Resumen: En La Semiosis Social, el libro más importante de la obra de Verón, estaba trazada la integración del estudio de la producción social de sentido con el de las instancias consideradas ajenas a lo “social”: los procesos “naturales”. Como un destino confirmatorio de su propia Teoría de la Discursividad, ese libro produjo efectos en desfase. Mientras en Argentina se lo leyó como una semiótica de la comunicación, para el propio Verón fue la plataforma de referencia de la integración de una Teoría de la Mediatización y de los primeros esbozos de una semioantropología de los individuos.
Palabras clave:SemióticaSemiótica,DiscursividadDiscursividad,MediatizaciónMediatización,ColectivosColectivos,IndividuosIndividuos.
Abstract: In La Semiosis Social, the most important book of Verón's work, the integration of the study of the social production of meaning with that of the instances considered alien to the "social" was conceived: the "natural" processes. As a confirmatory destiny of his own Theory of Discursivity, that book produced effects in lag. While in Argentina it was read as a communication semiotic, for Verón himself it was the reference platform for the integration of a Theory of Mediatization and the first sketches of a semi-anthropology of individuals.
Keywords: Semiotics, Discursivity, Mediatization, Collectives, Individuals, Communication, Operations.
Artículos
La Semiosis Social en reconocimiento. Mediatización e individuos en la última etapa de la obra de Eliseo Verón
La Semiosis Sociale in recognition. Mediatization and individuals in the last stage of the work of Eliseo Verón
Recepción: 01/06/2019
Aprobación: 30/06/2019
A nadie sorprende cuando se clasifica a La Semiosis Social como un libro de comunicación. En Argentina, de hecho, ha sido uno de los libros más enseñados y estudiados en las carreras de comunicación, especialmente su segunda parte, donde Eliseo Verón presenta orgánicamente su Teoría de la Discursividad2.
Sin embargo, esto no es algo obvio: las condiciones de reconocimiento de La Semiosis Social están desfasadas -para decirlo en los mismos términos de la teoría de Eliseo Verón- respecto de sus condiciones de producción3.
En primer lugar, no es una tesis de comunicación. Más allá de haber sido presentada como una tesis de lingüística (y avanzar también sobre temas de epistemología, psicología evolutiva, historia de los medios o sociología, entre otros), se apoyó fuertemente en la semiótica de Peirce, que no es precisamente una semiótica al servicio de la comunicación. Pero fundamentalmente, no hay entre sus hipótesis y sus fundamentos, una tesis sobre lo comunicacional: no está preasumido que la producción de sentido sea algo que coincida con un proceso de comunicación. En el mejor de los casos, la idea de comunicación es una derivación de cómo se conforman en la semiosis conjuntamente lo real y lo social.
De allí, y no menos importante, es que su tesis choca contra lo que se podría llamar una epistemología ingenua de la comunicación, aquella que emana de la visión del actor social, como una teoría del acto o de la acción comunicacional, en la que se confunde la producción de un mensaje con sus efectos, las intenciones con el sentido, las funciones autoasumidas con las reconstruida por un observador. La Teoría de la Discursividad comienza por la introducción de un invariante definido externamente, el discurso. Luego sostiene que entre el proceso que engendra un discurso y aquellos procesos que lo interpretan, opera un principio de no-linealidad, de indeterminación, lo que se traduce en un desfase de sentido. La paradoja es que se llama comunicación a algo que está inevitablemente desajustado4. Ese desfase es observable únicamente para un observador que, en condiciones artificiales de reconstrucción, busca analizar las condiciones empíricas de circulación discursiva5. Ese análisis se traduce en la descripción de operaciones de sentido6.
