Resumen: El ensayo presenta de manera detallada y crítica las fuentes y aportaciones bibliográficas más relevantes para plantear un estudio de la historia del arte prehispánico de Colombia, incluyendo estudios arqueológicos e históricos, así como formales e iconográficos relativos a las diferentes culturas y regiones del país. Abre con una discusión crítico-teórica de problemáticas en torno al patrimonio, el colonialismo, la multivocalidad y la violencia, y concluye, luego de un recorrido histórico-geográfico, con algunas indicaciones acerca de la continuidad de las culturas y formas artísticas indígenas tras la conquista, la influencia afrodescendiente y la posición de Colombia dentro del arte prehispánico de América.
Palabras clave:Arte prehispánicoArte prehispánico,HistoriografíaHistoriografía,BibliografíaBibliografía,ColombiaColombia.
Abstract: The essay offers a detailed and critical analysis of the most relevant sources and bibliographical contributions to the study of the history of pre-Hispanic art in Colombia, including archaeological and historical, as well as formal and iconographic studies devoted to differ- ent cultures and regions of the country. It opens with a critical-theoretical discussion on issues of heritage, colonialism, multivocality, and violence, and closes, after a historical-geographical survey, with some remarks on the continuity of indigenous cultural and artistic forms after the conquest, Afro-descendant influence, and Colombia’s placement in the wider context of pre-Hispanic art in America.
Keywords: Prehispanic art, Historiography, Bibliography, Colombia.
Resumo: O texto apresenta de forma detalhada e crítica as fontes e as referencias bibliográficas mais relevantes para propor um estudo da história da arte pré-hispânica da Colômbia. Engloba estudos arqueológicos e históricos, como também estudos formais e iconográficos relativos às diferentes culturas e regiões do país. O texto abre com uma discussão crítico-teórica sobre as problemáticas do património, colonialismo, multivocalidade e violência, e termina com um panorama histórico-geográfico e algumas indicações acerca da continuidade das culturas e formas artísticas indígenas posteriores à conquista, e a influencia afrodescendente, e a posição da Colômbia na arte pré-hispânica da América.
Palavras-chave: Arte pré-hispânica, Historiografia, Bibliografia, Colômbia.
Dossier
Hacia una historia del arte prehispánico de Colombia: una aproximación bibliográfica
Recepción: 17 Enero 2019
Aprobación: 12 Abril 2019
El presente ensayo pretende trazar una panorámica analítica y crítica de los estudios más relevantes para aproximarse a la historia del arte prehispánico en Colombia. Se trata de una materia que abarca una gran variedad de formatos y temas, desarrollados con desiguales niveles de rigor, y cuya visión de conjunto está aún por esbozarse. Si bien la orfebrería prehispánica, que se destaca por los desarrollos técnicos y la variedad de estilos, es el campo más estudiado en este ámbito, y el que más se ha asimilado a la identidad nacional, la información acerca del legado arqueológico es incipiente y al afán por desenterrarla no ha motivado un igual interés por abordar la cultura material prehispánica desde la academia. El saqueo, la guaquería y el oportunista desentierro de la cultura material indígena con el propósito de mercantilizarla son el desafortunado origen de la mayoría de las piezas que forman parte de las colecciones privadas y públicas de arte precolombino en Colombia y en el exterior. La mínima reivindicación que implicaría el esfuerzo por develar la cultura y la historia de las sociedades que crearon estos objetos está truncada por el hecho de que desconocemos la condición y el lugar exacto donde fueron encontrados. El hecho de que una vasta mayoría de la cultura material prehispánica haya sido clasificada y legitimada a partir de criterios estilísticos sólo confirma cuán frágil es nuestro conocimiento de esta etapa de la historia de Colombia. Un texto clave como Historia del arte colombiano1 compensa las escasas fuentes de las que podemos valernos para interpretar el significado y el contexto de estos objetos retomando datos etnográficos o investigaciones sobre culturas tardías sin que exista una relación establecida entre aquellas y la cultura prehispánica en cuestión. Es necesario entonces acudir a estudios especializados para hacer distinciones con base en aspectos específicos de cada legado y contexto arqueológico, además de incorporar los avances que se han acumulado durante los más de cuarenta años desde que se editaron aquellos tomos.
La bibliografía actual ha dado un paso adelante al atreverse a reconocer que el estudio histórico del arte prehispánico de Colombia comparte con el país un legado de violencia y exclusión que se prolonga hasta hoy. Londoño2 y Field3 han abordado el rol de la guaquería no solamente en la forma en que se adquirieron objetos arqueológicos, sino también en las consecuencias a la hora de incorporarlos a la conciencia nacional y al discurso académico. Gaitán4 y Taussig, en el provocativo Mi museo de la cocaína,5 han emprendido un análisis crítico del papel que el oro, como recurso natural tan cotizado por los indígenas como por los europeos, ha cumplido en el conflicto, despojo y violencia que caracterizan la historia del país, al igual que otros recursos como el caucho y la cocaína. Otros autores como Rappaport6 y Gnecco y Hernández7 contrastan la trágica realidad del despojo y el desplazamiento forzado con las comprensiones indígenas del territorio y la historia, que le abren un espacio a la multivocalidad y al diálogo en la construcción del conocimiento acerca del patrimonio nacional e indígena a nivel académico y en la sociedad civil.
