Secciones
Referencias
Resumen
Servicios
Descargas
HTML
ePub
PDF
Buscar
Fuente


“Por fin la huelga quedó declarada”: Una historia regional a partir del análisis de las huelgas en la Fábrica Liebig Colón, 1906-1939
"Finally the strike was declared": A regional history based on the analysis of the strikes at the Liebig Colón Factory, 1906-1939
e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 17, núm. 66, pp. 68-85, 2019
Universidad de Buenos Aires

artículos


Recepción: 12 Enero 2018

Aprobación: 10 Noviembre 2018

Resumen: La Fábrica Liebig Colón, de capitales ingleses, fue la mayor manufactura de la provincia de Entre Ríos. En ella, los miles de obreros que fueron ocupados dieron prueba de lucha en varias ocasiones. Nuestra propuesta es estudiar desde las huelgas de 1906, 1911, 1918 y 1939, las relaciones con el Estado, con la empresa y con los obreros de la región, en especial, sus pares uruguayos.

Nuestra hipótesis es que los obreros de la región tenían un asiento nacional pero sus relaciones, por la debilidad de las organizaciones traspasaban las fronteras en búsqueda de los apoyos a sus conflictos. Por otro lado, en el conflicto se va conformando una conciencia reformista que buscó el reconocimiento del Estado y la negociación.

Para la reconstrucción histórica utilizaremos fuentes periodísticas obreras y patronales, fuentes inéditas compuestas por las actas de la Federación Obrera de la Región Argentina y material estatal variado.

Palabras clave: reformismo, conflicto obrero, intervención estatal, obreros rioplatenses.

Abstract: Fábrica Liebig Colón was the largest factory in Entre Ríos province. Several times, thousands of workers who were employed there proved struggle capabilities. Our proposal is to study, from the strikes of 1906, 1911, 1918 and 1939, relations with the State, with the Company and with workers of the region, Uruguayan in particular.

Our hypothesis is that workers of the region had a national seat, but their relationships crossed national boundaries for support, because of the weakness of their organizations. On the other hand, a reformist conscience shaped during the conflict, and it pursued for State recognition and bargaining.

For historical reconstruction, we based on workers and commercial sources, unpublished documents of Federación Obrera de la Región Argentina and varied state material.

Keywords: reformism, labor conflict, government intervention, river Plate workers.

Introducción

En las costas entrerrianas del río Uruguay, a pocos kilómetros al norte de Colón, se levanta la Liebig's Extract of Meat Company. Esta manufactura se constituyó a partir de la modernización de un saladero en el año 1903, dentro de los planes expansivos de la empresa británica Liebig que ya poseía una manufactura de iguales características a unos 120 kilómetros aguas abajo, en Fray Bentos, República Oriental del Uruguay (Ortea, 2012)[1]. Con una faena cercana a los 700 vacunos diarios, la concentración de obreros para la época superaba a cualquiera de los cuatro saladeros que aún sobrevivían en la provincia[2]. La Liebig dejó una fuerte marca, siendo tal vez, el capital más grande invertido en la provincia hasta ese momento, superado solo por el ferrocarril. Visto desde sus aspectos económicos y sociales, la fundación del establecimiento sirvió para la integración en una nueva escala al mercado mundial de los productos ganaderos de la provincia de Entre Ríos y Corrientes. Parte de la clase trabajadora de la región es un producto directo de la expansión de esos capitales que encontraron asiento en ambos Estados-Nación[3].

Más de dos mil trabajadores eran ocupados regularmente en la faena que duraba entre cinco a siete meses. El establecimiento contenía un barrio obrero propiedad de la empresa. Si bien las políticas de control patronal se desarrollaron en pleno, esto no impidió que los obreros buscaran mejorar sus condiciones cada vez que la correlación de fuerzas se lo permitió.

Explotados por los mismos capitales, con Estados en vías de formación o consolidación, la clase obrera que se formaba tenía históricamente un contenido transnacional y común frente al capital. Más si consideramos que en el caso de estudio trata de una empresa de capitales europeos con asiento en ambos países. La relación de clase surgió a superficie en las repetidas huelgas que realizaron los obreros de la Fábrica Liebig Colón con los obreros uruguayos (y de otras nacionalidades) que allí se ocupaban. Por ello, el objeto de estudio serán los conflictos, pero considerando otras variables, como fue la relación con obreros de la República Oriental del Uruguay y la relación entre el Estado y la empresa.

La tarea de mostrar la relación entre obreros de ambas costas del río Uruguay solo ha sido estudiada tangencialmente por Pascual Muñoz (2015) quién en un trabajo de vanguardia, estudia el desarrollo de la clase obrera en el interior del Uruguay tomando tres ciudades como testigo: Rocha, Salto y Paysandú. Las dos últimas son ciudades fronterizas con la provincia de Entre Ríos. Muñoz muestra la relación entre el proletariado sindicalizado en torno a la F.O.R.A. (Federación Obrera de la Región Argentina) anarquista (Cfr.: 2015: 100, 146, 178, 204, 397), pero sin avanzar en los vínculos laborales. El campo historiográfico se abre cuando pensamos en los vínculos en ambas costas limitados a nuestra fracción de clase (los obreros de la carne). Allí encontramos la reconstrucción ensayística de las huelgas de 1906 y 1918 en el trabajo de Senén González (2008: 50-58). Aunque no aparecen las huelgas de 1911 y 1939. Un aporte más substancial es el trabajo de Tarditi (2000) que mostró los vínculos entre los obreros de ambas costas focalizada en la relación sindical de los obreros de los frigoríficos. La relación más general entre Montevideo y Buenos Aires encuentra mención en los clásicos del movimiento obrero de ambos países (Abad de Santillán, 2005: 112, Marotta, 1961. D´Elía y Miraldi, 1984: 75). Desde una perspectiva más actual en trabajos como los de López Trujillo (En prensa), Lobato (2009) y Camarero (2007).

Es decir, el planteo no es nuevo en relación a los vínculos entre el proletariado de los dos Estados, sin embargo, aún es deficitario el estudio del proletariado en el interior. Por ello el presente trabajo aporta a la historiografía regional en el ángulo de la construcción de una historia de la clase obrera en clave rioplatense o regional para el periodo. Las hipótesis de trabajo son dos, por un lado, que el movimiento obrero en la frontera no reconocía la división estatal para la organización durante los primeros tiempos de su acción. Dado que el Estado-Nación aún no organizaba las relaciones laborales más allá de la mera represión con pocas instancias consensuales, los obreros recurrieron a la “solidaridad” como mecanismo de acumulación de fuerzas para la lucha sindical y por ello diremos que “saltaron la frontera”. La segunda hipótesis es que el movimiento obrero de la región del río Uruguay fue avanzando hacia una conciencia de tipo económico-corporativa (Gramsci, 2003: 57) que buscó el reconocimiento como clase con intereses propios y la intervención “equitativa” del Estado (Korzeniewicz, 1993: 341). Por lo tanto, se acercó más al Estado y se alejó de sus pares de la costa opuesta al río Uruguay.

Para la reconstrucción de las huelgas hemos recurrido a variedad importante de fuentes: informes estatales, estadísticas oficiales, telegramas y cartas presentes en el fondo documental de la F.O.R.A. IX en el Archivo de la CGT (Central General de los Trabajadores), aunque, predominan las fuentes periodísticas, tanto obreras como burguesas. También recurrimos a bibliografía especializada y teórica.

La inauguración de las luchas obreras, 1906

Esta gran manufactura que se había fundado en 1903, sobre las bases de un antiguo saladero, conoció la huelga de sus obreros al poco tiempo de re-abrir. En 1906, los trabajadores tuvieron su primer conflicto, el motivo eran las diferencias salariales que tenían los obreros de Liebig Fray Bentos frente a los trabajadores de la nueva planta procesadora en la costa argentina (El Entre Ríos, 29/03/1906). Para los obreros el elemento nacional aparece en la demanda como equiparación de sus salarios. En el editorial del periódico El Entre Ríos (31/03/1906) de Colón, se justificaba -haciendo eco de los dichos del gerente de la compañía- que la huelga estaba fuera de lugar habida cuenta de la alta calificación que los trabajadores de la Liebig Fray Bentos tenían frente a los nuevos obreros de Colón, quienes, según la empresa, aún estaban en desarrollo de sus conocimientos y les faltaba preparación. Incluso se decía que algunos jamás habían trabajado en un oficio semejante[4].

