Resumen: El presente artículo pretende contribuir a la construcción de un pensamiento crítico sobre turismo, aportando reflexiones sobre el concepto Destinos Turísticos Inteligentes, que deberían, a juicio del autor, ser consideradas para su reconstrucción oportuna. Se cuestiona básicamente el concepto de inteligencia que lo sustenta, así como algunos peligros relacionados con su simplificación competitiva y comercializadora. La metodología se asienta en la investigación bibliográfica argumentativa, y se complementa con resultados de investigaciones empíricas anteriores, que se inspiran en la epistemología crítica, la cual cuestiona la tendencia tradicional en la construcción del conocimiento sobre turismo. Se concluye fundamentando una concepción mucho más abarcadora de la inteligencia humana y reafirmando la necesidad de una metodología orientada a desarrollar todas las potencialidades intelectuales, emocionales y espirituales de las personas que habitan los destinos.
Palabras clave:InteligenciaInteligencia,Destino InteligenteDestino Inteligente,Destino TurísticoDestino Turístico,Actores localesActores locales.
Abstract: This paper aims to contributes with the critical thinking about tourism. It provides some reflections on the concept: smart Touristic Destinations, which the author considered they should help to its reconstruction in a timely and positive manner. It’s basically questioned the concept of Intelligence, as well as some dangers related to its competitive and commercial simplification. The methodology is based on the bibliographic study, complemented with results of previous empirical research, inspired by critical epistemology, questioning the traditional tendency in the construction of knowledge about tourism. As a conclusion, it is based a better understanding on the conception of human intelligence and reaffirming the need for a new methodology oriented to develop all the intellectual, emotional and spiritual potential of the people who live in the destinations.
Keywords: Intelligence, Intelligent Destiny, Touristic Destinations, Local actors.
Artículos
Destinos turísticos inteligentes. Una alerta a las comunidades anfitrionas
Smart touristic destinations. An alert to host communities
Recepción: 07 Enero 2019
Aprobación: 27 Febrero 2019
Un “nuevo concepto” amenaza con imponerse en el discurso de moda de gobiernos y organismos internacionales, incluido México. Se trata de los “destinos turísticos inteligentes” (en lo adelante DTI), que van cobrando forma como la promesa tecnológica que garantizará el futuro de la mal denominada “Industria sin chimeneas”. La noción posee una serie de atractivos que contribuyen a venderla como prometedora; sin embargo, pudiera resultar idónea como nueva cortina para la reproducción de las fórmulas tradicionales del turismo, basadas en una racionalización innovadora del capitalismo, que, en los discursos oficiales, se hacen acompañar del calificativo de sustentable o sostenible.
La idea, vista como potencialidad de desarrollo a nivel mundial, tiene múltiples aspectos discutibles que pudieran ser abordados desde muy diferentes miradas, por ejemplo: el divorcio real que puede provocar con las comunidades receptoras; su carácter elitista; su enfoque reduccionista del turismo a un fenómeno estrictamente comercial; entre otros. Sin embargo, este artículo se centra en el uso limitado que implica la concepción de la categoría de inteligencia, así como en el planteamiento de algunas consideraciones teórico-metodológicas potencialmente útiles para el desarrollo del concepto.
La inteligencia es una cualidad distintiva de los seres humanos. Ella ha creado a la tecnología y no al revés. Como consecuencia de los avances tecnológicos ha cobrado vida la representación social denominada inteligencia artificial, fundada en la creencia de que el ulterior desarrollo tecnocientífico, podrá sustituir e incluso superar a la inteligencia natural humana.
