Resumen: Situado en el cruce entre la historia de los intelectuales latinoamericanos y la historia del trabajo social, el presente trabajo analiza los primeros años de actividad del Centro de Estudios Latinoamericano de Trabajo Social (CELATS). Estudiamos los itinerarios intelectuales de los fundadores, quienes impulsaron la renovación crítica del trabajo social latinoamericano, y abordamos el funcionamiento del dispositivo editorial integrado por la revista Acción Crítica, los Cuadernos CELATS, los Libros CELATS, y el Informativo CELATS. El hallazgo de fuentes primarias relativas a los convenios editoriales, los seminarios, los congresos, los viajes y las estadías permite ofrecer un análisis preciso de la expansión continental del CELATS, sus orientaciones político-ideológicas y su relación con la resistencia a las dictaduras militares, la revolución sandinista y las transiciones a la democracia.
Palabras clave:intelectualesintelectuales,trabajo social latinoamericanotrabajo social latinoamericano,historia de la ediciónhistoria de la edición,revistasrevistas,exilioexilio.
Abstract: Enrolled in the intersection between the history of the Latin American intellectuals and the history of social work, this paper analyzes the activity of the Centro Latinoamericano de Trabajo Social (CELATS), in its early years. We studied the intellectual itineraries of the founders, who promoted the critical renewal of Latin American social work, and we addressed the functioning of the editorial system composed of the magazine Acción Crítica, the Libros CELATS, the Cuadernos CELATS and the Informativo CELATS. The finding of primary sources about the editorial agreements, seminars and congresses, trips and stays allows us to analyze the continental expansion of CELATS, its political-ideological orientations and its relationship with resistance to military dictatorships, the Sandinista revolution and the transitions to the democracy
Keywords: intellectuals, Latin American social work, Publishing History, magazines, exile.
artículos
Apuntes para una historia intelectual del trabajo social latinoamericano: los libros y las revistas del Centro Latinoamericano de Trabajo Social (1975-1983)
Notes for an intellectual history of Latin American social work: the books and magazines of the Centro Latinoamericano de Trabajo Social (1975-1983)
Recepción: 08 Julio 2018
Aprobación: 12 Septiembre 2018
A lo largo del siglo XX, los nombres “servicio social”, “social work”, “asistencia social” y “trabajo social” enlazaron diversos tipos de intervención sobre la cuestión social y dejaron su impronta en la historia de las ciencias sociales. Bajo esos nombres, las y los agentes sociales de los Estados latinoamericanos organizaron asociaciones profesionales locales y articularon, a nivel continental, centros de investigación, redes, encuentros y conferencias. A través de esos canales se debatieron los dilemas político-ideológicos, las especificidades profesionales, los posicionamientos ante las confrontaciones sociales y las transformaciones de los aparatos estatales.[1] En 1974 se reunió en San José de Costa Rica la Asociación Latinoamericana de Escuelas de Servicio Social (ALAESS). Luego de prolongadas discusiones, la asociación fundó un núcleo de investigaciones y formación académica, el Centro Latinoamericano de Trabajo Social (CELATS). Su objetivo fue sistematizar y renovar las posiciones en el campo del trabajo social.[2]
Las páginas que siguen se valen de las herramientas de la historia intelectual para ofrecer un análisis del CELATS, fundamentalmente de su proceso de formación y del funcionamiento de su aparato editorial.[3] Nos concentramos en la amplia y diversa actividad intelectual que realizaron las y los trabajadores sociales reunidos en el CELATS y con ello buscamos enriquecer la historiografía sobre el trabajo social, pues ofrecemos una perspectiva atenta al tipo de intervención intelectual, a las formas de investigación y docencia, a los aparatos editoriales –sobre todo aquellos orientados a la difusión y renovación de debates disciplinares-, a los modelos en torno de la relación entre profesional y clases populares (urbanas y rurales) y a la vinculación entre campo profesional y aparatos estatales.[4]
En los últimos años ha tenido un amplio desarrollo la historia de los intelectuales latinoamericanos. Según Carlos Altamirano (2013: 114), éstos deben ser estudiados como “una especie moderna, que no se enlaza solo a una categoría socio-profesional, sino a la relación que tienen con la esfera pública participando, a partir de los materiales impresos, de los debates cívicos y sociales que alcanzan a un público más allá de los doctos”.
Si bien el ejercicio del trabajo social, centrado en la intervención profesional sobre problemáticas específicas, requiere de cualificaciones ligadas al trabajo intelectual, fue a fines de los años setenta que la categoría profesional de trabajador social se vinculó explícitamente con la condición de intelectual y desde allí buscó incidir en los debates cívicos y sociales, e incluso aparecieron grupos de trabajadores sociales que se definieron como “intelectuales subalternos”.[5]
Las y los agentes profesionales que ejercieron el trabajo social en América Latina responden a diversas figuras: visitadoras de higiene, asistentes sociales, agentes del servicio social y trabajadores sociales. Sus prácticas se ligan estrechamente a las de otros cientistas sociales (antropólogos, sociólogos, psicólogos) con quienes comparten “cualificaciones socioprofesionales” y no únicamente profesionales. Siguiendo a Saúl Karsz (2007: 66-67), esas cualificaciones “incluyen competencias técnicas, conocimientos diversos, habilidades, y asimismo normas, ideales, principios y modelos, modismos de lenguajes”. El trabajo social, lejos de cerrarse sobre su experticia o las instituciones en las que interviene (hospitales, fábricas, escuelas, cárceles, etc.), liga de un modo específico su proceso de conocimiento a la moderna reproducción social –y con ello a los conflictos y disputas ideológicas de esa reproducción-
Para Karsz (2007: 39, 40), la reproducción social debe ser entendida como “producción de las condiciones de producción”, pues el trabajo social “no tiene nada de un reflejo pasivo de la estructura económica ni de las relaciones sociales en general”. En tanto no es un “reflejo pasivo”, la profesión debe ser estudiada como un proceso de producción: inviste una “materia prima” producto de investigaciones precedentes (sobre el problema de la vivienda, el mundo del trabajo, la planificación urbana, el indigenismo, etc.) y utiliza “medios de trabajo” (técnicas, conceptos, metodologías, teorías, ideologías y modalidades de intervención) y “fuerza de trabajo cualificada” (las y los agentes profesionales del trabajo social vinculados con los aparatos del Estado). En ese proceso de producción se elabora un “producto” que transforma la materia prima inicial.
Entendemos al CELATS como un espacio privilegiado para registrar la producción, circulación y consumo de las “cualificaciones” y su transformación en nuevos conocimientos y métodos de trabajo ligados a los aparatos estatales, a las organizaciones gremiales y a los sectores populares. Para su análisis nos centramos en dos procesos que atravesaron al Centro desde su constitución en 1975 hasta su consolidación en 1983, período en que forjó las bases que permitieron su extraordinaria expansión en los años siguientes. El primer proceso concierne al montaje de una estructura científico-académica latinoamericana, anclada en Lima; el segundo gira en torno de las iniciativas editoriales desplegadas a partir de fines de 1976, con la revista Acción Crítica, los Cuadernos CELATS, los Libros CELATS y el Informativo CELATS.
