Resumen: El registro del lenguaje coloquial en la literatura imprime un sabor inconfundible en torno al ambiente sociocultural que lo genera. El cuento La fila del panameño Justo Arroyo y el relato Depende del mexicano Guillermo Sheridan ofrecen un territorio lingüístico ad hoc para el seguimiento del modelo de la teoría de la comunicación de Roman Jakobson. El tópico de la burocracia permite observar el nivel del habla y la gestualidad propia de los burócratas consumados. Por medio de la técnica del focus group dos grupos de estudiantes de otro idioma como segunda lengua, llevaron a cabo un ejercicio de lectura en el cual, solo los lectores nativos de la cultura burocrática propuesta, interpretaron el lenguaje de los gestos y las voces regionales de los personajes literarios.
Palabras clave:Teoría de la comunicaciónTeoría de la comunicación, cuento latinoamericano cuento latinoamericano, prácticas burocráticas prácticas burocráticas, Guillermo Sheridan Guillermo Sheridan, Justo Arroyo Justo Arroyo.
Abstract: The registration of colloquial language in literature advertised an unmistakable flavor around sociocultural environment that generates. The short story The row of the Panamanian writer Justo Arroyo and the tale Depends of the Mexican Guillermo Sheridan offer an ad hoc linguistic territory for monitoring of the model of communication theory of Roman Jakobson. The topic of the bureaucracy allows observing the level of speech and gestures of accomplished own bureaucrats. Through the technique of the focus group two groups of students from another language as a second language, they carried out a reading exercise in which only the native readers bureaucratic culture proposal interpreted the language of gestures and the regional voices of the literary characters..
Keywords: Theory of communication, Latin American tale, bureaucratic practices, Guillermo Sheridan, Justo Arroyo.
Letras
Las funciones de Jakobson en dos cuentos hispanoamericanos del Siglo XX.
The functions of Jakobson in two Hispano-American stories of the twentieth century
Recepción: 11 Agosto 2015
Revisado: 17 Septiembre 2015
Aprobación: 01 Octubre 2015
Guillermo Sheridan: mexicano, desde 1978 pertenece al cuerpo de investigadores del Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), experiencia que lo vincula directamente a los estudios lingüísticos.
Su experiencia en el campo de la academia le ha permitido desplazarse por universidades de Europa y Estados Unidos y distinguirse como escritor, particularmente, en uno de los géneros literarios que exige conocimientos y posesión de un pensamiento crítico de cierta claridad para exponer sus opiniones y sustentarlas con acierto. Nos referimos al ensayo, género que no resulta atractivo debido a que se requiere un grado de metacognición para arribar al significado profundo, sin el cual el diálogo entre escritor, obra y lector no sería efectivo.
El texto Depende (Sheridan, 1996) responde a sus inquietudes como comentarista del diario vivir en su México natal, sin menoscabo de su formación en el campo de la cultura y probablemente de sus ideas políticas. Da la impresión de que la crítica social es el nervio de su producción en el terreno cultural de lo cual hay testimonios también en los documentales con los que ha colaborado en el arte de la cinematografía en su país.
Es académico de la lengua desde hace dos años. Su discurso de ingreso fue acerca de la poesía de Octavio Paz. Ha recibido diversos galardones entre los cuales ocupa un lugar de reconocida prestancia el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez y el Premio Xavier Villaurrutia.
La vena crítica que se localiza a través de los estudios literarios hechos a colegas de las letras, aparece representada en múltiples escritos. Vena crítica que no se aparta de las apreciaciones relacionadas con el uso de la lengua; de la lengua coloquial y de las expresiones propias de su pueblo en un acentuado sentimiento de identidad, tal como podemos valorar en las páginas de Depende, leído y estudiado como una narración con verdadera independencia en el seno de la literatura, a pesar de que es un fragmento de la novela El dedo de oro.
