Tema Libre
Recepción: 30 Octubre 2023
Aprobación: 08 Febrero 2024
DOI: https://doi.org/10.7440/colombiaint119.2024.03
RESUMEN
Objetivo/contexto: En este estudio pretendemos evaluar la pertinencia de la categoría de populismo al caracterizar a un partido de la “nueva derecha” como el Partido Republicano de Chile.
Metodología: Se realizó un análisis de discurso de un corpus de textos representativos del ideario de los republicanos, considerando cuatro dimensiones analíticas: los esquemas de descripción ideológica, los léxicos de identificación colectiva, los enunciados populistas y el estilo discursivo populista como se concreta en el ethos retórico del enunciador.
Conclusiones: Pese a que se ha tipificado al Partido Republicano como de derecha radical populista, ni los esquemas ideológicos, ni el vocabulario, ni los enunciados ni el estilo discursivo evidencian un marcado populismo. Podría concluirse que otros marcos ideológicos caracterizan mejor el discurso de este partido: concretamente, motivos conservadores, autoritarios, neoliberales y neopatrióticos, enmarcados con el significante de cierto republicanismo.
Originalidad: La investigación permite una interpretación divergente de los partidos de la nueva derecha, habitualmente caracterizados como de derecha radical populista.
PALABRAS CLAVE: Análisis de discurso, Chile, derecha radical populista, partidos de derecha, populismo.
ABSTRACT
Objective/context: This study aims to evaluate the relevance of the category of populism when characterizing a party of the “new right,” such as the Republican Party of Chile.
Methodology: A discourse analysis of a corpus of texts representative of the ideology of the Republicans was carried out, considering four analytical dimensions: ideological description schemes, collective identification terms, populist statements, and the populist discursive style as embodied in the rhetorical ethos of the enunciator.
Conclusions: Even though the Republican Party has been typified as radical, right-wing, and populist, neither the ideological schemes, the vocabulary, the utterances, nor the discursive style evidence a marked populism. In sum, other ideological frameworks better characterize the discourse of this party-in particular, conservative, authoritarian, neo-liberal, and neo-patriotic motives, framed with the signifier of a certain republicanism.
Originality: The research allows a divergent interpretation of the parties of the new right, usually characterized as radical populist right.
KEYWORDS: Chile, discourse analysis, populism, populist radical right, right-wing parties.
RESUMO
Objetivo/contexto: Neste estudo, pretendemos avaliar a relevância da categoria de populismo na caracterização de um partido da “nova direita”, como o Partido Republicano do Chile.
Metodologia: Foi realizada uma análise de discurso de um corpus de textos representativos da ideologia dos republicanos, considerando quatro dimensões analíticas: os esquemas de descrição ideológica, os léxicos de identificação coletiva, os enunciados populistas e o estilo discursivo populista, conforme incorporado no ethos retórico do enunciador.
Conclusões: Apesar do fato de o Partido Republicano ter sido tipificado como de direita radical populista, nem as estruturas ideológicas, nem o vocabulário, nem os enunciados, nem o estilo discursivo mostram evidências de um populismo marcante. Poderíamos concluir que outras enquadramentos ideológicos caracterizam melhor o discurso desse partido: a saber, motivos conservadores, autoritários, neoliberais e neopatrióticos, emoldurados com o significante de um certo republicanismo.
Originalidade: Esta pesquisa permite uma interpretação divergente dos partidos da nova direita, geralmente caracterizados como de direita radical populista.
PALAVRAS-CHAVE: Análise do discurso, Chile, direita populista radical, partidos de direita, populismo.
Introducción
Bajo el supuesto de que este sería el siglo del populismo, Rosanvallon sostiene que el populismo “revoluciona la política del siglo XXI” (2020, 13) . No obstante, se ha criticado el concepto de populismo por considerarlo una estrategia retórica antes que una ideología (Traverso 2021) o por la inflación semántica del término (Pelfini 2012). A este puzle histórico-semántico, se suman las divergencias en la interpretación del fenómeno populista como una lógica discursiva inherente a la construcción de un sujeto democrático (Laclau 2005), una estrategia política (Weyland 2001), una ideología débil (Mudde y Rovira-Kaltwasser 2017), un estilo de escenificación en el espacio público-político (Moffitt 2016) o una expresión de lo bajo (Ostiguy 2017). Se puede argumentar que el investigador se encuentra en una especie de marisma conceptual (Weyland 2001): no hay un enfoque unívoco para analizar el concepto y este parece haberse extendido a fenómenos como la denominada derecha radical populista (Mudde 2019). Con todo, el populismo sigue siendo un concepto adecuado y legítimo para explicar ciertas realidades político-sociales.
Con la categoría de derecha radical populista, se ha intentado concebir lo específico de algunas manifestaciones de la nueva derecha contemporánea. Como señalaron Mouffe y Turner (1981), esta nueva derecha impugna la utopía de la igualdad y adopta la categoría gramsciana de hegemonía en su discurso y estrategia política. Por otra parte, el fenómeno parece responder a una oleada distinta de las nuevas derechas europeas surgidas tras la Segunda Guerra Mundial: la neofascista, la contraria al Estado de bienestar y la opuesta a la globalización (Von Beyme 2019). En ese sentido, cabe distinguir la “vieja extrema derecha” y una “nueva extrema derecha”, según el grado de vinculación con el fascismo histórico (Ignazi 1992), aunque algunos autores designan a la nueva derecha como un posfascismo para tiempos democráticos (Finchelstein 2018; Traverso 2021).
En la investigación, se han ido delineando dos características esenciales de la nueva derecha actual: su radicalidad y la presencia de un discurso populista. Siguiendo a Betz (1994), Cas Mudde propone diferenciar el concepto de extrema derecha y el de derecha radical (2019). Si bien se reconoce una misma raíz ideológica entre ambas, pues son antisistema y pertenecen a una misma familia (ultraderecha), las diferencias resultan ostensibles: la extrema derecha rechaza los principios de la soberanía popular y de la democracia en general, y estaría dispuesta a utilizar la violencia física; la derecha radical, en cambio, no valida la violencia y acepta las reglas del juego democrático, pero se opone a algunos elementos de la democracia liberal, como los derechos de las minorías y la separación de los poderes del Estado (Antón-Mellón y Seijo 2023).
