Artículos
Recepción: 03 Abril 2020
Aprobación: 10 Agosto 2020
DOI: https://doi.org/10.31840/sya.vi23.2197
Resumen: Esta investigación analiza la percepción social del patrimonio natural y cultural (especialmente arqueológico) entre sectores claves de San Andrés Tuxtla y Catemaco, Veracruz, en la Reserva de la Biósfera de Los Tuxtlas. Metodológicamente, aplicamos entrevistas semiestructuradas para diagnosticar necesidades de formación sobre patrimonio natural y cultural a productores de bienes y servicios turísticos y funcionarios públicos, y realizamos talleres con enfoque colaborativo para sensibilizar, revalorizar y reactivar aspectos de cultura material e inmaterial que impulsen productos turísticos orientados a conservar el patrimonio natural y cultural. Los resultados muestran percepciones desiguales sobre el patrimonio natural y cultural, también un reconocimiento del potencial que representa la cultura y los elementos patrimoniales cuyo aprovechamiento puede ser beneficioso para las economías local y regional, siempre que haya una participación transversal de los sectores involucrados. Se concluye que es necesaria la valoración de la cultura para su inclusión en programas de formación sobre turismo cultural sustentable, fortalecer la vinculación entre sectores gubernamentales, sector privado, población local, académicos y turistas, recalcando la importancia de reactivar y reforzar las identidades de una sociedad asentada en un territorio cultural y ecológicamente rico.
Palabras clave: turismo sustentable, patrimonio cultural, desarrollo económico local.
Abstract: This research analyzes the social perception of the natural and cultural heritage (mainly archaeological) between key sectors of San Andrés Tuxtla and Catemaco, Veracruz, in the Los Tuxtlas Biosphere Reserve. Methodologically, we apply semi-structured interviews to diagnose training needs on natural and cultural heritage to producers of tourism goods and services and public officials, and we carry out workshops with a collaborative approach to raise awareness, revalue and reactivate aspects of tangible and intangible culture that promote tourism products aimed at conserving natural and cultural heritage. The results show unequal perceptions of natural and cultural heritage, as well as a recognition of the potential that culture and heritage elements represent, the use of which can be beneficial to local and regional economies, provided that there is transversal participation of the sectors involved. We conclude that it is necessary to assess culture for its inclusion in training programs on sustainable cultural tourism, to strengthen the link between government sectors, private sector, local population, academics and tourists, emphasizing the importance of reactivating and reinforcing the identities of a society settled in a culturally and ecologically rich territory.
Keywords: cultural heritage, local economic development, sustainable tourism.
Introducción
El turismo desde una postura antropológica es un vehículo mediante el cual se pueden explorar relaciones de uso del territorio, percepción e identificación cultural (Prats, 1998; Velasco González, 2009). Por otro lado, las manifestaciones culturales materiales e inmateriales de una zona o región son elementos patrimoniales que, con la naturaleza y los paisajes, pueden ser aprovechados para reconectar a un pueblo con sus raíces y tradiciones (Prats, 2003; Prats, 2005; León Estrada, 2018), y generar propuestas de turismo sustentable como alternativa o complementación del turismo de sol y playa.
Según Cardoso-Jiménez, el turismo sustentable es “un modelo de desarrollo con énfasis en la economía, pero que al mismo tiempo está basado en la cultura local, recursos naturales y patrimonio cultural” (2006: 13). Esta actividad es responsabilidad de la comunidad receptora y del visitante; pilares importantes del desarrollo del turismo en un lugar con vocación turística, además de los empresarios y la administración pública en sus tres niveles gubernamentales que, en conjunto, deberán elaborar planes estratégicos, priorizando códigos de ética o conducta. Los planes deben considerar a los actores involucrados, el segmento de mercado al que se dirigen y las condiciones del destino turístico (Cardoso-Jiménez, 2006).
La Carta de turismo sostenible estableció fundamentos para formular una estrategia mundial en este sector centrada en criterios de sostenibilidad: ha de ser soportable ecológicamente a largo plazo, viable económicamente y aceptable socialmente (UNWTO, 1997; UNWTO, 2015). El carácter sostenible del turismo implica su integración al entorno natural, cultural y humano, respetando los frágiles equilibrios que caracterizan a la mayoría de los destinos turísticos. Su importancia se refleja en los objetivos del desarrollo sostenible (UNWTO y UNDP, 2017).
La cultura puede dar identidad y cohesión a una comunidad (Giménez, 2005; Terry, 2011). No obstante, Grimson (2011) discute lo anterior, distinguiendo la cultura y lo cultural como prácticas, creencias y significados rutinarios muy arraigados, mientras que a la identidad y lo identitario lo define como sentimientos de pertenencia a colectivos y a agrupamientos con intereses compartidos. “El problema teórico deriva del hecho, empíricamente constatable, de que las fronteras de la cultura no siempre coinciden con las fronteras de la identidad” (Grimson, 2011: 139), de manera que los miembros de una comunidad pueden participar activamente y sentirse parte del grupo, identificarse con un colectivo, sin necesariamente ser homogéneos culturalmente.
Aunque quizás no haya una relación directa entre cultura, identidad y comunidad, sí hay influencias entre estos aspectos, por consiguiente, es importante analizar tanto la opinión que tienen de la cultura local los actores de sectores clave, como el impacto de diferentes manifestaciones culturales en sus prácticas económicas. Impulsar el turismo sustentable desde la integración, el reconocimiento y valorización de la cultura, resulta una tarea fundamental para garantizar la conservación conjunta del patrimonio natural y cultural, con el fin de lograr una mejor comprensión del alcance del aprovechamiento de este patrimonio en actividades económicas como el turismo, es decir, considerar al patrimonio como capital cultural, como recurso de apropiación colectiva, de uso social más allá de los lineamientos que rigen su gestión y legitimación desde las esferas del poder, la política y la institucionalización (García-Canclini, 1999). En este sentido, la percepción social del patrimonio natural y cultural que tienen los actores locales es fundamental para comprender la relación entre naturaleza y cultura en un determinado espacio físico en el que se desarrollan actividades económicas que pueden ser encaminadas hacia la sustentabilidad ambiental y social.
Este trabajo presenta una investigación cualitativa que explora desde la perspectiva social las percepciones del patrimonio natural y cultural de los productores de bienes y servicios turísticos y funcionarios públicos municipales. Realizamos nuestro estudio en Los Tuxtlas, Veracruz, región reconocida internacionalmente por albergar la Reserva de la Biósfera, y por la riqueza cultural evidenciada en vestigios arqueológicos y el amplio mosaico de cultura material e inmaterial que se observa actualmente. Nos centramos en los municipios de Catemaco y San Andrés Tuxtla, que representan hoy las economías principales de la región.