Justo Arroyo: Nació en Colón en 1936 y en 1958 obtuvo la licenciatura en Filosofía y Letras con especialización en Español, en la Universidad de Panamá. Luego prosiguió estudios de maestría y doctorado en la Universidad Nacional Autónoma de México. Esto fue en 1970. Es citado en el libro Letras de Panamá (Barragán, 2008) entre los escritores que forman el grupo de la narrativa de postvanguardia.
Su obra se bifurca entre el cultivo de la novela y el cuento y desde 1966 cuando era apenas un mozo de 30 años, publicó la novela intitulada La gayola, obra que no recibió muchos aplausos tal vez por debilidad en el manejo de los procedimientos técnicos de la narrativa de esa época.
Seis títulos más han demostrado no solo la búsqueda de una expresión madura, sino también su deseo de contribuir a engrosar la literatura panameña. El arte de su narrativa alcanza consideraciones de respeto en sus cuentos y como ha podido valorarlo el pueblo panameño, reiteradamente ha recibido en ambos géneros la máxima presea que se reconoce a los escritores de Panamá –Premio Miró–. Igualmente el Premio Centroamericano de Novela Rogelio Sinán.
Sus estudios son una carta de garantía en su formación y no puede quedar en el olvido en este trabajo que compara cuentos de México y Panamá, que Justo Arroyo debe ser un buen conocedor de la idiosincrasia mexicana y de sus señales de identidad, de que tal vez al tomar posesión de la realidad de México supo lo que significa hacer filas para la realización de trámites burocráticos. Esto se hace patente en el cuento La fila (1991) que puesto frente a Depende (1996) de Guillermo Sheridan se convierte el uno en el reflejo de la imagen del otro. Actualmente, Justo Arroyo es académico de la lengua.
Los estudiantes involucrados en esta investigación pertenecen a las universidades públicas de México y Panamá, en concreto a la Universidad de Guadalajara y al Centro Regional Universitario de Coclé. Los sujetos del estudio fueron elegidos de acuerdo con las unidades de aprendizaje que se consideraron idóneas para trabajar con dos cuentos en relación con las funciones del lenguaje. Los participantes de Español como segunda lengua de la Universidad de Guadalajara y de Análisis y estilo. Análisis de texto y estilística del Centro Regional Universitario de Coclé coincidieron en número.
Los siete participantes panameños son estudiantes del cuarto año de la Licenciatura en Inglés. Seis pertenecen al género femenino y uno al masculino; sus edades fluctúan entre los 21 y los 23 años. Sus lugares de procedencia se ubican en La Pintada, Mata Ahogado, Antón, Llano Marín y Penonomé, provincia de Coclé. Manifiestaron leer uno o dos libros panameños al año, dado que sus intereses se orientan hacia los textos en lengua inglesa.
Los siete estudiantes de intercambio que visitaron la Universidad de Guadalajara, son alumnos de las carreras de humanidades en sus últimos semestres, su promedio de edad estuvo entre los 20 y los 24 años, y llegaron procedentes de Inglaterra, Francia y Corea del Sur. Señalaron el haber leído de cuatro a cinco libros de literatura mexicana en el último año (2014-2015), como preparación previa a su visita a México.
La relevancia del ejercicio lector practicado por los estudiantes radica en que, por medio de esas narraciones, se comprende un tópico de la realidad nacional ̶ el de la burocracia ̶ cuando el escrito propuesto tiene como génesis la realidad social de un país, su conocimiento y praxis cotidiana. Después de todo, una de las competencias de egreso universitario es que los conocimientos adquiridos en las aulas se traduzcan en su actuar público.
En el relato Depende de Guillermo Sheridan (1996) se presentan dos personajes: “Pelón” y Sofía quienes revestidos de paciencia hacen cola para tramitar la expedición de un pasaporte, mientras la persona a quien corresponde brindar el servicio lee parsimoniosamente una holofotonovela, sin el más mínimo asomo de preocupación por su trabajo y cuando acepta responder, es con el desdén de quien se siente en una altura superior a los que están detrás de la ventanilla, para lo cual se vale de monosílabos y en ocasiones de pequeñas series fonéticas que no completan gramaticalmente ninguna palabra, pero que pueden ser entendidas por quienes pertenecen no solo a su mismo estrato social sino al espacio geocultural donde ocurre la obra.