La gerencia de la fábrica no se ocupó del petitorio presentado por una comisión de obreros que representaba a tres secciones. La respuesta de la empresa fue comunicar a los obreros que pasaran a cobrar sus liquidaciones porque quedaban despedidos[5]. Inmediatamente se hizo presente la policía en el establecimiento –a bayoneta calada, según informó un periódico- y se ocupó de custodiar a los despedidos. En tanto uno de los miembros de la comisión que presentó el petitorio, el obrero Juan Azcurrain, fue puesto preso por orden del mayordomo de la empresa, conducido a la costa del río para ser embarcado con escolta al puerto de Colón. Mientras los otros dos miembros de la comisión fueron sacados de sus cuartos en la fábrica, maltratados por los soldados, sus equipajes arrojados a la calle y uno de ellos, Carlos Velázquez, atado de manos hasta que fueron despachados (La Juventud, 29/03/1906). Por ello se informaba que:

La policía dio la nota alarmante sorprendiendo á la población con sus medidas inusitadas. Los comisarios con el gefe (Sic) Batmalle recorrieron las calles, tomando gente; coartando la libertad a muchos ciudadanos que eran conducidos á la policía. Todas las policías se reconcentraron inmediatamente, pidiéndose tropas á todos los departamentos vecinos (La Juventud, 24/03/1906).

Mientras tanto, el establecimiento era ocupado por fuerzas policiales. Al llamado del comisario Batmalle, se agregaron las del comisario Pirovano con diez soldados armados, el comisario Peloza con un número indeterminado de subalternos, el comisario Saborido con seis soldados más junto al comisario de “Ensanche a Mayo” con su policía. Todo ascendía a cuatro comisarios y veinte policías de a pie. También se destacaron diez soldados y un oficial del Batallón 11 de Caballería, enviado en tren desde Paraná y otros veinte policías de Villaguay (La Juventud, 24/03/1906). Días después se calculó que el total de representantes del orden ascendía a unos doscientos uniformados (La Juventud, 31/03/1906). Este movimiento policial-militar fue lo que obligó al periódico radical, La Juventud a cambiar su lenguaje:

el proletariado sin más arma que su derecho y por otro la policía con sus armas en contra ese derecho a peticionar de reclamar el mejor salario, la mejor remuneración cotidiano trabajo, la justa coparticipación en los beneficios ofrecidos por las fatigas de la labor constante y productiva (...) Y es una enseñanza, por otra parte, la concentración de fuerzas armadas de Uruguay, Concordia, Paraná y Colón; amenazantes, prevenidas y comandadas por espíritus predispuestos: por que este conjunto de cientos de hombres significa que sólo puede triunfar el capital, la expoliación inicua, al amparo de las fuerzas instituidas para garantía de la propiedad y de la vida (La Juventud, 27/03/1906)

En una carta abierta publicada por el cocinero y contratista uruguayo Elías Boilo, en un periódico de Paysandú (R.O.U.), se decía que las autoridades habían dado la orden de desalojar a todos los obreros, arrojar sus cosas fuera de las casas e incluso llegaron a poner “en cepo de lazo” a varios compatriotas suyos que habían pedido un poco más de tiempo para arreglar sus cuentas atrasadas con él (La Juventud, 31/03/1906).

La primera huelga de la Liebig Colón duró poco más de una semana y terminó con el despido de los trabajadores implicados en el conflicto:

El gerente general de la Fábrica Colón, Tomás Davidson ha agradecido por nota al señor Gobernador de la provincia por las acertadas medidas tomadas para evitar que fuese alterado el orden en ese establecimiento en la huelga promovida por algunos trabajadores el 23 de marzo. Dice el Sr. Davidson que debió a la actitud correcta del señor jefe de Policía terminó sin el menor incidente desagradable y después de reponer los 188 trabajadores declarados en huelga, ha reanudado sus trabajos en aquella fábrica (El Entre Ríos, 05/04/190)

Mientras tanto, El Entre Ríos felicitaba a la policía por la correcta manera de proceder, que se había hecho al lugar a fin de proteger la propiedad de actos violentos y desmanes por la manifestación, dice que al orden lo logró “…no solo sin violencias, sino sin un solo desmán sino hasta con la complacencia de los huelguistas, pues llegó a permitirles conservar sus armas” (03/04/1906). El hecho de que El Entre Ríos tome las palabras del gerente como propias da cuenta de sus vínculos y lo sesgado de la información por ellos emitida. Incluso, vemos que el número de despedidos y el alcance de la huelga sería motivo de dos relatos diferentes. La Juventud, afirmaba que la huelga no había sido parcial, sino que se calculaba en unos cuatrocientos a seiscientos –de un total de novecientos obreros ocupados- los que se habían plegado. Mientras el número de despedidos alcanzaba a los seiscientos obreros. También que la policía custodiaba a los pocos obreros que trabajaban y se mantenían en la faena bajo amenaza (La Juventud, 29/03/1906). Años más tarde, cuando los sindicalistas hicieron un racconto de las acciones obreras recordaban que el número de obreros despedidos llegó a 600 con el pasar de los días (Semanario La Organización Obrera, 28/12/1918, p. 1. En adelante: S.L.O.O.).

El 7 de abril se daba la noticia de que el cónsul oriental residente en Colón telegrafiaba al presidente uruguayo en Montevideo diciendo “que carecen de exactitud las noticias que allí circulan sobre malos tratamientos dados por las autoridades de Colón a varios obreros orientales” (El Entre Ríos, 07/04/1906). La empresa estaba tan feliz con la actitud tomada por el comisario que días después le obsequió un reloj de oro en forma de agradecimiento. El periódico La Juventud agregaba:

el mismo día que en el Teatro Larrañaga del Salto Oriental [R.O.U.] se protestaba en gran mitín, de la barbarie de las autoridades de Colón contra los ciudadanos orientales (…) La autoridad instituida para defensa de todos los intereses, convertida en guardián de los ricos merece algo más que esa dádiva (21/04/1906)

Las “investigaciones periodísticas” con respecto a los atropellos continuaron, así como los justificativos por parte de los periódicos locales de que se había reprimido a quienes pretendían llevar el conflicto más allá de la disputa salarial (El Entre Ríos, 05/05/1906).

Vemos cómo la discusión gremial giró en torno al principio de “igual trabajo, igual salario” –como lo denominó Senén González (2008: 50)- y donde el carácter nacional pareció un problema administrativo donde las autoridades de un lado y del otro tomaron posición. En tanto, la represión alcanzó a los trabajadores sin distinción de su nacionalidad.

Finalmente, no hay mención de la permanencia del sindicato. Sin embargo, el diario La Juventud dice que los obreros en huelga tuvieron relación con el Partido Socialista de la ciudad de Concepción del Uruguay, que había designado a dos delegados, Carlos Zunino y G. Bonamici, para encontrarse con los obreros (24/03/1906).

Posición estratégica en el proceso de trabajo y huelga, 1911

La segunda huelga se produjo en 1911 y fue librada por un grupo particular de trabajadores, los “desolladores”, uno de los pilares sobre los que se apoya el proceso de trabajo de la manufactura. La razón de la huelga seccional fue por aumento de salario. El conflicto se desató cuando unos catorce obreros “del cuchillo” –como eran denominados por los diarios de la época- fueron despedidos. A razón del despido, se esperaba la posible reacción violenta de los obreros y se reforzó la seguridad con policías de Villa San José y Colón, ciudades vecinas al establecimiento. De todos modos no se registraron casos de violencia,

[l]as medidas de precaución adoptadas por la autoridad, hizo correr la voz en esta ciudad de que el personal de la Fábrica se había declarado en huelga. Se bordaron al respecto los comentarios más terroríficos, pues en casos semejantes la imaginación popular concibe los mayores absurdos (El Entre Ríos, 04/02/1911)

Una fuente periodística dice que los obreros se fueron “expontáneamente” (sic) cuando no lograron el aumento de salario prometido (La Juventud, 04/02/1911). Días después, en solidaridad con los despedidos otros veintiséis desolladores se les unieron, contabilizando cuarenta los obreros desplazados. Fueron reemplazados por desolladores que se acercaron a cubrir las vacantes, asimismo se informaba que un número no determinado de estos estaban en camino desde el establecimiento Santa Elena de La Paz (El Entre Ríos, 04/02/1911).