Para atender al primer proceso estudiamos la constitución del CELATS como una red intelectual transnacional que reunió a tres grupos erigidos en la “fuerza de trabajo cualificada”: los trabajadores sociales peruanos que obtuvieron apoyo estatal del gobierno militar populista, los profesionales e intelectuales latinoamericanos ligados a ALAESS y exiliados en Lima como resultado de la represión que sufrió la nueva izquierda y los intelectuales de la Fundación Konrad Adenauer (FKA), institución dependiente del Partido Demócrata-Cristiano que gobernó Alemania Federal hasta 1969.[6] Asimismo atendemos al grupo de mujeres que contaba con alto grado de calificación intelectual, tuvo un importante rol en la fusión de aquellos tres grupos y ocupó posiciones clave tanto en el CELATS como en la orientación de su aparato editorial.
Abordamos el segundo proceso mediante el análisis del dispositivo editorial –en el que incluimos a las editoriales, los convenios y las distribuidoras - y de sus materiales, esto es, revistas, cuadernos y libros. Con ello buscamos reconstruir la producción, la distribución y la recepción de los “medios de trabajo” desarrollados por el Centro. Pero también intentamos registrar los cambios y las tensiones surgidas en el seno de esa “fuerza de trabajo cualificada”, especialmente los vinculados a la introducción de nuevos autores, lecturas y problemáticas a nivel latinoamericano y a las nuevas perspectivas analíticas sobre los Estados y las sociedades latinoamericanas. Es que, en las décadas del setenta y ochenta, los trabajadores sociales modificaron su formación intelectual y su intervención profesional a partir de la interpelación que realizaban las dictaduras militares, la Revolución Sandinista y la transición democrática en los países del Cono Sur.
El 23 de abril de 1976, en su condición de ministro de Educación peruano, el general Ramón Miranda Ampuero pronunciaba un discurso en el acto que le otorgaba reconocimiento estatal al CELATS. Allí sostenía:
Efectivamente, nuestra posición política en el campo internacional tiene hoy una orientación latinoamericana, tercermundista […] que busca, además de un robustecimiento de la postura de los países en vías de desarrollo […] una fundamental solidaridad expresada, en el caso de la región latinoamericana, en el apoyo mutuo y el desarrollo de tareas conjuntas que posibiliten la independencia política, económica, financiera y tecnológica de nuestros países. El reconocimiento oficial que se ha hecho al CELATS se enmarca en esta perspectiva (S/F, Acción Crítica, 1, 1976: 10).
Estas afirmaciones muestran que los militares que integraron el gobierno de Juan Velasco Alvarado para 1975 continuaban difundiendo un discurso tercermundista y latinoamericanista.[7] Por su parte, el CELATS elegía ese discurso para abrir su revista y ello se vincula no sólo a la elección de Perú como sede del Centro y de los acuerdos internacionales que lo sustentaron, sino también a las simpatías de los trabajadores sociales exiliados con el gobierno de Velasco Alvarado.[8]
En los años anteriores a la fundación del CELATS, principalmente desde los años sesenta, se registra una importante renovación, a escala latinoamericana, del trabajo social y sus elementos –caracterizados más arriba como materias primas, fuerzas de trabajo calificada y medios de trabajo-. Las principales perspectivas que renovaron la disciplina fueron el Desarrollo de la Comunidad y el Movimiento de Reconceptualización.
Desde los años veinte, la administración colonial británica desplegó en los países africanos y asiáticos programas de Desarrollo de la Comunidad que funcionaban como un método de control colonial de las contradicciones sociales. En los años cuarenta, el gobierno estadounidense modernizó, tecnificó y complejizó esos programas. Una década después, Estados Unidos agregó el programa conocido como Organización de la Comunidad. Ambos proyectos compartieron un concepto de comunidad construido desde el estructural-funcionalismo al tiempo que apelaban a técnicas estadísticas, demográficas y de psicología social, combinadas con la “dinámica de grupos” y el estudio del “caso” individual. Se cristalizaba entonces el modelo “caso, grupo, comunidad” (Bonfiglio, 1982).
A principios de los sesenta, bajo el influjo del desarrollismo, ese modelo fue la base de otros programas asociados a instituciones profesionales en todo el continente latinoamericano. Las poblaciones se conceptualizaron como comunidades “tradicionales”, inmersas en relaciones “atrasadas” frente a los acelerados cambios derivados de la urbanización y la industrialización. A mediados de la década, diversos asistentes sociales sistematizaron sus objeciones al modelo de Desarrollo de la Comunidad y a sus procedimientos de intervención. A su vez, dieron inicio al Movimiento de Reconceptualización. Su propuesta de reemplazar la concepción de la “asistencia social” por la de “trabajo social” tuvo -como señala la clásica descripción del trabajador social argentino Gustavo Parra (2002)- su impulso clave en 1965 y sus epicentros en Argentina, Brasil y Uruguay.
Traigamos la definición de la reconceptualización que propuso en sus inicios la revista del CELATS. Se trataría de “un movimiento teórico, metodológico y operativo que propende a crear una identidad entre la acción de éste y las demandas reales que surgen de la actual situación del continente” (Acción Crítica, 1, 1976: 32).[9] El texto glosa los argumentos expuestos dos años antes en otro Documento Preliminar del CELATS, que circuló en Lima en versión mimeográfica. Su autor, el filósofo y sociólogo chileno Diego Palma, explicaba que el trabajo social se trasladaba desde los problemas comunitarios, grupales e individuales hacia los problemas estructurales de la sociedad. Las condiciones sociopolíticas y económicas del nuevo orden mundial favorecerían el surgimiento del Movimiento; las expectativas de un cambio concreto en el orden social permitirían una crítica a los métodos tradicionales de la profesión, a la ideología que la sustenta y a la inadecuación de ésta para la comprensión de la realidad latinoamericana.[10]
El Movimiento no logró cerrar el ciclo del trabajo social desarrollista, pero sí presentó una potente propuesta transformadora. En 1981, el trabajador social brasileño José Paulo Netto se encargó de sistematizar en las páginas de Acción Crítica la rivalidad entre la concepción tradicional y la reconceptualizadora, a la que adhería. Allí enumeró las críticas “conservadoras” al proceso reconceptualizador para luego exponer su contracrítica reconceptualista.[11]
Las y los trabajadores sociales involucrados en experiencias reconceptualizadoras no sólo renovaron la intervención institucional, sino también la formación profesional. Entre las cátedras universitarias que encabezaron esa renovación, se destacan las que estuvieron a cargo del argentino Luis María Früm en la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Nacional de San Luis; del uruguayo Hernan Kruse en la carrera de Servicio Social de la Universidad de la República; del brasileño Vicente de Paula Faleiros y del colombiano Juan de la Cruz Mojica Martínez en la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Católica de Valparaíso; y de la brasileña Leila Lima Santos, impulsora del “Método BH” en la Escuela de Servicio Social de la Universidad de Belo Horizonte.