Las operaciones son simultáneamente materiales y cognitivas o mentales; son mentales en el sentido que, a su turno, autores como Peirce (2012), Bateson (1985), Varela (2005) o Goody (1985) han situado esta noción en el interregno entre lo corporizado (inerte solo en apariencia: como punto de llegada pero también de partida de nuevas operaciones) y lo relacional. Y, fundamentalmente, pueden tener como dispositivos a actores sociales individuales o a sistemas sociales como los medios o las instituciones. Verón había trabajado con la noción de operaciones desde los tempranos años ’607; fue con la semiótica de Peirce desde mediados de los ’70 que alineó la organización de su sistema descriptivo, en términos de operaciones (primeras, segundas y terceras) con la posición del observador de la semiosis. Esa conceptualización ternaria -que el propio Verón había insistido que se trataba de “un pensamiento analítico disfrazado de taxonomía”- es el modelo operatorio ubicuo para describir la semiosis en todos sus niveles: “Cada clase [de signo] define, no un ‘tipo’, sino un modo de funcionamiento (…) Este pensamiento analítico se puede fácilmente traducir en una descripción operatoria: todo elemento de un sistema significante concreto puede ser encarado como una composición de operaciones cognitivas cuyas tres modalidades fundamentales son las definidas por Peirce” (Verón, 1988, p. 111)8.
Paralelamente a la finalización de su tesis, entrados los años ’80, Verón realizó investigaciones empíricas pioneras sobre estrategias en el mercado de los medios, la construcción de noticias en el discurso informativo, el análisis de discurso político en los medios, la divulgación científica, las visitas a los museos, etc. Como resultado de esa retroalimentación entre la teoría y sus aplicaciones, produjo una temprana caracterización de las mediatizaciones como proceso macro, a las que describió en términos de operaciones semióticas.
Las lecturas “comunicacionales” de La Semiosis Social tienen algo de paradójico: exit una teoría del actor, y con ella sus conceptos nativos: comunicación, medios de masas, mensajes, emisor-receptor; enter una teoría semiótica, y con ella, las relaciones interdiscursivas, la no linealidad, la explicitación de la perspectiva del observador, y la emergencia de las descripciones de las operaciones que dan sentido a las materialidades. Será la aceptación de esa epistemología no determinista la que no solo active en la propia obra de Verón (y también en la de muchos investigadores en Argentina y América Latina) las líneas de investigación de las siguientes décadas (mediatizaciones, semiosis de los mundos individuales), sino también, por supuesto, sus fundamentos sociosemióticos.
Sería un error pensar que el problema de la articulación entre los órdenes del sentido sólo es pertinente en el nivel de los intercambios interpersonales entre actores sociales. Estos tres órdenes del sentido son aquellos a través de los cuales se despliega la semiosis entera. Se podría decir que el surgimiento de la cultura y la constitución del lazo social se define por la transferencia de estos tres órdenes sobre el soportes materiales autónomos, en relación con el cuerpo significante: desde el arte rupestre de la prehistoria hasta los medios electrónicos masivos, la cultura implica un proceso por el cual materias significantes distintas del cuerpo son investidas por los tres órdenes del sentido. (Verón, 1988, p.148)
Con una sociosemiótica ya formulada, asoman en “El cuerpo reencontrado” (capítulo de La Semiosis Social, agregado al texto de su tesis; Escudero Chauvel, 2015) los primeros rasgos de una perspectiva semioantropológica para explicar la mediatización.
Apenas un síntoma de esa innovación epistemológica es, por ejemplo, el ocaso de la noción de comunicación de masas9 en la obra veroniana. A partir de la década del ‘80, el centro de su conceptualización será ocupado por la distinción entre medios y dispositivos10, distinción que atiende a las modulaciones de las relaciones y restricciones entre tecnologías, prácticas sociales y modos de acceso11. Con ello, Verón termina por quitarse de encima la epistemología ingenua del pensamiento “comunicacional” (Verón, 1991a). Lo “masivo” quedará absorbido por la distinción dispositivo/medio (“la comunicación propiamente mediática implica la construcción, en producción, de un destinatario que es un colectivo y no un individuo”; Verón, 1999, p.139) y reenmarcado en la larga historia de los procesos de mediatización. A punto tal que será explícitamente crítico con las teorías que circunscriben la mediatización a la modernidad más reciente y eurocentrista12 como parámetro mismo de la noción. Verón fue más cauto: distinguió entre sociedades “mediáticas” (aquellas en las que hay medios) y sociedades “mediatizadas” (aquellas en la que los medios son productores de lo real-social, mecanismo preponderante de producción de lo ideológico); también fue más arriesgado, al hacer confluir el largo trayecto de la hominización con la emergencia de los fenómenos mediáticos13.