Sin embargo, las concepciones de la inteligencia, presentes en los debates actuales, que la elevan al rango de función integradora y reguladora de toda la actividad humana, refuerzan el criterio de la imposibilidad de sustituirla artificialmente. El desarrollo incipiente en este siglo XXI de la conceptualización de la Inteligencia Espiritual, como expresión de la esencia humana, articuladora de otros tipos de inteligencia, como la Emocional y la Intelectual, acentúan el cuestionamiento de las viejas ideas que la asociaron solo al desarrollo de las capacidades intelectuales, es decir al famoso Cociente de Inteligencia. (Zohar y Marshal, 2001)
Por otra parte, en la actualidad adquiere un sólido sustento investigativo hablar de inteligencia, no solo para referirse a su expresión individual, sino también abarcando sus manifestaciones en otros niveles de configuración del sujeto social colectivo, es decir, grupal, organizacional, comunitario, institucional, territorial, macrosocial.
Este artículo no se cuestiona el desarrollo de un concepto general de DTI; sin embargo, se posiciona en la crítica de la manera lineal y simplificada en que se emplea hoy, centrada esencialmente en el uso de aplicaciones y de herramientas digitales, en lugar de acentuar el sentido de la inteligencia naturalmente humana de los actores que habitan los destinos. Ellos son los reales protagonistas de la actividad turística.
Resulta indiscutible el reconocimiento de la necesidad de usar la tecnología de avanzada, como medio o como recurso para la optimización de los procesos humanos implicados en el turismo. Ellas constituyen un recurso indispensable en nuestros días para cualquier tipo de actividad. Puestas a disposición de la potenciación de las capacidades naturales de los actores originarios de las comunidades turísticas, la tecnología podría convertirse en una herramienta invaluable para el desarrollo integrador endógeno y sustentable de esos sujetos colectivos.
Se parte además del criterio, de que no es precisamente el uso de la tecnología el atributo determinante para considerar a un proceso humano complejo como inteligente o no inteligente. Más aún, si se consideran las gigantescas brechas que existen aún en el mundo para su disponibilidad y empleo óptimo. Por su parte, el reconocimiento del carácter del turismo como fenómeno bio-cultural, ecológico, social, político, humano y espiritual, además de tecnológico, obliga a considerar la dinámica sistémica entre otros múltiples elementos para la consideración de la calidad de un destino.
Este artículo se plantea como objetivo: Someter a una reflexión crítica el concepto de DTI, auxiliándonos para ello en una comprensión más holística e interdisciplinar del concepto de inteligencia. Se trata de una versión enriquecida de la ponencia titulada: “Acerca de la inteligencia de los destinos turísticos. Una mirada divergente, presentada por el autor en el Congreso Universal Destinos Turísticos Inteligentes, CECTURM-D Chetumal 2018.
Con frecuencia en la literatura dedicada a la promoción y defensa de la concepción del DTI, se reitera la definición siguiente:
Destino Turístico Inteligente es un espacio innovador consolidado sobre la base del territorio y de una infraestructura tecnológica de vanguardia. Un territorio comprometido con los factores medioambientales, culturales y socioeconómicos de su hábitat, dotado de un sistema de inteligencia que capte la información de forma procedimental, analice y comprenda los acontecimientos en tiempo real, con el fin de facilitar la interacción del visitante con el entorno y la toma de decisiones de los gestores del destino, incrementando su eficiencia y mejorando sustancialmente la calidad de las experiencias turísticas. (Muñoz, A., & Sánchez, S. 2013, p.2).
Se refiere de manera superficial a la inteligencia como recolección y procesamiento de información.
Restringe las potencialidades inteligentes de los destinos básicamente al uso de las tecnologías de información.
Relega a planos secundarios la inteligencia de los actores del turismo local, privilegiando el enfoque en los turistas.
Omite la complejidad de los procesos subjetivos interactivos que favorecen la formación de la inteligencia colectiva.
