Resumen: En diferentes momentos de Memórias do Cárcere (1953) Graciliano Ramos se refiere a los acontecimientos en curso en España, relacionando lo que allí sucede con la situación política de Brasil bajo la dictadura de Getúlio Vargas. Para los enemigos del régimen dictatorial brasileño la victoria de la República Española en la guerra civil representaba la posibilidad de un régimen democrático también en su propio país. Por ello, aunque los periódicos locales reflejaban la visión oficial del gobierno Vargas, que tenía una posición favorable al levantamiento militar encabezado por el general Franco, Graciliano Ramos y sus compañeros de cárcel seguían con verdadero entusiasmo las noticias que llegaban de España. La propuesta de este trabajo es, por lo tanto, analizar las imágenes de España y de la lucha antifascista en ese país presentes en la obra del escritor brasileño.
Palabras clave: Guerra Civil EspañolaGuerra Civil Española,memoriamemoria,Graciliano RamosGraciliano Ramos.
Abstract: In different passages of Memórias do Cárcere (1953), Graciliano Ramos refers to current events in Spain, relating what happens there with the political situation in Brazil under the dictatorship of Getúlio Vargas. For the enemies of the Brazilian dictatorial regime, the victory of the Spanish Republic in the Civil War represented also the possibility of democracy in their country. This being so, the news coming from Spain are accompanied with enthusiasm by Graciliano Ramos and his fellow prisoners, although local newspapers reflect the Vargas government’s official view, which was in favor of the military uprising led by General Franco. The proposal of this work is, therefore, to analyze the images of Spain and the anti-fascist struggle in this country presented in the work of a Brazilian writer.
Keywords: Spanish Civil War, memory, Graciliano Ramos.
Dossiê
Noticias de España en las Memorias de Graciliano Ramos
Recepción: 10 Mayo 2016
Aprobación: 13 Junio 2016
¡Oh, cómo sangran en mi alma
las heridas de su pecho!
Fuente: Rafael Morales Casas
En las primeras páginas de sus Memórias do cárcere1, el escritor brasileño Graciliano Ramos nos ofrece una cuidadosa reflexión acerca de la recuperación del pasado y sus obstáculos. Consciente de las dificultades que esa tarea presupone, Graciliano revela sus dudas cuando se decide a contar lo que le había ocurrido diez años antes. Casi a modo de expiación, expone las razones de su silencio. “No conservo notas-dice-: algunas que tomé fueron inutilizadas y, así, con el paso del tiempo, me parecía cada vez más difícil, casi imposible, escribir esta narrativa” 2 ( Ramos, 2008, 11) 3. Además, le aflige la idea de lanzar al papel criaturas vivas, sin disfraces y, al mismo tiempo, deformarlas: “Qué dirían ellas si se vieran impresas, realizando actos olvidados, repitiendo palabras contestables y obliteradas?” (idem) 4.
Al contrario de lo que se podría esperar, Graciliano Ramos no atribuye su silencio a la censura, una vez que los “autos de fe” practicados durante la dictadura de Getúlio Vargas habían sido pocos: “No calumniemos a nuestro pequeño fascismo tupinambá. [...] Él, de hecho, no impidió que escribiéramos, sólo nos suprimió el deseo de entregarnos a ese ejercicio” 5 ( Ramos, 2008, 12). Por otro lado, las dificultades financieras del funcionario público y escritor también lo obligaban a prestar atención a las urgencias. Sin embargo, más allá de la necesidad de sobrevivir que le ocupa la mayor parte del tiempo y del temor a la indiscreción, se impone el deber de la memoria con todas sus contradicciones. Al cabo de los años, sabe que omitirá acontecimientos esenciales que los mencionará de paso, que ampliará insignificancias y las repetirá exhaustivamente, pero ya no puede dejar de cumplir la vieja promesa hecha tanto a sus compañeros de cárcel como a los carceleros 6.