En el cuento La fila de Justo Arroyo (1991) hay dos personajes femeninos en quienes se centra la historia narrada. La primera una señora burócrata y la segunda una “muchachona de rojo, desafiante con los hombres que se la comen con la mirada” (p. 21). Tras la ventanilla, Lucrecia de Martínez-Borja vence su pereza y sus caprichos, mientras nota la impaciencia de quienes buscan la manera de poner al día sus cuentas. Lo que la fila piense o sienta de la señora la tiene sin cuidado porque “al carajo” ella debe mantenerse en ese puesto ocho horas y hacerse la insensible.
Los dos textos propuestos, escritos en español, se identifican con las preocupaciones científicas y académicas de Roman Jakobson y aunque detiene su mirada en las franjas de la realidad que los escritores seleccionaron, el estudio sabe que se tiene como eje de las estructuras verbales a las funciones del lenguaje que el autor reconoce en Lingüística y Poética (1981), libro base del estado del arte en las realizaciones literarias.
Los personajes de las narraciones comparten una misma circunstancia, ser usuarios del sistema burocrático. En el caso de La fila la situación es la de pago de servicio, el cual acepta cheques nominativos a favor de la empresa; en Depende se trata de la tramitación de pasaporte, por tanto el canal o el contacto son preferentemente auditivos, sin menoscabo del lenguaje natural que representan las señas, comprensible en el espacio geosocial donde se contextualizan.
En la novela El dedo de oro, Guillermo Sheridan disfraza el topónimo del país donde se desarrollan los acontecimientos de Depende, pero los giros del lenguaje identifican el lugar sin equívocos: es México. La burocracia mexicana se iguala con las palabras demora y paciencia, en términos coloquiales, la burocracia es la burrocracia, por lenta y torpe.
En La fila el lugar es innominado, sin embargo los coloquialismos del narrador a través del diálogo implícito revelan el habla del panameño independientemente del nivel de instrucción recibida. En Panamá la burocracia está contaminada de las mismas sustancias nocivas que dirigen el pensamiento y que afloran de manera espontánea de acuerdo con las condiciones del momento y de la atmósfera total del país.
Las funciones de Jakobson en dos cuentos hispanoamericanos del siglo XX es el tercer trabajo que marca el avance de un proyecto de investigación que desde 2014 llevan adelante dos catedráticos de las Universidad de Guadalajara y dos de la Universidad de Panamá; responde a un ejercicio comparado que tiene como base diez cuentos, de diez autores distintos, dispuestos por pares, por aquello de que un cuento ha de ser el espejo del otro, en aspectos no solo del tema, sino también de la estrategia discursiva y sus intenciones escriturales.
La estrategia metodológica consistió en despertar interés por la clase de Español, por medio de lecturas de cuentos breves con temáticas cercanas a la vida cotidiana y al contexto geosocial de sus estudios. Se organizó una sesión final dedicada al desarrollo de un focus group (Comas, 2008) para que los estudiantes identificaran los registros de lengua presentes en los documentos narrativos el día 09 de febrero 2015 en la Universidad de Guadalajara y el 16 de septiembre 2015 en el Centro Regional Universitario de Coclé en la República de Panamá. Al final de las sesiones se verificó el llenado de un cuestionario en el cual se solicitaron los datos siguientes: Nombre, edad, lugar de procedencia, nivel académico universitario, carrera en curso, nivel de avance en el idioma como segunda lengua, número de libros de literatura leídos por año.
