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Reseña de Omar Acha: Cambiar de ideas. Cuatro tentativas sobre Oscar Terán. Buenos Aires. Prometeo libros, 2018.
José María Casco
José María Casco
Reseña de Omar Acha: Cambiar de ideas. Cuatro tentativas sobre Oscar Terán. Buenos Aires. Prometeo libros, 2018.
e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 18, núm. 71, pp. 101-104, 2020
Universidad de Buenos Aires
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Reseña de Omar Acha: Cambiar de ideas. Cuatro tentativas sobre Oscar Terán. Buenos Aires. Prometeo libros, 2018.

José María Casco
Universidad de Buenos Aires, Argentina
e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, vol. 18, núm. 71, pp. 101-104, 2020
Universidad de Buenos Aires

Recepción: 24 Octubre 2019

Aprobación: 26 Enero 2020

Reseña de Omar Acha: Cambiar de ideas. Cuatro tentativas sobre Oscar Terán. Buenos Aires. Prometeo libros, 2018.

Desde hace algún tiempo una fracción de las nuevas generaciones de académicos e intelectuales se propuso revisar la obra y el tiempo de sus mayores. Sobre todo en lo transcurrido en dos décadas, la de los 60’ y la de los 80’ en un campo de estudios que se conoce como la Historia Reciente. El libro que aquí comentamos si bien puede colocarse en esa saga tiene una particularidad, un joven pero ya consagrado intelectual, dialoga como discípulo con su maestro del que fue muy cercano. Por esa vía entabla una conversación entre generaciones abonando a una larga tradición de la cultura argentina. El resultado es un texto denso, potente y a la vez emotivo.

En el primer ensayo Omar Acha rastrea los años de formación política e intelectual de Oscar Terán. Dialoga con sus textos, recorre los avatares de la época y lo que también es importante, dialoga con las interpretaciones que se hicieron sobre los años 60’ y 70’, más específicamente, las que refieren a las implicancias que tuvo el fenómeno de la violencia política en el mundo intelectual. Ese camino muestra cómo Terán construyó un marxismo hecho de muchos trazos y donde la respiración de la filosofía atraviesa todo ese itinerario juvenil.

En el segundo ensayo el autor retrata el itinerario de Terán en el exilio mexicano y allí su pasaje del marxismo a lo que aquél llama “un postmarxismo por pluralización” esto es, un tipo de marxismo que para ser válido debe dejar de ser pensado como portador del saber absoluto y de describir la totalidad social para pasar a convivir con otros saberes como una caja de herramientas. Ese pasaje, señala bien Omar Acha, está plagado de vicisitudes personales y epocales y es parte de un movimiento colectivo que tiene al país azteca como el escenario privilegiado para ese movimiento. La recepción de Michel Foucault, la polémica con José Sazbon y los debates acerca de “la crisis del marxismo”, son los corolarios que van moldeando a un Terán que se profesionaliza en el quehacer intelectual y en ese trámite se consolida como académico. Primero en México, luego en Buenos Aires a su regreso, con la recuperación del estado de derecho, y siempre como parte de un medio intelectual que abandona el marxismo y abraza la idea de un socialismo democrático.

Además, en este capítulo es donde mejor queda demostrado para qué sirve ocuparse de una biografía, porque Terán funciona como la radiografía de una época y de un grupo que al calor de varios hechos decisivos en sus trayectorias y como parte de una voluntad que busca ocupar el centro del campo intelectual, acicateados por la “derrota” de los proyectos revolucionarios, se replantea todo, para poder barajar y dar de nuevo. En efecto, Omar Acha, interroga a ese Terán que cambia de ideas, lo historiza, lo coloca como parte de un proceso más amplio y busca ir más allá de las representaciones de su biografiado y así, en la confrontación es donde puede matizar las afirmaciones que construye de sí el filósofo argentino. En ese ejercicio muestra las ambigüedades de Oscar Terán y en esa pesquisa hecha de lectura atenta, toma distancia de las palabras no sólo de su maestro sino que también se aleja de algunos textos en donde la escritura se ve contaminada por las voces de sus protagonistas en un dialogo crítico con algunos trabajos que se han ocupado de caracterizar a los 60’ y sus protagonistas.

