Revisiones y Recensiones
“Niños, Niñas y Jóvenes Constructores-as de Paz”, una propuesta para fortalecer subjetividades políticas y generar procesos de construcción de Paz
Propuesta educativa para la construcción de Paz: Niños, Niñas y Jóvenes Constructores de Paz”
Los contextos de vulnerabilidad y en particular los que se configuran en el marco del conflicto armado, han llevado a que las prácticas sociales y educativas retomen lentes deficitarios en los que niños, niñas y jóvenes son percibidos como víctimas o como victimarios. Esta propuesta busca desde apuestas transdisciplinares escuchar a las niñas, los niños y jóvenes desde sus propias voces e identificar en estas las potencias que aportan a los procesos de construcción de paz en aquellos contextos en los que las violencias han logrado constituirse en narrativas hegemónicas y silenciar otro tipo de sonoridades, como preparación para la paz en el marco del posconflicto colombiano desde los actores, los procesos y los escenarios educativos y sociales.
Desde5 el comienzo de las investigaciones para la paz (Grasa, 2010) el énfasis de las miradas se concentró en revisar las prácticas de violencia, en particular la guerra, y su terminación como condicionamiento para alcanzar -al final del camino- la pretendida paz. En un segundo momento, los estudios promovidos por el Noruego J. Galtung, partiendo de la definición de violencia como todo proceso en el cual “los seres humanos están influidos de tal forma que sus realizaciones afectivas, somáticas y mentales, están por debajo de sus realizaciones potenciales” (Galtung, 1985, p. 30). Galtung propone un contrarrelato a las violencias, de tal manera que su terminación se pueda entender como formas de paz. Complementa esta mirada con la necesidad de establecer condiciones estructurales para que las personas mejoren su calidad de vida, a lo que se denomina paz positiva. Finalmente, ante la violencia simbólica anclada en las bases socioculturales, el correlato es el de una cultura de paz que permee todos los escenarios de la vida cotidiana. Esta perspectiva, según Muñoz, deja nuevamente la paz como un lugar de llegada, y aun sin proponérselo, como una paz perfecta, inalcanzable e imposible de vivirse, la denominada paz total (Muñoz, 2001).
Recientemente, y a partir de investigaciones transdisciplinares, se ha demostrado que, contrario a lo expuesto por la lógica kantiana, son las expresiones de solidaridad, cooperación, vínculo y comunidad, las formas que se encuentran en la base de los procesos sociales y que han hecho posible la existencia de la especie humana. Estas expresiones se trabajan desde la perspectiva de la paz imperfecta como ejercicio analítico, que permite el reconocimiento de formas de mediación emergentes y permanentes, en las que la expansión de la Vida se logra como ejercicio del habitar colectivo en los territorios, en los que estas prácticas recrean formas en las que es posible el estar con otros y favorecer el “florecimiento de la vida” en medio de otras que, en co-existencia, pueden dirigirse a prácticas que permiten ampliar los mundos posibles.
Aún sin desconocer los diversos ejercicios de la violencia, los estudios sobre la paz como práctica cotidiana e imperfecta trabajan en una perspectiva que se ha denominado el “giro epistémico”, al concentrar los esfuerzos en estudiar la paz desde sus diversas formas de emergencia, y no solo desde las violencias como su contraparte. Así la gran tarea éticopolítica de investigadores e investigadoras para la paz es poner en evidencia y relevancia todas aquellas expresiones de paz que han permitido la re-existencia de las comunidades desde sus propias potencialidades para Vivir y lograr procesos en los que re-inventan sus propias formas de existir en medio de las múltiples conflictividades en las que habitan, sin concentrarse en las formas de violencia que las opacan e incluso las niegan.
Esta perspectiva permite reconocer en la violencia, en cuanto imperfecta, y las vetas de emergencia de las múltiples formas de paz -también imperfecta- que existe en las prácticas sociales en la configuración de las comunidades. Esta es la tarea de “Niños, Niñas y Jóvenes Constructores-as de Paz”.