Lo que se puede llamar el paso a la sociedad mediatizada consiste precisamente en una ruptura entre producción y reconocimiento, fundada en la instauración de una diferencia de escala entre las condiciones de surgimiento y las de reconocimiento. (Verón, 1988, p.150.)
En estos párrafos se lee el programa que Verón llevará adelante los siguientes treinta años, buscando desentrañar las instancias en que los procesos de mediatización constituyen y configuran los modos de ser de las sociedades, en el nivel de la especie. El programa, honestamente ambicioso, lo condujo hasta los inicios prehistóricos de la semiosis (Verón, 2013).
Se destaca en su argumentación la vocación por evidenciar que los procesos de mediatización son hechos naturales. Esta vocación pudo haber sido alentada por su profundo conocimiento de la obra de Lévi-Strauss14; más contemporáneamente, manifestó su apoyo a las tesis del fin de la excepción humana de Schaeffer (2009), y el sentimiento de incomodidad compartido con Ingold (2000) en relación con el dualismo entre lo biológico y lo sociocultural. Pero, indudablemente, la clave de este programa estuvo en la recuperación de los escritos de Leroi-Gourhan, inertes hasta el momento para el pensamiento semiótico. La noción de secuencias operatorias le permitió trazar hipótesis sobre la emergencia de los primeros fenómenos mediáticos, identificables como procesos análogos a los de los humanos contemporáneos (Verón, 2013, II parte, capítulos 8 a 11; Leroi-Gourhan, 1966).
Con el estructuralismo ya no como estandarte sino como background, Verón elabora una sociosemiótica bajo la idea de que la semiosis misma es condición natural de la especie: si la semiosis es social, no lo es como contrapartida de lo natural, sino como dimensión en la que se anudan las operaciones (de sentido) de lo individual y de lo colectivo. Prueba de ello es que sus trabajos se preocuparon por la evolución ontogenética secuenciada en la organización filogenética. “El cuerpo reencontrado” es la reelaboración de un artículo de 1976. En esa reelaboración, agrega las primeras pautas de las interfaces entre el cuerpo y la mediatización, describiendo las etapas evolutivas de la ontogénesis y de la mediatización como procesos semióticos invertidos. La Teoría de la Mediatización es la vía que conduce de la sociosemiótica a una perspectiva semioantropológica15:
Las únicas puertas de acceso a la historia de la semiosis de la especie son aquellas que la propia mediatización ha construido: los fenómenos mediáticos que resultan de la autonomización y la persistencia de los discursos hacen posible la reconstrucción de la evolución semiótica del sapiens. (Verón, 2013, p.291).
La elegancia de su hipótesis principal se ofrece en estas líneas:
Intentemos una síntesis filogenética. Los fenómenos mediáticos, ¿son una precondición de los sistemas psíquicos de los sapiens? La respuesta es no. Inversamente, los sistemas psíquicos, ¿son una precondición de los fenómenos mediáticos? La respuesta es sí. Los sistemas psíquicos, ¿son precondición de los sistemas sociales? La respuesta es sí, pero no de una manera lineal, directa, sino a través de la emergencia de los fenómenos mediáticos. Entonces, los fenómenos mediáticos, ¿son una precondición de los sistemas sociales? La respuesta es sí. (Verón, 2013, pp. 301-302).
La lectura más “comunicacional” de La Semiosis Social identificó la instancia productiva de los discursos sociales con la vieja idea de los “emisores”, y cumpliendo ese rol, casi siempre a los medios (masivos) o a las instituciones (gobierno, religión, empresas, partidos políticos, etc.); complementariamente, en reconocimiento se piensa a los “receptores”, que serían individuos.
Esta identificación no hace justicia a la novedad que supo presentar la Teoría de la Discursividad. Hay que decirlo, curiosamente, el propio Verón abonó algunas veces esta identificación:
Hasta aquí, con la ayuda de algunos conceptos luhmannianos, podríamos decir que cuando trabajamos en reconocimiento estamos observando procesos que forman parte de la autopoiesis de sistemas psíquicos, y que cuando trabajamos en producción, estamos observando procesos de la autopoiesis de un sistema o subsistema social. (Verón, 2013, p. 302).