La inteligencia es una capacidad compleja del ser humano, originada gracias al funcionamiento del cerebro, fruto de una larga evolución biológica, fisiológica, psicológica, social y espiritual. Está asociada con la capacidad de discernir entre distintas alternativas para tomar la decisión oportuna, con saber escoger la mejor alternativa, pero también saber leer en el adentro de las cosas. Es también, la capacidad de aprender, de comprender, reflexionar, interpretar, e implica la potencialidad para la adaptación, así como, de enfrentar situaciones nuevas no consideradas antes y posibilita, además, planificar, gestionar, proyectar. El autogobierno mental es un poder que emana directamente de la inteligencia, como la capacidad de crearse a sí misma. (Torralba, 2010)
Esta mirada de la inteligencia contribuye a rescatar al turismo como espacio humano de reconstrucción de sentidos, de toma de conciencias ambientales, de recuperación de valores espirituales en crisis, de fuerza de tarea para el rescate de la naturaleza y la cultura. Sin embargo, los conceptos de inteligencia manejados en la noción predominante de DTI, al menos evaden la complejidad del tema y marginan el enfoque transdisciplinario que exige su estudio. De ahí, la importancia de promover la reflexión crítica del constructo de DTI, con el fin de encontrar caminos metodológicos que proporcionen su mejor evolución.
El enfoque teórico que sustenta este estudio consiste en la comprensión del turismo como una actividad humana compleja, poseedora de una estructura y una dinámica propia, protagonizada por actores individuales y colectivos, es decir, personas y grupos que entran en una interacción humana motivada hacia la satisfacción de las necesidades y valores más diversos, que desempeñan roles sociales diferentes, en escenarios naturales y culturales variados. (González, 2018)
Se parte de una aplicación crítica de la concepción de “actividad” desarrollada por la psicología rusa, durante el período soviético, que la concibe como:
(…) la unidad de vida mediatizada por el reflejo psicológico, cuya función real consiste en que orienta al sujeto en el mundo objetivo. … no es una reacción ni un conjunto de reacciones, sino un sistema que tiene estructura, sus transiciones y transformaciones internas, su desarrollo. (Leontiev, 1984, p 140.)
Al margen de la crítica a la concepción de subjetividad implícita en esa definición, su propuesta de análisis de los componentes estructurales y funcionales de la actividad humana constituye un aporte, de gran valor teórico metodológico, válido para el estudio de cualquier actividad. Su empleo contribuye a la fundamentación del turismo como actividad humana, lo cual coloca al sujeto, ya sea personal o colectivo, en el centro del fenómeno social complejo, que es el turismo. Ello resalta la importancia de su dimensión subjetiva, considerada como la configuración de, los procesos y formaciones psicológicas autorreguladoras de la acción del sujeto, entre las cuales ocupa un papel central la inteligencia de las personas y grupos que actúan en calidad de actores o agentes del proceso.
Encontrar alternativas epistemológicas para la construcción del conocimiento
científico del turismo.
Distanciarse del enfoque unilateral del turismo como actividad económica.
Profundizar en posibilidades reales para el éxito del turismo alternativo.
Desarrollar modalidades organizativas del turismo local basadas en lo
vivencial.
Obtener información necesaria para el empoderamiento de actores locales.
Dar fundamento a modalidades de educación ambiental orientadas al comportamiento responsable de los actores. (González, 2018)
Por actividad turística, se entiende pues, una secuencia de actos organizados de una manera específica, realizados por sujetos, actores personales y grupales diferentes en interacción, que persiguen la satisfacción de necesidades, en relación directa con el rol que desempeñan. Las necesidades que dan lugar a su desenvolvimiento, suelen ser diversas y se estructuran en cada uno de los sujetos implicados en una jerarquía motivacional diferente y muy dinámica. (González, 2018)
La inteligencia es considerada como esa formación psicológica integradora que regula la actividad en función de la satisfacción de sus necesidades para garantizar un comportamiento exitoso y ético. Se ha resaltado que funciona tanto a nivel personal como grupal, organizacional, comunitario, entre otros. Por lo tanto, la eficacia y eficiencia de un destino turístico va a depender de la manera coordinada en que los actores logren hacer funcionar al destino como un todo, es decir como un sistema. Ello radica en primer término, del nivel de desarrollo de las capacidades humanas que posean. La tecnología puede ayudar de manera importante, pero el resultado estribará finalmente, del uso que de ella hagan los seres humanos.