La intensa radicalización ideológico-política de las y los intelectuales, artistas y cientistas sociales latinoamericanos alcanzó diversos grados en cada país y ha sido ampliamente estudiada.[12] Dicha radicalización afectó también a los colectivos profesionales del trabajo social. De allí que registramos variados nexos de las y los exiliados que integraron el CELATS con las organizaciones políticas de la nueva izquierda sudamericana, esto es, con los Montoneros y el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) en Argentina, con los Tupamaros en Uruguay, con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en Chile y con la Acción Popular en Brasil, entre otras organizaciones.
Esta nueva izquierda, de la que intelectuales y artistas asumieron la elaboración ideológica, surgió al calor de la Revolución Cubana, de la radicalización católica promovida por el Concilio Vaticano II y de las insurrecciones obreras, estudiantiles y campesinas. En ella se reunió un complejo haz de tendencias (guevaristas, cristianas, maoístas, nacionalistas) que polemizaban entre sí sobre las vías para la revolución o el cambio social pero que tendían a acordar sobre la necesidad del paso a la lucha armada (Tortti, 2014). A mediados de los sesenta, esta nueva izquierda comenzó a sufrir una violenta represión estatal, de ahí que en 1976 el primer número de Acción Crítica se preocupara por subrayar la sucesión de golpes de Estado que destruyeron a la mayoría de aquellas organizaciones de la nueva izquierda y empujaron al exilio a muchos militantes, entre ellos a numerosos trabajadores sociales.[13]
A pesar del alto costo experiencial del exilio, quienes lo padecen tienen la oportunidad de construir una mirada distante y reflexiva sobre sus prácticas y vivencias (Traverso, 2012). Y ello se advierte entre los reconceptualistas, pues los trabajadores sociales que debieron exiliarse y apostaron al CELATS buscaron capitalizar sus itinerarios previos cuando emprendieron la renovación teórico-práctica del campo disciplinar. El balance exiliar y el nuevo intento incidieron en una serie de instituciones académicas de la región.
Entre los itinerarios exiliares se destaca el de Mojica Martínez, director del CELATS durante 1976. Éste residió en Chile hasta la dictadura pinochetista, en 1976 se exilió en Perú y años después en Honduras, donde participó en la primera Maestría Latinoamericana de Trabajo Social -dictada desde 1977 en Tegucigalpa-, a partir de un convenio entre el CELATS, el Consejo Superior Universitario Centroamericano y la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Otro interesante itinerario continental lo ofrece Kruse, quien fue miembro del Grupo Esquema Conceptual Referencia Operativo (ECRO), se referenció en el psicólogo social Enrique Pichón Riviére y colaboró en la revista argentina Hoy en el Servicio Social. En 1966 Kruse presidió el II Seminario Regional Latinoamericano de Servicio Social, desarrollado en Montevideo. Recordemos también el recorrido de los chilenos Omar Ruz, secretario general de la ALAESS entre 1971-1974, y el de Luis Araneda, presidente de la ALAESS entre 1971-1974, electo en el III Seminario de la ALAESS celebrado en Ecuador. Araneda dirigió la Escuela de Servicio Social de la Universidad de Concepción, institución en la cual el MIR tuvo una fuerte influencia, tanto en la conducción académica como en el movimiento estudiantil. En setiembre de 1973, al iniciarse la dictadura pinochetista, Araneda fue destituido y forzado al exilio. Por su parte, Faleiros finalizó sus estudios en 1966, en la Escuela de Servicio Social de la Universidad Ribeirão Preto de Minas Gerais. Luego realizó estudios de posgrado en París, donde se ligó a la corriente marxista referenciada en Louis Althusser. De regreso a Brasil fue militante en la Juventud Universitaria Católica y en la organización maoísta Acción Popular. A partir del recrudecimiento represivo de la dictadura brasileña, Faleiros se exilió en Chile, donde trabajó en la Universidad Católica de Valparaíso, hasta su nuevo exilio en Perú, país en el que participó activamente del CELATS. Lima Santos fue otra discípula althusseriana, militó en la Acción Popular y lideró la construcción de las líneas de trabajo del CELATS, además de prologar numerosos materiales publicados por el Centro (Arrúa, 2012).
A la vez que reprimían a los intelectuales de las izquierdas –entre los que se encontraban muchos referentes del trabajo social-, los Estados sudamericanos expandían sus políticas sociales y continuaban el crecimiento de las instituciones de formación profesional. Efectivamente, entre 1976 y 1981 el campo del trabajo social tuvo una amplia expansión a través de políticas estatales guiadas por diversas orientaciones político-ideológicas. El trabajador social argentino Norberto Alayón (1982: 9) señaló que en esos años se registraron “más de cincuenta mil graduados, con casi doscientos cincuenta escuelas de la especialidad, con más de un centenar de asociaciones profesionales, con organizaciones de alcance continental, con expresiones y empresas editoriales en varios países”. El mismo año en que Alayón publicaba ese balance, la joven investigadora colombiana María Cecilia Tobón (1982: 41-51) ponderaba el crecimiento académico, pero señalaba que, a pesar de los avances en los planes de estudios, la enseñanza de la metodología mantenía el esquema tradicional de “caso, grupo y comunidad”. Además, sostenía que la exigencia de un alto nivel académico -que comenzaba a incluir el posgrado- entraba en contradicción con la demanda estatal de técnicos para una intervención pronta y eficaz. Esta contradicción fue aprovechada por lo que Tobón denunció como “Entidades Piratas”, orientadas a lucrar con la improvisación de cursos de “actualización” y “capacitación”.
Entre los factores internacionales del campo profesional no sólo se encuentra la renovación teórica. Poco antes de la formación del CELATS, funcionó en Perú el Instituto de Solidaridad Internacional (ISI), dependiente de la FKA y el Partido Demócrata-Cristiano alemán. El ISI tuvo una indiscutible influencia en la fundación de CELATS, pues desde los años sesenta desplegó el “Proyecto de Trabajo Social en América Latina” (PTS-ISI) y la entidad que lo promovió desde nuestro continente fue la ALAESS.[14]
Evaluaciones posteriores a la implementación del PTS-ISI, especialmente la realizada en 1984 por Lima Santos, distinguen tres fases. La inicial (1965-1969) estuvo marcada por la realización de cursos en la República Federal Alemana con el objetivo de conocer la programación de las instituciones de Bienestar Social de ese país.[15] La segunda fase (1969-1973) se identificó con la reconceptualización y con la decisión del PTS-ISI de dejar de apoyar al trabajo social en general para impulsar un nuevo movimiento y promover seminarios en América Latina destinados a docentes y estudiantes.[16] En 1970 el PTS-ISI instaló una oficina especial en Lima, a cargo del trabajador social alemán Klaus Oehler y la asistente social peruana Ruth Graciela Madueña. La tercera fase del PTS-ISI fue de concretización (1973-1975), marcada por la reorientación hacia los problemas de la intervención profesional y el novedoso programa de “Capacitación Continuada” (Lima Santos, 1984: 9-11).[17]
Por entonces la dirección del PTS-ISI comenzó a estar a cargo del trabajador social alemán Willi Erl y los programas implementados concordaron con los planteamientos de la reconceptualización. La orientación de ese movimiento representaba un riesgo político para la organización alemana que financiaba las actividades. Por esta razón en 1974 se decidió que las actividades estuvieran a cargo de una organización latinoamericana, el CELATS.
