Recepción: 18 Marzo 2016
Aprobación: 04 Mayo 2016
DOI: https://doi.org/10.5672/apunts.2014-0983.es.(2016/2).124.06
Resumen: Este estudio parte de otro anterior (1995) en el que se realizó una propuesta de clasificación taxonómica que hoy hemos revisado y actualizado acorde al crecimiento y emergencia de estas prácticas durante este período. A nivel intrínseco, hemos estudiado la finalidad y naturaleza de estas actividades y hemos repensado y analizado la pertinencia e idoneidad del rótulo ‘Actividades físicas de aventura en la naturaleza’ (AFAN) como denominación válida para identificarlas. A nivel extrínseco, se han identificado las AFAN que se están desarrollando actualmente de forma significativa por parte de la población mundial y se ha reestructurado y completado la clasificación taxonómica de 1995 con la presencia específica de un nuevo sector emergente ‘fuego’, debido a la creciente presencia de prácticas que utilizan el motor de explosión. Se ha construido una tabla de identificación de cada una de las prácticas seleccionadas de las AFAN y se ha elaborado una tabla de impactos medioambientales con cuatro clasificaciones contaminantes. Finalmente, hemos desarrollado un eje de coordenadas en el que vinculamos el grado de deportivización de los grupos de prácticas con la variable ‘ascetismo/hedonismo’. En el estudio anterior distinguíamos tres grandes medios ‘aire’, ‘tierra’ y ‘agua’, con 6 grupos (Ai), 13 grupos (T) y 8 grupos (Ag) respectivamente. En total estructuramos 27 grupos e identificamos de manera nítida a 33 prácticas. En el estudio actual contamos con cuatro medios ‘aire’, ‘tierra’, ‘agua’ y ‘fuego’, con 5 grupos (Ai), 12 grupos (T), 8 grupos (Ag) y 4 grupos (F). En suma, construimos 29 grupos y distinguimos 98 prácticas.
Palabras clave: actividades físicas de aventura en la naturaleza (AFAN), taxonomías, deslizamiento, medio natural, cuerpo informacional, prácticas, posmodernidad y transmodernidad.
Introducción
Este trabajo se enmarca en un estudio anterior “Propuesta de una clasificación taxonómica de las actividades físicas de aventura en la naturaleza (AFAN). Marco conceptual y análisis de los criterios elegidos” publicado en 1995 en la revista Apunts. Educación Física y Deportes e inserto en el dosier monográfico “Las AFAN: análisis sociocultural” (núm. 41, julio de 1995). Dicho monográfico obtuvo un alto impacto en el campo de la gestión de nuevas prácticas físicas alternativas en el tiempo de ocio activo ya que contribuyó de forma relevante a identificar las AFAN como un modelo propio y original, distinguiéndolas del modelo ‘deporte’, y las reconoció como una aportación genuina de la posmodernidad. Aquel dosier dio a conocer la naturaleza intrínseca y extrínseca de estas prácticas desde diversas perspectivas, contribuyó a clasificar y describir las distintas actividades que se desarrollaban y que conformaban aquel universo de actividades y ayudó a observar las distintas aplicaciones y servicios que se estaban implementando en nuestro país. El objeto de estudio de este trabajo es analizar de nuevo este conjunto de actividades en plena Sociedad de la Información en la pos posmodernidad, que algunos llaman transmodernidad, revisar aquella propuesta taxonómica de las AFAN de hace 20 años y proponer una actualización acorde a los cambios antropológicos, sociales, tecnológicos, culturales y de mentalidad a los treinta años del surgimiento de estas prácticas en España.
Nuestro anterior trabajo se iniciaba con una pregunta “¿Responde a una moda la creciente afición a los deportes de aventura?”. Al finalizar aquel artículo afirmábamos que las AFAN se estaban consolidando en el tiempo de ocio activo, y aunque estaban inmersas en un proceso interno de selección natural, estaban contribuyendo al desarrollo creciente de un turismo de aventura en el medio natural cada vez más masificado (Olivera & Olivera 1995b). De aquellas prácticas deshilvanadas que se realizaban de forma más o menos espontánea en ciertos territorios naturales aprovechando las energías libres de la naturaleza (gravedad, fluvial, marítima, eólica, de las olas), hemos pasado a un importante crecimiento y vertebración del sector empresarial específico; a una ordenación legal concreta con la regulación de titulaciones específicas; a la aparición de organizaciones y asociaciones del sector que agrupan, difunden y promueven estas prácticas; a un aumento exponencial de prácticas gracias a los constantes recursos tecnológicos aplicados a nuevos diseños de actividades, y a una extraordinaria difusión gracias a las omnipresentes tecnologías de información. En este tiempo estas prácticas han contribuido de forma creciente al PIB del sector del ocio mundial, a la subsiguiente creación de puestos de trabajo y a un incremento igualmente exponencial de usuarios que en el marco del tiempo de ocio activo y el turismo desarrollan estas actividades en cualquier rincón del mundo atraídos por una estrategia de éxito: aventura, naturaleza y diversión personalizadas en compañía de los suyos para huir de la certidumbre y la rutina y vivenciar una experiencia evasiva (flow).