Generalmente, se le atribuye a esta nueva derecha radical un discurso nativista, autoritario y populista (Bonikowski 2017; Mudde 2017 y 2019; Rydgren 2007). El nativismo consiste en una combinación de nacionalismo y xenofobia, que tiene por objeto defender un Estado monocultural (Eatwell y Goodwin 2019). El autoritarismo apelaría al respeto al orden social y a las jerarquías. Por último, el populismo suele analizarse desde un enfoque ideacional, esto es, como una ideología delgada que separa a la sociedad en dos grupos (un pueblo puro y una élite corrupta) y entiende la política como la representación de la voluntad popular (Mudde y Rovira-Kaltwasser 2017). Si bien, para Mudde, el populismo no es siempre un rasgo manifiesto de la derecha radical, en muchos casos se observaría su presencia, aunque bajo la sombra del nativismo o el autoritarismo, dependiendo del país o la región en particular (Mudde y Rovira-Kaltwasser 2017).
Desde una perspectiva retórica, cabría pensar que, en lugar de un ideario coherente del populismo, existiría un discurso populista basal referente a la autoridad legítima y la toma de decisiones (que privilegia al pueblo frente al establishment); pero ese núcleo retórico se vería modulado por valores económicos de izquierda o derecha, valores sociales conservadores y liberales, así como por diferencias socioeconómicas y distinciones culturales, de manera que, en vez de una identificación de la extrema derecha con el populismo, se encontrarían variedades de populismo a través de todo el espacio político: progresista, de izquierda nativista, libertario o de derecha autoritaria (Norris 2020). En todo caso, resulta patente el riesgo de cosificar el populismo como un núcleo ideológico o discursivo esencial dado por alguna definición mínima e, incluso, de identificarlo abstractamente con una lógica genérica de lo político, en desmedro de sus articulaciones estratégicas y prácticas políticas en contextos concretos y procesos históricos específicos (De Cleen y Glynos 2021). Por otra parte, la invocación indefinida del concepto de populismo y su aplicación como etiqueta indiscriminada o relato global pueden favorecer la confusión con otros discursos ideológicos que incluyan aspectos populistas -las ideologías anfitrionas- y, así, obliterar posicionamientos político-ideológicos decisivos; por ejemplo, haciendo pasar el nativismo o el autoritarismo por populismo (Art 2022; Hunger y Paxton 2022).
En Chile, donde ha habido cierta tradición de movimientos y partidos de ultraderecha -patrióticos, nacionalsocialistas, nacionalsindicalistas, nacionalanticomunistas, socialpatrióticos e identitarios- (Aranda 2022), el actual Partido Republicano se autocalifica precisamente como “nueva derecha”. El apelativo se explicaría, fundamentalmente, por reconocerse como una derecha “sin complejos” que vendría a impugnar un discurso hegemónico (de izquierda), frente al cual los partidos de derecha “convencionales”, como Renovación Nacional (fundado en 1987), la Unión Demócrata Independiente (UDI) (en 1988) y Evópoli (en 2012), habrían traicionado los principios. En este sentido, su líder y creador, José Antonio Kast, exmilitante y parlamentario de la UDI (durante cuatro periodos), vio un espacio político para la conformación de un partido que representara auténticamente -a su entender- los valores de derecha, los cuales se resumirían básicamente en un “sentido y profundo amor por Chile”.
De manera sintomática, en los análisis del Partido Republicano se ha insistido en que el populismo constituye un rasgo ideológico definitorio, aunque sin desconocer la marcada presencia de un discurso autoritario y nativista (Campos Campos 2021; Rovira y Zanotti 2023), que aún no habría proliferado en América Latina, a excepción de Chile y Brasil (Zanotti y Roberts 2021). Ese énfasis se explica, sobre todo, porque el populismo es analizado casi exclusivamente desde el enfoque ideacional; pero, si se opta por un análisis dialógico (Mazzoleni y De la Torre 2023) que combine distintos enfoques como, por ejemplo, el ideacional (Mudde y Rovira-Kaltwasser 2017), el discursivo ideológico (Laclau 2005) y el sociocultural (Ostiguy 2017), el rasgo populista tiende a difuminarse o pierde consistencia.
En la investigación reciente, se han remarcado otros rasgos ideológicos de los republicanos: su posición conservadora ortodoxa (Durán y Rojas 2021); la reacción conservadora opuesta a la democracia liberal, las disidencias de género y la inmigración (Caro y Quitral 2023); el apego al legado de la dictadura, el tradicionalismo confesional, la defensa del libre mercado, el nacionalismo conservador y el rechazo al reconocimiento de la diversidad social (Aranda 2022); el nacionalismo cultural, la incorporación del cristianismo y el discurso securitario (Gartenlaub 2023); el discurso identitario (Mascareño y Ossa 2023), así como el neoliberalismo (Díaz, Rovira y Zanotti 2023). Como sea, se corre cierto riesgo al ir agregando elementos ideológicos a la triada que supuestamente caracteriza a los partidos de derecha radical, sin cuestionar el peligro de caer en una elasticidad conceptual desmedida, que podría reducir la precisión teórica y omitir el contexto histórico. En ese sentido, si el Partido Republicano chileno surgió como una respuesta a la moderación programática en que incurrieron los partidos de derecha convencional (Madariaga y Rovira 2019; Rovira Kaltwasser 2019 y 2020), el acento en las políticas neoliberales, las alusiones al cristianismo, el conservadurismo, así como el discurso patriótico, securitario o identitario, parecen más bien una continuación dogmática del proyecto que ha sostenido siempre la derecha “convencional” chilena desde la dictadura (con algunos visos de apertura, según el partido político). Así, esta nueva derecha no sería tan nueva como se propone, más allá de sus diatribas retóricas y de cierto autoconvencimiento académico que sitúa a las derechas convencionales dentro del espectro de la “centroderecha” (Alenda, Le Foulon y Suárez-Cao 2020).
Dados los riesgos de difusión categorial en la conceptualización de la nueva derecha y ante las dudas sobre la aplicabilidad del concepto de derecha radical populista, este estudio se propone evaluar, específicamente, la pertinencia de la categoría de populismo al caracterizar a un partido reciente de la nueva derecha como el Partido Republicano. Para el caso chileno, el asunto es particularmente problemático si se considera que se ha propugnado una suerte de excepcionalidad del populismo (Cortés y Pelfini 2017), debido a la existencia de corsés institucionales y, sobre todo, por la fuerza de su sistema de partidos (Riveros 2018a), que inhibirían el desarrollo del fenómeno.