Ante estos desafíos, el presente ensayo, que introduce primero textos de más amplia envergadura y para luego reseñar aportes que se enfocan en las regiones y los desarrollos locales en el país, discute aproximaciones desde la arqueología, la historia y la antropología para complementar los estudios propiamente estilísticos, formales e iconográficos. Aunque nuestro objetivo final no deja de ser la interpretación de manifestaciones y expresiones culturales y materiales específicas, es decir, de objetos, no descartamos los aportes de otras disciplinas. En otras palabras, el ensayo no es de corte historiográfico, sino que busca abrir rutas para futuras investigaciones, cuestionamientos e interpretaciones. Con este mismo fin, en los últimos apartados incluimos referencias a estudios que analizan la continuidad de las tradiciones indígenas durante la época colonial y moderna, así como el impacto de los pueblos afrodescendientes, con el fin de delinear algunas reflexiones de carácter decolonial. Para terminar, proponemos algunas sugerencias teóricas que permiten vincular el arte prehispánico e indígena de Colombia con el de otras áreas del continente.
Numerosos recursos electrónicos han sido aprovechados para la redacción de la presente bibliografía y pueden ser de gran utilidad para quienes busquen ahondar más en los diferentes aspectos de la cultura material precolombina de Colombia. La biblioteca Luis Ángel Arango (http://www.banrepcultural.org/ blaavirtual/indice), que forma parte del área cultural del Banco de la República, permite acceder en línea a una gran cantidad de los catálogos, artículos e incluso libros enteros que mencionaremos. La página oficial del Museo del Oro (http:// www.banrepcultural.org/museo-del-oro), a pesar de su énfasis en la metalurgia, contiene breves ensayos que presentan aspectos relevantes de las culturas anti- guas de Colombia, así como una mirada más exhaustiva a aspectos técnicos e iconográficos de piezas específicas. La revista Boletín del Museo del Oro, dedicada a la publicación de investigaciones arqueológicas e históricas sobre el patrimonio, está también disponible en el portal del Banco de la República (https:// publicaciones.banrepcultural.org/index.php/bmo). El Instituto Colombiano de Antropología e Historia-ICANH ofrece en su sitio web (http://www.icanh.gov. co) acceso a informes de excavaciones, colecciones etnográficas, clásicos estudios de Rivet, Reichel-Dolmatoff y otros, y a los números de la publicación especializada Revista Colombiana de Antropología.
En el sitio colarte.com es posible consultar una gran cantidad de imágenes tomadas de las más importantes publicaciones nacionales y, a nivel internacional, el Metropolitan Museum of Art de Nueva York (https://www.metmuseum.org/ art/collection), el British Museum en Londres (https://www.britishmuseum. org/research/collection_online/search.aspx), la Smithsonian Institution en Washington, DC (http://collections.si.edu/search/), el repositorio de colecciones europeas Europeana (https://www.europeana.eu/portal/es) y el metabuscador https://artsandculture.google.com/ mantienen los más importantes bancos de imágenes accesibles en línea.
Los primeros dos volúmenes de la ya citada gran obra Historia del arte colombiano, dedicados a la época precolombina, constituyen hasta la fecha el único esfuerzo editorial que abarca la producción artística en el territorio colombiano antes de la llegada de los españoles en el marco de una historia del arte nacional. El historiador del arte colombiano Eugenio Barney Cabrera, editor general de ambos volúmenes, es también el autor de la mayoría de los ensayos, que cubren todas las regiones y aspectos relativos a la alfarería, la orfebrería y la escultura en piedra desde las tempranas manifestaciones de la cultura Tumaco-La Tolita hasta los taironas y muiscas del siglo XVI. El autor intenta reconstruir los posibles funciones socio-cultural y político-ideológica que tales expresiones pudieron haber cumplido en su contexto original. Sin embargo, debido a la escasísima información al respecto, muchas de sus interpretaciones resultan un tanto especulativas y a menudo se fundamentan en teorías antropológicas, más que en deducciones derivadas de los objetos mismos.