El proceso metodológico que hemos seguido se ha basado en el estudio evolutivo y comparado entre la realidad estudiada de este universo de prácticas de hace veinte años y la situación actual tanto a nivel intrínseco como extrínseco. Desde una perspectiva intrínseca hemos estudiado la finalidad y naturaleza de estas actividades en este periodo, hemos observado la influencia que ha ejercido el sistema deportivo sobre estas prácticas mediante el proceso de deportivización, hemos analizado los modelos de participación existentes en la actualidad, el impacto medioambiental que ejercen sobre el medio ambiente y como consecuencia de estos análisis hemos repensado y analizado la pertinencia e idoneidad de llamarlas AFAN como denominación válida de identificación actual.1.
Preocupados por el impacto ecológico que algunas de estas actividades pueden ejercer sobre el medio natural, hemos elaborado una tabla de impactos medioambientales. Finalmente hemos desarrollado un cuadro de ejes de coordenadas en el que hemos relacionado el grado de deportivización de los distintos grupos de prácticas discriminados respecto al eje hedonismo/ascetismo.
Con la perspectiva que nos dan estas dos décadas pasadas podemos asegurar con rotundidad que las AFAN se han consolidado en la transmodernidad como un genuino universo de prácticas emergentes en el tiempo de ocio activo, alternativas al sistema deportivo, conocidas y demandadas por amplios y diversificados sectores de la población en cualquier lugar del planeta que se han impuesto como innegables prácticas de nuestro tiempo.
Desde el posmodernismo al transmodernismo: una revisión de las AFAN
Las AFAN surgen de forma espontánea en la década de los sesenta pero nacen y se desarrollan en las décadas de los setenta y en los ochenta en los países desarrollados2, principalmente en California (EE.UU) y de ahí que una de sus primeras denominaciones sea ‘deportes californianos’, y se consolidan en la década de los noventa. Nacen sustentadas en la tecnología3, lo que permite al individuo deslizarse por distintos e inéditos medios naturales de agua, tierra y aire viviendo emociones únicas, cumpliendo sueños inmemoriales4 y sobreviviendo a la experiencia (con seguridad). Se fundamentaban en el espíritu de la posmodernidad, es decir en la cultura consumista que conducía a un individualismo hedonista, narcisista que más que una ética era una estética (Olivera & Olivera, 1995a). Esta combinación de tecnología, deslizamiento sobre los distintos espacios de la naturaleza5, aventura divertida y narcisismo hedonista las convertirán en prácticas alternativas muy genuinas de las posmodernidad que nacen como reacción a la Modernidad y surgen acorde con sus modelos, valores y prácticas.
Las AFAN corresponden a actividades cuyo fundamento motriz es el deslizamiento aprovechando las energías libres de la naturaleza mediante la utilización de la tecnología, no se basan en el entrenamiento ni buscan el rendimiento y el cuerpo no es un medio sino el depositario final de las emociones y sensaciones generadas. Pertenecen a otro modelo corporal: ecológico-hedonista, muy distinto al modelo corporal ascético del deporte (Olivera & Olivera 1995a, p. 25). La naturaleza (rural y urbana), el vértigo, el riesgo controlado, la emoción, el placer, la diversión y en suma la aventura al alcance de todos pero destilada de forma individual en función de la expectativas personales, sin distinción de sexo, edad o nivel son sus elementos esenciales (Olivera, 1995).
Cuando hablamos de ‘naturaleza’, nos referimos a los ambientes y escenarios de práctica de las AFAN, entendemos que el escenario propio es el medio natural ya que surgen al hilo del paradigma ecológico y nacen con el claro espíritu de realizarse en contacto con el medio natural a través de la tecnologías aplicadas que permiten deslizarse por los diversos ecosistemas naturales. Pero también se desarrollan en la naturaleza urbana, más próxima y cercana al hombre de hoy, una naturaleza estable en el que el riesgo6 y la aventura se relacionan con el espíritu rebelde y transgresor de un sector de la población urbana joven que lo utiliza como forma de afirmación personal y colectiva y como reacción contracultural contra los hábitos y normas establecidos que prohíben el apropiamiento de la población de espacios urbanos públicos y privados. Las AFAN son prácticas simbólicas que agrupan a una o varias tribus urbanas y cada una de ellas con su genuina interpretación del cuerpo y sus actitudes generando interacción y rivalidad entre ellas. Estas prácticas en la naturaleza urbana son también AFAN, pues se dan sus requisitos porque interpretan la aventura como transgresión e identificación de tribu, pertenecen al espíritu de la transmodernidad y así las contemplamos en nuestra taxonomía.