1. Método
Las vías metodológicas del análisis del discurso resultan particularmente pertinentes para el estudio del populismo. A partir de las contribuciones teóricas de Laclau y de la escuela de Essex, el populismo se ha investigado en el marco de la teoría del discurso, bajo el supuesto antiesencialista de que las identidades políticas consisten en construcciones sociales contingentes, dependientes de estructuras relacionales de significado, prácticas articulatorias de significantes, así como de la interpelación del sujeto y la oposición antagónica ante un grupo externo (Laclau 2005; Siomos y Stavrakakis 2019; Stavrakakis y De Cleen 2019). En el marco de la concepción ideacional del populismo como una ideología tenue que opone la voluntad general del pueblo a los intereses de las élites, también se ha recurrido al estudio del discurso populista mediante el análisis textual; concretamente, se ha intentado medir el nivel de populismo a través de la calificación global (holistic grading) de los discursos, con una rúbrica que contrasta la presencia de enunciados populistas y de enunciados pluralistas (Hawkins 2010; Hawkins y Rovira-Kaltwasser 2018).
Por otra parte, algunos de los principales referentes del análisis del discurso contemporáneo, tanto de la línea francesa como del análisis crítico del discurso, han realizado estudios relevantes sobre el discurso populista. En estos se ha identificado una construcción discursiva específica y una puesta en escena performativa que remarca la catástrofe y victimiza al pueblo, busca culpables del mal y chivos expiatorios, exalta ciertos valores (la tradición o la soberanía del pueblo, por ejemplo) y los encarna en algún líder carismático y providencial (Charaudeau 2009). Asimismo, en el caso del populismo de derecha, se han descrito estrategias discursivas típicas: cierta construcción retórica del temor mediante amenazas imaginarias; la búsqueda de chivos expiatorios (las élites o los foráneos) responsabilizados de todos los males y la apelación a la seguridad; la invocación de estereotipos identitarios y excluyentes; la provocación constante y la producción mediática de escándalos; la escenificación mediática del carisma y la cercanía; además, el antiintelectualismo y la apelación arrogante al sentido común (Wodak 2015).
En este estudio, se apuesta por el análisis del discurso como estrategia para reconocer diferentes formaciones discursivas en los textos e identificar, en los discursos y las prácticas simbólicas, formaciones imaginarias, posiciones de sujeto e interpelaciones ideológicas (Orlandi 2012). Asumimos que las estructuras del discurso reproducen los marcos ideológicos de la cognición social, los modelos mentales y representaciones sociales compartidas; así, enmarcan las prácticas, identidades, relaciones grupales y conflictos sociales (Van Dijk 2006).
a. Corpus
El análisis del discurso (al menos el que se hace cargo de las representaciones sociales, las formaciones imaginarias y las interpelaciones ideológicas) suele recurrir a corpus textuales de conveniencia constituidos por textos emblemáticos de alguna institución o actor social, en la medida en que expresan sintomáticamente ciertos sistemas de valor o posiciones de sujeto (Charaudeau 2000). En este análisis de discurso de los marcos ideológicos del Partido Republicano de Chile, se considera un corpus conformado por el siguiente repertorio de textos: el manifiesto fundacional que aparece en el libro Ruta republicana (Edwards 2021); el programa de José Antonio Kast para las elecciones del 2021, Atrévete Chile; y los contenidos albergados en la página web del Partido Republicano (https://partidorepublicanodechile.cl/). Para indagar la escenificación de los posicionamientos discursivos, se considerarán las imágenes asociadas al partido disponibles en el buscador Google. El repertorio textual abarca declaraciones de principios, enunciados programáticos de políticas públicas y posicionamientos partidarios en la contienda política.
b. Procedimientos de análisis
Este estudio contempla cuatro dimensiones de análisis discursivo:
1. Descriptores ideológicos. Toda ideología incorpora esquemas de representación grupal que despliegan descripciones de pertenencia (quiénes somos), de actividades (qué hacemos), de objetivos (por qué actuamos), de valores (cómo evaluamos), de posiciones y relaciones (quiénes son nuestros oponentes) y de recursos (qué necesitamos) (Van Dijk 2006, 96). Para cartografiar los marcos ideológicos del discurso de los republicanos, se caracterizarán los diferentes esquemas de identidad grupal contenidos en el corpus textual.
2. Léxicos de identificación colectiva. Para analizar las formas de categorizar la pertenencia grupal y los modos de interpelar a un nosotros político, se determinará la frecuencia de los principales términos de identificación colectiva: pueblo, nación, patria, Chile, Estado, país y república. Cada uno de estos puede tener connotaciones geográficas (país), agentivas (pueblo), institucionales (Estado), morales (patria), toponímicas (Chile), o bien, combinadamente, de pertenencia y agentivas (nación) o morales y políticas (república). El conteo de frecuencias de los términos de identificación colectiva se realizará sobre Ruta republicana y sobre el programa electoral de Kast. Adicionalmente, la serie de términos de identificación colectiva predominantes en los republicanos se comparará con la de otras formaciones políticas de la historia de Chile: los manifiestos, convenciones y declaraciones programáticas (o de principios) del Partido Conservador en 1878, el Partido Liberal (en 1881), el Partido Demócrata Cristiano (en 1960), el Partido Comunista (en 1962) y la UDI (en 1991), así como un discurso presidencial a la nación de Pinochet (en 1974)1. Estos documentos se encuentran digitalizados en el sitio web de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam), Memoria Chilena y en el sitio web de la Biblioteca del Congreso Nacional.
3. Temas populistas del discurso de los republicanos. Para una evaluación de conjunto del nivel de populismo presente en el corpus textual, se aplicará cualitativamente la rúbrica para el discurso populista construida por Hawkins (2010251-253) ,. Esta incorpora seis enunciados típicamente populistas vinculados con el maniqueísmo moral, la mitificación histórica, el mayoritarismo, el conspiracionismo, el radicalismo o la beligerancia, a los cuales se oponen afirmaciones de corte pluralista (marcadas por el pragmatismo, el realismo, el procedimentalismo, la civilidad, el reformismo y el legalismo). En la aplicación descriptiva de la rúbrica, se trata de establecer si los enunciados típicamente populistas (o los enunciados correlativos de orientación pluralista) están presentes o ausentes.
