apoyan al MAS. Porque les han hecho grandes concesiones. Desde permitir el uso de semillas transgénicas hasta la presión sobre el bosque y la ampliación de la frontera agrícola. La Constituyente, la construcción por la cual hemos luchado, la han manoseado en el parlamento en una negociación a puertas cerradas, y ahí han dado marcha atrás a una de las principales demandas. Es que en la nueva versión ya no hay reforma agraria. Es decir, se prohíbe que haya más allá de un cierto límite de tierras, se ha hecho incluso un referéndum para el tamaño de la tierra que se permite 10,000 hectáreas como máximo o 5,000, y se votó por 5,000. Pero el problema es que no se aplica a las tierras adquiridas o usurpadas con anterioridad. Por lo tanto los que tienen 100,000 hectáreas -que hay propiedades de ese tamaño- no se las puede tocar. La expropiación de esas tierras tenía que ser general, como en la reforma agraria de 1953 en las tierras altas. Faltaba completar esa reforma agraria expropiando a los grandes latifundios ganaderos, soyeros, arroceros, cañeros, etc. Si se hubiera respetado la Constitución original, aprobada en Oruro, nadie podría tener más que la cantidad límite fijada de 5 a 10 mil hectáreas, y eso tenía que votarse en referéndum. Hoy el gobierno favorece a los propietarios de grandes empresas soyeras, que hacen lo que quieren con la tierra.
Todo el mes de agosto era irrespirable La Paz por el humo, están quemando la Amazonía a un ritmo increíble, y ahora tenemos en perspectiva una planta nuclear situada en el distrito 8 de El Alto, donde hay una falla geológica. Están construyendo dos represas que van a liquidar uno de los lugares más biodiversos de Bolivia y de América Latina que es el parque Madidi y la Reserva Pilón Lajas. En San Buenaventura una empresa china ha construido un gran ingenio azucarero, que está funcionando al 5% de su capacidad porque no hay suficiente caña, porque para que haya suficiente el desmonte de la Amazonía tendría que ser inmenso, y ni vale la pena por los precios. Todo eso son inversiones y créditos chinos, sobre todo en represas y carreteras, pero también en plantas industriales mal diseñadas. Entonces, ¿para eso hemos luchado? Es para morirse de la pena.
Haber deseado tanto no equivocarme, y haberme dado cuenta que no había marcha atrás, de que estamos equivocadísimos al haber apoyado eso. Pero bueno, era ir contra la corriente y contra todos... por eso es que hay como una vergüenza y una profunda decepción colectiva. Ha ganado el NO en el referéndum para la reelección de Evo Morales. Pero ahora es un momento de degradación moral, de degradación ecológica, de corrupción. Porque además, lo que está detrás del gobierno del Evo es un pacto con los militares, que es un pacto de impunidad. Es un pacto corrupto porque se ha dado al ejército, a título de desarrollo, empresas, créditos, y ahora esas empresas están quebradas, se han robado la plata, un nivel escandaloso de corrupción en el ejército, pero todo eso ha intentado ser encubierto por el gobierno. Imagínate, ¿será que tienen miedo de una amenaza golpista? ¿Será que están incubando ellos mismos a quien los sucederá en el mando? Es muy triste lo que pasa en Bolivia, muy triste.
L.: Respecto de las condiciones de violencia. Esto que pone en duda la humanidad del otro. ¿Qué te parece que hay allí? ¿Por qué pasa?
S.: La genealogía de este problema creo que está en este descubrimiento colonial de que el mundo no se agotaba en los tres continentes, y como que todo el andamiaje de la ideología dominante de la época, que estaba sustentado en la Biblia, se puso en cuestión. Entonces era necesario encajar. No había un cuarto hijo de Noé. Sólo había los asiáticos, los europeos, y los africanos. No había lugar.
Había que encajarlos como sea. A partir de esa disonancia cognoscitiva viene la necesidad paradójica de considerar que Abya Yala era un paraíso, pero que a la vez había que destruirlo. Hay como una pulsión de afirmarse, por toda su inseguridad e incertidumbre, por la vía de la destrucción del otro. Además –y esto se reproduce en el colonialismo interno- la violencia es el único recurso de afirmación de la superioridad de unos sobre otros.