En la elaboración de este artículo se ha empleado una metodología basada en el estudio bibliográfico, inspirado en una concepción epistemológica crítica, que cuestiona la tendencia predominante en la construcción del conocimiento sobre turismo, consistente en su simplificación como objeto de estudio de las ciencias económicas al identificar su esencia con la actividad comercial que le acompaña por su propia naturaleza compleja.
Del mismo modo las posiciones teóricas presentadas, han sido el fruto de un proceso de interpretación de evidencias empíricas acumuladas de investigaciones anteriores, relacionadas con experiencias de desarrollo de turismo alternativo, en diferentes comunidades del estado de Tlaxcala. Los resultados se han ido entretejiendo, además, como producto de los debates realizados, en el proceso docente con estudiantes y profesores, de la Maestría en Gestión de Turismo Regional Sustentable de El Colegio de Tlaxcala.
Como todo concepto complejo, la inteligencia ha recorrido una larga trayectoria, cada época, esta signada con un concepto de inteligencia que satisfizo necesidades de ese momento histórico, por lo que resulta imposible resumir en tan corto espacio. Para los propósitos del presente artículo basta resaltar que, durante mucho tiempo, los intentos por construir una ciencia psicológica siguiendo los postulados positivistas, que guiaron el curso de las ciencias naturales; restringieron el concepto, al dominio de capacidades estrictamente intelectuales, reduciéndola a operaciones vinculadas con el procesamiento de información para una respuesta eficaz, similar al funcionamiento de las computadoras. De este modo quedaron fuera de su alcance importantes áreas de la vida psíquica, principalmente las relacionadas con esferas tan importantes como la emocional y la espiritual. Al respecto Marina (1993, citado en Molero, Saiz & Martínez, 1998, p.19) argumenta que:
Es cierto que inteligencia es la capacidad de resolver ecuaciones diferenciales, pero ante todo es la aptitud para organizar los comportamientos, descubrir valores, inventar proyectos, mantenerlos, ser capaz de liberarse del determinismo de la situación, solucionar problemas y ante todo plantearlos.
La concepción de la multiplicidad de las inteligencias humanas, defendida por Howard Garner en la década de los 80 del pasado siglo, significó una revolución en el concepto y en la práctica educativa desarrollada a su alrededor. Más allá de si ella abarca o no todas las inteligencias que el ser humano es capaz de poseer, el aporte principal de Gardner (1987), consistió en evidenciar que cada persona es potencialmente capaz de desarrollar con éxito actividades diversas, gracias a la existencia de capacidades distintas de las reconocidas hasta ese momento, es decir, las capacidades intelectuales vinculadas al Coeficiente Intelectual (CI) y a su medición, que reducía su alcance solo a la esfera cognitiva.
De este modo se amplió el horizonte de comprensión de la inteligencia humana, pues además de las capacidades lógico-matemáticas y lingüística, reconoció otras capacidades generales como la visual-espacial; intrapersonal; interpersonal; musical; corporal; natural. Ello alimentó una mirada más compleja y multifacética del ser humano, que lo libera del riesgo de ser etiquetado por los resultados circunstanciales de un test.
Posteriormente Daniel Goleman, en los años 90, integró resultados de muchos otros investigadores y provocó otro cambio significativo en el debate sobre el concepto con la publicación de su libro Inteligencia Emocional. La identificación y control de las emociones propias en la dinámica humana, el reconocimiento de sentimientos, pasiones y estados de ánimo de las otras personas, además del manejo positivo de afectos tóxicos, como el egoísmo, racismo, sin dudas que constituye una capacidad generalizada en las personas que determina en las buenas relaciones, básicas para el éxito personal.
