Servicios
Servicios
Buscar
Idiomas
P. Completa
LA GERENCIA PÚBLICA DE LA CIUDAD. UNA PERSPECTIVA EPISTEMOLÓGICA
Luis Alfredo Torres
Luis Alfredo Torres
LA GERENCIA PÚBLICA DE LA CIUDAD. UNA PERSPECTIVA EPISTEMOLÓGICA
THE PUBLIC MANAGEMENT OF THE CITY. AN EPISTEMOLOGICAL PERSPECTIVE
Compendium, vol. 22, núm. 43, 2019
Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado
resúmenes
secciones
referencias
imágenes

Resumen: El ensayo hace una breve reflexión filosófica que se cuestiona sobre la verdad y su significado en las ciencias actuales. Toma como base los aportes teóricos de Georges Balandier en su obra “El desorden” (1988), para debatir la comprensión del cosmos que evoluciona del Mecanicismo a la Entropía; el comportamiento de los sistemas complejos y abiertos y la necesidad de adecuar la forma de conocerlos. Se perfilan metafóricamente las ciudades como sistemas “termodinámicos” y concluye que fundamentar epistemológicamente la investigación de la gerencia pública de las ciudades, parte de asumir su objeto como un sistema complejo y abierto, sugiriendo que la búsqueda de la verdad consensuada y la aplicación de los postulados socio construccionistas, parecieran la forma de conocer, más pertinente en este caso.

Palabras clave:Gerencia PúblicaGerencia Pública,ciudadciudad,verdadverdad.

Abstract: The essay makes a brief philosophical reflection that disputes about the truth and its meaning in the current sciences. It is based on the theoretical contributions of Georges Balandier in his work “El desorden” (1988), to debate the understanding of the cosmos that evolves from Mechanism to Entropy; the behavior of complex and open systems and the necessity to adapt the way of knowing them. Cities are metaphorically outlined as “thermodynamic” systems. It is concluded that epistemologically, the foundation of the research of the public management of the cities, starts from assuming its object as a complex and open system, suggesting that the search for consensual truth and the application of socio-constructionist postulates seem to be the more pertinent way of knowing, in this case.

Keywords: Public Management, city, truth.

Carátula del artículo

ENSAYOS

LA GERENCIA PÚBLICA DE LA CIUDAD. UNA PERSPECTIVA EPISTEMOLÓGICA

THE PUBLIC MANAGEMENT OF THE CITY. AN EPISTEMOLOGICAL PERSPECTIVE

Luis Alfredo Torres*
Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, Venezuela
Compendium, vol. 22, núm. 43, 2019
Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado

Recepción: 26 Enero 2020

Aprobación: 17 Abril 2020

Introducción.

¿Qué es la verdad? ¿Existe la verdad? ¿Cuántos tipos de verdad existen? ¿Es posible encontrar la verdad? Son preguntas que la filosofía del conocimiento científico ha intentado responder desde la antigüedad. Las respuestas van desde el dogmatismo de Descartes, que afirma que sí es posible obtener conocimiento verdadero, seguro, universal e imperecedero, hasta el escepticismo de Hume, que niega la posibilidad de obtener conocimientos verdaderos, pasando por el subjetivismo y relativismo de los sofistas, el perspectivismo de Ortega Y Gasset, el criticismo de Kant y Popper y el pragmatismo de William James.

El subjetivismo y relativismo aseguran que no es posible conocer la verdad de manera absolutamente válida y universalmente aceptada, en un caso, porque dependen de cada sujeto o en otros casos, porque el reconocimiento de qué cosa es verdadera o de qué cosa es falsa, va a depender de la época, del grupo social o de su cultura. Por su parte el perspectivismo afirma que la verdad sí existe, pero al conocerla, lo hacemos desde nuestra perspectiva, desde una visión parcial, y considera, que solo la suma de todas las perspectivas constituiría la verdad absoluta. El criticismo cómo posición intermedia entre escépticos y dogmáticos, defiende que la verdad científica es posible obtenerla pero no de manera incuestionable, y finalmente, el pragmatismo que busca zanjar el debate, asumiendo como verdad, solo aquello que es útil. Esas teorías filosóficas, han fundamentado sus principios proponiendo criterios para distinguir lo verdadero de lo falso, surgiendo así varios tipos de juicios: la verdad como adecuación, verdad como evidencia, verdad como coherencia, verdad como utilidad y finalmente la verdad por consenso1.