4. Rasgos de estilo discursivo populista. En las conceptualizaciones del populismo como estilo, se ha insistido en que el discurso populista se caracteriza por una escenificación política que apela a lo bajo y lo plebeyo, a la cercanía y la autenticidad, así como a la transgresión e impropiedad frente a lo políticamente correcto (Ostiguy 2017). El estilo político populista también se ha vinculado con apelaciones al pueblo y actitudes antiestablishment y de oposición a las élites, con la exhibición de modales inapropiados, de pintoresquismo e incorrección política y, por último, con la escenificación de alguna crisis urgente o amenaza crucial (Moffitt 2016). Para identificar estos rasgos estilísticos de corte populista, se recurrirá al análisis de los modos de autopresentación y escenificación discursiva de la imagen del enunciador -su ethos retórico- (Maingueneau 2010).
2. Resultados
a. Esquemas ideológicos de identificación grupal en el discurso del Partido Republicano
Tras la lectura y el análisis detallado del manifiesto político incluido en Ruta republicana, del programa presidencial de Kast y también de los principios declarados en la página web del partido, es posible reconocer una serie de descripciones de pertenencia que especifican quiénes son los republicanos. En primera instancia, los textos interpelan a las personas, a los cuerpos intermedios de la sociedad civil y a la clase media; también se invoca a los emprendedores. En el ámbito de la identificación política, se convoca a los partidarios de derechas de varios sectores (republicanos, nacionales, liberales, libertarios, conservadores y socialcristianos), así como se invita a nuevos jóvenes liderazgos.
En cuanto a las descripciones de los recursos que sostienen al Partido Republicano, se consideran necesarias las personas, las ideas y las instituciones; concretamente, se encuentra un soporte en la tradición, en la institucionalidad y en las Fuerzas Armadas y de seguridad. Muy en la línea de Jaime Guzmán, referente ideológico y fundador de la UDI, los principios se conciben como imprescindibles y fundamentales para el proyecto político del Partido Republicano. Así, en el discurso republicano se afirma la realidad objetiva de la verdad y el bien, se consagra la honestidad como virtud política y se reafirma la fe en Dios (aunque el partido se declara no confesional).
Entre las descripciones de la actividad y las metas del Partido Republicano, se reconocen referencias a actividades políticas de construcción de mayorías sociales y electorales, a la articulación de una nueva derecha, así como al afrontamiento de una batalla cultural e ideológica en curso. Las metas se pueden inferir de las propuestas programáticas del Partido Republicano: la reconstrucción de Chile, la reparación de la crisis y la renovación de las estructuras institucionales; la protección de la vida y de las libertades personales; la protección de la familia; la defensa estricta de la ley y el orden; la sanción severa y ejemplar del delito; la protección de la seguridad y la soberanía nacional; la promoción de instituciones de calidad y firmes; la contención de la inmigración; la garantía de la libertad de enseñanza; la apuesta por el emprendimiento; el impulso al crecimiento económico, a la economía social de mercado y al capitalismo popular; la flexibilización laboral; el fomento de una justicia social subsidiaria y la reducción focalizada de la pobreza; el progreso material sustentable y el desarrollo espiritual trascendente para el bien común; la recuperación de las tradiciones; la reivindicación del concepto de patria y la unidad nacional.
En el discurso del Partido Republicano, las declaraciones de principios y descripciones de valores son cruciales: se consagra la libertad personal y la propiedad privada (liberalismo); la familia y el sentido de trascendencia (conservadurismo); el orden institucional, el Estado de derecho, el imperio de la ley y el apego patriótico (republicanismo y patriotismo). En última instancia, resulta reconocible un andamiaje doctrinal tradicional y profundamente conservador, que identifica la justicia con el equilibrio, la concordia y la paz social bajo una supuesta ley natural.
Por la importancia de las declaraciones de principios y valores, las descripciones de posiciones antagónicas del Partido Republicano remiten a agencias relativamente abstractas: hay una oposición frontal a cierto “muñeco de paja” de la izquierda, que se asocia con las ideologías totalitarias, cierto “neomarxismo”, el deconstruccionismo, el “feminismo neomarxista”, la ideología de género, el populismo, la violencia y el terrorismo. También se declara la lucha contra la corrupción y se denuncia a las élites políticas, a las burocracias internacionales e, incluso, a los políticos de derecha que se pliegan débilmente a las demandas de la nueva izquierda.
Aunque sus descripciones de identidad no invocan al pueblo como actor moralmente puro y pese a que rechaza explícitamente el populismo, el discurso del Partido Republicano podría reproducir -no sin cierto énfasis conspirativo- la acusación populista contra las élites políticas y un alegato soberanista contra los organismos internacionales. Asimismo, a través del énfasis en el capitalismo popular y en el castigo ejemplar del delito, el discurso del Partido Republicano exhibiría indicios de lo que se ha designado como populismo de mercado (Frank 2000) y populismo penal (Pratt 2007), si es que se los puede calificar de populistas.
b. Léxicos de identificación colectiva en el discurso político del Partido Republicano
Al cuantificar la frecuencia de diferentes términos de identificación colectiva en Ruta republicana y en el programa presidencial de Kast, Atrévete Chile, se observa una escasa presencia del léxico popular y del significante político pueblo, que supuestamente suele invocarse en el discurso del populismo político (como se aprecia en la figura 1).
Ciertamente, algunas formas de populismo no parecen haber girado en torno al léxico de identificación colectiva provisto por el significante pueblo, en el sentido del pueblo subalterno (como fue tradicional en los populismos latinoamericanos), sino que se dirigen a la gente común (como el populismo estadounidense) o, incluso, apelan a una comunidad nativa orgánica y soberana de iguales (en el caso de supuestos populismos nativistas nórdicos) (Pappas 2019, 80-96). Como sostienen los enfoques ideacionales y discursivos, no toda invocación política del pueblo constituye necesariamente un caso de populismo, si no genera un quiebre antagónico y un posicionamiento contra las élites o el establishment. En efecto, no cualquier discurso antagónico o contrahegemónico tipifica como populista: si no apela al pueblo, puede tratarse solo de una variante de libertarismo radical y antiinstitucional que invoque a los individuos comunes frente al Estado, de alguna modalidad de comunitarismo reaccionario que interpele a los “nuestros” frente a las élites demoliberales, o bien de alguna forma de nativismo radical o nacionalismo excluyente que convoque a cierta comunidad étnica frente a los extranjeros. Sin cierto recurso al léxico de identificación popular (o alguna modulación de un vocabulario equivalente, como el de “la gente”), cuesta creer que pueda darse un populismo desde un punto de vista discursivo o ideacional; sobre todo si -como en el caso de los republicanos chilenos- concurren el léxico institucionalista estatal y el republicano, aunque predomine cierto nacionalismo banal (Billig 2014) expresado en los significantes de “lo chileno”.