Los catálogos de museos ofrecen otra aproximación general a la producción material precolombina, basada esta vez en colecciones específicas, cuya procedencia ilícita, sin embargo, no permite reconstrucciones contextuales. Uno de los intentos más completos es la serie Arte de la tierra,8 del Museo Arqueológico Casa del Marqués de San Jorge (MUSA) en Bogotá, estructurada según regiones y horizontes arqueológicos. Cada volumen de la serie incluye un texto introductorio que, por lo general, enfatiza los aspectos formales y descriptivos. La serie contiene pocas observaciones de orden cronológico y se enfoca en cambio en situar la producción cerámica en territorios específicos, lo que se debe quizás a la escasa información arqueológica existente. En ese sentido, se constata en esta serie la persistencia de un enfoque inaugurado por Jesús Arango Cano,9 cuyo aprecio por la cerámica indígena viene acompañado por un impulso de arraigo nacionalista. La más celebrada colección del país, la del Museo del Oro, empezó a formarse gracias a la gestión de Gregorio Hernández de Alba,10 pionero de los estudios indigenistas en el país, y fue divulgada posteriormente a través de las publicaciones del arqueólogo español Pérez de Barradas,11 cuyos catálogos descriptivos dieron pie a las definiciones de los estilos orfebres (Quimbaya, Colima, Muisca, etc.) que siguen en uso, en buena medida, hasta el día de hoy. El más reciente y completo catálogo de la colección publicado en 200712 resume sistemáticamente las tradiciones metalúrgicas del país a la luz de su distribución geográfica y sus características tecnológicas.
Otra fuente importante de material introductorio son los manuales arqueológicos, que se enfocan en descifrar los modos de vida de las sociedades que habitaron el país durante el periodo prehispánico, abordando sus vestigios para inferir diferentes aspectos, desde la vida cotidiana hasta la cosmovisión. El texto introductorio de Reichel-Dolmatoff, Arqueología en Colombia,13 ofrece uno de los más completos panoramas de la arqueología del país, y la cronología en la que se dividen sus capítulos continúa en uso hoy en día. Su metodología parte de una cercana observación del entorno natural; así, en su interpretación de las particularidades del área intermedia, Reichel-Dolmatoff se basa en el estudio del ecosistema y de los cambios radicales en el medio ambiente, desarrollando una aproximación heredada de Humboldt14 y de las comisiones corográficas de la época republicana.15 Por su parte, la arqueología procesual, que se enfoca en el desarrollo socio-político16, asume una posición escéptica con respecto a las interpretaciones iconográficas y da cuenta de la cultura material a partir de un modelo teórico del desarrollo y la complejidad de las sociedades precolombinas.
Hay que anotar que la mayor cantidad de estudios, tanto nacionales como internacionales, dedicados al arte prehispánico en Colombia, se han enfocado en el campo de la orfebrería. Plazas y Falchetti,17 dos prolíficas arqueólogas especialistas en la antigua orfebrería colombiana, identifican dos grandes tradiciones metalúrgicas a partir del análisis de motivos y técnicas: la del suroccidente de Colombia y la de la costa norte. Esta última corresponde a la distintiva icono- grafía de las culturas zenú y tairona, cuya presencia se ha detectado también en otras culturas de Centroamérica, como lo demuestran los ensayos compilados por Quilter y Hoopes,18 que sitúan la cultura material del país en el contexto de la región del Caribe. En su reciente libro, Lo humano y lo divino, resultado de más de veinte años de estudios sobre la orfebrería indígena americana, Falchetti19 propone un enfoque geográfico-cultural que se extiende a todo el continente, empezando por el área andina meridional y central. El libro desarrolla una interpretación de las características materiales y tecnológicas de los metales y sus elaboraciones basada en los pioneros estudios de Osborn20 en la Sierra Nevada del Cocuy, cuyo trabajo etnográfico fue ampliado por la misma Falchetti.
En el campo de los estudios iconográficos es imprescindible el trabajo de Reichel-Dolmatoff,21quien aplicó en su interpretación de la colección delMuseo del Oro datos etnográficos que él mismo recogiera a lo largo del país. Su argumento, según el cual el chamanismo y el animismo serían las fuentes de la mayor parte de los motivos presentes en la producción orfebre colombiana, determina aún hoy en día el discurso oficial del Museo del Oro como lo demuestran los textos museográficos en sus exposiciones permanentes. Posteriormente, el antropólogo Pineda Camacho ha renovado el enfoque de Reichel-Dolmatoff, apoyándose además en análisis etnográficos y etnohistóricos.22 Por fuera del país, este enfoque interpretativo basado en el chamanismo ha sido desarrollado por el antropólogo y curador estadounidense Armand Labbé23 en los catálogos de dos exposiciones que reunieron piezas cuya ubicación, cabe resaltar, era desconocida, clara indicación de su procedencia ilícita.
En la presente sección aplicaremos un modelo comúnmente aceptado en los estudios arqueológicos colombianos y que divide el país en regiones (Img. 1). Con frecuencia se le asigna a la geografía accidentada y montañosa del norte de Suramérica una importancia que opaca el papel de otros aspectos trascendentales del desarrollo histórico de sus culturas como, por ejemplo, la cronología y las relaciones interregionales, sea por dentro o por fuera de los límites modernos del país. En el mapa de la imagen 1, que presentamos como herramienta de referencia, no aparecen las culturas arqueológicas del área amazónica y de los Llanos Orientales, que discutiremos posteriormente en un apartado específico.