A todo este debate abonan autores como Georges Balandier en su obra El desorden (1988), que sirve de base teórica al presente ensayo, el cual se ha dividido en 5 aspectos: 1. Del Mecanicismo a la Entropía; 2. La incertidumbre de la Ciencia; 3. La Gerencia Pública; 4. La Ciudad “termodinámica”; 5. Conclusiones.

1. Del Mecanicismo a la Entropía

El invento de la máquina de vapor marca el inicio a la Revolución Industrial y abre un período de la historia conocido como Modernidad, en el que los inventores de máquinas, no solo se ocupan del movimiento sino que lo convierten en funcionamiento, para luego hacer de su saber una nueva forma de investigación racional del mundo. Estos movimientos de la naturaleza asimilados a los de una máquina, suponen un mundo definido por un orden mecanizado, en el que hay leyes universales, como la gravedad por ejemplo, que rigen desde el exterior el desenvolvimiento de los fenómenos, como obedeciendo a un plan ajeno a la historia (Balandier, 1988).

Critica el autor, que la verdad de la ciencia del siglo XVIII, mantuviera la convicción de su absoluto éxito. No obstante, ese mecanicismo exitoso empezó a ser reemplazado. La mecánica del reloj, es reemplazada por la transformación del calor de la máquina de vapor. La naturaleza pasa de ser mecánica a ser termodinámica. Para el pensamiento científico ha surgido un nuevo principio: la entropía.

En las máquinas clásicas la energía se transforma, y en su estado de equilibrio, el balance es reversible. Pero en los procesos termodinámicos se puede conservar la energía sin que haya reversibilidad. Según este principio, hay dos clases de energía, una libre y capaz de generar efectos mecánicos y otra energía ligada al sistema y no utilizable. La primera al hacer el calor, se transforma en la segunda, produciéndose una degradación cualitativa de la energía. Si el universo es interpretado según este modelo, éste debe ser el lugar de una evolución que va en el sentido de una entropía creciente. La concepción termodinámica, asegura Balandier (1988), trastorna los sistemas de pensamiento y provoca el uso de la metáfora entrópica. La conversión de la energía, agrega, no es otra cosa que la destrucción de una diferencia, la degradación o pérdida de potencial energético apunta hacia la nivelación, mientras que la irreversibilidad apunta hacia la evolución provocada por la progresión entrópica. El autor cita a Prigogine quien afirma: “el futuro es la dirección en la cual aumenta la entropía” (p. 51) y siguiendo con la metáfora entrópica, se encuentra que contrariamente a la mecánica clásica, el objeto termodinámico puede escapar a la dominación, jamás es controlado sino parcialmente. En esta línea de pensamiento, el autor también destaca los aportes de Boltzman, quien propone una definición probabilista de la entropía, haciendo de la probabilidad el principio que la explica. Se trata con esto, de reconocer el comportamiento nuevo que un sistema constituido por numerosos elementos puede adoptar. Con la introducción de la estadística para la observación del incremento irreversible de la entropía, ésta se puede interpretar como una expresión del aumento del desorden molecular. Esta predicción probabilista de la evolución de los sistemas de población numerosa, asocia el orden y el azar, que convierten a estos sistemas en estructuras de orden relativo.

¿A qué nos conduce todo esto?

Razona Balandier (1988):

“De la materia inerte, a la materia viva, después a lo social, se efectúa una transferencia, con miras a prever la conversión del desorden en orden y el incremento en complejidad. Lo vivo y lo social tienen en común que son sistemas complejos y abiertos, es decir que se encuentran en relación de intercambio con el mundo exterior” (pág. 53).

2. La incertidumbre de la Ciencia

Balandier (1988) argumenta que la ciencia se propuso la conquista del mundo y del hombre, pero que en la medida que sus éxitos han ido aumentando, su incertidumbre también lo ha hecho, por lo que, según él, la ciencia ahora se cuestiona a sí misma su modo de conocer, haciendo espacio a lo imprevisible y abordando lo complejo. Sentencia además, que la pretensión determinista, unificadora y global de las teorías científicas en la Modernidad ha cedido ante el trabajo del tiempo; percibiendo que las teorías científicas no logran llenar todos los espacios y en la actualidad, solo son una cadena de síntesis con espacios vacíos.