La aventura en las AFAN corresponde a un factor que depende de las expectativas del sujeto, de sus experiencias previas y de las vivencias que este experimente en una actividad incierta en un medio natural semiestructurado. Estas prácticas invitan a vivir una experiencia extraordinaria, es decir una aventura que no deja de ser una ‘aventura imaginaria’ (Feixa, 1995)7, en contacto directo con la naturaleza y además divertida. El practicante se mentaliza, se prepara para vivir una experiencia única, se somete al ritual de la actividad (un verdadero rito de iniciación posmoderno), se busca con ansia la aventura y construye su historia para narrar su ‘aventura’ a los demás. La práctica estrictamente individual aunque se realice en grupo provoca diferentes sensaciones y emociones en cada cual que en función de su carácter inédito, intensidad y originalidad nutrirán en mayor o menor medida su particular vivencia de la aventura. La aventura imaginaria o simbólica deslizándote por la naturaleza se constituye en un elemento esencial de las AFAN que lo identifica y distingue de otras prácticas.
El cuerpo en estas prácticas no es un medio para lograr algo ajeno a él sino un fin en sí mismo, el depositario final de todas las sensaciones y emociones que el practicante experimenta durante el proceso. Al ser prácticas que buscan emoción y diversión, el cuerpo será el receptor último de estas sensaciones. Hablamos de un cuerpo informacional, o sea que emite información al realizar las actividades y a su vez capta información de los demás y del entorno, no es un cuerpo energético como en el deporte sino que es un cuerpo que vive emociones intensas en contacto con la naturaleza mediante la tecnología que encaja con los hábitos y valores de la Sociedad de la Información. Pero también es un cuerpo que busca los límites en el modelo de aventura extrema y aunque el cuerpo es el eje vital y sustancial de la actividad, este deja de serlo cuando la meta propuesta se escapa de la posibilidad del sujeto, se desvirtúa la consciencia corporal y se cuestiona la propia supervivencia (Bücher, 2014).
El entramado comercial que surgió de forma espontánea a través de la creación de pequeñas empresas que promovían y ofertaban diversas prácticas de las AFAN a la población ha sido fundamental para la consolidación de este subsector de servicios turísticos en el tiempo de ocio activo y ha colaborado en su crecimiento exponencial en el periodo que estamos estudiando. La presencia de este tejido empresarial de las AFAN ha permitido mejorar la seguridad de la práctica, ha reducido los niveles de incertidumbre manteniendo la sensación de riesgo controlado en las distintas actividades y ha promocionado nuevas prácticas. También ha generado puestos de trabajo, ha contribuido a la recuperación y dinamización económica de territorios deprimidos en diversos entornos naturales y en suma ha generado riqueza económica y ha vertebrado la oferta del sector. Desde los entes institucionales se han generado normativas legales específicas de uso y acceso al medio natural que a pesar de ir siempre a remolque de las actividades pretenden regular estas prácticas, promover la sostenibilidad del territorio y proteger a los usuarios. El crecimiento y diversificación de las AFAN ha ido acompañado del crecimiento y consolidación del tejido empresarial de su sector, ambos parámetros se han retroalimentado y han contribuido de forma decisiva a su implantación emergente en el tiempo de ocio activo y turismo.
Así como la posmodernidad reacciona ante la modernidad y transgrede algunos de sus grandes mitos conduciendo al individuo hacia el relativismo y el subjetivismo: disminuye la razón y prevalece el sentimiento, niega la sacralización y acoge la secularización, rescata el tiempo ‘presente’ sobre la antinomia pasado/futuro, se potencia al individuo sobre el colectivo, la información sobre la producción, el deslizamiento a lo energético, lo neodeportivo a lo deportivo o las nuevas prácticas AFAN al deporte. En el transcurso del siglo xxi la transmodernidad8 sucede a la posmodernidad y en este proceso se transforman y fusionan las tendencias de la posmodernidad con la modernidad, podríamos decir siguiendo a Hegel que el devenir de las tres etapas corresponde a un procedimiento de tesis, antítesis y síntesis. Nuestro tiempo está dominado por la virtualidad, el chat, las redes sociales e internet, la instantaneidad, la sociedad del riesgo, el individualismo solidario, el cuerpo ciborg y el deseo de vivir al máximo. Y se interpreta la vida como un proceso vital único e irrepetible del que hay que sorber con pasión y entrega total sin temer el desenlace de la muerte ya que esta forma parte de la vida (Zeba Produccions, 2014). En el curso de la transmodernidad nos encontramos con la ‘Sociedad del cansancio’ (Chul-Han, 2012)9 que es una sociedad del rendimiento autoerigido en la que se vive la necesidad incesante de poder (‘poder hacer algo’) en el que uno mismo es a la vez esclavo y amo, ya que ‘el otro’ ha desaparecido como enemigo y rival. En esta circunstancia uno vive para el trabajo o su pasión sin que el amo lo reclame y uno se exige a sí mismo, se audodisciplina y compite sobre todo consigo mismo. El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en autoexplotación. Vivir en la trama de una libertad obligatoria lleva al cansancio y a un ‘estado de neurosis’10 que puede sumir en la depresión y en la desesperación (Chul-Han, 2012). Buscar el límite supone el nuevo reto y es una de las claves que identifican a nuestro tiempo: ser tú al máximo, ser inconformista y vivir a la máxima intensidad, al máximo riesgo seguro, vivenciar la aventura una y otra vez jugando incluso con la muerte (Zeba Produccions, 2014).