El punto más discutido en la reunión de la ALAESS de 1974 giró alrededor de cuál sería el país en el que funcionaría la sede del Centro. Teniendo en cuenta que varios países eran gobernados por dictaduras militares, se establecieron como requisitos: a) que el país sede transitara por una situación política que garantizara la estabilidad, apertura y apoyo a las actividades del Centro; b) que sus recursos institucionales y la infraestructura pudieran ser aprovechados; c) que la situación geográfica fuera adecuada en términos de distancia para el desplazamiento desde otros países; d) que en ese país existieran experiencias significativas de un trabajo social renovado. Los delegados optaron por Lima, ciudad en la que desde 1970 operaba el PTS-ISI. En sus inicios, el CELATS dependió jurídica y formalmente de la ALAESS y de una comisión formada por de la Vega, Araneda, Ruz y Lima Santos.[18] La inscripción en las izquierdas de la nueva institución es indudable cuando se atiende a que tres de sus cuatro integrantes (Araneda, Ruz y Lima Santos) eran conocidos intelectuales de la nueva izquierda.
Fundado el CELATS, Lima adquirió una notable centralidad para el trabajo social: allí se instaló el aparato editorial del Centro, se dictaron los seminarios y se realizaron diversas investigaciones. Tuvieron también sede en Lima: el taller de impresiones, el almacén dedicado a la venta de producciones y al acopio del stock de las futuras distribuciones, la biblioteca y el centro de documentación, que contó con una importante cantidad de materiales dirigidos mayoritariamente a un público docente y estudiantil (Lima Santos, 1984). Por entonces el personal de apoyo incluía a los trabajadores sociales peruanos Norma Rottier, Margarita Rozas Pagaza, Alejandrino Maguiña y Carlos Urrutia.
El encuentro de 1974 definió como objetivo general del Centro iniciar programas de investigación, docencia y comunicación, actividades caracterizadas por Karsz (2007) como “cualificación”. Se trataba de una instancia promotora del ejercicio docente, de los programas de investigación-acción, de la producción de documentos y comunicación orientados a la implementación científica de una renovadora línea teórica, metodológica y técnica dentro del trabajo social. Tras este objetivo, se establecieron como funciones específicas del CELATS: promover proyectos de investigación-acción conducentes a impulsar la producción y divulgación del conocimiento científico de la realidad; reconocer y analizar las necesidades de los diversos sectores populares del continente para orientar la intervención profesional; proponer acciones para la superación de esas necesidades y sus causas generadoras; colaborar en la orientación de las políticas sociales e implementar las políticas generales de la ALAESS.[19] Estas funciones asignadas al CELATS inscriben su constitución en el amplio proceso latinoamericano de institucionalización y profesionalización de disciplinas científico sociales a cargo de personal especializado (Ansaldi, 1991).[20]
Siguiendo estos objetivos Erl propuso la primera programación trienal (1975-1977) del CELATS. El personal de planta que implementó dicha programación se compuso de trabajadoras sociales con alto grado de calificación intelectual. Éstas realizaron producciones auspiciadas por el Centro y ocuparon importantes cargos en su consejo directivo y el comité editorial. Cabe destacar a la citada Tobón, quien formó parte del primer consejo directivo y fue responsable del área de Capacitación Continuada, y a la chilena Teresa Quiroz, directora de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Católica de Valparaíso entre 1972 y 1973 y diseñadora del proyecto renovador de esta institución. En 1973, luego del golpe de Estado de Pinochet, Quiroz se exilió en Lima, poco después se sumó al comité editorial de la revista Acción Crítica al tiempo que se convirtió en una difusora de la metodología de la “sistematización”. En 1986 alcanzó la dirección del CELATS. Por su parte, la brasileña Consuelo Quiroga, egresada de Servicio Social de la Universidad Católica de Minas Gerais, también fue directora del PTS-ISI y años más tarde, la primera directora del CELATS. Pero la trabajadora social que tuvo el rol más decisivo fue Lima Santos, quien poco después de asentarse en Lima, dirigió el Centro, se encargó del área de comunicaciones e integró el consejo de redacción de Acción Crítica.
Junto a otros profesionales, estas mujeres pusieron en marcha la programación del CELATS. Su funcionamiento contó con cuatro áreas: Capacitación Continuada, Investigación, Investigación-Acción y Comunicaciones. La primera área buscó profundizar el conocimiento científico de las y los profesionales del trabajo social. Retomando varias experiencias del PTS-ISI, esta área desenvolvió proyectos en República Dominicana, Honduras, México, Ecuador, Bolivia y Brasil. A partir de 1980 se desarrolló una nueva modalidad: la capacitación a distancia. La experiencia del primer curso a distancia fue sistematizada en La práctica del Trabajador Social. Guía de análisis, un libro publicado en 1981 por CELATS bajo la coordinación de Tobón, Rottier y Manrique.
El área de Investigación impulsó desde 1974 proyectos ligados a las líneas estratégicas del PTS-ISI. La revista del CELATS señaló que se iniciarían investigaciones sobre trabajo social entre los sectores populares. Esas investigaciones recogerían los aportes teóricos de la reconceptualización y analizarían el tipo de formación en el “trabajo social latinoamericano” que se recibía en los distintos países así como el proceso de construcción de las agrupaciones profesionales (S/F, Acción Crítica, 1, 1976: 50-53). A partir de 1979, los proyectos de esta área tendieron a abocarse al estudio de las políticas sociales, de los procesos de urbanización e industrialización y de las experiencias de educación popular.
El área de Investigación-Acción buscó concretar los postulados reconceptualizadores a través del “Programa de Modelos Prácticos”. Para ello realizó investigaciones junto a los sectores populares sobre la problemática obrera, rural e indígena. El programa promovió la adaptación nacional y local de las investigaciones e intentó neutralizar los riesgos teoricistas, especialmente a través de la participación popular en la definición de los problemas, en la construcción del conocimiento y en la difusión de los resultados. A través de Lima Santos (1984: 56), sabemos que fue el área con más dificultades para desarrollarse y que seis años después de creada no disponía de los recursos materiales suficientes.