El programa Nacional “Niños, Niñas y Jóvenes Constructores de Paz” del Cinde y la Universidad de Manizales, en las que se enmarcan estas apuestas epistemológicas, conceptuales y metodológicas; pretende desarrollar de forma simultánea y articulada, el despliegue teórico-práctico de las formas transversales de participación y desarrollo humano en torno al fortalecimiento de los Potenciales Humanos, desde el trabajo con estudiantes líderes, docentes de las instituciones educativas y agentes comunitarios; que permitan generar procesos de apropiación metodológica desde la democracia, la construcción de paz y la reconciliación como una apuesta para el país.
Propuesta educativa para la construcción de paz: “Niños, Niñas y Jóvenes Constructores de Paz”
En términos generales, la propuesta está orientada al fortalecimiento de los procesos de socialización, subjetividad política en un ejercicio de reconocimiento de las propias voces y acciones de niños, niños y jóvenes, sí como la de los docentes, como una estrategia de incidencia en la elevación de los niveles de participación y construcción de paz para el país.
Ante un contexto de creciente pobreza y violencia en el que los niños, niñas y jóvenes aparecían como su principal rostro, se gestaron entre la década de 1960 y 1990, en todo el continente, procesos de movilización política y social que buscaron transformar la situación de la niñez y la juventud, pero que fallaron en sus intentos porque seguían siendo propuestas pensadas desde las visiones y necesidades del mundo adultocéntrico, encarnando visiones asimétricas, excluyentes y dogmáticas de la realidad de los niños, niñas y jóvenes.
En estos intentos, las políticas públicas se enfocaron a la prevención de la violencia y la construcción de la paz fomentando la creación de programas y proyectos educativos para la formación de la democracia, la convivencia y la paz. Sin embargo, pese a los esfuerzos, los niños, niñas y jóvenes siguen siendo asumidos como objetos y no como sujetos, siguen siendo materia prima para fabricar los obreros del futuro, los soldados de la patria, los padres y las madres, ellos con sus necesidades, potencias y visiones siguen estando ausentes en los procesos de participación y construcción de mundo.
Dichas propuestas terminaron incrementando los bajos niveles de participación y expresión de la ciudadanía de los niños, niñas y jóvenes, contribuyeron también a institucionalizar nuevas y viejas expresiones de violencia social y política, creando un ambiente de más desconfianza y distancia y silencio en las relaciones intergeneracionales en las cuales la voz de estos sujetos terminó por completo acallada.
Es precisamente esta cadena de acontecimientos continentales, la que movilizó en el año 1998 la praxis de un grupo de investigadores y agentes comunitarios de la Fundación Cinde, quienes comprometidos con el desarrollo integral de la niñez y la juventud se dieron a la tarea de asumir una posición política que otorga reconocimiento y legitimidad a la palabra de los niños, niñas y jóvenes a partir de la construcción y movilización de un proceso de formación y fortalecimiento del potencial humano y la reconstrucción de la confianza básica; es decir, un proceso de formación para la construcción de paz, desde la formación de la subjetividad política de los niños, niñas y jóvenes que permita hacer visibles y audibles aquellas situaciones de la realidad que usualmente se han mantenido ocultas bajo los mantos de la naturalización para poder renombrarlas y resignificarlas desde otras orillas de la existencia común.
Con el fin de hacer viable y potenciar la intencionalidad del proyecto, Cinde ha invitado a instituciones como Unicef, Save the Children, Plan Internacional, Programa por la paz de la Compañía de Jesús, Children of the Andes, Fundación Mi Sangre, Visión Mundial en Honduras y Colombia, para hacer parte de esta propuesta, logrando constituir alianzas estratégicas que han marcado un camino exitoso en la gestión de recursos y en la socialización de la experiencia en diferentes lugares del país y del continente.