Según los estudios de Juárez Guzmán (2018) y Piñar Álvarez et al. (2012) las comunidades anfitrionas de estos destinos turísticos ofrecen, desde una perspectiva de desarrollo sustentable, actividades integrales combinando ecoturismo comunitario, educación ambiental para el desarrollo económico y social, y conservación de la biodiversidad. Son numerosos los servicios, productos y destinos turísticos donde destacan fundamentalmente aspectos ecológicos, paisajes lacustres y costeros, entre otros.
Área de estudio
La sierra de Los Tuxtlas se ubica en el sur del estado de Veracruz, en la llanura costera del Golfo de México (Figura 1). Es una región de origen volcánico y en sus 315 525 hectáreas de superficie concentra un amplio mosaico biótico y cultural. La importancia de Los Tuxtlas radica en que, en las partes más bajas e intermedias, se encuentra la selva tropical más al norte de toda América, mientras que en las cimas de los volcanes San Martín Tuxtla, San Martín Pajapan y Santa Marta se encuentra bosque de niebla. Ante la avanzada deforestación a finales del siglo XX, en 1998 dentro de Los Tuxtlas se decretaron oficialmente 155 mil hectáreas de superficie como Reserva de la Biósfera (CONANP y SEMARNAT, 2006).
De la mano de la complejidad ecológica de nuestra área de estudio, existe un desarrollo histórico caracterizado por la multiculturalidad desde la época prehispánica y hasta nuestros días. La relación establecida entre los habitantes de Los Tuxtlas y su ambiente tiene una larga historia en la que se destacan la sacralización del paisaje en la cosmovisión, formas de aprovechamiento de recursos y adaptación de espacios para actividades económicas (León Estrada, 2016). Las manifestaciones culturales de las que tenemos evidencia arqueológica muestran pueblos con un tipo de vida sedentario desde el 1400 a.C. (Santley, 2007). Desde esa época y hasta la actualidad, en Los Tuxtlas se han asentado diferentes grupos étnicos, locales y externos que han contribuido al mosaico multicultural hoy presente en las diversas características de la cultura material e inmaterial.
Cultura, percepción y patrimonio
Para nuestro estudio tomamos las concepciones de cultura desde perspectivas antropológicas como las de la ecología cultural (Steward, 1955) y el materialismo cultural (Harris, 1979). Ambas corrientes contemplan a la cultura como un proceso dinámico donde convergen elementos naturales y sociales que dan identidad y cohesión a un grupo social. Viendo a la cultura como un proceso fluido y en constante transformación, podemos observar los cambios diacrónicos que las características culturales de un pueblo en específico han experimentado. De esta forma consideramos elementos culturales propios (Bonfil Batalla, 1991), construidos simbióticamente. Según Bonfil Batalla “Los elementos culturales son los componentes de una cultura que resulta necesario poner en juego para realizar todas y cada una de las acciones sociales: mantener la vida cotidiana, satisfacer necesidades, definir y solventar problemas, formular y tratar de cumplir aspiraciones” (1991: 171). Con base en lo anterior los elementos culturales sirven a las acciones sociales, mismas que concebimos como características de la cultura o características culturales.
El valor utilitario que confiere Bonfil Batalla a los elementos culturales se expresa en la medida en que son apropiados y usados por un grupo social dentro de su contexto para su bienestar colectivo. En esto se acerca a la ecología cultural, que considera la estructura y organización de un grupo social para subsistir en un territorio con características naturales especificas (Steward, 1955), y también al materialismo cultural, que señala como principal premisa, que las acciones de los grupos sociales dentro de un territorio, encaminadas a convertirse en elementos culturales, son motivadas por una razón pragmática: la de satisfacer eficientemente sus necesidades (Harris, 1979). Esta última corriente antropológica, sugiere dos perspectivas para abordar los estudios culturales: emic . etic. La primera corresponde a la visión de la realidad de los participantes nativos, y la segunda a las interpretaciones de esas realidades que hacen los participantes externos, en este caso los investigadores (Harris, 2000: 28). Ambas perspectivas son fundamentales para conocer y analizar las percepciones sociales.
Para la filosofía kantiana, la percepción es una sensación interior que resulta de una impresión material en nuestros sentidos. Esta percepción da una idea, un conocimiento que es limitado al mundo fenoménico que aparece en nuestra conciencia y es ordenado por medio de las sensaciones de acuerdo con formas a priori de la intuición y el entendimiento. Es así como, según Kant (2005), vemos el mundo: lo percibimos guiados por nuestra experiencia y cánones culturales. De acuerdo con Martorell y Prieto (2002), se percibe naturalmente mediante los órganos sensoriales, pero también percibimos desde una construcción mental: lo que se ve y la forma en que se ve se experimenta en función del contexto en el que vivimos y nos desarrollamos.
Desde esta perspectiva el mundo social en el que nos movemos desempeña un papel importante al detonar en el individuo cierta forma de percibir fenómenos, dinámicas, procesos, situaciones y escenarios como miembro de una sociedad. Aunque las percepciones son individuales, están influenciadas por el entorno natural, el social, la cultura, la comunidad y las relaciones con otros individuos, dando por resultado una percepción social. Lo individual y lo social no se oponen.
En congruencia con lo expuesto, la percepción es un aspecto que debemos analizar para poder llegar a un mejor entendimiento de las dinámicas culturales y sociales reflejadas en actividades cotidianas, económicas, rituales y de cualquier índole que atañen a un pueblo o grupo social. También, mediante la percepción de los actores principales, podemos acceder a diferentes contextos y formas de expresión y comprensión del mundo de manera individual.
Por esto, es importante una revisión de la percepción social que se tiene del patrimonio como un constructo cultural. El patrimonio remite a lo que nos importa, al legado que dejamos y lo que consideramos valioso, ¿pero bajo qué parámetros? ¿Por qué damos más valor a unas cosas que a otras? ¿Cómo es que llegamos a concebir el valor del patrimonio natural y cultural por separado?
Una definición de patrimonio relevante para nuestro estudio es la proporcionada por Prats, quien concibe al patrimonio cultural como un constructo social y lo define como “aquello que socialmente se considera digno de conservación independientemente de su interés utilitario (…) abarca también lo que comúnmente se conoce como patrimonio natural, en la medida en que se trata de elementos y conjuntos naturales culturalmente seleccionados” (1998: 63). El mismo autor menciona tres aspectos que inciden en la patrimonialización de un bien: naturaleza, historia y genialidad, en los cuales se concentran los significados y símbolos que resaltan la relación entre ideas y valores (Prats, 1998).