Las investigaciones de estas tres áreas encontraban en la de Comunicaciones el espacio privilegiado de sistematización y difusión material. Si bien las investigaciones originales tenían escala local y/o nacional, el área Comunicaciones las transformaba en un insumo continental al expandir la escala de difusión y valerse de diversos formatos: las investigaciones tendían a aparecer primero resumidas en la revista para luego alcanzar una versión ampliada en un cuaderno y por último editarse como libro.
Como mencionamos, en los primeros años el CELATS se financió con fondos de la FKA. A fines de los setenta ya contaba con una importante inserción internacional que le permitía obtener otros recursos. A partir de 1980 obtuvo la colaboración del Centro Internazionale Rocevia y de la Solidarité Unión Coopération. En 1992, luego de varias reducciones presupuestarias, la FKA cortó definitivamente la financiación y ello desembocó en la crisis final del CELATS (Molina, 2004).[21] La administración de los recursos incidía en la política editorial. Sin dudas, los fondos de la FKA fueron decisivos para la fundación de Acción Crítica, cuyo primer número apareció en 1976 con una participación decisiva de Erl. Además de ser el asesor del comité ejecutivo, éste controló el presupuesto e integró el consejo de redacción. Para el segundo número Erl preparó una nota informativa sobre un seminario de la FKA que se había desarrollado en Alemania y había contado con quince invitados latinoamericanos y quince expertos alemanes.
Queremos destacar, por otro lado, el vínculo establecido entre el CELATS y el sello editorial ECRO. Este sello argentino venía funcionando como un canal de divulgación continental tanto del grupo referenciado en Pichon Riviére como de las ideas de la reconceptualización. En 1975 el CELATS apareció por primera vez en Hoy en el Trabajo Social, pues se publicó el anuncio, a página completa, de su programación trienal.[22] Ese mismo año un integrante del grupo ECRO, el trabajador social argentino Früm, simpatizante de la izquierda peronista, era asesinado a manos de un grupo de tareas de la fuerza aérea en Villa Mercedes, provincia de San Luis. Desde Lima, el número inicial de la revista dedicó su sección Testimonio a la solidaridad con los familiares y compañeros de trabajo de Früm y lo recordó como un apasionado precursor del movimiento de reconceptualización. Por su parte, desde Buenos Aires ECRO invitaba a apoyar los cambios impulsados por el CELATS y señala que en Lima:
Se irradian planteamientos nuevos y se incita a los colegas a la creatividad, esto no significa que no cometan errores […] Pero ellos solos no pueden hacerlo todo […] O nos levantamos todos de nuestra poltronería o continuaremos en la mediocridad oscura que el trabajo social viene soportando hace tiempo (L.R.F., Hoy en el Trabajo Social, 32-33, 1977: 4).
De este modo, aun bajo la oscuridad de las dictaduras, ECRO y el CELATS comparten y proclaman la transformación de esa “realidad” social, parte del todo que engloba la “situación latinoamericana”.
Las fuentes primarias sobre el trabajo social latinoamericano nos permiten descubrir que, hacia fines de los setenta, el Centro tramó una densa red de relaciones sindicales, académicas y editoriales, que incluyó a la corriente “histórico-crítica” del servicio social brasileño, analizada por Borgianni, Guerra y Montaño (2003). En 1979 se reunió en São Paulo el III Congresso Brasileiro de Assistentes Sociais, sus resoluciones llevaron a que fuera conocido como “Congresso da Virada” (Congreso del Viraje). Esta asamblea marcó un hito en la historia brasileña de la disciplina ya que redefinió el perfil profesional de las y los trabajadores sociales en clave marxista y asumió las demandas del movimiento de oposición social y política a la dictadura militar que sufría Brasil desde 1964. Atento al desarrollo de la Central Única de Trabajadores (CUT) y el Partido de los Trabajadores (PT), el CELATS inició una investigación que tituló “A realidade institucional onde opera o trabalhador social”. Sus resultados aparecerían publicados en 1979.[23]
En ese viraje la Editorial Cortez cumplió desde São Paulo un importante rol ya que publicó desde 1979 la renovadora revista Servicio Social & Sociedade. De circulación cuatrimestral, con ciento sesenta páginas, ésta puso a circular entre los trabajadores sociales brasileños las ideas luckacsianas y gramscianas como insumos marxistas para renovar la teoría y la práctica profesional. Además, la revista saludó la irrupción obrera paulista y analizó la transición democrática brasileña.[24] Esta transición generó nuevos debates. Destaquemos que en 1983 ello dio lugar a una encuesta realizada a cinco profesionales paulistas que durante la dictadura estuvieron ligados a los movimientos sociales al tiempo que aceptaron cargos en organismos públicos del área social y/o fueron electos como parlamentarios, en representación de partidos de la oposición.[25]
Durante los años ochenta, el rasgo que compartieron la singular experiencia brasileña y los cambios en el trabajo social argentino y peruano fue la búsqueda de mecanismos que en las nuevas democracias aseguraran la “participación popular” de los movimientos sociales. Esa búsqueda quedó registrada en la extensa producción bibliográfica del CELATS. En el siguiente apartado, abordamos la constitución del amplio aparato editorial que materializó las intervenciones intelectuales de los trabajadores sociales.
Para analizar el aparato editorial del CELATS debemos sortear una dificultad: evitar que la mirada latinoamericana sobre la historia del libro y la edición devenga una sumatoria de panoramas nacionales. Una vía para ello es atender a que “editores migrantes, intelectuales y escritores nómades, dictaduras que alejan a sus hombres quienes, a la vez, contaminan los países hermanos” (De Diego, 2015: 25) construyen las relaciones históricas atravesadas por una misma realidad latinoamericana. De ahí que optemos por analizar la política editorial transnacional y sus relaciones con otras redes editoriales del continente y con diversos tipos de lectores. Esto nos permite delinear las formas materiales (revistas, cuadernos y libros) que, además de sistematizar y difundir las actividades del Centro, organizaron una mirada latinoamericana que hizo huella en la historia de la disciplina.
En la actividad editorial desplegada por el CELATS identificamos un proceso global de producción y circulación ideológico en el cual, siguiendo a Horacio Tarcus (2007), podemos distinguir cuatro momentos: el de “producción” de una teoría por intelectuales, el momento de “difusión” de un cuerpo de ideas a través de su edición en libros, folletos, periódicos, revistas, conferencias, etc. donde tal difusión puede ser llevada a cabo por los mismos intelectuales o agentes especializados como editoriales, traductores, publicistas y propagandistas; el de la “recepción”, esto es la asimilación del cuerpo de ideas en un campo de producción diverso al original; y el de la “apropiación”, que corresponde al consumo del cuerpo de ideas por parte de un lector “final”, al término del proceso.