Por más que el Partido Republicano, por ejemplo, mencione muy esporádicamente que su propuesta de sistema electoral contribuirá a “personalizar y despolitizar las elecciones de cada distrito, acercando a la gente a sus representantes” (Edwards 2021, 79; Kast 2021, 34), y sostenga que el cargo de gobernador “penderá de la voluntad de la gente” (Edwards 2021, 83; Kast 2021, 43), predomina en su discurso cierta apelación liberal al valor central de la persona humana: “Los Republicanos ponemos a la persona humana en el centro de la política” (Edwards 2021, 435). Por otra parte, tanto el cambio social como la defensa de la libertad se le encomiendan a la sociedad civil; así, la resistencia civil sustenta primordialmente la oposición al colectivismo y al deconstruccionismo, supuestamente promovidos por la ideología hegemónica neomarxista (Edwards 2021, 27). En última instancia, el concepto de pueblo, entendido por los republicanos como una “comunidad moral” de personas que comparten Estado y derecho, se asimila a la idea de república (Edwards 2021, 31).
Una de las más sintomáticas inscripciones de lo popular en el discurso del Partido Republicano aparece en el sintagma capitalismo popular, con el que se quiere significar una supuesta participación de todos los chilenos en la propiedad y el patrimonio (tanto en Ruta republicana como en el programa de Kast). En los textos programáticos que comprometen políticas públicas, prevalece la familiar denominación toponímica “Chile”, así como los gentilicios para referirse a lo “chileno”, seguida por el vocabulario institucional del “Estado” y lo “estatal”. El léxico nacionalista de la “nación” y lo “nacional” no destaca particularmente. Y, aunque hay una explícita apropiación partidaria del vocabulario de la “república” y de lo “republicano”, estos términos no se emplean con tanta frecuencia como los del léxico toponímico, institucional y nacional.
Si comparamos históricamente las frecuencias de los vocabularios de pertenencia con las de algunos partidos ideológicamente afines (el Conservador, el Liberal y la UDI), las de un partido socialcristiano, las de un partido antagonista como el Partido Comunista y las de la dictadura, se aprecian diferencias, como se ve en la figura 2.
Frente al énfasis en un vocabulario nacional-popular e institucional en el partido Demócrata Cristiano, al predominio del léxico popular en el Partido Comunista de los sesenta o al marcado léxico nacional de la dictadura, hay en el discurso del Partido Republicano cierto predominio del vocabulario nacional -sobre todo, la designación toponímica de Chile y “lo chileno”-, aunado al léxico estatal y republicano, de modo que se acercaría al espectro terminológico de la UDI (partido matriz del Republicano). Aunque los republicanos se dicen herederos de las familias ideológicas del conservadurismo y el liberalismo, se observan diferencias con los vocabularios de esos partidos decimonónicos, en los que predominaba sobre el léxico institucional estatal un sentido moral patriótico republicano.
c. Temas populistas en el discurso del Partido Republicano
Maniqueísmo moral contra pragmatismo. Si utilizamos la rúbrica de evaluación global del populismo como guía para establecer la presencia de temas populistas en el discurso del Partido Republicano, puede apreciarse un marcado maniqueísmo moral, en virtud del cual se contrapone -con un lenguaje muy valorativo- la virtud y honestidad a la perversidad y la degeneración, los valores trascendentes y sublimes al nihilismo, y el caos bárbaro, el bien y la verdad objetivos a la deconstrucción y la ingeniería ideológica. Este marco moral y principista de los problemas políticos desdibuja las opciones del pluralismo, del foco pragmático en cuestiones concretas y del reconocimiento de las diferencias de opinión justificables.
Mitificación contra realismo. A pesar de la invocación moral del sentido trascendente de la vida humana, de las recurrentes apelaciones a la recuperación de una tradición un tanto idealizada y de cierto excepcionalismo que sobrevalora la idiosincrasia histórica chilena, no puede decirse que el discurso del Partido Republicano cosifique ideológicamente la historia como un destino con proporciones cósmicas que requiere de líderes salvíficos. Más bien, encontramos en los textos un énfasis en la iniciativa personal, en la decisión política y en las medidas programáticas para un repertorio de problemas acotados y delimitables en los distintos ámbitos de la institucionalidad. No obstante, ocasionalmente Kast parece generalizar su diagnóstico de la situación chilena al conjunto de Occidente, que también estaría expuesto a la desavenencia social y al desfondamiento de la institucionalidad y de la paz social.
Mayoritarismo contra procedimentalismo. Aunque plantea que es democráticamente imprescindible la mayoría social, el discurso del Partido Republicano tampoco esencializa ni idealiza la voluntad de la mayoría, sino que considera que las mayorías se construyen electoral y socialmente. Además, los republicanos sostienen que la verdad y el bien objetivo no pueden impugnarse por alguna mayoría; incluso, Kast llama a rebelarse contra la mayoría circunstancial responsable de la crisis de la institucionalidad. En el discurso del Partido Republicano no se cuestionan los procedimientos democráticos de elección y se hace presente una concepción legal de la ciudadanía, centrada en los derechos personales y en la iniciativa individual.
Conspiracionismo contra civilidad. En el discurso de los republicanos puede reconocerse cierta visión conspirativa de las élites, las agencias internacionales y la ideología de izquierda. Los problemas morales y políticos se le endosan sistemáticamente a la izquierda (tanto a la marxista como a una nueva izquierda neomarxista, posmoderna y deconstruccionista), que supuestamente tendría un programa global para destruir todo lo establecido y oprimir la libertad de modo totalitario. En el discurso del Partido Republicano, también se acusa a las élites políticas irresponsables y a las élites culturales ideologizadas, así como a los organismos internacionales (tratados como “burocracias internacionales”), que dictarían políticas a las naciones soberanas, bajo argumentos sesgados e ideologizados de corte neomarxista. Este tono conspirativo lleva, incluso, a sostener que hay serios riesgos de un severo castigo social a quien transgreda un supuesto “consenso progresista”. A pesar del tono propositivo, argumentativo y reconstructivo, el discurso de los republicanos nunca deja de inculpar a la izquierda y a las élites ideologizadas.