La “naturaleza” es un referente de las acciones humanas, el escenario de interacción de las sociedades y el espacio donde se manifiesta la cultura. La “historia” remite a lazos étnicos e identidades, y la “genialidad” al potencial de un bien como único y estéticamente significativo. Sin embargo, este “pool patrimonial”, como Prats lo llama, conforma el patrimonio como construcción política. Esto se relaciona con el paradigma conservacionista-monumentalista, que según García-Canclini (1999), es aquel que retoma al patrimonio para exaltar los nacionalismos y legitimar el sistema político. Como el caso de México, donde el patrimonio arqueológico es usado para caracterizar culturalmente a un territorio multicultural, en el que no todos se reconocen o identifican con los mismos elementos culturales que desde la institucionalización se promueven como homogéneos a toda una nación.
El patrimonio arqueológico se considera parte del patrimonio cultural material, pero a veces inmaterial o mixto, al conjugar elementos culturales y naturales. En este estudio le conferimos un tratamiento especial tomando en consideración la problemática documentada por León Estrada (2018), quien resalta el manejo, difusión y atención diferenciados del medio ambiente y los vestigios arqueológicos en Los Tuxtlas como Reserva de la Biósfera y como destino turístico. Retomamos la definición de patrimonio arqueológico, para Mesoamérica, como aquel “formado por el conjunto de vestigios de distintos tipos legado por las sociedades que habitaron México en la época prehispánica, es la fuente fundamental ―y en el caso de un largo periodo de nuestra historia, la única― para estudiar y comprender nuestro pasado” (Martínez Muriel, 1996: 21). Sin embargo, no nos limitamos a los vestigios para la comprensión del pasado, sino también para la comprensión de la contemporaneidad y las complejas dinámicas de apropiación y activación del patrimonio no exclusivamente desde lo político y/o institucional, sino también desde la iniciativa propia de los sectores clave, directamente involucrados con su uso, gestión y conservación.
Al tratar al patrimonio cultural y natural como algo socialmente construido y validado por actores locales, estamos recurriendo a categorías de análisis que tienen significado en un contexto social, espacial y temporal determinado. Al mismo tiempo el patrimonio puede ser percibido desde los diferentes niveles del observador: el social, el económico, el político o el educativo. Estos niveles son categorías construidas bajo un esquema de uso social y apropiación del patrimonio diferenciados, como lo discute García-Canclini (1999). En este sentido, el autor remite a una acumulación de capital y reproducción de la fuerza de trabajo por parte de los intereses de iniciativas privadas que explotan el patrimonio natural y cultural muchas veces de manera agresiva, dando mayor peso al valor económico, incluso resaltando el valor simbólico de un bien patrimonial, siempre y cuando por este medio se pueda potencializar su valor mercantil. Esto propicia una apropiación del patrimonio contradictoria, pues no se llega a conservar el patrimonio por su valor simbólico, científico o social, sino como un modelo que justifica el poder económico de un sector de la población.
Las concepciones de turismo sustentable tratan de ir en otra dirección: si bien usan el patrimonio como un recurso, un medio a través del cual se generen ingresos económicos, también se fundamentan en el principio de la conservación del mismo recurso. La idea es aprovechar los bienes patrimoniales, pero equilibradamente: que al mismo tiempo que generen un desarrollo económico local o regional, los actores directos se los apropien como referentes identitarios al sensibilizarse a los procesos de patrimonialización, para que desde ellos mismos se activen dichos recursos como capital cultural. En este punto las ideas de García-Canclini y Prats convergen, pues hablan del valor utilitario del patrimonio, pero también de la selección de los bienes patrimoniales considerados por una sociedad. Partiendo de estos autores, escogimos una metodología cualitativa, que destaque la percepción de los sectores clave relacionados con el turismo en nuestra región de estudio, donde se ha impulsado en los últimos 30 años un turismo orientado a prácticas sustentables (Piñar Álvarez et al. (2012).
Aspectos metodológicos
Seguimos la secuencia de trabajo propuesta por Prats (2005), que de manera sintética habla de la participación de un científico social en un proyecto de activación y/o gestión patrimonial con agentes culturales o sectores clave. El primer paso es un trabajo exploratorio y de diagnóstico, seguido de trabajo colaborativo con el grupo focal, que es el encargado de dar seguimiento a la dinámica académica que se puso en marcha.
Por lo anterior, se realizó una investigación bibliográfica, con lecturas críticas y reflexivas para conocer y analizar la política pública ambiental y turístico-cultural orientada a la conservación del patrimonio natural, cultural y arqueológico en Catemaco y San Andrés Tuxtla (Figura 2). Esto se hizo conforme a los criterios de factibilidad y pertinencia, y permitió evaluar el estado actual de la cuestión desde un enfoque tanto histórico como prospectivo para apreciar un panorama del impacto de las políticas públicas, los programas y planes de manejo en el desarrollo del turismo sustentable de los municipios mencionados. Se revisaron y clasificaron artículos científicos sobre educación no formal, patrimonio y turismo sustentable y desarrollo local. Esta información resultó útil para introducir y enmarcar la investigación, así como para aportar datos al diseño de un guion de entrevista y para los talleres que se realizaron en Catemaco y San Andrés Tuxtla.
El trabajo de campo consistió en ubicar actores clave relacionados con el turismo y la cultura, para entrevistarlos desde un enfoque cualitativo, haciendo uso de una guía de entrevistas semiestructurada, entendida como “una herramienta de recogida de información, que trata de entender el mundo desde el punto de vista del sujeto” (Hernández Carrera, 2014: 188).
El instrumento se diseñó siguiendo el método deductivo, es decir, iniciamos con preguntas generales y abiertas para entrar en confianza y hacer sentir cómodo al entrevistado, para después limitarnos a preguntas más cerradas y de respuestas concretas. Las entrevistas nos permitieron analizar las percepciones de los entrevistados, relacionándolas con sus actividades económicas y cotidianas, enfatizando estas relaciones en el contexto de su localidad y región. El instrumento consistió en dos partes: los datos generales del entrevistado (nombre, edad, género, institución donde labora, escolaridad, profesión u ocupación) y, por otra parte, dos ejes analíticos: el de percepción sobre patrimonio y el de valoración de la cultura para el turismo sustentable (Figura 3).