Como mencionamos, el área de Comunicaciones les permitió a los trabajadores sociales del CELATS desplegar desde Lima una diversificada actividad editorial. Esta actividad se concretó en cuatro formatos: la revista Acción Crítica, los Cuadernos CELATS, los Libros CELATS y un pequeño Informativo CELATS. Desde su fundación, Acción Crítica se erigió en el órgano de prensa del Centro y el espacio de convergencia con la ALAESS y con otros grupos latinoamericanos.[26] Bajo la dirección de Lima Santos, la publicación mantuvo una periodicidad semestral y un alcance continental. Su tirada rondó en los tres mil ejemplares y fue distribuida, por suscripción anual, en la mayoría de los países del continente. Durante los primeros años, el consejo editorial estuvo compuesto por: Araneda Alfaro y Margarita de Armijos (Ecuador), Magdalena Barón de Carmona (Colombia), Carmen Castro (El Salvador), Florisabel de Delgado (Costa Rica), Lille de Fábrega (Panamá), Ruz, María Atilano y de la Vega (México). Forman parte del consejo de redacción: Mojica Martínez (Colombia), Boris Lima (Venezuela), Lima Santos (Brasil) y Erl (Alemania). A ellos se sumó un dinámico comité editorial, integrado por dos chilenos exiliados, Quiroz y Palma, y por varios trabajadores sociales peruanos: Maguiña, Rottier, Dina Soldevilla, Urrutia, Rozas Pagaza y Antonieta Manrique. Por otro lado, la revista consignó dos editoras, Soldevilla y Tata Musso, y dos mecanógrafas, Haydée Sánchez y Marianela Lizárraga.
En Acción Crítica aparecieron publicitadas otras revistas especializadas. Además del privilegiado nexo con Hoy en el Trabajo Social y Servicio Social & Sociedade, se anunciaron las revistas argentinas Testimonio y Selecciones de Servicio Social, la chilena Apuntes para el Trabajo Social, la colombiana Procesos y Políticas Sociales y la mexicana Historia y Sociedad.[27] En tanto órgano del CELATS, Acción Crítica publicitó los cursos y seminarios dictados por el Centro, su serie de libros y sus cuadernos. Al mismo tiempo, promocionó varios sellos latinoamericanos: el peruano Retama, el brasileño Cortez y los argentinos ECRO y Humanitas.[28]
Siguiendo a Gramsci (1991), el primer número de una revista permite iluminar un momento clave de la experiencia de un agrupamiento intelectual. En el caso de la revista del CELATS, su número inaugural erigía a la acción crítica del trabajo social en “la superación de las prácticas impuestas y de las teorías vacías” al tiempo que proponía “la construcción de una profesión de perfil teórico-práctico y visión totalizadora en la cual la acción sea tenida como proceso instrumental” (Comité de Redacción, Acción Crítica, 1, 1976: 7). Esta definición programática dio cuerpo y sustento al proyecto de quienes impulsaban la revista a la vez que enfatizaba el encuentro en las múltiples dimensiones de la praxis profesional de los lectores. El comité de redacción sostenía que la revista, más allá del esfuerzo grupal, representaba “la manifestación objetiva de la creación teórica que se asoma al interior del nuevo Trabajo Social latinoamericano” (Comité de Redacción, Acción Crítica, 1, 1976: 8). En este sentido, Acción Crítica se dirigía a los profesionales, apostaba a la integración con otras ciencias sociales e incluso convocaba a todo sujeto activo en la transformación social del sistema capitalista. El último párrafo del editorial inaugural afirmaba:
ACCIÓN CRÍTICA, por ser acción, es parte y vocero de todos los que transitan el sendero de la praxis, independientemente de la formal posesión de un grado académico o profesional. El pensamiento teórico únicamente vale por la acción que permite desarrollar y por sus efectos; si esta acción sólo fuese patrimonio exclusivo de los intelectuales o profesionales no tendría la trascendencia ni la riqueza conseguida con la creativa participación de los actores del proceso social. Nuestras páginas, por lo tanto, irreverentemente se abren a todos los que “in activo” estén dispuestos a compartir sus experiencias por la vía de la abstracción teórica (Comité de Redacción, Acción Crítica, 1, 1976: 8).
La reunión de la abstracción teórica con la praxis se concretizaba en ese primer número en la publicación de artículos que difundían los resultados de las investigaciones que habían realizado los trabajadores sociales y otros cientistas sociales de todo el continente. Esas investigaciones se ocupaban de cuestiones tan diversas como la vivienda, el habitad popular, el indigenismo, el género, los aparatos estatales, las políticas sociales y la relación de los profesionales con los movimientos sociales.
Respecto de la sucesión de entregas de la revista, queremos destacar cómo los viajes de sus enviados especiales y las entrevistas e informes sobre esos viajes valieron como instrumentos para renovar la discusión sobre las nuevas realidades latinoamericanas. Asimismo, subrayemos que entre 1980 y 1983 el Centro se interesó por conocer la situación de los trabajadores sociales en Nicaragua y Cuba, países con gobiernos revolucionarios orientados al socialismo. En efecto, a los esfuerzos de renovación teórica y metodológica y a la recepción de los exiliados, se sumó en 1979 la novedad nicaragüense. El triunfo de la insurrección liderada por los guerrilleros del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) suscitaba las simpatías activas de los trabajadores sociales, sobre todo los centroamericanos y devenía una referencia clave para buena parte de las organizaciones profesionales brasileñas. Se trataba de una revolución popular y antimperialista, que no ocultaba sus vínculos con la Cuba socialista, y ello despertaba al interior del CELATS diversas tensiones, sea por el compromiso que asumían algunos miembros en la construcción de nuevas instituciones en un país dirigido por guerrilleros, o por la redefinición de las relaciones internacionales. Estados Unidos rápidamente decidió su posición: el gobierno norteamericano de Ronald Reagan apoyó públicamente y financió a la guerrilla contra el sandinismo, los “Contra”. Los gobiernos europeos vacilaron e intentaron mediar, pero poco después tomaron clara distancia de ese gobierno revolucionario al que acusaban de subordinarse a la Unión Soviética. Desde entonces la FKA limitó su financiamiento al CELATS, pues si bien este no se posicionó abiertamente a favor del sandinismo, su publicación contó con notas favorables al proceso, e incluso varios de sus reconocidos miembros viajaron a Managua para colaborar en la fundación de la carrera de trabajo social.
Entre los trabajadores sociales latinoamericanos, la revolución nicaragüense venía a revitalizar el posicionamiento en la izquierda marxista, tanto en el plano teórico como en el organizativo profesional. Y pronto las asociaciones del trabajo social brasileñas se constituyeron en importantes aliadas de las trabajadoras sociales nicaragüenses.