Al socaire de esta ‘Sociedad del cansancio’ transmoderna las AFAN ofrecen la oportunidad al individuo de ser único e inconformista y vivir las máximas experiencias (aventuras) posibles al mayor nivel posible de sus expectativas, apoyadas en el incesante crecimiento de las tecnologías que multiplican las opciones de prácticas, que aparecen como si fueran modas en las que algunas se asientan y otras desaparecen. No obstante, en nuestro tiempo coexisten actitudes y prácticas de las AFAN con el espíritu posmodernista y otras más emergentes al calor del genuino espíritu transmoderno. Una muestra relevante del asentamiento de este universo de prácticas es el crecimiento y diversificación de edades y sectores de la población que lo practican. Así, si en 1995 obtenemos que las AFAN eran una propuesta de éxito mayoritaria para los más jóvenes (de 15 a 35 años de edad), en la actualidad este conjunto de prácticas alcanzan a un amplio sector poblacional incrementando su influencia hacia los más jóvenes y hacia los más adultos, por lo que hemos identificado los distintos modelos de participación en función de las expectativas de cada participante, lo que nos ha llevado a identificar tres grandes modelos de participación: formativo, recreativoturístico y aventura extrema11
Las prácticas ubicadas en el apartado de ‘aventura extrema’ corresponden al concepto de marketing lifestyle sports, un sector emergente y de moda que se nutre de dos grupos de prácticas diversas: algunos deportes convencionales y prácticas alternativas de las AFAN. De la fusión de ambos grupos nacen los ‘deportes extremos’ (Extreme sports) que se desenvuelven en distintos ámbitos y presentan cinco dimensiones esenciales (Tomlinson, Ravenscroft, Wheaton, & Gilcrist, 2005): las espaciales (localizaciones remotas, escenarios salvajes, lugares con enorme incertidumbre); estados emocionales extremos (estados de shock, excitaciones de alta intensidad); transgresiones (ir más allá de la norma establecida, incluso las normas sociales); habilidades físicas extremas y alta dificultad (requieren cálculos muy precisos, dosificación y control de esfuerzo, notable competencia técnica, regulación del tiempo, previsión meteorológica y control emocional), y alto riesgo (es el factor de identificación clave ya que ofrece la posibilidad de vivir una aventura extrema).
Alrededor de estas actividades de alto riesgo real existen diferentes tipos de promociones publicitarias, cadenas sectoriales de televisión12, empresas que han tomado estas prácticas como bandera de su promoción comercial13 y la difusión de eventos específicos (Urban Games; National Adventure Sports Weekend; o eXtreme Games) que han contribuido enormemente al interés y desarrollo de este ámbito. Las prácticas de aventura extrema conectan perfectamente con el espíritu de la transmodernidad, ya que ofrecen al individuo de la Sociedad del Cansancio, con su violencia neuronal y el estado de neurosis competitiva (Chul-Han, 2012), una oportunidad para buscar su límite, obtener la libertad de escapar del mundo de la regulación y la certidumbre, optar a la excelencia personal a través de un logro superior, integrarse en una comunidad de individuos que comparten sus gustos y conectar mediante un enlace emocional o experiencial con un lugar, un momento y la propia naturaleza (Quester, Beverland, & Farrelly, 2006).
En este estudio hemos identificado, descrito y clasificado a todas aquellas prácticas activas que pertenecen a las AFAN que se están promoviendo, ofertando y desarrollando en estos momentos en cualquier territorio del planeta y que cuentan con un volumen de noticias e informaciones en las redes sociales e internet y medios de comunicación relevante. Hemos discriminado las prácticas que por su naturaleza y finalidad cumplen los requisitos de las AFAN que hemos justificado con anterioridad, independientemente de nuestra adscripción moral o de respeto medioambiental ya que actuamos como observadores sociales. En esta identificación hemos respetado la denominación de las prácticas por el nombre por el que son conocidas y están globalizadas, la mayoría de ellas responden al nombre en inglés y a pesar de existir loables intentos de normalización lingüística que remiten a términos expresados en nuestras lenguas, éstos a veces responden a un celo de los académicos pero no remiten a rótulos o denominaciones que correspondan con su identificación entre la población practicante, las redes sociales, massmedia, Wikipedia e internet.
Nueva taxonomía de las AFAN
Partiendo de la taxonomía de 1995 donde planteábamos los tres grandes medios o entornos añadimos un cuarto elemento el ‘fuego’, basándonos en la teoría de las cuatro raíces de Empédocles (490-430 a.C.) con las que explica y justifica los elementos básicos de la materia (naturaleza) según su estado14(Hart-Davis, 2013).