En este caso vemos una huelga que terminó en una nueva derrota para las fuerzas obreras. Los desolladores fueron en la experiencia de lucha de la actividad cárnica los que poseían la posición estratégica del proceso de trabajo al interior de la gran manufactura (Braverman, 1987 y Womack, 2007). Ellos eran quienes se encargaban de matar al animal y a partir de allí comenzaba todo el trabajo del resto de la planta (Leyes, 2014 y 2016). Como el control del proceso manufacturero aún se encontraba en manos de los trabajadores, la patronal regulaba el tiempo de trabajo con medidas como el control por medio de inspectores y el trabajo a destajo, propios del proceso manufacturero (Marx, 2001). Ambos mecanismos fueron constatados para el caso de Liebig (Lloyd, 1911: 279. La Juventud, 04/02/1911).

Si bien los obreros desolladores tomaron la iniciativa, esto no alcanzó para que su medida de fuerza se extendiera a otras secciones. Incluso, la medida posterior de los obreros que se plegaron una vez despedidos un grupo de desolladores, debe haber buscado que más trabajadores se plieguen a la medida de fuerza, pero la iniciativa fracasó. Por lo cual, la empresa aprovechó los vínculos con el Estado para movilizar las fuerzas represivas de modo intimidatorio y preventivo, mientras, apuró el reemplazo de los obreros por nuevos trabajadores calificados. Por el carácter reducido a una sección y el rápido reemplazo de los obreros no hemos podido indagar sobre la composición nacional de los obreros implicados. Sin embargo, destacar que la amenaza de convocar obreros de Santa Elena, en la costa opuesta de la provincia de Entre Ríos, sobre el río Paraná, da cuenta de la participación de un mercado de fuerza de trabajo más extenso que la región inmediata. Tampoco hemos encontrado ninguna información sobre la creación de una organización obrera permanente.

La gran huelga de 1918-1919

La huelga que vamos a analizar es la tercera realizada por los trabajadores de la Liebig y se da en un contexto de organización y lucha encabezado por la F.O.R.A. del IX Congreso[6] y la F.O.R. Uruguaya –los nombres idénticos sirven de pruebas de la unidad general del proletariado de ambas costas (Leyes, 2009; Ansaldi y Sartelli, 1993: 230; D´Elía y Miraldi, 1984; Muñoz, 2015). A su vez, la huelga en el establecimiento colonense coincide con la Semana Trágica de enero de 1919, momento de mayor enfrentamiento de clases de aquel entonces y, punto de quiebre de las relaciones entre el gobierno yrigoyenista y los obreros. Situación que dio paso a una fuerte represión estatal y paraestatal (Bilsky, 2011 y Sartelli, 1996).

Desde un año antes del conflicto, la F.O.R.A. IX[7] tenía intervención en la organización de los trabajadores de la Liebig Colón. En 1917, Bernández, delegado de la F.O.R.A. y de la F.O.M. logró constituir una organización de resistencia (S.L.O.O., 29/12/1917: 7[8]). Meses después, Simón Larroche -también delegado por la F.O.R.A. y F.O.M.- volvió al puerto de Colón con la orden de organizar a los trabajadores del “Saladero Liebig´s”. No pudo organizarlos porque la planta no estaba activa. Le costó encontrar a los obreros reunidos y recomendó retomar la actividad nuevamente cuando los obreros estuvieran trabajando. Según sus palabras, eran verdaderos pauperizados (S.L.O.O., 19/01/1918: 4). Al parecer, la organización mencionada por Bernández se había disuelto.

Hacia julio de 1918, las empresas de transporte en lancha que trasladaban a los obreros desde Colón, aumentaron el boleto de $7 a $8. Esto despertó un fuerte malestar entre los trabajadores por culpa de un “Germen Socialista que se arraigó en Colón”, según señaló un periódico. Con la ayuda de la F.O.M. se comenzó un boicot a las empresas para disminuir el precio del boleto. El diario La Juventud de Concepción del Uruguay dijo que la subprefectura local mantuvo el orden, de lo contrario se hubiera desatado un mayor estado de agitación. A pesar de ello, el jefe de la subprefectura de Colón fue alcanzado por una piedra en la cabeza, arrojada por los obreros. Luego de 45 días, los trabajadores vencieron (S.L.O.O., 28/12/1918: 1. La Juventud, 18/07/1918: 2).

La confraternización con los marítimos permitió dar impulso a la organización de los trabajadores de la Liebig, e incluso de la ciudad de Colón. El 30 de julio de 1918 se fundó la Sociedad de Oficios Varios de Colón con 1.100 cotizantes: trabajadores de la Liebig en su mayoría, pero también los marítimos locales, panaderos y herreros (S.L.O.O., 28/12/1918: 2; y 23/01/1919: 8).

Por la creciente organización de los trabajadores, la gerencia de la Liebig Fray Bentos comienza a aplicar prácticas disuasivas. Se había despedido a una veintena de trabajadores y se informó que esa era la política ante:

los operarios que sean sindicados como perturbadores del orden y de la libertad del trabajo (…) Es conveniente que los operarios no se dejen embarcar por falsas promesas de individuos que no persiguen otro fin que el de sus conveniencias políticas y que hacen de las huelgas un medio de vida a costa del obrero, que es al fin el único y verdadero perjudicado (D.D.P., 20/08/1918)

Mientras tanto en Colón, la presión iba creciendo. Para fin de año, los rumores de huelga eran repetidos a viva voz. La estrategia de la gerencia fue adelantarse y declarar un lock-out para el 10 de diciembre con la intención de retomar la faena el 26 del mismo mes (Barreto, 2003: 71). La medida precipitó los tiempos de preparación de la huelga. El día 13 de diciembre llegó el delegado de la F.O.R.A. -nada menos que Sebastián Marotta[9]- para ayudar a los trabajadores de la Sociedad Obrera a confeccionar el pliego de condiciones. Los rumores eran que la fábrica cerraría por cinco o seis meses (S.L.O.O.,14/12/1917: 1. D.D.P., 14/12/1918). Mientras los diarios buscaban generar miedo sobre la futura huelga, se despidió a los obreros que habían presentado el pliego. Con el título de “El Capital y el Trabajo”, comenzaba la nota editorial del diario Del Pueblo, prensa radical de Colón, del día 21 de diciembre de 1918: “Por fin la huelga quedó declarada anteayer (…) Como resultado de la disconformidad en cuanto refiere al salario o jornal que se asignaba a los obreros de este establecimiento, estos llevaron al terreno de los hechos lo que desde tiempo atrás se podía prever, la huelga.” (21/21/1918).

La gerencia informó al gobierno de la provincia que los obreros se habían “levantado en huelga”. El gobernador, Celestino Marcó (UCR), ofreció su mediación y amenazó con intervenir directamente en caso de violencia de cualquiera de las partes. Días después, se informó que el Comisario Carosini de Colón había sido declarado árbitro y responsable de mantener el orden (Diario El Demócrata, 20/12/1918: 1. En adelante: D.E.D. Y La Juventud, 24/12/1918). Por su parte, Marotta se retiró a la Capital Federal y el Consejo Federal de la F.O.R.A. envió a los delegados José Maqueira a Colón y a Daniel Alvarado a la Liebig de Fray Bentos (S.L.O.O., 28/12/1918: 1). El día 21 de diciembre, un diario de Paraná informó que el general Cesar Oliveira, encargado militar de la zona, se había puesto a disposición de la compañía (D.E.D. 21/12/1918: 1).