Cuando sientes que tienes derecho a disponer de la vida del otro, es que tú estás por encima de él, que en términos de la escala evolutiva casi equivale a ser una especie superior. Ese racismo tiene incluso una variante que considera que efectivamente las razas de color son otra especie; por ejemplo, que las mezclas entre negros y blancos van a generar unos híbridos infértiles. Como si fueran producto de un cruce contra natura de dos especies. Eso hace parte del discurso racista más arcaico. Y la negación también, la necesidad de la homogeneidad. La necesidad que se cuantifique de alguna manera al humano como equivalente. Y equivalente no necesita ser igual, pero hay como un paquete civilizador para convertirlo en igual. Pero en un igual a medias o como dicen en México: “algunos somos más iguales que otros”. Esas paradojas. Pero el impulso tiene que ver con el antropocentrismo.
El antropocentrismo coloca a una especie por encima de las demás, como si el ser humano fuera el dueño del jardín del Edén, con derecho a destruirlo. Y eso es como un mandato divino, una prerrogativa que te da la torre de Babel como metáfora. La diversidad lingüística en la Biblia se la asume como un castigo de Dios. La contrarreforma acaba con la tolerancia que en algún momento la España medieval tuvo con los árabes. Eso se difuminó a medida que se iba consolidando el nacimiento del capital, de la ciudad, de la monarquía ilustrada y despótica, y de la propia conquista y colonización de territorios indianos. Por esto es que se va consolidando toda esta visión antropocéntrica y logocéntrica. La palabra, la cultura del libro, el Corán, la Torah, que son las biblias de oriente, sacralizan el logos, así domina lo racional y lo escrito por encima de todo otro modo de conocer. Y eso ha jerarquizado de modo radical las culturas y las sociedades, y se ha creado todo un discurso de razones para la destrucción de la diversidad humana, y por lo tanto, se está profundizando la crisis, y cada vez son mayores las dificultades de sobrevivir en este planeta tan diverso. Donde cada rincón necesita una lengua, una forma de nombrar, y una forma de vivirla a esa realidad. Entonces como dice el Kranake que es un indígena de la llanura chiquitana por ahí en Brasil, dice que si la gente de las grandes ciudades tiene tanto miedo de que se acabe el mundo, pues que se acabe de una vez, para ver si nace de nuevo una humanidad más responsable, más humana, menos destructora.
L.: Y ¿qué podrías decir de la religiosidad de la vida?
S.: Yo distingo la religión de la espiritualidad. Para desinstitucionalizar la religión nosotros hablamos de espiritualidad, o chamanismo, o como quieras llamarle, es decir, de ritual. La ritualidad en cada lugar tiene un nexo con un pasado de condensaciones, de culturas. Y la espiritualidad aymara es muy materialista, porque tiene que ver con la reproducción de las condiciones de vida. Es decir, es para que haya producción. Es muy diferente el dualismo andino de la versión oriental del ying y el yang, porque no se trata de buscar un estado de separación con respecto a la contingencia. Lo que se busca, según la visión aymara, es enfrentar esa contingencia con los mejores recursos. Entonces es una espiritualidad que está vinculada a la producción, a la fertilidad, por eso me gusta mucho. Además que te conecta con los cerros, y con las wak´as, los lugares de fuerza y de potencia sagrada. En eso yo soy bastante espiritualista, con mi grupo hacemos rituales, somos anarco-ch´ixis, es decir, anarquistas manchadxs de indixs, manchadxs de ritualidad. El anarquismo clásico es muy ateo, y además es racionalista, aunque hay muchas conexiones con otras culturas espiritualistas, que son como concesiones a esas formas, pero a mí me parece que es esencial el retomar la espiritualidad.
Por otro lado no puede dejarse ese terreno, como no puedes dejarle la universidad al enemigo y perderte, sino que tienes que pelearle una grieta ahí dentro, lo mismo no puedes dejarle la espiritualidad al negocio new age.
Por eso yo les digo a quienes están en esa disyuntiva que hay que hacer new age a lo pobre, con eso les cortas su negocio; le estás peleando el derecho a esos conocimientos y a esas prácticas, y no le estás regalando eso para que se lo apropien.
En toda ciudad se puede hacer, y hay memoria de esa geometría sagrada. Hallbwachs le llama la memoria de los geómetras, de quienes inscribieron en el espacio aquello de humano que tiene relación con los dioses o las deidades, y yo creo que está a la mano y siempre en disputa con lo new age. Siempre en disputa. Hay como un proceso de expropiación. Expropiación de tierras, expropiación de iniciativas políticas, y por último expropiación de espiritualidad.
Yo defiendo las formas mezcladas, las formas impuras, las formas contaminadas, porque cualquier cosa que consideres pura está contaminada, es que no la ves, porque estás viendo o imaginando o deseando lo puro. Yo en cambio defiendo lo impuro, lo mezclado, lo beligerante.