Sin embargo, aceptar esa identificación sería restringir maliciosamente una lectura de la Teoría de la Discursividad. Sobre esto, la teoría es clara: no plantea que haya discursos que están, intrínsecamente, en producción y otros discursos que están en reconocimiento:
En la medida en que siempre otros textos forman parte de las condiciones de producción de un texto o de un conjunto textual dado, todo proceso de producción de un texto es, de hecho, un fenómeno de reconocimiento. E inversamente: un conjunto de efectos de sentido, expresado como gramática de reconocimiento, sólo puede manifestarse bajo la forma de uno o varios textos producidos. En la red infinita de la semiosis, toda gramática de producción puede examinarse como resultado de determinadas condiciones de reconocimiento; y una gramática de reconocimiento sólo puede verificarse bajo la forma de un determinado proceso de producción: he ahí la forma de la red de la producción textual en la historia. (Verón, 1988, p. 130).
“Puede examinarse”, “puede verificarse”: si todo discurso está sujeto a dos procesos, esa diferenciación solo responde a la posición del observador, dado el recorte específico que se quiera hacer en un caso dado.
Tampoco cabe la equivalencia producción-medios o instituciones / reconocimiento-actores individuales: todos (medios, instituciones y actores) son tanto productores como intérpretes de otros discursos. Si el estudio de la semiosis es un estudio de las relaciones interdiscursivas, las nociones de medios, instituciones y actores individuales remiten a las condiciones pero no a las posiciones de los discursos. “Quiero decir, -expresó Verón en 2012- el sapiens es un productor de signos, pero no toda producción de signos es mediática, algunas sí, otras no. Podría decirse así: felizmente el sapiens sigue practicando alguna semiosis no mediatizada”. (Verón, 2012, p. 18).
El “Esquema para el análisis de la mediatización” (1997) está organizado alrededor de la diferenciación entre tres intervinientes en los procesos de la mediatización: los “medios” (de alcance plural, colectivo, no interpersonal), las instituciones (“Los medios son, por supuesto, también instituciones. Los diferenciamos del resto de las instituciones en función de la centralidad que se les debe otorgar cuando uno se interesa en la mediatización”) y los actores individuales.
En las investigaciones entre los años 1980 y 2000 Verón había tratado una y otra vez con una cuestión propia de las sociedades mediatizadas: la conformación de los colectivos identitarios. Los medios y las instituciones son los grandes constituyentes de colectivos, que interpelan a un conjunto plural pero indeterminado de individuos. Los tipos de interpelación son traducibles a estrategias de enunciación, por ejemplo, en las variantes de contrato de lectura (Verón, 1984; Verón, 1985) o en las múltiples destinaciones del discurso político (Verón, 1987). Luego, en reconocimiento, habrá individuos que se sentirán convocados por un discurso (mediático o institucional) y se identificarán (o no) con esos colectivos: uno de los niveles de sentido en que esa transacción o interfaz se produce, está operada por la aceptación o rechazo de la colectivación activada o sugerida. Las gramáticas de reconocimiento pueden ser reveladoras de “éxito” o de “fracaso” en relación con las colectivaciones propuestas en producción.
Si nuestros actores son individuales es precisamente porque la producción de los colectivos que generan cuadros identitarios que agrupan a los actores individuales es un tema central en el análisis de la mediatización. ‘Ciudadanos’ por ejemplo, designa un colectivo que articula los actores individuales del sistema político democrático. ‘Consumidores’ designa un colectivo que articula los actores del mercado. ‘Televidentes’ designa un colectivo caracterizado por el consumo de un cierto tipo de medio. Esta noción de colectivo, remite, desde mi punto de vista, al concepto de ‘interpretante’ en la semiótica de Peirce y es un aspecto central del funcionamiento de las estrategias enunciativas de los discursos mediáticos. El análisis debe permitir explicitar las operaciones a través de las cuales se construyen los colectivos. (Verón, 1997, p.16).