El 22 de diciembre, Maqueira llegó al puerto de Colón. Fue recibido por una manifestación de obreros. Aprovechó para dar un pequeño discurso e invitó a los trabajadores al mitin de la noche en el local obrero. Por la tarde, se entrevistó con el comisario Carosini que autorizó el encuentro y recomendó volver a presentar el pliego. Esa misma noche se reformuló el pedido. A la mañana siguiente, un grupo de seis obreros y dos obreras se dirigieron a la fábrica a presentar el nuevo pliego. Fueron recibidos por uno de los gerentes que prometió responder a la brevedad. Mientras tanto, Maqueira se movilizó a dos localidades cercanas al complejo manufacturero, Colorado y La Calera, donde vivían obreros ocupados por la Liebig a los que exhortó a sostener la huelga y brindó una breve introducción sobre los beneficios de estar agremiados (S.L.O.O., 23/01/1919: 7-8). Pronto, los diarios locales señalaron al delegado de la F.O.R.A. como uno de los responsables del conflicto. La tesis del “infiltrado externo”:

Desgraciadamente, en este caso como en muchas otras la tendencia colectiva fue injustamente encauzada por influencias que ejercieron y ejercen individuos profesionales completamente extraños al ambiente. Estos a que me refiero, y que por el momento desligándose de consecuencias ulteriores, podría calificar de magnánimos y altruistas. (…) una pronta solución al conflicto, que si se resuelve con equidad pronto recogerán ambos los frutos de la solidaridad entre capitalista y obrero (D.D.P., 24/12/1918)

El día 23 de diciembre la gerencia ordenó el desalojo de las casas de alquiler que estuvieran habitadas por obreros en conflicto (D.D.P., 24/12/1918). También los diarios informaron la pronta llegada de “fuerzas de línea” nacionales. De los gastos y del alojamiento de los doscientos soldados se haría cargo la empresa. En tanto, se comunicó al jefe del Regimiento 10 de Gualeguaychú que prepare cincuenta soldados para su traslado al establecimiento (D.D.P., 24/12/1918;D.E.D., 21/12/1918 y La Juventud, 24/12/1918).

Desde el bando obrero también había novedades: una parte de los jornaleros en huelga se habían dirigido a los campos a trabajar de la trilla (D.D.P., 24/12/1918). El día 26, se produjo una discusión entre un obrero que no se plegaba a la huelga y dos huelguistas correntinos. Uno de estos le dio un tiro de muerte al disidente (La Juventud, 26/12/1918). El 27 de diciembre por la tarde, se dio otro hecho de violencia menor, cuando un grupo de huelguistas atacaron un automóvil de la compañía, sin saber -según la prensa- que en su interior viajaba “una señorita y un niño que concurrían a dicho lugar por fallecimiento de un miembro de la familia”. Este accionar de las bases nos habla de un grado de radicalización y predisposición a la acción directa que es desconocida por los líderes sindicales. La dirección huelguística se ve en la necesidad de tener que pedir por tranquilidad y orden.

Finalmente, la empresa dio su contrapropuesta al pliego. Distó mucho del pedido de los obreros. La empresa planteó en una “carta abierta” que no se podía tomar a todo el personal que trabajó hasta el conflicto dado que la situación internacional (el fin de la Primera Guerra Mundial) no lo permitía. Los trabajadores evaluaron la situación, en un principio decidieron aceptar la propuesta patronal, pero luego decidieron reformular el pedido de pliego y enviaron uno nuevo. La prensa informó que “el señor Maqueira recomienda volver al trabajo”[10].

El 27 de diciembre se realizó un nuevo mitin, el secretario de la F.O.M. de Concordia instó a los marinos a acompañar de manera ágil a los huelguistas. El 4 de enero declararon el boicot para carga y transporte de pasajeros a la Fábrica Liebig Colón, Fray Bentos y Santa Elena (S.L.O.O., 23/01/1919: 8; D.D.P., 04/01/1919). El 30 de diciembre por la mañana se dio otro hecho de violencia que se informó con el título de “Crimen Alevoso”. Se indicaba la muerte de otro obrero quien, según rumores, no quiso afiliarse a la federación obrera, por lo que se presumía que el crimen había sido provocado por algunos huelguistas. Días después, corrió un nuevo rumor sobre otra muerte obrera a manos de los huelguistas en Villa San José, poblado cercano a la planta (D.D.P., 31/01/1918; D.D.P., 04/01/1919).

A fin de diciembre se comunicó que los obreros de la Liebig Fray Bentos presentaron su pliego de condiciones, pero nada se dice de una medida de fuerza (D.D.P., 31/12/1918). Los obreros de la Liebig Colón aún estaban solos y su número ya alcanzaba los tres mil trabajadores en huelga. El actor que faltaba llegó el 1º de enero. La concurrencia de soldados del Regimiento Nº 6 de Caballería de Concordia se hizo presente para “estar a mano en caso de cualquier disturbio al reiniciar actividades” (Barreto, 2003: 71).

Con las fuerzas militares de respaldo, el 2 de enero la gerencia comenzó las maniobras para desactivar la huelga con el reparto de un “manifiesto” donde explicó que no creía que los obreros que presentaron el último pliego fueran representantes de todos los trabajadores. Recomendaba la vuelta al trabajo para el viernes 3 de enero y anticipó que quienes no se presentaran se consideraran despedidos (D.D.P., 09/01/1919). Al día siguiente, sonó la bocina de ingreso a las 6 a.m. Ese primer día se reportaron 50 trabajadores de 7 departamentos. La noticia periodística destacada era sobre supuestas tratativas para traer de 2.000 a 3.000 correntinos, e iba acompañada de la crítica a los “elementos extraños que excitan a los obreros”:

Que si no fuera por esos elementos de profesionales, la huelga se hubiera concluido ya, y el obrero habría obtenido todo lo que humanamente hubiérase podido acordarle –Que en las reuniones huelguísticas que se efectúan, oradores de hacha y tiza gritaba a todos los que quieran oírlos que hay que abatir a unos 5 o 6 más individuos hasta que se obtenga el triunfo. –Que la policía está en el deber de impedir a esos oradores rojos exciten al obrero a que cometa crímenes. –Que esos individuos deben ser inmediatamente presos y enviados al juez respectivo para que se les siga causa por excitación a cometer crímenes. (D.D.P., 04/01/1919)

Ese mismo día, la intervención estatal represiva se activó. Por la mañana, Luis Etchevehere, Ministro de Gobierno de la provincia y el Gobernador Marcó, dirigieron un telegrama al Ministro del Interior, Ramón Gómez, quejándose por el accionar “imparcial” de la subprefectura de Colón hacia los huelguistas. Objetaron que estos habían obligado a descender a un chofer de lancha en el puerto de Colón. Las quejas de los funcionarios provinciales eran eco de los pedidos del comisario local (Telegrama del Gobernador Celestino Marcó y el Ministro General Luis Etchevehere al Ministro del Interior Ramón Gómez, 03/01/1919[11]) También el diario anarquista La Protesta se refería a la huelga de la Liebig:

Estos burgueses llegan al colmo de la audacia cómo se ve, no es ninguna novedad el salario de hambre que perciben los trabajadores. El movimiento en estos establecimientos se viene desarrollando demasiado pacífica debido quizá a la influencia de cierto elemento que diciéndose obrero es ciertamente enemigo de la clase trabajadora: Los Sindicalistas.

Cultiven los huelguistas la violencia y verán sus aspiraciones en un hecho. ¡Por la fuerza hay que dominar a los burgueses! (Diario La Protesta, 03/01/1919)

El día 4 de enero, la F.O.M. declaró el boicot contra todas las dependencias de la compañía. Al día siguiente, el Ministro del Interior respondió al Gobernador Marcó: “[El] Sr. Presidente de la Nación [Hipólito Yrigoyen] ha dispuesto que se soliciten (…) las informaciones del caso a fin de proceder como corresponda” (Telegrama del Ministro del Interior Ramón Gómez a Gobernador de Entre Ríos Celestino Marcó, 05/01/1919[12]). Días después llegó al puerto de Colón, el nuevo inspector de subprefectura con el fin de sumariar al subprefecto local y al personal, “que no está a la altura del puesto que ocupan”. Para el día 9 de enero, 150 trabajadores eran ocupados en la fábrica (D.D.P., 09/01/1919; La Juventud, 09/01/1919).

Mientras tanto, en el local del Sindicato de Oficios Varios, en la calle Alejo Peyret –a unas pocas cuadras del puerto local-, las asambleas siguieron en torno a las alternativas para detener el derrame de “compañeros vueltos” al trabajo. Durante la noche del 9 de enero, poco después de que José Batisteza, secretario de la Federación, diera por terminada la sesión, los obreros se quedaron a oscuras. Los extrañó por tratarse de una calle iluminada que une al puerto de Colón con el centro de la ciudad. Salieron del local desconcertados. Según declararon a la prensa local, pensaron que era parte de las medidas del “estado de sitio” impuesto por el gobierno nacional en el marco de la Semana Trágica. Cuando abandonaron el edificio, se escuchó un toque de clarín y pronto fueron atropellados por uniformados del 6º de Caballería. Los soldados montados, sable desenvainado, atacaron a los obreros que corrieron en busca de seguridad, dejando algunos heridos por los cortes. Un obrero buscó refugio en la casa de un conocido burgués de apellido Del Río, quién por albergar al trabajador, vio su puerta abrirse de una patada y entrar, pistola en mano, a un hombre que se desempeñaba de guarda de abordo, acompañado por uniformados, “y hubieran tenido mayores consecuencias a no haber intervenido personas sensatas que consiguieron dominar la sed de sangre obrera que demostraban tener los atacantes”. Al día siguiente se dio la noticia acerca de que el comisario acechaba en auto a los obreros incautos que aún no habían llegado a un lugar seguro, apresando a varios de ellos en la calle principal de la ciudad, pistola en mano (La Juventud, 11/01/1919; D.D.P., 11/01/1919).