La Inteligencia Emocional ha tenido una gran difusión y se han desarrollado múltiples programas para su formación y desarrollo en diversos ámbitos, en la industria, los servicios, la familia y ha sido incluida en las estrategias educativas de muchos países desde la enseñanza primaria.
Todas estas teorías han venido a enriquecer las nociones sobre la importancia de la inteligencia como regulador del comportamiento personal exitoso. Más allá de eso, las investigaciones realizadas en el ámbito grupal han evidenciado que la profundidad de la propia dinámica de las relaciones interpersonales, es capaz de generar procesos grupales inteligentes que emergen de la interacción y cobran vida propia. Ellas llegan a conformar, en grupos, organizaciones, y otras formaciones sociales, cualidades psico-sociales colectivas nuevas, compartidas por los participantes de la interacción, que caracterizan la manera de actuar grupal y que hacen que estos se configuren en sujetos de un nivel superior al personal.
La concepción de Peter M. Senge sobre las organizaciones inteligentes ilustra claramente las ideas sobre la existencia y las potencialidades de una inteligencia colectiva integradora llamada a regular de manera exitosa el comportamiento organizacional, ante la incertidumbre que caracteriza los complejos entornos actuales. El autor define la organización inteligente como:
Una organización donde la gente expande continuamente su aptitud para crear los resultados que desea, donde se cultivan nuevos y expansivos patrones de pensamiento, donde la aspiración colectiva queda en libertad, y donde la gente continuamente aprende a aprender en conjunto. (Senge, 1998, p.11)
La organización que aprende, gracias a las potencialidades de la comunicación que garantiza una intersubjetividad humana específica, construye subjetividad nueva y produce una inteligencia colectiva diferente cualitativamente.
En sus libros La Quinta Disciplina (1998), y La Quinta Disciplina en la Práctica (2005), Senge desarrolla una teoría y una práctica para el Desarrollo Organizacional basado en cinco disciplinas1 concretas, que de manera integrada y holística garantizan el accionar exitoso de la organización: Dominio Personal, Modelos Mentales, Aprendizaje en Equipo, Visión Compartida y Pensamiento Sistémico. Estos rigores en interacción conjunta, son los que le dan a la organización sus potencialidades como sistema inteligente colectivo. Son cinco disciplinas humanas que interactúan en sistema, para configurar una cualidad de la organización que la capacita para la toma de decisiones presentes, así como para su proyección futura.
El planteo teórico acerca de las organizaciones inteligentes, constituye una evidencia de la existencia y funcionamiento del sujeto colectivo, una constatación de la vitalidad del sujeto interactivo, en tanto que presenta la dinámica interna de la organización como sujeto humano configurado en su interior por grupos, que funcionan como equipos y que se erigen sobre las potencialidades del dominio personal de sus integrantes.
Más recientemente el filósofo catalán Francesc Torralba (2010) en su libro, “La Inteligencia Espiritual” da cuenta de otro momento importante en el desarrollo del concepto, con la publicación en 2001 del trabajo del mismo nombre de dos investigadores: Zohar y Marshall. Estos autores, basados en hallazgos recientes de las neurociencias, y los más avanzados descubrimientos acerca del funcionamiento del cerebro, plantean la existencia de esa nueva cualidad de la inteligencia humana. Para ellos, la Inteligencia Espiritual (IES) es una cualidad integradora de las otras formas de la inteligencia, que dota a las personas de capacidades superiores, que realmente lo distinguen tanto del mundo animal como de los productos tecnológicos más sofisticados.
La inteligencia espiritual, según Torralba (2010), permite a los seres humanos tomar consciencia de la concatenación universal de los fenómenos, es decir, de la íntima relación de todo con todo, captar el nexo que engloba todas las individualidades, distinguir lo que se esconde tras las sombras, lo que se oculta tras la apariencia, ayuda a percatarse del carácter interdependiente de toda la realidad, su profunda conexión sistémica.