En nuestro anterior estudio distinguíamos tres grandes medios ‘aire’, ‘tierra’ y ‘agua’; contemplando en cada medio: 6 grupos (Ai), 13 grupos (T) y 8 grupos (Ag) respectivamente. En total identificábamos 27 grupos y distinguíamos de manera nítida a 33 prácticas (Olivera & Olivera, 1995b). En el estudio actual con la incorporación del ‘fuego’ por la creciente presencia de prácticas que emplean el motor de explosión y su utilización cada vez mayor por parte de los usuarios. Contamos con cuatro medios ‘aire’, ‘tierra’, ‘agua’ y ‘fuego’, contemplando en cada medio: 5 grupos (Ai), 12 grupos (T), 8 grupos (Ag) y 4 grupos (F). En suma identificamos 29 grupos propios y distinguimos 98 prácticas15. En este tiempo, se ha consolidado el cuarto medio el ‘fuego’; con artilugios a motor cada vez más sofisticados, atrevidos e individualizados al alcance de una parte importante de la población por acceso tecnológico, autonomía, maniobrabilidad y precio. Las prácticas resultantes en los cuatro medios se han multiplicado por tres hasta las noventa y ocho prácticas que hemos detectado, identificado y descrito. Estas corresponden a actividades conocidas, divulgadas, globalizadas y practicadas por una parte significativa de la población en una gran variedad de ecosistemas en cualquier territorio del mundo y que están impulsadas por empresas específicas o del sector turístico que las ofertan.
Seguidamente, describimos y justificamos las dimensiones que componen y vertebran el presente cuadro taxonómico:
En el medio acuático distinguimos a su vez entre las actividades que se realizan en el mar o lago (horizontales) y las de río (verticales), entendiendo que, a pesar de que un río presenta en su nacimiento un plano más inclinado que cerca de su desembocadura en otro río o en el mar, existe un descenso progresivo y continuado, además de que el caudal del mismo según la época del año condiciona de forma expresa el desarrollo y realización de la propia práctica.
Finalmente el ‘fuego’, por su capacidad de generar energía a través de la combustión de los fósiles, no precisa de la ayuda de otros tipos de energía que aporta el propio medio natural (eólica, gravedad, fluvial, etc.) o la energía autogenerada para el desarrollo de la práctica e incluso ignoran o desafían a las energías libres de la naturaleza y por ello se realizan en su mayoría en un medio horizontal.
El tercer criterio que definimos y engloba la clasificación dentro del entorno físico sería la incertidumbre. La entendemos dentro de las AFAN como la capacidad que tiene el practicante de conocer y predecir la respuesta que el medio ofrece durante el desarrollo de la propia actividad a partir de cuyo conocimiento podrá interactuar con el medio de forma más precisa según el grado de las emociones y sensaciones que quiera experimentar. A pesar incluso de las variaciones que ofrece la naturaleza, el practicante puede ‘controlar’ el medio. Así por ejemplo, las actividades aéreas serían todas estables, ya que el factor meteorológico (vientos fuertes, lluvias, nieve, etc.) condicionarían la ejecución o no de la práctica pero en condiciones estables (y mesurables) la actividad no presentaría una incertidumbre en sí misma y el medio estaría controlado. Por el contrario, las inestables cuya respuesta del medio es impredecible, condiciona la propia práctica (como por ejemplo el surf o el rafting por los cambios en las corrientes marítimas o fluviales) y sería uno de los factores que aportarían la emoción que el practicante pretende encontrar siendo esta incertidumbre un atractivo y una condición necesaria para el reto que pretende alcanzar.
Por un lado, el placer/relax nos aporta la serenidad a través de una cierta armonía para poder disfrutar de la actividad en todo su esplendor de forma prolongada y relajada. Mientras que si la actividad está marcada por un estrés inherente, incluso en ocasiones de forma súbita y muy intensa, con unas elevadas dosis de carga emocional y un significativo grado de incertidumbre, serían las que consideramos como de riesgo/vértigo. Los recursos biotecnológicos hacen referencia a aquellos aparatos, utensilios, vestuario, equipamiento, o el propio cuerpo o el de un animal, que permiten que se realice la actividad adaptada e ingeniada para reencontrarse con las mayores emociones que el/la practicante pretende obtener. Las nuevas tecnologías aplicadas a las AFAN han perfeccionado de forma exponencial los artilugios existentes en la década de los 90 aportando más seguridad, más recursos a la práctica, más precisión para alcanzar los límites deseados, mayores sensaciones y emociones, nuevos diseños y aplicaciones y más policromías16. El placer por el riesgo controlado y la búsqueda de nuevos desafíos (y con ciertas muertes reales en algunos casos), han atraído a muchos practicantes que demandan nuevos límites, mayores riesgos y logros inéditos. Si hacemos referencia a aquel aparato adaptado al usuario, pero que necesita de la energía y la habilidad del mismo para su funcionamiento (excepto en los gravitatorios) e ideado para llevar a cabo la actividad lo catalogamos como artefacto mecánico/tecnológico. Si por el contrario, la energía a propulsión a partir de la combustión de los fósiles, es necesaria para el desarrollo de la actividad siendo también controlado por el propio practicante, los definimos como actividades de motor17. Si la energía fundamental es la autogenerada por el propio practicante y no dependen de un artefacto a pesar de que sí utilizan equipamientos y materiales necesarios para el desarrollo de la práctica, las definimos como ‘cuerpo’. Finalmente las actividades en las que necesitamos la ayuda o el soporte de un animal, o es el animal quien protagoniza la propia práctica, las clasificamos como ‘animal’. El tipo de deslizamiento es una novedad importante respecto a nuestro estudio y clasificación del año 1995. Hemos creído de gran importancia entender que las propias características corporales de las AFAN han permitido que se desarrollen en base a un determinado tipo de deslizamiento más o menos figurado que condicionan el desarrollo y la evolución de cada una de ellas en función del medio en donde se realizan. En algunos casos, según la propia idiosincrasia de la práctica, podemos encontrar algún elemento motriz intrínseco a cada grupo pero exclusivo de cada una que destacamos de forma más precisa en la tabla de identificación y clasificación de las AFAN. Entre los 14 tipos de deslizamiento destacamos para las actividades aéreas planear y caer. Para las actividades terrestres, girar y rodar; caminar, correr y equilibrios; saltos y acrobacias; trepar y reptar; deslizamiento nieve; cabalgar y esquivar. En el medio acuático señalamos la inmersión y salto; deslizamiento eólico (transportes) y deslizamiento agua; deslizamiento marítimo; deslizamiento fluvial. Por último, en las actividades del medio fuego, destacamos las de propulsión a motor agua/aire; las de propulsión a motor rodada.