Se apresó a cinco obreros que fueron conducidos por los militares a la fábrica donde los tuvieron prisioneros hasta el día siguiente, cuando el delegado de la F.O.R.A., Maqueira, intercedió por su libertad. Durante el tiempo que estuvieron apresados en el establecimiento, el jefe de la policía y el gerente Newkirk interrogaron a los obreros sobre la huelga. Rafael Alfonso, obrero de la F.O.M., dijo que el comisario le juró: “¡Los voy hacer ir a balazos al trabajo!”. Batisteza denunció en La Organización Obrera al comisario por recibir dinero de la compañía (S.L.O.O., 01/02/1919: 2). El periódico Del Pueblo dijo: “La policía marítima tuvo su parte en este suceso y en circunstancias que obreros marítimos se dirigían a bordo fueron sorprendidos por la presencia de un piquete de marinería que armado con máuser a bayoneta calada se les interpuso al paso”. Todos corrieron buscando escondites, pensando que lo peor los esperaba, la mayoría de ellos terminó prisionero de la prefectura local. Días después, él agregó que todo parecía premeditado, ya que había rumores de que se cerraría el local obrero además, el curioso suceso de las luces apagadas, que solo esa noche fueron interrumpidas. Parece que la represión fue planeada, sobre todo si tomamos en cuenta la coordinación de las tres fuerzas del Estado (D.D.P., 11/01/1919 y 14/01/1919).

Finalmente, el 13 de enero se produjo la esperada huelga de la Liebig Fray Bentos. Ese día Maqueira y un delegado de Concepción del Uruguay fueron los principales oradores de la reunión en el local obrero de Colón. Explicaron las razones del pedido al gobierno provincial de un mediador y reiteraron los pedidos de no responder a las provocaciones. Mientras tanto, un grupo de obreros que se dirigía a la reunión fueron apresados sin motivos y, al ser liberados un par de horas después, fueron amenazados por el comisario. Para ese día, eran 600 trabajadores ocupados. El jueves 14 se comunicó que el gobierno había nombrado un árbitro para solucionar el conflicto, pero la fábrica no aceptaba la mediación. A través de un telegrama, el Ministro de Gobierno Etchevehere, le comunicó al secretario del Sindicato de Oficios Varios el rechazo (D.D.P., 16/01/1919; S.L.O.O., 1/02/1919: 2).

El día 16 se produjeron otros actos de represión. El primero, contra un obrero delegado de la Liebig Fray Bentos que vino a coordinar medidas comunes con los huelguistas de Colón. Al llegar al puerto de esa ciudad fue interceptado por policías locales, al negarse a identificarse lo golpearon con sus sables. El obrero desesperado corrió hasta una casa y al verse atrapado en el segundo piso de la misma, saltó desde una altura de cinco metros. Lastimado en el piso fue apresado. Minutos después, se apresó al Secretario del sindicato por increpar a los policías por su proceder (D.D.P.,18/01/1919). Esa noche, el secretario de la Sociedad Obrera, el delegado de Concepción del Uruguay, Mauricio González, y unos obreros estaban reunidos con el lanchero Del Río en su casa, cuando se presentó un policía que solicitó hablar con González. El trabajador se dirigió a la puerta de la casa y divisó un grupo de uniformados que lo esperaban afuera. Se dirigió al cabo que se encontraba a cargo, preguntando que necesitaba:

este, rodeado por una caterva de cosacos de su misma calaña, desnudó el sable y sin darle lugar a esquivar los golpes, todos esos bárbaros la emprendieron a machetazos con nuestro camarada. A favor de la obscuridad este animoso militante logró librarse de las garras de los esbirros del gobernador Marcó ¡Y pensar que el gobernador de Entre Ríos en furibundos telegramas y notas capciosas nos pide concretos para demostrar los abusos que cometen sus policías! ¡Es en verdad todo un personaje este gobernadorcito! (S.L.O.O., 1/02/1919: 2)

También ese día, los policías que estaban como refuerzo de vigilancia en la Fábrica Liebig fueron enviados en tren con destino a Paraná, a contener los desmanes que se estaban produciendo como efecto reflejo de los sucesos de Buenos Aires (La Juventud, 18/01/1919). El 17 de enero las faenas comenzaron en la planta, la cantidad de obreros vueltos era de 940. Mediante un telegrama, el gobernador informó a Batisteza que en una reunión con los gerentes en Paraná, “logró” el compromiso de estos de cumplir con su propuesta salarial (D.D.P.,18/01/1919).

El 21 de enero los soldados se retiraron. No así la oficialidad, que el 27 de diciembre fue agasajada por los residentes británicos y el personal jerárquico en agradecimientos por los servicios prestados. A la empresa le costó solo $200 mantener a los soldados. Además obsequió algunos potros para el escuadrón de seguridad provincial de Paraná (D.D.P., 23, 25 y 28/01/1919; Barreto, 2003: 70).

El 24 de enero, José Batisteza recibió una carta del flamante Consejo Federal de la F.O.R.A.[13], extrañados por la noticia de los rompehuelgas. Argumentaron que si la F.O.M. mantenía el boicot, los carneros tenían por dónde entrar a la planta, salvo por tierra. Este hecho sugería que “los compañeros en huelga no obran con la debida energía contra los traidores de la causa obrera” (Carta de Bartolomé Senrra Pacheco a José Batisteza, 24/01/1919: 76-77[14]). Los miembros del Consejo Federal no saben que la subprefectura local dispuso su propia embarcación para transportar a los rompehuelgas, por lo cual, el boicot era obsoleto (S.L.O.O., 1/02/1919: 2). El día 25 la empresa informó que no se contrataría más personal y que por acción de la huelga, las gestiones que se realizaban en Londres habían quedado sin efecto. También indicaron que el fin de la guerra y la vuelta a la demanda anterior llevó a una reducción de las tareas (D.D.P., 25/01/1919).

Un obrero, Diógenes Ferreyra, publicó una carta solicitada por los dichos de los gerentes. Señaló que la “buena voluntad” era falsa, en tanto no se dignaron a recibir a la primera delegación obrera, dando la orden a la prefectura para que no permitiera poner un pie a los trabajadores con el mandato. Indicó que la huelga tampoco había sido por

la intromisión de entidades extrañas según se refieren los que han producido la huelga ni los que han pretendido el desquicio y la subversión (…) tuve la satisfacción de asistir en esa entrevista con el señor gerente, fue el Secretario de la F.O.R.A. pues su presencia no tenía otro objeto que pedirle al señor gerente diere su opinión, de sí o no recibiría una delegación en representación de los demás obreros para presentar un pliego de condiciones acordado en asamblea, a lo que contestó que sí, siempre que no se presentaran personas extrañas al establecimiento (D.D.P., 25 y 28/01/1919).