El último obstáculo que Graciliano enfrenta en ese proceso de rememoración no está situado en el momento en que escribe, en las consecuencias o limitaciones intrínsecas a tal acto, sino en lo que se perdió materialmente. Los apuntes realizados durante largos meses de observación, en las adversas condiciones del período en que estuvo encarcelado, tuvieron el peor de los destinos. Llevado a deshacerse de sus papeles en un momento de peligro, el escritor los tira al agua. No obstante, antes que lamentar el infortunio, Ramos se pregunta si tal pérdida realmente habrá sido irreparable. Se arriesga a suponer que había sido pertinente privarse de aquel material. Piensa que si existiera acabaría tentado a consultarlo a cada instante y se mortificaría por decir la hora exacta de una partida, el color de las hojas que caían de los árboles, los gritos, los gestos, las frases auténticas. “Esas cosas verdaderas pueden no ser verosímiles − dice el escritor. Y si algunas de ellas languidecieron con el paso del tiempo, es que valían poco, mejor sería dejarlas en el olvido. Otras, sin embargo, se conservaron, crecieron, se reagruparon, y es inevitable mencionarlas” 7 ( Ramos, 2008, 14). Consciente de los riegos de su memoria frágil, confiesa que expone lo que observó o lo que juzga haber observado y que otros deben poseer recuerdos diferentes. “Con esfuerzo desesperado - dice - arrancamos de escenas confusas algunos fragmentos” 8 ( Ramos, 2008, 15). Graciliano parece anticiparse aquí a las discusiones acerca de las limitaciones de la palabra para referirse a experiencias traumáticas, que estarían presentes en los relatos de testimonio después de la Segunda Guerra Mundial. Además, demuestra estar consciente de que su memoria personal era inseparable de las de otros que vivieron los mismos episodios, pero que no siempre coincidían. Más allá de sus recuerdos que se agregaban, esas memorias se revelaban desiguales e inestables con sus recuerdos.
Los acontecimientos que dieron origen a esas reflexiones en torno de los recuerdos y de una obra publicada originalmente en cuatro volúmenes tuvieron su inicio el 3 de marzo de 1936, cuando Graciliano Ramos, director de Instrucción Pública del estado de Alagoas, fue arrestado sin ninguna acusación formal. No lo interrogaron y nunca le dijeron por qué lo encarcelaron, pero pesaba sobre él la acusación de comunista. Lo llevan primero a Recife y, después, en la cala del buque “Manaus”, a Río de Janeiro, donde permanece en la Casa de Detención con otros presos políticos. De ahí lo trasladan a la temible prisión de Ilha Grande, junto a presos comunes. Vuelve enfermo a Río, donde pasa una temporada más en la prisión y lo ponen en libertad en enero de 1937.
Esas etapas componen las cuatro partes de Memorias do cárcere9, una singular autobiografía que, como observa Luiz Costa Lima, se enfrenta al proyecto ostensivo de expresión autorreferencial que caracteriza este género ( Lima, 2006, 355). Los recuerdos de Graciliano están marcados por la duda y por el temor a las interferencias de la imaginación. Por otro lado, aún según Costa Lima, “es la propia honestidad del autor y su incapacidad de engrandecerse lo que nos da seguridad” 10 (idem). El crítico subraya el obsesivo despojamiento del inicio del relato, incompatible con cualquier propósito del escritor de mostrarse como un mártir, además de que pone en escena una opinión negativa acerca de sí mismo. Al ser encarcelado, Graciliano cree que la prisión lo libertaría de los problemas domésticos y le permitiría concluir una de sus novelas: “En aquel momento la idea de la prisión casi me provocaba placer: veía allí un principio de libertad” 11 ( Ramos, 2008, 24). Y, más adelante, aclara la afirmación anterior: “La cárcel era el único lugar que me proporcionaría el mínimo de tranquilidad necesaria para corregir el libro” 12 (idem). Como se puede imaginar fácilmente, los meses en la cárcel, lejos de ofrecerle la soñada paz espiritual para el ejercicio de la escritura, lo hunden en una terrible pesadilla. Por otro lado, la intensa experiencia le permite profundizar el conocimiento de condiciones humanas profundamente diversas, lo que se percibe en cada línea de sus memorias.
El desplazamiento forzado del nordeste brasileño a Río de Janeiro, todavía capital del país, trae como consecuencia que Graciliano Ramos forme parte de un grupo de presos políticos de diferentes filiaciones y a convivir con presos comunes, agentes carcelarios, etc. Por medio de la narración de la miserable cotidianeidad vivida en la cala del “Manaus” y, especialmente, en los que lo encarcelaron en Río de Janeiro y en Ilha Grande, el escritor nos presenta tanto a personajes anónimos como a otros que intervinieron directamente en los turbulentos acontecimientos políticos de los años ‘30: integrantes de la Alianza Nacional Libertadora (ANL), especie de Frente Popular formado por comunistas y por los llamados “tenientes” (militares de izquierda que se enfrentaron al gobierno de Vargas); activistas extranjeros, entre ellos, Rodolfo Ghioldi, dirigente del Partido Comunista Argentino, además de diversos militantes del Partido Comunista Brasileiro (PCB).