Tablas y clasificaciones de las AFAN
En estas dos décadas no solo han perdurado las prácticas analizadas en el año 1995, sino que aquellas han sido perfeccionadas e incluso han aparecido muchas nuevas en base a los nuevos recursos tecnológicos fundamentados en las distintas variables cruzadas que contemplamos en nuestra taxonomía y al espíritu de innovación constante del sector. La flexibilidad de este universo de prácticas que a diferencia del sistema deportivo permite todo tipo de incorporaciones sin atender a normas de entrada, ni regulaciones, ni ordenanzas de ninguna asociación o corporación ha favorecido sin duda este proceso. A tal efecto, hemos creado una tabla de identificación y clasificación de prácticas. La tabla responde a la idea de identificar cada una de las prácticas seleccionadas (81) y analizadas23 según los criterios específicos de cada una de ellas y ubicándolas en función del cruce de estos dos parámetros básicos: el tipo de deslizamiento y cruce de energía utilizada (con 14 familias motrices contempladas) y el modelo de participación con tres grandes ámbitos (Formativo, Recreativo Turístico y Aventura Extrema). Adicionalmente señalamos de forma genérica el impacto medioambiental de las distintas prácticas en función del medio (aire, agua, tierra y fuego).
También añadimos dos tablas más para identificar y clasificar las prácticas y grupos de prácticas en diferentes correlaciones respecto al impacto medioambiental y la influencia del sistema deportivo (proceso de deportivización) sobre los distintos grupos de prácticas de las AFAN.
En el momento de precisar la ubicación de cada una de las prácticas identificadas para su inclusión en un grupo específico previamente definido, nos hemos encontrado que la propia actividad responde a uno u otro ámbito, y por tanto cambia el criterio de ubicación y condiciona su lugar en la tabla, en función de la finalidad y el reto que el practicante pretenda alcanzar con dicha actividad24. La dimensión emocional plantea una disyuntiva similar ya que según la sensación que perciba el propio practicante donde la misma actividad puede ser interpretada de manera diferente según la experiencia, desafío personal y las expectativas generadas por quien realiza la actividad25. Por último, en relación con el entorno social también puede ofrecer interpretaciones diversas respecto a los retos a los que cada practicante se enfrenta en la misma actividad. Si bien la mayoría tiene una implicación práxica muy definida, existen algunas cuya práctica puede ser realizada de forma psicopráxica o psicopráxica en compañía, en cuyo caso hemos señalado lo que para nosotros sería lo más habitual.
La tabla de identificación tiene tres ejes fundamentales sobre los cuales se basa la ubicación de las 81 actividades que presentamos agrupadas según sus características intrínsecas. La relación entre los tres será la que determina los ejes donde se colocan las casillas de cada práctica, siendo cada una de ellas explicitada según los criterios señalados en el cuadro taxonómico así como del resto de la información que consideramos relevante para ofrecer datos relevantes de la actividad. Los tres ejes sobre los que se basa la tabla serían el modelo de participación, los tipos de deslizamiento y el tipo de energía aplicada, aunque esta última no aparece reflejada en el cuadro taxonómico anterior. También está presente el nivel de impacto ecológico que nos parece importante, pero que lo exponemos desde una perspectiva genérica ya que tanto la taxonomía como en la tabla del impacto ecológico posterior, tratamos de precisar más y mejor su implicación con el medio. Sin embargo, sí que podemos destacar grosso modo que las actividades aéreas serían las que menor impacto ecológico presentan, las terrestres y las acuáticas serían de impacto medio (salvo alguna excepción) y las de fuego serían altamente contaminantes.