El día 29 se publicaron los telegramas entre Sebastián Marotta y el gobernador. El primero reprochó la negación a mediar en el conflicto y que, frente a la negación de la empresa, debieron quitar el respaldo militar. Además solicitó una respuesta por la denuncia hecha por los trabajadores respecto al accionar policíaco (Carta de Sebastián Marotta a Celestino Marcó, Gobernador de Entre Ríos, 24/01/1919[15]). La respuesta del ministro Etchevehere decía: “El Señor gobernador ha recibido su telegrama y lamenta la deficiencia de sus informaciones tanto como la impertinencia con que Vd. le dirige consejo que no le ha pedido”, afirmaba que los obreros se resistieron a la mediación hasta que vieron que la huelga decaía (La Juventud, 29/01/1919). Los telegramas cruzados no se detuvieron. El 31 de enero el Consejo Federal (C.F.) de la F.O.R.A., le dirigió un nuevo telegrama a Etchevehere, aclarando que no era intención del C.F. dar consejos al gobernador, segundo, informaban la situación general de los trabajadores, con “salarios irrisorios” en momentos de encarecimiento de los artículos de subsistencia y agregaron:

Empresas como la que nos ocupa, en su totalidad extranjera, que sustraen el trabajo y a la riqueza de nuestro país ingentes ganancias, con las que generalmente valoran en menos el trabajo de millares de hombres, mujeres y niños que, en procura del sustento diarios, les alquilan sus fuerzas productivas (…) Los obreros de la fábrica Liebig´s, reaccionando contra esa expoliación de su trabajo, y entendiendo ejercer un derecho legítimo (…) iniciaron en dicho establecimiento lo que otros trabajadores realizan cuando se hallan frente a un medio industrial que les es propicio: la constitución de un sindicato de su oficio o ramo industrial. (…) al fin de crear los elementos de defensa de su trabajo, pero a pesar de ello y no obstante garantizarlo las propias leyes del país, fue desconocido por la empresa Liebig´s. Esta desde el primer momento, apeló a todos los recursos de extorsión para impedir la formación del sindicato de los obreros. Y para realizar esos fines, que no diremos son ilícitos aun quando [sic] ello constituye una transgresión de las leyes del país, expulsó inmediatamente de su trabajo a los obreros que consideró que más se distinguían en esa tarea.

La nota termina con un resumen de las condiciones en las que estaban los obreros detenidos, sin agua ni lugar donde dormir, relató la actitud del jefe militar y recordó que Maqueira estaba a favor de la intervención del gobierno cuando habían vuelto solo trescientos cincuenta o cuatrocientos obreros (Carta de Villacampa a Luis Etchevehere, 31/01/1919[16]).

El 6 de febrero la huelga volvió al diario local: “la huelga ha terminado (…) su finalización viene a beneficiar a todos” (D.D.P., 06/02/1919). El 10 de febrero la F.O.M. local levantó el boicot, los obreros de la Liebig quedaron sin su apoyo. Mientras, el sindicato continuó recibiendo dinero de la F.O.R.A. e insistieron en que la huelga continuaba (Carta de Sebastián Marotta a José Batisteza, 10/02/1919; Carta de Bartolomé Senrra Pacheco a José Batisteza, 12/03/1919; y Carta de Bartolomé Senrra Pacheco a José Batisteza, 31/03/1919[17]. S.L.O.O., 29/03/1919: 3). El balance de la fábrica era victorioso: celebraron la negativa a reconocer el sindicato, el control de los disturbios y la concesión a los obreros de aumentos en torno al 8% y 9% (Barreto, 2003: 71).

La huelga más grande de la Fábrica Liebig, tanto por su extensión temporal como por la cantidad de huelguistas, terminó abandonada por parte de los trabajadores y una victoria parcial en aumentos salariales. Por parte de la empresa, se logró controlar en todo momento y utilizó los mecanismos de contención que disponía; desde los medios de comunicación, hasta la amenaza de conseguir rompehuelgas, pasando por su capacidad para influenciar sobre el Estado y conseguir fuerzas represivas que jugaron a su favor. La relación con los obreros uruguayos fue central. Los obreros de Colón esperaban que sus pares de Fray Bentos se declararan en huelga para apuntalar el conflicto y tener mayor fuerza de negociación colectiva.

Golpe y negociación, 1939

Pasaron veinte años para que los trabajadores de Liebig volvieran a plantear una huelga. La experiencia de tres fracasos consecutivos -1906, 1911 y 1918/1919-, creemos, llevó a cierta desmovilización que no permitió una pronta reorganización. El 17 de febrero de 1939, los trabajadores de la sección de carga, presentaron un pliego por un aumento de $3,75 por día a $5. La empresa respondió negativamente, argumentó que no había condiciones de pagar. Razón por la cual, los obreros no se presentaron al trabajo al día siguiente (E.E.R., 18/02/1939). Los obreros que impulsaron la huelga organizaron un campamento en las cercanías del establecimiento, mientras los trabajadores de la sección de Playa –donde se sacrificaban los animales- abandonaron el trabajo en la madrugada del día 23, luego de matar a doscientos animales. Por su posición estratégica en el proceso de trabajo, estos obreros obligaron a parar a toda la planta. En ese momento eran unos seiscientos los huelguistas (D.D.P., 23/02/1939; El Despertar, 1/05/1939: 2. En adelante: E.D.). Algunas actitudes hostiles de los obreros previno a las fuerzas policiales, que solicitaron refuerzos a Colón y Concepción del Uruguay (D.D.P., 23/02/1939).

El día después se presentó el inspector del Departamento Provincial de Trabajo, Horacio Camps, con el propósito de interceder y buscar una solución loable para ambas partes. También aparecieron miembros de la UOPER (Unión de Obreros de la Provincia de Entre Ríos) que se hicieron cargo del movimiento, según los diarios (E.E.R., 23/02/1939; D.D.P., 24/02/1939; E.D., 1/05/1939: 2; L.J., 23/02/1939). Días más tarde se informó la llegada desde Buenos Aires del presidente del Directorio de la empresa, el señor Noble. Para ese momento, eran unos dos mil doscientos los obreros en huelga (Periódico El Censor, 24/02/1939). Inmediatamente comenzaron las entrevistas con los obreros en conflicto a fin de solucionar la huelga, pero se culpaba, cuando no, a:

la intromisión de elementos extraños al medio que ignorantes de la verdad de la situación creada, incitaban a los obreros a perseverar en su actitud, desoyendo las indicaciones del inspector del Departamento del Trabajo sobre la conveniencia de aceptar las mejoras ofrecidas por el establecimiento. Felizmente en este episodio, la intervención del señor Camps, y del jefe de la policía señor Lanús ha permitido después de laboriosas gestiones, sortear las dificultades y arribar a un acuerdo, que si bien representa una escasa mejora para los obreros, logra evitar consecuencias mayores e irreparables.

El día 26 de febrero se volvió al trabajo. Los diarios comunicaron que no hubo “salvo uno que otro incidente sin mayor importancia” (E.E.R., 25/02/1939). El acuerdo firmado por las partes tenía por primer artículo aceptar las ocho horas laborables y el pago por horas extras en base a media hora y horas, y no proporcional por minutos como hasta el momento. Los obreros de la Pandilla recibirían $4,20 por jornada de trabajo –un aumento del 12%- y se acordó el aumento de un centavo para el resto de los trabajadores[18](E.D., 1/05/1939: 2). Entre los efectos del conflicto, se debe destacar el reconocimiento de la representación gremial permanente de dos delegados por sección (D.D.P., 25/02/1939). Por lo cual, el día 26 de febrero se debió constituir el Sindicato de la Fábrica Liebig:

En la cancha de pelota contigua al negocio que don Máximo Dutra tiene establecido en la zona sud de nuestra ciudad se celebró el domingo, una asamblea de obreros de la Fábrica Liebig. El objeto era dejar constituido el sindicato de los obreros que trabajan en el referido establecimiento.

El representante de la UOPER explicó la importancia que había tenido la presencia de la Unión Provincial en las negociaciones y que las conquistas obtenidas, tanto en salario como en condiciones de trabajo, eran producto de la lucha obrera (E.E.R., 28/02/1939). Los delegados de cada sección debían ser informados al jefe de la policía local, que oficiaba como encargado del Departamento de Trabajo y llevaba registro (E.D., 01/05/1939: 2).

El balance hecho por los miembros de la Unión de Obreros de la Provincia de Entre Ríos recordaba que “2.200 obreros se plegaron al movimiento después de 21 años de desorganización ha conquistado el feudo inglés de la Fábrica Liebig”, insistían:

La Unión Obrera Provincial, desde hace tiempo venía agitando el ambiente de los trabajadores de este establecimiento con el propósito de organizarlo. Después de una laboriosa labor se logró este anhelo (…) El desprecio por los trabajadores y en primer término hacia las mujeres, era condición de cualquier mandón, hoy se ha impuesto una nueva moral en los lugares de trabajo y el respeto es mayor como una consecuencia de la actitud del personal. Otro de los triunfos significativos, es aquel que los obreros en forma individual o por intermedio de sus comisiones de gestiones y reclamos pueden presentarse con la frente muy alta ante la Superintendencia a formular cualquier reclamo sin el temor de ser echados del establecimiento por intermedio de la Policía como un elemento perturbador, por el hecho formular cualquier reclamo. Antes del movimiento, ningún obrero tenía derecho a pedirle al Jefe de la repartición venia para ir a la gerencia por cualquier asunto que tuviera que solucionar. (E.D., 01/05/1939: 2-3)

La dirección sindicalista concluía: “Si un aumento por hora es reducido, en cambio en el orden moral se ha ganado mucho” (E.D., 01/05/1939: 2-3). Más realista era la visión del diario conservador El Entre Ríos, que afirmó que las mejoras eran “escasas” (E.E.R., 25/02/1939). Sin embargo, finalmente, habían ganado con la huelga.