En palabras del autor la IES faculta al ser humano en aspectos muy importantes de su vida “le hace más receptivo, más sensible, más pleno e integrado en el entorno”. Más adelante describe que una persona con inteligencia espiritual “capta con profundidad los problemas, goza intensamente de la belleza que se revela en el ancho mundo, padece intensamente por los males, las injusticias, los sufrimientos y todas las formas de crueldad que se manifiestan en él”. (p.299). De esta forma resalta como “uno de los principales beneficios del cultivo de la inteligencia espiritual es la conciencia crítica, es decir, la actitud crítica frente a uno mismo y al mundo”. (p.239). Dicha capacidad le provee la posibilidad de discernimiento ante la diversidad de modelos de sentidos que tiene en su entorno, poder evaluarlos con independencia de criterio y asumir una actitud activa y participativa
Entre las capacidades específicamente humanas que esta modalidad de inteligencia permite, se fijan, como las más importantes: la capacidad de construir el sentido de la existencia, la capacidad de trascendencia, la capacidad de actuar consciente o de tomar distancia, la capacidad de sentirse parte del todo que es el universo, la capacidad de asombro, la capacidad de actuar de acuerdo a valores positivos; entre otras. (Torralba, 2010)
Una concepción integradora de la inteligencia humana, resultante de la consideración de los aportes de todas estas, y de otras concepciones no mencionadas, es la que posibilita sustentar las tres tesis principales siguientes:
El concepto DTI, es una abstracción potencialmente realizable, que de lograrse tendría repercusiones invaluables para el desarrollo futuro del turismo responsable.
Se precisa de una concepción más holística de Inteligencia, que se fundamentara en la comprensión compleja de la estructura y dinámica de los sistemas humanos.
Los actores comunitarios que sustentan la actividad del destino turístico, son los portadores y productores de la inteligencia propia del destino. Son los protagonistas de una gestión turística adecuada y responsable usando inteligentemente los recursos tecnológicos.
Resulta perfectamente válido hablar de sujetos colectivos inteligentes: Equipos inteligentes; organizaciones inteligentes; ciudades inteligentes y por qué no de DTI. Sin embargo, al hablar de Ciudades Inteligentes o de DTI, la concepción de la inteligencia, como constructo central, así como la dinámica de los factores que la posibilitan, debería ser algo diferente de cómo se presentan hoy.
En el artículo se sostiene que para que la inteligencia real de un destino opere de manera autóctona en su gestión, exige la presencia, de manera integrada y complementaria, al menos, las siguientes características:
Colocar a los actores locales, personales y colectivos: ciudadanos anfitriones; emprendedores independientes, pequeñas y medianas empresas, representantes del gobierno local, organizaciones sociales, entre otros, en el centro del sistema, como protagonistas de la gestión que se realice del destino. Lograr el predominio de los actores locales sobre los externos de manera que sean ellos los que tomen las riendas de su desarrollo y sean los principales receptores de los beneficios.
Los actores locales son los que poseen un elevado sentido de pertenencia al destino, han cimentado en su cultura, formaciones identitarias que comparten y que constituyen la premisa más poderosa para la garantía de la sustentabilidad del destino. Ello significa, que la iniciativa local prevalezca sobre la acción de los actores externos, ya que, además, el tan mencionado propósito de mejorar la calidad de vida de los habitantes, sólo se alcanza a plenitud, con un mayor acceso a la distribución de la derrama económica que se obtenga.
Los actores locales deberían estar, además de adecuadamente identificados e interconectados, suficientemente capacitados, empoderados, potenciadas al máximo todas sus capacidades de gestión y desarrolladas al máximo sus inteligencias y capacidades de manera que ellos puedan asumir el rol protagónico que les corresponde en la gestión. Eso significa. La capacitación y el empoderamiento sistemático de los actores, conduce al dominio personal y grupal que propicia el desarrollo máximo de sus inteligencias individuales y organizacionales para la realización exitosa de la gestión.