En perspectiva macro-sociológica, Verón hizo ver que con el surgimiento y avance de las sociedades mediatizadas, lejos de una uniformización de respuestas, se produjo una explosión de los modelos y formas de los comportamientos, multiplicándose los sentidos producidos en relación incluso con los mismos discursos (Verón, 1991b; Verón, 2001b16). Luego esto derivó en crecimiento y dispersión de los mercados mediáticos, diversificándose los tipos de ofertas para públicos cada vez más específicos, generando a la vez dificultades para consolidar colectivos ciudadanos en el terreno de lo político (Verón, 1994; Verón, 1996) y de otras instituciones estatales o de la sociedad civil (por ejemplo, ligadas a la salud, a la educación, a la alimentación, al tránsito urbano, etc.17). Estas circunstancias lo llevaron a desarrollar dispositivos de análisis de lo que caracterizó como tipos de individualismos (Verón y Boutaud, 2007, pp. 105-136; Verón, 2013, pp. 421-432).
Estos individualismos no son sino modos de procesar y expresar sus gramáticas de reconocimiento de parte de individuos que establecen diferentes tipos de relaciones (de identificación, de rechazo, de indiferencia) con respecto a colectivos de referencia. Luego, este conocimiento pudo volverse insumo para estrategias discursivas de medios e instituciones que buscaban refinar sus modos de interpelación.
Ahora bien, el problema de los individualismos no es el problema de los individuos, sino todavía de los colectivos. Queda aún un paso más.
Volver la mirada hacia los actores individuales no ha sido caprichoso de parte de Verón, ni tampoco ha sido estrictamente un regreso. Ya había estado trabajando en investigaciones en comunicación y psiquiatría, apoyado primordialmente en las conceptualizaciones de Bateson y de Goffman, en los años ’60 y ’70, junto con Carlos Sluzki (Verón, 1968; Verón y Sluzki, 1970). Ahora el individuo hace su reaparición a propósito de la mediatización. Verón encontrará en la sociología de Luhmann, una teoría no trivial para describir la complejidad de las relaciones entre sistemas sociales e individuos. Sobre el final de su artículo “Du sujet aux acteurs. La sémiotique ouverte aux interfaces”18, Verón sostiene:
Hemos insistido, desde hace largo tiempo, sobre la importancia decisiva de distinguir cuidadosamente el acercamiento a un conjunto discursivo dado, desde la instancia o el contexto de producción, del acercamiento a este mismo conjunto discursivo enfocado sobre su reconocimiento. Pero se trataba de un principio de método fundado, por así decir, sobre una intuición empírica que se derivaba de la constatación de un desfasaje estructural que caracteriza los procesos de la semiosis, de la circulación discursiva. Ahora bien, de este principio, que tiene la forma de una regla operacional para el observador, debemos remontar razones teóricas. La teoría y la investigación actuales sobre los sistemas complejos autoorganizantes ofrecen, parece, el comienzo de una respuesta. El observador situado en la interfaz producción/reconocimiento está activando procesos autopoiéticos de dos sistemas autónomos: el sistema de los medios y el sistema que Luhmann llama ‘psíquico’…y que es quizás preferible designar como el sistema del actor. El desfasaje producción/reconocimiento no es otra cosa que la interfaz donde el sistema de los medios, que opera como entorno de los actores, pone su propia complejidad a disposición de estos últimos, y recíprocamente: el sistema del actor, que opera como entorno del sistema de los medios, pone su complejidad a disposición del sistema de los medios. Nos encontramos, aquí, con el concepto de interpenetración elaborado por Luhmann en Social Systems (…) Los materiales discursivos a los cuales el observador accede proveyéndose de ‘fragmentos’ de la semiosis, recortados en la interfaz producción/reconocimiento, son tomados en dos procesos de auto-organización diferentes: el del sistema de los medios…y el de los actores... (Verón y Boutaud, 2007, pp. 181-182; traducción nuestra).
Verón vuelve su mirada sobre el individuo. Pero ¿sobre qué individuo?
Evidentemente, no está pensando en términos de subjetividad, incompatible con la sociosemiótica19 y la perspectiva semio-antropológica20. Tampoco se retrae hacia ningún tipo de esencialismo, inviable en cualquier esquema relacional21. Para Verón, en fase con la teoría de Peirce22, un individuo es un proceso semiótico.