En ambos ejes se concentraron diferentes categorías cualitativas en las que cabía un conjunto de preguntas abiertas y cerradas, que iban de lo general a lo particular, encaminadas a conocer la percepción social (como constructo social) que cada entrevistado tenía sobre el patrimonio natural, cultural y arqueológico para el primer eje. Para el segundo eje, las preguntas estaban diseñadas para estimar el valor e importancia que los entrevistados daban a la cultura y los elementos culturales en sus actividades económicas relacionadas con el turismo, así como su disposición para impulsar el turismo sustentable y participar en talleres de capacitación no formal. El total de preguntas que se realizaron fueron 14.
Con la información de las entrevistas recabadas en campo, se hizo un análisis vertical, horizontal y contrastivo (Piñar Álvarez, 2012). El objetivo del análisis vertical fue dar respuesta a los ámbitos (ejes analíticos) de las preguntas para llevar a cabo una reducción de las respuestas desde una perspectiva emic. El objetivo del análisis horizontal fue dar respuesta a los ámbitos (categorías cualitativas) de las preguntas, para llevar a cabo una clasificación de las respuestas de los distintos protagonistas entrevistados desde una perspectiva etic.
Estos dos niveles de análisis heurístico permitieron utilizar las respuestas a las preguntas de partida, haciendo uso de citas textuales como testimonio directo de los entrevistados. Las preguntas fueron elaboradas de forma que algunas se procesaron según los porcentajes que representaba una respuesta específica, mientras que en otras fue la frecuencia de palabras claves asociadas a una categoría las que fueron consideradas; de ahí que en algunos casos se aluda a porcentajes y en otros se refiera al lugar de preponderancia de una respuesta.
Con ello se pudo diagnosticar las necesidades de formación sobre patrimonio, así como conocer su percepción sobre aspectos del patrimonio natural y cultural y la valoración de la cultura local para impulsar el turismo sustentable en Los Tuxtlas. Asimismo, pudimos conocer la percepción que tienen los actores locales respecto a la conservación y difusión del patrimonio natural y cultural para las actividades turísticas.
El muestreo no probabilístico fue dirigido a informantes clave. Se hicieron un total de 34 entrevistas y la decisión de limitar a este número la muestra no fue por la saturación de la misma. En la muestra se incluían servidores públicos municipales, prestadores y proveedores de servicios turísticos, académicos, estudiantes, empleados, trabajadores free lance, además de personas involucradas en actividades turísticas y culturales en los dos municipios mencionados. Aunque se trató de incluir tanto a personas del municipio de San Andrés como de Catemaco, la participación de este último municipio fue menor.
Finalmente, convocamos a los entrevistados a participar en tres talleres sobre turismo cultural con el fin de que ellos mismos analizaran el potencial de la cultura y los elementos culturales locales y regionales en conjunto con la naturaleza, para desarrollar una propuesta de producto turístico inclusivo, colaborativo y atractivo. Los talleres se realizaron en la Casa de la Cultura de San Andrés Tuxtla, participaron los entrevistados, más otros actores locales interesados. En los tres talleres se trabajó con un enfoque colaborativo y utilizamos técnicas de acción participativa como grupos focales, grupos de discusión, sociodrama, árbol de problemas. Las actividades fueron registradas en bitácora, diario de campo y fotográficamente.
Resultados y discusión
De los 34 entrevistados, el 56 % fueron hombres y el 44 % mujeres. Respecto a las edades, se agruparon en tres grupos: entre 20 y 35 años, entre 36 y 50 años, y 51 y más. El grupo con mayor representación fue el de 36 a 50 años con 47 %, después el de 51 y más con 32 %, y finalmente el de 20 a 35 con un 21 %. Todos los entrevistados estaban directamente relacionados con actividades turísticas y culturales, desde altos mandos de empresas turísticas, hasta estudiantes de turismo. La distribución de los actores clave fue la siguiente: 32 % directores, gerentes y/o propietarios; 20 % coordinadores de proyecto y/o administradores; 12 % servidores públicos; 12 % trabajadores por su cuenta (free lance); 9 % empleados; 9 % estudiantes; 6 % docentes y/o académicos.
Como hemos mencionado, el primer eje analítico se dirigió a explorar la percepción sobre patrimonio natural y cultural de los entrevistados. En este sentido, realizamos preguntas de inferencia deductiva, de manera que, tras obtener una respuesta general, nos fuéramos acercando a percepciones más particulares sobre la realidad y el contexto del entrevistado. El segundo eje fue dirigido hacia sus actividades económicas cotidianas en relación con la importancia y valorización que cada uno de los entrevistados otorga a la cultura, así como los elementos y características culturales de su región/localidad para evaluar su inclusión en la oferta al turismo. La mayoría de las preguntas de este eje fueron directas y cerradas y las respuestas fueron más concretas que las obtenidas en el primer eje. A continuación, presentamos, en apartado propio, los resultados y la discusión por cada pregunta. Los subtítulos dan cuenta de lo preguntado y la secuencia en que se muestra respeta el orden de las preguntas en la guía de entrevista.
Percepción sobre patrimonio natural y cultural
La primera pregunta fue ¿Qué entiende usted por patrimonio? La idea general de patrimonio de más de la mitad de los entrevistados (56 %) se relaciona con cuestiones que aluden a la propiedad, a los bienes que se poseen, que pertenecen a una persona física o moral. Asocian patrimonio con el término usado en el derecho, las leyes y los asuntos legales. Por otro lado, las respuestas asociadas a la categoría de “conservación” sumaron un 17 % del total. En este grupo de respuestas se obtuvieron algunas que remiten al patrimonio como algo valioso, susceptible de estimación y que por tanto debe ser conservado y/o preservado. Un 12 % de las respuestas involucran la idea de patrimonio tanto a aspectos de la naturaleza y el medio ambiente como a aspectos culturales. Otro 12 % considera que el patrimonio es algo que nos da identidad, es algo que puede ser tangible e intangible pero que da unidad a una comunidad, como el patrimonio nacional, por ejemplo. Un 3 % mencionó sólo a la naturaleza y al medio ambiente como el patrimonio. Llama la atención que ninguno de los entrevistados hiciera alusión exclusivamente a la cultura como patrimonio.