Debido a la falta de fuentes históricas y la aún escasa información arqueológica, las reconstrucciones de la cultura prehispánica en el suroccidente colombiano acuden a menudo a teorías antropológicas, como en el caso de Drennan,24 o a descripciones formales y técnicas, como lo hacen Falchetti25 y Plazas y Falchetti.26 Drennan repasa los datos arqueológicos desde un enfoque procesual y comparativo, mientras que Plazas y Falchetti, basándose en análisis técnicos de piezas orfebres, logran establecer un horizonte entre el 500 a.C. y el 1000 d.C. De especial interés es el seguimiento que le hace Falchetti a un motivo iconográfico, el llamado colgante “Darién”, presente en artefactos de las culturas calima, quimbaya y zenú, que le permite reconstruir su desarrollo cronológico y geográfico a lo largo de toda la región suroccidental del país.
Es posible dividir el área arqueológico-cultural del suroccidente en regiones y horizontes más específicos, que han sido definidos y distinguidos entre sí a la luz de rasgos materiales sobresalientes.
La zona conocida como el Nudo de los Pastos, en la parte más meridional de Colombia, es el punto desde el que se dividen los Andes en tres cordilleras hacia el norte, marcando la dramática geografía del país. Plazas27 ha estudiado la orfebrería de los Pastos, que se destaca por su decoración abstracta, visible también en las cerámicas compiladas en el tomo Arte de la Tierra. Nariño.28 Los vínculos estrechos de esta zona con los Andes Centrales se demuestran en la presencia de decorados en mopa mopa o barniz de Pasto, técnica prehispánica cuyo empleo se desarrolló con éxito durante la época colonial en objetos ceremoniales incas. Mora de Jaramillo29 y López Pérez30 realizan estudios detallados de esta técnica indígena desde la época prehispánica hasta la actualidad.
Las piedras monumentales y los hipogeos del macizo colombiano, en los departamentos de Huila y Cauca, son uno de los más célebres legados indígenas y, portal motivo, han sido estudiados ampliamente. Preuss31 hizo el primer registro y recorrido arqueológico del arte monumental de San Agustín en la segunda década del siglo XX, y Reichel-Dolmatoff32 estableció la cronología de la zona a partir del registro cerámico y los restos encontrados en varias excavaciones. Las interpretaciones de este último le confieren particular importancia a la figura del jaguar, omnipresente en las culturas prehispánicas de todo el continente; Sánchez,33 en cambio, cuestiona la relevancia del jaguar en la estatuaria del macizo colombiano, sugiriendo que las figuras así designadas son más bien representaciones híbridas de monos de grandes colmillos (el libro de Sánchez sobresale por la inclusión de un detallado catálogo de piezas y motivos de la estatuaria agustiniana). Anteriormente, Sotomayor y Uribe34 habían catalogado las piedras agustinianas usando ilustraciones delineadas que permiten detallar sus motivos, a partir de los cuales proponen una interpretación iconográfica que sugiere una relación con los ritos funerarios.
Ayala35 profundiza en los hipogeos de Tierradentro y propone que estos modos de entierro siguen el modelo de estructuras de vivienda de la época; enfocándose en aspectos específicos como escaleras, cámaras y columnas, establece además una diferencia entre dos estilos regionales. Bruhns36 resalta que la monumentalidad de la escultura de San Agustín es un rasgo común en una amplia área que se extiende hasta Centroamérica, pero se muestra escéptica ante la posibilidad de inferir tipos específicos de organización o de complejidad social a partir de este elemento.
A pesar de ser parte del horizonte arqueológico del suroccidente colombiano, la cultura de Tumaco-La Tolita demuestra fuertes vínculos con otras culturas del Pacífico situadas más al sur de la frontera colombiana, como la cultura Jama- Coaque y la más temprana cultura Valdivia.37 Brezzi38 ha compilado la fuente de referencia más completa a los objetos cerámicos, metalúrgicos, en madera y en hueso de esta cultura, y a los estudios arqueológicos dedicados a ella. Ugalde39 analiza su iconografía a partir de una catalogación sistemática de las piezas y ofrece un estudio estadístico de la repetición y combinación de los motivos más frecuentes. Su libro incluye la base de datos en la que basa su estudio, aunque hay que resaltar que en ella se omiten cientos de figuras que se encuentran en colecciones colombianas. Scott40 resalta los impresionantes avances técnicos en metalurgia que se constatan en la cultura Tumaco-La Tolita, especialmente en el uso del platino.
artiendo de los aspectos fundamentales de la metalurgia calima, en el departamento del Valle del Cauca, definidos por Pérez de Barradas41, Cardale de Schrimpff y Bray42 compilan la información más completa y reciente en torno a la cronología y los patrones de asentamiento en esta región, y delinean las características que diferencian la metalurgia de tres periodos y áreas específicas (Ilama, Yotoco, Malagana y Sonso).