A la luz de la metalingüística, que de acuerdo con Fernando Lázaro es el “estudio de las relaciones entre hechos lingüísticos y hechos culturales no lingüísticos” (1974, p. 278), la investigación se orientó hacia la lectura e interpretación por parte de los estudiantes acerca de los dos cuentos propuestos. La situación del discurso, entendido como “el conjunto de las circunstancias en medio de las cuales se desarrolla un acto de enunciación” (Ducrot y Todorov, 1984, p. 375) ubicó únicamente el entorno físico y social de los cuentos destinados al análisis. La taxonomía seguida ubicó: a) La imagen de la burocracia por parte de los interlocutores, es decir, los personajes; b) la identidad de los protagonistas; c) los acontecimientos anteriores a los actos de la enunciación, d) el énfasis enunciativo surgido del intercambio de palabras. La naturaleza de este ejercicio pidió que la voz y comentarios de los estudiantes fueran descritas, para de esta manera completar la índole de la recepción del texto, por lo que externarán aquellas opiniones individualizadas que se juzgaron relevantes para los fines del estudio.
El problema de la interpretación lectora puede comenzar en cualquiera de los subprocesos de la lectura, desde el más sencillo hasta el más complejo. El más natural reside en la posibilidad de acceso al estímulo (el texto) hasta cumplir de modo adecuado la percepción sintáctica y semántica. La importancia de la función metalingüística reside en que esta regula todas las fases, a pesar de que puede lograrse una lectura sin que la citada función opere.
La aportación de este artículo va dirigida a complementar el inmerso en la línea de Literatura, Identidad, Memoria y Género. Se trabaja con el discurso literario porque, como afirma Gerardo Cardozo Rincón:
El metalenguaje no sólo debe aparecer en libros de gramática y lingüística especializada, sino también en los discursos ̶ ya sea de evaluación o de análisis discursivos ̶ tanto orales como escritos de un docente de lengua española especializado, que mantenga el interés y el respeto hacia la lingüística como ciencia (2008, p. 183).
Si con palabras reconocemos el mundo y lo nombramos, la fabulación literaria permite exponer con el discurso de la realidad, un espejo social.
En La fila el personaje central es Lucrecia de Martínez-Borja, a quien su trabajo le produce irritación y piensa al mirar la gran cantidad de usuarios formados: “Al carajo, como quiera que se mire son ocho horas” (Arroyo, 1991, p. 20). El narrador, de categoría omnisciente, conoce a profundidad al pueblo panameño y descifra la imagen acústica que en su mente reproduce lo que cada una de las personas de la fila quisiera decir, lo que la señora también quisiera decir pero que reserva.
Para Lucrecia, la esposa de Paco Martínez Borja, la fila es simplemente un gusano que se mueve, que avanza según su decisión de demora en el servir. La fila, ella lo sabe, piensa que es una amargada, porque ella no sonríe. El único rasgo de humanidad que muestra es cuando ante su vista aparece una viejecita, o un usuario que se mueve en silencio, aceptando esperar su turno, no obstante, sabe que no puede permitirse esos deslices. La burócrata consumada distingue el nivel de importancia de cada uno de los individuos de la fila, aunque vayan vestidos de traje o corbata o se den lustre de otras maneras, hasta haciéndose notar cargando un bebé.
Es pertinente acotar la disposición de los apellidos en el nombre de la mujer protagonista, quien separa con un guión las palabras: Martínez-Borja para para que no haya equívocos de quien es su marido. Este recurso artificial de algunos sectores de la población panameña intenta denotar superioridad social en la escala, con los apellidos compuestos que se convierten en una herencia, puesto que ella en realidad es simplemente Lucrecia de Martínez. La abulia de Lucrecia se convierte en sobresalto cuando la chica se acerca a pagar sus servicios con un cheque firmado por Francisco Martínez Borja.