Elementos que forman parte del patrimonio natural y cultural
Posteriormente los entrevistados especificaron los elementos que, a su juicio, conforman el patrimonio, para esto se les preguntó cuáles eran los elementos que conforman el patrimonio de la región. Las respuestas señalan una mayor tendencia a asociar elementos de la naturaleza y el medio ambiente con el patrimonio, tal y como señalan el 61 % de las respuestas. Como más adelante lo discutiremos, creemos que esto se debe a la importancia que revisten los elementos de la naturaleza en la economía y la vida cotidiana, pero también en la difusión y divulgación de programas de conservación ecológica que como Reserva de la Biósfera se extienden por toda la región. En esta pregunta sí apareció la cultura como elemento del patrimonio por sí sola, y representa un 12 % de las respuestas; este mismo porcentaje consideraban exclusivamente a la naturaleza como el patrimonio. Es de notar que, en la idea general de patrimonio, los bienes y propiedades figuraban en primer lugar, mientras que al ser más específicos lo relacionado con la propiedad y la posesión de bienes obtuvo sólo un 9 %. Tan sólo un 6 % englobó todos los elementos en la conformación del patrimonio.
Es pertinente mencionar la percepción de lo que conforma al patrimonio. Aunque la naturaleza y la cultura son aspectos importantes, hay que recalcar que también lo son los bienes, las propiedades, los elementos de permanencia y de identificación, todos éstos en conjunto sólo representan un 6 % de las percepciones recabadas. Ello justifica la inclusión de temas sobre patrimonio en un sentido amplio: tanto los procesos dinámicos de patrimonialización como una puesta en valor del patrimonio, considerando todos sus elementos y alcances.
Elementos más importantes del patrimonio local, natural y cultural
Respecto a los elementos del patrimonio local (San Andrés Tuxtla y Catemaco) los entrevistados hicieron notar en primer lugar la importancia de la naturaleza y la cultura en sus respectivas comunidades y región. El binomio naturaleza y cultura fue el que mayor frecuencia se escuchó en las respuestas. Resaltan, en segundo lugar, los elementos de la naturaleza y medio ambiente específicos como los ríos, cascadas, montañas, selvas, flora y fauna, que se colocan sobre los elementos de carácter cultural. Las menciones a características de cultura (tradiciones, música, folklor, gastronomía, por ejemplo) se nombraron menos de la mitad de las veces que las referencias a la naturaleza. Finalmente, los elementos que corresponden a una propiedad o posesión fueron poco mencionados.
Al respecto, es interesante notar como la mayoría de las respuestas abarcan tanto a la naturaleza como a la cultura, dentro de los elementos más importantes del patrimonio local. Los entrevistados identifican la importancia de los elementos de la naturaleza y el medio ambiente, así como los de carácter cultural. Aunque de forma inconsciente al resaltar ambos aspectos por igual están dando un reconocimiento al patrimonio cultural, tal y como lo concibe Prats (1998) y dando el mismo valor a la naturaleza y la cultura como complementos indisociables del patrimonio que se conserva por su interés utilitario.
Coincidimos con la definición de Prats en que el patrimonio cultural debe abarcar el ámbito de lo natural, puesto que los elementos de la naturaleza son socializados, remiten a categorías de análisis y tienen significado y representación en un paisaje cultural. Sin embargo, creemos que el patrimonio no deber ser “digno de conservación” sino reactivado y usado de forma sostenible, desde los principales actores y sectores claves, para su conservación. Dicha conservación admite transformaciones y readaptaciones sociales al ser el patrimonio cultural una construcción social que impulsa procesos de cambio que dejan ver la evolución cultural de un pueblo, tal y como se percibe en los enfoques antropológicos. Dicha evolución se vislumbra también en los usos, aprovechamientos y significados que se dan a los elementos de la naturaleza con los que se convive cotidianamente: estos elementos de la naturaleza “delimitan un perfil, un territorio, en el cual tiene sentido su uso” (García-Canclini, 1999: 16).
Patrimonio más protegido a nivel local
Ante la pregunta si se protege más un tipo de patrimonio que otro a nivel estatal/institucional, más de la mitad respondió que el patrimonio natural y el medio ambiente es lo que más se protege en la región y en su localidad. Creemos que esto se deriva de la presencia que tiene la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) y el Programa de Conservación y Manejo Reserva de la Biósfera Los Tuxtlas elaborado hace más de dos décadas (CONANP y SEMARNAT, 2006), habiendo sido una de las tres áreas naturales protegidas donde se impulsaron proyectos productivos relacionados con el ecoturismo durante una década del Programa de Manejo Integral de Ecosistemas (MIE) del Global Environmental Fund (Figueroa Peña, 2019).
Buena parte de los territorios del municipio de Catemaco y San Andrés Tuxtla están dentro de la zona núcleo de la Reserva de la Biósfera, aunque las cabeceras municipales figuran dentro de la zona de amortiguamiento. La ecología de la región se conserva en manchones y fragmentos, sin embargo, a pesar de los esfuerzos de los organismos gubernamentales, asociaciones civiles e instituciones académicas, estas zonas de recuperación vegetal y animal son cada vez más reducidas y se restringen a las zonas más altas en las partes de sierra (Guevara et al., 2004).
Respecto a la protección del patrimonio local por parte de los miembros de las comunidades, en un nivel individual, los bienes materiales, según las respuestas, es el patrimonio que se protege más, después de la naturaleza y el medio ambiente. Esta categoría está asociada con la posesión y propiedad, a lo que se hereda, y lo que pertenece a una persona física o moral. La idea de que lo que es suyo, lo que cuenta como su casa, su negocio, su parcela, es lo que hay que cuidar porque es lo que se va a dejar a los hijos, a la familia, y que en caso necesario o de urgencia es de donde se obtienen recursos de forma más inmediata.
Los elementos culturales no están considerados como un patrimonio que destaque por su protección. Así lo deja ver el 4 % de su representatividad. Hay una conciencia clara de que la cultura no es algo que se proteja. Casi un cuarto del porcentaje total (23 %) no especificó ningún tipo de patrimonio.
Uso del patrimonio para actividades turísticas
Todos los entrevistados consideran que el patrimonio puede ser conservado, siendo aprovechado en actividades turísticas. Las formas de hacerlo son variadas. Por una parte, se conserva y aprovecha el patrimonio en actividades turísticas gracias a la capacitación y la educación. Aquí se incluyen aspectos de formación como talleres al sector productivo e información en las escuelas de ambos municipios. Los talleres, según las respuestas, deberían ser enfocados a la puesta en valor del patrimonio natural y cultural como motor en las actividades turísticas.
Se registró un profundo interés en la preservación y conservación del patrimonio, sin embargo, las respuestas no fueron concretas en cuanto a propuestas sobre cómo se conservaría a través de acciones de aprovechamiento o uso sustentable del mismo. Consideramos que las acciones centradas en la capacitación requieren de la planificación y diseño de programas sectoriales de protección patrimonial en cada uno de los municipios del área natural protegida, orientados hacia la educación no formal en temas patrimoniales para el sector productivo y la educación formal en los centros escolares. Este programa debe incluir estrategias específicas con acciones concretas en cuanto a las formas en que el patrimonio se puede proteger y aprovechar impulsando la cultura turística, coincidiendo con Piñar y Rendón (2019).