Analizamos de forma más precisa las diferentes categorías que hemos señalado en la tabla de identificación de las AFAN:
La siguiente energía abarca a 4 de los grupos del medio terrestre según el tipo de deslizamiento de cada uno de los modelos corporales de su acción motriz. Sería la energía autogenerada por el propio practicante que, a pesar de apoyarse en ocasiones por materiales o artefactos mecánicos, es necesaria la implicación del propio cuerpo de forma significativa para llevar a cabo con éxito la actividad. La energía animal sería la generada por los propios animales para desarrollar el desplazamiento y el equilibrio y colaboración corporal del transportado (jinete). La resistencia del medio acuático y la fluidez del mismo influyen en la energía submarina que condiciona aquellas que se realizan en las profundidades y en los hábitats submarinos con los que se van a interaccionar; incluso la densidad del agua marina condiciona la acción de nadar o de saltar sobre la misma superficie. Muy relacionada estaría la energía marina que permite la formación de las olas que o bien son imprescindibles o bien interactúan con la práctica en sí.
Si por el contrario, en el medio acuático realizamos la práctica en los ríos, estamos condicionados a la energía fluvial que permite el desplazamiento sobre su superficie a mayor o menor velocidad en función de la corriente generada y determinada por la orografía del propio río, más vertical y pronunciada cerca de su nacimiento en las cumbres y más horizontal y estable en las desembocadura en otros ríos o en el mar. Y por último estarían las actividades cuya energía principal sería la generada por el motor de combustión y que gracias al mismo podemos controlar, dirigir y dominar la actividad sin la participación del resto de energías libres de la naturaleza, a pesar de que en algunas de estas actividades se trata del reto de encontrar un equilibrio entre dichas energías y el propio artefacto a motor.
Finalmente, cabe destacar de la tabla de identificación cada una de las 81 casillas que definen otras tantas actividades representativas de los grupos entre aquellas que presentan mayor similitud. En cada casilla destacamos los criterios ya vistos en el cuadro taxonómico y especificado para cada actividad como los parámetros del entorno físico (medio, plano e incertidumbre) y del entorno personal (dimensión emocional, sensación, recursos biotecnológicos y tipos de deslizamiento). En el tipo de deslizamiento hemos precisado en concreto para cada actividad cuál sería la más dominante del grupo al que pertenece. También hemos añadido en la casilla una serie de iconos que ayudan a identificar mejor las variables más significativas de la actividad propiamente dicha. Por un lado, hablamos de la implicación práxica (psicopráxica o individual, psicopráxica en compañía o sociopráxica. Pero por otro, destacamos el grado de deportivización donde hacemos referencia a aquellas actividades que han sido reglamentadas y homogeneizadas para buscar el lado competitivo y adaptarlas al deporte. Si la actividad está consolidada a nivel deportivo con competiciones reguladas, con una federación que las reglamenta y las ampara, con reconocido prestigio incluso por parte de las grandes organizaciones (como el COI), entonces les añadimos el icono olímpico para destacar su vertiente deportiva. Si no está dicho icono es porque entendemos que la naturaleza de estas prácticas huye de la homogeneización del deporte y se basa en la búsqueda de la libertad y flexibilidad que corresponde al espíritu de las AFAN acorde con los modelos sociales de su época. También se añade otro icono si la actividad la consideramos de alto coste económico por los materiales, artefactos, costes de la ejecución de la práctica, alquiler o adquisición del material necesario por parte del usuario. Finalmente en cada una de las 81 casillas hemos destacado el código del grupo de actividades al cual pertenece cada una de las actividades en un pequeño recuadro para conectar la tabla de identificación con el cuadro taxonómico, se ha contemplado al menos un representante de cada uno de los 5 grupos de aire (Ai), de los 12 grupos de tierra (T), de los 8 grupos de agua (Ag) y de los 4 grupos de fuego (F) sumando los 29 grupos de actividades en total.
Debido a la preocupación medioambiental por el impacto negativo que estas prácticas puedan ejercer sobre el medio natural, también hemos configurado una tabla del impacto ecológico de las AFAN en la que hemos clasificado las distintas prácticas en función de su impacto medioambiental. En esta clasificación hemos diferenciado cuatro niveles de impacto: del nivel ‘A’ (menor impacto ecológico) al ‘D’ (mayor impacto ecológico), con dos niveles intermedios ‘B’ y ‘C’.
Las principales deducciones que se obtienen de esta tabla es la presencia mayoritaria de las prácticas del medio ‘Fuego’ como actividades que generan un alto impacto medioambiental (nivel D) debido a la contaminación acústica y visual, a su potencial peligrosidad, a su huella de paso y a su contaminación medioambiental por los gases que emite. El barranquismo y el alpinismo, prácticas de agua y tierra respectivamente también están en esta categoría contaminante, el primero por su frágil ecosistema y el paso masivo y continuado de usuarios que destrozan el delicado hábitat de los cañones de río y el segundo por el enorme material necesario para la escalada de altas cumbres en ecosistemas frágiles y que luego se abandona en el lugar cómo desecho26. Las prácticas de Aire en general son las menos contaminantes e impactantes y por lo demás las demás modalidades están en una clasificación u otra en función de los materiales usados, la práctica en ecosistemas más o menos frágiles, su masificación, la huella ejercida durante la práctica y el tiempo de perennidad.