En aquel momento, Getúlio Vargas, elegido presidente de la República en julio de 1934 a través del voto indirecto, se dedicaba a reprimir duramente las actividades de la ANL y del PCB. En noviembre de 1935, los comunistas habían intentado organizar una insurrección, pero su fracaso abrió el camino para la consolidación de las persecuciones y la escalada autoritaria. Se instaura el estado de guerra que dura hasta junio de 1937. En septiembre de este año, el Congreso vuelve a aprobar el estado de guerra y la suspensión de las garantías institucionales. En noviembre, las tropas de la policía cercan el Congreso y Getúlio anuncia una nueva etapa política en el país, el Estado Novo, que va a durar hasta 1945. A pesar de tantas turbulencias en la política interna, no es sorprendente que a partir del 19 de julio de 1936, se les preste atención a las noticias que llegan de España. Durante semanas consecutivas el periódico carioca Diario de Noticias publica sucesivamente, en la portada, reportajes sobre la Guerra Civil Española. Para algunos, lo que sucedía en Barcelona, Madrid y otras regiones del país representaba el fantasma de la amenaza comunista o anarquista, mientras que, para los demás, era la esperanza de victoria de la lucha antifascista en los dos lados del Atlántico.
Además de una serie de rápidas referencias a la guerra civil a lo largo de las Memorias, encontramos algunos pasajes que nos dan la dimensión que alcanzaba este hecho en el imaginario y en la vida de muchos de los compañeros de cárcel de Graciliano Ramos. En el capítulo II de la última parte del libro, el autor, tras haber vuelto de la atroz Colonia Correccional, en Ilha Grande, y encontrarse ahora en la Casa de Corrección en Río, recupera la civilidad en el trato con los demás presos, como en la vida cotidiana de la cárcel, y también reanuda el diálogo con el mundo exterior. Hechos sencillos como la primera ducha que toma después de haber llegado, los zuecos que compra con las últimas monedas de las que dispone, la visión lejana de la calle al amanecer, el primer desayuno y el encuentro con los viejos compañeros de cárcel significan volver a formar parte de la humanidad. Otro rasgo de normalidad surge cuando un guardia joven trae un fajo de periódicos, seguramente encargados por algunos presos. En ese contexto, la Guerra Civil Española surge como un eslabón entre ellos y el mundo exterior:
Alrededor, en las camas, los presos leían, conversaban, discutían la guerra civil de España. Al fondo, Apporelly 13 arreglaba cartas sobre una pequeña mesa redonda, entrañado en una infinita paciencia. [...] En fin, todos nosotros buscábamos aturdirnos. Se renovaban historias narradas en el presidio y se daba como cierta la victoria de los republicanos en Madrid y en Cataluña. Éramos excesivamente crédulos y rechazábamos furiosos los telegramas favorables a Franco. Se aliaba a esa ingenuidad una irritación nueva. Ciertos individuos, anteriormente calmos, propendían a la bulla; se tranquilizaban, pero una palabra tirada al aire los enfurecía. La demorada reclusión cambiaba los caracteres 14 ( Ramos, 2008, 557-558).
Recuerdos de hechos, gestos, palabras y sensaciones: de esa forma fragmentaria Graciliano Ramos va reconstituyendo rasgos de aquellos individuos, con sus convicciones y debilidades. En un texto híbrido, en el que, como afirma Costa Lima, “el documento no agota lo que la configuración verbal admite” 15 ( Lima, 2006, 364), el autor inserta los grandes temas en las aparentes insignificancias de la cotidianeidad de los encarcelados. Más que las referencias concretas a la guerra civil en España, lo que sobresale del texto de las Memorias son los sentidos que el tema adquiría para aquel grupo de hombres y mujeres castigados por el gobierno autoritario de Getúlio Vargas. Las esperanzas de cambios políticos profundos habían ido a parar al país lejano, como si todo aquello por lo que habían luchado ahora dependiera del destino de la república española.