En Depende (Arroyo, 1991) no se dice cómo se llama la mujer que atiende la ventanilla de expedición de pasaportes, la “señito” (diminutivo de “señorita”), con quien los destinatarios del servicio, “Pelón” y “Sofía” intentan mantener el contacto a través de la función fática, para no perder la comunicación en el contacto frente a frente, aunque en realidad sólo levanta la cara una sola vez. Un detalle significativo es el nombre de la oficina. La identificación del lugar dedicada a esos trámites luce un rótulo tan cargado de palabras que semeja el símbolo del dilatado tiempo al que la larga cola se ve sometida, en aquellos sitios donde las realizaciones burocráticas parecen ajustarse al nombre que las acoge: Oficina Zonal de Pasaportes, Traslados y Cambios de Costumbres “Héroes de la ampliación”, “De que sale sale”.
El primer intento de adquisición de pasaporte resulta fallido y al día siguiente “a la serenata” (de madrugada) es necesario que los dos usuarios se disfracen para recibir ̶ en apariencia ̶ las instrucciones por primera vez, acción frecuente para quienes no tienen influencias (personas conocidas con poderes de carácter político) y que deben atravesar por una serie de dificultades hasta que ellos mismos logran los trámites de un documento, como los protagonistas de esta historia, quienes comprenden que en ese ambiente todo depende del estar bien o mal situado según el lugar que le destine su vida social.
La imagen de los prestadores del servicio, engañadores, siempre en espera de una propina extra, se empata con los receptores cuando el relato termina expresando que ya se ha comprendido ad infinitum lo que vendrá en el trámite con una sola palabra: Depende. Los empleados son numerosísimos, todos ellos imperfectos, porque seguramente llegaron también por influencias, fenómeno que en México recibe el nombre de “amiguismo”.
En La fila se hace énfasis en la heterogeneidad de la población panameña. Algunos son identificados por la textura de su cabello: hay cholos (gente lacia, de procedencia campesina o indígena); cuscuús, calvos, ensombrerados y seteadas. Se representa entonces una evaluación étnica y cultural. Lucrecia de Martínez-Borja es descrita como una mujer que porta su bolsa de cosméticos en el trabajo, masca chicle y se mira al espejo, complacida con su arreglo personal, es calculadora y fría. La muchachona vestida de rojo, mueve violentamente las caderas al andar, como mujer segura de la apariencia y valor de su cuerpo.
La naturaleza de este ejercicio pidió que la voz y comentarios de los estudiantes fueran descritos, para de esta manera completar la índole de la recepción del texto, por lo que se externan aquellas opiniones individualizadas que se juzgaron relevantes para los fines del estudio. Se coloca entre paréntesis la identificación de los participantes[1], sin el uso de las comillas en sus palabras textuales en ánimo de hacer amena la lectura sin perder la objetividad:
Uno de los estudiantes panameños acotó una observación respecto a la identidad de los protagonistas:
En quienes hacen la fila veo una diferenciación entre la gente del campo y la ciudad, la del campo muestra paciencia, y la gente de ciudad el apuro, la gente urbana tiende a ser más violenta. La temperatura del momento cambia de acuerdo con la actitud de la gente que espera, con cansancio, con hambre. He visto el caso en Panamá, en el metrobús, en el contexto de la pelea por los puestos (asientos), hay quien usa los espacios para discapacitados y se niega a abandonarlos aún cuando se lo pidan” (p. 6).
Entre las opiniones de los jóvenes extranjeros con respecto a la imagen identitaria de los personajes de la historia, se destacó la presencia de los coyotes (individuos que conocen los trámites y mantienen amistad con los burócratas, por lo que ofrecen servicios a cambio de propina) quienes se encuentran sindicalizados y de los inspectores, empleados de la oficina que están atentos al movimiento y credenciales en orden de los coyotes.
Otro de los estudiantes se refirió a la importancia del maquillaje en las mujeres: “En el círculo se percibía una boca pintada de caramelo de París” (p. 180), por lo que cuando Sofía se presenta por segunda o tercera vez, lleva la cara limpia, para no competir en el arreglo femenino. Los burócratas hablan a gritos, para cerciorarse de que serán oídos. Otra cuestión se refiere a los títulos universitarios, los cuales garantizan la expedición del pasaporte: “Ser licenciado garantiza la nacionalidad mexicana” (p. 184) es decir, la licenciatura es un aval para obtener beneficios.