Radicalismo contra reformismo. Si bien el discurso de los republicanos manifiesta el propósito de reformar la institucionalidad y construir una nueva mayoría social hegemónica que enfrente a la izquierda, no parece invocar un nuevo marco legal, una refundación institucional o un cambio sistémico de carácter revolucionario. Tras asumir una posición de rechazo, el discurso de los republicanos ante el cambio del ordenamiento político solo ha considerado modificaciones que se atienen a la Constitución dictada durante la dictadura y persiguen recuperar el control político garantizado dentro de marcos legales.
Beligerancia contra legalismo. A pesar de su integrismo moral y principista, el discurso del Partido Republicano no exhibe un lenguaje particularmente belicoso, incendiario e indecoroso, ni alienta o justifica las actuaciones ilegales o violentas. Si hay algo característico del discurso republicano es, precisamente, su respeto irrestricto a la ley y el orden, a las instituciones, al Estado de derecho y al imperio de la ley.
En suma, como se aprecia en la tabla 1, solo dos tópicos marcadamente populistas se encuentran explícitamente presentes en el discurso del Partido Republicano, y habría cuatro rasgos temáticos que lo aproximan a una posición pluralista y respetuosa de las instituciones del Estado democrático de derecho.
Si hubiera que calificar globalmente su discurso, el Partido Republicano manifiesta enunciados de temas populistas en un tercio de los criterios y puntuaría con 0,6 (entre 0 y 2), bastante alejado de las calificaciones que, con esta misma rúbrica, obtuvieron los discursos de Hugo Chávez (1,9), Evo Morales (1,6) o Perón (1,5) (Hawkins 2010, 76).
d. Rasgos de estilo discursivo populista en el Partido Republicano
En la construcción del ethos discursivo republicano, esto es, de la representación de una imagen del enunciador convincente, resulta fundamental cierto encuadre escenográfico de la enunciación, mediante la puesta en escena de una profunda crisis que requeriría una urgente determinación y actuación política. Tanto en Ruta republicana como en el programa presidencial de Kast, se retrata un escenario de socavamiento institucional, polarización, violencia insurreccional, estancamiento y ataque a los fundamentos políticos, económicos, jurídicos, simbólicos y territoriales del desarrollo económico y espiritual del país. Según los republicanos, se trataría de una situación catastrófica que ha dejado a Chile irreconocible y con síntomas evidentes de decadencia y desavenencia social: hostigamiento a la libertad de culto e intolerancia ante los principios morales que escapan al consenso progresista, ataques a la propiedad privada y acoso al éxito personal, hostilidad hacia la empresa y el libre mercado, irresponsabilidad fiscal, legitimación de métodos violentos de protesta, descrédito de la autoridad, difusión de un discurso falaz neomarxista, instrumentalización sesgada de los derechos humanos, entre otros.
Ante este escenario discursivo de desastre fatal, resulta esperable un movimiento retórico de autopresentación como el actor que solucionará el estado de decadencia y letargo. En efecto, los republicanos se invisten discursivamente como los responsables de sacar al país de la crisis y realizar una transformación profunda por medio de la construcción de una nueva mayoría social y electoral que convoque a los distintos actores de la derecha. Se escenifica, así, cierto ethos heroico, aunque el protagonista de la reconstrucción y la recuperación se perfila como un nosotros colectivo en el discurso republicano. Todo ciudadano de bien es interpelado con un desafío a la audacia y el atrevimiento: “¡Atrévete!” (concepto central de la campaña de Kast, antepuesto a cada uno de los ejes programáticos). Así, el ethos de la audacia de los republicanos resulta conminatorio y se incita mediante la interpelación a cada receptor de la propuesta, con un desafío que compromete colectivamente: “Atrévete a recorrer la Ruta republicana con nosotros”, “Atrévete, Chile”. Como trasfondo del ethos heroico de la audacia republicana, se perfila una dura batalla ideológica y cultural en curso, irrenunciable, por encontrarnos en una supuesta encrucijada axial entre socialismo o democracia liberal (que para la nueva derecha sería tanto como decir neomarxismo o republicanismo patriota).
El ethos de la audacia en el discurso republicano introduce cierta actitud de rebeldía y desafío ante la corrección política dictada -según ellos- por el consenso progresista y la ideología neomarxista, que acallarían todo discurso incómodo, y solo evadirían la discusión racional y honesta. En nombre de la audacia contra la corrección política, en Ruta republicana hay incluso algunos guiños al negacionismo, cuando se ejemplifica el consenso progresista mediante las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud para contener el COVID-19, o bien con la supuesta instrumentalización de la evidencia científica por parte de algunos activistas ambientales y de la misma ONU. Así, el programa de Kast no trepida en incitar a cierta resistencia existencial, aunque sea para consagrar la institucionalidad y las tradiciones de la patria: “Atrévete a ir en contra de lo políticamente correcto. Atrévete a desafiar el consenso establecido y que a ti no te hace sentido” (2021, 16). De ese modo, el ethos de la audacia introduce una moral de la convicción y la autenticidad sin complejos, capaz de designar las cosas por su nombre, evitando la ambigüedad y el doble discurso.
En todo caso, esta apelación a la incorrección política no se asocia a una escenificación de lo bajo o de lo plebeyo, pues se da en el marco de un discurso que quiere legitimarse en la lucha de ideas y la batalla cultural, y para ello exhibe gestos típicos del ethos académico, con su recurso habitual a los principios y conceptos abstractos, el despliegue argumentativo tan doctrinal como didáctico y las abundantes citas de fuentes autorizadoras.
Por otra parte, la escenificación del ethos de la audacia en el discurso republicano no ha dudado en recurrir a la denuncia sin fundamento y a la denostación pública de las autoridades de gobierno o de representantes políticos de izquierda (particularmente, del candidato, y luego presidente, Gabriel Boric). En la campaña presidencial, el siempre compuesto y correcto Kast propaló acusaciones infundadas respecto a la salud mental y el consumo de drogas de Boric, que circularon profusamente por las redes sociales. En otras ocasiones, Kast se pronunció con calculada incorrección política sobre los museos de memoria o las personas transgénero. En la página web del Partido Republicano, se conservan las columnas de opinión de Cristián Valenzuela, asesor de campaña de Kast y director del think tank republicano (Ideas Republicanas), con títulos tan acres como “Devuelvan la plata”, “Evadir y viajar: otra forma de gobernar” o “Un gobierno de mierda”, por ejemplo. Se trata de ejercicios de provocación y producción del escándalo que se han asociado con el comportamiento mediático del populismo radical de derechas (Wodak 2015). Así, mediante la provocación y el escándalo, la nueva derecha consigue instalar mediáticamente ciertos temas y valoraciones en su supuesta batalla cultural, tanto si hay una respuesta de la contraparte (entonces se acusa persecución del consenso progresista) como si no la hay (en cuyo caso los provocados conceden y el provocador insiste).