En julio de 1982, el argentino Carlos María Vilas viajó a Managua para exponer en el “1er. Seminario de trabajo social Laura Amanda Cuadra” su tesis sobre las nuevas políticas sociales nicaragüenses como un frente más de la lucha por la construcción del poder popular.[29] Un mes después, Acción Crítica reproducía la tesis. Esta subrayaba que: “la política social del Estado Sandinista reconoce en las clases populares a sus protagonistas más activos y contribuye a consolidarlas como fuerza motriz de la revolución” (Vilas, Acción Crítica, 11, 1982: 62). Asimismo se sostenía que la acción popular, organizada y conducida por el FSLN había posibilitado la derrota de la dictadura de Anastasio Somoza. Y la implementación de las nuevas políticas que decidía el sandinismo producía una crisis en los “cuadros” profesionales, crisis que exigía determinar qué tipo de formación y práctica político-técnica era la más adecuada para dar respuestas tanto a las demandas populares como a la construcción del nuevo Estado y su posterior reproducción.
Cuatro meses después, el siguiente número de la revista incluía “a pedido de colegas latinoamericanos” un amplio panorama del trabajo social cubano. Celebrando la visita de Manuel Toymil González, presidente de la Asociación de Trabajadores Sociales de Cuba, al Encuentro Nacional de Profesionales de Trabajo Social realizado en agosto de 1982 en Guadalajara, México, Acción Crítica publicaba un artículo del Ministerio de Salud Pública cubano, que había aparecido en 1978 en la revista cubana Temas del Trabajo Social. El mismo número, además, transcribía la ponencia que Toymil González presentó en el encuentro mexicano. Estos artículos se detienen especialmente en las características de los espacios cubanos de formación en el trabajo social y de inserción profesional.[30] Entre esos espacios se encuentran, por un lado, el construido por las trabajadoras sociales que, mediante “charlas educativas” dirigidas a ciertas “madres acompañantes”, aseguraban el “afecto materno” a los niños en los hospitales pediátricos y por otro, las “unidades psiquiátricas” que participaban de los Planes de rehabilitación dispuestos por el gobierno revolucionario.[31] Según los artículos, las unidades alcanzaron un importante desarrollo a partir de su organización en la Sociedad Cubana de Trabajadores Sociales de la Salud, ligada a la Federación de las Mujeres Cubanas.
Destaquemos que tanto en el informe ministerial de 1978 como en la intervención de Toymil González en 1982, emerge nítidamente la feminización vigente en el campo profesional cubano así como en el de la mayoría de los países latinoamericanos. Esa feminización se confirma en la entrevista que Lima Santos le realizó a Toymil un año después en La Habana, ciudad donde “estuvo por primera vez en visita oficial” como directora del CELATS.[32] Ante la pregunta por la carencia de varones en la disciplina, el cubano aseguró que el Estado estaba revirtiendo esos números pero a continuación sostenía “que la mujer es más sensible a lo social. El trabajo social tiene mucho de sutil, hay que tener sensibilidad, hay que hacer trabajo social a todo nivel” (Lima Santos, Acción Crítica, 13, 1982: 99). Una aclaración que explicita que la Revolución Cubana todavía no revisaba la función “natural” de cuidado a la que desde hacía siglos estaban asociadas las mujeres.
Con esta revisión de la revista, los viajes y las entrevistas promovidas por el Centro nos propusimos iluminar los nexos entre las prácticas intelectuales y las políticas editoriales de las y los profesionales del trabajo social. En el siguiente apartado ofrecemos la primera reconstrucción y análisis de los otros formatos editoriales impulsados por el CELATS.
Desde 1976 y hasta entrados los años ochenta, numerosas investigaciones discutidas en Acción Crítica aparecieron en los Cuadernos CELATS, que imprimía en calidad mimeográfica el personal de planta. Los Cuadernos contaban con un diseño moderno y una tapa flexible de color naranja. Cada entrega tuvo una tirada de aproximadamente quinientos ejemplares, cifra duplicada en 1979. Se editaron en cuatro series: los Cuadernos CELATS, los Cuadernos Estudiantiles, los Cuadernos de Investigación-Acción, y los Cuadernos de Circulación Restringida. Los primeros seis de la serie Cuadernos CELATS se interesaron sobre todo por el análisis de la autogestión obrera, pero también discutieron los problemas indigenistas y campesinos en la historia del Perú. Es interesante señalar que en agosto de 1980 se dedicaron cuatro cuadernos a México. El interés por estudiar el desarrollo socio-histórico de la realidad mexicana, la relación entre el trabajo social y el sistema de salud y la historia del trabajo social en ese país revela que el CELATS había logrado insertarse allí.[33]
Otro formato editorial del Centro fue la serie de Libros CELATS, publicada mayormente a partir de convenios con grupos editoriales del continente. Los primeros dos libros se publicaron junto a ECRO en 1976.[34] El tercer número de la serie sólo llevó el sello del Centro, lo que explicita el fin del convenio con ECRO. Cada libro tuvo una tirada de tres mil ejemplares y fue saludado por la revista Hoy en el Trabajo Social mediante numerosos anuncios, artículos y reseñas.[35]
En 1978 el CELATS editó dos libros dedicados al debate indigenista. El primero, Indigenismo, clases sociales y problema nacional, se ocupó del Perú del siglo XX mientras que el segundo, Campesinado e indigenismo en América Latina, recogió los textos de los investigadores que ese año habían asistido al seminario coordinado por Mojica Martínez y organizado por el CELATS y su convenio con el Centro Peruano de Estudios Sociales.[36] Acción Crítica publicitó ambos libros. Además, su cuarto número se abrió con un editorial que elogiaba el seminario a los que se sumaban, en las secciones Ensayos, Entrevistas, Eventos y Documentos, reflexiones sobre los avances y las polémicas en el conocimiento sobre la cuestión indígena.
A fines de la década del setenta, el CELATS firmó un convenio con la editorial brasileña Cortez, sello que como ya dijimos se encontraba ligado a la cultura de izquierdas y que permitió la circulación de numerosos materiales del Centro en portugués. Paralelamente, también inició otro convenio con la editorial Humanitas. En la colección Humanitas-CELATS apareció, entre otros títulos, Capacitación en el área laboral de Tesch y Rodríguez (1978). El CELATS había firmado un acuerdo con la empresa estatal pesquera “Pesca-Perú” para ofrecer a los ochenta trabajadores sociales de la empresa un curso de actualización. En el libro los autores y esos profesionales analizan la información sobre la empresa y los obreros y al mismo tiempo presentan ese informe como el primer escrito referido a una experiencia del trabajo social en el contexto empresarial. En la misma colección apareció en 1980 Problema urbano y trabajo social, una compilación a cargo de Manrique Castro y Maguiña que resulta importante en tanto difundió textos de distintos trabajadores sociales en los que se analizan sus trabajos de campo en Brasil, Chile, Ecuador, Colombia, Costa Rica y México. Los trabajos reunidos subrayan que la “problemática habitacional” compromete a la lucha social y a las políticas estatales desplegadas en el proceso de industrialización capitalista. Los estudios van desde la teorización sobre la relación social de “la vivienda como valor de uso y el consumo proletario de la ciudad” (Castro y Maguiña, 1980: 19), pasando por el abordaje crítico del modelo represivo chileno impuesto por los militares a los “pobladores” bajo la consigna “el gobierno no está obligado a dar casa a nadie (Castro y Maguiña, 1980: 83), hasta los dilemas vivenciados por los “sin casa” ecuatorianos que, organizados en un Comité del Pueblo, enfrentaron al Estado y luego debieron negociar (Castro y Maguiña, 1980: 153).