En el tercer capítulo, Acha revisa la recepción y los usos de la obra de Foucault en la obra de Terán, el autor destaca un doble movimiento, por un lado, Terán produce un tipo de recepción del filósofo francés que se convierte a la postre en una clave de lectura que guiará muchas de las investigaciones ulteriores; por otro, Acha mira a esa recepción de Foucault como el modo en que Terán tramita “la crisis de marxismo”, así sostiene, “algunos de sus textos suministraron un espacio articulador que revisaba al marxismo en crisis sin deshacerse radicalmente de él” (90). Y acierta Acha en el señalamiento porque efectivamente, ese es el modo en que se tramitó en el grupo al que pertenecía Terán la crisis de un marxismo que se leía, al compás de lo que se sostenía en los países latinos de Europa, Louis Althusser mediante, que el marxismo era una teoría finita, insuficiente para dar cuenta de la realidad contemporánea. Ese fue el modo en que, por ejemplo, Juan Carlos Portantiero y José Aricó compañeros de ruta de Terán, recepcionaron la obra de Max Weber catalogándolo como uno de los hitos del pensamiento occidental por ocuparse de pensar al Estado y la política y poner así una cisura donde el marxismo era leído como un punto ciego.

En otro apartado, Acha disecciona con mucha erudición el texto titulado “presentación” con el cual Terán encabezaba en 1982 una selección de trabajos del filósofo francés para la editorial Folios. Muestra las operaciones que construye Terán para validar a Foucault como un pensamiento vivo y productivo en sus trabajos sobre la política y el poder. El autor allí toma posición y cuestiona la mirada del marxismo que tiene Terán para dejar claro que es una lectura de Marx así como su recepción de Foucault es selectiva, una forma de leer a Foucault, para luego seguir inspeccionando su pensamiento en sus bases filosóficas y confrontar los cambios en las maneras de leer según las épocas. Allí Acha muestra cómo su lectura se va matizando de acuerdo a cómo pasan las décadas puesto que las posiciones políticas de Terán cambian de forma, dejando claro cómo su pensamiento está moldeado por el nervio que guía sus intervenciones que no es otro que la política. Es en esa dirección que Acha también destaca las críticas y disidencias que Terán establecía con el pensador francés por estar en Latinoamérica, mostrando cómo la recepción es un proceso crítico señalado por problemas propios. Todo ello hecho, como ya lo señalamos, de una lectura minuciosa y atenta en busca de mostrar las capas subterráneas que tenía su escritura. En la última sección, y siempre a propósito de los usos de Foucault de Terán, Acha problematiza su recepción en su producción historiográfica, destaca entre otras cosas, cómo la batería de conceptos del autor de Vigilar y Castigar sirvió para describir al positivismo latinoamericano cuando Terán se dedicó a reconstruir los idearios de la nación y el Estado en el continente. Por esa senda interroga el modo en que Terán leyó la obra de Ingenieros; ese recorrido le sirve a Acha para afirmar que lo que Terán produjo en esos años y alcanzó a su historiografía de las ideas fue un mestizaje conceptual que mostraba huellas de marxismo aun cuando su momento posmarxista se había afirmado. Al mismo tiempo esa pesquisa muestra cómo Terán nunca más se plegó a un sistema de ideas sino que su trabajo se vio embebido de muchos cruces en un dialogo entre varias corrientes. Ya sobre el final del capítulo, Acha afirma “Foucault fue más útil para deshacerse de determinismos, totalismos y teleologías que para sostener una historiografía socialdemócrata con la que Terán identificó cada vez más nítidamente sus preocupaciones intelectuales”. La cita sirve para resumir no sólo lo que venimos señalando respecto de la recepción de Foucault y de cómo tramitó Terán “la crisis del marxismo” sino también cómo la apertura, y la pluralización fue la marca que impregnó la idea de democracia en muchos de los intelectuales cercanos a Terán que abrazaron la idea de un socialismo democrático a partir de los años 80’.