La distancia respecto de lo bajo y lo plebeyo también se remarca en el ethos prediscursivo de los líderes del Partido Republicano (su autopresentación corporal, pose y estilo de vestimenta), tal como se construye y exhibe a través de la imagen pública registrada en las fotografías de los medios o compartidas en su página web. Llama la atención que la mayoría de las imágenes que ilustran los principios republicanos en la página web contienen la figura de Kast como motivo central, lo que haría sospechar cierto culto a la personalidad del líder dentro del partido, pese al desarrollo orgánico de esta formación a través de centros de pensamiento y foros para hegemonizar la sociedad civil. En todo caso, la imagen que proyecta Kast (y su bancada parlamentaria, por extensión) es siempre comedida, convencional y compuesta: con sonrisa adusta e impecable peinado a raya, alterna la formalidad del “traje y corbata” con la apariencia casual de las camisas de colores claros bien planchadas. Es la imagen típica de un profesional o dirigente de las élites: así vestiría un político profesional, un abogado, un gerente o, incluso, una autoridad académica en funciones. La más osada imagen de Kast se encuentra en algunas fotografías en que el candidato sostiene el logo del partido como un escudo, en un evidente guiño al personaje del cómic norteamericano, Capitán América (también se ha disfrazado como maestro jedi de la película Star Wars). Esta alusión imaginaria a la cultura popular de masas reforzaría el ethos heroico del discurso republicano, así como reproduciría, quizá, los motivos criptofascistas de la lucha contra las fuerzas del mal, el castigo del villano y la restauración de la ley y el orden (Bowden 2013). En cualquier caso, aunque se reconozcan algunos rasgos de estilo populista en el ethos discursivo de los republicanos, la gramática plebeya brilla por su ausencia, como se observa en la tabla 2.
Discusión y conclusiones
Al evaluar si en el discurso del Partido Republicano hay presencia de populismo, no existe evidencia concluyente de una neta posición ideológica de corte populista. Las descripciones ideológicas contenidas en el discurso de los republicanos no posicionan al pueblo (ni a la gente o al hombre común) como actor primordial; tampoco se encuentra una idealización de la voluntad popular como recurso fundamental en el entendido de que las mayorías son siempre circunstanciales; y, aunque es manifiesto cierto posicionamiento antagónico contra las élites políticas y culturales y las burocracias internacionales, esta oposición se sostiene en los valores y principios de la libertad personal, la propiedad privada, la familia, la institucionalidad republicana, el Estado de derecho y la tradición patria. En ese sentido, la oposición discursiva a las élites hace referencia particularmente a las élites de izquierda como causantes de la crisis, sin reparar mayormente en las élites políticas en general y en las élites económicas; tampoco se alude a un pueblo desvalido, sino a uno nacional y unido como un todo, sin antagonismos sociales (Laclau 2005). En suma, no hay en el discurso de los republicanos un cuestionamiento del establishment en nombre de la voluntad soberana del pueblo puro, sino más bien un llamado a restaurar el ordenamiento político, el crecimiento económico y ciertos valores culturales, bajo el marco de la Constitución formulada durante la dictadura militar, de la institucionalidad del Estado subsidiario y de principios inspiradores guzmanianos, con su particular síntesis de gremialismo, neoliberalismo y doctrina de la seguridad nacional.
Por otra parte, no se aprecia en el discurso del Partido Republicano la presencia del “pueblo” como significante flotante que permita articular equivalencialmente las demandas sociales y, así, construir un sujeto político popular (Laclau 2005). El significante vacío que opera como punto nodal para la construcción de una hegemonía social de esta nueva derecha es más bien el de la república y el republicanismo, textualmente asociado a la patria y al patriotismo, así como al nacionalismo banal de “lo chileno”. En ese sentido, los léxicos de identificación colectiva más frecuentes en el discurso de los republicanos confirman el predominio de un universo de discurso institucionalista y normativo, con el trasfondo de un abundante léxico privatista en torno a la persona, la familia y las libertades personales. En el discurso de los republicanos resulta sintomático el empleo de dos expresiones que remiten al discurso de la dictadura militar: la idea de “capitalismo popular”, esgrimida durante la dictadura como señuelo para privatizar empresas públicas (Büchi 1987), y el lema de la “seguridad nacional”, que permite sindicar a enemigos internos (terroristas y narcoterroristas, comunistas y neomarxistas) como responsables de la crisis institucional y moral del país.
Solo algunos tópicos característicos del populismo están presentes en el discurso de los republicanos (cierto maniqueísmo moral y una concepción conspiratoria de la izquierda posmoderna y neomarxista, así como de un supuesto consenso progresista); pero se compensan con una marcada defensa de la institucionalidad y del Estado de derecho, y con el compromiso normativo con las libertades personales, los procedimientos democráticos, las tradiciones republicanas y la cultura cívica. Se trata de una mirada neoconservadora que arraiga en la nueva derecha política chilena originada entre 1964 y 1973 (Valdivia 2008).
En cuanto a un posible estilo populista, tampoco se encuentra en el discurso de los republicanos la apelación a lo bajo y a lo plebeyo. No obstante, se esboza una escenificación discursiva de una escenografía de la crisis, que sugiere la necesidad de una actuación urgente; también se aprecia una construcción de cierto ethos retórico de la audacia y de rebeldía ante lo políticamente correcto, como un desafío persuasivo a sumarse a la causa de los republicanos en un escenario crítico. Además, en el discurso de los republicanos hay indicios de instrumentalización discursiva y mediatización de la provocación y el escándalo, aunque en la representación de la imagen de los republicanos priman la corrección y la compostura más que lo plebeyo.