Conclusión

El presente trabajo buscaba, a partir de la reconstrucción de una serie de huelgas efectuadas por obreros del establecimiento Liebig Colón, aportar a la historia de la clase obrera del interior y en especial de la región. Rescatar, no solo el relato en sí mismo, sino el trato entre los obreros de ambas costas del río Uruguay que sirve de frontera. Mostrar la existencia de vínculos entre los trabajadores y cómo la organización aún no se constituía con un carácter estrictamente nacional, sino que contenía “fronteras porosas” debido a la debilidad de la organización. Lo que nos llevó a un segundo punto. Conocer las relaciones entre los obreros en lucha contra la empresa y el Estado. Es decir, sus horizontes de lucha, por lo tanto, su conciencia.

A partir de la reconstrucción de los cuatro episodios de conflicto podemos concluir que desde sus inicios el movimiento obrero en la costa entrerriana contó con elementos uruguayos que fraternizaron con los obreros argentinos y de otras nacionalidades allí empleados. En ese sentido, destacar que durante los conflictos el elemento nacional no apareció como referencia y sí la identidad clasista. Incluso, una querella surgió entre las autoridades estatales durante la primera huelga cuando, según se denunciaba, las fuerzas policiales habían maltratado a obreros uruguayos y despertó la acción del cónsul oriental en Colón y protestas en Salto. Sin embargo, la acción represiva encontró detractores en ambos países y la actitud del cónsul pareció más amigable con las autoridades argentinas que con sus connacionales de clase obrera.

La relación entre los obreros de una y otra costa durante el conflicto de 1911 no emerge, pero es un actor secundario importante durante el conflicto de 1918-1919. En efecto, dejando de lado a los obreros de esa nacionalidad que pudieron estar en el conflicto, la relación con sus pares uruguayos fue permanente. Desde el primer momento con la fundación de la seccional de la F.O.M. que organizaba a los obreros de Concordia, Colón y Salto, vemos ese vínculo. También con el envío de delegados desde la Liebig de Fray Bentos a dar apoyo moral y coordinación con los obreros de Colón, hasta el alcance del boicot de la F.O.M. Incluso, del relato surge la expectativa, que resultaba fundamental para ganar, del llamado a huelga en el establecimiento fraybentino. En la huelga de 1939, la relación con sus pares uruguayos no aparece por ningún lado y creemos que allí reside el punto que nos lleva a nuestro segundo objetivo. Mostrar el camino ascendente hacia el reformismo, es decir, la participación igualitaria de los derechos burgueses y la integración en el sistema institucional.

En la huelga de 1918 se va destacando el desarrollo del reformismo a partir de instancias de negociación con la patronal y con el Estado. El ascenso de la organización obrera y la coyuntura de pos Primera Guerra Mundial marcaron las necesidades comerciales de la empresa, y los cambios en las prácticas estatales de la gestión del conflicto obrero, fueron ventajas explotadas por los trabajadores. Incluso llegaron a tener diálogo directo con el gobernador, utilizaron la carta del “nacionalismo”, acusando a la Liebig de empresa extranjera que explotaba a los nacionales. Pero cuando se llegó a un estancamiento en las negociaciones, el Estado apeló a la represión y la empresa despidió a los obreros.

A pesar de ello, los trabajadores en ningún momento propusieron radicalizar la lucha -que se desarrollaba a la par de la Semana Trágica-. Los dirigentes trataron de llevar calma a las bases, pedir sumisión a las negociaciones y el resultado fue el fracaso de la huelga. Incluso las acciones de violencia practicadas por los huelguistas son perfectamente entendibles en el marco de la lucha económica y de la aún débil organización obrera que precisaba de la disciplina de todos los obreros a las medidas de fuerza tomadas. En esa clave hay que leer la muerte de los obreros que no se plegaban y los reclamos por parte del comité central de la F.O.R.A. a que “los compañeros en huelga no obran con la debida energía contra los traidores de la causa obrera”.

Sin embargo, todo esto contrasta con la huelga de 1939. Los elementos que aparecían tímidos y tensionados por la situación general, aparecerán al desnudo. En efecto, la huelga se produce y a los pocos días, el Estado provincial, a través del Departamento Provincial del Trabajo, envía sus representantes, la empresa los suyos y los obreros a los sindicalistas profesionales de la UOPER. La huelga dura poco tiempo, la resolución es favorable para los obreros en el salario, pero en particular, en un fortalecimiento de la organización obrera. “Golpe y negociación” fue una fórmula que benefició a los obreros en la lucha sindical. Estos beneficios para los sindicatos se lograban a cambio de su política de cooperación con el Estado. Pero también hay que destacar que el Estado, a pesar de disponer instancias de negociación, movilizó las fuerzas represivas de modo preventivo.

Por ello es que podemos concluir que la hipótesis al respecto de la necesidad de construir una organización corporativa que defienda los intereses económicos de los obreros fue la prioridad de los trabajadores implicados. Durante todos los casos, la discusión sobre la formación de un espacio político está ausente. Incluso se aclara que no está entre sus objetivos una disputa política. En este sentido, la lucha económica desarrolló una estrategia que buscó la incorporación al sistema social vigente. Fueron los estrechos horizontes de la conciencia económica, que sin vinculación política-ideológica, relegaron la solidaridad “internacionalista” a un segundo plano frente a la posibilidad de fortalecer el sindicato por medio del Estado. Un entendimiento con el Estado era más útil que continuar desarrollando lazos con los obreros del país vecino. Esto se demuestra cuando, después de más de treinta años de lucha, los obreros de la Liebig Colón, por primera vez tuvieron una victoria.

Bibliografía

Abad de Santillán, D. (2005). La FORA, Buenos Aires, Libros de Anarres.

Ansaldi, W. y Sartelli, E. (1993). Una conflictividad débil, los conflictos obreros rurales entrerrianos, 1918-1921. En Ansaldi, W. (comp.): Conflictos obreros rurales pampeanos, 1900-1937, Tomo II (pp.229-239). Buenos Aires: CEAL.

Barrán, J. P. y Nahúm, B. (1967). Historia rural del Uruguay moderno, 1851-1885. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental. Pp.317-335.

Barreto, I. (2003). Liebig´s: fábrica y pueblo. Concepción del Uruguay: Artes Gráficas Yuste.

Bilsky, E. (2011). La Semana Trágica. Buenos Aires: Ediciones RyR.

Braverman, H. (1987). Trabajo y capital monopolista. México D.F.: Editorial Nuestro Tiempo.

Camarero, H. (2007). A la conquista de la clase obrera. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

D´Elia, G. y Miraldi, A. (1984). Historia del Movimiento obrero en el Uruguay. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental.

Del Campo, H. (1986). El sindicalismo revolucionario (1905-1945). Buenos Aires: CEAL.

Gramsci, A. (2003). Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno. Buenos Aires: Ed. Nueva Visión.

Korzeniewicz, R. (1993). En vísperas del peronismo. Los conflictos laborales entre 1930 y 1943. En Desarrollo Económico, V. 33, Nº 131, 323-354.

Leyes, R. (2009). La estrategia de sindicalización de la FORA del IXº en el oriente entrerriano (1917-1921). En Conflicto Social, Año 2, N° 2, 34-48.

Leyes, R. (2014). “Destellos de un nuevo sujeto: Los conflictos obreros en los saladeros y la formación de la clase obrera entrerriana (1854-1868)”, Mundo Agrario, 15 (30), diciembre.

Leyes, R. (2016). Del saladero a la fábrica de extracto de carne: Transformaciones de los procesos de trabajo en la industria de la carne, Entre Ríos, 1864‐1935, en Trabajo y Sociedad, Nº26, Verano 2016, Santiago del Estero. Pp.341-359.

Lloyd, R. (1911). Impresiones de la República Argentina en el Siglo Veinte: su historia, gente, comercio, industria y riqueza (pp.272-276). Londres- Buenos Aires: Lloyd's Greater Britain Publishing.

Lobato, M. (2009). La prensa Obrera. Buenos Aires: Edhasa.