En la Postmodernidad, la ciencia al haber renunciado a su sueño unificador, se ha hecho permeable a todo lo que es exterior a ella. Estas nuevas interacciones han hecho que la ciencia no se limite a lo que le concierne, ahora dice más. Balandier (1988) afirma que estos nuevos caminos conducen a una epistemología reavivada y a la renovación de la filosofía de las ciencias. Recalca además que los nuevos límites de la ciencia son lo parcial y lo provisorio de una representación fragmentada del mundo, cuyo movimiento e incertidumbre suele presentarse como un caos en devenir.

Refiere así mismo que el paradigma orden/desorden aunque tiene representaciones en las ciencias actuales, es a la vez muy antiguo por sus representaciones desde los comienzos de la filosofía occidental, argumentando que la propuesta de Platón es una concepción completa y máxima del orden y que éste solo se realiza plenamente cuando es el mejor de los ordenamientos: “racional, bello y bueno” porque la “virtud” implica proporción, armonía y buena forma. Es decir, cuando se hace cosmos. Este cosmos, continúa el autor, es por excelencia el mundo, el todo absoluto, que contiene: “todos los todos parciales” (p. 42).

Pero advierte que si el orden es preferible, puesto que lo real es racional, el hombre puede ser, sin embargo, generador de desorden, y recuerda, el antiguo debate entre los estoicos y los epicúreos. Los primeros defendían la necesidad del orden y no aceptan que del seno del orden pudiera surgir el desorden. No conceden espacio al azar porque el mundo para ellos es armonía, siendo en cada instante lo que debe ser. El mundo para ellos es: “una verdad que no puede hacerse evidente sino al sabio, pues solo un pensamiento que se encuentre en sí mismo armonizado es capaz de tener acceso a ella” (Balandier, 1988, p. 43).

Los epicúreos, en cambio, afirmaban que no existe un mundo unificado “conjunto de todos los conjuntos” (p. 43) captables por una vista única, aunque fuese de carácter divino. Según ellos: el mundo es la suma de una infinidad de elementos, de sistemas u órdenes parciales; el orden visible es solo una parte del universo infinito invisible para los sentidos y cuya explicación es de carácter “atomístico”.Balandier (1988) se refiere a los teóricos de la auto organización en la filosofía epicúrea, quienes sostienen que el orden debe ser producido, efecto del azar, entre innumerables conjuntos sin orden y sin sentido; puesto que en una escala de tiempo que excede la escala humana, ese orden es imposible que no aparezca, como una probabilidad, mas no como una necesidad. Es pertinente la siguiente cita: “El desorden, portador de una infinidad de posibles, de una fecundidad inagotable, es él mismo generador del orden; hace de éste un accidente, un acontecimiento” (Balandier, op. cit, p.44).

Más adelante cita a Marcel Conche, quien a su vez sostiene que: “Hay desorden cuando los elementos de un conjunto, formando parte de este conjunto, se comportan como si no formaran parte” (p. 44) y añade que esos elementos introducen la contradicción, cuando aclara que el orden y el desorden se asemejan a las caras de una misma moneda ya que son inseparables. De tal manera que en una sociedad tradicional definida por el equilibrio, la conformidad, la estabilidad relativa, el orden es visto como el mundo al derecho y el desorden se observa como una dinámica negativa o el mundo al revés.

Por consiguiente, el desorden se torna destructor cuando los elementos se disocian y tienden a no constituir más una estructura. El desorden se hace creador cuando produce una pérdida de orden pero a la vez genera un nuevo orden que reemplaza al perdido y puede ser superior a él. En otras palabras, continúa Balandier (1988), la inversión del orden no es su derrumbe, porque puede servirle de refuerzo o ser constitutivo de él, bajo una nueva forma. De acuerdo con esta lógica opera la complejidad, no por adición, sino por sustitución a un nivel más elevado.

El autor cuestiona además lo que llama, “subterfugios filosóficos del pensamiento científico actual” (p. 45), ante la paradoja de la transformación del azar en organización, que excluye los temas humanos, de las ciencias duras, como única forma de lograr que su objetividad fuese absoluta. Reducir la parte aleatoria de los asuntos humanos, ha sido la respuesta de la ciencia moderna en su intento por armonizarse con el universo; que como afirmaba Galileo, su homogeneidad es tal, que puede describirse con un solo lenguaje, el de la matemática. Simplificar lo complejo para poder estudiarlo, fue y sigue siendo la clave del conocimiento científico moderno.