En el capítulo cuarto Acha examina la empresa historiográfica de Oscar Terán. Más específicamente cómo esa empresa estaba organizada alrededor de la búsqueda de los elementos que hicieron posible el proceso modernizador argentino y cómo la ideología Argentina fue el locus imperante en su oficio de historiador cuando éste se afirmó a mediados de los 80’. En esa dirección Acha sostiene que la historia de las ideas que practicó Terán fue una oportunidad para escudriñar críticamente la teoría y también la política de las izquierdas. En ese derrotero también pudo rastrear los orígenes de una matriz autoritaria de las ideas en el país que se remontaba al proceso de modernización y construcción de la nación a fines del siglo XIX, pero que pronto Terán pudo cotejar también en las ideologías que fueron predominantes en el siglo XX alcanzando incluso a las posiciones de “la nueva izquierda” en las que se había colocado. Todo ello, como bien señala Acha, en el contexto de un nuevo clima de modernización que se instaló en la recuperación democrática y de la cual Terán participó como parte de un grupo de intelectuales que, desde varias instituciones, y sobre todo desde la universidad, buscó fomentar buscando interrogar tanto los obstáculos como las oportunidades para ese proceso. Clima modernizador que excedía a la Argentina y que podía rastrearse en otros países sudamericanos señala Acha, a lo que podemos agregar que no sólo sucedía en el continente, sino que esa renovación también alcanzaba a los socialismos de los países latinos de Europa con los que los intelectuales argentinos entre los que se inscribía Terán estaban en contacto. El punto ilustra bien otro mérito de Acha, lejos de hacer una historia de las ideas que se concentra en el contenido de las mismas sin más, el trabajo muestra cómo el desenvolvimiento social le aporta un sentido a la trayectoria de Terán. En esa dirección Acha repone los escenarios de ese programa de modernización cultural, sus actores y las claves conceptuales que lo hicieron posible. Y resume así el trabajo de sus últimos años colocado en ese proceso renovador: “La obra madura de Terán halló en las dificultades de la “modernidad” una huella organizadora de la narración histórica. Un impulso irrefrenable, aunque con distintas velocidades y contrariedades, “la modernización cultural”, orientó el conjunto de sus escritos”. Así, la modernización y la ideología argentina fueron el par organizador de su trabajo intelectual. Ya sobre el final del capítulo el autor se dedica al examen del libro Nuestros años sesenta, seguramente el trabajo más recordado de Terán. Polemiza con el modo en que el filósofo argentino retrata su reconstrucción de la historia política e intelectual de esos años y también con quienes no vieron más que un paradigma desde el cual pararse para hacer sus investigaciones sin interrogar las fuentes y matrices sobre las que estaba colocado Terán. Busca, asimismo, comprender el modo en que Terán se metió con su propia biografía, reconstruye sus tensiones y conjetura sobre las posibles formas que estuvieron detrás de sus juicios, lo interroga en comparación con sus contemporáneos y destaca cómo los setenta fueron poco analizados por sus protagonistas y también por las nuevas generaciones.

Por último, Acha analiza e interpreta la historiografía de las ideas de Terán como parte de su larga tradición socialista, como la forma en que ésta se inscribió en su vida política e intelectual cuando pasó del marxismo al socialismo reformista. Como la articulación de preocupaciones políticas e intelectuales que, si bien cambiaban de forma según transcurrían los años, tenían como trasfondo una persistencia producto del abrazo a la tradición que lo acompañaba desde su juventud. En el balance de ese trabajo, Acha señala que el aporte de Terán a la historiografía socialista fue el señalamiento de la interpenetración del poder y las ideas y su productividad hecho desde un filón iluminista donde las segundas podían fungir al esclarecimiento de la sociedad.

Ya en el final del libro tres tentativas de epílogos, como los llama el autor, trazan un balance y colocan un dialogo entre un intelectual joven y su maestro tratando de hacer de ese diálogo un puente también para las nuevas generaciones que adhieren a la crítica radical de la sociedad. Sentido con la tensión que coloca la distancia y el afecto, Acha recomienda leer a Terán para poder pensar el pasado y el futuro de las izquierdas en su crítica anti capitalista. Y termina diciendo “deseo en estas líneas postreras imaginar una amistad intelectual más allá de la muerte con quién bregó toda su vida contra las injusticias que reinan en este mundo”.

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Acha, O. (2018). Cambiar de ideas. Cuatro tentativas sobre Oscar Terán. Buenos Aires: Prometeo.
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