Culturas o pueblos indígenas que habitaron o siguen habitando en la región
Respecto a la cultura o pueblos indígenas que habitaron y/o habitan dicha región, 33 de los 34 entrevistados mencionaron a la cultura olmeca como uno de los grupos que antiguamente vivieron en su localidad. El de los olmecas es uno de los grupos humanos que establecieron sociedades complejas más tempranamente en Mesoamérica (aproximadamente entre el 1200-400 a.C. según estudios sistemáticos y pruebas de C14) (Coe y Diehl, 1980; Cyphers, 1997), se sitúan en el sur de Veracruz y norte de Tabasco y su estilo artístico e influencia se extendió por gran parte del territorio mesoamericano. Su escultura monumental es icónica y genera gran interés entre estudiosos y público en general.
Especialistas en la arqueología olmeca han precisado una distinción entre cultura olmeca u olmecas arqueológicos, estilo olmecoide y estética olmeca (Clark 1990 y 2007; Cyphers 2004), que no necesariamente refieren a una entidad étnica olmeca, ni a una temporalidad o espacio común. Arqueológicamente hablando, en Los Tuxtlas hay una gran influencia olmeca (Arnold, 2008), manifiesta en la estética y el estilo de escultura y cerámica, sin embargo, no hay presencia verificable de los olmecas arqueológicos o cultura olmeca tal cual, salvo en algunos sitios en los extremos oeste (Tres Zapotes, municipio de Santiago Tuxtla) y sur (Laguna de Los Cerros, municipio de Acayucan). Esto ha generado confusión, no sólo entre los habitantes de Los Tuxtlas, sino en casi todos los ámbitos, incluyendo el académico.
En contraste, desde la época prehispánica y hasta la actualidad, grupos indígenas popolucas y mixe zoques han tenido presencia en los Tuxtlas, al igual que los nahuas (Hasler, 2003; Laborde, 2004). Estos pueblos y culturas se encuentran actualmente en las zonas serranas más altas; no obstante, las menciones a estos grupos por parte de los entrevistados fueron escasas. Hay una fuerte tendencia a mencionar culturas pasadas cuya existencia en zonas de San Andrés y Catemaco no está demostrada, mientras que se omite el pasado indígena que continúa teniendo vigencia en la actualidad mediante usos, costumbres, tradiciones y lengua.
Hay confusiones respecto a los antecedentes históricos en la zona, lo cual se evidenció con las menciones de grupos étnicos que según los entrevistados habitaron Los Tuxtlas, como teotihuacanos, mexicas, mayas, totonacos. Los registros arqueológicos muestran influencia de grupos teotihuacanos en pueblos y asentamientos (Santley, 2007; Wilson, 2016), asimismo hay influencia e incursiones de mexicas (Venter, 2012), pero no se habla de ellos como habitantes de Los Tuxtlas, tampoco de mayas ni de totonacos. Estas son culturas y pueblos indígenas que se rescatan del pasado y persisten en la memoria colectiva por el florecimiento y esplendor del pasado mesoamericano, son pueblos que fundaron grandes ciudades y cuyos vestigios son vistosos e impresionantes.
Lo que sucede con los entrevistados de San Andrés y Catemaco es que se reconocen en pueblos que no son precisamente sus ancestros, pero que representan un pasado prehispánico glorioso. Es lo que García-Canclini (1999) discute como promoción del patrimonio institucionalizado. Desde la educación básica y con la imposición de ideales culturales, se prioriza la historia de culturas y sociedad hegemónicas para caracterizar a todo un país multiétnico. Muchos de estos elementos culturales se conciben como representantes de la mexicanidad incluso en zonas y poblaciones actuales que nunca tuvieron una relación directa con tales culturas. En Catemaco y San Andrés se siguen las líneas de acción de políticas públicas y programas de educación donde se destaca a los indígenas del México antiguo, pero que niegan la presencia y continuidad histórica de otros pueblos indígenas que siguen teniendo una fuerte presencia en sus localidades.
Presencia de vestigios arqueológicos en Los Tuxtlas
La pregunta relacionada con la existencia de vestigios arqueológicos de los grupos indígenas en la región y su identificación, arroja respuestas que hacen hincapié en sitios arqueológicos locales y la cultura material (restos de ollas, esculturas, vasijas, entre otras). Algunas de las respuestas mencionaron sitios arqueológicos como Matacapan (en San Andrés Tuxtla), mientras que otras tanto resaltaban Tres Zapotes (Santiago Tuxtla). En el municipio de Catemaco se han realizado investigaciones arqueológicas en sitios como Isla Agaltepec (Arnold y Venter, 2004); Teotepec (Arnold et al., 2016), y Matacanela (Venter et al., 2018), pero estos sitios no fueron nombrados.
Dentro del municipio de Catemaco se conservan vestigios de arquitectura monumental, principalmente estructuras piramidales de tierra actualmente cubiertas por pastura o cultivos. Estas estructuras figuran en el paisaje, pero no son identificadas por los locales como elementos culturales, sino como accidentes de la topografía natural de la zona. A finales del siglo XX, el sitio arqueológico de Matacapan llegó a integrar más de 100 estructuras, pero debido a la actividad tabacalera intensiva éstas fueron arrasadas casi en su totalidad (Santley, 2007). A pesar de esto, los dueños del terreno y vecinos del lugar lograron recuperar materiales arqueológicos que junto con otros más procedentes de excavaciones sistemáticas conforman la colección del Museo de San Andrés Tuxtla, cuya creación data de principios del presente siglo (León Estrada, 2018).
En relación con los usos sociales del patrimonio (García-Canclini, 1999), se observa una arraigada apropiación de elementos patrimoniales externos, como el caso de las cabezas colosales olmecas. Estas esculturas persisten en la memoria de los entrevistados, tanto de San Andrés Tuxtla como de Catemaco. Si bien existen estas esculturas en Los Tuxtlas, se restringen al municipio de Santiago Tuxtla y más concretamente a la comunidad de Tres Zapotes. Aunque en el parque central y en el museo de Santiago se resguardan algunos ejemplares, éstas no proceden del actual Santiago, y su ubicación geográfica original dista mucho de pertenecer al actual Catemaco y San Andrés. La difusión que se hace del arte olmeca en Los Tuxtlas, en general, opaca casi por completo a elementos escultóricos originales de San Andrés y Catemaco (León Estrada, 2018), como el conjunto de esculturas zoomorfas que por muchos años estuvieron a la intemperie afuera del palacio municipal de Catemaco y que tras el incendio que sufrió el edificio hace pocos años han quedado totalmente desprotegidas encontrándose en condiciones deplorables.