Además de editar la revista, los cuadernos y los libros, el Centro publicó el Informativo CELATS. Este material se compuso de unas pocas páginas y fue editado bimestralmente en Lima. Se distribuyó gratuitamente en escuelas, gremios y grupos de trabajadores sociales latinoamericanos y alcanzó una tirada de dos mil ejemplares. Su tarea central era difundir los eventos organizados por el Centro en las principales ciudades de América Latina, pero también buscó coordinar las actividades del Centro con los programas y encuentros locales. La revista Hoy en el Trabajo Social transcribió, al menos en 1976, esos boletines informativos.[37]
Es importante destacar que estos materiales circulaban a partir de las actividades de formación continua y de las reuniones de trabajo, que se realizaron en Lima pero que pronto se desplegaron en México, Costa Rica, Honduras y Brasil. A ello debe sumarse el proceso de deliberación: reuniones de la comisión directiva, asambleas –entre las que se destacó la de 1977 en República Dominicana-, conferencias, seminarios y actividades coordinadas con las federaciones de estudiantes de trabajo social. Nuestro recorrido bibliográfico y hemerográfico muestra que las diversas iniciativas desplegadas por el Centro requerían del funcionamiento de distintos canales de circulación de ideas y prácticas. Y para ello el CELATS decidió crear y sostener una revista, unos cuadernos, unos libros y un boletín informativo. Consignemos que además debió mantener una intensa correspondencia y solventar viajes de enviados especiales, becas y estadías. Si bien las y los profesionales siempre prepararon informes y análisis críticos de los temas estudiados, queremos enfatizar que esos materiales y las comunicaciones articularon un perfil de trabajo intelectual caracterizado por tres rasgos: la actualización bibliográfica orientada a la renovación de los instrumentos teóricos de la profesión, la prioridad adjudicada al método investigación-acción y la sistematización rigurosa de los resultados de las intervenciones profesionales.
Nuestra detenida reconstrucción de la historia intelectual del CELATS ilumina el “recomienzo” profesional y político que, combinando elementos de continuidad y de discontinuidad, propuso el Centro en la disciplina del trabajo social. Entre las continuidades se encuentran las críticas formuladas en los sesenta a las prácticas tradicionales, a las desarrollistas e incluso a las reconceptualizadoras. Asimismo, el CELATS retoma los debates ideológico-políticos que venía proponiendo la nueva izquierda intelectual latinoamericana. Entre las discontinuidades se registra la construcción de sólidas estructuras de grado y posgrado en las que la profesionalización y el perfil investigativo del trabajo social se combinaba con el compromiso en las izquierdas. A ello se suma la creciente participación femenina en los espacios de decisión, la renovación del abordaje marxista de la cuestión obrera, campesina, indígena y urbana y la introducción de perspectivas que defendían la autonomía relativa del trabajo social frente a los aparatos estatales. Entre los factores que dieron mayor impulso a estas discontinuidades se encentran: la situación exiliar -y la derrota de los proyectos revolucionarios que la antecedía- de muchos trabajadores sociales, la incorporación al Centro del grupo de trabajadoras sociales peruanas en medio de la intensa crisis política del velazquismo militar y los intercambios con el núcleo de intelectuales alemanes democristianos de izquierdas.
La construcción del dispositivo editorial jugó un rol decisivo en el recomienzo: el material impreso se ofrecía como toque de reunión y canal de expresión de los nuevos instrumentos conceptuales y de las investigaciones a nivel local o nacional. Más precisamente, cada revista, cuaderno, libro e informe recreaba, más que un lector “final”, un agente creador asociado a la discusión y deliberación entre las áreas del Centro, las federaciones a nivel continental y las experiencias de investigación a nivel local. La sensibilidad izquierdista y el rigor del trabajo intelectual, rasgos constitutivos del Centro, facilitaron su apertura ideológica y metodológica ante las dos novedades que irrumpen en 1979: el triunfo de la revolución sandinista y su revalidación de la lucha revolucionaria armada, por un lado, y el viraje de las organizaciones de base brasileñas para organizarse junto a los obreros, las mujeres y los sin tierra. Años después el CELATS y sus organizaciones asociadas impulsarían la “participación popular” en las nuevas democracias, cuestión que, sin dudas, merece nuevos estudios ya que en los años ochenta las y los trabajadores sociales se encontraron tensionados entre sus inserciones en los movimientos sociales y los límites impuestos por su integración en los aparatos estatales o en la representación parlamentaria.
La producción editorial atendió sobre todo a situaciones concretas nacionales y locales en las que el trabajo social debía intervenir y redefinirse en su relación con el Estado y el conflicto social. En esas ediciones el latinoamericanismo sólo aparecía para recordar los rasgos comunes de las economías y las estructuras sociales: especialmente, los mecanismos históricos de dependencia, la diferenciación de las clases en el desarrollo capitalista y el proceso de la construcción de los Estados nacionales. En diversos artículos y libros, lo “latinoamericano” emergía de un análisis marxista inscripto en el ascenso del poderoso movimiento que se identificaba con las ideas tercermundistas para el que lo latinoamericano era o bien el atributo de la “unidad” cultural e histórica continental -todavía trunca-, o bien la “conciencia” latinoamericana, producto del protagonismo de los sectores populares en los conflictos sociales.
En las primeras reuniones, debates, viajes y encuentros estudiantiles organizados por el CELATS, el latinoamericanismo se ofreció como el enlace afectivo, como el aglutinador de un “nosotros” del trabajo social que portaba una orientación político-ideológica y profesional de carácter popular y de izquierdas. Estas marcas no impidieron que a nivel institucional se estableciera un espacio poroso y permeable a las novedades políticas e ideológicas continentales ni que a nivel internacional se estrecharan vínculos con instituciones universitarias europeas y se dependiera de la financiación de la FKA.
En la actualidad, en un contexto latinoamericano marcado por el recrudecimiento de las desigualdades sociales, la creciente movilización popular y la nueva cruzada de los gobiernos de derecha, se nos presenta el desafío de capitalizar las experiencias vividas por las y los trabajadores sociales del CELATS. Es que en esa historia se encuentran debates sobre el trabajo social y las disciplinas sociales cuya relectura, sin duda, invita a renovar las miradas sobre la intervención social, la relación con los aparatos estatales y con las nuevas formas de organización de las clases populares.