López Trujillo, F. (En prensa). Vidas en Rojo y Negro. Una historia del anarquismo en la “Década Infame”. Buenos Aires: Ediciones RyR.

Marotta, S. (1961). El movimiento sindical argentino, su génesis y su desarrollo. Buenos Aires: Ed. Lacio.

Marx, C. (2001). Capítulo XII, Tomo I. En El Capital (pp.272-301). México D. F.: Fondo de Cultura Económica.

Muñoz, P. (2015). Cultura Obrera en el interior de Uruguay. Salto, Paysandú y Rocha (1918-1925). Montevideo: Lupita Ediciones.

Oddone, J. (1992). Tomo 10 “La formación del Uruguay moderno, 1870-1930”. En Bethell, L. Historia de América Latina (pp. 118-134). Barcelona, Crítica.

Ortea, A. (2012). Memorias Obreras de La Liebig. Pueblo Liebig: Ed. De la Autora.

Sartelli, E. (1996). Celeste, blanco y rojo. Democracia, nacionalismo y clase obrera en la crisis hegemónica. En Razón y Revolución, N° 2, 48-78.

Schvarzer, J. (2000). La industria que supimos conseguir: Una Historia político social de la Industria Argentina, Buenos Aires, Ed. Cooperativas.

Senén González, S. (2008). Carne, industria, trabajadores y Liebig. Buenos Aires: Corregidor. Pp.50-59.

Tarcus, H. (2007). Diccionario biográfico de la izquierda argentina (pp. 396-398). Buenos Aires: Emecé Editores.

Tarditi, R. (2000). “Formación de una fracción de la clase obrera. Las huelgas de 1917 en los frigoríficos de Zárate”. En PIMSA, Documento de Trabajo Nº 25, Buenos Aires.

Womack, J. (2007). Posición estratégica y fuerza obrera. México D.F.: FCE.

Fuentes Inéditas

Fichas de empleados varias. Archivo Marca Liebig. Pueblo Liebig.

Notas epistolares varias en Copiador de Cartas F.O.R.A. IXº, en Confederación General del Trabajo, Buenos Aires.

Huelgas Varias, “Movimientos obreros enero de 1919 en Entre Ríos” en Archivo General de la Nación-Ministerio del Interior, Serie Históricas II, Legajo 31, 1919. Buenos Aires.

Estadísticas Estatales

República Argentina (1909). Ministerio de Agricultura - Censo Industrial de la R. A. Boletín nº 3, Entre Ríos, Buenos Aires.

Prensas

DiarioDel Pueblo, Colón, Filiación UCR. 1918-1939.

Diario El Demócrata, Paraná, Filiación Conservadora. 1918.

Diario La Protesta, Buenos Aires, Anarquista. 1919

Periódico El Despertar, Concepción del Uruguay, Órgano de la UOPER. 1939.

Periódico El Censor, Gualeguaychú. Filiación Conservadora. 1939.

Periódico El Entre Ríos, Colón, Filiación Conservadora. 1906-1911

Periódico La Juventud, C. del Uruguay, Filiación UCR. 1906-1919.

Semanario La Organización Obrera, Buenos Aires, órgano de la FORA IX. 1918-1919.

Notas

[1] Para una referencia más general del peso de los capitales extranjeros en el desarrollo del capitalismo agrario rioplatense ver: Schvarzer (2000), Capítulo III. Y para el caso uruguayo: Barrán y Nahum (1967), Sección IV, Parte I, Cap. I.; y Oddone (1992: 118-134).
[2] República Argentina (1909). Ministerio de Agricultura - Censo Industrial de la R. A. Boletín nº 3, Entre Ríos (pp. 6-9). Buenos Aires.
[3] Para el caso particular de la actividad cárnica en la provincia de Entre Ríos hemos estudiado los casos de los saladeros en los siguientes artículos: Leyes (2014 y 2016).
[4] En La Juventud (31/03/1906), de Concepción del Uruguay, se presentaba un cuadro comparado de los salarios, mostrando el verdadero desfasaje existente entre los obreros de la Liebig Fray Bentos frente a sus pares de Liebig Colón.
[5] Según Barreto, ex empleado contable de la compañía, en su historia de Liebig: “La gerencia de la fábrica no se ocupó del petitorio por la forma que se procedió a su presentación” (2003: 32).
[6] La Federación Obrera de la Región Argentina se dividió en 1915, en su IX Congreso, cuando los sindicalistas –que eran mayoría- quitaron el objetivo de “Comunismo anárquico” como fin último de la central obrera. Dando lugar a la conformación de dos F.O.R.A., la del V Congreso o F.O.R.A. Anarquista y la del IX, o F.O.R.A. Sindicalista. Ésta última era la que tenía mayor desarrollo en Entre Ríos (Cfr.: Marotta, 1961: 183-198). Sobre la ideología sindicalista en Argentina ver Del Campo (1986).
[7] En adelante, cuando nos refiramos a la F.O.R.A. será a la F.O.R.A. Sindical, de lo contrario se indicará.
[8] En el mismo número y página se da cuenta que los obreros de Concordia, localidad a ciento veinte kilómetros aguas arriba de la Fábrica de extracto de carnes, habían logrado formar una seccional de la Federación Obrera Marítima que comprendía a los de aquella localidad, a los de Colón y a los obreros de Salto, en la República Oriental del Uruguay.
[9] Ver Tarcus (2007: 396-398).
[10] La contraoferta de la patronal: Aumento de $0.25 para todos los obreros y obreras adultos. Aumento de $0,10 para los menores. Aumento de $5 a los peones mensuales e igual cantidad a los serenos, a pesar de no hallarse agremiados (D.D.P., 28/12/1918).
[11] Telegrama del Gobernador Celestino Marcó y el Ministro General Luis Etchevehere al Ministro del Interior Ramón Gómez, Paraná, 03/01/1919, en A.G.N.-M.I., Serie Históricas II, Legajo 31, 1919, Huelgas Varias, “Movimientos obreros enero de 1919 en Entre Ríos”. Documento Nº 79. En adelante: AGN-MI, SHII, L31, Doc. Nº.
[12] Telegrama del Ministro del Interior Ramón Gómez a Gobernador de Entre Ríos Celestino Marcó, Buenos Aires, 05/01/1919. AGN-MI, SHII, L31, Doc. Nº.81
[13] El décimo congreso de la F.O.R.A. IX se reunió el 29, 30 y 31 de diciembre de 1918 en la ciudad de Buenos Aires y en él, Sebastián Marotta fue elegido como Secretario General (S.L.O.O., 23/01/1919: 2).
[14] Carta de Bartolomé Senrra Pacheco a José Batisteza, Buenos Aires, 24/01/1919. Copiador de Cartas F.O.R.A. IXº, 22/01/1919-14/04/1919, (pp. 76-77). En adelante: C.C. F.O.R.A. IX.
[15] Carta de Sebastián Marotta a Celestino Marcó, Gobernador de Entre Ríos, 24/01/1919, Buenos Aires, en C.C. F.O.R.A. IXº, 22/01/1919-14/04/1919, (p. 68).
[16] Carta de Villacampa a Luis Etchevehere, 31/01/1919, Buenos Aires, en C.C. F.O.R.A. IXº, 22/01/1919-14/04/1919 (pp. 228-230).
[17] Carta de Sebastián Marotta a José Batisteza, (10/02/1919: 372); Carta de Bartolomé Senrra Pacheco a José Batisteza, (12/03/1919: 684) y Carta de Bartolomé Senrra Pacheco a José Batisteza, (31/03/1919: p. 886), Buenos Aires, en C.C. F.O.R.A. IXº, 22/01/1919-14/04/1919.
[18] Estos aumentos son corroborados en las fichas de los trabajadores. Hemos analizado algunas fichas (más de 50). Lo llamativo es que en las fichas de mujeres el salario prácticamente no varía, sin embargo, en la de hombres aparece una mención en la columna observaciones, en la que se señala "cambio de sueldo":

a) peón pandilla, entre $0,41 a $0,52.

b) playa/cocimiento/subproductos, de $0,40 a $0,41.

c) triperia, de $0,45 a $0,46. c) extracto, $0,29. d) portonero, $ 0,47. Agradezco a Adriana Ortea, administradora del Archivo Marca Liebig por facilitar esta información.



Buscar:
Ir a la Página
IR
Visor de artículos científicos generados a partir de XML-JATS4R por