Para darle forma a la propuesta de formación de subjetividades políticas en contextos de exclusión violencia y pobreza, en su primera fase, el equipo dinamizador realizó un estudio nacional en el que participaron 5.430 niños y niñas de varias regiones del país, desde el cual se logró desarrollar un perfil de actitudes frente a la violencia que permitió comprender la dimensión del problema. A partir de este diagnóstico inicial se llevaron a cabo en 12 escuelas públicas de varias regiones, talleres que desde la estética y la lúdica permitieron el análisis de la violencia y de sus expresiones en el contexto local y nacional, desde los cuales se identificaron con los niños y niñas posibles causas, así como factores potenciales de paz en las instituciones educativas. Este proceso se trabaja posteriormente con jóvenes, siguiendo la misma lógica en su diseño y desarrollo.
Más adelante el equipo buscó profundizar en la comprensión de la relación políticaviolencia, y para ello realizó con los niños, niñas y jóvenes talleres de análisis de las concepciones políticas que sustentan sus maneras particulares de vinculación con la violencia, y que fueron punto de partida del estudio hermenéutico. Después de la etapa de acercamiento a la realidad, el equipo se adentró en el diseño colectivo de las propuestas educativas de Construcción de paz, las cuales recogían la mirada de los niños, niñas y jóvenes y sus expectativas de futuro.
Desde 1998 se ha venido trabajando de la mano de estas instituciones y organizaciones locales, nacionales e internacionales, permitiendo que la propuesta “Niños, Niñas y Jóvenes Constructores de Paz”, impacte aproximadamente a 39.000 niños-as y jóvenes de 12 departamentos de Colombia y 5 países en América Latina y el Caribe (Uruguay, Honduras, Nicaragua, Brasil y ahora la República Dominicana).
Esta propuesta centra su visión sobre la Paz, como un proceso de construcción; en la que los sujetos (niños-as y jóvenes) juegan un rol activo en las apuestas discursiva y de actuación, en favor de la construcción de más y mejores formas de vida colectiva. Por lo tanto, la apuesta que se hace en este programa es la de potenciar en los sujetos su posibilidad de actuar políticamente y en este sentido lograr la construcción de la “Paz”.
Este proyecto parte del supuesto de que niños y niñas podrán contribuir en la construcción de procesos de convivencia pacífica en aquellos escenarios en los que habitan, sólo si:
Tienen un autoconcepto sano, buena autoestima, desarrollan la capacidad de pedir, dar y recibir afecto y de reconocer a los demás en su diferencia, y desarrollan por tanto la capacidad de equidad (potencial afectivo);
Desarrollan una manera creativa de analizar las situaciones que causan conflicto y de encontrar caminos de resolución de los conflictos de una manera dialógica y pacífica (potencial creativo);
Fortalecen maneras nuevas de valorar y construir acuerdos desde la justicia basada en la equidad, el respeto basado en el reconocimiento y la responsabilidad basada en la solidaridad (potencial éticomoral);
Desarrollan maneras nuevas de empoderamiento para participar en procesos democráticos, en los que su condición de ciudadanía plena sea reconocida y por ende su palabra y acción sean efectivas y eficaces (potencial político).
Bajo esta premisa, esta propuesta pretende aportar al fortalecimiento de tres campos generales: 1) el desarrollo social y comunitario centrado en la voz y la acción de niños, niñas y jóvenes; 2) el fortalecimiento de capacidades institucionales y locales, que favorezcan la sostenibilidad de esta propuesta; y 3) la comprensión de la acción y la formación desde procesos de investigación cualitativa y cuantitativa que permitan entender la incidencia de la puesta en marcha de programas como este, en el mejoramiento de la calidad de vida de los niños, las niñas y los-as jóvenes latinoamericanos.