Si no hay evidencia concluyente de discurso populista en los republicanos, ¿por qué algunos investigadores insisten en endosarle alguna forma de populismo a ese partido? En la estela de aquellos trabajos de fines de los noventa que caracterizaron la ideología de la tercera oleada de la ultraderecha (como la del lepenismo o el haiderismo) por la presencia de un componente populista excluyente combinado con rasgos de autoritarismo y de nativismo, xenofobia o etnopluralismo (Betz 1994; Mudde 2000), actualmente se ha consagrado la etiqueta derecha radical populista para referirse a aquellas formaciones de derecha no convencional que no pretenden impugnar el Estado democrático de derecho (Mudde 2017 y 2019). La denominación no parece muy afortunada, si consideramos que ni el radicalismo ni el populismo denotan diferencias políticas nítidas y decisivas. El término radical resulta demasiado estrecho y acota cierto margen del ámbito político: marca solo a aquellas opciones no convencionales que pretenden transformar el sistema sin impugnarlo, por oposición al extremismo (se trata de una distinción forjada en el constitucionalismo alemán). La categoría de populismo resulta demasiado laxa: como supuesta ideología tenue o lógica político-discursiva, atraviesa todo el espectro político y no tiene un opuesto claro (que podrían ser el liberalismo, el elitismo, el pluralismo o la experticia tecnocrática, entre otros). En ese sentido, quizá resulte necesario discutir más a fondo la existencia de una derecha populista y, en particular -sobre todo para el caso latinoamericano-, la caracterización de los partidos emergentes de derecha como una derecha populista radical.
En última instancia, los republicanos difícilmente tipifican como populistas, en un contexto marcado por la idiosincrasia institucionalista, la hegemonía de las élites y la supuesta excepcionalidad del populismo en la tradición política chilena. Es el desafío de los investigadores buscar otras designaciones más afortunadas. En ese sentido, parece que hay cierta circularidad al categorizar al Partido Republicano como un caso de derecha radical populista, para luego buscar selectivamente rasgos populistas que confirmen la tipificación.
Quizá resulte razonable atenerse a las distinciones formuladas en el discurso de los actores políticos en su contexto histórico. Desde ese punto de vista, el Partido Republicano se reconoce explícitamente como un partido de una “nueva derecha”, que pretende articular las posiciones del conservadurismo, el liberalismo y cierto republicanismo-patriotismo. No se remite a la nueva derecha diferencialista francesa de los ochenta, aunque comparte con ella el registro metapolítico y el énfasis en la batalla ideológica y cultural para construir hegemonías (De Benoist 1982), sino a la nueva derecha latinoamericana teorizada recientemente desde posiciones libertarias (Kaiser 2014) o conservadoras (Laje 2022). Sin embargo, la “nueva derecha” chilena no tiene realmente mucho de nueva, pues reimpulsa el modelo guzmaniano al combinar elementos de nacionalismo, neoliberalismo y gremialismo.
Son muy patentes la orientación y las temáticas conservadoras del discurso del Partido Republicano, que reproduce la visión comprehensiva, normativa y confesional de la vida buena, la visión orgánica y subsidiaria de la sociedad, la idealización del orden y la legalidad, así como la renuencia ante la ingeniería social ideológica. También se reconocen los motivos liberales clásicos de la promoción de la libertad personal, la propiedad privada, así como la consagración neoliberal de la lógica del mercado y del emprendimiento individual.
En el discurso de los republicanos, el significante del republicanismo podría traducirse como una opción por el orden y la autoridad, por la institucionalidad firme y la legalidad, por la sanción penal severa y la lucha contra la corrupción, más que como una apuesta por la participación cívica virtuosa para resistir la dominación. En ese sentido, el republicanismo de los republicanos encubriría los rasgos ideológicos atribuidos al autoritarismo: el convencionalismo normativo y el tradicionalismo, el punitivismo, el apego conservador al orden y la demanda de liderazgos fuertes (Altemeyer 1981). Así, parecería apelarse a una vieja tradición republicana chilena que entiende la política y la democracia en general desde la verticalidad (Riveros 2018b).
Con respecto al nacionalismo presente en el discurso de los republicanos, se trataría de un tradicionalismo patriótico y de un soberanismo proteccionista (opuesto a la injerencia de los organismos internacionales y a algunos desarreglos de los mercados globales), más que de alguna forma de nativismo excluyente o etnonacionalismo. Al margen de una propuesta prontamente olvidada de construir una zanja en la frontera, el Partido Republicano no objeta la inmigración, sino la inmigración descontrolada, irregular e ilegal. Además, los republicanos reconocen formalmente a los pueblos y culturas indígenas como parte de nuestra nación “mestiza”, siempre y cuando se “reconcilien” con la historia de Chile, acepten el imperio del derecho y renuncien al terrorismo. Ante la nación chilena, el discurso de los republicanos evocaría cierto Estado unitario decimonónico ajeno a la plurinacionalidad (aunque dice fomentar el multiculturalismo); ante el exterior, exhibiría cierto neopatriotismo, como reacción frente a las dinámicas de la globalización y los dictados del orden internacional (Sanahuja y Stefanoni 2023).
Finalmente, habría que señalar que esta investigación carga con todas las limitaciones derivadas de situarse solo en el lado de la oferta política, para concentrarse en los esquemas ideológicos y marcos simbólicos del discurso explícito y oficial del Partido Republicano. Una adecuada categorización de la ideología de este partido requeriría una mayor investigación sobre las necesidades y motivaciones de sus votantes, sobre las comunicaciones informales e interacciones en redes sociales de los partidarios, sobre los sectores sociales e intereses estructurales que sustentan la propuesta de los republicanos, sobre las explicaciones contextuales de su irrupción en la escena política chilena y sobre su comportamiento político en posiciones hegemónicas. Sin duda, surgen nuevas cuestiones en el escenario que se abre tras la derrota de las posiciones conservadoras del Partido Republicano en el Consejo Constitucional; a ello se suman las interrogantes por la deriva del partido después de la separación de algunos nombres relevantes de la formación (como Rojo Edwards) que han apostado por un ideario y un discurso libertario, siguiendo la fórmula ganadora de Milei en las elecciones presidenciales argentinas. La agenda de investigación es pródiga en temas y el tiempo, escaso para contener algunos riesgos asociados al avance de la nueva derecha: retrocesos en derechos sociales y reproductivos, impugnación de consensos básicos sobre el reconocimiento de minorías, desconocimiento de los marcos normativos internacionales, tutela cultural y confesional del espacio público, ingenua consagración neoliberal del emprendimiento, punitivismo, revisionismo histórico y todo el repertorio de simplificaciones conspiratorias neopatrióticas.
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Notas