En relación con el proceso de deportivización de cada grupo de prácticas establecido y sus posiciones relativas, hemos aportado un eje de coordenadas en el que se vincula este proceso de influencia del deporte en relación con el parámetro ‘hedonismo/ascetismo’.
De esta tabla se deduce que los grupos de prácticas de las AFAN que tienen mayor influencia del sistema deportivo, o sea deportivizados, están ubicados en el cuadrante del ‘ascetismo’ y por el contrario la mayoría de prácticas que no están deportivizadas y por tanto bajo la influencia del sistema deportivo están situadas mayoritariamente en el cuadrante superior derecho que coincide con el ‘hedonismo’. Estas ubicaciones muestran la pertenencia de las AFAN al modelo corporal hedonista-ecológico y por el contrario aquellas prácticas de su ámbito que están más deportivizadas poseen un componente ascético de sacrificio y esfuerzo y por tanto están más cercanas al modelo Ascético del deporte. A nuestro entender, la deportivización de las prácticas de AFAN suponen una desnaturalización de las mismas y por tanto una pérdida de identidad ya que por su naturaleza, finalidad, entorno y cultura corresponden a un sistema alternativo que surge precisamente como reacción al deporte y evoluciona al margen del mismo.
Consideraciones finales
A los treinta años del nacimiento de estas prácticas en España podemos afirmar que las AFAN han pasado de ser una moda de la posmodernidad, una reacción contra el deporte, para consolidarse como un modelo alternativo plenamente asentado en un tiempo nuevo que llamamos transmodernidad. Este conjunto de prácticas, reafirmando la idoneidad de su denominación y la pertinencia del acrónimo AFAN, ha evolucionado en este tiempo sin perder por el camino su naturaleza, fundamentos, ni su finalidad. Han ganado adeptos y practicantes, se han instalado en nuestra sociedad a través de los nuevos medios de comunicación y han diversificado las prácticas y sus conductas motrices en función de las expectativas y retos de sus practicantes. La aportación tecnológica ha sido decisiva en este empeño ya que ha reportado una increíble variabilidad de aplicaciones a las prácticas existentes dotando a las distintas actividades de mayor seguridad, maniobrabilidad y audacia para el logro de desafíos mayores. La flexibilidad de este universo de prácticas ha permitido el incremento de las mismas apoyadas en el vector tecnológico pero también en el vector social ya que se ha incorporado una muchedumbre de personas ávidas de experiencias nuevas y con afán de proporcionar sentido a sus rutinarias vidas. Las 109 modalidades identificadas en su conjunto ubicadas en distintos ámbitos de participación y demandada por sectores de la población cada vez más diversificados, es una muestra palpable de este espectacular crecimiento.
Las AFAN se han constituido en un antídoto contra la certidumbre de la vida cotidiana y ofrecen a la ciudadanía de hoy una multitud de experiencias cimentadas en la incertidumbre y el riesgo controlado en contacto con la naturaleza que prometen una aventura distinta y un subidón de autoestima. La aventura simbólica constituye su fundamento esencial que encaja perfectamente con un entorno social que busca el límite, el más allá, una experiencia única. Alrededor de este mundo de actividades excitantes se han constituido grupos sociales de similares intereses y gustos, tribus urbanas y un floreciente tejido de empresas, que han superado la crisis económica mundial, ofertan las distintas actividades con imaginación y espíritu innovador. Su expansión mundial ha sido rotunda ya que las encontramos en todos los continentes y cada territorio rivaliza con los otros en ofrecer más aventura, diversión en parajes únicos. Existen canales de televisión que promueven estas prácticas, muestran las últimas novedades y promocionan grandes eventos de aventura extrema que retroalimentan este ámbito. Las redes sociales, internet y la aplicación de las TIC contribuyen a divulgar y difundir de manera instantánea por todo el planeta la espectacularidad, bondad e idoneidad de estas actividades.
Las tendencias que se atisban van en la línea de ir incrementando nuevas actividades mediante nuevas aplicaciones tecnológicas que faciliten nuevas posibilidades de práctica que proporcionen nuevas experiencias y aventuras. Las AFAN se han convertido en prácticas eminentemente innovadoras que promueven prácticas cada vez más personalizadas y ajustadas para cada sector de la población demandante. A una demanda cada vez más exigente y personalizada se tendrá que responder con una oferta más globalizada, especializada y competitiva que promueva las actividades en cualquier rincón del planeta. La Aventura extrema colabora a la popularidad, difusión y deseo de realizar estas actividades ya que todos llevamos un Superman dentro de sí. Terminantemente las AFAN van a contribuir a la colonización definitiva del planeta Tierra.
Conflicto de intereses
Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.
Referencias
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Notas