Potenciales para el desarrollo humano
La propuesta plantea pedagógicamente el fortalecimiento de cinco ejes del desarrollo humano, que permite configurar al sujeto desde la dimensión política para la transformación de imaginarios, valores y actitudes a favor de una construcción de paz.
Eje Afectivo: el desarrollo del potencial afectivo implica un ejercicio de autoreconocimiento que obliga la toma de conciencia de sí desde el reconocimiento de la autobiografía, de las mediaciones y de los sueños de cada sujeto y a partir de los cuales se constituye el autoconcepto. Por otro lado la valoración de sí, implica el reconocerme, el valorarme y el amarme; constituyendo de esta forma la autoestima. Autoconcepto y autoestima son entonces dos elementos fundamentales en la constitución de la subjetividad. La dimensión afectiva, implica no sólo el reconocimiento de sí mismo sino, además del otro. Este reconocimiento implica la toma de conciencia del otro como igual desde su condición como ser colectivo y desde el cual es posible la construcción de la identidad. Por otro lado, el reconocimiento del otro implica su valoración, entendiéndolo como un sujeto igual pero distinto de mí, y desde esta posibilidad poder valorarlo y amarlo y finalmente construir la pluralidad.
Eje Comunicativo: el fortalecimiento del potencial comunicativo implica generar procesos de apertura en el que la identidad, en las que la subjetividad se explicita, se expone, se sale de sí, para encontrarse con otras identidades, otros yo-es, otras subjetividades. En este ejercicio el intercambio simbólico, no es simplemente de información; por lo tanto, son los sentidos y los significados los que se ponen en juego en un intercambio permanente con los otros. El acto comunicativo por lo tanto, entendido como intercambio simbólico implica el compartir la biografía, las experiencias, las mediaciones y las utopías de unos y otros. En este ejercicio, el intercambio simbólico, no se hace transparente, y es necesario interpretar el sentido oculto en los textos sociales y de esta forma construir códigos compartidos que nos permitan dicho intercambio simbólico.
El lenguaje como constructor de realidad permite la anticipación de los sueños y las utopías, el reconocimiento de las representaciones, de los imaginarios y de las realidades. La mediación del lenguaje permite la construcción del sentido compartido y la posibilidad de construir proyectos de creación de mundos posibles (proyectos políticos).
Eje Ético-Moral: plantear el desarrollo potencial ético moral, implica pensar al ser humano desde la intersubjetividad como la posibilidad de construir mundos compartidos, en ese sentido la dimensión ético moral permite entender las regulaciones propias de esos mundos compartidos, esta regulación se ejerce desde marcos que permiten construir mundos axiológicos desde los cuales se valora moralmente la relación con los otros; por otro lado la intersubjetividad, implica un compromiso ético que reconoce el contexto social y cultural de los sujetos.
Por otro lado el potencial ético moral permite el reconocimiento de los sentimientos morales propuestos por Strawson: recuperar la capacidad de sentir culpa cuando hacemos daño y saber reparar el daño causado; la capacidad de resentirnos cuando nos sentimos maltratados y saber perdonar para restablecer el tejido social; y la capacidad de indignarnos cuando vemos que alguien le hace daño a otro y saber solidarizarnos con quien es la víctima en esa condición. Esto pasa necesariamente por la ampliación del círculo ético.
Una tarea inaplazable de la sociedad civil, es lograr trascender el ejercicio de la moral puesto en manos de la religión en el mundo privado y la intimidad; y de la ética puesta en manos de la política y en lo público, y permear la vida privada y la regulación intersubjetiva; logrando una mediación que permita el encuentro con el otro en un ejercicio democrático tanto en las maneras de ordenar la sociedad para la vida en común, como en el estilo de vida que cada uno asume en sus escenarios privados.