Lo primero que uno piensa cuando ve cómo habla uno u otro es el tema de la corrupción en México, donde hay un trato preferencial para algunos, señalándose que hay personas que pueden tener suerte o conocer a otras personas que les ayuden a conseguir un pasaporte (p. 7).
[…] el “Pelón” y Sofía no conocen los pasos ni el orden para conseguir el pasaporte, van sin información a buscar ese documento (p. 6).
[…] yo puedo asociar mi experiencia así en México, con mi visa” (p. 4).
[…] en Corea se nos dice que aquí hay muchos peligros y corrupción, pero yo he tenido buenas experiencias, no como los personajes (p. 1).
En La fila cada uno de los personajes, redondos o planos, “se consideran gente que ha sacado tiempo para cumplir con su compromiso” (Arroyo, 1991, p. 20). Las mujeres, Lucrecia y la chica de rojo, tienen como acontecimiento previo el compartir al mismo hombre, el lector conoce del amor de Lucrecia a Paco, por el hecho de que ella coloca en su puesto de trabajo una fotografía de su marido, quien le provoca suspiros y segundos de distracción placentera, a pesar de que se adivina hay problemas: “y a pesar de ella, se distrae un momento al mirar el retrato de Paco” (p. 19).
En Depende no hay antecedentes de lo ocurrido con antelación si solamente se lee el relato, que es parte de una novela extensa. En el apartado solo puede verse a un par de desheredados de la fortuna, y a un conjunto de burócratas anodinos.
En La fila no se insertan diálogos. Un sujeto vocifera ante la lentitud del servicio, pero no se expresa con exactitud el contenido de sus gritos, atentatorios contra el gobierno y la burócrata de los funcionarios del gobierno que se roban el dinero y las elecciones.
Con respecto a la imagen de la burocracia por parte de los interlocutores, La fila es una figuración de lo que vemos a diario en diligencias de oficinas públicas y privadas (p. 7); como afirma el participante número 2: a los servidores no les interesa paralizar el servicio, hacer esperar a la gente tres horas, al momento del almuerzo las dos personas que atienden se van juntas a almorzar, eso es algo que molesta, pero uno se abstiene, hasta cuando enviaban mensajes mientras escuchan al usuario; la personaje del cuento no es tan devota a su trabajo, sólo quiere que el tiempo transcurra, yo tuve un ataque de asma y fui a urgencias, pero no me pusieron la mascarilla porque antes tenía que pagar en caja y tuve que esperar mientras ellos almorzaban, y las personas esperando por una atención de urgencias, ellas están ahí por el dinero y no por vocación (p. 2); el cuento refleja la impaciencia, se ve cómo pierden la ética, y eso mismo se aplica en la calle, en sus hogares (p. 7).
Otro elemento a considerar es el desarrollo metacognitivo que podría esperarse de los dos grupos
Al respecto habría que establecer hechos puntuales:
· Desde finales del siglo pasado se reconoce la posibilidad de ser consciente del lenguaje y cómo esta conciencia influye en el desarrollo de la lengua y la lectura (Downing, 1982; citado por Mayor, Suengas y González, 1993).
· Los estudios sobre el desarrollo metalingüístico determinan que las habilidades metalingüísticas forman parte de la metacognición y las ubican tanto en el desarrollo de una primera como de una segunda lengua.
· En el estudio del desarrollo metalingüístico, se señalan varios puntos de vista. Uno de ellos vincula este con los efectos del aprendizaje escolar, especialmente de la lectura (Mayor, Suengas y González, 1993, p. 134).
John Flavell (1976) señala que la metacognición se refiere al conocimiento que se tiene acerca de los propios procesos cognitivos y todo lo relacionado con ellos, como por ejemplo la relevancia que se le da a una información. Es decir, él enfatiza que la metacognición es pensar sobre el propio pensamiento. Entonces, si el pensamiento involucra percepción, comprensión, memoria, la metacognición incluye metapercepción, metacomprensión, metamemoria y así por el estilo (Garner, 1987).