Y a este respecto concluye Balandier (1988), que de lo que se trata es de:

“Definir mejor cómo el hombre se sitúa en el mundo que él describe, cómo dialoga con la naturaleza, cómo la lógica de su modalidad de conocimiento está unida a la lógica de lo real” (pág. 45).

En este orden de ideas, refiere a los biólogos Atlan y Varela, quienes muestran según él, cómo percibir un mundo ordenado pero que está en desorden, un mundo donde la creación del orden proviene de desorganizaciones y organizaciones sucesivas. Estos investigadores, entendieron, asegura, su obligación de no separar el estudio de lo vivo del conocimiento de lo vivo y, del conocimiento del conocimiento.

Continúa planteando que todo en la modernidad ha estallado, por lo que la verdad ya no es de una sola pieza. De manera que el saber no puede concebirse como una sumatoria de conocimientos destinados a develar progresivamente la verdad. El saber debe ser asemejado a lo que pudo ser visto, dicho y armonizado según el paradigma de época. La verdad está en tela de juicio, asegura. Y sentencia que: “Toma cuerpo la idea de que no hay hechos, sino interpretaciones, y que la pretensión de la verdad es una especie de abuso” (Balandier, 1988, p.230).

3. La Gerencia Pública

El movimiento, la incertidumbre, la no linealidad, el caos, el azar, la temporalidad, el desequilibrio son problemas obviados por el determinismo. Incorporarlos supone ampliar el horizonte del investigador y le exige superar los límites impuestos por el positivismo.

Los conceptos de eficacia, eficiencia, relación costo/beneficio y calidad, que se impusieron en las prácticas gerenciales, en la últimas dos décadas del siglo XX, y que a raíz del consenso de Washington, enfocado en transformar el Estado empresario orientado al gasto, en un Estado regulador orientado a la búsqueda de resultados, se introdujeron en la gerencia pública, en principio parecían indicar un camino apropiado. En Venezuela, por ejemplo, se adelantó parcialmente un proceso de descentralización en los años 90 del siglo XX, que tuvo su principal protagonista en los gobiernos regionales y locales, gracias a la elección directa de gobernadores y alcaldes, y esas prácticas gerenciales tuvieron gran aceptación y permitieron avances importantes, ya que estos funcionarios electos de esta manera, se esforzaban y competían por exhibir resultados para satisfacer las demandas de sus electores (clientes). Sin embargo y luego de tres décadas, estos modelos basados en el mercado, ya no parecen ser la respuesta; si se toma en cuenta que ellos obedecen a la dinámica propia de la empresa privada, que se adapta y autocorrige en función del comportamiento del mercado y en atención a un target específico. Los modelos más compatibles con la gerencia pública incorporan la satisfacción de la demanda del cliente, como un objetivo central que determina patrones de producción que responden a su vez, a determinados patrones de consumo. No obstante, como ya se ha dicho, hasta las más grandes corporaciones, atienden solo algunos segmentos del mercado; pero en el caso de las organizaciones de carácter público y en especial los gobiernos regionales y particularmente los gobiernos locales, deben atender a la totalidad de ese mercado. Todos los ciudadanos son sus clientes. No pueden ni deben atender las demandas de un solo sector, excluyendo a los demás, o lo que es peor, favorecer a determinados grupos sociales en contra de los intereses de otros sectores de la comunidad.

Las limitaciones conceptuales detectadas, inscritas en el contexto de la ruptura paradigmática que ha supuesto la postmodernidad, hacen lucir a estos modelos como desfasados de manera muy inquietante para la gestión pública, pero especialmente para la gobernanza de ciudad. Si existe algún sistema que represente mejor la complejidad, el desorden, el caos, la incertidumbre y el movimiento, es precisamente la ciudad. La vorágine de las ciudades latinoamericanas, particularmente, ha presionado y favorecido como respuesta la aparición de fórmulas de gerencia pragmáticas y utilitaristas, más interesadas en su continuidad gubernamental que en promover el desarrollo de sus ciudades, y más allá de abandonar las técnicas gerenciales, han degenerado en procesos de desinstitucionalización.