Resultaría indispensable la formación de Redes de comunicación solidaria, empática y asertiva que conecte realmente a todos los actores y permita una relación cooperativa y desarrolladora, que los capacite para brindar respuestas sistémicas e integradora. El sistema DTI deberá trabajar como un todo, en el que sea posible, el aprendizaje en equipo, que requiere de una disposición especial y de una comunicación unificadora.
Como resultado de ese aprendizaje permanente, construir supuestos, normas y metas compartidas que cohesionen la acción colectiva y garanticen la unidad de la acción verdaderamente inteligente del destino como un todo. Eso es una premisa importante para que pueda darse el Pensamiento Sistémico del destino, de manera de que este pueda estar constantemente rectificando el rumbo y creciendo, a pesar de las difíciles e impredecibles condiciones y complejidades del entorno.
Deberá construir el DTI una Visión Compartida, que integre el sentido de su existencia, de su razón de ser como sujeto colectivo, que permitiera sistematizar su acción de manera consensuada el comportamiento de todos, potenciando el desarrollo de la Inteligencia Espiritual del destino, con la participación de los actores implicados.
La tecnología, enfocada en este caso como inteligencia artificial, puede y debe ser un medio de extraordinaria importancia para facilitar, impulsar y posibilitar el alcance de las características anteriormente explicadas, pero bajo ninguna circunstancia ha de presentarse, como suele ocurrir casi siempre como esencia del funcionamiento del DTI.
De tal modo la concepción de DTI debería ser estructurada a partir, al menos, de los siguientes supuestos:
Protagonismo de Actores locales personales u organizacionales
Fortalecimiento del eje: Identidad- Agencia, Inteligencia- Sustentabilidad
Formación capacitación sistemática, Empoderamiento
Distribución interna de beneficios económicos e inversión cooperada
Participación mediante redes de comunicación solidaria. Aprendizaje en equipo
Supuestos, normas y metas compartidas que cohesionen la acción colectiva
Pensamiento sistémico
Visión compartida. Sentido de vida de la unidad social del destino como un todo
Utilización de la tecnología como garantía del funcionamiento óptimo del sistema.
Solo un enfoque que colocara en el centro del sistema turístico al actor ciudadano de la actividad turística y a su inteligencia, será capaz de fundamentar un camino que proporcione: su real desarrollo humano; la consecuente elevación de su calidad de vida; así como la tan anunciada, pero aún distante, sostenibilidad de los destinos turísticos.
La implementación de una metodología que posibilite la realización de tal enfoque será la que permita construir verdaderos destinos turísticos inteligentes y sustentables. Ella deberá comenzar con un amplio programa de identificación, potenciación, capacitación-empoderamiento, restructuración y conexión de los actores del turismo del territorio, de la implementación de estrategias de participación y construcción colectiva de normas, metas, supuestos, visión compartida, valores, que arropados de su identidad y basados en su cultura garanticen la cohesión e interconexión de todo el territorio como un todo y de esta manera la acción conjunta e inteligente.
Una estrategia de desarrollo que debería de ser: de abajo a arriba; profundamente participativa; inclusiva; transparente; solidaria y humana. Para lo cual sería indispensable un cambio profundo de las estructuras de poder político y económico existentes, que dejan muy poco margen a la autonomía, creatividad e innovación comunitaria y que inmovilizan la iniciativa local y el emprendimiento. La centralización en la toma de decisiones, la verticalidad de los procesos prevalecientes en la sociedad, significan un freno al florecimiento de la inteligencia y de las potencialidades de la población de los destinos turísticos, sin la cual todo intento de crear DTI sería una falacia.
Las reflexiones anteriores conducen a la formulación de una serie de interrogantes que deberán ser consideradas por la investigación futura de la problemática:
El concepto de DTI, tal como existe en la actualidad, pudiera considerarse como una versión contemporánea modernizada de un paradigma de turismo tradicional dominador, que privilegia el enfoque económico orientado a la competitividad, la obtención de ganancias, basadas en la satisfacción del turista por encima del enfoque comunitario, orientado al desarrollo endógeno del destino, que resalta la sostenibilidad ambiental, el desarrollo humano de los actores, la identidad sociocultural, la equidad y el beneficio económico colectivo.