Una respuesta concreta a la pregunta sobre la existencia de vestigios arqueológicos fue la de “pirámide”, sin embargo, no hubo una referencia específica sobre lo que ellos consideran una “pirámide”. En este sentido es importante mencionar que en el centro de Catemaco se conserva un montículo de tierra en cuya cima se ha construido una capilla católica. Este elemento es una estructura cónica truncada (pirámide) prehispánica, aunque sólo una persona lo reconoció como tal. Nuevamente, vemos cómo el paisaje cultural construido se ha vuelto tan cotidiano que invisibiliza aspectos importantes como la continuidad cultural y la transformación de significados.
Siguiendo a García‑Canclini (1999: 33): “la política cultural respecto del patrimonio no tiene por tarea rescatar sólo lo objetos ‘auténticos’ de una sociedad, sino los que son culturalmente representativos”. En este orden de ideas, el “cerrito”, como se le conoce comúnmente en Catemaco, es auténtico y un referente cultural representativo de las dinámicas de cambio social y cultural que se han experimentado; si bien en la memoria colectica no se considera un vestigio arqueológico, es importante retomarlo como la evidencia de un proceso de construcción de una sociedad mestiza, donde se destaca la continuidad y adaptabilidad de la cultura local.
Finalmente, en lo que respecta a los museos, aunque fueron pocas las menciones, destacan las referencias al museo de Tres Zapotes. El museo de San Andrés esta estratégicamente ubicado, tiene un acervo prehispánico, colonial y contemporáneo importante, sin embargo, los locales tienen poca información sobre éste, incluso no es muy conocido en la zona. Creemos fuertemente que es importante reactivar este espacio cultural mediante campañas de difusión e información entre los locales primero, para poder dinamizar su uso dentro del contexto del turismo cultural posteriormente.
Uso de los vestigios
Sobre el uso de los vestigios arqueológicos y culturales, los entrevistados recalcan la importancia de la protección de éstos para la difusión de conocimiento entre locales y turistas. El segundo lugar de respuestas se vincula también con la protección de los vestigios, pero más dirigida a su conservación. En tercer lugar, las respuestas se dirigen más a la investigación y la información que se derive de estos trabajos. Finalmente 9 % no especificó nada en esta respuesta y no dio ninguna respuesta específica sobre cómo deberían ser tratados los vestigios. Tan sólo se mencionó que se deben tratar con respeto, conservándolos, cuidándolos, protegiéndolos, investigándolos, informando, pero sin concretar en ninguna propuesta. Nadie explicó qué significa tratarlos con respeto, el cómo se cuidarían o protegerían o las razones para conservarlos. Definitivamente, se necesita sensibilizar a los actores locales sobre las implicaciones y la necesidad de conservar o hacer un uso sustentable de los vestigios arqueológicos y culturales.
Valoración de la cultura para impulsar el turismo sustentable
Los 34 entrevistados estuvieron de acuerdo en que hay atractivos turísticos suficientes en su región para impulsar el turismo cultural, ya sea local o regionalmente. Concretando los aspectos de la cultura de su región que muestran o mostrarían al turismo, los entrevistados señalan la hechicería, la herbolaria, la pesca tradicional, la elaboración de artesanías, el cultivo y procesamiento del tabaco y lo relacionado con la cafeticultura; prácticas éstas que en buena medida son parte del quehacer cotidiano de grupos indígenas, los cuales no fueron mencionados en las respuestas a la pregunta anterior relacionada con este tópico.
El reconocimiento hacia las prácticas ancestrales preservadas por las etnias locales no está en la memoria colectiva de los entrevistados. Se consideran las acciones, pero no a la gente que las realiza, lo cual resulta contradictorio, ya que destacar la práctica pero no al practicante supone una reivindicación fuera de contexto que no contempla el complejo articulado de elementos culturales de larga trayectoria que estructuran el acervo tradicional, y que aun siendo resistentes al cambio, no son inmunes al mismo, es decir, el núcleo duro de larga y rica tradición histórica, tal como afirma López Austin (2001: 59). De esta forma se resta valor a las expresiones de la identidad de un pueblo mestizo con fuertes raíces indígenas.
Después de la gastronomía y la arqueología se encuentran las menciones a elementos de la naturaleza como “elementos de la cultura”. El municipio de San Andrés Tuxtla resguarda playas, cascadas y ríos, al igual que el municipio de Catemaco, donde además hay un lago muy importante en el desarrollo de la economía local comercial y turística (Figura 4).
Las menciones de la naturaleza se enfocaron en elementos hídricos (lagos, lagunas, ríos) pues son parte del paisaje cotidiano y del que numerosas familias dependen económicamente. Efectivamente, se pasa de un paisaje natural a un paisaje económico, lo cual da cuenta de la interacción humana con el medio ambiente para la satisfacción de necesidades. De esta forma, la categoría de naturaleza como elemento cultural correspondería a la concepción de paisaje cultural mismo “se crea por un grupo cultural, a partir de un paisaje natural. La cultura es el agente, el área natural es el medio, y el paisaje cultural el resultado” (Sauer, 1996: 46). Esto se engloba en la necesidad de un plan estratégico, técnicamente correcto y socialmente efectivo, que transforme el territorio y posibilite el desarrollo económico local (Jordá, 2019), teniendo al patrimonio como motor del turismo sustentable.
Disponibilidad para participar en talleres de educación patrimonial
Con respecto a su disponibilidad a participar en talleres de educación patrimonial (no formal), los 34 entrevistados afirmaron estar abiertos/dispuestos a participar en talleres.
Disponibilidad para incluir aspectos culturales en sus actividades turísticas
Asimismo, la totalidad de los entrevistados están dispuesto a incluir aspectos de cultura en sus actividades como promotor o prestador de servicios turísticos.
Acciones concretas para sensibilizar en materia de cultura como motor turístico
En cuanto a las acciones para sensibilizar en materia cultural, las respuestas se centran en querer conocer elementos culturales que puedan incluirse dentro de los servicios turísticos que ofrecen. Los entrevistados son conscientes de la falta de información en la materia y de la escasez de difusión y promoción dentro y fuera de los Tuxtlas. Destaca el interés por el trabajo colaborativo, la vinculación del gobierno local (municipio y entidad federativa) con la sociedad civil y el sector productivo. Esto es importante pues de lograrse una colaboración intramunicipal (encadenamiento productivo en cada uno de los municipios) e intermunicipal (entre Catemaco y San Andrés Tuxtla) se estarían estableciendo lazos de cooperación y colaboración encaminados a un desarrollo regional en el área natural protegida.