Eje Creativo para la Transformación Positiva de Conflictos: el fortalecimiento del potencial creativo para la transformación de conflictos pasa por el reconocimiento de este como una condición inherente al ser humano, dadas las diferencias que se derivan de la subjetividad que nos diferencia y de las múltiples identidades que se juegan en las culturas y las sociedades. Por lo tanto para hacer frente al conflicto es necesario el reconocimiento de la identidad y de la subjetividad del otro. Sólo desde allí se logra el reconocimiento real del respeto y la dignidad del otro, como igual y como diferente. Es muy importante en la tramitación del conflicto el uso de la argumentación del desacuerdo, cuando ella es posible, sabiendo que está más allá de la razón pasa por la emoción y el sentimiento. Cuando se acaba la palabra, es muy importante crear formas de resistencia, que se anclen más en el terreno de lo simbólico, que de la violencia. Cuando aún esto es imposible, no nos queda otro camino que asumir la violencia, como lo menos deseable en el ser humano, ya que se basa en la negación y aniquilación del otro.
Eje Político: el fortalecimiento del potencial político, implica el desarrollo de la capacidad para la participación política, entendida como aquellas acciones que afectan las maneras en que las personas se relacionan entre sí cuestionando y transformando los ejercicios de poder que se da entre ellas. Estas acciones favorecen la vindicación de los derechos individuales y colectivos para asegurar las condiciones de vida digna y del bienestar colectivo; estas acciones parten de uno mismo y se ejercen con los otros en procesos de configuración de la subjetividad política; hacerse sujeto político implica identificar formas de ser, vivir, relacionarse, de entender el mundo, con la conciencia de crear mejores condiciones de vida; la subjetividad política es la capacidad de pensar por sí mismo sin desconocer al otro, proponiendo y transformando conscientemente las relaciones y el mundo social. Pero dichas acciones deben estar sustentadas bajo argumentos propuestos desde la conciencia política para crear y expresar discursos y acciones responsablemente, asumiendo las consecuencias de las decisiones y transformando los sistemas de valor y las prácticas sociales, que afectan el bienestar individual y colectivo.
La construcción de subjetividad política se ve enfrentada fundamentalmente a dos obstáculos, por una parte a la precariedad de la política, que ha ido generando alta frustración, desconfianza social e impotencia política para la transformación y el mejoramiento de las condiciones de vida; y por otra, la banalización de la política, con el repliegamiento del sujeto político, sacándola de los espacios públicos y reduciéndola a la vida privada.
Apuntarle a la configuración de sujetos políticos implica la reconfiguración de sentidos y prácticas en torno a la equidad y la justicia social; la puesta en marcha de normas de reciprocidad que superen la discriminación y la desigualdad; y la construcción de redes de acción social y política, desde las cuales sean posibles la construcción de procesos que aproximen los sentidos y las prácticas a un orden social democrático y a estilos de vida democráticos. Esto implica el reconocimiento a la pluralidad, en el marco de una dialéctica entre igualdad identitaria (nosotros) y distinción (subjetividad), que permita la restitución de la confianza social. El fortalecimiento de la subjetividad política implica entonces la potenciación y ampliación de las tramas que la definen: la autonomía del sujeto, su reflexibilidad, la conciencia histórica de su individualidad y de su ser social, la articulación de la acción con el discurso, la negociación de nuevos órdenes en las maneras de compartir el poder, el reconocimiento al espacio público y el juego de pluralidades en las que nos reconocemos como iguales en cuanto humanos, en cuanto hombres o mujeres que compartimos múltiples condiciones identitarias, pero al mismo tiempo, nos reconocemos como diferentes en cuanto nuestra apropiación biográfica de los sentidos compartidos en particular.
¿Qué potencia Niños, Niñas y Jóvenes Constructores de Paz?