4. La ciudad “termodinámica”

La ciudad como materia viva, como sistema macroscópico, está compuesta por numerosos elementos o partículas, que coexisten. Las ciudades no son lineales; el orden y el desorden afloran y una vez más se revela su contradicción cósmica; por lo que no parece razonable estimar el comportamiento de la ciudad, a la luz de modelos matemáticos o de las ciencias duras.

Los violentos disturbios de reciente data en Hong Kong, la rebelión de grupos sociales descontentos como los “chalecos amarillos” en Francia, y más recientes aún, los estallidos sociales en Santiago de Chile, Ecuador y Colombia, durante el año 2019, cuestionan seria y duramente, las teorías del desarrollo, basadas en indicadores económicos de calidad de vida aparentemente muy buenos, en estos países y ciudades, que sin embargo, no cuantifican el malestar, la insatisfacción, que como ya se ha mencionado, refleja la contradicción inmanente al sistema, y echa por tierra la supuesta armonía que trae consigo un mayor desarrollo económico. La felicidad no es estadísticamente medible, ni predecible, aunque muchos positivistas crean que sí; esos violentos disturbios constituyen una especie de falsación de sus enunciados, como diría Popper.

No existen indicadores cuantitativos en los que hoy podamos confiar para conocer el comportamiento de sistemas complejos como una ciudad, para conocer su entropía. Sigue siendo cierto que existen muchos elementos que efectivamente pueden cuantificarse y estimarse estadísticamente, porque si somos coherentes con la noción de paradigma, sabemos que un nuevo paradigma aunque reemplaza al anterior y predomina, coexiste con éste. Sin embargo y volviendo sobre la metáfora termodinámica, la ciudad como materia viva, como sistema entrópico, no se deja dominar, tiende a la nivelación por la energía que se degrada y cambia cualitativamente, siendo ese proceso irreversible. Todo esto nos lleva a pensar como ya hemos visto, que aunque la entropía no ocurre por necesidad, sino por el azar que supone un orden surgido del desorden, sí genera la necesidad en la comunidad científica de adecuarse a este paradigma epistémico, cuando de lo que se trata es de proponer respuestas ante el caos.

5. Conclusiones

La humanidad transita por un período de la historia caracterizado por el movimiento y la incertidumbre. La vida en el planeta se revela como nunca antes: compleja, caótica, en una lucha permanente entre el desorden y el orden. Una ruptura paradigmática se ha iniciado, cambiando el modo de ver, de percibir, conocer y pensar, impuestos por el racionalismo. Esta nueva realidad demanda de la comunidad científica, nuevas formas de conocer, de investigar el comportamiento de sistemas entrópicos, como las ciudades. Formas de conocimiento que se adecúen a los paradigmas emergentes: la complejidad, el desorden, el caos, la temporalidad, la no linealidad, porque la investigación positivista basada en indicadores cuantitativos, aunque aplicable a algunos aspectos del desarrollo de las ciudades, no parece adecuarse a la entropía urbana.

Fundamentar epistemológicamente una investigación sobre la gerencia pública de las ciudades, parte de asumir el objeto de la investigación como un sistema entrópico: complejo y abierto, por lo que la búsqueda de una verdad consensuada debiera ser su norte. En consecuencia, los postulados socio construccionistas y su método de prácticas discursivas, que afirman que la realidad no existe, que ésta se construye socialmente a través de la relación dialógica sujeto-objeto, que admiten la debilidad para conocer todo y argumentan que el mundo no tiene una sola lectura, parecieran la forma de conocer, más pertinente en este caso.

Material suplementario
Bibliografía
Balandier, G. (1988). El Desorden. La teoría del caos y las ciencias sociales. España: Editorial GEDISA.
Hessen, J. (1926). Teoría del Conocimiento. Colombia: Instituto Latinoamericano de Ciencias y Artes.
Mires, F. (2002). Crítica de la razón científica. Venezuela: Editorial Nueva Sociedad.
Notas
Notas
1. Consultar a Hessen (1926) y Mires (2002).
Notas de autor
* Ingeniero Civil. Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA). Barquisimeto. Venezuela.

Magister en Gerencia Empresarial (UCLA)

Doctorando en Ciencias Administrativas y Gerenciales. Decanato de Ciencias Económicas y Empresariales UCLA.

Ingeniero en libre ejercicio. Barquisimeto. Venezuela.

Buscar:
Contexto
Descargar
Todas
Imágenes
Visor de artículos científicos generados a partir de XML-JATS4R por Redalyc