Los yacimientos de la cultura quimbaya se encuentran en una zona que fue colonizada por antioqueños en el siglo XIX y cuyo proceso de ocupación propició un gran movimiento guaquero debido a la gran cantidad de oro que se podía encontrar en ellos.43 Gamboa Hinestrosa44 discute el sistemático saqueo de las tumbas quimbayas, examinando con detenimiento el caso de uno de los más grandes hallazgos de la época, el llamado “tesoro de los quimbayas”, adquirido por la nación y luego regalado a la corona española a finales del siglo XIX. Uribe Villegas45 propone una interpretación iconográfica del estilo naturalista quimbaya temprano basada en análisis técnicos y comparaciones etnográficas. Brunhs,46 por otro lado, encuentra una relación estilística entre cierto tipo de cerámica y las piezas orfebres, lo que le permite ubicar a ambas en un contexto arqueológico funerario.
En la región central del país se han encontrado piezas que comparten elementos de la orfebrería calima más tardía, como subrayado por Pérez de Barradas47 y de la alfarería de San Agustín. A lo largo del río Magdalena, desde San Agustín en el Huila hasta Tamalameque en el Cesar, se desarrolló una tradición de urnas funerarias estudiada por Pineda Camacho en Arte de la tierra. Sinú y Río Magdalena.48 El libro El Tolima milenario,49 basado en una exposición en el Museo del Oro, recoge datos e investigaciones recientes acerca de la región.
El norte de Colombia es la cuna de una de las más tempranas tradiciones cerámicas del continente, la de San Jacinto en el departamento de Bolívar, que en virtud de su antigüedad ha sido ampliamente estudiada. El Caribe colombiano funcionó además como una zona intermedia y de contacto entre las Antillas y la Amazonía, probablemente desde época muy temprana. Desde el siglo III a.C. la cultura zenú desarrolló un complejo sistema de irrigación y montículos agrícolas en las llanuras. Los taironas, ancestros de los actuales kogi, como demostró Reichel-Dolmatoff50, se establecieron en las montañas del Caribe durante lainvasión española. Mason51 ofrece el recorrido más exhaustivo de la arqueología tairona y su estudio clásico está disponible en internet a través de la página archive.org. Bischof52 se vale de datos tomados de archivos de los siglos XVI y XVII para reconstruir la historia y cultura del pueblo tairona a la luz de las observaciones de los conquistadores. La fuente primaria más importante para la historia de la Costa Atlántica durante la invasión y la conquista es Aguado.53
Oyuela Caycedo54 esboza un panorama de los más de seis mil años de ocupación en las llanuras y montañas del norte de Colombia, resaltando cómo esta ocupación ha transformado el paisaje y demostrando que la arquitectura, las tolas y las terrazas están intrínsecamente ligadas a las necesidades socioeconómicas de los habitantes y a los aspectos físicos de la geografía. El descubrimiento de Ciudad Perdida en 1975 propició un saqueo masivo disfrazado de proyecto arqueológico estatal (que Soto Holguín55 describe en detalle), a raíz de lo cual cursa hasta hoy en día un proceso de negociación con los kogi sobre la jurisdicción de los sitios sagrados de la sierra.56 Serje57 describe los procedimientos constructivos y los rasgos urbanísticos más sobresalientes de Ciudad Perdida. Oyuela Caycedo y Fischer58 se ocupan de la continuidad cultural y la santificación de los sitios arqueológicos; su estudio se basa en datos etnográficos de principios del siglo XX aplicados a la interpretación del significado simbólico de los templos tairona/kogi.
Los estudios de la orfebrería zenú y tairona se concentran, en algunos casos, en interpretaciones de estilo, como en aquellos de Falchetti59 y Plazas,60 y en otros en el análisis iconográfico, como en el caso de Legast.61 Esta última identifica la fauna del oro zenú basándose en piezas de procedencia desconocida conservadas en la colección del Museo del Oro. Más recientemente, Plazas62 ha analizado el motivo del murciélago en las iconografías del Istmo y la costa Caribe, resaltando así la cercana relación entre las dos regiones a la luz de estilos y técnicas compartidas.
En el yacimiento arqueológico de San Jacinto se han encontrado las piezas en cerámica más antiguas del continente americano. Pratt63 plantea que las formas elaboradas de estas piezas apuntan hacia una función social, más que hacia una meramente instrumental. El volumen Arte de la tierra. Sinú y Río Magdalena64 se aproxima a la cerámica zenú aprovechando fuentes etnohistóricas, una línea interpretativa que Sáenz Samper65 posteriormente desarrolla en su análisis del papel de las mujeres en la sociedad zenú a partir de las representaciones de figuras femeninas fechables entre los siglos VI y X.
Los objetos tallados continúan siendo una parte importante de la vida de los kogi. Boomert66 reconstruye a grandes rasgos la creación de una cultura com- partida entre las llanuras bajas del norte de Sur América, la costa Caribe y las Antillas, por medio de la circulación de artefactos tallados. Bray67 ofrece un análisis detallado de la cultura material tairona, incluyendo su metalurgia, tra- bajo de la piedra y parafernalia ritual. Sus interpretaciones combinan fuentes his- tóricas, datos arqueológicos y algunas prácticas contemporáneas entre los kogi.