Esta propuesta con 19 años de experiencia y desde trabajos de investigación que reconocen las voces de los niños, las niñas y los jóvenes, ha dado cuenta que Niños, Niñas y Jóvenes Constructores de Paz, ha logrado consolidarse como una experiencia de paz en medio de las conflictividades existentes en sus territorios; ha permitido el reconocimiento de las formas del sujeto, que se consolida como un actor capaz de expandir la experiencia de la Vida en su territorio, desde prácticas y mediaciones que favorecen la transformación de imaginarios sociales que reproducen prácticas de ocultamiento de las formas pacifistas de relación en las comunidades y que se entienden en esta perspectiva como formas fundamentales de mantenimiento de la vida colectiva.
Loaiza (2016)6, reconoce seis aspectos fundamentales en los que la paz se expande desde esta experiencia de construcción de paz:
Amistad como un escenario en el que la paz se reconoce, se vive y además es condición de posibilidad de generación de acción política en los territorios:
“La amistad con los otros se reconoce en: la convivencia, el placer, la utilidad y la bondad. La amistad lograda en la convivencia permite a los seres humanos ser amigo de otros, la amistad por placer y utilidad permite la construcción de amistades contingentes y efímeras, mientras que la amistad por bondad nos permitirá hablar de una “amistad política” en tanto deseo de vida-buena sobre el otro que garantiza su permanencia y por lo tanto la idea de una comunidad política. La amistad bondadosa se rige por su carácter de reciprocidad necesario en la comunidad política de permanencia” (Loaiza, 2016).
Pluralidad:
“Como posibilidades para la construcción de procesos que aproximan los sentidos y las prácticas a un orden social democrático y a estilos de vida democráticos. Esto implica el reconocimiento en el marco de una dialéctica entre igualdad identitaria y distinción, que permita la restitución de la confianza social” (Loaiza, 2016).
Justicia:
“La justicia valida dos de sus expresiones como posibilidades para alcanzar la felicidad; por un lado el principio del agonismo, como condición propia del universo en tanto todo se crea y recrea en un constante movimiento entre las fuerzas, sin que con ello se pretenda la prevalencia absoluta de una sobre la otra. La segunda forma de la justicia para alcanzar la felicidad es el reconocimiento de la igualdad; siguiendo la idea anterior, en la que se reconoce la contradicción como generadora de movimiento, es necesario entonces validar la propuesta de la igualdad en la diferencia. De esta manera lo distinto no aparece como contradicción, sino como complemento obligado” (Loaiza, 2016).
Erótica: es en el amor, la pasión en la que el deseo de moverse, de accionar políticamente se manifiesta como un camino de reexistencia en el que la vida florece y se potencia
“La búsqueda que entraña el erotismo es una respuesta que expresa la necesidad profunda de comunicarse con la vida no aislada, no separada. Esto implica un desgarramiento violento de su ser, de sus propios límites enraizados en su individualidad, ponerse fuera de sí en la aventura de amar a otro. Es por eso que el erotismo es la exigencia de la muerte del individuo en la disolución de su ser discontinuo, es necesario que perezca en la experiencia amorosa, para acceder a un sentimiento en la fusión con el otro, participando por breves instantes del todo de la vida” (Pérez, 2015, pp. 130-131).
Poética:
“La poética no es simple mímesis que representa una realidad, es la condición de posibilidad de ampliar, expandir el mundo representado, utopizar esa realidad, expandiendo el mundo, hacen de la poética una experiencia que configura al sujeto en tanto sus categorías, pero al mismo tiempo desde la posibilidad perceptiva del mundo, una ‘experiencia viva no una imitación’ (Pineda, 2014, p. 76). La poética actúa como experiencia creadora que da lugar al nacimiento del mundo vivido, a la potencia del sujeto en el mundo, un sujeto desatado a la creación y no solo a la reproducción del mundo que desea, siente e imagina vivir” (Loaiza, 2016).
Política:
“La idea de una paz política emerge como posibilidad para entrar en relación con el mundo y fundar nuevas posibilidades de este. Esta experiencia de la paz política está mediada fundamentalmente por la palabra, la razón, la utilidad al proyectar aquello para lo que se hace y fundamentalmente acontece en el mundo de la polis, de lo público.”