En el capítulo XI, también de la última parte de las Memorias, mientras intentaban encontrar alguna buena noticia en los periódicos, los presos reanudan el tema de la guerra civil: “La guerra de España nos excitaba, y en el más simple avance de los republicanos queríamos ver la próxima derrota del fascismo” 16 ( Ramos, 2008, 602). Al leer un periódico argentino, Graciliano llama a Alcedo Cavalcante, profesor y militar afiliado a la ANL, para explicarles las cuestiones de estrategia de guerra. Uno de ellos coge un mapa y juntos inician la lectura, interrumpida constantemente por las explicaciones del militar profesor. “Una crítica demasiadamente optimista - observa Graciliano. El triunfo era cierto: moros, italianos y alemanes estaban siendo barridos de la península; en poco tiempo los traidores serían fusilados. De repente el hombre rechazó un telegrama de Burgos” ( Ramos, 2008, 602) 17. Al llegar a este punto, el autor cuenta que los demás protestaron, diciéndole a Cavalcante que querían un comentario imparcial. El militar responde que sólo le interesaba lo que venía de Cataluña y de Madrid.
Nuestro interés enfrió. Esperábamos oír el hombre reducir las victorias de Franco, aumentar las de la república, y la observación unilateral nos causaba sorpresa y desánimo. Él probablemente temía privarse de una certidumbre o mismo de una creencia. Allí se desarrollaban y se fijaban convicciones realmente singulares. Ociosos y ausentes del mundo, necesitábamos hacer esfuerzos para no dejarnos vencer por pensamientos locos. Me causaban espanto los devaneos de los demás, a veces me sentía resbalar en una credulidad casi infantil, y era doloroso notar los resbalones del espíritu 18
( Ramos, 2008, 602).Lo que se destaca en ese fragmento es la experiencia de ubicarse en el umbral que separa la razón y el delirio. Las referencias a la guerra no se atienen a fechas o a datos concretos sino a los sentimientos que desencadenaban los relatos sobre España y la necesidad de no dejarse hundir en la desesperanza, por un lado, o en la negación de la realidad, por el otro. Las noticias sobre la guerra civil que se publicaban en los periódicos brasileños alababan el avance de las tropas franquistas y disminuían la fuerza de la resistencia de la República, lo que seguramente se configuraba como un golpe en el ánimo de los presos político de la dictadura Vargas. Para ellos, así como para tantos otros activistas que en diversas partes del mundo luchaban contra regímenes autoritarios, la victoria republicana y la revolución en España se presentaban como posibilidades de realización de una ilusión que sobrepasaba los límites geográficos. El aislamiento, el acceso limitado a las noticias que llegaban del exterior, las informaciones truncadas y manipuladas, junto a las infames condiciones de la cárcel, producían la sensación de marginación, de desesperación y pérdida de las ilusiones, así como de la capacidad de analizar la realidad.
Este texto se detuvo en un aspecto que es casi un detalle en la inmensa obra de Graciliano Ramos: las noticias que llegaban de España y el significado que tenían para unos individuos que compartían la cárcel en tiempos de la dictadura de Vargas. No obstante, se trata de un detalle significativo si pensamos la forma cómo aproxima memorias vivas a la historia, y nos permite percibir en los años ‘30 el significado que tuvo la defensa de la democracia en España. Por otro lado, las Memórias do cárcere nos enseñan la construcción del proceso de rememoración del autor, que a cada instante cuestiona los procedimientos de representación y los límites de su capacidad de reconstruir los hechos vividos. En el capítulo XIX de la segunda parte del libro, tras la narración de episodios ocurridos en la cárcel durante una determinada noche, leemos: “¿Hubo un momento en que nos los vinieron a contar, a comentarlos, o son productos de fantasía disparatada, vestigios de sueño? Vacilamos en trasmitirlos: no nos darán crédito, y esto nos dejará perplejos. ¿Estaremos forjando mentiras, resbalaremos en la credulidad antigua, engrosando chismes, adornándolos, prestándoles movimiento y vida?” 19 ( Ramos, 2008, 295-296). Los titubeos del autor, la evidencia de los obstáculos en el intento por recuperar el pasado, sus olvidos, su temor a ficcionalizar o deformar los seres vivios, nos dan la dimensión del sentido ético presente a lo largo de su texto. De esa forma, más que imágenes de la Guerra Civil Española, encontramos en las Memorias palabras que nos remiten a sentimientos y percepciones de un hecho profundamente cercano a Graciliano Ramos y a sus compañeros de cárcel. La memoria frágil del autor subraya lo que no ha languidecido con el tiempo y deja impreso lo que merece ser recordado.
Contato: elisamorimvieira@gmail.com