Mientras que Boomert y Bray coinciden en destacar el rol que juegan los objetos tallados y las piedras preciosas en el proceso de consolidación de una estructura social inequitativa, otros autores se concentran en la interpretación de sus motivos iconográficos, entre ellos Legast,68 quien estudia más de 200 representaciones de animales encontradas en el Museo del Oro, dividiéndolas en tres categorías: representaciones de un solo animal, criaturas con características de más de un animal y seres humanos con características animales (y vice-versa). Looper69 estudia las figuras que representan individuos sentados en relación con la arquitectura que los rodea en diferentes medios dentro de la cultura material kogi. El trabajo de Oyuela Caycedo y Fischer70 contiene materiales complementarios que enriquecen esta línea de análisis.
Los muiscas vivían en las montañas de la Cordillera Oriental en el momento de la conquista. Los españoles colonizadores reconocieron la importancia y complejidad de su organización política, lo que explica que las más grandes ciudades de la Nueva Granada (Bogotá y Tunja) se fundasen en sitios aledaños a poblaciones muiscas (Bacatá y Hunza). Justo porque habitaban las montañas donde los españoles funda- ron sus principales enclaves, los muiscas son uno de los grupos más conocidos de la antigua Colombia. De ahí que podamos remitirnos a una producción bibliográfica más extensa de la dedicada a otros pueblos, como demuestran las tempranas recopilaciones históricas y anticuarias de Uricoechea71 y Restrepo.72 Correa Rubio73 reconstruye las interpretaciones de la política y el poder elaboradas por los propios muiscas, por medio de crónicas, sobre todo Pedro Simón,74 archivos de la colonia y un análisis antropológico que compara su ideología y organización social con las de otros pueblos nativos de América Central y de los Andes Centrales.
Lleras Pérez75 describe en detalle las particularidades de la orfebrería muisca, incluyendo su estilo y función ritual. Basándose en el análisis de más de 3000 objetos metálicos en la colección del Museo del Oro, propone una nueva manera de clasificar las piezas de oro y propone, en un argumento quizás no muy convincente, que una mentalidad dualística, estructurada a partir de los roles complementarios de los géneros masculino y femenino, explicaría el trasfondo de las ofrendas muiscas. Londoño Laverde76 presenta el excepcional hallazgo de una ofrenda muisca en Fontibón (Bogotá) que constituye una oportunidad única para entender la ofrenda como un todo, pues se encontraron los elementos cerá- micos y metálicos intactos dentro de su contexto.
Uribe Villegas y Martinón Torres77 realizan estudios innovadores en arqueonometría para analizar las piezas de oro de las ofrendas, revelando interesantes relaciones entre su modo de producción y la mentalidad muisca. Sus análisis demuestran que cada pieza fue creada usando una combinación específica de metales y asociaciones simbólicas para cada ocasión. Historias de ofrendas muiscas78 incluye un catálogo accesible y visualmente agradable en el que la información arqueológica de cada pieza viene acompañada de una detallada descripción formal y técnica, lo que permite obtener un más profundo entendimiento de las ofrendas muiscas.
Legast79 ha realizado uno de los pocos estudios iconográficos de la cerámica muisca, específicamente de las representaciones de animales. El volumen Arte de la tierra. Muiscas y Guanes80 incluye una breve reseña de la arqueología en Cundinamarca y Santander – territorios de los muiscas y guanes, respectivamente– describiendo las diferencias en organización social, artefactos y estilos cerámicos entre estos dos grupos, que si bien se asentaban en dos regiones distintas, convivían de una manera muy estrecha a la llegada de los españoles. Sáenz Samper81 propone un análisis descriptivo de diferentes tipos de cerámica muisca encontrados en un importante centro regional de producción alfarera en el Valle de Tenza, mientras que Langebaek82 emprende una lectura funcional, simbólico-ritual-religiosa, de un tipo cerámico muy común en todo altiplano, el Guatavita Desgrasante Tiesto.
Podemos inferir que el arte textil estaba mucho más desarrollado en las antiguas civilizaciones de Colombia de lo que indican los restos arqueológicos. Con todo,las bajas temperaturas de las montañas permitieron la conservación de varios fragmentos, especialmente en la región de Santander, donde los guanes eran precisamente reconocidos por sus textiles. Las llamadas “mantas” formaban parte de un sistema de ofrendas, como lo demuestran los hallazgos en algunas tumbas, pero cumplieron también una función crucial en el florecimiento del mercado en la región, como señala Langebaek,83 quien ofrece una reconstrucción histórica de la producción y circulación de textiles en la región en el momento de la invasión española y de los cambios que aquella causó. Cardale de Schrimpff84 describe los pocos textiles encontrados en las tumbas muiscas y guanes y reconoce dos esti- los principales comunes a ambas culturas, demostrando un intenso intercambio entre ellas. Tavera y Urbina85, otrora profesoras del departamento de textiles de la Universidad de los Andes (que ya no existe), presentan una introducción comprensiva a las características formales de los textiles de la Cordillera Oriental. En El arte del tejido en el país de Guane86 se cataloga una exposición de los textiles guanes y se ofrece un exhaustivo análisis de los muchos fragmentos encontrados en las cuevas del departamento de Santander, detallando sus aspectos formales y su descubrimiento.