Talleres sobre turismo cultural sustentable
Tras el análisis vertical y horizontal de las entrevistas pudimos concretar un diagnóstico sobre las necesidades de formación sobre patrimonio natural y cultural entre sectores clave, para este estudio, de Catemaco y San Andrés Tuxtla. Esto nos permitió diseñar cartas descriptivas y realizar tres talleres de educación no formal con enfoque colaborativo (Figura 5) para sensibilizar, revalorizar y reactivar elementos de cultura material e inmaterial con el fin de concretar estrategias turísticas desde el sector productivo, orientadas a la conservación conjunta del patrimonio natural y cultural.
Con enfoque colaborativo y técnicas de acción participativa pudimos exponer términos y conceptos claves para la comprensión y significación del patrimonio en diferentes niveles (natural y cultural, de la humanidad, nacional, local, individual), así como la importancia de la sustentabilidad y responsabilidad social con el ambiente y la sociedad. Mediante la participación grupal animamos a los sectores clave para que reflexionaran y se incentivaran a impulsar procesos de conservación y uso sustentable del patrimonio natural, cultural y arqueológico en los Tuxtlas, con el fin de dinamizar la interacción y colaboración entre ellos, pero también el desarrollo económico local y regional. La respuesta fue satisfactoria: los sectores involucrados participaron activamente en los talleres, y en colaboración se logró el diseño y organización de productos turísticos (rutas) en los que se incluyeron los atractivos culturales y naturales de la zona. Además de la participaron activa y los productos turísticos consensuados, se logró vincular a los participantes en temas de patrimonio natural y cultural local.
En los tres talleres se evidenció la necesidad de programas de formación constante, para los sectores educativo, productivo y público presentes en los talleres (dos ayuntamientos y Secretaría de turismo y cultura). Los presentes recomendaron replicar y socializar el conocimiento adquirido de una forma directa y responsable en ambos municipios y otros en la región turística de los Tuxtlas. Para lograr esto es necesario facilitar “la socialización del valor patrimonial”, tal y como afirma Gándara (2001). Dicha socialización tiene como propósito otorgar las herramientas para el uso del conocimiento sobre el patrimonio entre actores involucrados, al mismo tiempo que resaltar el uso del bien patrimonial por sí mismo.
Como Prats lo resalta (2005), los actores principales actúan como el poder político, y tienen que negociar con la sociedad para activar esos bienes patrimoniales, que en una región turística como la que estamos tratando, contribuyan al desarrollo económico, pero también a la cultura. Para esto, creemos que la comunicación entre diferentes sectores podría abonar a la construcción de estrategias de preservación que confronten los modelos rígidos y estáticos ―que parecen dirigirse a la fosilización de los bienes patrimoniales privilegiando su carácter hegemónico―, con modelos dinámicos que permitan una reflexión crítica sobre el uso, gestión y conservación del patrimonio.
Jordá (2019: 47-48) señala que los tres elementos que impulsan el desarrollo económico local son: una estrategia del territorio (“visión a futuro y líneas estratégicas sobre las que construir el futuro”), un plan para concretizarlo (“proyectos concretos, calendario y organización interna”), y “la implicación de los actores locales públicos y privados”, esto es, una administración pública local que englobe en el plan estratégico a la sociedad civil, las empresas y la academia. Ello significa un estilo de liderazgo colaborativo de las instituciones públicas.
Conclusiones
Los resultados muestran una percepción del patrimonio y la cultura idealizada: se sabe de su potencial, pero se desconocen los beneficios sociales, culturales y económicos que puede traer su dinamización. No obstante, existe genuino interés para reactivar elementos patrimoniales susceptibles de uso como alternativa sustentable de turismo. Esto justifica la necesidad de seguir realizando talleres de educación no formal con el sector productivo y trabajar la estrategia y el plan con el sector público y privado, dado que no hay lineamientos claves ni políticas públicas encaminadas al turismo cultural.
Los servidores públicos se guían con los referentes de la Secretaría de turismo y cultura del gobierno estatal, pero reconocen las carencias que existen respecto al turismo cultural en la Secretaría y en los municipios. Como los gobiernos municipales están sujetos a las políticas de turismo estatales, no tienen mucha injerencia en la toma de decisiones y resienten la falta de un buen programa sectorial enfocado al turismo cultural y al turismo de naturaleza que rescate los valores de identidad que definen la región de Los Tuxtlas. Su puesta en valor es absolutamente necesario.
Hay también poca sensibilización hacia elementos culturales identitarios de San Andrés Tuxtla y Catemaco como destinos turísticos. El tema de turismo cultural, además de brindar a sus habitantes conocimiento y reconciliación con sus raíces, puede ofrecer experiencias únicas y originales de la sociedad tuxtleca antigua y contemporánea a sus visitantes. Creemos que su inserción y persistencia en programas sectoriales municipales, con productos de turismo cultural puede impulsar la conservación patrimonial, y podrá también permitir el aprovechamiento de la cultura como un recurso que permita una derrama económica y creación de empleos impulsando el desarrollo económico local.
Insistimos en la socialización del valor patrimonial, pues es necesaria y se requiere de una comunicación fluida que permita transmitir los intereses y necesidades de los actores principales, tanto de los locales (actores involucrados y sectores clave) como de los externos que pueden ser en este caso los investigadores académicos. De esta forma la difusión se da en dos vías: una dirigida a las esferas del conocimiento en instituciones y la academia, y otra centrada en la divulgación hacia el público con el fin de que la información y el conocimiento se canalicen hacia el bienestar social, haciendo uso de la educación patrimonial y el impulso del turismo cultural y de naturaleza.
Agradecimientos
Al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) por otorgar la beca de estancia posdoctoral a Xochitl del Alba León Estrada, de cuyo proyecto se deriva esta investigación. A El Colegio de Veracruz, a José Luis Marín Muñiz, Martha E. Nava Tablada, Astrid Wojtarowski Leal, Nathan D. Wilson, Angélica Euán Canché y Kristian Huesca. Finalmente, nuestro sincero agradecimiento a las autoridades locales, así como a las personas entrevistadas y participantes de los talleres de San Andrés Tuxtla y Catemaco, Veracruz.
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Dolores Molina Rosales: Editora asociada