Antes de que se produjera una diseminación demasiado generalizadora e irreversible en la implementación de los DTI, sería prudente quizás, valorar las consecuencias potencialmente negativas, sobre todo en los destinos económicamente menos favorecidos, en los que el uso de las tecnologías está muy lejos aún de ser suficientemente fuerte y generalizado. Tradicionalmente se interponen profundas brechas entre el discurso de las fundamentaciones generales de los proyectos y sus implementaciones en la práctica.
Desde el punto de vista conceptual general se debería ser consecuentes con el carácter holístico, complejo sistémico e integrador del concepto de DTI, rescatando sus aspectos esencialmente humanos, así como incorporándole la riqueza histórica y transdisciplinar del concepto de inteligencia.
El destino turístico debe pensarse como un producto sociocultural integral en el que los componentes humanos y espirituales tengan mayor presencia, con capacidad de lograr la armonía dinámica con el ambiente natural y cultural. El destino consiste en su propia gente y debe imprimirles vida y alma colectiva a las capacidades humanas, vistas en su integridad.
En este sentido cobra importancia la creación de redes humanas de diálogo que, con el auxilio de la tecnología, hagan posible la participación de las personas y grupos de la comunidad en la autogestión de los proyectos que le dan sentido a sus vidas. Este es el modo más auténtico de desarrollar la verdadera inteligencia personal y colectiva.
La interacción humana diversificada y multifacética en el destino, es una de las vías más fértiles de crecimiento y desarrollo local y comunitario. Las tecnologías pueden contribuir de manera decisiva en la construcción de redes de vínculos para la actividad turística que incluyan, por supuesto a los turistas y que dinamicen la emergencia de nuevas subjetividades creativas.
Las concepciones tradicionales del turismo en las que se asientan las ideas actuales de los DTI están cargadas de una formalización y racionalización, que reafirma un proceso de “Macdonalización de la sociedad” (Ritzer, 2005), en términos de que lejos de potenciar el desarrollo de la inteligencia, la amordaza y ata. Se precisa un cambio paradigmático en la construcción de las teorías sobre turismo, que libere las potencialidades de pensamiento creativo de los actores comunitarios y conciba el desarrollo de la inteligencia como la manifestación de las potencialidades integradoras de los seres humanos en su propia realización.
La lógica del cambio hacia el alcance de un destino inteligente debería considerar el eje siguiente: Sustentabilidad- Actores locales- Identidad- Formación del destino como un sujeto colectivo- Inteligencia colectiva- Empoderamiento- Desarrollo humano- Uso de las tecnologías.
La implementación para su éxito debería producirse desde lo local, de abajo hacia arriba, partiendo de las decisiones propias colegiadas de los actores locales y no como resultado de políticas de imposición de arriba hacia abajo. Ello implicaría una transformación general y prácticamente radical de las concepciones tradicionales del turismo, que despojaría su práctica de los enfoques unilateralmente mercantiles que han acelerado de manera incontrolable su desarrollo.
Finalmente, mirar al turismo como una actividad humana compleja, potenciadora de crecimiento espiritual a sus participantes, ofrece una visión cualitativamente diferente, que muestra un camino distante de los enfoques tradicionales dominantes, que lo reducen a ser un negocio más, una industria productora de servicios redituables para grupos selectos, un instrumento de destrucción ambiental en manos de quienes no consideran suficientemente los valores y las restricciones éticas. Esta mirada contribuye a rescatar al turismo como espacio humano de reconstrucción de sentidos, de toma de conciencias ambientales, de recuperación de valores espirituales en extinción, de fuerza de tarea para el rescate de la naturaleza y la cultura. (González, 2018)