El estudio del arte rupestre del altiplano cundiboyacense empezó con Pérez de Barradas87 y ha sido recientemente retomado por investigadores colombianos como Botiva Contreras y Martínez Celis, entre otras y otros, a cuyo trabajo es posible acceder, en buena medida, a través de la página RupestreWeb (http:// www.rupestreweb.info), que contiene un amplio acervo de información acerca del arte rupestre a lo largo de toda América Latina.
A pesar de que la selva amazónica y el área del Orinoco cubren una parte considerable del territorio colombiano, es muy poco lo que se conoce de ellas desde un punto de vista arqueológico. Boomert88 sitúa la amplia llanura oriental dentro del contexto de lo que él llama el Área Intermedia Caribe, resaltando la importancia del intercambio interregional de bienes preciosos y los lazos culturales entre las gentes de la Amazonía, el Orinoco y el Caribe. En el trabajo de Herrera, Bray y McEwan89 se resumen los resultados de excavaciones arqueológicas realizadas en un área específica del Amazonas, el Araracuara; aunque demuestran pocas ambiciones interpretativas, estos autores compilan una útil base de datos para estudios posteriores. Hildebrand90 hace un recorrido por los petroglifos que se encuentran en la misma región y su presentación resulta de gran utilidad en virtud de sus detallados dibujos y fotografías. Para una aproximación regional, aunque basada en investigaciones realizadas en la Amazonía brasileña, se pueden consultar los ensayos reunidos en McEwan, Barreto y Neves.91
Las tribus indígenas que actualmente viven en la selva amazónica son una valiosa fuente de información etnográfica que nos permite hacernos a una idea de los posibles usos y significados que tiene la cultura material dentro de las sociedades humanas vivas. El término Uitoto, con el que históricamente se designa a los pueblos de esta zona, parece tener un origen peyorativo, que significa “esclavo”, a pesar de lo cual se lo emplea aún hoy en día para denominar el área habitada por una gran variedad de culturas indígenas. Pineda Camacho92 analiza desde un punto de vista antropológico la importancia del banco en las sociedades indígenas del Amazonas y el Vaupés, destacando la relación de este objeto con la figura del chamán en las construcciones mitológicas de estas sociedades. Basándose en registros de la tradición oral de varios grupos del Amazonas, algunos de los cuales datan ya del siglo XIX, el filósofo Urbina93 da cuenta de un conjunto específico de representaciones de hombres sentados comúnmente encontradas en los petroglifos. Aunque hay razones para dudar que todos los ejemplos abordados por Urbina correspondan al mismo motivo, sus conclusiones ofrecen una perspectiva interesante para la interpretación de un motivo que se repite con particular frecuencia en el arte prehispánico de otras regiones. Yépez,94 por su parte, se basa en su propia investigación etnográfica con el pueblo Murui Muinane, asentado en su mayoría en la cuenca del río Caquetá, para esclarecer la elaboración de estatuas de madera rituales y la organización social de esta cultura. Su trabajo resalta la singular posición que ocupa el chamán dentro de la organización de su grupo social, cuya función consiste en mantenerse al margen de las tradiciones y del saber comunal con el objetivo de cuestionar al jefe religioso y ser la fuente a la que se acude en casos de emergencia.
A pesar de que los indígenas componían una parte substancial de la población de la Nueva Granada, como era conocida Colombia durante el periodo colonial, su influencia en los desarrollos culturales y artísticos del mundo ibérico ha sido ignorada por mucho tiempo. Actualmente, valiéndonos de fuentes arqueológicas, de archivo y de la investigación etnográfica, podemos llenar este vacío y explicar no solo prácticas propias del periodo de la colonia sino también tradiciones que se mantienen hasta hoy en día. Londoño Laverde95 presenta documentos de archivo que atestiguan la presencia de prácticas religiosas prehispánicas entre los muiscas durante la colonia que incluyen el uso de objetos tradicionales, textiles, adornos y la peregrinación a sitios sagrados. El volumen Historia de ofrendas muiscas96 complementa esta información presentando piezas de carácter religioso y ritual de los muiscas que datan en buena parte de décadas posteriores al establecimiento del orden colonial. Rappaport y Cummins97 ofrecen un análisis de diferentes expresiones artísticas, un tanto aisladas entre sí, que les permite identificar la agencia indígena en la cultura visual de la Nueva Granada. Frassani98 ha realizado una investigación enfocada específicamente en el culto de la Virgen de Chiquinquirá y su arraigo en la religión y cultura material muisca, y su trabajo se apoya en el detallado estudio documental de Vargas Murcia99 acerca del uso de mantas muiscas en la producción de imágenes católicas y decoraciones eclesiásticas.
