Nota al Editor
Nota al editor Homenaje póstumo a José Padrón Guillén
“Estamos hechos de polvo de estrellas… parte del cosmos habita en nosotros” Carl Sagan
Me siento tan pequeña, pero al mismo tiempo honrada al escribir este merecido homenaje a mi maestro y, sobre todo, a mi gran amigo José Padrón Guillén. Hoy siento esa misma sensación de cuando subía la escalera de caracol que me conducía a esa gran experiencia de ver una clase con un invitado de excelencia.
Entré en el aula de mi clase del doctorado en Ciencias Humanas, ya hace una década atrás, y esa primera clase de Epistemología marcó una diferencia en mi manera de entender cómo acercarme a la investigación desde múltiples miradas e intencionalidades. En ese tiempo, José, eras un ser lejano, tu fama te acompañaba, eras el tema central del cotilleo de los pasillos. Cada quien describía tu genialidad de manera distinta, pero todos coincidían en que eras un gigante y, además, una biblioteca andante. Siempre conseguías profundizar sobre casi cualquier tópico, siempre y cuando te interesara o fuera tema de debate.
Recuerdo esos días de aprendizaje lúdico, donde incorporaste al aula tu afición por el cine y pudimos analizar desde otra mirada cada propuesta filmográfica para entender mejor los procesos de investigación científica. Combinaste magistralmente cada tema denso, profundo y complejo con la sencillez de tus anécdotas para hacer más cercano el discurso de la investigación a cada uno de nosotros. Cada quien, con su estilo de pensamiento particular, comprendía el mensaje que traducías desde la muy lejana filosofía de la ciencia, no sin antes advertirnos que, ante todo, no creyéramos en todo lo que decías, por cuanto podría no ser verdad.
Para el año 2010, me encontraba en una encrucijada con mi trabajo doctoral, o para ser realista: congelada en ese laberinto sin brújula que llamamos tesis. No podía presentar mi anteproyecto por no estar convencida de la ruta operativa para resolver lo que me había propuesto. En esos días de confusión, mi tutora me retó a buscar otra manera de hacerlo y su provocación me hizo voltear la mirada. Fue en ese momento cuando pensé que eras la persona indicada para ayudarme a desenredar ese ovillo de ideas.
Claro que me ayudaste, pero no sin antes de hacerme aprender nuevas cosas que me llevaron a entender que había otra forma de ver el mundo y comprenderlo, pero, sobre todo, de transformarlo. Creo que esto no fue una experiencia particular: cada uno de tus tutorizados recorrió un largo camino lleno de sorpresas, de encuentros con realidades de estímulo constante. Así nos hicimos amigos, con tu especial manera de colaborar en mi aprendizaje a través de la mayéutica, que terminaba sorprendiéndome de la profundidad de aquello que empezaba a ser parte de nuestra conciencia. Por supuesto, entre cada pausa en el fabuloso mundo del conocimiento, lográbamos conjugar planes de lo cotidiano, entre risas, tazas de café, acordes musicales y galletitas dulces.
Tu despedida me tomó por sorpresa, leyendo la maqueta del libro donde escribiste tu último legado. Aun cuando sabía de tu dolencia, me negué a pensar que tu partida fuera tan pronto. Quedaron cosas en el tintero; sin embargo, espero que cada una de tus tareas encomendadas pueda hacerlas realidad. Para mí seguirás presente, como permanente ejemplo de lo que reza un antiguo proverbio serbio: “Sé humilde pues está hecho de tierra. Sé noble pues está hecho de estrellas”.
Descansa en paz y feliz José Padrón Guillén. Seguirás siendo un destello de luz en el norte de cada uno de quienes tuvimos la suerte de ser tus amigos…