En Depende resalta la función emotiva o expresiva, porque los hablantes burócratas adoptan una actitud estudiada para desesperar a quienes se acercan a realizar el trámite, en busca de un beneficio personal. Los usuarios utilizan un diálogo con verdaderas emociones, mientras que los prestadores, usan alocuciones fingidas. La gran cantidad de interjecciones presentes en el relato así lo confirman.
A pesar de que el interés central de este trabajo fue ubicar las funciones de la teoría de Jakobson en seguimiento igualitario, es menester resaltar en particular la presencia de la función poética de La fila, donde aparecen figuras literarias, entre las cuales citamos: el símil (la fila es como una serpiente, o como un gusano); la metáfora: el relámpago de sus ojos miopes; la hipérbole: el hombrecito parece que va a estallar. En Depende se escribe una metáfora para dar significado a la baja autoestima de los personajes: “El Pelón y Sofía intercambiaron en una mirada rapidísima el miedo de ser alguien” y el símil: “El Pelón volteó a ver a Sofía como San José cuando le decía a la Virgen que no había posada”.
Los lectores panameños destacaron las palabras no dichas. Reían conforme la lectura en voz alta. Apreciaron el lenguaje natural de los rictus de la mirada, de la impaciencia, del descuido de Lucrecia cuando arrastró la silla para llevarla al lugar donde se encontraba. Notaron la dosis de maldad de la mujer al contar los billetes con lentitud, mostrando la prepotencia que le otorgaba su nombre, su apellido, su puesto.
Otro personaje cuya actitud habla sin palabras es el guardia de seguridad a quien corresponde mantener el orden en la fila, porque eso le representa el bienestar de su familia, las próximas vacaciones, la comida diaria, “la vida y la muerte”. En cuanto a la muchacha de rojo, percibieron con el movimiento de caderas de ella, su actitud prepotente también, pues se sabe hermosa, atractiva y protegida.
Todos los estudiantes coincidieron en la percepción de la burocracia, y no hablaron de sus experiencias en la universidad, tema que de seguro daría materia para otro artículo.
La primera palabra que levanta preguntas en La fila se refiere adjetivo descriptivo unido a cabezas, nombradas cholas, voz que de acuerdo con Margarita Vásquez, académica de número de la Academia Panameña de la Lengua, distingue a un campesino, a una persona de origen indígena y de cultura hispánica (Vásquez, 2011, p. 90), un individuo de cabeza chola, lleva cabello lacio. Hay un segundo panameñismo: cuscuús, procedente del francés couscous, referido al pelo, de rizo muy apretado. Vásquez cita a Jorge Turner: “Como mamá Juana, gorda y buena con su abundante pelo cus cus”, del texto Mangos de enero (1977). Esa misma voz aparece en dos formas distintas, una en el poema “Incidente de cumbia” de Demetrio Korsi, quien la escribe cuscú y en el Diccionario de términos panameños de Arnoldo Higuero, se aclara puede aparecer como cuscú o cuzcú. (1999, p. 34). La palabra seteadas, adjetivo en cabezas seteadas se escribe cuando la mujer lleva rulos, tubos de plástico, para moldear el cabello.
Interesa adicionar que en la voz narrativa la adjetivación empleada para calificar el sustantivo cabeza, reporta otras connotaciones que identifican de edad, etnia, educación, condición social y género. Las tres últimas apreciaciones, sin equívocos, nombran a mujeres jóvenes, cuya formación y normas sociales no las inhiben para presentarse en sitios públicos luciendo recursos propios de la intimidad o de salones de belleza.