La noción misma de interpretante lo revela. Hay interpretantes que son colectivos. Hay interpretantes que son mundos individuales. La diferencia no es de sustancia, sino de niveles de análisis: a partir de una misma superficie discursiva, podríamos llegar a encontrar que el discurso producido por un actor social remite a gramáticas que responden a una configuración de colectivos, y en otro nivel seguramente habrá huellas que den cuenta de la configuración de su mundo individual. El conocimiento de las relaciones entre los sistemas sociales y los individuos (sistemas socioindividuales) está entre los de mayor complejidad para las ciencias23. Por lo pronto Verón propuso un análisis de los individuos en términos de espacios mentales. Un espacio mental es una organización de trayectorias descriptibles como un haz de operaciones que se materializan en discursos24. “Desde mi punto de vista, ¿qué es una sociedad?” -se pregunta Verón, y responde-:
Es un inmenso tejido de espacios mentales (…) Los espacios mentales en general se agrupan, se aglutinan: una de mis hipótesis es que los dispositivos técnicos son aglutinadores de espacios mentales… Esos espacios mentales se aglutinan en configuraciones mucho más importantes, que yo llamo ‘mundos’.
Entonces, yo diría en una expresión un poco ambiciosa, necesitamos una teoría de los ‘mundos semióticos’, que es esa historia vista desde el punto de vista de la evolución de la comunicación y de los dispositivos técnicos. (Verón, 2012, pp. 20-22).
La calificación de ambicioso le cabe, sin dudas, a su proyecto intelectual en general. Produjo una Teoría sociosemiótica de la Discursividad, de la cual derivó dos teorías semio-antropológicas, una de la Mediatización y en el filo de sus días, Verón había comenzado a escribir también sobre la semiosis de los mundos individuales, de la que solo se publicaron unos cuantos párrafos dispersos en diferentes escritos.
“¿Cuáles son los criterios a partir de los cuales el sistema social construye esos colectivos de sistemas socioindividuales que son su entorno? Creo que Internet puede hacer que esa pregunta resulte socialmente comprensible.” (Verón, 2013, p.430).25 Hay al menos dos tipos de situaciones simultáneas, que son propias y típicas de este momento de las mediatizaciones, y sobre las que hay aún mucho por hacer.
Los medios tradicionales afrontan sus crisis de diversas maneras: una de ellas es que, en sus variantes en línea, se dirigen tanto a los colectivos como a los individuos en las mismas superficies (¡cada vez menos hacia aquellos y más hacia estos!), incluso sin delimitación clara entre un tipo de interpelación y el otro, con el fin de optimizar su relación con la demanda y los intereses de sus lectores o consumidores. Es el caso de las noticias recomendadas individualmente, los sitios periodísticos a demanda del usuario, etc.
Como contrapartida, los individuos mediatizan cada vez más su discursividad en las redes, volviendo públicos sus afectos e impresiones, relatos, posicionamientos éticos y políticos, cuestiones que antes de la Red eran típicas de los universos cotidianos e íntimos, y que ahora circulan sin una regla universal de definición de las fronteras público/privado, ni agendas regulatorias de los temas. Por el contrario, proliferan pequeños mundos locales, esferas grupales y burbujas de opinión, como una etapa propia de este momento de la historia de las sociedades mediatizadas.
Si seguimos las pistas dejadas por la Teoría de la Discursividad, no nos debemos distraer con esquemas de sentido común ni formulismos de moda: acaso sea posible trabajar en simultáneo o complementariamente entre una Teoría de la Mediatización y ciertas hipótesis sobre los mundos individuales, a partir de discursos sociales y en términos de operaciones que no son ni subjetivas ni meros reflejos o efectos de las tecnologías.
Internet hace materialmente posible, por primera vez, la introducción de la complejidad de los espacios mentales de los actores en el espacio público y, en consecuencia, vuelve visibles las estrategias de innumerables sistemas socioindividuales por fuera de la lógica del consumo. (Verón, 2013, p. 429).