En cuanto a las comunidades indígenas contemporáneas, el estudio de Osborn100 constituye un intento temprano de llevar a cabo una investigación en colaboración con comunidades indígenas, en este caso, los U’wa de la Cordillera Oriental. El libro examina los vínculos entre conocimientos derivados de un mito oral y los sitios sagrados y de ocupación local en el paisaje regional y en áreas más remotas. Mora de Jaramillo101 realiza un estudio antropológico de la producción de cerámica en Ráquira, municipio del departamento de Boyacá, examinando el funcionamiento de los talleres familiares, las técnicas cerámicas, las diferentes formas de los recipientes y su distribución. La región del Pacífico ha sido un crisol de culturas desde antes de la imposición del régimen colonial, como han subrayado Falchetti102 y varios de los ensayos incluidos en la compilación de Quilter y Hoopes.103 Severi104 interpreta la estatuaria en madera kuna a la luz de la larga y dolorosa relación que este pueblo ha sostenido con el hombre blanco. Por último, el innovador estudio de Machado Caicedo105 demuestra la profunda influencia africana en el arte indígena del Chocó, ampliando de esta manera el campo de investigación a la contribución de las poblaciones afrodescendientes, que constituyen hoy poco más del 10% de la población total del país.
El recorrido bibliográfico propuesto resalta una clara diferencia en la información existente acerca de las culturas arqueológicas contemporáneas y posteriores a la llegada de los españoles, y lo que sabemos de otros horizontes más tempranos. En el primer caso hay fuentes históricas, si bien a menudo limitadas, que dan cuenta de las estructuras políticas, económicas y sociales de estos pueblos, mismas que faltan por completo para las épocas anteriores. La arqueología colombiana comparte estas limitaciones con las demás regiones y países del continente, incluyendo a Mesoamérica y los Andes Centrales, que han sido objeto de mayor investigación. Ante esta situación, los estudios fundacionales de la disciplina americanística en Colombia, así como en el resto de América Latina, se dieron a la tarea de definir estilos, horizontes o culturas, como en el caso de los ya citados Pérez de Barradas, Arango Cano y Reichel-Dolmatoff106 mientras que los esfuerzos posteriores, como los de Barney Cabrera107 y Langebaek, por ejemplo,108 han pretendido dar contenido a estas formas, a menudo apoyándose en teorías antropológicas acerca de la sociedad, economía y religión de los llamados “pueblos primitivos”. Ambos enfoques, el esteticista y formal, por un lado, y el derivado del materialismo histórico y del consecuente interés por lo “social” por el otro, son de alguna manera complementarios y cuentan con largas trayectorias en la historiografía del arte europeo.
Igualmente, es posible delinear otras corrientes dentro de la producción bibliográfica citada. La “tradición chamánica” inaugurada por Reichel- Dolmatoff109 y prolongada por Pineda Camacho110 encuentra actualmente respaldo en algunas teorías antropológicas contemporáneas, como el perspectivismo de Viveiros de Castro,111 que Weismantel112 ha recientemente aplicado a la estatuaria chavín del Horizonte Temprano en los Andes Centrales. En todos estos casos, se pretende dar razón de una ontología –la indígena americana– que otorga subjetividad y agencia humana a animales y objetos, dándole así un giro a la manera como se comprende la relación del ser humano con el entorno geográfico y el medio ambiente. Por último, las propuestas de Plazas,113 Falchetti114 y Uribe Villegas y Martinón Torres115 encajan no solamente con los estudios que Lechtmann116 ha dedicado a los desarrollos metalúrgicos de los pueblos andinos, sino también, desde un punto de vista más propiamente teórico, con la pro- puesta de Joyce117 en su análisis de la alfarería hondureña y sus comunidades de práctica (communities of practice). La arqueóloga norteamericana destaca que el conocimiento y su transferencia están inextricablemente vinculados a la producción material de objetos y sus subsecuentes usos y modificaciones, adoptando un enfoque que se inscribe dentro del llamado “nuevo materialismo” (new materialism).118 En buena medida basados en el ya imprescindible y clásico estudio de Gell, Arte y agencia,119 Viveiros de Castro y Joyce formulan dos posibles propuestas, derivadas de ámbitos ajenos a la experiencia colombiana, que, no obstante, comparten problemáticas afines, entre las que sobresale la necesidad de definir el punto de vista y las prácticas propias –emic, internas y subjetivas– de quienes produjeron los objetos estudiados. En este sentido, encontramos en estos aportes indicaciones que podrían ayudarnos a seguir ensanchando el campo de investigación en torno a la cultura material prehispánica de Colombia y sus expresiones más contundentes.