En cuanto a las actitudes, se destaca la forma juega vivo, referida a la conducta de aquellos que en México “se pasan de vivos”, es decir, entran a la fila sin respetar el orden, fingiendo encontrar a un amigo, saludarlo, cuando la verdadera intención es situarse en un lugar previo al que les hubiera correspondido. La fila, para el narrador del cuento del mismo nombre: “son los tres golpes diarios, es la nación misma” (Arroyo, 1991, p. 20) es decir, es el desayuno, el almuerzo y la cena, el orden, la no trasgresión, el seguimiento a un sistema acordado por todos.
La incorporación del habla coloquial en el discurso de los cuentos hispanoamericanos es un hecho sistemático y funcional, como lo expresara Edelweis Serra (1978, p. 153), es un rasgo típico, un procedimiento en busca del color.
En cuanto a Depende, los estudiantes extranjeros mostraron su desconocimiento ante algunos términos y frases coloquiales, debido a la ausencia de uso de esos vocablos, palabras como “señito” (diminutivo de señorita); “cola”, (sinónimo de fila) “mordida”, o “coyote”, estos dos últimos propios del mundo de la burocracia, ya que se refieren a las personas coludidas con los servidores públicos para obtener beneficios personales. El Diccionario breve de mexicanismos de Guido Gómez de Silva señala que “coyote” es un “intermediario ilegítimo de trámites burocráticos” (2004, p. 62), incluso admite el verbo coyotear.
Para la expresión mordida, aclara en la entrada correspondiente: dinero obtenido de un particular por un funcionario para acelerar un trámite o disimular una Infracción (Gómez de Silva, 2004, p. 144). Con respecto a la frase “de que sale, sale” se refiere en concreto a que se hará todo lo posible, incluyendo la práctica de la mordida, para el éxito del trámite por resolver. Una vez aclarados los mexicanismos, los lectores se enfocaron primeramente al énfasis enunciativo surgido del intercambio de palabras, debido a que el relato de Guillermo Sheridan se presenta en 70% como diálogo. Mostraron simpatía ante los modos de hablar de los personajes, sobre todo con los barbarismos como Ps, eit, onde, los cuales dijeron ya conocer e incluso estar familiarizados, porque los escuchan todos los días, aún en la universidad. Se suscitó una especie de juego al tratar de describir platos mexicanos como los chilaquiles o los sopes, incluso la palabra pozole y menudo, que no aparecen en el texto.
Otro de los puntos se refirió al uso de los diminutivos usados por los protagonistas, con palabras como pasportito (pasaporte, restándole importancia en el trámite para obtenerlo y enfrentito, para mencionar que el lugar se encuentra cerca, cerquita, se diría en buen mexicano (p. 2). Es pertinente señalar que En la fila aparece un hombrecito, dicho con tono despectivo, en oposición con la muchachona, mujer de buenas formas.
El contraste que hay entre un cuento y otro en relación con la persona que atiende al público radica en que en el cuento de Sheridan todo depende de las influencias y en el de Justo Arroyo “la fila debe ser anónima” (1996, p. 21)
Es menester señalar que el relato Depende es una alegoría de la impotencia que siente el pueblo cuando tiene que enfrentarse al sistema burocrático hecho para minimizar la autoestima. En La fila el contexto social no es antagónico, porque la incompetencia se personifica. Al trabajar con dos grupos de estudiantes, uno de latinoamericanos, hablantes de español como lengua materna y el otro de europeos y asiáticos, cuya lengua materna no es el español, se esperaban diferencias en el nivel de comprensión del texto. A la condición mencionada se sumaba el hecho de que se trata de dos textos que reflejan situaciones muy propias de los países latinoamericanos. Sin embargo, no hubo cambios en la percepción.
Si se revisan las características de los sujetos del estudio se concluye que los dos grupos tienen conocimientos previos del mundo. Los no latinoamericanos son estudiantes del área humanística, con interés por América Latina, han viajado por esta región, lo que permite inferir que tienen experiencias del tema particular, a lo que se suma el valor de los viajes, la lectura de libros escritos en español y su formación en el área humanística (filosofía, antropología, arte).
silvia_quezada@hotmail.com